Conocimiento Vs. Amor – Un desafío Pentecostal

Si han leído el tratado anterior “Santidad versus Soberanía”, puede que a alguno le haya quedado la impresión de que era un ataque directo al “conocimiento”, o lo que sería equivalente: huele a anti-intelectualismo. Pero bastaría con echar una mirada al contenido de la biblioteca de Diarios de Avivamientos, y los artículos que hemos publicado, para desbaratar tal hipótesis; o disipar el mal olor de la ignorancia voluntaria, que es la ignorancia perniciosa y que trataremos en el presente artículo.

Uno de los problemas (graves) de las iglesias (muchas) carismáticas de hoy, es nuestro chamanismo espiritual, donde el emocionalismo es la “marihuana” que nos pone a todos contentos, y al fin y al cabo eso es lo que importa: sentirnos bien.

Como dice aquel viejo corito pentecostal: “Yo no sé a lo que tú has venido, pero yo vine a alabar a Dios”. Suena lindo, pero la base del culto no es “yo” sino “nosotros”. Es la asamblea, la iglesia, el cuerpo unido en un mismo sentir para alabar a Dios. Es como si el pie derecho le dijese al izquierdo “yo no sé para donde tú vayas, pero yo me voy para el sur”. Pues no, porque el culto es el Cuerpo de Cristo unido como Cuerpo, alabando a Cristo quien es su Cabeza. Y esto es así desde los tiempos de la iglesia primitiva, según el mandato de Pablo: “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros” [Romanos 12:15]

Es pues, el culto, básicamente unidad. Un único Dios, en Tres Personas, siendo verdaderamente adorado por una diversidad de personas unidas en una asamblea; que unidas espiritualmente junto a todas las demás asambleas universales, conforman un solo Cuerpo que es la única Iglesia verdadera.

El emocionalismo es a la Iglesia, lo que la marihuana al chamán: un psicotrópico. Por psicotrópico se entiende a aquella sustancia que actúa sobre el sistema nervioso central, lo cual trae como consecuencia cambios temporales en la percepción, ánimo, estado de conciencia y comportamiento. Marihuana y Misticismo nunca han estado divorciados, los chamanes la han usado por siglos para producir trances y alteraciones de la percepción en sus rituales mágicos; emocionalismo al más puro nivel para seducir a las masas.

Y siendo que la obra del Espíritu Santo no produce meros “cambios temporales”, sino profundas transformaciones permanentes; yo no me atrevería nunca a defender un emocionalismo anti-intelectual, que es puro humo. Como tampoco me pasaría a la vereda de en frente, para defender un mero intelectualismo carente de emociones, pues no me llamo Microsoft ni Toshiba; y además me encuentro dentro de los que Pablo califica con capacidad de gozar y llorar.

Y si nunca has gozado o nunca has llorado en un culto, la próxima vez mira bien el letrero colgado en la entrada de donde te congregas, a lo mejor en vez de iglesia dice “laboratorio de criónica” (Criónica es la práctica de conservar personas o animales enfermos para los que hoy en día no existe cura, congelándolos en nitrógeno a una temperatura de -124ºC a -196ºC aproximadamente, con el fin de que en un futuro la ciencia pueda otorgarles una solución). Tal vez solamente te estén manteniendo congelado hasta la Segunda Venida de Cristo.

Bajo esa nube psicotrópica del emocionalismo, el bienestar individual parece ser lo único que cuenta: yo canto estas canciones, con este ritmo, porque “me gusta”. Yo danzo porque “me toma” el Espíritu. Yo “me caigo” al suelo porque “me soplan”. Yo “me río”. Yo “recibo” una doble porción. “Yo decreto” que este año será “para mí” el año de la cosecha… y yo no sé a lo que tú has venido, pero yo vine a pasármela bien.

Ante todo esto, yo “me enojo”. Y tal vez tenga, a diferencia de otros, el derecho de hacerlo. Pues soy pentecostal, por más de treinta años, y amo a este movimiento que en sus comienzos tenía por prioridad al “otro”, aunque ahora la prioridad sea “mi bienestar”. Yo soy un pentecostal que le habla a los pentecostales, no alguien que quiere pescar en río ajeno.

Claro que para ser justos habría que intentar diferenciar entre pentecostalismo histórico (un avivamiento enfocado hacia el evangelismo, las misiones y las obras de amor entre los marginados) y neo-pentecostalismo (enfocado en el “yo”, predicadores de la prosperidad y manifestaciones extravagantes), como también diferenciar entre calvinismo histórico (enfocado hacia el establecimiento de iglesias sólidas, las misiones y el desarrollo intelectual e investigativo) y los neo-reformados, (furiosos caza arminianos – obsesionados con los “pente” – muchos de ellos han salido de iglesias carismáticas con amargura y frustración no superadas – estás con ellos o contra ellos – intentan despegarse de los híper-calvinistas pero caen en el mismo fanatismo excluyente). Personalmente, el único Neo por el que he sentido algo de aprecio en mi vida ha sido por el de Matrix, y no sé qué habrá sido de él porque me quedé dormido a la mitad de la segunda película.

En la Iglesia sobran prejuicios y falta autocrítica. Es fácil para quien no es carismático criticar desde la ignorancia a los carismáticos; eso hace ganar adeptos entre los que son tan ignorantes como el que critica, o más, pues ya se sabe que en el país de los ciegos el tuerto es rey.

Hoy es suficiente con aprender cinco frases en alguna página “neo” y repetirlas hasta el cansancio. Y así como desde la ignorancia, unos suben a su muro de Facebook un meme que dice “Hoy Dios quiere derramar una lluvia de bendiciones sobre tu vida. ¿Cuántos dicen me gusta?” Otros, desde la misma cima de la ignorancia, suben uno que dice “Los arminianos son semipelagianos que niegan la soberanía de Dios”. Los primeros ignoran que tal vez la única lluvia que esté más próxima a caer sea una de fuego y azufre; y los segundos no saben diferenciar entre Pelagio, Arminio o Dios, porque no conocen a ninguno de los tres.

Autocrítica necesitamos. Juzgar con justo juicio y no según las apariencias; y cada uno en el lugar que Dios le puso. Abramos las ventanas para que se disipe la nube psicotrópica que nos mantiene atontados, y sentémonos con las Escrituras en mano para ver qué estamos haciendo bien o mal; pero en nuestra casa, no en la del vecino. Necesitamos juzgar si lo que está sucediendo en nuestras congregaciones es de la carne, del diablo o de Dios. Y sin importar quien se ofenda, tomar las medidas necesarias para que esto no termine desbordándose. Con seguridad, el que no se ofenderá será el Espíritu Santo, pues Él nos mandó: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios” [1 Juan 4:1]

Creo que a veces el problema es más de cobardía que de ignorancia, miedo a aplicar la disciplina y el orden dentro de la iglesia. – “Pero ¿Cómo le voy a decir al hermanito que corre como un pollo sin cabeza por el culto, que se quede quieto y deje de hacer el ridículo? ¿Y si se va de la iglesia?” -Bueno, si se va de la Iglesia es porque es un egoísta que solo le importa su auto-satisfacción. Es mejor diez ovejas saludables pastando, que mil pollos sin cabeza corriendo por ahí.

Conocimiento de la Escritura necesitamos, y para ello hay que estudiar, como dijo Pablo: “y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.” [2 Timoteo 3:15] Nótese, eso sí, que saber las Escrituras no te hacen salvo (Timoteo las sabía desde la niñez), sin embargo Pablo le dice que “te pueden hacer sabio para la salvación”. Saber es una cosa, ser sabio otra. Y aquí sí podríamos aplicar el texto: “El conocimiento envanece, pero el amor edifica”. [1 Corintios 8:1] o como dicen algunas traducciones “el conocimiento hincha, o infla”. Uno puede crecer, o uno puede hincharse. Claro que nadie puede amar lo que no conoce, así que el amor y el conocimiento son complementarios no antagónicos. El conocimiento sin amor hincha, el conocimiento con amor edifica. El saber las Escrituras te pueden hacer sabio, si va a acompañado de amor.

Es curioso que, generalmente, los que más usan este texto para atacar el intelectualismo: “El conocimiento envanece, pero el amor edifica”, son los que menos piensan en edificar a la iglesia. Porque más adelante, en la misma epístola, el apóstol dice: “Hágase todo para edificación” [1Co 14:26] y está hablando de dones y manifestaciones, pues en el siguiente versículo les dice a los que hablan en lenguas: “Si habla alguno en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete. Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios.”

Aquí es donde se nos muestra el verdadero amor que edifica. En que si yo hablo en lenguas y no hay intérprete me callo, porque no edifica, y si no edifica no es amor.

Si yo tengo ganas de hacer el avioncito, girar como un ventilador de techo, o revolcarme como Heidi en la pradera por el suelo de la iglesia, porque la consigna es: ¡Alábale que Él vive! Sí, lo haré, pero lo haré en mi casa, en mi habitación, a solas con Dios; porque en el culto no edifica a nadie. Y el que hace algo pensando solamente en sentirse bien él mismo, es un egoísta o un exhibicionista; un metal que resuena, una lata que hace ruido, hincha pero no edifica.

Si miras atentamente la carta de Corintios, verás que el problema pasaba por el exhibicionismo de algunos, todos querían hacer de todo en el culto para mostrarse a sí mismos; por eso el apóstol se ve obligado a escribir en qué consiste el verdadero amor: el amor no es jactancioso, no se envanece, no hace nada indebido… y aquí lo más importante: no busca lo suyo. Porque así como el que tiene conocimiento, corre el riesgo de hincharse si no tiene amor; el que tiene dones o manifestaciones corre el riesgo de buscar lo suyo y no lo que edifica, y eso también es ausencia de amor.

Invertir en los maestros, necesitamos. Las iglesias pentecostales deben invertir recursos en preparar obreros, y esto implica invertir recursos económicos en ellos. Cuando la Biblia dice “Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” [1 Corintios 9:14] no se está refiriendo solamente al pastor, sino a los maestros, evangelistas, etc. ¿Cómo es posible que un maestro de escuela bíblica tenga que costearse el transporte, el material didáctico y los libros? La iglesia debe proveerle los mejores recursos si pretende obtener el mejor rendimiento del maestro. Si usted no invierte nada especial en sus maestros, tampoco tiene derecho a esperar nada especial de ellos. Y así como usted no dejaría la salud de sus seres queridos en manos de cualquiera (seguramente buscaría al mejor especialista); de la misma forma, si usted dice amar a su iglesia no la deje en manos de cualquiera, no ponga a un neófito a dar clases. La salud espiritual de su iglesia depende en gran manera de sus maestros.

Hermanos, el saber y el amar no ocupan lugar. Así que no deberíamos tener miedo de desarrollar estas dos cosas al máximo de lo que podamos. Entre los católicos hay un dicho muy popular que dice: “católico ignorante, seguro protestante”. Ellos son bien conscientes del grave error que cometieron al mantener al pueblo en la ignorancia, cualquier iglesia protestante les puede arrebatar las ovejas. Pues bien, yo diría: “pentecostal ignorante, seguro neo-pentecostal extravagante” o lo que es igual de peor “pentecostal ignorante, seguro neo-reformado arrogante”.

Si usted como pastor o líder, en lugar del conocimiento sólido y estable de la Escritura usa el psicotrópico del emocionalismo, que produce efectos pasajeros que duran únicamente lo que dura el culto; no se queje después si a sus ovejas se las roban de la puerta del redil. Las emociones que sienten sus ovejas en el culto pueden ser muy intensas y pueden hacerlas regresar cada domingo (no es fidelidad es dependencia, necesitan otra dosis). Pero recuerde, les bastará experimentar una sola vez, en cualquier otro lugar, la genuina presencia de Dios, o la genuina predicación de las Escrituras, y lo abandonarán a usted y a sus coloridos y sonoros cultos sin dudarlo. Usted se quedará con la pandereta y otro se quedará con sus ovejas.

Los pentecostales no tenemos nada de qué avergonzarnos, tenemos una rica e inmensa historia de pioneros evangelistas, misioneros y mártires. Maravillosos testimonios de que Dios ha estado con nosotros, en nuestros hombres y mujeres que han ido hasta el fin del mundo llevando el Evangelio a los ignorados y marginados. América Latina ha escuchado en cada plaza, en cada pueblo y en cada suburbio, la predicación ardiente de un abnegado predicador pentecostal; y hemos sido testigos de ciudades enteras impactadas con campañas de avivamientos. Debemos preservar nuestro legado, hay mucho pueblo, muchos jóvenes, muchas mujeres que como en ningún otro lado se han involucrado activamente en la obra; no dejemos que los lobos arrebaten y dispersen, ni que los cerdos pisoteen nuestros labrados. Velemos y seamos sobrios. Seamos pues, varones y mujeres llenos del Espíritu Santo, de amor y de conocimiento.

Artículo de Gabriel Edgardo LLugdar para Diarios de Avivamientos y Diarios de Avivamientos Pentecostal ©
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Emocionalismo en la Iglesia – Conocimiento versus Amor

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¿Santidad Vs. Soberanía?

¿Por qué tenemos miedo de enfatizar la santidad? Esta es la pregunta que intentaremos responder, o mejor dicho “respondernos”, si es que logramos por un lado ser sinceros, y por otro evitar los fanatismos que nos llevan a cercenar aquel extremo al que tememos; ignorando que juntamente con él estamos arrancando el centro (que es donde deberíamos estar) lo que da por resultado que nos refugiemos en el extremo opuesto, que es igualmente malo.

Primeramente, debemos reconocer que es más fácil predicar sobre predestinación, libre albedrío, expiación, justificación, perseverancia, apostasía, dones, ministerios, escatología… que sobre santidad. Porque para los primeros puntos puedo usar mi Biblia intentando demostrar que tengo razón, en cambio para el último, debo usar mi vida para dar validez a lo que digo.

Siendo, pues, más fácil enseñar con la Biblia que enseñar con la vida, internet se ha convertido en la más grande escuela de teología de los últimos años; donde uno puede hablar como un ángel virtual y vivir como un demonio real, y tranquilo, nadie lo descubrirá. En esta “escuela de teología”, que es internet, cada uno demuestra lo mucho que sabe y esconde lo poco que vive; la materia “intimidad con Dios” no forma parte del currículum académico.

Esto nos lleva al siguiente razonamiento: el problema de la Iglesia actual no es de doctrina correcta sino de vida correcta. No es la mera falta de conocimiento, es falta de deseos de poner por obra lo que ya conocemos, y conocemos de sobra. No es ausencia de buena teología, es ausencia de buenos ejemplos. No necesitamos más teólogos, necesitamos más santos. Y aunque lo dicho pueda sonar a demagogia no lo es. Los que afirman que la crisis de la Iglesia, en la actualidad, se debe a un problema de “ausencia de correcta doctrina” están torciendo la realidad para su propio beneficio, quieren traer agua para su molino, nada más.

Nunca en la historia de la Iglesia, los recursos teológicos, la literatura cristiana y la enseñanza bíblica han alcanzado los niveles de acceso como en la actualidad; el que no aprende es porque no quiere, no porque no puede. Estamos sobresaturados de información, y tenemos recursos académicos que no terminaríamos de asimilarlos aunque Dios nos diese el don de Matusalén.

En los países de Latinoamérica el analfabetismo se ha reducido grandemente, la inmensa mayoría puede leer un libro, un tratado, o un sermón impreso y entenderlo medianamente. Y por si esto fuera poco, hay radios cristianas que llegan a la mayoría de los sitios donde no llega la TV cristiana, o internet. Lo dicho, ni en cien vidas podremos asimilar todos los recursos que tenemos a mano.

¿Que el evangelio de la prosperidad ha causado destrozos en Latinoamérica? Sí, pero no más de lo que ha causado en EEUU. ¿Y el problema es doctrinal? No. Los líderes que predican este falso evangelio no son personas ignorantes, tienen acceso a todo tipo de recursos para conocer la verdad. ¿Y los que lo siguen? También.

Son líderes corruptos (no en doctrina sino en vida) que tuercen las Escrituras (voluntariamente) para satisfacer su carnalidad (falta de santidad).

¿Y los que siguen a estos líderes? Dejemos que sea la Biblia quien responda:

2 Timoteo 4:3,4 Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, acumularán para sí maestros conforme a sus propios deseos; y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a mitos.

Estas personas, aunque tuviesen por maestros a Lutero, Calvino, Arminio o Jonathan Edwards y aunque les predicasen John Wesley, Spurgeon o Moody, ¡no soportarían la sana doctrina! Sencillamente no han muerto a sus propios deseos, y van a ir a buscar en otra parte la “doctrina” que se acomode a sus pasiones. No sufren ausencia de verdad, sino ausencia de amor por la verdad. Han aborrecido lo que conocían, pues se cansaron de ello, y han corrido detrás de otros amantes que les ofrecen “mayores placeres”.

En la naturaleza no se ha visto ovejas defendiendo a lobos, sin embargo en la Iglesia esto es asombrosamente frecuente, ¿por qué? Porque una oveja que vive en santidad buscará un pastor que viva en santidad, pero una oveja que piensa que la santidad es una opción y no un mandato terminará siguiendo al lobo; porque los lobos viven muy bien, van a donde quieren, hacen lo que les da la gana y satisfacen todas sus pasiones bajo la romántica luz de la luna. A las ovejas les está deslumbrando la vida de los lobos y quieren imitarlos.

Es interesante que siempre que usamos el texto: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento,”  lo desconectamos de su contexto. Este pasaje está en el libro de Oseas donde Dios acusa a Israel, en todo el contexto: de adúltera. Y adúltera es alguien que después de conocer a su marido conoce a otros amantes. “y se iba tras sus amantes y se olvidaba de mí, dice Jehová.” [Oseas 2:13] Y observen por qué razón los castigaría Dios: “Y será el pueblo como el sacerdote; le castigaré por su conducta, y le pagaré conforme a sus obras.” [Oseas 4:9] El problema de Israel no era desconocer la Ley, sino ser infiel, mala conducta y malas obras, eran iguales a sus sacerdotes. “No piensan en convertirse a su Dios, porque espíritu de fornicación está en medio de ellos, y no conocen a Jehová.” [Oseas 5:4] Observen que el problema no era de doctrina correcta [ignorancia bíblica] sino de vida incorrecta [adulterio y fornicación espiritual] Y a menos que alguien me pueda demostrar que el adulterio se comete por ignorancia y no por voluntad propia; no tengo razones para creer que el problema de la iglesia es por falta de conocimiento intelectual, y no por obstinada rebeldía.

Pero que nadie se confunda, estas personas, aunque abracen la “doctrina correcta”, será solo como un abrigo que se ponen encima para cubrir su “vida incorrecta”.

Hubo un tiempo en la Historia de la Iglesia, que para ser aceptado en la sociedad había que ponerse el “manto de la doctrina católica”, y todo el que lo tenía puesto, podía moverse y vivir tranquilamente. Bueno, esto no pasó solo con el catolicismo, también con el luteranismo y productos derivados.

Hoy te preguntan ¿eres calvinista o arminiano? Y depende del manto que te pongas, serás aceptado o rechazado de entrada en los más pintorescos grupos de “mega-súper-ultra-híper-sana-doctrina” que pululan por ahí. Eso sí, esa pregunta la he sufrido, pero nunca, nunca nadie me confrontó con la pregunta ¿vives en santidad? o ¿eres limpio de manos? o ¿eres puro de corazón? o ¿el pecado se enseñorea de ti? o ¿experimentas diariamente la victoria sobre el pecado? Y no para importar tanto la respuesta como la sinceridad.

No, lo primero que cuenta es mi postura teológica, si les satisface la respuesta soy bienvenido, y si soy bueno para refutar a los del bando contrario soy más bienvenido todavía. ¡Como si creer en tal o en cual postura teológica automáticamente me hiciese santo! Si el diablo escribiera libros de teología, todos los teólogos actuales tendrían que ganarse la vida haciendo otra cosa, él acabaría con todos los teólogos de un plumazo. Los libros de teología, del diablo,  serían best seller, y él ocuparía el lugar principal en los carteles de “conferencias sobre sana doctrina”, porque nadie le preguntaría como vive, se quedarían maravillados con su elocuencia y retórica.

“Es mejor guardar silencio y ser, que hablar y no ser. Es bueno enseñar, si el que habla lo practica.”  (Carta de Ignacio de Antioquía a la Iglesia de Éfeso)

No aprendemos de los errores de la historia, estamos volviendo a lo mismo. Hoy la supervivencia de la Iglesia pareciera depender de cuántos más logramos poner bajo nuestro manto doctrinal, es lo único que nos importa.

Podemos gastarnos millones haciendo “Conferencias de sana doctrina”, aplaudiéndonos unos a otros, alabándonos por nuestra erudición; y creernos que con eso estamos salvando a la Iglesia. ¿Pero dónde se están produciendo los mayores avivamientos en la actualidad? No lo sabemos, y no lo sabemos porque ellos no pueden anunciar sus cultos por facebook o en sus sitios web, no pueden hacer magníficas conferencias, ni siquiera pueden poner un cartel en la puerta que diga: Iglesia.

Los mayores avivamientos se están produciendo en donde la Iglesia es perseguida, en países asiáticos y en el mundo gobernado por el Islamismo. ¿Y quiénes son los líderes de estos avivamientos? ¿Son egresados de los grandes y reputados Seminarios Teológicos? ¡No! Estos avivamientos demuestran la falacia de que el problema de la iglesia es de doctrina. Y seamos honestos: aquellos que afirman que la Iglesia necesita una nueva Reforma, y que esta Reforma consiste en que Latinoamérica abrace una determinada postura doctrinal ; están errados y viviendo solamente un amor de verano. ¿Por qué no hablan de los avivamientos en la iglesia perseguida? Precisamente porque no están siendo liderados por sus teólogos, sino por líderes que “solo tienen” una Biblia, sus rodillas, y eso sí, una vida irreprensible.

Latinoamérica necesita, hoy más que nunca, líderes que vivan en santidad; que puedan pararse y decir “Sed imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo” [1Corintios 11:1]

Enseñar las doctrinas de Pablo no significa imitarle, eso es solo una parte, una parte muy pequeña.

¿Más claro todavía? “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.” [Filipenses 4:9]  Decir o repetir como un loro la doctrina de Pablo no te hará ser como él, por eso no dice “esto decid” o esto “repetid” o “dad cátedra sobre esto”; sino que dice “esto haced”.

Santidad es la doctrina puesta por obra, no meramente escrita en un libro que asombre por su erudición; sino escrita en nuestros corazones y que alumbre a los que contemplen nuestro vivir.  Sigamos con Pablo y los corintios…

1 Corintios 2:4-5 Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría.  Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado... y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.»

Creo que Pablo no nos dejó en sus epístolas ni el 10% de lo que sabía, él fue llevado al tercer cielo “donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar.” [2 Corintios 12:4]  Aun así, él dice que se limitó a saber una cosa: “a Jesucristo, y a éste crucificado” y que su predicación fue “con demostración del Espíritu y de poder”. ¿Y cuál fue la demostración de poder? La que les dice más adelante, en la misma carta: “Sed imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo” [1Corintios 11:1] En resumidas cuentas les dice: Yo sé más que ninguno de vosotros, pues he sido llevado al cielo y he visto cosas que no ha visto nadie. Pero a una sola cosa me limito, a Jesucristo crucificado, y a Él imito; y eso se lo he demostrado a ustedes, cómo con el poder del Espíritu me niego a mí mismo. Ustedes tienen que imitarme a mí, tomando su cruz y negándose a sí mismos por el poder del Espíritu.

“La predicación crucificada solamente puede venir de un hombre crucificado.”     (El Predicador y la Oración – E. M. Bounds)

Por eso es fácil repetir las palabras de Pablo, y relativamente fácil enseñar las enseñanzas de Pablo, pero extremadamente difícil vivir la vida de Pablo. Porque toda su vida se resume en “negarse a sí mismo”, eso es santidad. Y muchos quieren tener el conocimiento de Pablo, pero no todos quieren tener la negación de Pablo. Si no fuera por los corintios, nunca nos hubiésemos enterado que Pablo fue llevado al tercer cielo: “Me he hecho un necio al gloriarme; vosotros me obligasteis a ello”, les recrimina Pablo después de contarles tal experiencia. ¿Pueden comprender esto? El gran apóstol Pablo se negó a enseñar todo lo que realmente sabía, porque prefirió que ellos vieran su vida y lo tomaran de ejemplo, se puso delante de ellos y les dijo: miren como vivo, y hagan lo mismo. Esta es la más sublime de las cátedras y el más excelso de los doctorados: sed imitadores de mí como yo de Cristo, y no del Cristo que vio en la Gloria del Cielo, sino del Cristo crucificado.

“Porque los gentiles, cuando oyen de nuestra boca las palabras de Dios, se maravillan de su hermosura y grandeza; pero cuando descubren que nuestras obras no se corresponden a las palabras que decimos, inmediatamente empiezan a blasfemar, diciendo que es un cuento falaz y un engaño.”  (2 Clemente 13 – Lo Mejor de los Padres de la Iglesia – Alfonso Ropero)

Por eso decía al principio, que es más fácil predicar y discutir sobre aquellas cosas en las cuales no tenemos que poner nuestra vida como testigo. Y sino, ¿por qué creen ustedes que la predestinación es el tema más discutido por los jóvenes en internet? Porque el punto de mira lo llevamos hacia Dios, en que si Él predestinó, o no. Allí interviene mi mente y mi habilidad retórica, mi vida queda escondida detrás de la “sana doctrina”.

¿Y la pureza sexual, de no ver cosas sensuales en internet, de no tocar a mi novia más allá de lo que es puro y visible a todos? Hablemos de ello. ¿Y la pureza de ojos, de no ver películas, ni series de televisión, ni novelas donde se exalta el libertinaje, la inmoralidad, el adulterio, la mentira, la codicia, donde las enseñanzas bíblicas son subliminalmente o evidentemente ridiculizadas? Hablemos de ello. ¿Y la pureza de oídos, de no oír música secular que exalta al “amor libre” y al desenfreno de la carne, o que exalta al ego y al diablo? Hablemos de ello. ¿Y la pureza en lo material, de no gastar en nosotros más que lo que es necesario, para que sobreabunde para compartir con el pobre? Hablemos de ello. ¿Y la sencillez y castidad al vestir? ¡Hablemos de ello! No digo que la mujer no pueda ponerse un pantalón, pero lo que hoy usan para ir al culto no es un pantalón ¡es un adhesivo!   Pero, no veo muchas conferencias sobre estos temas.

“Tenga cuidado de sí mismo porque usted, igual como los demás, tiene un alma que ganar o perder. Usted pudiera predicar el evangelio y aún guiar a otros hacia Cristo, pero sin santidad usted jamás será salvo” (Richard Baxter – El Pastor Reformado)

Si hablas de la vida correcta, seguramente serás tildado de legalista. Pues hasta donde yo sé, no estamos sin ley, vivimos bajo la ley de Cristo, al menos eso dice Pablo: “no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo” [1 Corintios 9:21] Así que si el vivir bajo la ley de Cristo es para algunos legalismo, bueno, que así sea, legalista somos.

Me duelen mucho las repetidas meteduras de pata de Jesús Adrián Romero (por mencionar uno de tantos) las cuales son representadas en caricaturas, memes, vídeos, y son la comidilla de todos. Sin embargo, un líder como Sproul Jr. tuvo que ser apartado de su ministerio, después de que se descubrió que su nombre estaba en una página de citas de adulterio (y él lo reconoció después de ser descubierto), y muchos se apresuraron a salir a defenderlo y a solidarizarse con él; o sinceramente no hicieron correr la noticia. ¿Por qué? Ah! porque según sus defensores tiene la doctrina correcta. Bueno, pero no tiene la vida correcta. ¿Se dan cuenta como justificamos a alguien porque tiene, según nosotros, la doctrina correcta; aunque lleve una vida incorrecta? Esa es nuestra percepción, de que la santidad es secundaria ¡lo importante es la doctrina! Pues bien, el apóstol Pedro dice que una de las características de los falsos maestros es que “tienen los ojos llenos de adulterio” [2Pe 2:14]

No condeno a nadie con esto, solo quiero hacerte ver cómo hacemos acepción de personas en nuestro juicio cuando se trata de Jesús Adrián Romero (u otro del grupo “contrario”) o R. C. Sproul Jr. (u otro si es de los “nuestros”). Si está bajo nuestro manto doctrinal lo cubrimos para que no se vean sus faltas, si está en el bando contrario, tiramos del manto para que quede al descubierto su desnudez.

Hebreos 12:14  Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.

Puedes tener la doctrina correcta, pero si tienes la vida incorrecta no verás al Señor.

“Hay muchos predicadores que están ahora en el infierno, quienes advertían muchas veces a sus oyentes de la necesidad de escapar de él. ¿Acaso espera que Dios le salve a usted por haber ofrecido el evangelio a otros, mientras que usted lo rechaza? Dios nunca prometió salvar a los predicadores, sin importar cuán dotados fuesen, a menos que ellos fueran convertidos. Ser inconverso es terrible, pero ser un predicador inconverso es mucho peor. ¿Acaso no tiene miedo de abrir su Biblia y leer acerca de su propia condenación?…  Cuán trágico es morir de hambre teniendo el pan de vida en las manos y animando a otros para que coman de él. Si esto es verdad acerca de usted, entonces le aconsejo que se predique a sí mismo antes de continuar predicando a otros. ¿Acaso le ayudará en el día del juicio decir: “Señor, Señor, he predicado en tu nombre”, solamente para escuchar las terribles palabras “apártate de mí, no te conozco”? Le aconsejo que confiese sus pecados delante de su grey y les pida que oren por la conversión de su ministro.”  (Richard Baxter – El Pastor Reformado)

El título de este artículo es Santidad versus Soberanía. ¿Por qué? Al parecer, algunos tienen miedo de enfatizar la santidad, pues se convertiría en algo así como una obra nuestra; de la cual podríamos jactarnos y atentar contra la Soberanía de Dios. Tengo malas noticias para ellos...

1 Tesalonicenses 4:3 Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación.   [Biblia de las Américas]

Esa palabra “voluntad” puede traducirse también como “determinación”, “elección” o “decreto”… así que, ya que a algunos les gusta tanto estos términos pueden aplicarlos a su vida diaria, nada exalta más la Soberanía de Dios que la Santidad. Estás determinado y elegido para vivir santamente, así que este es un buen modo de saber si estás dentro de los elegidos: si vives como los tales.

Oseas 14:9  ¿Quién es sabio para que entienda esto, y prudente para que lo sepa? Porque los caminos de Jehová son rectos, y los justos andarán por ellos.

No puedes afirmar que eres justo [justificado] y andar en caminos torcidos. Los caminos de Dios solo son de una manera: rectos, y son los justos los que andan por ellos. Tu caminar descubre si eres justificado o no. Tan cierto es que Dios escribe derecho en renglones torcidos, como que no puede ser letra de Dios si está torcida. Ninguno de nosotros somos perfectos, pero Dios puede hacernos caminar en rectitud; si caminamos torcido es por nuestra propia voluntad y no por culpa de Dios.

“La Biblia deja claro que aquellos cuyas vidas no han sido cambiadas nunca han sido convertidos»   (Richard Baxter – una invitación a vivir)

No tienes que elegir entre santidad o doctrina, los burros no son santos ni los santos burros.  Mira lo que dice Pablo sobre las condiciones para ser obispo…

Tito 1:7,8,9 «Porque el obispo debe ser irreprensible como administrador de Dios, no obstinado, no iracundo, no dado a la bebida, no pendenciero, no amante de ganancias deshonestas, sino hospitalario, amante de lo bueno, prudente, justo, santo, dueño de sí mismo, reteniendo la palabra fiel que es conforme a la enseñanza, para que sea capaz también de exhortar con sana doctrina y refutar a los que contradicen.»

Solamente mira con atención en qué orden Pablo, o mejor dicho el Espíritu Santo si realmente crees que es Palabra no de hombres sino de Dios, pone la santidad y la doctrina. Pues en ese orden deberías esforzarte en caminar si quieres ser un ministro de Dios. Y es de acuerdo a este mismo orden, por el que deberías respaldar o no a un líder cristiano. Para ser honesto, y usando teología de barrio, me importa un santo pepino cuánto alguien sabe de griego o de predicar expositivamente; lo primero que considero es si su vida es santa. Bueno, San Agustín se lo dijo con otras palabras a aquellos cristianos que estaban aferrados a este mundo…

No pregunto por lo que dicen sino por cómo viven” ( Agustín – Sermón nº 3 – Agar e Ismael)

Cuando yo era católico, me enseñaban que los sacramentos impartidos por las manos del sacerdote eran puros aunque esas manos fuesen impuras. Lo que equivaldría a decir: si su doctrina está bien no juzgues su vida, haz lo que dice y no lo que hace. Pues bien, eso es basura, todo lo que toca una mano impura lo torna impuro. Si tú no vives santamente, tu sana doctrina se convierte en doctrina enferma, pues si no puede sanarte a ti mucho menos a otros.

1 Juan 2:4-6  «El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.»

Queridos hermanos y hermanas, no se sacrifica la santidad en nombre de la misericordia. Es decir, ser compasivo y misericordioso con el hermano o el líder que cae, o que se desvía, no significa que tengamos que bajar el listón de la santidad. Los líderes deben ser irreprensibles, los que dicen conocer a Dios deben poner por obra sus mandamientos, pues la verdadera doctrina es inseparable de la santidad. Nadie que no viva en santidad está en la verdad, no importa cuánto deslumbre con sus palabras o retórica; la santidad no es secundaria, no es una opción, no es un adorno a la doctrina, es la verdadera doctrina. Nuestra santidad no compite con la Soberanía de Dios, la santidad es la Soberanía de Dios obrando en nuestras vidas de manera visible.

“Es extraño ver como algunos predican muy cuidadosamente, pero viven descuidadamente. Debemos tener mucho cuidado de ser hacedores de la palabra y no solamente “habladores”, engañándonos a nosotros mismos. Debemos ser tan cuidadosos acerca de nuestra forma de vivir, tal como somos cuidadosos para predicar. Si deseamos ganar almas, entonces ésta será nuestra meta, tanto cuando estamos en el púlpito, como cuando estamos fuera de él. Sea diligente para usar toda su vida para Dios y no simplemente su lengua.”   (Richard Baxter – El Pastor Reformado)

La santidad es confirmar con nuestra vida lo que decimos con nuestros labios: “el que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo”.

 

Artículo de Gabriel Edgardo LLugdar para Diarios de Avivamientos y Diarios de Avivamientos Pentecostal

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