Depravación Total y Gracia Resistible

Gracia irresistible

El hombre está en un estado de pecado, incapaz por sí mismo de hacer cualquier cosa verdaderamente buena, mas necesita ser nacido de nuevo.  Artículo 3º
El hombre no puede sin la gracia de Dios realizar cualquier buena obra o acción, pero esta gracia puede ser resistida.  Artículo 4º

Introducción

En este capítulo 7 presentaremos los artículos tercer y cuarto de la Remonstrancia [Arminianismo].
Discutiremos las doctrinas de la depravación total y la gracia resistible. Este último es motivo de gran controversia teológica entre arminianos clásicos y calvinistas.

1. Tercer artículo: El hombre es tan depravado que la gracia divina es necesaria tanto para la fe como para las buenas obras.

A diferencia del pensamiento común entre los calvinistas, Arminio y los primeros remonstrantes no negaron la depravación total. La humanidad está bajo la tutela del pecado. Todos nacen “hijos de la ira”. La antropología de Arminio y su inmediato seguidor, Episcopio, es pesimista, hecho debidamente demostrado en capítulos anteriores. Sólo por la gracia preveniente el hombre está capacitado para creer en el mensaje del Evangelio, y hacer cualquier cosa buena. Los remonstrantes dijeron que “el ser humano […] en el estado de apostasía y pecado, no puede por sí mismo pensar, desear o hacer cualquier cosa que sea verdaderamente buena”. Arminio escribió:

[…] Pero en su estado caído y pecaminoso, el hombre no es capaz, de y por sí mismo, pensar, desear, o hacer aquello que es realmente bueno; mas es necesario que él sea regenerado y renovado en su intelecto, afectos o voluntad, y en todos sus poderes, por Dios en Cristo a través del Espíritu Santo; para que pueda ser capacitado correctamente para entender, evaluar, considerar, desear, y ejecutar lo que sea verdaderamente bueno. Cuando él es hecho participante de esta regeneración o renovación, considero que puesto que él está liberado del pecado, es capaz de pensar, desear y hacer lo que es bueno, pero no sin la ayuda continúa de la Gracia Divina.    [ARMINIUS, vol. 1. p. 174]

Arminio trata de la Caída juntamente con sus consecuencias, en un tono de seriedad. Su confesión niega cualquier antropología elevada. Para él el hombre está caído, desamparado espiritualmente y en estado de esclavitud de la voluntad. No hay ninguna habilidad humana natural dando al hombre condiciones para iniciar su salvación. En otro momento Arminio afirmó: “(El hombre) no va a hacer ningún bien, ni resistir a cualquier tentación del mal, sin la gracia.” Simón Episcopio escribió:

El hombre […] viviendo en estado de pecado él no puede pensar, mucho menos desear o hacer cualquier cosa buena, que sea de hecho, moderadamente buena de, o a partir de sí […] [Citado en OLSON, 2013, p. 189].

En el rol de los remonstrantes, debemos observar una vez más, una excepción en cuanto a Philip Limborch, que abandonó, como expusimos en el capítulo cuatro, la teología de Arminio defendiendo una “miseria universal” en detrimento de una “depravación total”. Para Limborch, los hombres nacen sin heredar una naturaleza, corrupta y se corrompen posteriormente debido a la influencia del medio familiar o social, exactamente como enseñaba Pelagio. Según Olson, Limborch no merece ser llamado arminiano.
Arminio y los remonstrantes creían que los hombres nacen, espiritual y moralmente, en estado de total depravación, y por lo tanto son incapaces de realizar cualquier bien delante de Dios sin el amparo de su gracia preveniente. Tal incapacidad es física, intelectual y volitiva. Todo aspecto de la naturaleza y la personalidad humana se ven afectados. No hay ningún bien espiritual que el ser humano pueda hacer aparte de la gracia divina. Solamente por la gracia los efectos del pecado original pueden ser superados y el ser humano, finalmente, podrá cumplir los mandamientos espirituales de Dios. La depravación total es extensiva, alcanzando, incluso, el libre albedrío. La voluntad humana se tornó esclava del pecado.

La creencia en la depravación total, según fue entendida por Arminio y los remonstrantes, fue defendida por teólogos arminianos posteriores como Orton H. Wiley (1877-1961). En su comentario de la Carta a los Hebreos, escribió:

La voluntad del hombre se tornó perversa, el intelecto de él se oscureció, y los afectos quedaron alienados; y, en virtud del miedo a la muerte, toda su vida quedó sujeta a servidumbre.

Todo arminiano clásico defiende la doctrina de la depravación total. Creemos que los humanos son totalmente incapaces de hacer cualquier bien espiritual aparte de la gracia divina, pues como Agustín se veía a sí mismo, y como Dios le mostraba a él mismo, así vemos a la humanidad caída. En las Confesiones, Capítulo VII, Agustín se describe: “Tú me colocabas delante de mi propio rostro para que viese como estaba indigno, deforme, sórdido, manchado y ulceroso.”
Es importante explicar que la depravación total no es intensiva, pero extensiva. Por depravación total intensiva se entiende la destrucción integral de la naturaleza humana y de sus potencialidades esenciales. Es decir, en estado de depravación total intensiva el pecador es tan pecador cuanto es posible y se involucra en todas las formas posibles de pecado. Millard J. Erickson niega ese cuadro diciendo:

No queremos decir, con depravación total, que la persona no regenerada sea totalmente insensible en cuestiones de conciencia, de lo correcto e incorrecto […] la depravación total implica que incluso el altruismo de la persona no regenerada siempre contiene un elemento de motivación inapropiada. [ERICKSON, 1997, p. 263].

Norman Geisler concuerda:

A pesar de que esa depravación no significa que todos los seres humanos sean potencial y extremadamente malos, significa que no son tan buenos como necesitarían ser […] la gracia, y sólo la gracia, puede superar los efectos graves y devastadores del pecado.

Para ambos, la depravación total es extensiva, es decir, se extiende “a todas las dimensiones de nuestro ser”. Ella afecta la plenitud del ser del hombre. Como dijo Arminio: “[…] Confieso que la mente (animalis) de un hombre carnal y natural es obscura y sombría, que sus afectos son corruptos y excesivos, que su voluntad es obstinada y desobediente, y que el hombre está muerto en pecados”.
En el cuadro siguiente dimensionamos esa extensión con las debidas referencias bíblicas:

Depravación Total Extensiva

-Áreas                                     -Referencias

  • El Cuerpo humano                                                   -Romanos 6:6,12 – Romanos 7:24
  • La Razón humana                                                    -Romanos 1:21; 2ª – Corintios 3:14-15
  • Las Emociones humanas                                        -Gálatas 5:24 – 2ª Timoteo 3:2-4
  • La Voluntad humana                                               -Romanos 6:17

2. Breve fundamentación bíblica de este artículo de fe.

El hombre fue creado “a imagen de Dios” (Gen. 1:17) y “Dios hizo al hombre recto” (Ecl. 7:29), dicen las Escrituras. Pero el hombre cayó (Gen 3). Admitir la Caída, conforme es presentada en la Biblia, hace de quien en ella cree un cristiano. Negarla confirma al incrédulo como un pagano. El pecado de Adán afectó a toda la humanidad (Romanos 5:12-21, 1ª Corintios 15:21-22). Desde la caída adámica, la humanidad pasó al estado de depravación total. El pecado, con su sombra, cubrió toda la existencia humana y los dramas de la vida lo muestran.
En Adán cada ser humano estaba presente de forma potencial, por eso, cuando él escogió el mal, sus descendientes heredaron el estigma del pecado. Las siguientes referencias son claras:

Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. […] Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. (Romanos 5: 12,19).

Tales Escrituras admiten la participación de la humanidad en el pecado original. Debemos subrayar la no exclusión de la idea del pecado de cada individuo. Por ambas, él será condenado. Russel Norman Champlin presenta la siguiente figura como ilustración: “El pecado de Adán es la raíz; los pecados de la humanidad son las ramas; y los pecados individuales son los frutos”. [CHAMPLIN, R. N. Enciclopedia de la Biblia, Teología y Filosofía].
El arminiano John Wesley empleaba algunas expresiones fortísimas para describir ese estado de depravación. Son ellas: 1 – ‘muerto en transgresiones y pecado’; 2 – ‘impiedad e injusticia’; 3 – ‘irremediablemente perverso’; 4 – ‘sólo mal continuamente’; y 5 – ‘totalmente depravado y corrompido’. [COLLINS, 2010, p. 98].

Es así como la Biblia describe el estado de la humanidad decaída bajo los efectos devastadores del pecado original: ‘impíos’ (Romanos 5.6), ‘hijos de la desobediencia’ (Colosenses 3.6), ‘hijos de la ira’ (Efesios 2.3), ‘esclavos del pecado’ (Romanos 6.20), ‘abominable y corrupto’ (Job 15.16), ‘insensatos, desobedientes, extraviados’ (Tito 3.3). Arminio comenta:

Cualquiera que hubiera sido el castigo dado a nuestros primeros padres, habría sido transmitido de la misma manera y así mismo continuado a toda su posteridad: De modo que todos los hombres son por naturaleza hijos de la ira (Efesios 2.3), detestables para condenación, y para la muerte temporal así como eterna. [ARMINIUS, Vol. 1, p. 356]

Este estado decaído e irremediable, claro está, aparte de la gracia preveniente, dejó a la humanidad y a cada individuo en particular muertos: “la muerte pasó a todos los hombres” (Romanos 5:12). Esta muerte es tanto física (Romanos 5:14) como espiritual (Romanos 5:17-18, 21). Otros estragos son los siguientes: la imago Dei en el hombre fue dañada. Eso no quiere decir que fue destruida. Richard J. Sturz (1924-2009) recuerda esto argumentando que “la imago Dei se tornó la base de la ley de ‘vida por vida’; la mente humana quedó corrompida y obscurecida». Ver Romanos 1:28, 2ª Corintios 4:4, la voluntad humana fue infectada (Romanos 3:11, 9:16).

La universalidad del pecado adámico y su relación con la raza humana es una doctrina base de la fe cristiana ortodoxa. Adán pecó y sus descendientes, el resultante del pecado adámico es el “pecado original”, la “corrupción heredada”, la “contaminación original”, como quieran designarla, y sólo eso explica satisfactoriamente el estado en el que se encuentra el mundo, y explica con propiedad porqué el hombre es responsable de sus actos.
Algunas consecuencias de la depravación total del hombre en relación a Dios pueden ser así esbozadas:

Por su rebeldía, el hombre se aleja de Dios: Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. (Romanos 3:12);
Por eso recibe el salario del pecado, a saber, la muerte: Porque la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23);
El hombre no puede agradar a Dios: y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. (Romanos 8:8);
Él está en estado de enemistad con Dios: Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden (Romanos 8: 7).

Niegan el concepto de depravación total conforme tratado aquí, los teólogos liberales, científicos sociales, racionalistas, entre otros. En el capítulo primero hicimos mención al concepto del ‘buen salvaje’ presentado por el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau. Él dijo que el hombre nace bueno y libre, pero su maldad y deterioro es fruto de la influencia de la sociedad (o cultura). Y es por contaminación social que el hombre se degenera, dicen. Este argumento de la teoría ambiental, sociológica, también fue utilizado por el filósofo alemán Karl Marx (1818-1883). Posicionamiento semejante, partiendo de la teología, tuvo Albrecht Ritschl (1822-1889) afirmando ser el hombre degenerado debido a la transmisión comunal, al ambiente social. Nada de eso suplanta la explicación de la depravación total como respuesta para la tendencia a la maldad humana, y la propia maldad humana. Todo esto no pasa de la tentativa de liberar al hombre de la responsabilidad por sus propios actos. El arminianismo clásico no admite ninguna exención humana en lo que se refiere a la culpa adámica y a los pecados de los hombres. Para el arminianismo clásico, la doctrina de la depravación total es innegociable en cualquier sentido que sea.

3. Artículo Cuarto: Se puede resistir a la gracia divina.

Arminio negó la irresistibilidad de la gracia. Este modus operandi [expresión latina que significa ‘modo de operación’] de la «gracia» no hace justicia a las Escrituras. Una gracia suficiente y universal sigue a la predicación del Evangelio y ella puede ser resistida, o no, dependiendo de la voluntad de cada uno. Esta capacidad de responder a la gracia de Dios aceptándola o rechazándola no había sido perdida con la caída del hombre. En uno de sus escritos Arminio declaró: “Creo, según las Escrituras, que muchas personas resisten al Espíritu Santo y rechazan la gracia que les es ofrecida”. En otra ocasión, él dijo:

¿La gracia de Dios es una cierta fuerza irresistible? Esto es, la controversia no se refiere a aquellas acciones u operaciones que puedan ser atribuidas a la gracia, (pues yo reconozco y enseño muchas de estas acciones u operaciones como cualquiera), pero ella se refiere únicamente al modo de operación, si es irresistible o no. Con respecto a lo cual, creo, de acuerdo con las Escrituras, que muchas personas se resisten al Espíritu Santo y rechazan la gracia que se les ofrece.” [ARMINIUS, vol. 1, p. 175].

Algunos pasajes bíblicos eran citados para sostener esa enseñanza (Mateo 23:37; Lucas 7:30; Hechos 7:51; 2ª Corintios 6: 1; Hebreos 12: 5). Tales referencias prueban que nadie es coaccionado a aceptar la gracia divina, acción operante del Espíritu Santo junto al hombre. De ello, se incurre en error inferir o afirmar que Arminio negaba la salvación sólo por gracia, como hacen algunos de sus críticos.
Los remonstrantes se mantuvieron comprometidos con el legado dejado por Arminio en lo referente a ese punto. La Remonstrancia dice que “el pecador necesita la gracia de Dios, sin la cual nada le es posible; sin embargo, no es irresistible”. Olson transcribe las siguientes palabras de Episcopio: “el hombre, por lo tanto, no posee fe salvífica de, o a partir sí mismo […]”
El espíritu arminiano de la negación de una “gracia irresistible” es presentado por C. S. Lewis (1898-1963):

El “irresistible” y el “incuestionable” son las dos armas que la propia naturaleza de los planes de Dios lo prohíben de usar. Sería inútil para Él… simplemente pasar por encima de la voluntad humana. Él es incapaz de violentar, todo lo que Él puede hacer es persuadir. [GEISLER, Norman. Teología Sistemática. Vol. 2. P. 390]

Dios no arrastra, Él persuade, llama, atrae. La Epístola de Diogneto (joya de la apología cristiana de inicio del segundo siglo) ya demostraba que la creencia corriente era de una acción divina persuasiva y no violenta. Leamos un pasaje de la Epístola:

Dios lo envió, y lo envió como hombre a los hombres; lo envió para salvarnos, para persuadir, y no para violentar, pues en Dios no hay violencia. Lo envió para llamar, y no para castigar; le envió, finalmente, para amar, y no para juzgar.

Dios actúa por la gracia preveniente llamando, convenciendo, iluminando y capacitando. Posteriormente a eso, con el albedrío liberado, el hombre puede resistir a la gracia divina. Sólo así es posible concebir una obra salvífica sin violencia. Por otra parte, la obra del Espíritu nunca está vinculada a actos violentos, por lo que se dice: Zacarías 4:6 “Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.”

¿La defensa de la gracia resistible lleva a la conclusión que, optando por aceptarla, se convierte en el factor decisivo en la salvación? Ahora bien, ¿una mera aceptación libre de un regalo hace que deje de ser un regalo? Veamos un símil propuesto por Arminio, citado por Olson [símil: figura de lenguaje que se aproxima a una metáfora. Ella hace vívida la representación de una verdad]:

Un hombre rico entrega limosnas a un mendigo hambriento y miserable, con el que podrá mantenerse a sí mismo y a su familia. ¿Será que esto deja de ser un regalo puro, por el simple hecho del mendigo extender su mano para recibirlas? ¿Podríamos decir con propiedad que ‘las limosnas dependen, en parte, de la liberalidad del Donante y, en parte, de la liberalidad del receptor’, a pesar de no ser posible al segundo la posesión de ella si no fuese por el extender su mano? […] ¡Si estas afirmaciones no pueden ser verdaderamente hechas acerca de un mendigo que recibe limosna, de qué forma se podrían hacer acerca del don de la fe, cuyo recibimiento exige actos mucho más grandes de la Gracia Divina! [ARMINIUS, vol. 1, p. 264].

El encuentro cooperante de la gracia con el libre albedrío, no implica méritos del hombre regenerado. No se trata de una obra meritoria. En otro momento, Arminio exalta una gracia transmisora del bien y del amor a las criaturas sin mérito alguno de parte de éstas. Cualquier reacción de buena voluntad para con Dios es y siempre será obra de la gracia divina. Todo es por la gracia. El arminiano John Wesley descartó el mérito humano en su salvación con bastante claridad:

• La salvación es gratuita;
• No depende de ninguna fuerza o mérito en el hombre, en ningún nivel, ni en todo ni en parte;
• Ella no depende, en ningún sentido, de las buenas obras o de la justicia del receptor, ni de cualquier cosa que él haya hecho, o cualquier cosa que él sea;
• Ella no depende de los esfuerzos;
• Ella no depende de buena índole, deseos buenos, propósitos buenos e intenciones buenas, pues todos estos fluyen de la gracia libre de Dios. [Citado en OLSON, Teología Arminiana: mitos y realidades]

El arminianismo clásico confiesa una teología de la sola gratia (sola gracia) en cualquier circunstancia. En los trabajos de Arminio vemos la gracia divina tratada en altísima estima. Sus sentimientos acerca de la gracia son, entre otros, los siguientes:

• La gracia es una Persona [El Espíritu Santo];
• La salvación es por la gracia y no por las obras;
• La gracia restaura el libre albedrío;
• En todo proceso de redención del hombre, él nada puede hacer sin la gracia de Dios;
• Atribuyo a la gracia el comienzo, la continuación y la consumación de todo bien;
• La gracia comienza la salvación, la perfecciona y la consuma;
• La gracia es absolutamente necesaria para iluminar la mente;
• La gracia infunde buenos pensamientos.

Estas declaraciones se encuentran en Declaration of The Sentiments (Declaración de sentimientos) IV, presentada a las Provincias Unidas en La Haya el 13 de octubre de 1608, y en A Letter Adressed to Hippolytus A. Collibus [Carta escrita a Hippolytus A. Collibus], Articulo V, carta escrita al amigo Hipollytus el 5 de abril de 1608.

El reformador Philip Melanchton afirmaba la gracia resistible. Esto, junto con el hecho de que los padres griegos de los cuatro primeros siglos también creían en la resistiblididad de la gracia, refuerza la defensa de que el arminianismo es una opción evangélica ortodoxa promotora de los símbolos de la fe cristiana, como concluye Olson.

4. Breve fundamentación bíblica de este artículo de fe remonstrante.

Los defensores de la gracia irresistible argumentan que los designios divinos no pueden ser obliterados [anulados, borrados] por las decisiones humanas. En caso de que Dios hubiese planeado un esquema soteriológico para salvar a todos los hombres, tal esquema debería ser cumplido inapelablemente, dicen ellos. Esta conclusión no tiene en cuenta una serie de inconvenientes bíblicos. Vamos a ver.

Hechos 7:51 es una Escritura que comprueba la resistencia al Espíritu: “¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís (en el griego, antipipto) siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros” ¿Cómo pudieron los interlocutores de Esteban resistir al Espíritu Santo? ¿Cómo ellos fueron capaces de, como dice W. E. Vine, ‘luchar en contra, resistir” al Espíritu? ¿O entonces, como dice James Strong (1822-1894), “oponerse” al Espíritu? Esta no fue la primera vez que esto sucedió, pues Esteban recuerda a su audiencia el mismo comportamiento de sus antepasados frente a los profetas enviados por el Espíritu Santo. Las generaciones anteriores abiertamente se rebelaron, mataron a los profetas por negarse a ver en ellos valor espiritual (v 52). Asumieron una postura de “incircuncisos de corazón y de oídos”. Esteban recuerda las Escrituras como Deuteronomio 10:16 y Jeremías 4:4. La actitud de los antepasados fue de desobediencia deliberada al Señor. Ellos impedían la aproximación del Espíritu junto a sus corazones. Cambiaron la sustancia de las cosas divinas por la adoración a las formas externas. Fue así con ellos como suele ser con nosotros.

E. Trenchard comenta haber sido el comportamiento de los contemporáneos de Esteban más grave que el de los antepasados:

Ellos habían resistido el empeño del Espíritu Santo de forma incluso más persistente que sus padres, pues sus predecesores habían martirizado a los profetas, y ellos habían traicionado y asesinado al Justo (cf. 3:14; 22:14), el tema de las promesas proféticas.

El mayor grado de resistencia por parte de la audiencia de Esteban es identificado con la negación de Cristo. En suma, la reprensión de Esteban, según Richard J. Dillon, recuerda que:

• Todo Israel, es decir en las generaciones presentes y pasadas, es acusado de resistencia obstinada a la palabra de Dios;
• Dios envió profetas repetidamente para corregir su modo de actuar;
• Ellos rechazaron y persiguieron (y mataron) a los profetas;
• Dios impuso un terrible juicio sobre ellos en forma del fin de los reinos de Israel (2ª Reyes 17: 18) y de Judá (Nehemías 9:27) [Citado en BROWN. Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo]

En el año 70 d.C., Jerusalén fue asolada por el General Tito.
El escritor a los Hebreos también trata sobre las generaciones pasadas de los hijos de Israel desafiando a la autoridad divina de modo abierto y franco. Teniendo como ejemplos negativos, él exhorta a sus lectores: “Hoy, si oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (3:7-8).

En Isaías 63:10 el profeta señala:

Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar su Santo Espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra ellos.

El verbo “contristar” en hebreo es asabh, y, de acuerdo con Strong, en un mal sentido, significa “contrariar”. Contrariaron al Espíritu por ser rebeldes, por desobedecer la voz del Espíritu Santo que insta a los hombres día y noche. Desobedecer es consecuencia de la resistencia. Génesis 6:3 dice: “Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne…”
Otra Escritura contundente es Lucas 7:30

Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan.

Los intérpretes de la ley “rechazaron”, anularon (atheteo) “el designio divino”, la determinación, la decisión, el decreto, la voluntad (boule) de Dios. Rienecker escribió: “Los líderes frustraron o aniquilaron el designio redentor de Dios para sí mismos y para los demás”. [RIENECKER, Fritz e ROGERS, Cleon. Chave Lingüística do Novo Testamento Grego. São Paulo: Vida Nova, 1995].

La resistencia de ellos fue tan obstinada que afectó a otras personas. Jesús les acusó:

“Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando”.    (Mt. 23:13)

Está previsto, dentro del plano soteriológico, la resistencia humana a la gracia divina, pues las personas fueron dotadas por Dios de voluntad y Él no salva en ausencia de la volición humana. Esto parte de una decisión soberana de Dios. El hombre desafía la voluntad divina. Son muchas las referencias bíblicas mostrando la voluntad de Dios siendo desafiada. (Mt 7:21, 12:50, Juan 5:40, 7:7, 1ª Juan. 2:17). Es del encuentro entre la gracia preveniente (esta no doblega la voluntad humana) y el asentimiento humano (arbitrio liberado) que los beneficios de la expiación de Cristo pueden ser aplicados en la vida de una persona. En el caso de que una persona rechace la convicción del Espíritu Santo, Dios no sufre perjuicio, sino la persona. Resistir a la operación de la gracia exalta a Dios, pues Él mismo en su soberanía decidió que fuese posible al hombre resistirlo. Nítidamente, las Escrituras exhiben a Dios manifestando deseos condicional e incondicional. Las referencias siguientes muestran a Dios deseando, pero no siendo correspondido:

“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”. 2ª Pedro 3:9
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! Mateo 23:37

El derecho del uso del libre albedrío permanece. Esta es la razón obvia de que no todos son salvos. El hecho es que resistir al Espíritu no niega la omnipotencia de Dios. Hay cosas que Dios no puede hacer, como por ejemplo ir contra su propia naturaleza: Hebreos 6:18 “para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta…”
Este corpus argumentativo presentado hasta aquí, no implica afirmar que el núcleo del arminianismo es el libre albedrío como calumnian los críticos. El arminianismo comienza con la bondad de Dios y termina al afirmar el libre albedrío, ese es el recorrido. Entonces, el libre albedrío no es la piedra angular de la construcción teológica arminiano clásica en oposición al determinismo calvinista. En el capítulo diez volveremos al tema del libre albedrío.

a) Juan 6:44

Pasemos en este instante a una discusión de Juan 6:44, tan usado por los críticos para intentar negar la resistibilidad de la gracia. Juan escribió: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero”.
El teólogo calvinista R. C. Sproul está convencido de que la palabra griega traducida por ‘trajere’ debe significar ‘obligar’, ‘arrastrar’. Sin embargo, el vocablo elko puede ser traducido también por ‘atraer’ (Strong), ‘atraer’ y ‘traer’ (Rienecker y Rogers). Para Sproul, el verbo «atraer» denota un acto vigoroso. En nuestra opinión «atraer» en la pluma de Sproul es un eufemismo para ‘violentar’. Una ‘atracción fuerte’ puede ser admitida, sin embargo, una ‘atracción forzosa’ o un ‘arrastre violento’, no lo concebimos, pues los lexicógrafos no nos permiten llegar a ese punto interpretativo. Sproul cita dos referencias donde aparece elko, en el intento de sostener ‘su’ significado preferido. Son ellas:

Santiago 2:6 Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales?
Hechos 16:19 Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron (arrastraron) al foro, ante las autoridades.

Ambas tratan de acciones del hombre sobre el hombre. En la primera, tenemos la opresión de los ricos sobre los pobres. En la segunda, encontramos a Pablo y Silas siendo conducidos a los magistrados en un clima de extrema violencia. Y cabe esperar del hombre actitudes de violencia contra el hombre. En ese sentido, Sproul es correcto en optar por «arrastrar» como traducción y, por consiguiente, como significado.
Pero en lo que se refiere al texto joanino, a la luz de Zacarías 4: 6 que dice “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”, creemos que significados agresivos no son acordes. Sproul y demás calvinistas están convencidos que Dios coacciona, arrastra forzosamente a los elegidos hasta Cristo y que Juan 6:44 prueba eso. Tal vez la palabra griega más apropiada para denotar lo que se quiere decir como “gracia irresistible” sea suro cuyo significado es ‘arrastrar, tirar’. Elko, como se ha dicho, implica términos más suaves como ‘atraer’ y ‘traer’. Vamos al comentario de Vine:

Este significado menos violento, generalmente presente en elko, pero siempre ausente en suro, se ve en la utilización metafórica de elko, para significar la atracción por el poder interno, por impulso divino (Juan 6:44; Juan 12:32). [VINE, W. E. Diccionario expositivo de palabras del Nuevo Testamento]

Observe que elko en Juan 6:44 se utiliza de modo metafórico para tratar de una acción de influjo y respuesta, o sea, el Padre influye (atrae) a la persona y ésta, a su vez, responde positiva o negativamente. El poder interior actuante es de atracción y no de arrastre. En esta situación de influjo y respuesta, elko no puede ser tomada con el sentido de suro. Esto, per se, descarta el paralelo propuesto por Sproul con los textos de Santiago y Hechos que tratan con situaciones concretas, físicas, de relaciones humanas cuyos contextos claramente exponen acciones violentas, de fuerza, igual al acto de arrastrar una red. (Juan 21:6, 11).

En Santiago y Hechos cabe la interpretación de elko con el sentido de suro. Gingrich y Danker separan «tirar», «arrastrar» y «atraer» cuando apuntan el significado de elko. “Jelco” y “elko” tirar, desenvainar: Juan 18.10; Hechos 16.19; 21:30; lanzar Juan 21:6,11; arrastrar Santiago 2.6. Atraer Juan 6.44; 12:32. Estos lexicógrafos ven una acción irresistible, forzosa, en Santiago 2:6, pero no en Juan 6:44. Igualmente, hace James Strong:

ἑλκύω, ἕλκω – helkuo, helko, arrastrar (literal o figurado): – tirar. Tirar, arrastrar (Juan 21:6,11; 18:10). En referencia a las personas: arrastrar, traer a la fuerza ante los magistrados (Hechos 16:19, Santiago 2:6) […] De modo metafórico: atraer, inducir a alguien a venir (Juan 6:44, 12:32) [Bíblia de Estudo Palavras-Chave Hebraico e Grego, 2011, p. 2183].

Ahora bien, “inducir a alguien a venir” nunca es “arrastrar a alguien a”. Inducir significa aconsejar, inculcar, instigar a alguien a algún acto. La “atracción” aludida por Juan no es mecánica, no se ejerce sin el consentimiento volitivo del hombre. No es un acto violento, sino amoroso: “Con amor eterno te he amado, por eso te he atraído con misericordia”. (Jeremías 31:3 – LBLA] “Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor” (Oseas 11:4). Entonces, podemos llegar a la conclusión del desamparo lingüístico y lexicógrafo de Sproul. El “texto-prueba” usado por él lo deja mal parado, pues los especialistas arriba hacen naufragar la conexión entre Juan 6:44 y un “arrastre violento”.

Conclusión

Para cerrar este capítulo donde demostramos la creencia del arminianismo clásico en la depravación total y en la gracia resistible, teniendo como fundamento la claridad bíblica sobre el asunto, necesitamos, a esta altura, referir que el arminianismo clásico cree en la gracia irresistible, pero no en el sentido calvinista, por supuesto. En la soteriología arminiana clásica, la gracia es irresistible en dos momentos: la gracia preveniente no puede ser resistida, en el sentido de que nadie puede eximirse de ser blanco de ella. una vez apuntado por la gracia, el hombre tiene su albedrío liberado para recibir o no (resistir o no) a Cristo. Recibiéndolo, la gracia eficaz opera en su vida llevándolo, irresistiblemente, a la regeneración.

De este modo, además de que exaltamos a Dios entendiendo que Él mismo, en Su soberanía y arquitectura salvífica, decidió permitir al hombre resistirlo; lo exaltamos también reconociendo instancias de irresistibilidad de la gracia divina, conforme lo hemos considerado anteriormente. Arminio enfatizaba el papel de la gracia en el orden de la salvación, exaltándola citando a Efesios 2:7: para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Amén.

Autor: Rodrigez, Zwinglio. Libro: Introducción al Arminianismo. Clásico. Cap. 7 – Como este material no se encuentra en español ha sido traducido por Gabriel Edgardo LLugdar para fines didácticos sin fines de lucro..

Expiación Limitada ¿Cristo murió por todos?

Elección, Expiación Limitada y breves fundamentaciones bíblicas – Capítulo 6 – del libro: Una Introducción al Arminianismo Clásico

Dios ha decretado salvar a aquellos que irán a creer en Jesucristo y perseverar en la fe; dejando en el pecado a los incrédulos para ser condenados. Artículo 1
Jesucristo murió por todos los hombres, proporcionando redención para aquel que cree en él.
 Artículo 2

Introducción

A partir de este capítulo pasamos a una discusión de los Cinco Artículos Remonstrantes presentados en el capítulo cuatro. Allí nos propusimos, por una breve incursión historiográfica, explicar qué y cuáles son los Artículos; la finalidad de la elaboración de ellos y el impacto causado en los jefes de las Provincias Unidas y en los calvinistas. Ya aquí, y en los capítulos siete y ocho, asociaremos cada artículo a Arminio y, brevemente, los sostendremos con análisis bíblicos.

1. Artículo Primero: Dios elige o reprueba sobre la base de la fe o en la incredulidad previstas.

En lo que se refiere a este artículo, los remonstrantes se fundamentaron en las siguientes palabras de Arminio:

Dios determinó salvar y condenar a ciertas personas en particular. Este decreto tiene su fundamento en el pre-conocimiento de Dios, por el cual él conoció desde toda la eternidad a aquellos individuos que, por medio de su gracia preveniente [precedente], creerían y perseverarían por medio de su gracia subsecuente, de acuerdo con la administración anteriormente descrita de aquellos medios que son adecuados y propios para la conversión y la fe; y, por ese mismo pre-conocimiento, él semejantemente conoció a aquellos que no creerían y perseverarían. [ARMINIUS, Vol. 1, p. 170].

Se desprende de este comentario la idea de la salvación del hombre no porque él es un elegido, sino porque recibe a Cristo como Señor y Salvador y así se torna un elegido. No existe selección de algunas personas para la salvación ni para la condenación. La elección es condicional a la respuesta del hombre y depende de la presciencia divina que anticipa la fe. Es teniendo por base la presciencia, que Dios predestina o elige individuos para la salvación o la perdición. Arminio negó la doctrina de la elección incondicional, que es incompatible con el carácter de Dios. Podemos señalar como ejemplo de esta incompatibilidad la negación de la omni-benevolencia de Dios. Dios es todo-amoroso y por eso ama a todos (Juan 3:16, Romanos 5: 8, Romanos 8: 35,38-39, 2ª. Corintios 5:14, Tito 3: 4-5, 1ª. Juan. 4:7-8, 10). Elegir arbitrariamente unos para la salvación y otros para la condenación niega aquel atributo moral divino. Los Remonstrantes se hicieron eco de Arminio conforme el artículo 1º –Dios ha decretado salvar a aquellos que irán a creer en Jesucristo y perseverar en la fe; dejando en el pecado a los incrédulos para ser condenados.

En respuesta al artículo remonstrante, el Sínodo de Dort concluyó:

Esta elección no se basa en la fe prevista, en obediencia de fe, santidad o cualquier buena calidad o disposición, que sería una causa o condición previamente requerida al hombre para ser escogido.

La respuesta calvinista no hace justicia a 1ª Pedro 1: 2 “elegidos, según la presciencia de Dios Padre […]” La prognosis (presciencia) divina sabe de antemano (Romanos 8:29) quien responderá con arrepentimiento y fe a la obra del Espíritu Santo en el momento de la predicación del Evangelio. En ese instante, efectivamente, se da la elección.
El arminianismo clásico cree en una elección incondicional, pero, eso en lo tocante al pueblo de Dios. En cuanto a personas específicas, la elección es siempre condicional al uso que los hombres hacen de los medios de gracia. La doble predestinación calvinista es un terror para aquellos que, conocedores de tal doctrina, viven preguntándose si son o no elegidos. Ella es irreconciliable con el Dios que es amor (1ª Juan 4: 8) Calvino enseñó la doble predestinación:

Dios ordenó desde la eternidad a quien quiere abrazar en amor y ejerce su ira contra quien quiere”. [CALVINO, I.R.C. Vol.3] Así se niega la universalidad del amor de Dios. En Calvino, la gloria de Dios reemplaza el amor de Dios. La doble predestinación es tan chocante que Calvino, según Calder, exclamó: “¡decretum horribile!” [En latín horribile no significa horrible, significa ‘lo que inspira reverencia’. Sin embargo, la teoría es horrible y causa espanto] Tillich, citando a Calvino, señala: “[…] ¡se trata de un decreto horrible, confieso!” [TILLICH, Paul. História do Pensamento Cristão. São Paulo: ASTE, 2007. p. 265] Hay calvinistas que niegan la doble predestinación, pero sus argumentos no pasan de puntuaciones semánticas. Inexorablemente, el decreto de salvar algunos lleva al decreto de condenar a otros.

El artículo remonstrante en cuestión, se condice más con el carácter de Dios y da a la humanidad el consuelo de que aun estando todos perdidos, el sacrificio alcanza a aquellos que por fe reciben al Hijo como Señor y Salvador. Jesús es el elegido, y en él Dios elige a aquellos que Él previó que expresarían fe en su Hijo, después del arrepentimiento de los pecados. La doctrina de la elección en la perspectiva arminiana clásica es la única que puede presentar a Dios como siendo bueno, amable y justo. Sólo ella hace de la presentación del Evangelio una oferta sincera, pues de hecho, es para todos, llamándolos sinceramente (serio vocantur).

Los remonstrantes dijeron lo siguiente en el Sínodo de Dort: “Aquel que Dios llama para salvación, Él llama sinceramente (serio vocat), es decir, con intención sincera y deseo de salvar completamente, sin hipocresía.” Esto porque los remonstrantes creían en la elección condicional y no en la doble predestinación calvinista. En este último caso, ¿cómo anunciar sinceramente el Evangelio para quien de ningún modo, por determinación divina, podrá experimentar los beneficios de su poder? Algunas razones que hacen del sistema arminiano clásico un portador del anuncio bien intencionado del Evangelio son las siguientes:

• La oferta del Evangelio es universal;
• Dios desea que los oyentes (todos) del Evangelio sean salvos;
• La elección es condicional y la expiación es ilimitada;
• La predicación del Evangelio es gracia para todos los perdidos.

Por estas razones, es claro que sólo el arminianismo clásico puede anunciar el contenido de Ezequiel 33:11, 1ª Timoteo 2:4, 4:10, Tito 2:11, 2ª Pedro 3: 9; sin incurrir en una actuación fingida, [predicarle a alguien el Evangelio, sin estar seguro de que Cristo murió por él, no es una predicación sincera, es una mera actuación]. Aunque los Cánones de Dort, en el capítulo II, artículo 5º, defiendan que el mensaje del Evangelio predicado por los calvinistas sea bien intencionado, discrepamos de esta defensa, pues afirmar que Dios desea salvar a todos, conforme a las Escrituras arriba mencionadas, cuando en realidad Él sólo salvará a los elegidos, no pasa de ser un juego de escena. Es contradictorio creer en las doctrinas de la elección incondicional y expiación limitada y al mismo tiempo enseñar que “la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres” (Tito 2:11). Tanto el calvinismo supralapsariano, como el infralapsariano, caen en esa contradicción al intentar armonizar esas doctrinas. El calvinista Herman Hoeksema (1886-1965) censura:

Ellos profesan creer que la expiación es limitada, y que Cristo murió sólo por los elegidos; aun así, por el otro lado, también insisten en que Dios sinceramente tiene buena intención en la oferta de la salvación a todos los hombres. [HOEKEMA, Anthony. Salvos Pela Graça. Cultura Cristã, 2011, p. 81]

Este es un caso de duplipensar, concepto pensado por el escritor inglés George Orwell (1903-1950) y que significa mantener en la mente dos creencias contradictorias. Anthony Hoekema reconoce:

Una vez que la Biblia enseña tanto la elección eterna como la buena intención de la vocación del evangelio, seguiremos manteniendo nuestra creencia en ambas doctrinas, aunque no podamos reconciliarlas en nuestra mente finita. [Ibid. p. 87]

Bueno, ese es un conflicto innecesario, pues las Escrituras no concuerdan con la expiación limitada ni con la elección incondicional. Eso es sufrir mentalmente por nada. Por otra parte, el teólogo calvinista Vincent Cheung dijo que ese intento de conciliación, innecesaria, es creer como un calvinista y predicar como un arminiano. En otras palabras, él está diciendo: “bájese del muro”.
Recordando una cuestión importante: en el sistema arminiano clásico, Cristo no es un mero instrumento que hará efectivo el decreto abstracto de elección, sino que Él es la razón de la elección. Leamos a Arminio nuevamente

El primer decreto absoluto de Dios, concerniente a la salvación del hombre pecador, es que Él decretó designar a su Hijo Jesucristo por Mediador, Redentor, Salvador, Sacerdote y Rey, que puede destruir el pecado por su propia muerte, puede obtener, por su obediencia , la salvación que había sido perdida, y puede comunicarla por su propia virtud. [ARMINIUS, Vol. 2, p. 170].

Es de este primer decreto divino que emerge la doctrina de la predestinación de Arminio. Los tres decretos siguientes ya se han presentado anteriormente. Pero, para fines didácticos, siguen, una vez más los cuatro decretos, ahora, en formato de diagrama.

Primer Decreto
Nombrar a Jesucristo como Mediador,
Redentor, Sacerdote y Rey

                            ⇓                                                                                               ⇓

        Segundo Decreto                                                                              Tercer Decreto

 Elección-Reprobación-Condicional –                                                 Administrar

                                                                                           los medios necesarios para                                                                                                            el arrepentimiento y la fe

                        ⇓                                                                                                     ⇓

Cuarto Decreto

Salvar y condenar ciertas personas

Fundamentos de este decreto:

Presciencia de Dios
Libre elección: – creer y perseverar – no creer y no perseverar

                                 ⇓                                                                                    ⇓

Salvación                                                                                        Condenación

El sistema es totalmente Cristo-céntrico, pues comienza con Jesucristo, sujeto principal de la predestinación. Ese concepto de la predestinación es descrito de modo sublime por Karl Barth: 

Sobre Jesucristo nada sabemos con mayor certeza y exactitud que esto: en libre obediencia a su Padre, Él eligió ser hombre, y como hombre, hacer la voluntad de Dios. Si Dios nos elige igualmente, esa elección se da en la elección de Jesucristo y por medio de ella, en ese acto de libre obediencia y por medio de él, por obra de su Hijo […] Es en él que la elección eterna se convierte inmediata y directamente en la promesa de nuestra elección, decreto que fue en el tiempo de nuestro llamado, o vocación para la fe, del consentimiento por nosotros concedido para la intervención a nuestro favor, de la revelación de nosotros mismos como hijos de Dios. [Citado en MILLER, GRENZ, Teologias Contemporâneas, p. 27].

2. Breve fundamentación bíblica del primer artículo de fe Remonstrante.

La «elección» es un decreto divino anterior a la salvación y depende totalmente de la libre y soberana expresión de la misericordia de Dios: “no me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros” (Jn 15:16). Dios es la causa eficiente de la elección. Soberanamente él decreta. La teología arminiana clásica reconoce esto tanto en el sentido de una elección de comunidades (Deuteronomio 7:6, 14:2, Hechos 13:17) y la elección de los individuos (Romanos 16:13, 2ª Juan 1:1, 13) siendo esta última el sentido más elevado que las Escrituras dan a la elección.

El arminianismo clásico sostiene que Dios determinó salvar y condenar a ciertas personas en particular. Este decreto tiene su fundamento en el pre-conocimiento de Dios, como demostramos más arriba. Dios elige previendo la respuesta de fe y la perseverancia. Los actos libres de las personas en aceptar o rechazar la gracia de Dios son tenidos en cuenta (Lucas 13:34, Hechos 7:51). El decreto arbitrario propuesto por el calvinismo no es una doctrina bíblica, sino sólo una especulación filosófica.

Como se indica, la elección y la reprobación (no entienda «reprobación» como una pre-ordenación para la condenación) en el sistema arminiano clásico se relaciona con la doctrina de la presciencia cognitiva divina, que anticipa el conocimiento de Dios en cuanto a los pensamientos y acciones de las personas. El apóstol Pedro escribió: “elegidos, según la presciencia de Dios Padre […]” (1ª Pedro 1: 2). Pablo escribiendo a los Romanos dice: “porque a los que antes conoció […]” (Romanos 8:29).

Vincular la elección a la presciencia no supone causalidad porque Dios no necesita predestinar para conocer previamente, pues Él es omnisciente. Este pensamiento no presupone que Dios sea sorprendido por la decisión de alguien. La presciencia divina envuelve todo. Como la elección es por presciencia, ella es condicional, o sea, depende de la respuesta en arrepentimiento y fe de quien oye el Evangelio: “[…] arrepentíos y creed en el Evangelio” (Marcos 1:15). En el Nuevo Testamento la elección de los creyentes es presentada de modo individual o colectivo, como dijimos. La elección individual puede ser vista en expresiones como “Dios os haya escogido (personas) para la salvación” (2ª Tesalonicenses 2:13), “habiéndonos predestinado (individuos)” (Efesios 1: 4-5, 11). Rufo, en Romanos 16:13 es identificado como un «elegido» [escogido]. En ese sentido, concluimos que la elección no está restringida a un plano impersonal, sino que involucra a individuos. En cuanto a la elección corporativa, así como Israel en el Antiguo Testamento, es para un servicio; para el anuncio de las buenas nuevas. Pero no sólo eso, sino que, reiteramos, es una elección para la salvación. Expresiones como “linaje escogido” (1ª Pedro 2: 9), “señora elegida” y “su hermana la elegida” (2ª Juan 1,13), reflejan esa elección colectiva.
En la teología arminiana clásica también hay lugar para una elección incondicional. Olson explica:

Los arminianos interpretan el concepto bíblico de elección incondicional (predestinación para la salvación) como corporativa. De este modo, la predestinación tiene un significado personal (presciencia de elecciones individuales) y un significado colectivo (elección de un pueblo). La primera es condicional, la última es incondicional. La predestinación de Dios de personas está condicionada por la fe de éstas; la elección de Dios de un pueblo para su gloria es incondicional. La última englobará a todos los que creen. [OLSON, Roger. Teología Arminiana, Mitos y Realidades]

La elección es incondicional, para el arminianismo clásico, solamente en lo que se refiere a un colectivo. En este caso, la Iglesia. Como se dijo anteriormente, se trata de una elección incondicional para el servicio. En el ámbito soteriológico divino la Iglesia debe cumplir su misión de diseminación del Evangelio y de la expansión del Reino de Dios. Dios no abre negociación en cuanto a eso. Por el contrario, la elección incondicional en el calvinismo consiste en que Dios escoge a algunos individuos para la salvación, en tanto que los que no son llamados, irresistiblemente van al infierno. Es difícil no admitir que la elección incondicional calvinista contradice las Escrituras. No hay una oferta sincera del Evangelio, pues es imposible para algunos pecadores, aunque oigan las buenas nuevas de salvación, convertirse.

2.1. La soberanía divina

Es común, que a los arminianos clásicos se les acuse de descuidar la soberanía divina [*]. Dicen que nuestra visión es minimalista, pues a esto nos llevan doctrinas como la elección condicional. No estamos de acuerdo con esa acusación, por supuesto. Los arminianos clásicos no niegan la soberanía de Dios, ni siquiera cuando argumentan en favor de la elección condicional. Sencillamente porque la elección condicional no implica un debilitamiento de la soberanía divina. En el caso de que Dios sufriese alguna coacción de fuera, algo impensable en cualquier circunstancia, podríamos aceptar la acusación; pero no existe una situación donde sea posible la idea de que Dios pueda ser coaccionado. Lo que el arminianismo clásico enseña en consonancia con las Escrituras es que Dios, en su soberanía, escogió libremente y según sus propósitos crear un universo con personas libres capaces de tomar decisiones, lo que por consiguiente, es evidente, determina situaciones. Por ejemplo: “Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan” (Lucas 7:30).

[*] Una explicación clara y objetiva del concepto de soberanía de Dios nos es dada por Claudionor de Andrade: “Autoridad incuestionable que Dios ejerce sobre todas las cosas creadas, tanto en la tierra, tanto en los cielos, disponiendo de todo de acuerdo con sus consejos y designios.” (1998, p. 265)

Lucas muestra la reacción de los fariseos frente al mensajero de Dios, Juan el Bautista. No es de extrañar tal resistencia cuando volvemos a los capítulos 5:17 a 6:11, donde ellos reaccionaron negativamente al Hijo de Dios. Estos momentos de oposición caracterizan la opción de los fariseos por su propia justicia en detrimento de la justicia de Dios revelada en Jesús (v.29). Al actuar así, ellos, según Lucas, “desecharon el designio de Dios”. El verbo en negrita en el texto griego es atheteo. En el Diccionario Vine, atheteo en Lucas 7:30, significa “impedir la eficacia de algo, invalidarlo, frustrarlo”. ¿Cómo el hombre puede frustrar (o como dice James Strong: ‘arruinar, rechazar’) el designio divino, si no fuese por una concesión divina vinculada a Su voluntad de lidiar con criaturas libres? La historia emerge de las agencias divina y humana. Aquí tenemos la agencia humana definiendo el resultado, y la soberanía divina estando limitada por la elección libertaria de los fariseos. ¿Esto ocurre siempre? ¡No! Como explica el teólogo arminiano Henry Clarence Thiessen (1883-1947):

Dios a veces permite que el hombre actúe según el hombre quiere.
A veces, Dios impide al hombre hacer lo que, en su libertad, él podría hacer.
Dios siempre prevalece sobre lo que el hombre hace para Sus propios fines.

Mantenemos que nosotros, los arminianos clásicos, no descuidamos la soberanía divina como dicen los calvinistas. Avancemos un poco más en este asunto. El teólogo arminiano John Miley (1813-1895) explica:

No ponemos en duda una verdadera soberanía divina, pero rechazamos una que sea puramente arbitraria, por ser totalmente inconsistente con la naturaleza de Dios y con los grandes hechos de su providencia. [Citado en THIESSEN, 2000, p. 116]

Dios es soberano en el universo, y esto nunca fue negado por el arminianismo clásico. “Dios está en el control sin controlar todo”, dice Olson, y esa es la razón de la queja calvinista contra los arminianos clásicos. Ellos exigen el ejercicio de una soberanía meticulosa, nosotros no, pues un gobierno absoluto, para ser caracterizado como tal, no necesita la imposición de un control de las minucias y toda particularidad de la vida de los gobernados. Además, una concepción de soberanía según los moldes calvinistas, en última instancia, hace que Dios sea el autor del pecado y del mal moral, hecho vehementemente negado por el arminianismo clásico.

Escribiendo a su amigo Hippolytus Collibus, Arminio dijo: “Dios no puede ser acusado de ser el autor del pecado”. [ARMINIUS, Vol. 2, p. 329]. A esta altura no se puede olvidar dos conceptos fundamentales y decisivos para el distanciamiento entre los modos de entender la soberanía divina y el control de la historia humana, por parte de los arminianos clásicos y los calvinistas. Los conceptos, en latín, son: de facto y de jure. Valiéndonos de Olson, por medio de quien llegamos a esos conceptos, explicamos. El primero significa que Dios ya controla la historia de forma determinista y minuciosa. En ese sentido, nada frustra la voluntad divina. Lucas 7:30 no está de acuerdo con eso. En cuanto al segundo, por derecho y poder, Dios está en el control de la historia humana, pero no excluyendo la libertad humana ni haciendo de Él el autor del pecado. De esta forma, Dios solamente en parte controla las cosas en el presente de facto. Olson remata:

Jesús enseñó a sus discípulos a orar “sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10). Si la soberanía de Dios ya estuviese completamente ejercida de facto, ¿por qué alguien necesitaba orar para que la voluntad de Dios sea hecha en la tierra? En este caso, ella ya estaría siempre siendo hecha en la tierra. Esta diferencia entre la soberanía de Dios de facto y de jure es exigida en la Oración del Padre Nuestro.

De ello inferimos ser antibíblico un concepto de soberanía que propone strictu senso, un sentido de control absoluto. Wynkook se expresa de forma sublime en cuanto a cómo los arminianos clásicos reflexionan sobre la soberanía divina:

Su soberanía suprema es el fundamento de la totalidad de la teología cristiana. No se puede permitir ninguna teoría filosófica que admita la más leve brecha en esa soberanía. Cada doctrina cristiana depende de esa enseñanza. […] Si Dios no es completamente soberano no puede sostener la fe cristiana. [WYNKOOP, p. 97]

La doctrina de la elección condicional fue pensada por Dios mismo. Él proyectó cómo debían ocurrir las cosas concernientes a la salvación del hombre. ¿Qué hay de mal en un Dios soberano, que en su soberanía, concede al hombre alguna medida de autodeterminación? ¿Sería la reacción divina a alguna acción humana? Pero, ¿el perdón divino dado al hombre no es en respuesta al arrepentimiento por causa de su acto pecaminoso? ¿No hay aquí una acción divina condicionada al comportamiento humano? Dar aquella medida de autodeterminación, exalta más la soberanía de Dios que negarla. El omnipotente Dios concedió esa autodeterminación a los ángeles y seres humanos.
Por lo tanto, reiteramos: los arminianos clásicos no niegan la doctrina de la soberanía de Dios, aun manteniendo la doctrina de la elección condicional, que a su vez en modo alguno anula a aquella. Aunque los calvinistas no admitan nuestra reflexión, eso no la hace ilegítima, pues el concepto de soberanía no es monopolio de ellos.

3. Segundo Artículo: Cristo murió por todos y por cada hombre.

Para Arminio, la salvación era universal, es decir, el sacrificio de Jesucristo fue extenso en su alcance:

En relación a la extensión y potencialidad del precio y en relación a la única causa [general] de la humanidad, la sangre de Cristo es la redención de todo el mundo. Pero aquellos que pasan por esta vida sin fe en Cristo, sin el sacramento de la regeneración, son totalmente extraños a la redención. [ARMINIUS, Vol. 1., p. 227].

Jesús murió por todos los hombres. Sin embargo, la salvación depende de una respuesta de fe. A sus interlocutores, Arminio recuerda que esa era la creencia en la antigüedad. La conexión entre la respuesta de fe y la salvación no niega la preeminencia de la gracia, pues toda la salvación en la soteriología arminiana clásica, como ya hemos señalado, es enteramente de la gracia divina. Leamos a Arminio nuevamente: “Yo atribuyo a la gracia el comienzo, la continuidad y la consumación de todo bien”. La respuesta de la fe es asistida por la gracia preveniente, acción operante del Espíritu Santo junto al hombre. Para Arminio, el sacrificio de Cristo hace disponible la salvación a todos los hombres, pero la conquista es sólo para los que creen.

Arminio, en The Works of Arminio Article XII, vol. I, p. 227, desafió a sus contemporáneos defensores de la expiación limitada a contestar las Escrituras de 1ª Juan 2:2; Juan 1:9, 6:51; Romanos 14:15 y 2ª Pedro 2:1. En uno de sus artículos, él recurrió al amigo de Agustín, Próspero de Aquitania (390-460) para mostrar la antigua creencia de la expiación ilimitada. Aquitania dijo: “Quien dice que el Salvador no fue crucificado para la redención de todo el mundo, no considera la virtud del sacramento, sino la causa de los incrédulos, puesto que la sangre de Jesucristo es el precio pagado por todo el mundo”. [Citado en ARMINIUS, vol. 1, p. 227].

Para Arminio y los remonstrantes, Jesús es el salvador del mundo. El artículo 2º de la Remonstrancia dice: “Jesucristo murió por todos los hombres, proporcionando redención si alguno cree en él”. La redención es universal (Juan 3:16, 1ª Juan 2:2), pero eso no lleva al universalismo [*]. El tipo de universalismo frente a nosotros, es el calificado que aboga ser la expiación ilimitada cuanto al hecho de que Cristo murió por todos, pero su obra de redención alcanza solamente a las personas arrepentidas y que manifiestan fe en Él.

[*] Según esta teoría, Dios, al final de los tiempos, reconciliará a todos los hombres a Sí, independientemente de sus obras, intenciones y mérito. Ella no será discutida aquí, porque es rechazada por los particularistas y adeptos del universalismo calificado. La razón de este rechazo se da debido al hecho de que las Escrituras niegan perentoriamente su validez como doctrina.

El teólogo arminiano del siglo XX, Orton H. Wiley (1877-1961), siguiendo los pasos de los remonstrantes y de Arminio explica la expiación universal:

La expiación es universal. Esto no quiere decir que toda la humanidad se salvará incondicionalmente, sino solamente que la oferta sacrificial de Cristo satisfizo las pretensiones de la ley divina, de manera que hizo posible la salvación para todos. La redención, por lo tanto, es universal o general en el sentido de provisión, pero especial o condicional en su aplicación al individuo. [WILEY, Orton H. A Excelência da Nova Aliança em Cristo: comentário exaustivo da carta a os Hebreus, p. 270].

El concepto de expiación ilimitada fue defendido por Calvino:

[…] La palabra «muchos» (en Marcos 14:24) no significa solamente una parte del mundo, sino la totalidad de la raza humana […] Es incontestable que Cristo vino para la expiación de los pecados de la humanidad como un todo. [GEISLER, Teología Sistemática vol. 2, 2010, p. 295].

Calvino, Arminio y los remonstrantes convergen en ese punto. Lutero y la patrística griega también decían eso. John Wesley, un arminiano clásico, comentando 1ª Timoteo 2: 6 escribió: “Es un rescate para cuantas almas fuese necesario”. En otro lugar él dijo: “(Cristo) se dio a sí mismo en rescate por todos”. El teólogo Daniel B. Pecota (1929-1997), teólogo pentecostal, escribió: “antes de la ascensión del calvinismo, el universalismo cualificado había sido la opinión mayoritaria desde el inicio de la Iglesia [PECOTA, Daniel B. A Obra Salvífica de Cristo. In: HORTON, Stanley M. Teologia Sistemática: uma perspectiva pentecostal. Rio de Janeiro: CPAD, 1996].

El profesor Walter A. Elwell dice:

Los que defienden la redención general comienzan indicando que es el punto de vista histórico de la iglesia, siendo sostenido por la vasta mayoría de los teólogos, reformadores, evangelistas y padres, desde el inicio de la iglesia hasta el día presente, incluyendo prácticamente todos los escritores antes de la Reforma con la posible excepción de Agustín. Entre los reformadores, la doctrina se encuentra en Lutero, Melanchton, Bullinger, Latimer, Cranmer, Coverdale e incluso Calvino, en algunos de sus comentarios. [ELWELL, Walter A. Enciclopedia histórica-teológica de la Iglesia Cristiana].

Contra todo testimonio histórico, los Cánones de Dort, en el Artículo VIII del Capítulo II, p. 7, defendió un alcance salvífico exclusivista:

Porque este fue el soberano consejo, la voluntad graciosa y el propósito de Dios, el Padre, que la eficacia vivificante y salvífica de la preciosísima muerte de su Hijo fuera extendida a todos los elegidos.      [Cánones de Dort]

Por ser exclusivista, la creencia anterior es antibíblica. La soteriología bíblica es inclusiva, es decir, propone salvación para todos, por lo tanto, fundado en las Escrituras presentadas arriba, el artículo en discusión remonstrante es procedente. Continuemos evocando y analizando bases bíblicas para dar sustentación a la doctrina de la expiación ilimitada.

4. Breve fundamentación bíblica de este artículo de fe remonstrante

Referencias como Juan 1:29, 3:16, 6:33; Romanos 11:12, 15 y 1º Juan 2:2 enseñan haber sido la muerte de Jesús en favor de todo el mundo. El uso de este vocablo en estas referencias (entre otras) apunta a todas las personas constituyentes de la raza humana. Leamos 1ª Juan 2:2: “Y él [Jesús] es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. Según James Strong, “mundo” se trata de una metonimia, y como tal, se refiere a los “habitantes de la tierra, los hombres, la humanidad”.
El mundo es la comunidad de todos los hombres pecadores, y la redención en y por medio de Cristo es ofrecida a todos los hombres, desde Adán hasta el último. Todo intento de imponer límites a esa referencia se constituye en error. Este intento es una ofensa sin tamaño contra la palabra de Dios. Ninguna limitación puede ser impuesta a Juan 2:2. La expiación de Cristo se presenta como potencialmente universal.

El crítico de la expiación ilimitada levanta una nube de humo en cuanto a la cuestión del significado de «mundo» en 1ª Juan 2: 2. Este vocablo tiene sentidos variados en la Biblia. Sin embargo, aunque «mundo» (kosmos) pueda significar también, por ejemplo, el sistema maligno bajo el dominio del diablo; en ningún lugar del Nuevo Testamento esta palabra se utiliza como sinónimo para «elegidos» o «mundo de los elegidos» como abogan los calvinistas. En cuanto a los lexicógrafos James Strong (1822-1894), W. E.Vine (1873-1949), F. Wilbur Grinch (1901-1993) y Frederick W. Danker (1920-2012) no notamos en ellos kosmos (mundo) apareciendo en el Nuevo Testamento con el sentido de mundo de los elegidos.

Arminio insistió en la disputa con el Dr. William Perkins (1558-1602), teólogo anglicano de la Universidad de Cambridge, que «mundo» en las Escrituras se refiere a todo cuerpo de la humanidad, y que en ningún lugar de las Escrituras es posible inferir «mundo» como siendo «mundo de los elegidos» sin que surjan serias sospechas hermenéuticas, nos informa a Olson y Rodríguez.

1ª Juan 2:2 es una Escritura nítidamente inclusiva, y eso torna la conjetura calvinista arbitraria. El amor de Dios es amplio, al punto de involucrar a todos. Por eso dijo “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan. 12:32). La obra de Cristo en la cruz es la base sobre la cual el perdón divino se ofrece a todos los hombres, de todas las naciones, a través de todas las generaciones. Comentando Juan 3:16, los siguientes comentaristas concluyen:

Earl Radmacher (1965-1989). “La muerte de Cristo es suficiente para todos, pero sólo es eficiente para los que creen en él. No todos serán salvos, pero Jesús ofrece salvación a todos.” [RADMACHER, Earl. O Novo Comentário Bíblico do Novo Testamento. Rio de Janeiro: Central Gospel, 2010].

Leon Morris (1914-2006): “Cristo hizo una amplia provisión; su provisión tiene eficacia para los pecados del mundo entero”. [Comentário Bíblico Vida Nova, 2009, p. 2099]

A. T. Robertson (1863-1934): “La propiciación operada por Cristo provee salvación para todos (ver Hebreos 2: 9), siempre y cuando se reconcilien con Dios (ver 2ª Corintios 5: 19-21). [Ibid., p. 233]

John Albert Bengel (1687-1752): “La propiciación es tan grande como el pecado”.

Ron Rhodes, en su artículo La Extensión de la Expiación, presenta una lista de diccionarios, enciclopedias y léxicos, en inglés, consultados por él y en los mismos, kosmos: «Mundo», nunca se asocia con el “mundo de los elegidos”. Las obras son las siguientes:
• Kittel’s Theological Dictionary of the New Testament.
• Vine’s Expository Dictionary of New Testament Words.
• Vincent’s Word Studies in the New Testament.
• Thayer’s Greek-English Lexicon of the New Testament.
• Souter ‘s Pocket Lexicon of the New Testament.
• The New Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge.
• Hastings Dictionary of the Bible.
• The International Standard Bible Encyclopedia.
• The New Bible Dictionary.
• Baker’s Dictionary of Theology.
• Arndt and Gingrich’s A Greek-English Lexicon of the New Testament.

Otras escrituras inclusivistas se pueden encontrar en las Epístolas Pastorales:

El cual (Dios) quiere que todos los hombres sean salvos y lleguen al pleno conocimiento de la verdad. (1ª Timoteo 2: 4)

El cual (Señor Jesús) se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. (1ª Timoteo 2: 6)

Que por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen. (1ª Timoteo 4:10)

Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres (Tito 2:11).

Todo el capítulo 2 de 1ª Timoteo enfatiza la posibilidad de que todos los hombres sean salvos. Ellos son objetos del poder salvífico de Dios. En el capítulo 4, Pablo una vez más introduce esa certeza. Para Tito, Pablo escribe sobre esa universalidad de la provisión divina de la salvación. Cristo, la efectividad histórica de la gracia salvadora divina, ofrece el don de la salvación para “todos los hombres” y no para algunos.
Pedro sigue en esa línea:

El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca sino que todos procedan al arrepentimiento. (2ª Pedro 3:9)

Entonces, tenemos a Juan, a Pablo y a Pedro, enseñando claramente la expiación ilimitada. La gracia divina no se extiende a un grupo selecto de personas, sino que se interesa por todos. Dos poderosas razones nos dan la certeza de ello: .- La cruz: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan. 12:32). .- La parousia: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca sino que todos procedan al arrepentimiento. (2ª Pedro 3:9). La parousia aún no ha ocurrido, dice Pedro, porque Dios anhela por la salvación de todos. ¿Estas Escrituras escaparon al análisis del Sínodo de Dort cuando en el Canon Artículo VIII del Capítulo II se dice “[…] preciosísima muerte de su Hijo fuera extendida a todos los elegidos” (énfasis nuestro)? Parece que sí. Pero para los remonstrantes, no. En la Remonstrancia está escrito: “(Jesús) murió por todos los hombres y por cada uno de ellos, de tal manera que él obtuvo todo para ellos, por medio de su muerte en la cruz, redención y perdón de pecados”. ¿Cuál declaración hace más justicia a las Escrituras abordadas?

Alister McGrath va directo al punto:

El Nuevo Testamento proclama la salvación universal de Dios. Dios desea que todos se salven. «Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo» (Romanos 10:13). Pero eso es sólo parte de la historia, aunque trate de una parte muy importante. Hay, sin embargo, una falla que desde los inicios es nociva a la historia de las creencias fundamentales del cristianismo. Por ejemplo, es mucho más fácil hablar de Jesús como un hombre justo, o como Dios justo, e ignorar los problemas complicados que provienen de hablar de él en su condición de Dios y Hombre simultáneamente. Sin embargo, una teología responsable exige que contemos la historia por entero, sean cuales sean las dificultades intelectuales que puedan surgir. La historia completa es la siguiente: a. Dios quiere mucho que todos sean salvos. b. La salvación es condicional, pues depende de nuestra respuesta a Cristo. (Romanos 10: 7-17 resume bien estos puntos). [MACGRATH, Alister. Apologética Cristã no Século XXI: ciência e arte com integridade. São Paulo: Editora Vida, 2008].

La cruz es inclusiva y eso se nota escriturariamente. El único impedimento de esta conclusión es la adopción de una teología irresponsable.
El calvinismo tiene un modo extraño de interpretar pasajes como 1ª Timoteo 2: 4. Él supone que la declaración totalizadora ‘todos los hombres’ no implica a ‘todos’ en el sentido de cada hombre, pero que esa es una referencia a ‘todas las clases y tipos de hombres’. Esta comprensión se remonta a Agustín y es inconsistente en cualquier aspecto. Según el J. N. Kelly, el obispo de Hipona distorsiona a 1ª Timoteo 2:4 “interpretando que Él (Dios) desea la salvación de todos los elegidos, entre los que están representados hombres de todas las razas y tipos [KELLY, 1994, p. 279]. Notable es el hecho de que Agustín, anteriormente, había sido un defensor de la expiación ilimitada:

Si, en realidad, aconteció que algunos se habían retirado de la influencia de esta clarísima luz de la verdad, y de los cuales la ceguera exige esta iluminación, incluso para éstos, no tenemos duda de que la misma gracia habrá de encontrar su camino seguro, aunque tardíamente, por el favor misericordioso de aquel Dios «que hará que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» [Citado en GEISLER, vol. 2, 2010, p. 292].

Esta es una declaración inclusiva.
Honestamente, el calvinista Charles Spurgeon (1834-1892) evitaba imponer sobre 1ª Timoteo 2:4 sus presupuestos calvinistas. Leamos uno de sus comentarios [SPURGEON, C. H. Metropolitan Tabernacle Pulpit, 1ª Timothy 2:3-4, vol. 26, pp. 49-52]

¿Y entonces? ¿Intentaremos poner otro sentido en el texto de lo que ya tiene? Pienso que no. Es necesario, para la mayoría de ustedes, conocer el método común con que nuestros amigos Calvinistas más viejos lidiaron con este texto. «Todos los hombres,» dicen ellos, – ‘quiere decir, algunos hombres’ – como si el Espíritu Santo no podría haber dicho ‘algunos hombres’ si quisiera decir algunos hombres. Todos los hombres, dicen ellos; ‘quiere decir, algunos de todos los tipos de hombres’; como si el Señor no podría haber dicho ‘Todo tipo de hombre’ si quisiera decir eso. El Espíritu Santo a través del apóstol escribió ‘todos los hombres’, y sin duda quiere decir a todos los hombres. Estaba leyendo ahora mismo una exposición de un doctor muy apto, el cual explica el texto de tal forma que le cambia el sentido; él aplica dinamita gramatical en el texto, y explota el texto exponiéndolo […] Mi amor por la consistencia con mis propias doctrinas no es de tal tamaño para autorizarme a cambiar conscientemente un solo texto de la Escritura. Respeto grandemente la ortodoxia, pero mi reverencia hacia la inspiración es mucho mayor. Prefiero parecer cien veces ser inconsistente conmigo mismo, que ser inconsistente con la palabra de Dios.

Educadamente, Spurgeon dice que los calvinistas:
• cambian el sentido de la Escritura;
• aplican dinamita gramatical en el texto;
• explotan el texto exponiéndolo;
• cambian el texto en el sentido de sus propias doctrinas;
• estiman más ‘la ortodoxia’ que la inspiración bíblica;
• y son inconsistentes.
Si los arminianos dijesen tales cosas, serían tomados como herejes. Pero Spurgeon no es un hereje.

Entre los «padres de la Iglesia» pre y post-nicenos la doctrina de la expiación ilimitada era corriente. [Referencia al Primer Concilio de Nicea (325 A.D.) convocado por el emperador Constantino para resolver problemas causados por el arrianismo que dividían la cristiandad].
He aquí algunas citas [Excepto las citas de Clemente de Roma y Epístola de Diogneto que fueron constatadas in situ, las demás fueron tomadas de la obra de Norman Geisler, Teología Sistemática y del artículo La Extensión de la Expiación de Ron Rhodes].

Padres pre-nicenos:

• Clemente de Roma (30-101 d.C.) “Recorramos todas las generaciones, y aprendamos que de generación en generación el Señor dio la posibilidad de conversión a aquellos que a Él quisieron regresar”.
• Epístola de Diogneto (120 d.C.): “Si también deseas alcanzar esta fe, primero debes obtener el conocimiento del Padre. Dios, en efecto, amó a los hombres. Para ellos (todos los hombres) creó el mundo y a ellos sometió todas las cosas que están sobre la tierra. Les dio (a todos los hombres) la palabra y la razón, y sólo a ellos permitió contemplarlo. Los formó (todos los hombres) a su imagen, les envió a su Hijo unigénito, les anunció el reino del cielo, y lo dará a aquellos que lo hayan amado”.
• Justino Mártir (100 – 165 d.C): “Toda la raza humana estará bajo maldición […] El Padre de todos deseó que su Cristo, en lugar de toda la familia humana, llevase sobre sí la maldición de todos.”
• Ireneo (130-202 d.C.): “Él dotó la obra de sus propias manos de salvación, al destruir el pecado. Porque él es el santísimo y misericordiosísimo Señor, y Él ama a la raza humana”.
• Orígenes (182-254 d.C.): “Él quita el pecado hasta que todos los enemigos sean destruidos, teniendo como último de ellos la muerte – para que el mundo todo pueda ser liberado del pecado”.
• Clemente de Alejandría (150-215 d.C.): “Cristo gratuitamente trae… salvación a toda la raza humana.”

Padres post-nicenos

• Atanasio (296-373 d.C.): “Cristo el Hijo de Dios, habiendo asumido un cuerpo como el nuestro, pues todos hemos sido expuestos a la muerte [que abarca más que los elegidos], se entregó a la muerte por todos nosotros como un sacrificio para su Padre”.
• Gregorio Nacianceno (330-390 d.C.): “El sacrificio de Cristo es una expiación imperecedera de todo el mundo”.
• Basilio (330-379 d.C.): “Pero algo fue hallado que fue equivalente a todos los hombres… la santa y preciosa sangre de nuestro Señor Jesucristo, que Él derramó por todos nosotros”.
• Ambrosio (337-397 d.C.): “Cristo sufrió por todos, resucitó por todos. Pero si alguien no cree en Cristo, él se priva de este beneficio general”. Él también dijo, “Cristo vino para la salvación de todos, y aseguró la redención de todos, por cuanto Él trajo un remedio por el cual todos pueden salvarse, aunque hay muchos que… están indispuestos para ser sanados”.

Hasta donde hemos podido constatar, todos los padres de la iglesia de los cuatro primeros siglos defendieron una expiación ilimitada.

Rhodes todavía cita:

Martín Lutero: “Cristo no es un cruel opresor, sino que es el que perdona los pecados de todo el mundo… Él se entregó a sí mismo por nuestros pecados, y con una oblación quitó los pecados de todo el mundo… Cristo quitó los pecados, no de algunos hombres solamente, sino también los tuyos, sí, de todo el mundo… No sólo mis pecados y los tuyos, sino también los pecados del mundo todo… Aprópiense de Cristo”.

Philip Melanchton: “Es necesario saber que el Evangelio es una promesa universal, es decir, esa reconciliación es ofrecida y prometida a toda la humanidad. Es necesario sostener que esta promesa es universal, en oposición a cualquier imaginación sobre la predestinación, a fin de que no razonemos que esta promesa se dice respecto a otros pocos y nosotros mismos. Pero declaramos que la promesa del Evangelio es universal. Y a esto son traídas esas expresiones universales que se usan constantemente en las Escrituras.

Philip Schaff (1819-1893): “Su gracia salvadora fluye y sobreabunda a todos y por todos, bajo la simple condición de la fe… Si, por la gracia de Dios, puedo convertir a un único escéptico a una fe inocente en el que vivió y murió por mí y por todos, yo sentiría que no he vivido en vano”.

B. F. Westcott (1825-1901): “Potencialmente, la obra de Cristo se extiende a todo el mundo. Y el amor de Dios es sin límite de Su parte, pero para apropiar la bendición del amor, el hombre debe cumplir la condición necesaria de la fe.”

Una lista de respeto. Pero debe prevalecer, en última instancia, la mejor hermenéutica en uso. A partir de esta, el intérprete comprenderá que la regla básica, “tomar la palabra en su sentido usual y común”, libera rápidamente de incurrir en eiségesis [eiségesis es cuando el lector introduce sus propias ideas o preconceptos de manera subjetiva en el texto, y así ve en él lo que en realidad desea ver]. Es de eso que trata Spurgeon. En las Escrituras inclusivistas, “mundo”, quiere decir la totalidad de los humanos, “todos” se refiere a todas las personas. Repetimos: tomar la palabra en su sentido usual y común posibilita de pronto la comprensión de la presencia de aquellos vocablos en Escrituras como 1ª Timoteo 2:6 y 1ª Juan 2: 2.

En cuanto a la interpretación bíblica, proponemos una mirada sobre el vocablo griego holos en los pasajes de 1ª Juan 5:19 y 2:2. Holos, según James Strong, significa ‘todo’ o ‘todos’, es decir, ‘completo’: en extensión o cantidad […] como adverbio: todo, completamente. Gingrich y Danker están de acuerdo, y Rienecker y Rogers también. Pasemos a la lectura de las referencias bíblicas.

Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno. (1ª Juan 5:19)

“El mundo entero” (o “todo el mundo” como dicen otras traducciones), en esta referencia, en términos de cantidad, indica la totalidad de las personas. Ningún intérprete calvinista se atrevería a imponer (¿o se atreve?) al texto una especie de categoría de personas, pero toma la referencia como un todo inclusivo, pues el autor está tratando de eso, pues el estudioso calvinista sabe que el mundo, la humanidad entera, rebelde, está en las garras del maligno. Sin embargo, al leer 1ª Juan 2: 2, el panorama cambia.

Y él es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.

“Todo el mundo” aquí para intérpretes calvinistas significa «mundo de los elegidos». De esta forma, en un mismo texto, bajo la pluma del mismo autor, en un contexto inmediato, esos intérpretes dan sentidos diferentes a la misma palabra (todo – mundo entero) y expresión (todo el mundo). Estuve en una mesa de debate con el doctor en hermenéutica e interpretación bíblica, Augustus Nicodemus, y él llamó la atención sobre la necesidad de entender una palabra revestida de alguna oscuridad exactamente en el contexto más inmediato posible. Es decir, antes de ir a otros textos y autores es preciso averiguar si la palabra o expresión ocurre en el mismo texto y autor estudiado. ¡Perfecto! Por lo tanto, se concluye que es necesario utilizar del mismo procedimiento en lo que se refiere a la palabra «todo» y la expresión «mundo entero» en las referencias joaninas en foco. Por lo tanto, el «mundo entero» en 5:19 que está en pecado es el «mundo entero» de 2: 2 que puede recibir los beneficios de la expiación. La buena hermenéutica debe llegar a esa conclusión, pues estamos tratando de reglas básicas.

El análisis gramatical, per se, resuelve la cuestión. Diciendo esto demostramos el alto valor que damos al sentido gramatical. En eso también seguimos a Arminio. Sobre el significado e interpretación de las Sagradas Escrituras él dijo:

Solamente por el sentido gramatical es posible buscar argumentos eficaces para probar la doctrina. [ARMINIUS, vol. 2, p. 16].

En seguida, Arminio comenta:

La interpretación de las palabras debe alcanzar el significado que está de acuerdo con el sentido primario de las palabras, así como alcanzar la intención del autor en el pasaje. Además de esto, se debe estudiar diligentemente el contexto. Se debe considerar la ocasión, su propósito, la conexión con lo que precede y se sigue. También debe observar las circunstancias de las personas y de los tiempos. [ARMINIUS, vol. 2, p. 16]

Como dijimos, la gramática da cuenta de resolver el (supuesto) impasse en cuanto a la intención del autor en 1ª Juan 2:2 al decir «todo el mundo».

No siendo suficiente para algunos, el próximo paso hermenéutico es el análisis contextual, y esta prueba no puede conllevar otro significado que no sea entender “todo el mundo” como la totalidad de las personas. Además, Juan habla sobre “por nuestros pecados”, refiriéndose a los creyentes, y “por los del mundo entero” refiriéndose a los incrédulos. Dos categorías muy distintas.

Otro malabarismo interpretativo propuesto por calvinistas llega al punto de concluir que cuando Juan dice “por los nuestros” se está refiriendo a los judíos convertidos y cuando dice “por los del mundo entero” se trata de una indicación de los gentiles convertidos. De ello se supondría que todos los interlocutores de Juan son judíos. Ahora bien, la primera epístola de Juan es un texto tardío escrito en cerca de 90 d.C. Y las comunidades desde hace tiempo estaban compuestas de creyentes judíos y gentiles. Tomando por cierto que las epístolas joaninas se dirigieron a las comunidades cristianas de Asia Menor, se refuerza aún más el carácter mixto de las iglesias. Por lo tanto, el llamamiento calvinista al contexto histórico también deconstruye la interpretación dada a la palabra “todo” y a la expresión “mundo entero” llegando al sentido de “mundo de los elegidos”.

Los arminianos clásicos siguen la buena hermenéutica y se contentan tranquilamente con la intención autoral. La gramática, el contexto inmediato y el contexto histórico observados a continuación, nos informa que “todo el mundo” en 5:19 y 2:2 se trata de la totalidad de las personas, sin ocuparse con los elegidos y no elegidos. En extensión, la expiación es en favor de todos.

Siguiendo la interpretación agustiniana posterior sobre el asunto, los calvinistas se alinean, de algún modo, a un exclusivismo herético del primer siglo. Una doctrina herética judía, o gnóstica, o una especie de judaísmo gnóstico, sugería que la salvación pertenecía a una clase de personas.

Gnosticismo: “escuela teológica que floreció en los principios del Cristianismo. Contrariando las predicaciones de los apóstoles, sus adeptos se decían ser los únicos en poseer un conocimiento perfecto de Dios” (ANDRADE, 1998: 167). Gnosticismo viene del griego gignoskein, que significa “conocimiento”.

Para Colin Brown el mensaje paulino inclusivista presentado en las epístolas Pastorales tiene como foco oponerse al exclusivismo de judíos y gnósticos. Él escribió:

Se contrastan (las Epístolas Pastorales) con la actitud exclusiva de la sinagoga y los gnósticos, que prometían la salvación sólo para los justos o para aquellos que poseen el conocimiento.

Leamos una vez más los siguientes pasajes y luego veamos algunas conclusiones: “El cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1ª Timoteo 2:4). “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres” (Tito 2:11). Estas Escrituras, cuando se analizan en su contexto inmediato e histórico, nos lleva a las siguientes certezas:
• Todos los hombres son objeto de la redención.
• Dios está interesado en los hombres.
• La salvación es ofrecida a todos y no hay una clase especial de personas.
• Esta salvación es el más elevado nivel de gloria.

El mensaje universal, sincero, de intenciones salvíficas al alcance de todos, era el mensaje de Arminio y de los remonstrantes. Por lo tanto, ellos hacían justicia al testimonio bíblico y al mismo tiempo se colocaban distantes de la herejía combatida en las Pastorales, y se alineaban a los Padres de la Iglesia de los cuatro primeros siglos. El consenso histórico está del lado de las conclusiones de los remonstrantes. Repetimos a Walter A. Elwell:

Los que defienden la redención general comienzan indicando que es el punto de vista histórico de la iglesia, siendo sostenido por la vasta mayoría de los teólogos, reformadores, evangelistas y padres, desde el inicio de la iglesia hasta el día presente, incluyendo prácticamente todos los escritores antes Reforma, con la posible excepción de Agustín […]

Conclusión

Estamos convencidos con respecto a la condicionalidad de la elección, y del sacrificio universal de Cristo. Las razones de esta creencia están más allá de cualquier argumento lógico, filosófico, pues brotan de la claridad y de la sustancialidad de las Escrituras citadas.

Libro: Una Introducción al Arminianismo Clásico – Capítulo 6
Autor: RODRIGUES, Zwinglio

Como este material no se encuentra en español, ha sido traducido por Diarios de Avivamientos únicamente para fines didácticos no comerciales.

 

 

Remonstrancia y Remonstrantes – Arminianismo – Cap. 4

[…] la Remonstrancia […] es el documento de origen del el arminianismo clásico. Su foco principal está en las cuestiones de la salvación y, en particular, en la predestinación.
Roger Olson

Introducción

En este capítulo discutiremos aspectos de los eventos que siguieron a la muerte de Arminio, a los 49 años de edad. Su muerte no aminoró las cosas en las provincias Unidas. Las disputas con Gomaro y los calvinistas rígidos continuaron; pues los amigos, admiradores y adeptos de la teología de Arminio no se enfriaron e insistieron en la crítica al supralapsarianismo de Beza y de Gomaro y, mantuvieron la lucha por la libertad religiosa.
Acorralados por el poder político, fueron instados, un año después de la muerte de Arminio, a comparecer ante las autoridades para presentar sus causas. Entonces, escribieron la Remonstrancia, un documento que contenía explicaciones sobre la doctrina arminiana para ser expuesto en una conferencia de líderes eclesiásticos y políticos.
Además de esta discusión en este capítulo, pondremos en relieve dos remonstrantes destacables, por razones distintas, para una observación más detenida sobre ellos. Se trata de Simón Episcopio y Philip Limborch. Episcopio tal vez sea el mayor nombre destacado después de la muerte de Arminio. Él fue fiel a las premisas teológicas de su maestro. Limborch abandonó la ortodoxia de Arminio y se acercó al liberalismo teológico. Muchas acusaciones contra el arminianismo clásico parten de las enseñanzas de Limborch, pero él no está en el rol de los arminianos clásicos [de corazón] y sí en el de arminianos de cabeza. [Arminianos de corazón – Se clasifican como tal a los teólogos que siguieron los mismos pasos de Arminio, o sea, su teología es perfectamente compatible con las ideas que él defendió. Arminianos de cabeza – Son los que abandonaron algunos de los principios básicos de la teología arminiana clásica, tal como la creencia en el pecado original y en la depravación total].

1. Remonstrancia

Remonstrancia significa «protesta». Este fue el título del documento que -rechazando tanto el supralapsarianismo de Beza y Gomarus, como el infralapsarianismo- presentaba los llamados Cinco Artículos Arminianos, posiblemente escrito por Simón Episcopio, prominente líder de los seguidores de Arminio. Otro candidato a la autoría de la Remonstrancia es Juan Uyttenbogaert (1557-1644) líder político de los Remonstrantes. Laurence Vance acredita a Uyttenbogaert la autoría del documento. Episcopio y Uyttenbogaert, según Walker, fueron amigos cercanos a Arminio y, según escribe Rodríguez, sistematizaron y desarrollaron las enseñanzas de Arminio.
La Remonstrancia tuvo como firmantes a 43 teólogos y pastores holandeses (el número es incierto). [OLSON, 2013] El documento respondía a una solicitud anterior de los Estados de Holanda. Convocados por Uyttenbogaert, se reunieron el 14 de enero de 1610 en Gouda, Holanda, y formularon el documento. En junio de 1611, según Calder, el documento se presentó a los Estados Generales.
Sigue un resumen del documento:

Cinco artículos de la Remonstrancia

1. Dios decretó salvar a aquellos que irán a creer en Jesucristo y perseverar en la fe; dejando en el pecado a los incrédulos para ser condenados.
2. Jesucristo murió por todos los hombres, proporcionando redención si alguno cree en él.
3. El hombre está en un estado de pecado, incapaz por sí mismo de hacer algo verdaderamente bueno, mas necesita ser nacido de nuevo.
4. El hombre no puede sin la gracia de Dios realizar cualquier buena obra o acción, mas esta gracia puede ser resistida.
5. Los creyentes tienen poder para perseverar, pero si ellos pueden apostatar, eso debe ser más particularmente determinado por las Sagradas Escrituras.

Estos artículos siguieron a la discusión donde fue rechazado inapelablemente el calvinismo. Firmaron el documento, ministros, laicos respetados, estadistas y líderes políticos. Además del ya mencionado Uyttenboagaert, también formaron parte políticos importantes, João Oldenbarneveldt (1547-1619), personaje destacado en los Estados Generales de las Provincias Unidas, y el eminente historiador y jurista Hugo Grotius (1583-1645). [Autor de la famosa obra De jure belli ac pacis (De las leyes de guerra y paz – 1625), que le rindió el título de «fundador del derecho internacional», de acuerdo con Walker. Grotius defendió la teoría de la expiación gubernamental. Esta teoría afirma no haber en la naturaleza divina ninguna necesidad de propiciación, Dios no necesitaba entregar Su Unigénito, pues Él no tenía que castigar los pecados, si Él quisiese podría perdonar los pecados sin buscar una satisfacción para su justicia. En ese sentido, el objetivo de la muerte de Cristo fue dar un ejemplo del odio divino hacia el pecado. Arminio nunca defendió esa teoría, él creía en un sacrificio sustitutivo, expiatorio y propiciatorio, nos informa Olson]. Este grupo de personalidades tenía como meta la defensa de la libertad de conciencia. Walker los describe como políticos republicanos y tolerantes en cuanto a la expresión religiosa y teológica. [WALKER, Historia de la Iglesia Cristiana – 2006, p. 636]. Como señalamos en el capítulo anterior, las Provincias Unidas eran plurales y abarcaban una diversidad de tendencias teológicas, donde hasta el predestinismo radical de Beza y Gomaro encontró aterrizaje posteriormente. Sólo cuando esta última intentó imponerse al punto de querer suprimir doctrinas creídas, practicadas y defendidas anteriormente, es que colisiones y enfrentamientos ganaron espacio culminando con el Sínodo de Dort, asunto del próximo capítulo. Los Artículos remonstrantes fueron presentados en el intento de poner fin a las persecuciones en las localidades donde el clero calvinista era mayoritario. Los ministros calvinistas distorsionaban las creencias de los remonstrantes. Con la divulgación de la Remonstrancia, el anhelo por la protección y libertad religiosa era proclamado. Al analizar el documento, las Provincias Unidas lo recibieron favorablemente y determinó:

• Los ministros remonstrantes no deberían sufrir censura eclesiástica a causa de los Cinco Artículos;
• A los candidatos al ministerio no debería imponerse ninguna doctrina que violara sus conciencias;
• Ministros removidos del ministerio por no haber suscrito la predestinación absoluta deberían ser reintegrados a sus actividades eclesiásticas.

Estas decisiones contrariaron a los gomaristas (calvinistas rígidos). De acuerdo con Calder, ellos no obedecieron a las decisiones de las Provincias Unidas argumentando que las cuestiones eclesiásticas debían ser resueltas por el clero. Así, reclamaron un sínodo. Los tumultos se siguieron a causa de la insatisfacción de los calvinistas rígidos hasta culminar en la famosa Conferencia de La Haya, montada para intentar encontrar una salida amigable. Seis ministros de cada lado asistieron ante los nobles y poderosos en el intento de dirimir las dudas y poner fin al litigio. Sin embargo, el empeño para evitar cismas y promover la comunión y la convivencia fraterna no logró éxito. El Sínodo de Dort es el icono más grande de esta intolerancia religiosa instalada, y ni él puso fin a las contiendas. De hecho, no podría, pues fue instituido exactamente para reducir al polvo a la Remonstrancia y a los remonstrantes. Solamente con la muerte del príncipe Mauricio de Nassau, partidario de los gomaristas y éstos de aquel, es que la paz y la libertad volvieron a reinar en las provincias Unidas.

En 1621 los remonstrantes publicaron The Arminian Confession of 1621 (La Confesión Arminiana) breve y de fácil comprensión de su fe, concluye Olson. En este documento, las acusaciones de que Arminio y los remonstrantes eran socinianos, o que negaban la trinidad, o que serían pelagianos y semipelagianos fueron respondidas de modo claro e inequívoco. El documento también sirvió para presentar la opción de los arminianos por un método teológico más bíblico en detrimento del racionalismo reformado y toda su especulación teológica. Para los remonstrantes, como para Arminio, la teología era totalmente práctica y no especulativa o teórica [*]. Este aspecto especulativo, decían, buscaba el ejercicio de la curiosidad y no la adoración a Dios.

[*] Este carácter práctico de la teología para Arminio (y remonstrantes) está vinculado al modo como Petrus Ramus (1515-1572), filósofo y educador francés, concebía que la teología debiera ser. Ramus entendía que la teología debería ser práctica, redundando en doctrina (fe y obras) y disciplina (obras consistentes de oración y obediencia por un lado y sacramentos por otro), nos informa Rodríguez. En su trabajo pastoral, Arminio lo constató y, por eso, se acercó a Ramus. Arminio también echó mano de la lógica de Ramus que cuestionaba la lógica aristotélica, pues la entendía como rígida. Ramus formuló un método más práctico en la expectativa de hacer de la lógica ‘una ciencia práctica’. Desde su tiempo de estudio en Leyden, Arminio usaba la lógica de Ramus. Para más detalles acerca de la lógica de Ramus, recomendamos el libro de José Rodríguez: Jacobo Arminio: vida, pensamiento y legado.

La elaboración de la Confesión, resultado de discusiones que se dieron cuando los Remonstrantes estaban exiliados en Amberes, se convirtió en responsabilidad de Simón Episcopio y otros dos. El 6 de febrero de 1620 el texto estaba listo. Sometido al directorio, algunas revisiones se realizaron. Le correspondió a Episcopio y Uyttenbogaert traducirlo al holandés, y el 9 de febrero los remonstrantes aprobaron y acataron el documento. Digna de nota era la preocupación de los remonstrantes en cuanto a la confección de la Confesión, pues temían dar a la misma el status de «credo» y, por consiguiente, crear algún tipo de dogmatismo, cosa a la cual ellos siempre se opusieron. Los credos para Episcopio son secundarios comparados a la Biblia. Esto no significa desconsiderar las Confesiones y el Catecismo, así como no lo hizo Arminio. En síntesis, la Confesión quiso informar, a quien le interesara, cuáles eran las creencias de los remonstrantes de la primera generación y, al mismo tiempo, deseaba defenderse de las mentiras y calumnias de sus detractores después del Sínodo de Dort. Olson clasifica la confesión de “una afirmación bastante ortodoxa de la doctrina protestante” [OLSON, Teología Arminiana, Mitos y Realidades]
Dos nombres remonstrantes que merecen una atención especial, por razones distintas, son Simón Episcopio y Philip Limborch.

2. El Remonstrante Simón Episcopio

Episcopio (1583-1643) nació en Ámsterdam el 8 de enero de 1583. Sus padres se llamaban Egbert Remmetzen y Geertruyd Jan. Episcopio tuvo diez hermanos, de los cuales siete de ellos murieron en la infancia o muy temprano. En 1602 él perdió a su padre debido a la peste bubónica que asoló Ámsterdam. La peste diezmó a unas 20.000 personas y, según Rodríguez, el evento “fue motivo para que todos se examinaran a sí mismos y pensaran en el verdadero significado y propósito de la vida”. Episcopio vivió el luto con sus dolores, su madre muere traspasando más aún su corazón, sin embargo, esas pérdidas no le quitaron el vigor académico y él, laboriosamente, seguía adelante. Al igual que su maestro Arminio, sus estudios fueron pagados por bienhechores que no le negaron la mejor educación posible en Holanda. Se hizo experto en griego y latín, estudió filosofía por tres años y luego se dedicó a la teología según informaciones de Calder. Fue en 1600 que él conoció y estrechó su amistad con Arminio en la Universidad de Leyden. De acuerdo con Vance, allí fue educado bajo Arminio y, posteriormente, asumió la vacante de profesor de teología dejada por Gomaro, de quien fue alumno también. El 27 de febrero de 1606 recibe el grado de maestro y desarrolló su vida académica siempre involucrada en embates teológicos. En 1610 Episcopio se tornó pastor en Bleyswick, un pequeño pueblo cerca de Rotterdam. Episcopio era un defensor de la libertad de conciencia. [CALDER, Frederick. Memoirs of Simon Episcopius. London, 1838].

Autor de la Confesión de 1621, de otros importantes documentos de los remonstrantes y, tal vez, pueda ser considerado como el principal líder de los remonstrantes, fue él, Episcopio, con Uyttenbogaert, quien desarrolló y sistematizó los pensamientos de Arminio después de su muerte en octubre de 1609. Esta pérdida produjo mucha tristeza y frustración en su corazón. El reconocimiento de Episcopio entre aquellos que compartían la teología de Arminio avanzó rápidamente. En 1612 Episcopio es invitado a asumir el lugar de Gomaro como profesor de teología en la Universidad de Leyden. Esto, ciertamente, sirvió como un propulsor para la divulgación de las ideas de los remonstrantes. Después del Sínodo de Dort, Episcopio se tornó el responsable de la supervivencia del Arminianismo. Cuando fue permitido retornar del exilio impuesto por el Sínodo de Dort, Episcopio fundó el Seminario Remonstrante en Holanda y allí ejerció su profesorado, enseñando a la generación posterior de teólogos, profesores y pastores.
Episcopio estuvo exiliado en Amberes, Rouen y París por siete años (de 1619 a 1626). En ese interregno, en 1623, escribió un Memorial a Arminio. Aunque exiliado, era incansable, y en este período defendía el movimiento y animaba a los remonstrantes para que permanecieran en Holanda. El fin del exilio se inicia con la muerte del Príncipe Mauricio de Nassau [príncipe que persiguió a los arminianos por instigación de los calvinistas rígidos] en 1625, y con la asunción de la dirección del país de su medio hermano Henry, un simpatizante del movimiento Remonstrante. Un intento de Lucas Estofo (1588-1657) de conquistarlo para la fe romana, lo envolvió también en una polémica con el famoso jesuita. En el mes de julio de 1626 Episcopio llega a Rotterdam donde trabajó arduamente ministrando, revitalizando la iglesia en Ámsterdam y fundando el Seminario Remonstrante, ya citado, en 1632. Episcopio vivió por 16 años después de su retorno del exilio. Enfermo, muere el 4 de abril de 1643 en paz. Philip Limborch, en el funeral, exclamó: “¡Oh líder! ¡Oh líder! ¡Cuánta sabiduría había dentro de ti!”.

3. El Remonstrante Posterior Philip Limborch

Considerado un remonstrante posterior, Limborch (1633-1712) hizo al arminianismo acercarse a la teología liberal, desgraciadamente. Él forma parte del grupo llamado arminianos de cabeza. Probablemente, él haya sido influenciado por el Iluminismo [Ilustración] del siglo XVII y el socianismo, dice Roger Olson. La razón de destacar a Limborch es que los críticos posteriores del arminianismo conocían sus enseñanzas cercanas al semipelagianismo, y que estaban amalgamadas con la nueva religión natural de la Ilustración. Muchos al referirse al arminianismo dicen del mismo como siendo un movimiento herético, generalmente partiendo de los errores de Limborch. Por ejemplo, la acusación sobre el arminianismo clásico de defender una antropología optimista. Arminio jamás negó que la voluntad humana es totalmente depravada o afirmó que ella sufrió sólo una ‘miseria universal’ como afirmó Limborch. Además de ese desvío, Limborch adoptó la teoría gubernamental de la expiación, desarrolló una doctrina de la justificación distante de Arminio [*]; e hizo de la voluntad humana la base de la fe. Las desviaciones de Limborch no se tornaron regla para todos los arminianos. John Wesley (1703-1791) es un imponente ejemplo de ello, después de su muerte (de Wesley), muchos teólogos destacados se convirtieron en sus seguidores, entre los cuales están Richard Watson (1781-1833), Thomas Summers (1812-1882) y William Burton Pope (1822-1903).

[*] Como Arminio fue cuestionado también sobre su doctrina de la justificación, cabe aquí la siguiente declaración: “No tengo conciencia de haber enseñado cualquier pensamiento sobre la justificación del hombre ante Dios que no haya sido aceptada unánimemente por las iglesias reformadas y protestantes […]” Esta declaración se encuentra en The Word of James Arminius, vol. 1. IX. En este tópico IX desarrolla sus argumentos. También en The Works of James Arminius. vol. I, XIX, Arminio escribe sobre la justificación. También, en The Works of James Arminius, vol. 2, XLVII, el asunto es tratado de nuevo.

4. Una palabra a los críticos de los Remonstrantes y del arminianismo clásico

Los críticos de Arminio y de los remonstrantes como Episcopio, necesitan volver a aquellos para comprender cuánto fueron ortodoxos. En cuanto a Arminio y sus críticos, J. Matthew. Pinson comenta:

Es una irresponsabilidad simplemente leer los temas de estos arminianos posteriores y deducir que fueran la posición de Arminio, solamente porque su nombre está ligado a los sistemas teológicos arminianos.

A partir de Limborch, por ejemplo, y poniendo a todos los remonstrantes en el mismo saco, los críticos cometen una gran injusticia. Reiteramos: los ataques consisten en un desconocimiento total del arminianismo clásico, o sino entonces, en deshonestidad intelectual. En algunos casos la segunda alternativa es la razón de tantas calumnias.

Una marca del movimiento remonstrante era la supremacía de las Escrituras sobre toda tradición, filosofía, fuentes y normas extrabíblicas. Los remonstrantes no rechazaron la Confesión Belga y el Catecismo de Heidelberg, reformados al igual que Arminio, pero no los estimaron como inmutables cánones de fe. Vance escribe que los remonstrantes discrepaban de las doctrinas predicadas por Beza, Gomaro y compañía porque no figuraban en la Palabra de Dios, ni en el Catecismo de Heidelberg (1563). Ellos seguían a Arminio con esta conclusión.
En una ocasión, según Vance, Arminio presentó como una de las razones de su rechazo a la doctrina de la predestinación a la pregunta 20, con su respectiva respuesta, del documento de Heidelberg. Vamos al Catecismo:

P.20. Entonces, ¿todos los hombres fueron salvos por Cristo, exactamente como por medio de Adán todos perecieron?
R. No. Sólo están salvos los que, por la verdadera fe, fueron injertados en Cristo y aceptaron todos sus beneficios.

A partir de la respuesta, Arminio razona:

A partir de esta respuesta, concluyo que Dios no predestinó absolutamente a ningún hombre para la salvación; mas solamente a aquellos que en su decreto él consideró como creyente.    [ARMINIUS, vol. 1, p. 149].

En ese episodio, Arminio fue muy agudo. El Catecismo responde que la salvación es para quien tiene la ‘verdadera fe’. Este es el criterio y no cualquier predestinación rígida.
Los remonstrantes atribuyeron autoridad solamente a la Palabra, observando la necesidad de que la Confesión y el Catecismo, siempre sean desafiados por las Escrituras. La Biblia era inerrante para los remonstrantes. Episcopio declaró: ‘Estos muchos libros (de la Biblia) perfectamente contienen una revelación plena y más que suficiente de todos los misterios de fe’. Para los remonstrantes, una doctrina no puede ser fundada en pasajes oscuros ni tampoco en especulaciones lógicas. La opción es por la suficiencia de las Escrituras y fe en su perspicuidad, como enseñaba el reformador alemán Martín Lutero. Los remonstrantes defendían la sola scriptura, tota scriptura, como ya dijimos.

Son notables en los escritos de los remonstrantes las siguientes comprensiones sobre las Escrituras:
• Revelación plena y más que suficiente.
• Creencia en la inspiración sobrenatural.
• Regla de fe y práctica.
• Autoría divina.
• Exclusiva supremacía.
• Autoridad absoluta.
• Sumisión a su autoridad.
Resumiendo: las Escrituras, para los remonstrantes, son suficientes, poseen autoridad intrínseca y no de hombre y son regla permanente de fe. Nada más ortodoxo.

Los remonstrantes también fueron acusados de heterodoxia en cuanto a la Trinidad. La razón descansaba en la defensa de la antigua doctrina de la Monarquía del Padre. Al igual que Arminio, el remonstrante Episcopio, por ejemplo, creía en esta doctrina. La doctrina de la ‘Monarquía del Padre’ aboga por que la esencia de las otras Personas de la Trinidad tiene su origen por generación y expiración. El Hijo fue generado, el Espíritu expirado [el Hijo engendrado por el Padre, el Espíritu procedente del Padre]. Este es un asunto difícil y uno de los más complejos de la doctrina de Dios.
Por defender la Monarquía del Padre, Arminio y Episcopio fueron acusados de negar la divinidad del Hijo. Pero no era el caso. Lo que ambos enseñaban era la negación de la fórmula autotheos (Dios por sí mismo independientemente) empleada al Hijo [esto conllevaría al peligro de un bi-teísmo o tri-teísmo]. Esta fórmula se aplica sólo al Padre que, según Orígenes, es el único «inengendrado» -agennetos. De ello no se deduce que el Hijo no sea de la misma esencia que el Padre.

Berkhof explica:
La propiedad característica del Hijo consiste en que él es eternamente engendrado del Padre […] (y) le comunica la esencia divina en su entereza. [BERKHOF, Louis. Teología Sistemática].

El Padre es la fuente de la divinidad. Las Escrituras enseñan:
[…] Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy (Sal. 2: 7).
Y el verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, lleno de gracia y de verdad, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre (Juan 1:14).
El Hijo, al ser llamado repetidas veces ‘el Unigénito’ (Juan 1:18, 3:16, 18, 1ª Juan 4: 9), sugiere su generación, eterna, a partir del Padre.
Atanasio (298-373 d.C.), Patriarca de Alejandría, defendió la Monarquía del Padre:

Así como el Padre siempre es bueno por naturaleza, Él también es por naturaleza siempre generativo. Es plenamente correcto, llamarlo a Él generación eterna del Padre, pues el Ser paterno jamás estuvo incompleto, nunca necesitó que se le acrecentase algún aspecto esencial; ni la generación del Hijo es como la de un hombre en relación a su padre, lo que exigiría que él hubiera venido a la existencia después del Padre. Por el contrario, Él es generación de Dios, y, una vez que Dios es eterno y Él le pertenece como Hijo, existe desde la eternidad. Es característico de los hombres, debido a la imperfección de su naturaleza, generar en el tiempo; mas la generación de Dios es eterna, siendo Su naturaleza siempre perfecta […] Porque el Hijo pertenece a la sustancia del Padre y porque Él es totalmente semejante al Padre. […] La divinidad del Padre es idéntica a la del Hijo […] La divinidad del Hijo es la divinidad del Padre […] La plenitud de la divinidad del Padre es el ser del Hijo […] Es (el Hijo) obviamente otro en relación al Padre, como generación, pero como Dios Él es el mismo y único; Él y el Padre son uno solo en la unión íntima de Su naturaleza y en la identidad de su divinidad […] De ese modo, Ellos son uno, y Su Divinidad es una, de manera que todo lo que se atribuye al Hijo es atribuido al Padre. [Citado en KEELY, J.N.D. Patrística: origen y desarrollo de las doctrinas centrales de la fe Cristiana.]

Para Atanasio, el Hijo tiene la misma naturaleza del Padre, es de la misma sustancia del Padre, son personas distintas, dotadas de la misma esencia, de divinidad idéntica, todo ello partiendo de la doctrina de la generación eterna del Hijo, generación misteriosa. Reafirmamos la complejidad del asunto. Adherentes a esa doctrina, Arminio y Episcopio se movieron cuidadosamente para en ningún momento poner en duda la plena identidad de la divinidad del Hijo. La esencia divina del Hijo es la misma del Padre, que es Dios, así como el Hijo es Dios. Leamos a Arminio:

La palabra «Dios», por lo tanto, significa que Él tiene la verdadera esencia divina, pero la palabra «Hijo» significa que tiene la esencia divina procedente del Padre. Por eso es correctamente llamado Dios e Hijo de Dios. Pero, a partir de que él no puede ser llamado Padre, no es posible decir que tiene la Esencia Divina de sí mismo o de cualquier otro.    [ARMINIUS, Vol. 1, p. 182].

Arminio presentó la divinidad del Hijo en los siguientes términos:
• La Persona de Nuestro Señor Jesucristo

Esa persona es el Hijo de Dios y el hijo del hombre, dotado de dos naturalezas, la divina y la humana, inseparablemente unidas, sin mezcla o confusión […] los antiguos denominaron correctamente esta unión de hipostática. […] Él tiene la misma naturaleza con el Padre […]     [ARMINIUS, Vol. 2, p. 63].

Aquí Arminio repite el Credo de Calcedonia (451 d.C.) El Credo de Calcedonia es el resultado del Concilio de Calcedonia (451) que, de acuerdo con Andrade, fue «convocado por Marción, emperador oriental, en 451, tuvo como principal finalidad establecer la unidad eclesiástica de Oriente» (1998, p.88) El Credo de Calcedonia presentó una declaración cristológica que pasó a ser aceptada como ortodoxa. [ANDRADE, Claudionor Corrêa de. Dicionário Teológico. Rio de Janeiro: CPAD, 1998].

• Oficio Sacerdotal de Cristo

Dios le concedió el dominio sobre todas las cosas y plenos poderes para salvar y condenar con una orden expresa: ‘que todos honren al Hijo como honran al Padre’. Y que ‘delante de él toda rodilla se doble para la gloria de Dios Padre’. [ARMINIUS, Vol. 2, p. 64]

Arminio recuerda que la honra dada a Jesús debe ser en la misma proporción al honor dado al Padre (Juan 5:23). Adoración a Cristo, y no una obediencia forzada y obligatoria, es recomendada al citar Filipenses 2:10.

• La Resurrección de Cristo

Atribuimos esa resurrección no sólo al Padre a través del Espíritu Santo, sino también al propio Cristo que tenía todo el poder de tomar su vida nuevamente. [ARMINIUS, Vol. 2, p. 71]

Arminio hace una clara referencia al contenido de Juan 10:17-18. En esta, Jesús revela poseer autoridad para entregar y recuperar su vida. Nadie más, aparte de Dios mismo, podría realizar tal cosa.

Estos ejemplos de la elevada cristología de Armínio se encuentran en The Works de James Arminius – Vol. 2. Veamos más en The Works of James Arminius – Vol. 1, p. 14.

• Plena divinidad

Arminio escribe: “En Cristo, Dios revela toda su bondad.” (p. 13). A continuación, presenta las siguientes Escrituras: “Porque ha agradado al Padre, que en Él residiera toda la plenitud” (Col 1:19); “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación” (Col 1:15); “Él, que es el resplandor de la gloria y la expresión exacta de su Ser” (Heb 1: 3) y “El que me ve a mí, ve al Padre” (Jn 14: 9). Toda bondad del Padre está revelada en el Hijo porque el Hijo es Dios.

• Inmutabilidad divina

Arminio comenta: “Dios es presentado a nosotros como inmutable en todos los aspectos. No sólo en lo tocante a su naturaleza, sino también en cuanto a su voluntad […]” (página 14). Para corroborar su declaración, Arminio cita a Hebreos 13:8 “Jesucristo ayer y hoy es el mismo, y lo será para siempre”. La conclusión es obvia.

Poder y Sabiduría de Dios

Arminio concluye: “Por eso Cristo es llamado ‘poder de Dios y sabiduría de Dios’ (1ª Co 1:24)”. (p. 14).

El 13 de octubre de 1608, Arminio presentó un artículo titulado The Deity of the Son of God (La Deidad del Hijo de Dios) a las autoridades holandesas en Haya, con motivo de esclarecer su creencia. Muchas discusiones surgieron en torno a las declaraciones de Arminio. Según Rodríguez, en una tarde en la Universidad, un debate en torno a la divinidad del Hijo de Dios llevó a un estudiante a hacer la siguiente objeción: “el Hijo de Dios es autotheos, y Cristo, por lo tanto, tiene su esencia de sí mismo y no del Padre” [Citado en RODRÍGUEZ, 2013, p. 112] A esto, Arminio respondió diciendo que la palabra autotheos tiene dos significados: 1º “Uno que es verdadero Dios”; 2º “Uno que es Dios de sí mismo”. De ellos, sólo el primero podía ser atribuido al Hijo. Pero el alumno no se dio por vencido y contra argumentó insistiendo en la aplicación del segundo significado al Hijo. En la réplica, Arminio alegó que la Palabra de Dios, la iglesia griega y latina creen en la generación eterna del Hijo.

Para Arminio, el Hijo es Dios como el Padre. Sin embargo, aunque el Hijo tenga la verdadera esencia divina, esta esencia procede del Padre, el único de entre las Personas de la Trinidad que no es engendrado y de nadie procede. En cuanto al Espíritu Santo Arminio expresó: “Es infinito, eterno, inconmensurable y de la misma divinidad con el Padre y el Hijo, es decir, no es una criatura, sino Dios.” [ARMINIUS, vol. 1, p. 340].
En su Confesión de Fe, Episcopio dedica un capítulo para tratar sobre la Trinidad y responde a las acusaciones de negación de la deidad de Jesucristo. Leamos algunos fragmentos:

1. Dios debe ser considerado distintamente en tres personas o hipóstasis, como Él mismo las ha expresado en su Palabra, pues así debe ser conocido y contemplado por nosotros. Esta Trinidad de personas es conocida por nosotros como: Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Una de estas personas divinas o hipóstasis de la Deidad es anaitios, es decir, sin causa e inengendrada. La otra tiene su causa o es generada por el Padre, a saber, el unigénito del Padre. Y también la otra también procede y emana del Padre por el Hijo.

2. Sin embargo, sólo el Padre está desprovisto de origen o inengendrado. Sin embargo, Él ha comunicado desde toda eternidad su propia Deidad a su Hijo unigénito, hecho Hijo, no por creación, como los ángeles fueron hechos hijos de Dios, ni meramente por una graciosa comunicación de poder divino o gloria como ser mediador, mas por una verdadera generación, aunque secreta e inefable, y también al Espíritu Santo, que desde toda eternidad, ha procedido de ambos por una secreta emanación o expiración, Por lo tanto, el Padre es más correctamente considerado la fuente y el origen de toda Deidad.

3. Por lo tanto, el Hijo y el Espíritu Santo, en relación a su ser o sustancia, son verdaderamente distintos del Padre. Sin embargo, son verdaderamente participantes de la misma Deidad y también por la misma esencia Divina distintos del Padre, esto se hace más evidente cuando las Sagradas Escrituras les dan los mismos nombres, y les atribuyen las mismas propiedades que las del Padre. Por eso, el Credo de los Apóstoles sobre este asunto, que cordialmente creemos, y todas las declaraciones que adoptamos, dice; “Creemos en Dios Padre, todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo. Su único Hijo, etc. [Creemos] en el Espíritu Santo, etc.” [EPISCÓPIO, Simón. The Confession of the Remonstrants. Londres. 1676, p. 93-95].

Destacamos algunas confesiones.
• Considerado claramente en tres personas o sustancias;
• Esta Trinidad de personas es conocida por nosotros como: Padre, Hijo, y Espíritu Santo;
• Una de estas personas (el Padre) divinas o hipóstasis de la Deidad es sin causa e inengendrada;
• La otra persona tiene su causa o es generada por el Padre, a saber, el unigénito del Padre;
• Y también la otra persona, el Espíritu Santo, también procede y emana del Padre por el Hijo;
• Él ha comunicado desde toda la eternidad su propia Deidad a su Hijo unigénito;
• Él ha comunicado desde toda la eternidad su propia Deidad […] también al Espíritu;
• Espíritu Santo, que desde toda eternidad, ha procedido de ambos (del Padre y del Hijo) por una secreta emanación o expiración.

¿Los primeros remonstrantes eran heterodoxos en cuanto a la doctrina de Dios y de Cristo? Las afirmaciones de Episcopio, expuestas arriba, pueden resumirse así: El Padre, inengendrado; el Hijo, engendrado; y el Espíritu Santo procedente del Padre y del Hijo. ¡He aquí la Trinidad! Arminio y Episcopio, de manera muy evidente, dejan claras sus creencias en una Trinidad Ontológica. Acusarlos de negar la divinidad del Hijo compromete a Atanasio. Como hemos visto, no hay negación alguna. Los padres Capadocios como Basilio (330-379 d.C.), Dídimo, el Ciego (313 -398 d.C.), Gregorio Nacianceno (330-389) y Gregorio de Niza (330-395) también adoptaron la teología de Atanasio [KEELY, J.N.D. Patrística. 1994]. Luego, condenar a Arminio y Episcopio como arrianos por la doctrina de la Monarquía del Padre es acusar a esos patrísticos también. La doctrina de los primeros remonstrantes sobre la Trinidad era ortodoxa. La mala comprensión de algunos contemporáneos de Episcopio en cuanto a la doctrina de la Monarquía del Padre (por eso también la acusación de socianismo) recibe mayor relieve en la siguiente narración de Calder:

Festus […] dirigiéndose a Episcopio, dijo: “Pero, señor, ¿usted va a negar que en sus conferencias en la facultad, no interpreta casi todos los pasajes de las Escrituras […] de acuerdo con el modo adoptado por los Socinianos?” Episcopio responde: “Señor, estoy totalmente sorprendido al oír esta acusación, pues me ha honrado con su presencia en mis conferencias desde que estoy en la silla de profesor”. “He acompañado sus debates”, respondió Festo. “Bien, señor, ¿en esas ocasiones nunca me oyó decir nada que estaba en oposición directa a las opiniones de la Iglesia? ¿Oísteis mi oposición a las opiniones de Socino? […] Sé que después de haber compartido una de mis palestras, dijisteis a Borrhius que yo había valerosamente y sabiamente defendido la divinidad de Cristo, en oposición a los que la niegan».  “No fue eso”, respondió Festus. “No era en relación a la divinidad de Cristo que yo estaba hablando, sino de sus puntos de vista sobre la Trinidad […].” “Bien, señor, ¿en la defensa de la divinidad del Hijo, no defiendo la doctrina de la Trinidad?, para mantener la doctrina de la Trinidad, por consecuencia, tengo que sostener la divinidad de Cristo.” [CALDER, 1838, p. 177-78].

¡Jaque mate! Calder dice que en ese momento, el ministro Festus, de apellido Hommius, se sintió superado. Reconociendo esto, habría dicho: ‘Señores, estoy de acuerdo. Cuando la respuesta es satisfactoria, estoy dispuesto y listo a reconocer su validez.” Pero Festus no se detuvo ahí, insistió en intentar cazar a Episcopio en algún desvío interpretativo.

Conclusión

Los remonstrantes se defendieron debidamente de todas las difamaciones presentadas contra ellos. Pero el clima del Sínodo de Dort se acercaba y él era eminentemente político, pues la teología estaba vinculada a la política, según Walker [Recordemos que el gobernante de turno, el príncipe de Nassau, era aliado de los calvinistas]. Siendo así, por lo tanto, el Sínodo era inflexible a cualquier argumento racional y piadoso, y las opiniones de los remonstrantes fueron condenadas como herejías, y ellos sometidos a las más vergonzosas humillaciones.

Libro: Una Introducción al Arminianismo Clásico
Autor: RODRIGUES, Zwinglio.
Como este material no se encuentra disponible en español, ha sido traducido libremente por Gabriel Edgardo LLugdar con fines didácticos únicamente, para uso interno exclusivamente de Diarios de Avivamientos.