Dones y milagros entre los Padres de la Iglesia

Hay una lectura que los cesacionistas (aquellos que niegan la continuidad y operatividad de los dones) generalmente evitan hacer, porque le es claramente contraria, y es aquella que podríamos llamar «la receptividad de la época». ¿Cómo se recibía en las distintas épocas las noticias de milagros y manifestaciones sobrenaturales, con escepticismo o con total normalidad? Eso nos dice mucho más de lo que imaginamos. Por ejemplo, cuando uno lee las actas de martirio de aquellos cristianos que entregaron su vida bajo la persecución del imperio romano, puede constatar que en la inmensa mayoría de ellas hay relatos de milagros y hechos sobrenaturales. Mas allá de que lamentablemente esas actas fueron reelaboradas con el paso del tiempo (sobre todo en época medieval), exagerando algunos sucesos hasta convertirlos en casi narraciones fantásticas, que ni el pentecostal más ferviente hoy las creería; sin embargo eso no oculta que aquellos relatos (donde se narraban sucesos milagrosos) fueron bien recibidos por la Iglesia; no se tomaron como algo imposible de suceder. Es decir que la mentalidad de la iglesia no era escéptica, no limitaba los sucesos milagrosos para la época apostólica exclusivamente, sino que consideraba que en cualquier momento podían volver a experimentarse. 

Vamos a tomar un ejemplo claro. Todos conocen sobre el gran ‘campeón de la ortodoxia’: Atanasio de Alejandría; quien fue un obispo y teólogo que defendió con gran valentía la divinidad de Cristo (en una incansable lucha que duró desde el primer Concilio de Nicea, en el 325, hasta cerca del Concilio de Constantinopla en el 381; y le valió cinco destierros). Este santo y docto varón, además de sus obras teológicas, escribió la biografía de Antonio abad, un ermitaño a quien admiraba profundamente. El gran Atanasio les advierte a sus lectores:

Así, no desconfíen de los relatos que han recibido de otros de él, sino que estén seguro de que, al contrario, han oído muy poco todavía. En verdad, poco les han contado, cuando hay tanto que decir. Incluso yo mismo, con todo lo que les cuente por carta, les voy a transmitir sólo algunos de los recuerdos que tengo de él. … Por eso me apresuro a escribir lo que yo mismo ya sé -porque lo vi con frecuencia-, y lo que pude aprender del que fue su compañero. Del comienzo al fin he considerado escrupulosamente la verdad: no quiero que nadie rehuse creer porque lo que haya oído le parezca excesivo, ni que mire en menos a hombre tan santo porque lo que haya sabido no le parezca suficiente.     [Vita Antonii, Atanasio]

Atanasio les asegura que lo que narrará a continuación es una verdad atestiguada por él y por muchos otros. Que Dios…

Por él sanó a muchos de los presentes que tenían enfermedades corporales y liberó a otros de espíritus impuros.

«Cuando finalmente la persecución del emperador cesó [Emperador Maximino, 312 d .C] …. [Antonio] volvió a la soledad, determinó un período de tiempo durante el cual no saldría ni recibiría a nadie. Entonces un oficial militar, un cierto Martiniano, llegó a importunar a Antonio: tenía una hija a la que molestaba el demonio. Como persistía ante él, golpeado a la puerta y rogando que saliera y orara a Dios por su hija, Antonio no quiso salir sino que, usando una mirilla le dijo: «Hombre ¿por qué haces todo ese ruido conmigo? Soy un hombre tal como tú. Si crees en Cristo a quien yo sirvo, ándate y como eres creyente, ora a Dios y se te concederá». Ese hombre se fue creyendo e invocando a Cristo, y su hija fue librada del demonio. Muchas otras cosas hizo también el Señor a través de él, según la palabra: «Pidan y se les dará». Muchísima gente que sufría, dormía simplemente fuera de su celda, ya que él no quería abrirle la puerta, y eran sanados por su fe y su sincera oración.»    [Vita Antonii, Atanasio]

Atanasio nos relata esta enseñanza de Antonio:

En primer lugar, démonos cuenta de esto: los demonios no fueron creados como demonios, tal como entendemos este término, porque Dios no hizo nada malo. También ellos fueron creados limpios, pero se desviaron de la sabiduría celestial. Desde entonces andan vagando por la tierra. Por una parte, engañaron a los griegos con vanas fantasías, y, envidiosos de nosotros los cristianos, no han omitido nada para impedirnos entrar en cielo: no quieren que subamos al lugar de donde ellos cayeron. Por eso se necesita mucha oración y disciplina ascética para que uno pueda recibir del Espíritu Santo el don del discernimiento de espíritus y ser capaz de conocerlos: cuál de ellos es menos malo, cuál de ellos más; que interés especial persigue cada uno y cómo han de ser rechazados y echados fuera.    [Vita Antonii, Atanasio]

Por lo visto, el don de discernimiento de espíritu, y la liberación o expulsión de demonios, estaban vigente y operativos en la época patrística. Continúa Atanasio su relato:

En cuanto a sus visitantes, con frecuencia predecía su venida, días y a veces un mes antes, indicando la razón de su visita. Algunos venían sólo a verlo, otros a causa de sus enfermedades, y otros, atormentados por los demonios. Y nadie consideraba el viaje demasiado molesto o que fuera tiempo perdido; cada uno volvía sintiendo que había recibido ayuda. Aunque Antonio tenía estos poderes de palabra y visión, sin embargo suplicaba que nadie lo admirara por esta razón, sino mas bien admirara al Señor, porque El nos escucha a nosotros, que sólo somos hombres, a fin de conocerlo lo mejor que podamos.

Son numerosas las historias, por lo demás todas concordes, que los monjes han trasmitido sobre muchas otras cosas semejantes que él obró. Y ellas, sin embargo, no parecen tan maravillosas como otras aún más maravillosas. Una vez, por ejemplo, a la hora nona, cuando se puso de pie para orar antes de comer, se sintió transportado en espíritu y, extraño es decirlo, se vio a sí mismo y se hallaba fuera de sí mismo y como si otros seres lo llevaran en los aires. Entonces vio también otros seres terribles y abominables en el aire, que le impedían el paso. Como sus guías ofrecieron resistencia, los otros preguntaron con qué pretexto quería evadir su responsabilidad ante ellos. Y cuando comenzaron ellos mismos a tomarle cuentas desde su nacimiento, intervinieron los guías de Antonio: «Todo lo que date desde su nacimiento, el Señor lo borró; pueden pedirle cuentas desde cuando se consagró a Dios. Entonces comenzaron a presentar acusaciones falsas y como no pudieron probarlas, tuvieron que dejarle libre el paso. Inmediatamente se vio así mismo acercándose -a lo menos, así le pareció- y juntándose consigo mismo, y así volvió Antonio a la realidad.    [Vita Antonii, Atanasio]

Palabra de ciencia, don de sanidades, visiones y éxtasis… no estamos enfatizando que estas cosas eran normales para Antonio abad, sino que ¡resultaban de lo más normal y creíbles para el gran teólogo Atanasio! Y no solo para él sino para los lectores de esa biografía que fueron conmovidos y alentados por esas experiencias.

¿Quieren saber quien fue uno de los profundamente afectados al escuchar esta biografía? Sí, acertaron, mi querido san Agustín. 

“Un día -no recuerdo el motivo de la ausencia de Nebridio-vino a nuestra casa a vernos, a Alipio y a mí, un cierto Ponticiano, africano y compatriota nuestro, que ocupaba en la corte un alto cargo; no sé qué deseaba de nosotros. Nos sentamos para hablar […] nuestra conversación, por iniciativa suya, cayó sobre un tal Antonio, monje de Egipto, cuyo nombre brillaba con el más claro resplandor entre tus siervos, y hasta aquel momento nos era completamente desconocido. Y cuando él se dio cuenta de nuestra ignorancia, se detuvo en aquella conversación, revelando poco a poco aquel hombre a nuestra ignorancia. Nosotros quedábamos atónitos oyendo tus maravillas, perfectamente documentadas, realizadas en la verdadera fe, en la Iglesia católica y tan cerca de nuestros días, que su memoria era fresca. Los tres quedábamos maravillados: yo y Alipio, de tan grandes maravillas, y Ponticiano de lo asombroso de nuestra ignorancia.”    [AGUSTÍN, Las Confesiones, Libro VIII. 14]

Aquí tenemos al mismísimo Agustín, impactado por los milagros y dones operados en y a través de Antonio. Si, como algunos «especialistas en agustinianismo» afirman (sin haber nunca leído sus escritos), que Agustín era cesacionista, lo más normal hubiese sido que rechazara estos relatos, pero nos narra en sus Confesiones que «Nosotros quedábamos atónitos oyendo tus maravillas, perfectamente documentadas». No en vano afirma en uno de sus escritos:

«De dónde nacen las visiones “Procede del espíritu cuando, estando completamente sano y fuerte el cuerpo, los hombres son arrebatados en éxtasis, ya sea que al mismo tiempo vean los cuerpos por medio de los sentidos corporales y por el espíritu ciertas semejanzas de los cuerpos que no se distinguen de los cuerpos, o ya pierdan por completo el sentido corporal y, sin percibir por él absolutamente nada, se encuentren transportados por aquella visión espiritual en el mundo de las semejanzas de los cuerpos. Mas cuando el espíritu maligno arrebata al espíritu del hombre en estas visiones, engendra demoníacos o posesos, o falsos profetas. Si, por el contrario, obra en esto el ángel bueno, los fieles hablan ocultos misterios, y si además les comunica inteligencia, hace de ellos verdaderos profetas; o si, por algún tiempo, les manifiesta lo que conviene que ellos digan, los hace expositores y videntes.”    [Agustín. Del Génesis a la letra. Libro XII. 19.41]

Lo que hemos denominado «la receptividad de la época» nos atestigua que tanto Atanasio de Alejandría como Agustín de Hipona (y la Iglesia que ellos representaban) recibían las narraciones acerca de dones y manifestaciones del Espíritu como algo normal y totalmente factible para aquel momento o época.

Para terminar permítanme compartirles esta porción tomada de la primera biografía de Agustín, escrita por quien fue su discípulo, amigo e incansable colaborador por 40 años: el obispo Posidio. Esto nos dejó narrado sobre los últimos días de Agustín

Me consta también que él, sacerdote y obispo, fue suplicado para que orase por unos energúmenos [endemoniados], y con llanto rogó al Señor, y quedaron libres del demonio. En otra ocasión, un hombre se acercó a su lecho con un enfermo rogándole le impusiera las manos para curarlo. Le respondió que si tuviera el don de las curaciones, primeramente lo emplearía en su provecho. El hombre añadió que había tenido una visión en sueños y le habían dicho: Vete al Obispo Agustín para que te imponga las manos y serás sano. Al informarse de esto, luego cumplió su deseo, e hizo el Señor que aquel enfermo al punto partiese de allí ya sano.   [Posidio. Vida de Agustín, Cap. XXIX. Obras de san Agustín, Tomo I, BAC]

No solo Agustín, sino su círculo íntimo y la iglesia de aquel entonces aceptaban los sucesos y manifestaciones extraordinarias como algo lógico y vigente.  Es lo que hemos llamado «la receptividad de la época», la que nos demuestra que los dones del Espíritu no se consideraban como algo caduco, extraño, sospechoso, o limitado únicamente a la era de los apóstoles. 

Recopilación de textos en las fuentes primarias y redacción: Gabriel Edgardo Llugdar, para Diarios de Avivamientos 2019

Los dones del Espíritu y los Padres de la Iglesia

Los Dones del Espíritu Santo - Patrística

«El estudio de los Padres se llama Patrología o Patrística. El término Patrología fue creado en 1653 por el luterano Jean Gerhard. Designa el estudio de las literaturas cristianas antiguas. El acento recae sobre la historia literaria: biografía, obras, valoración crítica. Patrística es en su origen un adjetivo que caracteriza la teología. Generalmente se reserva el término para el estudio doctrinal y la historia de las ideas.” [Adalbert G. Hamman Para leer LOS PADRES DE LA IGLESIA – Nueva edición revisada y aumentada por Guillaume Bady]

Cuando usamos la Patrística para apoyar nuestro punto de vista, no lo hacemos rebuscando en la Patrología un texto aislado que coincida con nuestro pensamiento. Por el contrario, la forma correcta de hacerlo es teniendo en vista el unanimis consensus Patrum (el Consenso Unánime de los Padres); no la opinión privada de uno en particular, sino la opinión general y común entre ellos.

En el tema del Continuismo -vigencia y operatividad de los dones o carismas del Espíritu- si queremos llegar a una conclusión seria, tampoco debemos perder de vista ese consensus. Frecuentemente, el Cesacionismo, esgrime algún texto de la Patrología para asegurar que los dones cesaron después de la muerte del último apóstol (algunos afirman que incluso antes del 70 d.C.). Generalmente, se trata de este testimonio de Juan Crisóstomo:

«Todo este lugar es muy oscuro,  pero la oscuridad es producida por nuestra ignorancia de los hechos a los que se hace referencia y a su cesación, siendo que como tales solían ocurrir, pero ahora ya no tienen lugar. ¿y por qué no ocurren ahora? Porque, mirad ahora, la causa de la oscuridad también ha producido en nosotros otra pregunta: esto es, ¿por qué ocurrieron entonces, y ahora no lo hacen más?… Bien, ¿qué fue lo que pasó entonces? Quien quiera que era bautizado hablaba inmediatamente en lenguas y no solo con lenguas, sino que muchos también profetizaban, y algunos hacían muchas obras maravillosas… pero más abundante que ninguna otra cosa era el don de lenguas entre ellos.» Juan Crisóstomo, Homilía sobre las Epístolas de Pablo a los Corintios, Homilía 19.1

Crisóstomo, lo que presenta es la duda de porqué no siguen sucediendo entre ellos esos dones, una duda que deja sin responder. Pero que es respondida por los líderes de otras congregaciones anteriores, contemporáneos o posteriores suyos; y eso lo veremos a continuación. La inmensa mayoría de estas citas las extraje de fuentes primarias, hay muchas más, pero no por más extenso sería más claro el panorama. Estas citas son suficientemente claras para obtener el consensus de la Patrística, de que los dones o carismas, manifestaciones, y señales del Espíritu estaban vigentes y operativas en la Iglesia mucho después de la muerte de los apóstoles y de completado el canon sagrado.

DIDACHÉ, 80-100 d.C.: “Sin embargo, no todo el que habla en el Espíritu es un profeta, sino sólo el que tiene las costumbres del Señor. Por sus costumbres, pues, será reconocido el profeta falso y el profeta verdadero” [Didaché 11:6 – Todo el Capítulo 11 habla de cómo deben operar los profetas verdaderos en las iglesias para ser distinguidos de los falsos]

IGNACIO DE ANTIOQUÍA, 40?-117 d.C “Por esto estás hecho de carne y espíritu, para que puedas desempeñar bien las cosas que aparecen ante tus ojos; y en cuanto a las cosas invisibles, ruega que te sean reveladas, para que no carezcas de nada, sino que puedas abundar en todo don espiritual.” [Carta a Policarpo 2.2]

PASTOR DE HERMAS 140 d.C. “así pondrás a prueba al profeta y al falso profeta, Por medio de su vida pon a prueba al hombre que tiene el Espíritu divino. En primer lugar, el que tiene el Espíritu divino, que es de arriba, es manso y tranquilo y humilde, y se abstiene de toda maldad y vano deseo de este mundo presente, y se considera inferior a todos los hombres, y no da respuesta a ningún hombre cuando inquiere de él, ni habla en secreto porque tampoco habla el Espíritu Santo cuando un hombre quiere que lo haga, sino que este hombre habla cuando Dios quiere que lo haga. Así pues, cuando el hombre que tiene el Espíritu divino acude a una asamblea de hombres justos, que tienen fe en el Espíritu divino, y se hace intercesión a Dios en favor de la congregación de estos hombres, entonces el ángel del espíritu profético que está con el hombre llena al hombre, y éste, siendo lleno del Espíritu Santo, habla a la multitud, según quiere el Señor. De esta manera, pues, el Espíritu de la deidad será manifestado. Ésta, por tanto, es la grandeza del poder que corresponde al Espíritu de la divinidad que es del Señor”. [Pastor de Hermas. Mandamientos 11]

CUADRATO, de los Padres Apologistas Griegos, Obispo de Atenas, 130 d.C. “Entre los que por este tiempo eran famosos, estaba también Cuadrato, del cual refiere una tradición que sobresalía en el carisma profético, como las hijas de Felipe” [Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica III.37.1]

  • “Quadrato, discípulo de los Apóstoles, sucedió a Publio, obispo de Atenas,… Quadrato entrega al Emperador un libro escrito en favor de nuestra religión, muy útil, a base de fe y razón, digno de la doctrina de los Apóstoles; en ese libro, mostrando su edad avanzada, dice haber visto numerosos desgraciados, bajo el peso de diversas calamidades, ser sanados y resucitados por el Señor”. [San Jerónimo – de su libro: De Viris Illustribus (Sobre los Hombres Ilustres) Capítulo 19]

MELITÓN DE ASIA, obispo de Sardes. 177 d.C. «Melitón de Asia, obispo de Sardes, escribió y ofreció al emperador M. Antonino Vero, que había sido discípulo del orador Frontón, un libro en favor del dogma cristiano.[…] Tertuliano alaba su ingenio elegante y oratorio […] indicando que muchos de los nuestros lo tenían por profeta». [San Jerónimo – de su libro: De Viris Illustribus (Sobre los Hombres Ilustres, 392 d.C.) Capítulo 24] Confirmando la llenura del Espíritu que manifestaba su vida, Polycrates, obispo de Efeso (Vivió durante el mandato del Emperador Severo), dice de él: «¿Qué necesidad hay de recordar los nombres del obispo y mártir Sagaris, enterrado en Laodicea; y el del bienaventurado Papirio, y el del eunuco Melitón, que siempre ha servido al Señor en el Espíritu Santo y cuyo cuerpo, enterrado en Sardis, espera la resurrección, cuando venga el Señor.”

APOLLONIO, Escribió como se debía distinguir a un falso profeta de uno verdadero: “Apollonio, uno de los hombres mejor dotado para la disertación, también escribió contra Montano, Prisca y Maximilla […] a propósito de Prisca y Maximilla dice: «Si pretenden no haber recibido regalos, que confiesen que no son profetas los que los reciben, y yo lo probaré mediante mil testigos. Otros frutos hacen reconocer a un profeta. Dime: ¿Se peina artificiosamente un profeta? ¿Se disfraza y compone los ojos? ¿Es portador de perlas y vestidos recargados? ¿Juega a las damas, a las fichas y a los dados un profeta? ¿Recibe dinero un profeta? Que respondan si todo esto es permitido o no.” [San Jerónimo – de su libro: De Viris Illustribus (Sobre los Hombres Ilustres) Capítulo 40]

IRENEO, OBISPO DE LYON (130-202 d.C.) “También nosotros hemos oído a muchos hermanos en la Iglesia, que tienen el don de la profecía, y que hablan en todas las lenguas por el Espíritu, haciendo público lo que está escondido en los hombres y manifestando los misterios de Dios, a quienes el Apóstol llama espirituales: éstos son espirituales, porque participan del Espíritu”  [Ireneo de Lyon: Adversas Haereses – Libro V 6.1]

  • «Por eso sus discípulos verdaderos en su nombre hacen tantas obras en favor de los seres humanos, según la gracia que de él han recibido. Unos real y verdaderamente expulsan a los demonios, de modo que los mismos librados de los malos espíritus aceptan la fe y entran en la Iglesia; otros conocen lo que ha de pasar, y reciben visiones y palabras proféticas; otros curan las enfermedades por la imposición de las manos y devuelven la salud; y, como arriba hemos dicho, algunos muertos han resucitado y vivido entre nosotros por varios años.» [Ireneo de Lyon – Adversas Haereses – Libro II 32.3,4,5]

 

  • “… porque saben que los seres humanos no reciben de Marco (maestro gnóstico) el don de la profecía, sino que Dios concede esta gracia desde lo alto a quienes él quiere; y quienes reciben de Dios este don, hablan donde y cuando Dios quiere, no cuando Marcos ordena. Aquel que manda es más grande y soberano que quien le está subordinado; pues lo primero es propio de quien tiene el gobierno, y lo segundo del que le está sujeto.” [Ireneo de Lyon – Contra los Herejes – Libro I. 13,3 – 13,4)]

TERTULIANO, 160-240 d.C.  “Mas, ¿quién os arrebataría a esos enemigos ocultos que por doquier y siempre devastan vuestros espíritus y vuestra salud, o sea, esos demonios que nosotros arrojamos de vuestros cuerpos sin pedir recompensa ni salario? Nos hubiera bastado, en venganza, abandonaros a esos espíritus inmundos como a bien sin dueño.” [TERTULIANO El Apologético – XXXVII]

  • “Que Marción exhiba, pues, como dones de su dios, algunos profetas, que no hayan hablado por sentido humano, sino con el Espíritu de Dios, que hayan predicho cosas que van de ocurrir y hayan puesto de manifiesto los secretos del corazón; que él produzca un salmo, una visión, una oración -solo que sea por el Espíritu, en un éxtasis, esto es, en un rapto, toda vez que le haya ocurrido una interpretación de lenguas; que él me muestre también, que cualquier mujer de lengua jactanciosa en su comunidad haya profetizado alguna vez de entre aquellas hermanas especialmente santas que él tiene. Ahora, todas estas señales (de dones espirituales) se están manifestando de mi lado sin ninguna dificultad, y concuerdan, también, con las reglas, y las dispensaciones y las instrucciones del Creador.” [Tertuliano, Contra Marción 5:8]

JUSTINO MÁRTIR, 114-165 d.C “Entre nosotros, aun hasta el presente, se dan los carismas proféticos. Por donde hasta vosotros tenéis que daros cuenta de que los que en otros tiempos se daban en vuestro pueblo han pasado a nosotros” [Justino Mártir, diálogo con Trifón 82].

  • “Ahora, es posible ver entre nosotros mujeres y hombres que poseen dones del Espíritu de Dios” [Justino Mártir diálogo con Trifón, 88.1].

TACIANO, 110-172 d.C “Pero el Espíritu de Dios no está con todos, sino que, asumiendo su morada con aquellos que viven justamente, y combinándose íntimamente con el alma, anuncia cosas ocultas a otras almas mediante profecías” [Taciano Discurso a los Griegos 13]

ORÍGENES, 185-255 d.C. “Y es así que, sin obrar milagros y portentos, no hubieran movido a sus oyentes a abandonar, por nuevas doctrinas y dogmas nuevos, su religión tradicional y abrazar las enseñanzas de ellos aun con peligro de la vida. Y todavía se conservan entre los cristianos huellas de aquel Espíritu Santo que fue visto en figura de paloma. Ellos expulsan demonios, realizan muchas curaciones y, según la voluntad del Legos, tienen algunas visiones sobre lo futuro. Y, siquiera se burle Celso, o el judío que introduce, sobre lo voy a decir, no dejaré de decirlo, y es que muchos han venido al cristianismo como contra su voluntad, pues cierto espíritu, apareciéndoseles en sueños o despiertos, mudó súbitamente su mente y, de odiar al Logos, pasaron a morir por El. De muchos de estos casos hemos sido testigos; sin embargo, de ponerlos por escrito, daríamos que reír a carcajadas a los incrédulos, los cuales, como suponen que otros se inventan todo eso, así creerían que nos lo inventamos también nosotros. Pero testigo es Dios de nuestra conciencia que no quiere recomendar la enseñanza divina de Jesús por mentirosas narraciones, sino por múltiple evidencia.”  [Orígenes Contra Celso, 1.46]

CIPRIANO, OBISPO DE CÁRTAGO, 200-258 d.C. «Pero, como vemos que se acerca el día de una nueva persecución y que se nos advierte con continuas señales que estemos armados y preparados para la lucha que nos prepara el enemigo […]  Pues hay que obedecer, en efecto, las señales y las advertencias […] nos ha parecido bien -por inspiración del Espíritu Santo y después de habernos advertido el Señor en varias y claras visiones, que se nos anuncia y se nos manifiesta que el enemigo está inminente […] que se acerca el día de la lucha, que muy pronto se alzará contra nosotros el enemigo violento, que viene una batalla, no como la pasada sino mucho más grave y violenta, que así nos lo ha dado a conocer Dios diversas veces y que hemos recibido sobre eso frecuentes advertencias de la providencia y misericordia del Señor». [Cipriano, Carta 57 a Cornelio – En esta carta Cipriano y 40 obispos más anuncian que Dios les ha revelado por visiones que se avecinaba una persecución mas violenta que la anterior, la cual efectivamente sucedió]

NOVACIANO, 270 d.C.: “armados y fortalecidos por el mismo Espíritu, teniendo en sí mismos los dones que este mismo Espíritu distribuye, y otorga a la Iglesia, la Esposa de Cristo, como sus ornamentos. Él es quien coloca profetas en la Iglesia, instruye maestros, dirige lenguas, da poderes y sanidades, hace obras maravillosas, ofrece discernimientos de espíritus, concede poderes de gobierno, sugiere consejos, y ordena y arregla cualesquiera otros dones de charismata que haya. Y así perfecciona y completa en todo a la Iglesia del Señor en todas partes”.  [Novaciano, Tratado sobre la trinidad, 29].

HILARIO DE POITIERS (300-367 d.C.) “Porque el don del Espíritu se manifiesta, allí donde la sabiduría habla y son oídas las palabras de vida, y allí donde es el conocimiento que viene del discernimiento dado por Dios, por el don de sanidades, para que por la curación de las enfermedades podamos dar testimonio de su gracia que concedió estas cosas; o por el hacer milagros, para que lo que hacemos pueda ser entendido como que es del poder de Dios, o por profecía, para que a través de nuestra comprensión de la doctrina podamos ser conocidos como enseñados por Dios; o por el discernimiento de espíritus, para que no seamos incapaces de decir si alguien habla con un espíritu santo o pervertido, o por géneros de lenguas, para que el hablar en lenguas pueda ser otorgado como una señal del don del Espíritu Santo; o por la interpretación de lenguas, para que la fe de aquellos que oyen no sea puesta en peligro a través de la ignorancia, dado que el intérprete de una lengua explica la lengua a aquellos que son ignorantes de ella. Así en todas estas cosas distribuidas a cada uno para provecho haya al mismo tiempo la manifestación del Espíritu, siendo evidente el don del Espíritu a través de estas ventajas maravillosas concedidas sobre cada uno”.   [Hilario de Poitiers, Sobre Mateo, 8.30]

AGUSTÍN DE HIPONA “De dónde nacen las visiones: “Procede del espíritu cuando, estando completamente sano y fuerte el cuerpo, los hombres son arrebatados en éxtasis, ya sea que al mismo tiempo vean los cuerpos por medio de los sentidos corporales y por el espíritu ciertas semejanzas de los cuerpos que no se distinguen de los cuerpos, o ya pierdan por completo el sentido corporal y, sin percibir por él absolutamente nada, se encuentren transportados por aquella visión espiritual en el mundo de las semejanzas de los cuerpos. Mas cuando el espíritu maligno arrebata al espíritu del hombre en estas visiones, engendra demoníacos o posesos, o falsos profetas. Si, por el contrario, obra en esto el ángel bueno, los fieles hablan ocultos misterios, y si además les comunica inteligencia, hace de ellos verdaderos profetas; o si, por algún tiempo, les manifiesta lo que conviene que ellos digan, los hace expositores y videntes.” [Agustín de Hipona, Del Génesis a la letra. Libro XII. 19.41]

  • “Debemos creer que tal fue aquel famoso monje Juan, a quien el emperador Teodosio el Grande consultó sobre el éxito de la guerra civil, porque tenía realmente el don de profecía. Ni puedo poner en duda de que a cada uno pueda distribuirse la totalidad de los dones, como tampoco que uno solo pueda tener muchos.» [Agustín, La Devastación de Roma. VI. 7. BAC]

 

  • Sobre Ambrosio de Milán “Tuvo lugar en Milán, estando yo allí, el milagro de la curación de un ciego, que pudo llegar al conocimiento de muchos por ser la ciudad tan grande, corte del emperador, y por haber tenido como testigo un inmenso gentío que se agolpaba ante los cuerpos de los mártires Gervasio y Protasio. Estaban ocultos estos cuerpos y casi ignorados; fueron descubiertos al serle revelado en sueños al obispo Ambrosio. Allí vio la luz aquel ciego, disipadas las anteriores tinieblas”   [Agustín de Hipona LA CIUDAD DE DIOS LIBRO XXII – CONTRA PAGANOS CAPÍTULO VIII]

 

  • «¿Qué he de hacer? Urge la promesa de terminar la obra y no puedo consignar aquí cuanto sé. Y, sin duda, la mayoría de los maestros, al leer esto, se lamentarán haya pasado en silencio tantos milagros que conocen como yo. Les ruego tengan a bien disculparme y piensen qué tarea tan larga exige lo que al presente me fuerza a silenciar la necesidad de la obra emprendida. Si quisiera reseñar, pasando por alto otros, los milagros solamente que por intercesión del gloriosísimo mártir Esteban han tenido lugar en esta colonia de Cálama, y lo mismo en la nuestra, habría que escribir varios libros. Y aun así no podrían recogerse todos, sino sólo los que se encuentran en los folletos que se recitan al pueblo. He querido recordar los anteriores al ver que se repetían también en nuestro tiempo maravillas del poder divino semejantes a las de los tiempos antiguos, y que no debían ellas desaparecer sin llegar a conocimiento de muchos. No hace dos años aún que está en Hipona Regia la capilla de este mártir, y sin contar las relaciones de las muchas maravillas que se han realizado y que tengo por bien ciertas, de sólo las que han sido dadas a conocer al escribir esto llegan casi a setenta. Y en Cálama, donde la capilla existió antes, tienen lugar con más frecuencia, y se cuentan en cantidad inmensamente superior» [Agustín de Hipona LA CIUDAD DE DIOS LIBRO XXII – CONTRA PAGANOS CAPÍTULO VIII. 20]

CIRILO DE JERUSALÉN, 315-386 d.C. «Porque Él emplea la lengua de un hombre para sabiduría; el alma de otro Él ilumina por profecía, a otro le da poder de echar fuera demonios, a otro le da interpretar las Escrituras divinas. Él fortalece el dominio propio de un hombre; Él enseña a otro la manera de dar limosnas; a otro enseña a ayunar y disciplinarse ; a otro enseña a despreciar las cosas del cuerpo; a otro prepara para el martirio; diversos en diferentes hombres, pero no diversos de Él, como está escrito.» [Cirilo de Jerusalén, Lecciones catequetícas , 16.12].

Con estos testimonios de tan variados Padres Apostólicos, Padres Apologistas Griegos, Padres y Obispos de la Iglesia griegos y latinos, creemos que el panorama es bien claro; hay un unanimis consensus Patrum que nos permite afirmar enfáticamente como Agustín «Todavía hoy se realizan milagros en su nombre… Se realizan todavía hoy muchos prodigios; los realiza el mismo Dios a través de quienes le place y como le place, lo mismo que realizó los que tenemos escritos.» [LA CIUDAD DE DIOS LIBRO XXII – CONTRA PAGANOS CAPÍTULO VIII]

Artículo y recopilación de textos: Gabriel Edgardo LLugdar – para Diarios de Avivamientos – Serie Patrística – 2018

 

 

MONASTICISMO: EL SURGIMIENTO DE OTRO MOVIMIENTO CARISMÁTICO

Una de las pruebas para constatar si la Iglesia fue CONTINUISTA o CESACIONISTA durante sus primeros siglos de vida, es testear la mentalidad de los creyentes durante el transcurso de los siglos. Supongamos que alguien alega haber tenido una visión y cuenta dicha experiencia en un grupo de escépticos, lo más lógico es que nadie le tome en serio por razón de esa predisposición o pensamiento generalizado de escepticismo. Pero si la misma persona narra la misma experiencia en un grupo donde las visiones son consideradas factibles, entonces el resultado será totalmente distinto. Más allá de las exageraciones que  podemos encontrar en las actas de los mártires, y en la vida y obra de los grandes hombres y mujeres de la Iglesia primitiva (y medieval temprana); hay un detalle que no se nos puede pasar por alto: la mentalidad de la Iglesia no era escéptica en cuanto a sucesos sobrenaturales o extraordinarios. Nadie consideraba extraño que ocurriesen milagros, sueños, visiones o actividades carismáticas, la mentalidad general de la Iglesia era continuista. Lo que sí sucedió realmente, es que el ámbito de la operación de los dones se fue reduciendo. Si en la época apostólica y durante la persecución romana los dones eran ejercidos por los creyentes en general; con la institucionalización de la Iglesia a partir de Constantino los dones se redujeron a ciertos líderes, y posteriormente, los carismas «abandonaron» los templos organizados y jerarquizados para manifestarse entre grupos marginales o menos estructurados; como por ejemplo entre los primeros monjes.

A continuación, un extracto traducido del libro 2000 Years of Charismatic Christianity

«Los monásticos eran creyentes devotos que se dedicaban a la vida ascética en un esfuerzo por experimentar la presencia y el poder de Dios de una manera muy íntima. La etapa inicial del movimiento fue individualista, con ascetas viviendo como ermitaños. Alrededor de 320 d.C., comenzaron a reunirse en comunidades donde adopta un estilo de vida totalmente autosuficiente. Durante la Edad Media (600-1517 d.C.), estas comunidades -o monasterios, como fueron llamados- se convirtieron en centros de aprendizaje, y los monjes servían como curadores de libros y manuscritos. En total devoción a Dios, se entregaban a los estudios, a la oración y a la meditación. En efecto, han resultado ser focos de luz durante un período de decadencia social intensa, conocida como la Edad Oscura (500-1300 d.C.).

Después de la llegada de Constantino al poder, la mayoría de los fenómenos sobrenaturales son registrados por los monásticos (monjes) o por aquellos que veneraban el estilo de vida monástico. El Cardenal Leon Joseph Suenens está en lo correcto al decir que “en su principio, el monasticismo fue, de hecho, un movimiento carismático” [Leon Joseph Cardinal Suenens. A new Pentecost? Nova York: Seabury, 1975, p. 38]. Los dones milagrosos del Espíritu Santo que desaparecieron de la iglesia institucional aparecían ahora entre los monásticos. Muchos monjes han ganado notoriedad por el poder de su oración y por su habilidad en producir sanidad, liberación de la opresión demoníaca y otros fenómenos milagrosos. Los padres de la Iglesia, que hablaban sobre milagros, como Atanasio, Agustín y Jerónimo, o practicaban la vida monástica o tenían una conexión estrecha con quien la practicaba.

ANTONIO Abad

San Antonio abad

Antonio Abad (251-356 d.C.) es generalmente considerado el padre del monasticismo. Él fue criado en un hogar cristiano rico de Egipto. Después de la muerte de sus padres, cuando tenía 18 años, sentía que Dios le estaba guiando para abandonar todos sus bienes y vivir una vida de devoción absoluta. Después de vender la granja de 300 acres de su padre, se mudó a una cueva en el desierto, y allí dedicaba su tiempo a la oración y a la meditación.
La fama de la santidad y del poder de oración de Antonio se extendió por todo el imperio. Muchos otros, imitándolo, adoptaron el estilo de vida ermitaño. Otros, además, inspirados por su devoción, se organizaron en comunidades monásticas.
La vida de Antonio, escrito por el Obispo Atanasio, está lleno de relatos sobrenaturales. De acuerdo con Atanasio, muchas personas de todo tipo visitaron a Antonio en el desierto buscando su sabiduría y sus oraciones. Dicen que él poseía el don de discernimiento de espíritus y recibía revelaciones sobrenaturales. Sus oraciones traían cura a los enfermos y liberación para los endemoniados. Atanasio habla de una ocasión específica en la que muchos se reunieron a la entrada de la cueva de Antonio tras sus oraciones. Antonio finalmente salió de allí y “por medio de él el Señor sanó las enfermedades corporales de muchos allí, y purificó a otros de espíritus malos” [Athanasius. Life of Antony, vol. 4 of Nicene and Post-Nicene fathers of the Christian Church, p. 200].
Antonio vivió hasta los 105 años. Según Atanasio, él se mantuvo físicamente fuerte hasta el final. Sus ojos mantuvieron el brillo y él no perdió un diente ni siquiera. Antes de su muerte, visitó a otros monjes en el desierto y les informó que aquella sería la última vez que lo verían. Ellos respondieron con lágrimas y abrazos y él, a su vez, les exhortó alegremente a permanecer en su devoción a Dios. Poco después, después de haber indicado qué debían hacer con la distribución de sus pocas pertenencias, encogió sus pies en la cama (como Jacob en Génesis 49.33) y murió con una expresión de alegría en su rostro.

PACOMIO

Pacomio (292-346 d.C.) era un soldado dispensado que probablemente se inspiró en el testimonio de Antonio para vivir durante un tiempo como ermitaño. Un día, cuando estaba sentado en su celda, un ángel le apareció y le dijo: “Ve y trae a ti a los que andan errantes, y habita con ellos, y entregale estas leyes que te dictaré” [Ann Freemantle. Un tesoro de la cristiandad temprana. Nova York: New American Library, 1953, p. 389]. A continuación, Pacomio organizaría el primer monasterio, en el 320 d.C., al este del río Nilo, en Tabennisi. Cada miembro de la comunidad se comprometía a cumplir una tarea, adoptar horarios específicos para la adoración y usar ropas similares a las de sus colegas monjes. Además del tiempo dedicado a la devoción privada, tenían horarios fijos para la adoración común. Un escritor antiguo describió a Pacomio como “un hombre dotado de la gracia apostólica tanto en la enseñanza y en la operación de milagros”. [Jerome & Gennadius. Illustrious men of the Church, vol. 3 of Nicene and Post-Nicene fathers of the Christian Church, p. 387]. En cierta ocasión, él recibió a un visitante de Occidente que hablaba latín, una lengua que Pacomio no conocía. Pero después de tres horas de oración sincera, Pacomio adquirió la habilidad de conversar con el visitante en latín. Se relató que, cuando era necesario, Pacomio lograba comunicarse en varias ocasiones en una lengua que no había aprendido antes. Esto indica que probablemente el don de lenguas era común en las comunidades monásticas.

ATANASIO

Atanasio

Conocido como el padre de la ortodoxia, Atanasio (295-373 d. C.) fue el obispo de Alejandría. Su vida precedió y sucedió al Concilio de Nicea. Su fama se debe más a sus escritos contra el arrianismo. Arrio enseñaba que Cristo era un ser creado, diferente del Padre y menor que él. Esta enseñanza conquistó muchos seguidores en el cuarto siglo. Atanasio, por otro lado, insistió que Cristo era igual, coeterno y consubstancial al Padre. En virtud de esas posiciones, fue exiliado por cinco veces, pero su enseñanza finalmente fue aceptada por la doctrina oficial de la Iglesia. Atanasio estaba obviamente acostumbrado al ministerio sobrenatural del Espíritu Santo. Él escribió el relato de la vida de su amigo Antonio, inmortalizando muchos de sus milagros. Atanasio concluyó su relato de la vida de Antonio diciendo: “No podemos dudar de que tales maravillas hayan sido operadas por un hombre. Porque en la promesa del Salvador él dijo: ‘Si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pasa de aquí para allá, y ha de pasar; y nada os será imposible’.” [Athanasius. Life of Anthony, p. 218].

En la época de Atanasio, el cargo de obispo ya se había rodeado de tantos ornamentos políticos que muchos consideraban la aceptación de esa posición como una manera de dar ocasión al pecado. Sin embargo, Atanasio argumentó contra esa postura en una carta a su amigo Dracóncio, el cual debía elegir entre un estilo de vida monástico comprometido con Dios o el de un obispo, rodeado de facilidades y tentaciones. Atanasio dice a Dracóncio que él puede vivir cualquier tipo de vida devota que su alma desea, aun siendo obispo. Él dice a Dracóncio que conoce a obispos que ayunan y monjes que no, y también obispos que no se casaron y monjes que se casaron y tuvieron hijos. También dice que ‘conocemos obispos que operan maravillas (milagros) y monjes que no’ [Athanasius. Letters of Athanasius, vol. 4 of Nicene and Post-Nicene fathers of the Christian Church, p.560]. El testimonio de Atanasio muestra claramente que él estaba acostumbrado y abierto a los dones milagrosos del Espíritu. Sus escritos revelan que no se sabía nada sobre la teoría de que los dones habían cesado ni que eran reservados a un grupo de pocos santos seleccionados.

HILARIÓN DE GAZA

San Hilarion de Gaza

Hilarión (305-385 d.C.) nació en la ciudad de Gaza, Palestina. Sus padres, paganos, le dieron una buena educación. Se convirtió en un creyente en Jesucristo aún en tierna edad, y desde el principio mostraba una tendencia a la vida ascética. Mientras estaba todavía en su adolescencia, Hilarión supo de la fama de Antonio y lo visitó en su retiro en el desierto. Debido a esta visita, Hilarión se dedicó a una vida de devoción en el desierto de Palestina. Él, así como Antonio, ganó reputación por su santidad y poder de oración. Jerónimo, que lo conoció personalmente, dijo: ‘Yo no tendría tiempo de relatar todos los milagros que fueron operados por él’ [Jerome, The Life of Saint Hilarion, vol. 6 of Nicene and Post-Nicene fathers of the Christian Church, p.309].
En otra ocasión, Hilarión encontró un paralítico acostado cerca de la entrada de su abadía. Él preguntó cuál era el nombre del hombre, y entonces: “[…] llorando mucho y extendiendo su mano al hombre postrado, dijo: ‘Te ordeno, en el nombre del Señor Jesucristo, que te levantes y andes’. Las palabras ni siquiera habían salido de su boca cuando, a una velocidad milagrosa, sus miembros fueron fortalecidos y el hombre levantó y se mantuvo de pie” [Jerome, The Life of Saint Hilarion, vol. 6 of Nicene and Post-Nicene fathers of the Christian Church, p.314].

AMBROSIO DE MILÁN

Ambrosio

Ambrosio (340-397 d.C.) se convirtió en obispo de Milán en 374 d.C.; para serlo, desistió de una carrera exitosa. Él era un competente administrador y un predicador talentoso. Su predicación fue fundamental para traer a Agustín al conocimiento de la Verdad; en 387 d.C. bautizó a Agustín. En cierta ocasión en Milán, relata Agustín, una enorme multitud se aglomeró cerca de una tumba de dos mártires. En un sueño, se reveló a Ambrosio la ubicación de los cuerpos de esos mártires. Una vez que la multitud se aglomeró, un ciego recibió su vista milagrosamente [Augustine. The city of God, vol. 2 of Nicene and Post-Nicene fathers of the Christian Church, p.485].

Aunque él haya vivido y ministrado en una época de decadencia espiritual, Ambrosio expresa en sus escritos una preocupación y una apertura a las manifestaciones sobrenaturales del Espíritu. Esta perspectiva es clara en su obra Del Espíritu Santo, en la que intenta demostrar la unidad de la Trinidad, señalando que lo que se podría hablar del Padre y del Hijo también se puede hablar del Espíritu Santo.

Ved que el Padre y Cristo también escogen maestros para las iglesias, y así como el Padre da el don de sanidad, el Hijo también lo da; así como el Padre da el don de lenguas, el Hijo también lo concedió. De esta manera, sabemos que lo mismo ocurre con respecto al Espíritu Santo; él concede los mismos tipos de gracias. Por lo tanto, el Espíritu da los mismos dones que el Padre, y el Hijo también los da. [Ambrose. Of the Spirit, vol. 10 of Nicene and Post-Nicene fathers of the Christian Church, p.134].

Este pasaje expresa una clara aceptación del fenómeno carismático, como las curaciones y el don de lenguas. Debería ser recordado también que él habla de esos dones en el tiempo verbal presente, mostrando su creencia en la validez de ellos en su época.

JERÓNIMO

Jerónimo - Caravaggio

Jerónimo (347-420 d.C.) se convirtió en 360 d.C. y pasó a ser un estudiante nómada en Roma y en las ciudades de la Galia durante muchos años. Se convirtió en un intelectual astuto y un amante de las letras clásicas. Mientras viajaba por Oriente y Antioquía, enfermó gravemente. Durante su enfermedad, Cristo se le manifestó y le amonestó por su devoción exagerada a los estudios clásicos. Arrepentido, él regresó, se convirtió en un diligente estudiante de la Biblia, estudió hebreo y vivió como ermitaño en una región cercana a Antioquía. Un estudioso llamó a Jerónimo de “el intelectual más poderoso que la iglesia occidental antigua pudo ostentar” [Williston Walker. A history of the Christian church. Nova York: Charles Scribner, 1920, p.173].

Tiempo después, Jerónimo se mudó a Palestina, donde se convirtió en el abad del monasterio. Durante ese tiempo, hasta su muerte en el 420 d.C., Jerónimo escribió las obras por las que se le recuerda, incluso su magnum opus, la traducción de las Escrituras al latín, llamada La Vulgata. Desde el Concilio de Trento (1545-1563) hasta hace poco, esta fue la única Biblia oficial de la Iglesia Católica Romana.
Queda claro que Jerónimo creía en el ministerio sobrenatural del Espíritu Santo. Los milagros son siempre mencionados por él, especialmente en su obra La vida de San Hilarión. Tal vez el milagro más extraordinario relatado por Jerónimo sea el de Hilarión aquietando el mar que había sido agitado por un terremoto violento. Según Jerónimo, una enorme pared de agua que estaba a punto de destruir la aldea de Epidauro se calmó y se deshizo ante la palma de la mano de Hilarión: “En verdad, aquello que fue dicho a los apóstoles – ‘si tuvieres fe, diréis a esta montaña: – ve al mar – y ella irá’ podrá ser cumplida literalmente si alguien tiene la fe que el Señor exigió que los apóstoles tuvieran” [Jerome. The life of Saint Hilarion, p.313]. Jerónimo vivió sano hasta llegar al siglo V y no da ninguna pista en sus escritos de que esperara el fin de los milagros. Como Atanasio, él muestra que los milagros están al alcance de todos los que creen según las palabras de Jesús.

AGUSTÍN DE HIPONA

Agustin-de-Hipona

Después de su conversión en 387 d.C., Agustín (354-430 d.C.) se convirtió en el obispo de Hipona, en el África septentrional. Él fue un pensador influyente y un escritor prolífico, generalmente reconocido como el mayor de los padres de la Iglesia; tanto que una gran parte de la teología del catolicismo romano como del protestantismo está basada en su pensamiento. [Cairns. Christianity through the Centuries, p.146].

Al inicio de su caminar con Cristo, Agustín miró con sospecha al ministerio milagroso del Espíritu Santo. En su homilía La epístola de San Juan, se refería a las lenguas en Pentecostés como una señal “adaptada a un tiempo” que ya había pasado. Él prosigue en esa línea diciendo que el testimonio de la presencia del Espíritu Santo ya no es dado por los milagros, sino por el amor de Dios a la iglesia manifestado en el corazón de algunos. [Augustine. The epistle of Saint John, vol. 12 of Nicene and Post-Nicene fathers of the Christian Church, pp.497-98].
Más tarde, sin embargo, Agustín demuestra un gran interés por lo sobrenatural y relata varios acontecimientos milagrosos en su propia vida y en la de otros. En su obra La ciudad de Dios, todo un capítulo tiene el título de “Sobre los milagros que fueron operados para que el mundo pudiera creer en Cristo y que no dejaron de ser operados ahora que el mundo cree”. Agustín dice: “Porque hasta ahora mismo los milagros son operados en el nombre de Cristo, sea por sus sacramentos, sea por la oración, sea por las reliquias de sus santos” [Augustine. The city of God, p.485].

Agustín comienza a describir varios milagros que conoció personalmente, incluyendo curas de ceguera, cáncer, gota, hemorroides, posesión demoníaca e incluso muertos que revivieron. Algunos eran curados como consecuencia sólo de la oración, y un paralítico fue curado en el momento de su bautismo. Sin duda, los milagros eran comunes donde vivía, pues él dice: “Estoy tan apresurado por la promesa de terminar pronto este trabajo que no pude relatar todos los milagros que conozco” [Augustine. The city of God, p. 489]. [Para más detalles visita nuestro artículo San Agustín Contra el Cesacionismo I]

Agustín también habla de un fenómeno al que él llamó júbilo, que es muy similar a lo que los carismáticos de hoy llaman “cantar en el Espíritu”, o sea, cantar en otras lenguas. De acuerdo con Agustín, la persona comienza a experimentar ese júbilo cuando su boca ya no es capaz de expresar con palabras lo que el corazón está cantando. La persona continúa emitiendo sonidos, pero los sonidos son desarticulados, porque su corazón está profiriendo lo que la persona no puede hablar en palabras. Entonces él dice:

¿Y a quién se debe ese júbilo sino al Dios inefable? Por ser inefable, nadie podrá expresarlo con palabras; y si usted no puede expresarlo con palabras y ni mantenerse en silencio, entonces no queda sino cantar en júbilo, para que su corazón se alegre sin palabras y su alegría exuberante no esté restringida a los límites silábicos. [Francis Sullivan. Charism and charismatic renewal. Dublin, Scotland: Gill and MacMillan, 1982, p.147; confróntese con Eddie Ensley. Sounds of wonder. Nova York: Paulist Press, 1977].

El interés de Agustín por los milagros llevó a algunos estudiosos a concluir correctamente que, al final de su vida, él modificó su visión sobre el ministerio milagroso del Espíritu Santo. Pero la suerte ya estaba echada y los líderes más influyentes adoptaron sus antiguas opiniones; estas, pues, se esparcieron por toda la iglesia y atravesaron las eras como representantes de su posición. Agustín puede así ser responsabilizado, más que cualquier otro, por lo que vino a ser conocido como la Teoría de la Cesación (Cesacionismo). [Para conocer más sobre Agustín y su continuismo te invitamos a leer el artículo: Agustín contra el cesacionismo capítulo II]

BENITO DE NURSIA

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En su adolescencia, Benito de Nursia (alrededor de 480-547 d.C.) fue enviado a Roma para adquirir una buena educación. Alrededor de 500 d.C., abismado con los vicios de esa ciudad, se recogió a una cueva en las montañas al este de Roma, donde vivió como ermitaño. Aproximadamente en 529 d.C. fundó el monasterio de Monte Cassino, que sobrevivió como punto de referencia hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando un bombardeo lo destruyó.
Otra contribución duradera de Benito fue la que vino a ser conocida como La Regla de San Benito. Él proporcionó a la vida monástica comunal un patrón de comportamiento, de trabajo y de adoración. Este se ha convertido en uno de los planes para la vida monástica más importantes en la Edad Media en toda Europa.
Benito ganó fama tanto por su poder de oración como por su operación de milagros. Se cuenta una historia en la que un muro del monasterio cayó mientras estaba siendo construido, matando a uno de los monjes. Benito ordenó que trajeran el cuerpo desfigurado a su sala. Después de haber cerrado la puerta, se arrodilló y oró fervorosamente. Dentro de una hora, para el asombro de todos, el joven monje resucitó y volvió a construir el muro. [Saint Gregory the Great. Dialogues, vol. 39 of The fathers of the Church. Odo John Zimmerman,1959, pp.76-77].

Benito no restringió su ministerio a los miembros de su monasterio. Él alcanzó a las personas que estaban más allá de los muros. “Él curó a sus enfermos, alivió la ansiedad, y dicen que resucitó muertos más de una vez” [Michael Walsh (ed.). Butler’s lives of the saints. San Francisco, CA: Harper, 1991, p.212]. En sus Diálogos, Gregorio relata los incidentes en los que Benito expulsa malos espíritus de algunos individuos.

GREGORIO MAGNO

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Gregorio Magno (540-604 d.C.) nació de padres ricos y recibió una buena educación. Alrededor de 570 d.C., fue hecho prefecto de Roma, cargo altamente honroso. Después de la muerte de su padre, Gregorio abdicó de su fortuna y entró a un monasterio benedictino. Allí ganó notoriedad por ser un líder talentoso; cuando el Papa Pelagio murió en el 590 d.C., Gregorio fue elegido para sucederle. En sus Diálogos, Gregorio recuerda varios milagros que conocía personalmente, incluyendo resurrecciones. Muchos de estos milagros reflejan Marcos 11.23, cuando Jesús dijo: “Porque de cierto os digo que cualquiera que diga a este monte: quítate y echate en el mar, y no dude en su corazón, sino creyendo que se hará aquello que dice, todo lo que diga le será hecho”

Gregorio obviamente creía en milagros y creía que ellos continuarían sucediendo por toda la historia de la Iglesia, pues en ningún lugar él habla de una teoría del cese. Gregorio enfatiza que eran los hombres santos de Dios que operaban esos milagros, mostrando allí la tendencia medieval de asociar los milagros a la vida santa y ascética. Esta importancia exagerada dada a la vida ascética acabó dividiendo la iglesia durante ese período.

Traducción del libro de E. L. Hyatt – Dos Mil años de Cristianismo Carismático

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Conclusión: lo que hemos podido constatar en todos estos relatos, más allá de las posibles exageraciones propias del misticismo medieval, es que nadie en la Iglesia consideraba como imposible que tales eventos extraordinarios sucedieran. La mentalidad siempre fue abierta al obrar sobrenatural del Espíritu; si bien la estructura y jerarquía eclesiástica comenzaba a adquirir tintes de Iglesia Estatal y funcional al Emperador, aún se conservaba en ámbitos más retirados esa espiritualidad y vivencia espontánea, en la que los dones suelen ser más habituales.

Artículo y Traducción de Gabriel Edgardo LLugdar Diarios de Avivamientos 2018