Todos estos textos han sido tomados de fuentes primarias, de las traducciones disponibles en español.
Justino Mártir [100-165 d.C.]
“Ni hubiera dicho nada nuestro Señor, según la voluntad del Padre y Maestro del universo que le envió: “Vendrán de Oriente y de Occidente y se tomarán parte en el festín con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; pero los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas exteriores”. No es culpa de Dios si aquellos que Él previó que serían, y que serán, injustos, lo mismo ángeles que hombres, se hicieron malvados: es por la falta propia de cada uno, que son tales como que cada uno de ellos aparecerá; esto lo he demostrado en lo que precede” [Justino Mártir, Diálogo con Trifón, CXL.4]. Anteriormente en el LXXVI.3,4 había dicho: “Estas grandes cosas que el Padre inscribió en su designio para todos aquellos que le son o en adelante le serán agradables, como para aquellos hombres o ángeles que se apartaron de su designio, sólo (Cristo) las enseñó abiertamente, diciendo: «Vendrán de Oriente y Occidente y se tomarán parte en el banquete con Abrahán, Isaac y Jacob, en el reino de los cielos; pero los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas exteriores»”
Teófilo de Antioquia [†183 d.C.]
“II,27,4. Pues Dios creó al hombre libre y dueño de sí. 5. Así pues, lo que el hombre se ganó por su negligencia y desobediencia, Dios se lo regala ahora por su propia filantropía y misericordia, cuando el hombre le obedece. 6. Así como desobedeciendo se atrajo el hombre la muerte, de la misma manera, obedeciendo a la voluntad de Dios, el que quiera puede ganarse para sí la vida eterna. 7. Pues Dios nos dio la ley y mandamientos santos, y todo el que los cumpla puede salvarse y alcanzada la resurrección heredar la incorrupción. II,34,4. En cambio, Dios padre y creador del universo no abandonó la humanidad, sino que le dio una ley y envió santos profetas para anunciar y enseñar al género humano, a fin de que cada uno de nosotros fuera temperante y reconociera que hay un solo Dios. 5. Ellos nos enseñaron también a abstenernos de la ilícita idolatría, del adulterio, del asesinato, de la fornicación, del robo, de la avaricia, del falso juramento, de la ira y de toda lascivia e impureza, y que todo lo que el hombre quiere que no le hagan a él, no se lo haga él a nadie, y así, el que practique la justicia escape a los castigos eternos y se haga digno de la vida eterna que viene de Dios”. [Teófilo de Antioquia, Libro a Autólico].
Ireneo de Lyon [130-202 d.C.]
“37,1. Esta frase: «¡Cuántas veces quise recoger a tus hijos, pero tú no quisiste!», bien descubrió la antigua ley de la libertad humana; pues Dios hizo libre al hombre, el cual, así como desde el principio tuvo alma, también gozó de libertad, a fin de que libremente pudiese acoger la Palabra de Dios, sin que éste lo forzase. Dios, en efecto, jamás se impone a la fuerza, pues en él siempre está presente el buen consejo. Por eso concede el buen consejo a todos. Tanto a los seres humanos como a los ángeles otorgó el poder de elegir -pues también los ángeles usan su razón-, a fin de que quienes le obedecen conserven para siempre este bien como un don de Dios que ellos custodian. En cambio no se hallará ese bien en quienes le desobedecen, y por ello recibirán el justo castigo; porque Dios ciertamente les ofreció benignamente este bien, mas ellos ni se preocuparon por conservarlo ni lo tuvieron por valioso, sino que despreciaron la bondad suprema. Así pues, al abandonar este bien y hasta cierto punto rechazarlo, con razón serán reos del justo juicio de Dios, de lo que el Apóstol Pablo da testimonio en su Carta a los Romanos: «¿Acaso desprecias las riquezas de su bondad, paciencia y generosidad, ignorando que la bondad de Dios te impulsa a arrepentirte? Por la dureza e impenitencia de tu corazón amontonas tú mismo la ira para el día de la cólera, cuando se revelará el justo juicio de Dios». En cambio, dice: «Gloria y honor para quien obra el bien». 37,2. Si, en efecto, unos seres humanos fueran malos por naturaleza y otros por naturaleza buenos, ni éstos serían dignos de alabanza por ser buenos, ni aquéllos condenables, porque así habrían sido hechos. Pero, como todos son de la misma naturaleza, capaces de conservar y hacer el bien, y también capaces para perderlo y no obrarlo, con justicia los seres sensatos (¡cuánto más Dios!) alaban a los segundos y dan testimonio de que han decidido de manera justa y han perseverado en el bien; en cambio reprueban a los primeros y los condenan rectamente por haber rechazado el bien y la justicia. 37,3. […] Todos los textos semejantes a éstos, que nos muestran al ser humano como libre y capaz de tomar decisiones, nos enseñan cómo Dios nos aconseja exhortándonos a obedecerle y apartarnos de la infidelidad, pero sin imponerse por la fuerza. 37,4. Incluso el Evangelio: si alguien no quiere seguirlo, le es posible, aunque no le conviene; porque desobedecer a Dios y perder el bien está en nuestras manos, pero hacerlo lesiona al ser humano y le causa serio daño. Por eso dice Pablo: «Todo es posible hacer, pero no todo conviene». Por una parte muestra la libertad del ser humano, por la cual éste puede hacer lo que quiera, pues ni Dios lo fuerza a lo contrario; pero añade «no todo conviene», a fin de que no abusemos de la libertad para enmascarar la malicia: eso no es conveniente. […] Mas si no estuviese bajo nuestro arbitrio hacer estas cosas o evitarlas, ¿qué motivo habría tenido el Apóstol, y antes el mismo Señor, de aconsejar hacer unas cosas y abstenerse de otras? Pero, como desde el principio el ser humano fue dotado del libre arbitrio, Dios, a cuya imagen fue hecho, siempre le ha dado el consejo de perseverar en el bien, que se perfecciona por la obediencia a Dios. 37,5. Y no sólo en cuanto a las obras, sino también en cuanto a la fe, el Señor ha respetado la libertad y el libre arbitrio del hombre, cuando dijo: «Que se haga conforme a tu fe». Esto muestra que el ser humano tiene su propia fe, porque también tiene su libre arbitrio. Y también: «Todo es posible al que cree». Y: «Vete, que te suceda según tu fe». Todos los textos semejantes prueban que el ser humano tiene libertad para creer. Por eso «el que cree tiene la vida eterna, mas el que no cree en el Hijo no tiene la vida eterna, sino que la cólera de Dios permanece en él». Por este motivo el Señor mostró que el ser humano tiene su bien propio, que es su arbitrio y su libertad, como dijo a Jerusalén: «¡Cuántas veces quise recoger a tus hijos como la gallina bajo sus alas, pero no quisiste! He aquí que tu casa quedará desierta». [Ireneo de Lyon. Contra las Herejías IV,37,1-5]
“27,1. Escuché de un presbítero que había oído de aquellos que habían visto a los Apóstoles, y de ellos había aprendido, que a los antiguos, ya que actuaban sin el consejo del Espíritu, les bastaba la corrección que les hacía la Escritura; porque Dios, que no tiene acepción de personas, corregía con un proporcionado castigo lo que se hacía contra su beneplácito. […] 27,2. […] Por eso decía aquel presbítero, no debemos sentirnos orgullosos ni reprochar a los antiguos; sino hemos de temer, no sea que después de conocer a Cristo hagamos lo que no agrada a Dios, y en consecuencia no se nos perdonen ya nuestros pecados, sino que se nos excluya de su Reino. Pablo dijo a este propósito: «Si no perdonó las ramas naturales, él quizá tampoco te perdone, pues eres olivo silvestre injertado en las ramas del olivo y recibes de su savia»» [Ireneo de Lyon, Contra las herejías, IV, 27, 2].
Atenágoras de Atenas [133-190 d.C.]
“3. Porque la sustancia de esos ángeles fue creada por Dios para que ejercieran la providencia sobre las cosas por Él ordenadas, de suerte que Dios conservaría la providencia universal y general del universo, pero de la providencia particular se encargarían los ángeles por Él ordenados. 4. Pero a la manera que los hombres tienen libre albedrío y pueden optar por el vicio y la virtud, pues de no estar en su mano la virtud y el vicio, ni honrarías a los buenos ni castigarías a los malos, cuando unos se muestran diligentes en lo que les encomiendan, mientras otros se revelan desleales, así también los ángeles fueron puestos ante idéntica elección. 5. Unos, que fueron desde luego creados libres por Dios, permanecieron en lo que Dios los creó y ordenó; otros ultrajaron tanto el fundamento de su naturaleza como el imperio que ejercían.” [Atenágoras de Atenas [133-190], Llamamiento, o apología, en favor de los cristianos, XXIV, 3-5].
Clemente de Alejandría [150-215 d.C.],
“11.96,1. En la medida de nuestras fuerzas, hemos mostrado cómo es su amor a los hombres y su pedagogía. El Logos ha realizado una magnífica descripción de sí mismo, comparándose a “un grano de mostaza” […] 2. Por medio de este grano diminuto, entendido en su sentido alegórico, se dispensa a toda la humanidad el gran beneficio de la salvación. […] 3. El divino Pedagogo es digno de toda nuestra confianza, porque posee tres preciosas cualidades: la ciencia, la benevolencia y la franqueza. La ciencia, porque es la sabiduría del Padre: “Toda sabiduría procede del Señor, y permanece en Él eternamente”; la franqueza, porque Él es Dios y Creador: “todas las cosas fueron hechas por Él, y, sin Él, nada fue hecho”; la benevolencia, porque se ha entregado a sí mismo como víctima única por nosotros: “El buen pastor da su vida por sus ovejas”, y Él, efectivamente, la dio, pues la benevolencia no es más que querer el bien del prójimo, por Él mismo. 12.100,1. Por esa razón el Logos es llamado Salvador, porque ha dispensado a los hombres estas medicinas racionales, para que puedan sentir rectamente y alcancen la salvación: Él sabe esperar el momento oportuno, reprender los vicios, hacer patente las causas de las pasiones, cortar la raíz de los apetitos irracionales, señalar aquello de lo que debemos abstenernos, y dispensar a los enfermos todos los antídotos saludables. Ésta es la más grande y regia obra de Dios: salvar a la humanidad.” [Clemente de Alejandría, Pedagogo, XI].
“III.10.1. Los seguidores de Basílides [herejía gnóstica que sostenía que la fe era según la eleción] consideran que la fe es algo natural, porque la atribuyen a la elección, al descubrir las doctrinas sin demostración alguna, sino mediante una comprensión intelectual. 10.2. En cambio, los valentinianos [herejía gnóstica que sostenía que una parte de la humanidad ya estaba destinada a la salvación desde su origen] nos asignan la fe a nosotros, los simples, pero sostienen que la gnosis reside en ellos, que son salvados por su naturaleza, en conformidad con la superioridad de su origen; y dicen que la gnosis dista más de la fe que lo espiritual respecto a lo psíquico. 10.3. Además los basilianos [herejía gnóstica que enseñaba una elección anterior supercósmica] afirman que la fe y la elección poseen su respectivo espacio, según su categoría individual; y que consecuentemente, de la elección supercósmica depende en toda naturaleza la fe cósmica, y también que el don de la fe sería proporcional a la esperanza de cada uno. 11.1. Si eso es así la fe no sería resultado de una libre determinación, sino de un privilegio de la naturaleza; así tampoco sería responsable el que no cree, ni merecería un castigo justo; lo mismo que el creyente tampoco sería responsable. De esta manera, cuanto hay de personal y diferente realmente en nosotros por la fe o la incredulidad, no estará sometido ni a alabanza ni a reproche para quien bien razona, ya que todo se encuentra predeterminado por la necesidad natural, surgida del que tiene poder universal. Y si nosotros estamos gobernados por una fuerza natural, como por cuerdas, igual que los objetos inanimados, lo voluntario y lo involuntario resultan ser nociones superfluas, al igual que el impulso que los dirige. 11.2. En cuanto a mí, no puedo concebir un ser viviente cuya capacidad impulsiva es resultado de una necesidad, instado por una causa externa. Entonces, ¿dónde estaría la conversión del incrédulo, por la que se obtiene el perdón de los pecados? Así, tampoco sería ya razonable el bautismo, ni el sello bendito, ni el Hijo, ni el Padre; sino que para ellos Dios viene a ser, me parece a mí, la distribución de las naturalezas, sin el fundamento de la salvación que es la fe voluntaria. IV.12.1. Pero nosotros que hemos recibido del Señor, mediante las Escrituras, que a los hombres se les ha dado la facultad de elegir y de rechazar libremente, apoyándose en la fe, como criterio inmutable (o: infalible); demostramos que “el espíritu está pronto”, porque hemos elegido la vida y hemos creído a Dios mediante su voz. Y quien ha creído al Verbo sabe que eso [que ha creído] es verdadero, porque el Verbo es verdad; por el contrario, quien no ha creído (al Verbo) que habla, no ha creído a Dios. ” [Clemente de Alexandria. Stromata, II. III. 10,1-11,2. IV. 12.1).
Tertuliano [160-220 d.C.]
[Viene hablando de Satanás] “Pero, ¿y este espíritu perverso y seductor es también obra de Dios? No se puede negar que Dios lo creó; pero lo creó resplandeciente de gloria, y adornado de justicia y de santidad; él después se pervirtió y se degradó, por haber abusado culpablemente de su libertad: en una palabra, Dios lo había hecho Ángel, y él se hizo demonio. Está, pues, demostrado y es incontestable, que todo bien proviene del Creador y todo mal, de la criatura libre y rebelde a su Creador.” [Tertuliano. Contra Marción. II.7]
Orígenes de Alejandría [184-253 d.C.]
“Hemos dicho ya muchas veces, apoyándolo con las afirmaciones que hemos podido hallar en las Escrituras, que el Dios creador de todas las cosas es bueno, justo y omnipotente. Cuando Él en un principio creó todo lo que deseó crear, a saber, las criaturas racionales, no tuvo otro motivo para crear fuera de sí mismo, es decir, de su bondad. Ahora bien, siendo Él mismo la única causa de las cosas que habían de ser creadas, y no habiendo en Él diversidad alguna, ni mutación, ni imposibilidad, creó a todas las criaturas iguales e idénticas, pues no había en Él mismo ninguna causa de variedad o diversidad. Sin embargo, habiendo sido otorgada a las criaturas racionales, como hemos mostrado muchas veces, la facultad del libre albedrío, fue esta libertad de su voluntad lo que arrastró a cada una –de las criaturas racionales–, bien a mejorarse con la imitación de Dios, bien a deteriorarse por negligencia. Ésta fue la causa de la diversidad que hay entre las criaturas racionales, la cual proviene, no de la voluntad o intención del Creador, sino del uso de la propia libertad. Pero Dios, que había dispuesto dar a sus criaturas según sus méritos, hizo con la diversidad de los seres intelectuales un solo mundo armónico, el cual, como una casa en la que ha de haber no solo “vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro, unos para usos nobles, y otros para los más bajos” (2 Ti. 2:20), está provisto con los diversos vasos que son las almas. En mi opinión éstas son las razones por las que se da la diversidad en este mundo, pues la divina providencia da a cada uno lo que corresponde según son sus distintos impulsos y las opciones de las almas. Con esta explicación aparece que el creador no es injusto, pues otorga a cada uno lo que previamente ha merecido; ni nos vemos forzados a pensar que la felicidad o infelicidad de cada uno se debe a un azar de nacimiento o a otra cualquier causa accidental; ni hemos de creer que hay varios creadores o varios orígenes de las almas” . [Orígenes, Tratado de los Principios. II.9.6]
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Recopilación de Textos y edición: Gabriel Edgardo LLugdar – Diarios de Avivamientos – Serie Patrística – 2018