Expiación Ilimitada – Introducción a la Teología Arminio-Wesleyana – Capítulo 3

CAPÍTULO 03

Expiación ilimitada

 

Vimos en el capítulo anterior una presentación sobre la doctrina de la elección. En ella pudimos ver que las posiciones arminianas y calvinistas difieren drásticamente en los conceptos de los decretos y la predestinación de Dios. Para los calvinistas, Dios eligió a los que se salvarán, antes de la creación (supralapsarianismo) o después de la caída del hombre (infralapsarianismo). Los arminianos, sin embargo, creen en una elección corporativa, es decir, Dios eligió y predestinó a la Iglesia y no a los individuos. Es una elección basada en Su presciencia, mientras que para los calvinistas se basa en Su soberanía.

La discusión (no en el sentido peyorativo de la palabra) es ahora otra: ¿por quién murió Jesús? ¿Nuestro Redentor habría muerto sólo por unos cuantos a quienes eligió desde la eternidad? ¿O Cristo habría muerto por toda la humanidad, dando así la oportunidad de salvación a todos los que creen? Si Él murió por toda la humanidad, ¿cuáles serían los efectos de esa obra? ¿Se salvará todo el mundo, o hay condiciones? Nuestro objetivo es analizar con calma, aunque no de forma exhaustiva, la doctrina de la Expiación, para que estas preguntas, y otras que surjan en el curso del análisis, puedan ser respondidas a la luz de las Escrituras.

3.1 Artículo II – Remonstrancia

“Que, en conformidad con esto, Jesucristo, el Salvador del mundo, murió por todos y cada uno de los hombres, de modo que obtuvo para todos, a través de su muerte en la cruz, la reconciliación y la remisión de los pecados; pero que nadie es partícipe de esta remisión sino los creyentes.”

 

3.2 ¿Qué es la expiación?

En primer lugar, es interesante que definamos «expiación». Erickson la definió como «un aspecto de la obra de Cristo, y en particular de su muerte, que hace posible la restauración de la comunión entre los individuos que creen en Dios», además de referirse a «la cancelación del pecado»[1].

Rigsby dice que la palabra expiación y sus derivados vienen de kipper (hb.), cuyo significado es cubrir o limpiar. En los textos del Nuevo Testamento, la palabra «expiación» no aparece prácticamente en las versiones españolas. En la mayoría de los casos, las palabras griegas se derivan de hilaskomai y suelen traducirse como «sacrificio», «propiciación», «propiciatorio» y «reconciliación»[2]. Pecota añade que el grupo de palabras -tanto hebreas como griegas- para expiación tienen el significado de «aplacar», «pacificar», «reconciliar» o «cubrir con un precio» a fin de eliminar el pecado o la ofensa de la presencia de alguien[3].

El teólogo metodista del siglo XIX Richard Watson definió la expiación como «la satisfacción ofrecida a la justicia divina a través de la muerte de Cristo por la humanidad, en virtud de la cual todos los verdaderos penitentes que creen en Cristo son reconciliados personalmente con Dios, liberados de toda pena por sus pecados y hechos dignos de la vida eterna»[4].

Hablando sobre la universalidad del sacrificio de Cristo, Thomas Summers, otro teólogo metodista de finales del siglo XIX, dijo que la expiación «es aquella satisfacción hecha a Dios por los pecados de toda la humanidad, ya sea por el pecado original o por los pecados actuales, a través de la mediación de Cristo, especialmente a través de su pasión y muerte, de manera que el perdón sea gratuito para todos»[5].

Arminianos y calvinistas están de acuerdo con la idea de la depravación total y que, por lo tanto, somos por naturaleza hijos de ira (Ef. 2:3), no habiendo ningún justo (Rom. 3:10,11).[6] Por lo tanto, sólo el sacrificio de Cristo podía frenar o aplacar la ira de Dios, reconciliando al Creador con la criatura. De esta manera podemos concluir, como afirma Rigsby, que «la idea detrás de la palabra expiar es reconciliar», ya que «sin una acción expiatoria, la raza humana está separada de Dios»[7]. ¡Por lo menos en esto gozamos de unanimidad! La cuestión divergente entre los monergistas y los sinergistas con respecto a la expiación está en el alcance de ésta.

Para los calvinistas, o mejor dicho, para los calvinistas de cinco puntos[8], la expiación tiene un alcance limitado, es decir, sólo para aquellos que han sido predestinados a la salvación. Para los arminianos, es de carácter ilimitado, es decir, Jesús murió por toda la humanidad. Es bueno que entendamos lo que se expresa en cada teología con respecto a tal amplitud. Veamos a continuación.

 

3.3 Expiación limitada en la tradición monergista[9]

La posición calvinista sobre la expiación limitada se describe en la Confesión de Fe de Westminster:

«El Señor Jesús, por su perfecta obediencia y por el sacrificio de sí mismo, sacrificio que por el Espíritu Eterno él ofreció a Dios una sola vez, satisfizo plenamente la justicia del Padre, y para todos aquellos a quienes el Padre le dio, adquirió no sólo la reconciliación, sino también una herencia duradera en el Reino de los cielos.»[10]

Y en el Catecismo de Heidelberg:

«¿Por qué Cristo debía sufrir la muerte? Porque la justicia y la verdad de Dios exigían la muerte del Hijo de Dios; no había otra manera de pagar por nuestros pecados»[11]

También podemos citar los Cánones de Dort, que describen, en su segundo capítulo, nueve artículos sobre «la muerte de Cristo y la redención humana a través de ella». El primer artículo muestra que Dios no sólo es misericordioso, sino también «extremadamente justo», y su justicia requiere «que los pecados que cometemos contra su infinita majestad sean castigados con penas tanto temporales como eternas». No hay posibilidad de escapar del juicio de Dios a menos que se le dé una satisfacción (expiación).

Por lo tanto, el segundo artículo muestra que esta satisfacción sólo se da a través de Cristo.

«La muerte del Hijo de Dios, -dice el tercer artículo-, es el sacrificio único y enteramente completo, y la satisfacción por los pecados; y es de un valor y méritos infinitos, más que suficientes para reconciliar los pecados de todo el mundo». Aunque parece inclinarse hacia una expiación ilimitada, el cuarto artículo continúa el razonamiento del valor del sacrificio de Cristo, como infinito, en virtud de la naturaleza del que era sacrificado: el Cristo unigénito de Dios -de la misma naturaleza y esencia eterna e infinita con el Padre y el Espíritu Santo- y verdadero y perfecto hombre, que sin pecado, murió por nuestros pecados.

El quinto artículo pasa por alto la elección condicional, cuando dice que «es la promesa del evangelio que todo aquel que crea en el Cristo crucificado no perecerá sino que tendrá vida eterna. Esta promesa, junto con el mandamiento de arrepentirse y creer, debe ser anunciada y declarada sin diferenciación ni discriminación a todas las naciones y pueblos, a los que Dios en su buen propósito envía el evangelio».

Sin embargo, es a partir del sexto artículo que vemos más claramente las ideas predestinistas. Aquí se aborda el problema de la responsabilidad del hombre. En verdad, el calvinismo no niega este hecho, pero lo trata de manera maquillada, pues el artículo mismo propone que el no arrepentimiento de los incrédulos no es por la insuficiencia o deficiencia del sacrificio de Cristo, sino de la propia falta de los impíos[12], porque, como trata el séptimo artículo, sólo los elegidos desde la eternidad reciben el don de la fe. Pero, si Dios ha decretado desde la eternidad la reprobación de aquellos, ¿no sería la responsabilidad divina en lugar de la humana? ¿No fue Dios quien escogió a quien daría la fe y a quién no se la daría?

En este punto puedo entender la pregunta de John Wesley: «¿Cuál sería el pronunciamiento de la humanidad (…) respecto a aquel que, siendo capaz de liberar a millones de personas de la muerte con sólo un soplo de su boca, se negase a salvar a más de uno de cada cien y dijese: ‘No lo hago porque no quiero’? ¿Cómo podemos exaltar la misericordia de Dios si le atribuimos tal procedimiento?»[13]

El octavo artículo propone explicar la eficacia del sacrificio de Cristo:

Porque éste fue el plan soberano y el muy bondadoso deseo e intención de Dios Padre: que la eficacia vivificante y salvadora de la preciosa muerte de su Hijo obrara en todos los elegidos, para que les concediera una fe justificadora, y a través de ella los guiara indefectiblemente a la salvación. En otras palabras, fue la voluntad de Dios que Cristo por medio de la sangre en la cruz (por la cual confirmó el nuevo pacto) redimiera efectivamente de todos los pueblos, tribus, naciones y lenguas a todos aquellos, y solamente a aquellos, que fueron elegidos desde la eternidad para la salvación y que le fueron dados a él por el Padre…

El capítulo termina con la consumación del plan de Dios, que no pudo, no puede y nunca podrá ser frustrado. El plan, según el último artículo, proviene del «amor eterno de Dios por sus elegidos», pero es difícil ver tal amor con las lentes arminianas, ya que el criterio de esta elección va precisamente en contra del carácter amoroso de Dios. Si admitimos esta elección incondicional, tendremos que admitirla como una acepción de personas de la soberanía de Dios.

 

3.4 Comprensión de la expiación limitada

Sproul dijo que «hay mucha confusión sobre lo que la doctrina de la expiación limitada realmente enseña»[14]. Tal vez la pregunta correcta para entender tal doctrina no es «¿por quién murió Jesús?» sino «¿por qué?». Berkhof comenta que la Expiación fue diseñada para cumplir tres propósitos, a saber, «afectar la relación de Dios con el pecador, el estado y condición de Cristo como el Autor y Mediador de la salvación, y el estado y la condición del pecador[15].

En relación a Dios, no en el sentido de su naturaleza o atributos, ya que es inmutable, sino en la relación de Dios con las criaturas; su ira ha sido aplacada. Sobre esto, Berkhof dice que «la expiación no debe ser entendida como la causa motora del amor de Dios, pues ya fue una expresión de su amor». Con respecto a Cristo, la expiación aseguraba una «recompensa multiforme». Fue «constituido un Espíritu vivificante, fuente inagotable de todas las bendiciones de la salvación para los pecadores». Y finalmente, con respecto a los hombres, la Expiación no sólo hizo posible la salvación, sino que la garantizó «a aquellos para los que estaba destinada».

Sin embargo, debo estar en desacuerdo con él, porque la secuencia de los decretos de Dios, según el punto de vista calvinista, hace que el plan de redención sea el cumplimiento de un eslabón predeterminado en una cadena de eventos. No puedo visualizar un plan de amor, sino un acto mecánico y deliberadamente soberano. Para que esta «lógica irresistible» -como dice Sproul, haciendo alusión a Lutero- tenga sentido, debemos aceptar que Dios tenía premeditada (predeterminada) la caída de Adán, en lugar de haberla previsto (presciencia), lo que inevitablemente haría a Dios el autor del mal.

Y la posición calvinista no huye del razonamiento anterior. Según Driscoll y Breshears, «Dios eligió a ciertos individuos para ser receptores de la vida eterna únicamente sobre la base de su propósito gracioso (misericordioso)»[16]. Los calvinistas entienden por misericordioso el hecho de que ninguno merece ser salvado. Y ya que todos merecen la condenación, es un acto  misericordioso de Dios el elegir solo a algunos para ser salvados.

Nosotros estamos de acuerdo con ellos, excepto que, para nosotros, Dios no eligió individuos, sino que dio a su Hijo unigénito como «una propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo» (1 Juan 2.2).

Driscoll y Breshears, además, dicen que los principales pasajes bíblicos para la expiación limitada son Mateo 1:21Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados; 20:28 como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos; 26:28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados; Juan 10:11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas, 15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas; 26-27 pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen; 15:3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado; Hechos 20:28 Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre; Romanos 5:12-19; 8:32-35 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?; 2 Corintios 5:15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos; Efesios 5:25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella;  y Tito 2:14 quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.

Los autores antes mencionados explican, en la doctrina de la expiación limitada, una segunda vertiente calvinista, a la que llaman «expiación limitada-ilimitada» o, más técnicamente, «calvinismo modificado». Esta «revisión» de la expiación, si se puede decir así, es explicada por ellos de la siguiente manera: «… al morir por todos, Jesús compró a todos como su posesión, y luego aplica su perdón a los elegidos -aquellos en Cristo- por gracia, y aplica su ira a los no elegidos – aquellos que rechazan a Cristo. La conclusión de esto es que, «la muerte de Jesús fue suficiente para salvar a cualquiera, y (…) eficaz sólo para salvar a aquellos que se arrepienten de su pecado y confían en él».

En mi opinión, esta «expiación limitada-ilimitada» se refiere en realidad a la expiación limitada más predestinación. ¿Serán ellos calvinistas de cuatro puntos o arminianos camuflados? Veremos más adelante la explicación de la expiación ilimitada, pero puedo adelantar que, el arminianismo enseña básicamente lo mismo (excluyendo la predestinación): Jesús murió por todos, pero esto no significa que haya salvado a todos (porque eso sería universalismo y está fuera de discusión). Aunque su muerte fue para todos, sólo es eficaz para aquellos que se arrepienten y creen.

 

3.5 La Expiación Ilimitada en la Tradición Sinergista

La tenemos en palabras de Arminio:

El que dice que el Salvador no fue crucificado para la redención del mundo entero toma en consideración, no la virtud del sacramento, sino la situación de los incrédulos, ya que la sangre de Cristo es el precio que se paga por el mundo entero. A este precioso rescate son ajenos aquellos que, satisfechos con su cautiverio, no desean ser redimidos o, después de ser redimidos, vuelven a la misma esclavitud. En relación con el alcance y la potencialidad del precio y en relación con la única causa [general] de la humanidad, la sangre de Cristo es la redención del mundo entero. Pero aquellos que pasan por esta vida sin fe en Cristo, sin el sacramento de la regeneración, son totalmente ajenos a la redención[17].

John Wesley hizo sus comentarios en su famoso sermón «Gracia Libre».

“Y el mismo Señor de todos es rico” en misericordia “para todos los que lo invocan” (Romanos 10:12). Pero tú dices: “No, es sólo para aquellos por los que Cristo murió. Y no son todos, sino sólo unos pocos, los que Dios ha elegido del mundo, porque no murió por todos, sino sólo por los que ‘fueron elegidos en él antes de la fundación del mundo’ (Ef. 1.4)”. Categóricamente contrario a tu interpretación de estas escrituras, es también, todo el contenido del Nuevo Testamento: como son, particularmente, los textos (…) una prueba clara de que Cristo murió, no sólo por los que se salvan, sino también por los que perecen: Él es “el Salvador del mundo” (Jn. 4.42). Él es “el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo” (Jn. 1:29). “Y él es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2.2). “Se entregó a sí mismo en rescate por todos” (1 Timoteo 2:6). “Probó la muerte por todos los hombres” (Heb. 2:9).

El Manual de la Iglesia del Nazareno dice en su artículo de fe sobre la expiación:

Creemos que Jesucristo, por sus sufrimientos, por el derramamiento de su propia sangre, y por su muerte en la Cruz, es una completa expiación de todo el pecado humano; y que esta expiación es la única base de la salvación; y que es suficiente para cada persona de la raza de Adán. La Expiación es benignamente eficaz para la salvación [de los no responsables] de los que no pueden asumir la responsabilidad moral, y para los niños en edad de inocencia; pero sólo es eficaz para la salvación de los que llegan a la edad de responsabilidad cuando se arrepienten y creen[18].

En el vigésimo artículo de fe de los cánones de la iglesia metodista leemos:

La oblación de Cristo, hecha una sola vez, es la perfecta redención, propiciación y satisfacción por todos los pecados del mundo entero, tanto el original como los actuales, y no hay otra satisfacción por el pecado más que ésta[19].

También hay artículos de fe de los llamados Bautistas Generales, que fueron llamados así por su creencia en la expiación ilimitada. La confesión de fe bautista de 1689 fue creada incluso para diferenciar a los Generales de los Particulares (estos últimos calvinistas).

 

3.6 Expiación ilimitada

Comencemos con el artículo de la Remonstrancia. Dice: «Jesucristo, el Salvador del mundo, murió por todos y cada uno de los hombres…». En cualquier caso, Jesús no murió por un número limitado de personas, aquellos a quienes el calvinismo dice que Dios ha elegido desde la eternidad. No, Jesús murió por toda la humanidad. «Porque de tal manera amó Dios al mundo… Juan 3:16a. La palabra mundo allí, es kosmos, que puede ser traducida como “planeta”, “universo”, “mundo” y “habitantes del mundo”. No tiene sentido que Jesús muriera por el planeta, pero sí por la gente del planeta, una expiación ilimitada.

Esta expiación trae efectos condicionales para la humanidad «…de modo que obtuvo para todos, por su muerte en la cruz, la reconciliación y la remisión de los pecados…» Pedro dijo: «Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como también habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, negando aun al Amo que los compró, trayendo sobre sí mismos destrucción repentina» [2 Pedro 2:1 –BTX4]. La palabra «compró» allí [«rescató» en la RV60], es agorazo, cuyo significado es literalmente «comprar en el mercado». Es la misma palabra usada en 1 Corintios 6:20: «Porque habéis sido comprados por precio»; 1 Corintios 7:23: «Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres»; y Apocalipsis 5:9: «y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación».  El pasaje petrino es una fuerte alusión no sólo a la expiación ilimitada, sino a la resistibilidad de la gracia y a la perseverancia condicional de los santos.

La universalidad de la salvación (que no debe confundirse con «universalismo»), puede verse en pasajes de las Escrituras como Isaías 53:6 «Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros»; Juan 1:29 «El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»; 3:15-17 «para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él»; 2 Corintios 5:14-15 «Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos»; 1 Timoteo 2:1-6 Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo»; 4:10 «Que por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen»; Tito 2:11 «Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres»; Hebreos 2:9 «Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos»; 2 Pedro 3:9 «El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento»; 1 Juan 2:2 «Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo»; 4:14 «Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo»; Apocalipsis 5:9 «y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación».

Aunque la expiación de Cristo es ilimitada, es decir, para toda la raza humana, está condicionalmente limitada, o es efectiva (eficaz) , para aquellos que creen: «…de manera que nadie es participante de esta remisión sino los creyentes». O, como dijo Juan, «…para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3.16b). A. T. Robertson añade: «La propiciación realizada por Cristo provee la salvación para todos (ver Hebreos 2:9 Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos), siempre que se reconcilien con Dios (véase 2 Corintios 5:19-21 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él).»[20]

Mientras que la razón principal de la muerte de Cristo se convierte, en la visión calvinista, en algo mecanicista (el mero cumplimiento de los decretos de Dios); para los arminianos «el motivo de la expiación se encuentra en el amor de Dios»[21] y de Cristo mismo (cf. Romanos 5:8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros; Efesios 3:19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios). Jesús murió y expió el pecado de la raza humana: «Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados» (1 Corintios 15:22). «Esto», explica Wiley, «no significa que toda la humanidad se salvará incondicionalmente, sino sólo que la ofrenda sacrificial de Cristo ha satisfecho las exigencias de la ley divina, de modo que la salvación se ha hecho posible para todos. Así pues, la redención es universal o general en el sentido de la provisión, pero especial o condicional en su aplicación al individuo»[22].

Bíblicamente hablando, creo que el versículo clave para la expiación ilimitada es 1 Timoteo 4:10, en lugar de 1 Juan 2:2. Pablo dijo, Dios «es el Salvador de todos los hombres, especialmente de los creyentes» [BTX4]; «es el Salvador de todos, especialmente de los que creen» [NVI]; «es el Salvador de toda la humanidad y, en especial, de todos los creyentes» [NTV]. Lo que Pablo quiere decir no es que todos se salvarán, sino que a través del acto de gracia de Cristo en la cruz, la salvación está disponible para todos, porque todos hemos sido comprados por su sangre. Aunque la expiación es universal, su eficacia y sus efectos (regeneración, adopción, justificación y santificación) no se extienden a toda la humanidad, sino a aquellos que creen. Por eso la distinción paulina entre la humanidad y «especialmente» los que creen.

El texto antes mencionado no requiere una exégesis basada en la traducción, porque las palabras significan literalmente como se han traducido. La única excepción que vale la pena comentar aquí es la palabra «creen», cuya forma griega es pistos. En el léxico de Strong, encontramos que la palabra pistos (4103) y pisteuo (4100), fe, ambas provienen de peídso (3982) cuyo significado es «persuasión». La palabra pistos también puede ser traducida como fiel, confiable o creyente. Parafraseando y amplificando 1 Tim. 4:10, Dios «expió los pecados de la humanidad mediante el sacrificio de su Hijo unigénito, pero esta expiación sólo es efectiva para los creyentes fieles, que están persuadidos a confiar en Cristo».

 

3.7 Consideraciones finales

Volvamos a las preguntas de nuestra introducción: ¿Por quién murió Jesús? ¿Cuáles son los efectos de esa obra? ¿Se salvarán todos o hay condiciones? Creo que después de las exposiciones de este capítulo, podemos responder a estas preguntas con una base bíblica.

¿Por quién murió Jesús? «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo» [1Timoteo 2:6]. «Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo» [1 Juan 2:2].

¿Cuáles son los efectos de esa obra? «Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida» [Romanos 5:10]. «Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación» [2 Corintios 5:18-19].

¿Se salvarán todos o hay condiciones? «Que por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen» [1 Timoteo 4:10]. «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» [Juan 3:16]. «Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado» [Marcos 16:15-16].

El que crea será salvo. Ese un asunto interesante. ¿Puede el hombre creer por su propio albedrío? ¿Qué es el libre albedrío? ¿Tiene el hombre libre albedrío? ¿No tiene, de hecho, libre voluntad? ¿Qué es la voluntad libre? ¿Está el hombre en un estado de depravación total o parcial? ¿Qué es la depravación total? ¿Y la parcial? Tendremos la oportunidad de hablar de estos temas en nuestro próximo capítulo. Hasta entonces…

 

Autor: Vinicius Couto, es pastor de la Iglesia del Nazareno en MG. Egresado de la Facultad Nazarena del Brasil. Maestría en Ciencias de la Religión, Seminario Nazareno de las Américas de Costa Rica.

Traducido del portugués por Gabriel Edgardo Llugdar Diarios de Avivamientos – 2020

 

[1] ERICKSON, Millard. Dicionário Popular de Teologia. 2011, Mundo Cristão, p. 77.

[2] RIGSBY, Richard. A Expiação. In: DOCKERY, David S.. Manual Bíblico Vida Nova. 2010, Vida Nova, p. 823.

[3] PECOTA, Daniel. B. A Obra Salvifica de Cristo. In: Teologia Sistemática. HORTON, Stanley M. (org.). 1996, CPAD, pp. 352,353.

[4] WATSON, Richard. Atonement. In: A Biblical and Theological Dictionary. 1832, John Mason, p. 116.

[5] SUMMERS, Thomas Osmond. A Complete Body of Wesleyan Arminian Divinity. 1888, Publishing House of the Methodist Episcopal Church, p. 258,259.

[6] La doctrina de la Depravación Total se tratará en nuestro cuarto capítulo. Los conceptos son idénticos, pero algunos calvinistas acusan injustamente a los arminianos de creer en una depravación parcial, que es más bien propia del semipelagianismo, como tendremos la oportunidad de tratar.

[7] RISGBY, Richard. Op. Cit., p 823.

[8] El alcance de la expiación divide la opinión en los círculos calvinistas. Algunos de ellos no aceptan la limitación del derramamiento de la Sangre de Cristo y niegan el punto de expiación limitada. Se denominan calvinistas de cuatro puntos. Podemos citar como calvinistas de 4 puntos, a Richard Baxter, Moyse Amyraut, John Davenant, Norman Geisler, Charles C. Ryrie y Lewis Sperry Chafer, entre otros.

[9] Preferí usar el término «tradición monergista» porque creo que es injusto llamar al calvinismo de «tradición reformada». Los Arminianos creen en los mismos principios de la Reforma Protestante (las 5 solas) y sin duda integran la tradición Reformada.

[10] Confissão de Fé de Westminster. 2011, Cultura Cristã, cap. VIII, parágrafo V.

[11] Catecismo de Heidelberg. Pregunta y Respuesta 40.

[12] Vale la pena mencionar que, con esto, no queremos crear una teología centrada en el hombre y ni siquiera lo colocamos como merecedor de nada. La no aceptación del Evangelio por los malvados es una prueba empírica de que la gracia puede ser resistida, y es por eso que Dios mantiene el castigo eterno para ellos.

[13] BURTNER, Robert W.; CHILES, Robert. E. (org.). Coletânea da Teologia de João Wesley. 1995, Colégio Episcopal, p. 47.

[14] SPROUL, R. C. The Truth of the Cross. 2007, Reformation Trus: Publishing, p. 142.

[15] BERKHOF, Louis. Teologia Sistemática. 2012, Cultura Cristã, p. 361

[16] DRISCOLL, Mark; BRESHEARS, Gerry. Doctrine: What Christians Should Believe. 2010, Crossway, pp. 267-270.

[17] ARMINIUS, James. Article XII: Christ has died for all men and for every individual. In: ._Works of James Arminius. Volume I, Christian Classics Ethereal Líbrary, p. 227.

[18] Manual da Igreja do Nazareno 2009-2013. 2009, Casa Nazarena de Publicações, p.28.

[19] Cânones da Igreja Metodista 2007-2011. Capítulo 1, artigo 20.

[20] ROBERTSON A. T. Apud CHAMPLIN, Russel Norman. O Novo Testamento Interpretado Versículo por Versículo. 1988, Hagnos, vol. 6, p. 234.

[21] WILEY, Orton H. Introdução à teologia cristã. 2009, Casa Nazarena de publicações, p. 235.

[22] Ibíd., p. 248.

Atanasio y la Expiación Ilimitada

“Atanasio de Alejandría (295-373), llamado también «el grande», es la gran figura de la Iglesia del siglo IV. Por su defensa de la fe de Nicea, en la divinidad del Verbo encarnado, se le ha llamado el «Padre de la ortodoxia» y la «columna de la Iglesia». Su influencia en la historia de la teología y en la vida de la Iglesia fue decisiva. Constituye el honor más preclaro de la sede patriarcal de Alejandría. Fue el tipo del verdadero «hombre de Iglesia», sin más intereses que los de Jesucristo y los de su plan de salvación sobre los hombres.» [ATANASIO, La Encarnación del Verbo. Ed. Ciudad Nueva, Introducción, p. 5]

 

Extractos de la obra de Atanasio La Encarnación del Verbo 

 

I. 7. Puesto que es el Verbo del Padre y está por encima de todos, consecuentemente solo él era capaz de recrear el universo y sólo él era apropiado para padecer por todos y ser mensajero de todos ante el Padre.

II. 8. Por esta razón el incorpóreo e incorruptible e inmaterial Verbo de Dios aparece en nuestra tierra; no es que antes hubiera estado alejado, pues ninguna parte de la creación estaba vacía de él, ya que él llena todos los seres operando en todos en unión con su Padre. Pero en su benevolencia hacia nosotros condescendió en venir y hacerse manifiesto. Pues vio el género racional destruido y que la muerte reinaba entre ellos con su corrupción; y vio también que la amenaza de la transgresión hacía prevalecer la corrupción sobre nosotros y que era absurdo abrogar la ley antes de cumplirla; y vio también qué impropio era lo que había ocurrido, porque lo que él mismo había creado, era lo que perecía; y vio también la excesiva maldad de los hombres, porque ellos poco a poco la habían acrecentado contra sí hasta hacerla intolerable; y vio también la dependencia de todos los hombres ante la muerte, se compadeció de nuestra raza y lamentó nuestra debilidad y, sometiéndose a nuestra corrupción, no toleró el dominio de la muerte, sino que, para que lo creado no se destruyera ni la obra del Padre entre los hombres resultara en vano, tomó para sí un cuerpo y éste no diferente del nuestro.

Y así, tomando un cuerpo semejante a los nuestros, puesto que todos estamos sujetos a la corrupción de la muerte, lo entregó por todos a la muerte, lo ofreció al Padre, y lo hizo de una manera benevolente, para que muriendo todos en él se aboliera la ley humana que hace referencia a la corrupción (porque se centraría su poder en el cuerpo del Señor y ya no tendría lugar en el cuerpo semejante de los hombres), para que, como los hombres habían vuelto de nuevo a la corrupción, él los retornara a la incorruptibilidad y pudiera darles vida en vez de muerte, por la apropiación de su cuerpo, haciendo desaparecer la muerte de ellos, como una caña en el fuego, por la gracia de la resurrección.

9. Convenciéndose, pues, el Verbo de que la corrupción de los hombres no se suprimiría de otra manera que con una muerte universal, y dado que no era posible que el Verbo muriera, siendo inmortal e Hijo del Padre, tomó por esta razón para sí un cuerpo que pudiera morir, para que éste, participando del Verbo que está sobre todos, llegara a ser apropiado para morir por todos y permaneciera incorruptible gracias a que el Verbo lo habitaba, y así se apartase la corrupción de todos los hombres por la gracia de la resurrección. En consecuencia, como ofrenda y sacrificio libre de toda impureza, condujo a la muerte el cuerpo que había tomado para sí, e inmediatamente desapareció de todos los semejantes la muerte por la ofrenda de uno semejante. Puesto que el Verbo de Dios está sobre todos, consecuentemente, ofreciendo su propio templo y el instrumento corporal como sustituto por todos, pagaba la deuda con su muerte; y como el incorruptible Hijo de Dios estaba unido a todos los hombres a través de un cuerpo semejante a los de todos, revistió en consecuencia a todos los hombres de incorruptibilidad por la promesa referente a su resurrección. 

10.  En verdad, era especialmente conveniente a la bondad de Dios esta gran obra. Pues si un rey ha construido una casa o una ciudad y los ladrones la atacan por la negligencia de sus habitantes, él no la abandona en absoluto, sino que como obra propia la defiende y la salva, no preocupándose de la negligencia de sus habitantes, sino de su propio honor. Con mucha más razón Dios, el Verbo del Padre absolutamente bueno, no descuidó la estirpe de los hombres que él había creado y que se encaminaba a la corrupción, sino que con la ofrenda de su propio cuerpo borró la muerte que les había afectado y corrigió su negligencia con su enseñanza y reformó toda la condición humana con su poder. Pueden ratificar esto también los teólogos que hablan del propio Salvador, si se leen sus escritos donde dicen: Pues el amor de Cristo nos fuerza, cuando juzgamos esto, a pensar que si uno murió por todos, entonces todos murieron; y murió por todos, para que nosotros ya no vivamos por nosotros mismos, sino por él, que murió y resucitó por nosotros de entre los muertos, nuestro Señor Jesucristo [2 Cor 5:14-15]. Y de nuevo: Vemos al que fue hecho un poco inferior a los ángeles, Jesús, coronado de honor y gloria por la pasión de su muerte, para que, por la gracia de Dios, degustara la muerte por todos [Heb 2:9].  

11. Dios, que posee el dominio sobre todas las cosas, cuando creó la estirpe de los hombres a través de su propio Verbo, observó la debilidad de su naturaleza, que no era capaz de conocer por sí misma a su creador ni de hacerse en absoluto una idea de Dios. De hecho Dios es increado, mientras que las cosas han sido creadas de la nada, y es incorpóreo, mientras que los hombres han sido modelados aquí abajo en un cuerpo; así pues vio que era total el abandono de las criaturas hacia la compresión y el conocimiento del hacedor. Se compadeció de nuevo del género humano, porque era bueno, y no los dejó vacíos de su conocimiento, para que no tuvieran una existencia inútil. Pues, ¿qué provecho habría para las criaturas, si ellas no conocían a su propio creador? ¿Cómo serían racionales, si no conocían al Verbo del Padre, en el que además habían nacido? Pues nada podría distinguirlos de los animales irracionales, si no conocían nada más que las cosas terrenales. Y además, ¿por qué Dios los había creado, si no quería ser reconocido por ellos?

13. Dado que los hombres se comportaban de una manera tan irracional y que el error demoníaco arrojaba por todas partes su sombra y ocultaba el conocimiento del verdadero Dios, ¿qué debía hacer Dios?; ¿callar ante cosas tales y abandonar a los hombres, para que fueran engañados por los demonios no conocieran a Dios? Pero entonces, ¿qué necesidad habría habido de que el hombre naciera desde un principio a imagen de Dios? O bien debía haber nacido simplemente como un ser irracional, o una vez nacido racional, no vivir la vida de los seres irracionales. ¿Qué necesidad había en absoluto de que él alcanzara el conocimiento de Dios desde un principio? Pues si ahora no es digno de alcanzarlo, no era preciso que se le hubiera dado en el principio.

15. Los hombres volvieron la espalda a la contemplación de Dios y, como hundidos en un abismo, tenían sus ojos dirigidos hacia abajo, buscaban a Dios en la creación y en las cosas sensibles, colocando a hombres mortales y a demonios como dioses para sí. A causa de esto, el benevolente y común Salvador de todos, el Verbo de Dios, tomó para sí un cuerpo, vivió como un hombre entre los hombres y sometió los sentidos de todos los hombres, para que los que piensan que Dios está en las cosas corporales, comprendan la verdad mediante las obras que el Señor realiza a través de las acciones de su cuerpo, y a través del él tomen conocimiento del Padre.

16. Pues el Verbo se despliega en todas partes, arriba y abajo, en la profundidad y en la superficie; arriba, en la creación; abajo, en la encarnación; en la profundidad, en el infierno; en la superficie, en el mundo. Todo está lleno del conocimiento de Dios; por esta razón no realizó, inmediatamente después de su venida el sacrificio por todos entregando su cuerpo a la muerte, y haciéndolo resucitar para hacerse por ello invisible, sino que se hizo visible a través de éste, permaneciendo en él y realizando tales obras y dando tales señales que lo hacían conocer ya no como hombre, sino como el propio Dios Verbo.

V.20.  Pero quedaba todavía por pagar la deuda de todos, pues, como he dicho anteriormente, todos debían morir y ésa fue la causa principal de su venida entre nosotros. Después de haber mostrado su divinidad con sus obras, le faltaba ofrecer el sacrificio por todos entregando a la muerte el templo de su cuerpo, a fin de hacer a todos independientes y libres de la antigua transgresión; allí se revelaría superior a la muerte, mostrando en su propio cuerpo incorruptible las primicias de la resurrección universal. […] La muerte era necesaria y debía ocurrir por todos, para pagar la deuda de todos. Por esto, como he dicho ya, dado que el Verbo no podía morir (pues era inmortal), tomó para sí un cuerpo que pudiera morir, a fin de ofrecerlo por todos como su bien propio y, sufriendo por todos los hombres en este cuerpo en el que había venido, reducir a la nada al que detenta el poder de la muerte, es decir, al diablo y librar así a los que, por temor a la muerte, estaban durante toda su vida sometidos la esclavitud [Heb 2:14-15]. 

21. Por esta razón murió por la redención de todos, pero no conoció la corrupción», pues resucitó intacto, porque el cuerpo no era de ningún otro, sino de la vida misma.

22. El Señor se cuidaba especialmente de la resurrección que iba a operar en su cuerpo; mostrarla a todos era el trofeo de su victoria sobre la muerte y era obra suya convencer a todos de que la corrupción había cesado y de que se había reconquistado la incorruptibilidad de los cuerpos, de la cual ofrecía a todos, como prueba y muestra de que la futura resurrección sería universal, la incorruptibilidad de su propio cuerpo.

25. Además, si la muerte del Señor es una redención para todos y esta muerte abate el muro de separación y llama a los gentiles, ¿cómo nos habría llamado, si no hubiera sido crucificado? Pues únicamente es en la cruz donde se muere con las manos extendidas. Era, además, conveniente que el Señor sufriese esa muerte y extendiese las manos: con una atraería al pueblo antiguo, con la otra a los gentiles y reuniría a ambos en sí. El mismo lo ha dicho al indicar qué muerte utilizaría para redimir a los hombres: Cuando sea elevado, atraeré a todos hacia mí [Jn 12:32]… Pues el Verbo mismo no tenía necesidad de que se le abriesen las puertas, puesto que es el Señor de todo; ninguna de las criaturas estaba cerrada a su creador; pero éramos nosotros quienes teníamos necesidad de él y él nos ha elevado por medio de su propio cuerpo. Para todos lo ha ofrecido a la muerte y por él nos ha franqueado el camino que sube a los cielos.

VI.32. Por tanto, puesto que los demonios lo reconocen y sus obras dan testimonio de él cada día, debería ser evidente (y nadie debería resistir impúdicamente a la verdad) que el Salvador ha resucitado su propio cuerpo y que es el verdadero Hijo de Dios, del cual procede como el propio Verbo nacido del Padre, su Sabiduría y su Poder, quien en estos últimos tiempos ha tomado un cuerpo para la salvación de todos, ha enseñado a toda la tierra el conocimiento de su Padre, ha reducido la muerte a la nada, ha otorgado a todos la gracia de la inmortalidad por la promesa de la resurrección, resucitando su cuerpo como primicia de ésta y mostrando en el signo de la cruz el trofeo de su victoria sobre la muerte y sobre su corrupción.

VII.36. ¿Cuál es, pues, aquel de entre los santos profetas o los antiguos patriarcas que ha muerto en la cruz para la salvación de todos? ¿Quién ha sido herido y llevado a la muerte para la curación de todos?

37. ¿Quién entre aquellos de los que da testimonio la Escritura ha tenido las manos y los pies clavados, ha sido colgado del madero y ha muerto en la cruz para salvación de todos?… Pero aquel del que las Escrituras anuncian que sufre por todos, no es simplemente un hombre, sino que se dice que es la vida de todos, aunque sea por naturaleza semejante a los hombres… No se encuentra en las Escrituras ningún otro más que el común Salvador de todos, el Dios Verbo, nuestro Señor Jesucristo… Su muerte ha ofrecido la salvación a todos y la creación entera ha sido redimida. El es la vida de todos y él es quien, igual que una oveja, entregó su cuerpo a la muerte, como víctima por la salvación de todos, aunque los judíos no quieran creerlo.

40. Pero si, como vemos, no tienen ya ni rey, ni profeta, ni Jerusalén, ni sacrificio, ni visión, sino que toda la tierra está llena del conocimiento de Dios, y los gentiles abandonan su impiedad para creer en el Dios de Abraham mediante el Verbo, nuestro Señor Jesucristo, debería ser evidente, incluso para los más impúdicos, que Cristo ha venido, que ha iluminado absolutamente a todos los hombres con su luz y que ha impartido la verdadera y divina enseñanza acerca de su Padre.

VIII. 43.¿ Qué hay, pues, de extraño para nosotros en decir que, vagando la humanidad a la deriva, ha venido el Verbo a asentarse en ella y ha aparecido como un hombre, para salvarla de la tempestad con su guía y su bondad?

Recopilación de textos y publicación: Gabriel Edgardo Llugdar, para Diarios de Avivamientos 2019

Dios ama a la humanidad y ofrece su salvación a todos – Clemente de Alejandría

En su obra Protréptico (Exhortación) a los Griegos, Clemente de Alejandría (150-215 d.C), erudito teólogo y director de una de las escuelas teológicas más famosas de la antigüedad, hace una invitación a todos los paganos a que abandonen los ídolos y vengan a Cristo. En esta obra apologética de la fe cristiana encontraremos algunas de las doctrinas fundamentales de los Padres de la Iglesia: Dios ama a todos los hombres (Omnibenevolencia), y a todos extiende la invitación a la salvación (Expiación Ilimitada y Gracia Preveniente); el hombre puede elegir entre rechazar la gracia divina y ser condenado o creer en Cristo y recibir la vida eterna (Gracia Resistible – Libre Albedrío – Elección Condicional). En esta obra podremos contemplar claramente el pensamiento sinergista que predominaba universalmente en la Iglesia primitiva.

Protréptico (Exhortación) a los Griegos

(extractos)

Capítulo I. 4.3. Por otra parte, [Jesús] también en otro lugar llamó “raza de víboras” (Mt 3,7; Lc 3,7) a algunos que escupían veneno y a los astutos hipócritas que ponían impedimentos a la justicia; no obstante, si una de estas víboras cambia voluntariamente y sigue al Verbo, se convierte en hombre de Dios. 6.1. ¿Qué desea el instrumento, el Verbo de Dios, el Señor y el canto nuevo? Abrir los ojos de los ciegos, destapar los oídos de los sordos, conducir hacia la justicia a los lisiados y a los extraviados, mostrar a Dios a los hombres insensatos, detener la corrupción, vencer a la muerte y reconciliar con el Padre a los hijos desobedientes. 6.2. El instrumento de Dios ama a los hombres: el Señor se apiada, educa, estimula, advierte, salva, protege y como recompensa añadida de nuestro aprendizaje promete el reino de los cielos, aprovechándose de nosotros únicamente en eso, en que seamos salvados. En efecto, el mal apacienta la corrupción de los hombres; pero lo mismo que la abeja no maltrata nada de lo existente, la verdad se felicita únicamente de la salvación de los hombres8.3. El Salvador es elocuente e ingenioso respecto a la salvación de los hombres: rechazando advierte, amonestando duramente convierte, lamentándose se compadece, salmodiando invita, habla por medio de la zarza (aquellos [hombres] tenían necesidad de señales y prodigios), y con el fuego asusta a los hombres, encendiendo la llama de una columna, ejemplo de gracia y temor a la vez: si obedeces, [tendrás] la luz, si desobedeces, el fuego. 8.4. Pero tú, en cambio, si no crees en los profetas y consideras una fábula tanto a esos hombres como al fuego, el mismo Señor te dirá que, “existiendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a la cual aferrarse, sino que se anonadó a sí mismo”, Él, que es Dios compasivo y desea ardientemente salvar al hombre. 9.1. ¿Acaso no es absurdo, amigos, que Dios nos estimule siempre a la virtud, y que nosotros evitemos la ayuda y aplacemos la salvación?

Capítulo VIII.77.1. […] Las divinas Escrituras, además de un género de vida prudente, son caminos cortos de salvación; desnudas de adorno, sonido agradable, originalidad y de adulación, levantan al hombre vencido por la maldad y refuerzan lo resbaladizo que hay en la vida; con una única y la misma palabra ofrecen muchos servicios: nos apartan del error funesto y nos empujan con claridad hacia la salvación manifiesta. 77.3. Comparando mediante gran inspiración divina el error con la tiniebla, el conocimiento de Dios con el sol y la luz, y cotejando ambas cosas con sensatez, nos enseña [cuál debe ser] la elección. Ciertamente, el engaño no se disipa por comparación con la verdad; se destierra forzándolo con la práctica de la verdad. 80.2. “¿Hasta cuándo, perezoso, estarás acostado? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño?” (Proverbios 6,9). “Si fueras diligente, te llegaría tu cosecha como una fuente” (Proverbios 6,11), que es el Verbo del Padre, la buena lámpara, el Señor que trae la luz, la fe y la salvación para todos. 80.3. “El Señor que hizo la tierra con su poder -como dice Jeremías-, cimentó el universo con su sabiduría” (Jr 10,12). En verdad, habiendo caído nosotros en los ídolos, la Sabiduría, que es su Verbo, nos encamina hacia la verdad. 81.1. Ahora el Señor, compadeciéndose, nos entrega el canto salvador, semejante a un paso de marcha: “Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo serán ultrajadores? ¿Por qué aman la vanidad y buscan el engaño?” (Sal 4,3). ¿Cuál es la vanidad y cuál el engaño? 81.2. El santo Apóstol del Señor, acusando a los griegos, te lo explicará: “Porque conociendo a Dios no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que fueron insensatos en sus razonamientos (Rm 1,21), y cambiaron la gloria de Dios en la representación de una imagen del hombre corruptible (Rm 1,23), y sirvieron a la criatura en lugar del Creador” (Rm 1,25). 81.3. Ciertamente Dios es el mismo, el que al principio hizo el cielo y la tierra (Gn 1,1); pero tú no piensas en Dios, sino que adoras el cielo, y ¿cómo no vas a ser impío?

Capítulo IX.82.1. También podría citarte innumerables textos de los que ni siquiera pasará un solo trazo, que no llegue a cumplirse. Porque la boca del Señor -el Espíritu Santo- lo ha dicho. “Por tanto, hijo mío, no desdeñes -dice [la Escritura]- las lecciones del Señor, ni te enfades al ser corregido por Él” (Proverbios 3,11). 82.2. ¡Cuan grande es el amor [que tiene] a los hombres! No se comporta como el maestro con los alumnos, ni como el señor con los siervos, ni como un dios con los hombres, sino como un tierno padre que amonesta a los hijos. 82.3. Así, Moisés reconoce que estaba aterrorizado y  temblando (Hb 12,1), al oír hablar sobre el Verbo; en cambio, tú ¿no temes cuando oyes hablar del Verbo de Dios? ¿No te turbas? ¿No tomas precauciones a la vez y te apresuras en conocer, es decir, te apresuras hacia la salvación, temiendo la cólera, deseando la gracia y buscando con ardor la esperanza, para evitar el juicio? 82.4. Vengan, vengan, mi grupo de jóvenes: “Porque si no se hacen de nuevo como niños y vuelven a nacer” (Mt 18,3), según dice la Escritura, no recibirán al que es en realidad Padre, ni tampoco entrarán nunca en el reino de los cielos (Mt 18,3). ¿Cómo, en verdad, va a permitir entrar a uno extraño? 82.5. Sin embargo, cuando sea inscrito, nombrado ciudadano y reciba al Padre, entonces me parece que estará en las cosas del Padre (Lc 2,49), entonces será considerado digno de heredar y entonces participará con el Hijo legítimo, el amado, del reino paterno. 83.1. No obstante, ahora hay algunos tanto más ateos cuanto más amigo de los hombres es Dios; ciertamente Él quiere que de esclavos nosotros lleguemos a ser hijos, pero ellos incluso han despreciado con orgullo llegar a ser hijos. ¡Qué gran necedad! ¡Se avergüenzan del Señor! 83.2. Él anuncia la libertad, pero ustedes huyen hacia la esclavitud. Regala la salvación, pero ustedes se rebajan a la mera condición humana. Les concede eternidad, pero ustedes esperan pacientemente el castigo, y toman precauciones contra el fuego que el Señor preparó para el diablo y sus ángeles (Mt 25,41). 84.1. Cuando un testimonio como ese demuestra la necedad de los hombres y proclama a Dios, ¿qué otra cosa falta a los incrédulos, si no juicio y castigo? Ahora bien, el Señor no se cansa de aconsejar, amedrentar, incitar, fomentar y recordar; ciertamente despierta y levanta de la tiniebla misma a los extraviados. 84.2. “Despierta -dice- tú que duermes, álzate de entre los muertos, y Cristo, el Señor, te iluminará” (Ef 5,14); es el sol de la resurrección, el engendrado antes de la aurora (Sal 110 [109],3), el que regaló la vida con sus propios rayos luminosos. 84.3. Así entonces, que nadie desprecie al Verbo, para que no se sorprenda aniquilándose a sí mismo. En efecto, la Escritura dice en alguna parte: “Si hoy escuchan su voz, no endurezcan su corazón como sucedió en la rebelión, el día de la tentación en el desierto, cuando sus padres me pusieron a prueba”. 84.5. Miren la amenaza; miren la exhortación; miren el castigo; además, ¿por qué vamos a cambiar también la gracia en cólera y por qué no recibimos al Verbo con los oídos abiertos y no aceptamos a Dios como huésped en nuestras almas puras? En efecto, grande es la gracia de su promesa, si escuchamos hoy su voz; pero el hoy se extiende a cada día, mientras pueda nombrarse el hoy. 85.1. Con razón entonces la gracia es sobreabundante para los que han creído y han obedecido (cf. 1 Tm 1,14), pero para los que han desobedecido y han sido engañados en su corazón, ni han conocido los caminos del Señor, a los que Juan [Bautista] ordenó hacer rectos los caminos y prepararse, con ésos, en verdad, se enojó Dios y les amenaza.
85.2. También los antiguos hebreos errantes recibieron de manera simbólica el cumplimiento de la amenaza; en efecto, se dice que por la incredulidad no entraron en el descanso, antes de conocer ellos mismos que debían someterse al sucesor de Moisés, y de haber aprendido por experiencia, aunque tarde, que no podrían salvarse de otro modo, si no creyendo como afirmó Jesús. 85.3. Pero amando el Señor a todos los hombres, a quienes envía al Paráclito, les invita al conocimiento de la verdad (1 Tm 2,4). ¿Cuál es ese conocimiento? La piedad. “La piedad es útil para todo, según Pablo, porque tiene promesa de la vida presente y de la futura” (1 Tm 4,8). 85.4. Confiesen de alguna manera, hombres, si se vendiese una salvación eterna, ¿por cuánto la adquirirían? Aunque uno vendiera todo el Pactolo, el mítico río de oro, no pagaría un precio equivalente a la salvación. 86.1. Por consiguiente, no se desanimen; si quieren, tienen la posibilidad de comprar la salvación más cara con un tesoro conveniente, la caridad y la fe, que son un digno precio de la vida. Dios recibe con agrado ese precio. “Porque tenemos puesta la esperanza en Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, sobre todo de los que creen” (1 Tm 4,10). 86.2. En cambio, los otros, apegados al mundo como determinadas algas a las rocas del mar, estiman poco la inmortalidad y, como el anciano de Itaca (cf. Homero, Odisea, I,57-59), no están deseosos de la verdad ni de la patria del cielo, ni tampoco de la única luz verdadera, sino del humo. 87.3. Si nadie debe rechazar las exhortaciones de los demás santos [de las Escrituras], tampoco al mismo Señor que ama a los hombres, puesto que [Cristo] sólo se ocupa de que el hombre se salve. Él mismo, apremiándonos a la salvación, grita: “El reino de los cielos se acerca” (Mt 4,17); convierte a los hombres que se acercan a Él, infundiéndoles el temor. 87.4. Por eso también el Apóstol del Señor, advirtiendo a los macedonios, se hace intérprete de la divina voz, diciendo: “El Señor se ha acercado (Flp 4,5); cuídense de no ser sorprendidos con las manos vacías” (cf. Mt 25,28-29; Lc 19,24-26; 1 Co 15,58). Pero ustedes están tan sin temor; mejor, son tan incrédulos que no obedecen ni al Señor mismo ni a Pablo, que también soporta eso en nombre de Cristo (cf. Flp 1,7). 88.1. “Gusten y vean qué bueno es el Señor” (Sal 34 [33],9). La fe los conducirá, la experiencia les enseñará, la Escritura los educará, al decir: “Vengan, hijos, escúchenme, les enseñaré el temor del Señor” (Sal 34 [33],12). A continuación añade brevemente a los que han creído: “¿Quién es el hombre que desea vida, que anhela los días para ver el bien?” (Sal 34 [33],12). Somos nosotros, diremos, los que adoramos el Bien, los que estamos ansiosos de las cosas buenas. 88.2. Escuchen, entonces, los que están lejos, escuchen los que están cerca (Is 57,19; Ef 2,17). El Verbo no se oculta a nadie, es una luz común, brilla para todos los hombres. No existe ningún cimerio (cf. Homero, Odisea, XI,13-19) en el Verbo; corramos hacia la salvación, hacia la regeneración; apresurémonos la mayoría para reunirnos en el único amor conforme a la unidad de la única sustancia. 

Capítulo X.89.3. Esto es precisamente lo más hermoso de lo que se argumenta: mostrarles cómo la religión ha sido odiada por demencia y por esa desgraciadísima costumbre. En efecto, no hubiera sido odiada nunca o no se hubiera prohibido tan gran bien –el mejor de cuantos han sido concedidos por Dios al género humano-, si no hubieran estado cautivos por la costumbre, porque sin duda han taponado los oídos ante nosotros, como caballos rebeldes que se sublevan; mordiendo los frenos, han rechazado los discursos, deseando derribarnos a nosotros, los aurigas de la vida de ustedes, y llevados por la locura a los precipicios de la perdición, piensan que es execrable el sagrado Verbo de Dios. 90.1. Por lo tanto, consecuentemente tienen el premio de su elección, según [dice] Sófocles: “Una mente disipada, oídos inútiles, preocupaciones frivolas” (Sófocles, Fragmentos, 863), y no saben lo más verdadero de todo: los buenos y piadosos se beneficiarán de la buena recompensa por haber honrado lo que es bueno, pero los que por el contrario son malvados tendrán el castigo correspondiente, y una sanción está prevista para el príncipe del mal. 90.2. El profeta Zacarías le amenaza: “Que te reprenda el que eligió a Jerusalén. Mira, ¿no es éste un tizón sacado del fuego?” (Za 3,3). ¿Qué antojo de muerte voluntaria persigue aún a los hombres? ¿Por qué se precipitan con ese tizón mortal, con el que han de consumirse, pudiendo vivir bien según Dios y no según la costumbre? 90.3. Dios regala la vida, pero una costumbre malvada, tras la partida de aquí abajo, junto con un castigo inflige un arrepentimiento inútil; también al sufrir el necio aprende (Hesíodo, Opera et dies, 218) que la superstición mata y la piedad salva. 91.3. Ciertamente Dios, por su gran amor al hombre, se detiene ante el hombre, al igual que la madre de un polluelo sobrevuela por encima del recién nacido que se ha caído del nido (cf. Mt 23,37); y también cuando una serpiente está dispuesta a comer al recién nacido, “la madre revolotea alrededor, deplorando a los amados hijos” (Homero, Ilíada, II,315). También Dios Padre busca a su criatura, cura a la caída, persigue a la serpiente y recoge de nuevo al recién nacido, animándole a volar hasta el nido. 92.2. Deseo preguntarles si no les parece absurdo que ustedes los hombres, siendo criaturas de Dios, recibiendo de Él el alma y siendo totalmente de Dios, sirvan a otro dueño y además honren al tirano en vez de al Rey, al malvado a cambio del Bueno. 92.3. Así, en aras de la verdad, ¿qué hombre sensato se une al mal, abandonando el bien? ¿Quién hay que huyendo de Dios conviva con los demonios? ¿Quién, pudiendo ser hijo de Dios, se complace en ser esclavo? ¿O quién, pudiendo ser ciudadano del cielo, desea el infierno, pudiendo habitar el paraíso (cf. Gn 2,15), recorrer el cielo, participar de la fuente vivificadora y pura, caminando por el aire sobre aquella huella de la nube resplandeciente, como Elías, contemplando la continua lluvia salvadora? (cf. 1 R 18,44-45). 93.1. Arrepintámonos, entonces, y pasemos de la ignorancia a la ciencia, de la demencia a la prudencia, de la incontinencia a la templanza, de la injusticia a la justicia, de la impiedad a Dios. 93.2. Es hermoso el riesgo de pasarse a Dios. De muchos otros bienes pueden también disfrutar los que aman la justicia, los que perseguimos la salvación eterna. 94.1. La alianza eterna de Dios pone en nuestras manos esa herencia, que provee el regalo eterno. Este Padre nuestro es cariñoso, verdaderamente Padre; no cesa de exhortar, amonestar, educar y amar. En efecto, no cesa de salvar y aconseja lo mejor: “Sean justos, dice el Señor; los que tienen sed vengan a las aguas, y los que no tienen dinero acérquense, compren y beban sin dinero” (Is 54,17–55,1). 94.2. Exhorta al bautismo (baño), a la salvación, a la iluminación casi gritando y diciendo: “Te entrego, hijo, tierra, mar y cielo, y te regalo todos los animales que hay en ellos; únicamente ten sed de tu Padre, hijo, y Dios se te mostrará gratuitamente”. La verdad no es negociable; te concede también las aves, los peces y lo que hay sobre la tierra (cf. Gn 1,28); estas cosas las ha creado el Padre para tus agradables deleites. 94.3. El hijo ilegítimo las comprará con dinero, porque es hijo de perdición (cf. Jn 17,12; 2 Ts 2,3), porque ha preferido servir a las riquezas. 95.1. Ustedes, hombres, tienen la divina promesa de la gracia; también han oído la otra amenaza del castigo; por ambas cosas salva el Señor, ya que educa al hombre con temor y gracia. ¿Por dónde empezar? ¿Por qué no evitamos el castigo? ¿Por qué no admitimos el regalo? ¿Por qué no elegimos lo mejor, a Dios en lugar del malvado, y preferimos sabiduría en vez de idolatría, recibiendo vida a cambio de muerte? 95.2. Dice [el Señor]: “Mira, he puesto delante de ustedes la muerte y la vida” (Dt 30,15). El Señor intenta que tú escojas la vida (cf. Dt 30,19), te aconseja como Padre a obedecer a Dios. Dice: “Si me escuchan y quieren, comerán lo mejor de la tierra” (Is 1,19; cf. 33,11); es la gracia de la obediencia. “Pero, si no me escuchan ni quieren, espada y fuego los devorarán” (Is 1,20); es el juicio de la desobediencia. “En efecto, ha hablado la boca del Señor?” (Is 1,20); ley de verdad es el Verbo del Señor. 99.3. Acepten, por tanto, el agua racional, lávense los que se han manchado, rocíense a ustedes mismos según la costumbre con gotas auténticas; conviene subir limpios a los cielos. Si eres hombre, que es lo más universal, busca al que te creó; si eres hijo, que es lo más particular, reconoce al Padre. 99.4. Pero, ¿todavía permaneces en los pecados, consumido en placeres? ¿A quién va a decir el Señor: “De ustedes es el reino de los de los cielos” (Mt 5,3. 10; Lc 6,20). Si quieren, es de ustedes, de todos los que hayan hecho la elección por Dios; de ustedes, si únicamente han preferido tener fe y siguen el camino breve de la predicación, por la que los ninivitas, al obedecerla con un noble arrepentimiento, recibieron la auténtica salvación en vez de la temida destrucción (Jon 3,3-10). 104.3. En efecto, no creen en Dios ni reconocen su poder. Pero [Dios] tiene un amor indecible al hombre y es ilimitado su odio a la maldad. Su cólera alimenta el castigo por el pecado, pero su amor al hombre obra lo bueno para el arrepentimiento. Lo peor es estar privado del auxilio de Dios. 105.1. Ustedes, estando mutilados respecto a la verdad, ciegos de inteligencia y embotados mentalmente, no sufren ni se indignan, no desean ver el cielo ni al Autor del mismo, no procuran escuchar ni conocer al Creador y Padre de todo, uniendo su voluntad a la salvación. 106.4. Hombre, ten fe en el que es hombre y Dios; cree, hombre, en el que sufrió y ahora es adorado; los que son esclavos crean en el Dios muerto que vive. 106.5. Hombres todos, tengan fe en el único Dios de todos los hombres; crean y recibirán como recompensa la salvación. “Busquen a Dios y vivirá su alma” (Sal 68 [69],33). El que busca a Dios prepara su propia salvación; si encontraste a Dios, posees la vida. 107.1. Por consiguiente, busquemos para que también vivamos. La recompensa de la búsqueda es la vida junto a Dios. “Que se regocijen y se alegren en ti los que te buscan y digan sin cesar que Dios es grande” (Sal 69 [70],5). 110.1. Ciertamente, con una rapidez insuperable y con una benevolencia accesible, el poder divino llenó el universo de una semilla salvadora, iluminando la tierra. En verdad, el Señor no hubiera terminado así en tan poco tiempo una obra tan grande sin una solicitud divina, porque fue despreciado por su apariencia y adorado por su obra; Él es el Purificador, el Salvador, el Pacificador, el Verbo divino, el que ha aparecido como Dios verdadero, el que es semejante al Dueño del universo, porque era su Hijo y el Verbo estaba en Dios (Jn 1,1). 110.2. El que fue creído cuando fue preanunciado por primera vez, cuando tomó rostro humano y se revistió de carne para cumplir el drama salvador de la humanidad, pero no fue reconocido. 110.3. En efecto, era auténtico competidor y defensor del hombre; entregándose rápidamente a todos los hombres más deprisa que el sol, y saliendo de la misma voluntad del Padre, nos iluminó con toda facilidad; y así nos enseñó y nos mostró a Dios, de donde procedía y era Él mismo, poniéndose a nuestra disposición como el heraldo de la paz, el conciliador, nuestro Verbo salvador, fuente que trae la vida, fuente pacificadora que se difunde por toda la faz de la tierra; gracias a Él, por así decir, todo ha llegado a ser ya un mar de bienes.

Capítulo XI.116.1. Dios está siempre dispuesto a salvar a la multitud de los hombres (cf. Jn 10,11; Sal 22 [23],1; Is 40,11). Por eso también el buen Dios envió al buen Pastor; y el Verbo, al desplegar la verdad, mostró a los hombres la cima de la salvación, para que, una vez arrepentidos, se salvaran o para que fueran juzgados, si no obedecían. Esta predicación de la justicia es una buena noticia para los que obedecen y un tribunal para los que desoyen. 117.2. El amor realmente celestial y divino se une así a los hombres, cuando la verdadera belleza puede brillar alguna vez en el alma misma, una vez purificada por el Verbo divino; y lo mejor es que junto al auténtico querer camina la salvación, porque están bajo el mismo yugo, por así decir, la libre elección y la vida. 117.3. Por eso, esta única exhortación de la verdad es comparada a los más fieles amigos, porque permanece hasta el último suspiro, y es una buena escolta para los que van al cielo en el último y definitivo aliento del alma. ¿A qué te exhorto? Te apremio para que seas salvado. Esto es lo que quiere Cristo: te regala la vida con una única palabra. 117.4. ¿Y cuál es esa palabra? Apréndela brevemente: Verbo de la verdad, Verbo de incorruptibilidad, el que regenera al hombre, porque lo eleva a la verdad; el aguijón de la salvación, el que expulsa la corrupción, el que expulsa la muerte; el que ha construido un templo en los hombres, para establecer a Dios en los hombres.

Capítulo XII.123.2. Me parece que ya basta de palabras; si incluso he ido más lejos por amor al hombre, al exponer la participación que he recibido de Dios, ha sido para exhortar a ir hacia el mejor de los bienes, la salvación. Respecto de la vida que nunca tiene fin, ni las palabras pueden dejar alguna vez de explicar los misterios sagrados. A ustedes les queda todavía el conquistar finalmente lo más provechoso: el juicio o la gracia. Al menos yo pienso que no es legítimo dudar sobre cuál de esas cosas es mejor; ni tampoco es lícito comparar la vida con la perdición.

∼∗∼

Recopilación de textos y edición: Gabriel Edgardo LLugdar – Diarios de Avivamientos 2019 – Textos extraídos de primera fuente. Traducción perteneciente a la colección del Monasterio Benedictino de los Toldos.

 

Agustín y la Expiación Ilimitada

Expiacion Ilimitada o limitada

La mayoría de estos textos de Agustín surgen de sus controversias con los pelagianos, aunque mucho de la discusión gira en torno a los niños, no debatiremos acerca de ello pues ese no es el tema que hoy estamos tratando. Lo que hoy deseamos saber es cual es la postura de Agustín ante la pregunta: ¿Cristo murió por todos? y en esta lucha contra los pelagianos deja en claro cual es su opinión del tema:

“Me acusas por sostener que «todos los niños del mundo, por los que Cristo murió, son obra del diablo, nacidos marcados y culpables desde el momento de su concepción». No, los niños, en cuanto a su naturaleza, no son obra del diablo; pero, por su astucia, el diablo los hizo, en su origen, culpables. Por eso Cristo, como tú mismo confiesas, murió también por los niños; ellos, como todos, tienen derecho a la sangre derramada por Cristo para perdón de los pecados”. [Agustín. Réplica a Juliano. Libro III.XXV.58. Escritos Antipelagianos 3º. BAC]

“Luego ¿quién osará defender que sin esta regeneración se salvan los niños para siempre, como si Cristo no hubiera muerto por ellos? Porque Cristo murió por los impíos [Romanos 5:6]. Como, por otra parte, es evidente que estas criaturas no han cometido ninguna impiedad con su vida propia, si tampoco tienen ningún vínculo de pecado original, ¿cómo murió por ellos el que murió por los impíos? [Agustín. Consecuencias y Perdón de Los Pecados. Libro I.XVIII.23.]

Comentando Agustín sobre el texto: Si no comiereis mi carne y bebiereis mi sangre, no tendréis vida en vosotros [Juan 6:53] dice:

“Pues si no se atiende a la intención de Cristo, sino a la materialidad de las palabras, podría parecer que éstas sólo iban dirigidas a los presentes, que hablaban con el Señor, pues no dice: El que no comiere, sino: Si no comiereis. ¿Cómo se explica entonces lo que allí mismo les dice hablando del mismo argumento: El pan que yo daré es mi carne para salvación del mundo? [Juan 6:51]. Por estas palabras entendemos que también nos pertenece a nosotros este sacramento, aun cuando no existíamos cuando así hablaba, pues no podemos considerarnos extraños al siglo, por cuya vida derramó Cristo su sangre. Pues ¿quién duda que con el nombre de siglo comprende a los hombres que naciendo vienen a este mundo? A este propósito dice también en otra parte: Los hijos de este mundo engendran y son engendrados. Luego también por la vida de los párvulos se ofreció la carne que fue dada por la vida del siglo; y si no comen la carne del Hijo del hombre, tampoco ellos tendrán vida”.    [Consecuencias y Perdón de los Pecados. Libro I.XX.27]

La venida de Cristo como Médico es necesaria a los enfermos, no a los sanos, porque no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores; en su reino sólo entrará quien hubiere renacido por el agua y el Espíritu, ni fuera de su reino poseerá la salvación y la vida eterna. Pues el que no comiere su carne y el que no cree al Hijo, no tendrá vida, sino la cólera de Dios gravita sobre él. De este pecado, de esta enfermedad, de esta ira de Dios, de la que naturalmente son hijos aun los que no teniendo pecados personales por razón de la edad, sin embargo contraen el de origen, sólo liberta el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo [Juan 1:29]; sólo el Médico, que no vino por los sanos, sino por los enfermos; sólo el Salvador, de quien se dijo al género humano: Os ha nacido hoy el Salvador [Lucas 2:11]; sólo el Redentor, con cuya sangre se borran nuestras deudas.” [Consecuencias y Perdón de los Pecados. Libro I.XXIII.33.]

En el siguiente texto se interpreta el pasaje donde Cristo habla de sus ovejas.  Afirma Agustín que cualquiera puede ser oveja por el bautismo.

Aunque he traído algunos pasajes del evangelio de San Juan, examina también éstos. San Juan Bautista dice de Él: He aquí el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo. Y el mismo Cristo asegura de sí mismo: Los que son de mis ovejas, oyen mi voz; y yo las conozco a ellas y me siguen, y doy la vida por ellas, y no perecerán eternamente [Juan 10:27-28]. Como los niños comienzan a ser ovejas de Cristo por el bautismo, si no lo reciben, perecerán sin duda, porque no tendrán la vida eterna que dará Él a sus ovejas” [Consecuencias y perdón de los pecados, y el bautismo de los niños. I.XXVII.40. Traductor: P. Victorino Capánaga]

¿Implica la expiación ilimitada un universalismo? Agustín no tenía conflicto con ello, el que Cristo haya muerto por todos no significa que todos sin excepción vayan a salvarse; sino solamente aquellos que se amparan en la gracia de Cristo.

“Y esta expresión todos no debe entenderse como si todos los que nacen de la carne del pecado alcanzasen sin excepción la limpieza que obra la carne que lleva la semejanza de la carne de pecado, porque la fe no es de todos. […] No hay, pues, reconciliación sin el perdón de los pecados, por la sola gracia del misericordiosísimo Salvador, por la única víctima del verdaderísimo Sacerdote; y así todos los hijos de Eva, que creyó a la serpiente, hasta ceder a los apetitos corrompidos, no obtienen la liberación del cuerpo de muerte sino por el Hijo de la Virgen, que creyó al ángel para que concibiese virginalmente.”    [Consecuencias y perdón de los pecados, y el bautismo de los niños. I.XXVIII.55,56]

Por último, en su Opúsculo Réplica a Juliano, obra que quedó inacabada por la muerte de Agustín, es más contundente su postura hacia el tema e insta al pelagiano Juliano de Eclana que deje de tergiversar las palabras de Pablo:

«Si, en tu sentir, el Apóstol enseña que los niños no tienen pecado, ¿por qué, en sentencia del Apóstol, están muertos? Porque tú admites también que por ellos murió Cristo: Uno murió por todos; luego todos estábamos muertos; y por todos murió. ¡Oh Juliano!, esto lo dijo el Apóstol, no Agustín; o mejor, el mismo Cristo por boca del Apóstol. ¡Frena tu fanfarronería, inclina ante Dios tu frente!» [Réplica contra Juliano – Obra Inacabada – Libro II.133 Obras Antipelagianas]

Explica, si puedes, el sentido de esta frase: Uno murió por todos, y atrévete a decir que Cristo no murió por todos los muertos; al momento te trituraría el Apóstol y reprimiría tu audaz insolencia con su conclusión lógica: Luego todos estamos muertos. No alabes al Apóstol, no lo interpretes si no quieres oírle decir: Si uno murió por todos, luego todos murieron. Por todos estos pasó el pecado, y en todos murieron se encuentran incluidos los niños, por los que también murió Cristo; por todos murió, pues todos pecaron. Argumenta como quieras, tergiversa a placer las palabras del Apóstol hasta adulterar su sentido; no conseguirás demostrar que los niños están inmunes de la muerte que viene por el pecado; porque no te atreves a negar que por ellos murió Cristo.” [Réplica contra Juliano – obra inacabada- Libro II.175]

8. Gracias a esta acción mediadora, adquiere la reconciliación con Dios la masa entera del género humano, alejada de él por el pecado de Adán. Por Adán entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así pasó a todos los hombres, quienes pecaron todos en él. ¿Quién podría verse libre de esto? ¿Quién se distinguiría pasando de esta masa de ira a la misericordia? ¿Quién, pues, te distingue? ¿Qué tienes que no hayas recibido? No nos distinguen los méritos, sino la gracia. En efecto, si fueran los merecimientos, sería algo debido; y, si es debido, no es gratuito; y, si no es gratuito, no puede hablarse de gracia. Esto lo dijo el mismo Apóstol: Si procede de la gracia, ya no de las obras; pues, de lo contrario, la gracia dejaría de ser gracia. Gracias a una sola persona, nos salvamos los mayores, los menores, los ancianos, los hombres maduros, los niños, los recién nacidos: todos nos salvamos gracias a uno solo. Uno solo es Dios, y uno solo también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús. Por un hombre nos vino la muerte, y por otro la resurrección de los muertos. Como en Adán morimos todos, así también en Cristo seremos vivificados todos. 9. Quizá aquí me salga alguien al encuentro, diciéndome: « ¿Cómo todos? ¿También quienes han de ser enviados al fuego, quienes van a ser condenados con el diablo y atormentados en el fuego eterno? ¿Cómo dices una y otra vez que todos?» Porque a nadie le llegó la muerte sino por Adán y a nadie le llega la vida sino por Cristo. Si hubiera habido otro que nos hubiese conducido a la muerte, no todos habríamos muerto en Adán; si hubiese otro por el que pudiésemos llegar a la vida, no todos seríamos vivificados en Cristo.”    [Sermones, 293.8-9]

Artículo y recopilación de textos: Gabriel Edgardo LLugdar Diarios de AvivamientosSerie Patrística – 2018

 

Expiación Limitada ¿Cristo murió por todos?

Elección, Expiación Limitada y breves fundamentaciones bíblicas – Capítulo 6 – del libro: Una Introducción al Arminianismo Clásico

Dios ha decretado salvar a aquellos que irán a creer en Jesucristo y perseverar en la fe; dejando en el pecado a los incrédulos para ser condenados. Artículo 1
Jesucristo murió por todos los hombres, proporcionando redención para aquel que cree en él.
 Artículo 2

Introducción

A partir de este capítulo pasamos a una discusión de los Cinco Artículos Remonstrantes presentados en el capítulo cuatro. Allí nos propusimos, por una breve incursión historiográfica, explicar qué y cuáles son los Artículos; la finalidad de la elaboración de ellos y el impacto causado en los jefes de las Provincias Unidas y en los calvinistas. Ya aquí, y en los capítulos siete y ocho, asociaremos cada artículo a Arminio y, brevemente, los sostendremos con análisis bíblicos.

1. Artículo Primero: Dios elige o reprueba sobre la base de la fe o en la incredulidad previstas.

En lo que se refiere a este artículo, los remonstrantes se fundamentaron en las siguientes palabras de Arminio:

Dios determinó salvar y condenar a ciertas personas en particular. Este decreto tiene su fundamento en el pre-conocimiento de Dios, por el cual él conoció desde toda la eternidad a aquellos individuos que, por medio de su gracia preveniente [precedente], creerían y perseverarían por medio de su gracia subsecuente, de acuerdo con la administración anteriormente descrita de aquellos medios que son adecuados y propios para la conversión y la fe; y, por ese mismo pre-conocimiento, él semejantemente conoció a aquellos que no creerían y perseverarían. [ARMINIUS, Vol. 1, p. 170].

Se desprende de este comentario la idea de la salvación del hombre no porque él es un elegido, sino porque recibe a Cristo como Señor y Salvador y así se torna un elegido. No existe selección de algunas personas para la salvación ni para la condenación. La elección es condicional a la respuesta del hombre y depende de la presciencia divina que anticipa la fe. Es teniendo por base la presciencia, que Dios predestina o elige individuos para la salvación o la perdición. Arminio negó la doctrina de la elección incondicional, que es incompatible con el carácter de Dios. Podemos señalar como ejemplo de esta incompatibilidad la negación de la omni-benevolencia de Dios. Dios es todo-amoroso y por eso ama a todos (Juan 3:16, Romanos 5: 8, Romanos 8: 35,38-39, 2ª. Corintios 5:14, Tito 3: 4-5, 1ª. Juan. 4:7-8, 10). Elegir arbitrariamente unos para la salvación y otros para la condenación niega aquel atributo moral divino. Los Remonstrantes se hicieron eco de Arminio conforme el artículo 1º –Dios ha decretado salvar a aquellos que irán a creer en Jesucristo y perseverar en la fe; dejando en el pecado a los incrédulos para ser condenados.

En respuesta al artículo remonstrante, el Sínodo de Dort concluyó:

Esta elección no se basa en la fe prevista, en obediencia de fe, santidad o cualquier buena calidad o disposición, que sería una causa o condición previamente requerida al hombre para ser escogido.

La respuesta calvinista no hace justicia a 1ª Pedro 1: 2 “elegidos, según la presciencia de Dios Padre […]” La prognosis (presciencia) divina sabe de antemano (Romanos 8:29) quien responderá con arrepentimiento y fe a la obra del Espíritu Santo en el momento de la predicación del Evangelio. En ese instante, efectivamente, se da la elección.
El arminianismo clásico cree en una elección incondicional, pero, eso en lo tocante al pueblo de Dios. En cuanto a personas específicas, la elección es siempre condicional al uso que los hombres hacen de los medios de gracia. La doble predestinación calvinista es un terror para aquellos que, conocedores de tal doctrina, viven preguntándose si son o no elegidos. Ella es irreconciliable con el Dios que es amor (1ª Juan 4: 8) Calvino enseñó la doble predestinación:

Dios ordenó desde la eternidad a quien quiere abrazar en amor y ejerce su ira contra quien quiere”. [CALVINO, I.R.C. Vol.3] Así se niega la universalidad del amor de Dios. En Calvino, la gloria de Dios reemplaza el amor de Dios. La doble predestinación es tan chocante que Calvino, según Calder, exclamó: “¡decretum horribile!” [En latín horribile no significa horrible, significa ‘lo que inspira reverencia’. Sin embargo, la teoría es horrible y causa espanto] Tillich, citando a Calvino, señala: “[…] ¡se trata de un decreto horrible, confieso!” [TILLICH, Paul. História do Pensamento Cristão. São Paulo: ASTE, 2007. p. 265] Hay calvinistas que niegan la doble predestinación, pero sus argumentos no pasan de puntuaciones semánticas. Inexorablemente, el decreto de salvar algunos lleva al decreto de condenar a otros.

El artículo remonstrante en cuestión, se condice más con el carácter de Dios y da a la humanidad el consuelo de que aun estando todos perdidos, el sacrificio alcanza a aquellos que por fe reciben al Hijo como Señor y Salvador. Jesús es el elegido, y en él Dios elige a aquellos que Él previó que expresarían fe en su Hijo, después del arrepentimiento de los pecados. La doctrina de la elección en la perspectiva arminiana clásica es la única que puede presentar a Dios como siendo bueno, amable y justo. Sólo ella hace de la presentación del Evangelio una oferta sincera, pues de hecho, es para todos, llamándolos sinceramente (serio vocantur).

Los remonstrantes dijeron lo siguiente en el Sínodo de Dort: “Aquel que Dios llama para salvación, Él llama sinceramente (serio vocat), es decir, con intención sincera y deseo de salvar completamente, sin hipocresía.” Esto porque los remonstrantes creían en la elección condicional y no en la doble predestinación calvinista. En este último caso, ¿cómo anunciar sinceramente el Evangelio para quien de ningún modo, por determinación divina, podrá experimentar los beneficios de su poder? Algunas razones que hacen del sistema arminiano clásico un portador del anuncio bien intencionado del Evangelio son las siguientes:

• La oferta del Evangelio es universal;
• Dios desea que los oyentes (todos) del Evangelio sean salvos;
• La elección es condicional y la expiación es ilimitada;
• La predicación del Evangelio es gracia para todos los perdidos.

Por estas razones, es claro que sólo el arminianismo clásico puede anunciar el contenido de Ezequiel 33:11, 1ª Timoteo 2:4, 4:10, Tito 2:11, 2ª Pedro 3: 9; sin incurrir en una actuación fingida, [predicarle a alguien el Evangelio, sin estar seguro de que Cristo murió por él, no es una predicación sincera, es una mera actuación]. Aunque los Cánones de Dort, en el capítulo II, artículo 5º, defiendan que el mensaje del Evangelio predicado por los calvinistas sea bien intencionado, discrepamos de esta defensa, pues afirmar que Dios desea salvar a todos, conforme a las Escrituras arriba mencionadas, cuando en realidad Él sólo salvará a los elegidos, no pasa de ser un juego de escena. Es contradictorio creer en las doctrinas de la elección incondicional y expiación limitada y al mismo tiempo enseñar que “la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres” (Tito 2:11). Tanto el calvinismo supralapsariano, como el infralapsariano, caen en esa contradicción al intentar armonizar esas doctrinas. El calvinista Herman Hoeksema (1886-1965) censura:

Ellos profesan creer que la expiación es limitada, y que Cristo murió sólo por los elegidos; aun así, por el otro lado, también insisten en que Dios sinceramente tiene buena intención en la oferta de la salvación a todos los hombres. [HOEKEMA, Anthony. Salvos Pela Graça. Cultura Cristã, 2011, p. 81]

Este es un caso de duplipensar, concepto pensado por el escritor inglés George Orwell (1903-1950) y que significa mantener en la mente dos creencias contradictorias. Anthony Hoekema reconoce:

Una vez que la Biblia enseña tanto la elección eterna como la buena intención de la vocación del evangelio, seguiremos manteniendo nuestra creencia en ambas doctrinas, aunque no podamos reconciliarlas en nuestra mente finita. [Ibid. p. 87]

Bueno, ese es un conflicto innecesario, pues las Escrituras no concuerdan con la expiación limitada ni con la elección incondicional. Eso es sufrir mentalmente por nada. Por otra parte, el teólogo calvinista Vincent Cheung dijo que ese intento de conciliación, innecesaria, es creer como un calvinista y predicar como un arminiano. En otras palabras, él está diciendo: “bájese del muro”.
Recordando una cuestión importante: en el sistema arminiano clásico, Cristo no es un mero instrumento que hará efectivo el decreto abstracto de elección, sino que Él es la razón de la elección. Leamos a Arminio nuevamente

El primer decreto absoluto de Dios, concerniente a la salvación del hombre pecador, es que Él decretó designar a su Hijo Jesucristo por Mediador, Redentor, Salvador, Sacerdote y Rey, que puede destruir el pecado por su propia muerte, puede obtener, por su obediencia , la salvación que había sido perdida, y puede comunicarla por su propia virtud. [ARMINIUS, Vol. 2, p. 170].

Es de este primer decreto divino que emerge la doctrina de la predestinación de Arminio. Los tres decretos siguientes ya se han presentado anteriormente. Pero, para fines didácticos, siguen, una vez más los cuatro decretos, ahora, en formato de diagrama.

Primer Decreto
Nombrar a Jesucristo como Mediador,
Redentor, Sacerdote y Rey

                            ⇓                                                                                               ⇓

        Segundo Decreto                                                                              Tercer Decreto

 Elección-Reprobación-Condicional –                                                 Administrar

                                                                                           los medios necesarios para                                                                                                            el arrepentimiento y la fe

                        ⇓                                                                                                     ⇓

Cuarto Decreto

Salvar y condenar ciertas personas

Fundamentos de este decreto:

Presciencia de Dios
Libre elección: – creer y perseverar – no creer y no perseverar

                                 ⇓                                                                                    ⇓

Salvación                                                                                        Condenación

El sistema es totalmente Cristo-céntrico, pues comienza con Jesucristo, sujeto principal de la predestinación. Ese concepto de la predestinación es descrito de modo sublime por Karl Barth: 

Sobre Jesucristo nada sabemos con mayor certeza y exactitud que esto: en libre obediencia a su Padre, Él eligió ser hombre, y como hombre, hacer la voluntad de Dios. Si Dios nos elige igualmente, esa elección se da en la elección de Jesucristo y por medio de ella, en ese acto de libre obediencia y por medio de él, por obra de su Hijo […] Es en él que la elección eterna se convierte inmediata y directamente en la promesa de nuestra elección, decreto que fue en el tiempo de nuestro llamado, o vocación para la fe, del consentimiento por nosotros concedido para la intervención a nuestro favor, de la revelación de nosotros mismos como hijos de Dios. [Citado en MILLER, GRENZ, Teologias Contemporâneas, p. 27].

2. Breve fundamentación bíblica del primer artículo de fe Remonstrante.

La «elección» es un decreto divino anterior a la salvación y depende totalmente de la libre y soberana expresión de la misericordia de Dios: “no me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros” (Jn 15:16). Dios es la causa eficiente de la elección. Soberanamente él decreta. La teología arminiana clásica reconoce esto tanto en el sentido de una elección de comunidades (Deuteronomio 7:6, 14:2, Hechos 13:17) y la elección de los individuos (Romanos 16:13, 2ª Juan 1:1, 13) siendo esta última el sentido más elevado que las Escrituras dan a la elección.

El arminianismo clásico sostiene que Dios determinó salvar y condenar a ciertas personas en particular. Este decreto tiene su fundamento en el pre-conocimiento de Dios, como demostramos más arriba. Dios elige previendo la respuesta de fe y la perseverancia. Los actos libres de las personas en aceptar o rechazar la gracia de Dios son tenidos en cuenta (Lucas 13:34, Hechos 7:51). El decreto arbitrario propuesto por el calvinismo no es una doctrina bíblica, sino sólo una especulación filosófica.

Como se indica, la elección y la reprobación (no entienda «reprobación» como una pre-ordenación para la condenación) en el sistema arminiano clásico se relaciona con la doctrina de la presciencia cognitiva divina, que anticipa el conocimiento de Dios en cuanto a los pensamientos y acciones de las personas. El apóstol Pedro escribió: “elegidos, según la presciencia de Dios Padre […]” (1ª Pedro 1: 2). Pablo escribiendo a los Romanos dice: “porque a los que antes conoció […]” (Romanos 8:29).

Vincular la elección a la presciencia no supone causalidad porque Dios no necesita predestinar para conocer previamente, pues Él es omnisciente. Este pensamiento no presupone que Dios sea sorprendido por la decisión de alguien. La presciencia divina envuelve todo. Como la elección es por presciencia, ella es condicional, o sea, depende de la respuesta en arrepentimiento y fe de quien oye el Evangelio: “[…] arrepentíos y creed en el Evangelio” (Marcos 1:15). En el Nuevo Testamento la elección de los creyentes es presentada de modo individual o colectivo, como dijimos. La elección individual puede ser vista en expresiones como “Dios os haya escogido (personas) para la salvación” (2ª Tesalonicenses 2:13), “habiéndonos predestinado (individuos)” (Efesios 1: 4-5, 11). Rufo, en Romanos 16:13 es identificado como un «elegido» [escogido]. En ese sentido, concluimos que la elección no está restringida a un plano impersonal, sino que involucra a individuos. En cuanto a la elección corporativa, así como Israel en el Antiguo Testamento, es para un servicio; para el anuncio de las buenas nuevas. Pero no sólo eso, sino que, reiteramos, es una elección para la salvación. Expresiones como “linaje escogido” (1ª Pedro 2: 9), “señora elegida” y “su hermana la elegida” (2ª Juan 1,13), reflejan esa elección colectiva.
En la teología arminiana clásica también hay lugar para una elección incondicional. Olson explica:

Los arminianos interpretan el concepto bíblico de elección incondicional (predestinación para la salvación) como corporativa. De este modo, la predestinación tiene un significado personal (presciencia de elecciones individuales) y un significado colectivo (elección de un pueblo). La primera es condicional, la última es incondicional. La predestinación de Dios de personas está condicionada por la fe de éstas; la elección de Dios de un pueblo para su gloria es incondicional. La última englobará a todos los que creen. [OLSON, Roger. Teología Arminiana, Mitos y Realidades]

La elección es incondicional, para el arminianismo clásico, solamente en lo que se refiere a un colectivo. En este caso, la Iglesia. Como se dijo anteriormente, se trata de una elección incondicional para el servicio. En el ámbito soteriológico divino la Iglesia debe cumplir su misión de diseminación del Evangelio y de la expansión del Reino de Dios. Dios no abre negociación en cuanto a eso. Por el contrario, la elección incondicional en el calvinismo consiste en que Dios escoge a algunos individuos para la salvación, en tanto que los que no son llamados, irresistiblemente van al infierno. Es difícil no admitir que la elección incondicional calvinista contradice las Escrituras. No hay una oferta sincera del Evangelio, pues es imposible para algunos pecadores, aunque oigan las buenas nuevas de salvación, convertirse.

2.1. La soberanía divina

Es común, que a los arminianos clásicos se les acuse de descuidar la soberanía divina [*]. Dicen que nuestra visión es minimalista, pues a esto nos llevan doctrinas como la elección condicional. No estamos de acuerdo con esa acusación, por supuesto. Los arminianos clásicos no niegan la soberanía de Dios, ni siquiera cuando argumentan en favor de la elección condicional. Sencillamente porque la elección condicional no implica un debilitamiento de la soberanía divina. En el caso de que Dios sufriese alguna coacción de fuera, algo impensable en cualquier circunstancia, podríamos aceptar la acusación; pero no existe una situación donde sea posible la idea de que Dios pueda ser coaccionado. Lo que el arminianismo clásico enseña en consonancia con las Escrituras es que Dios, en su soberanía, escogió libremente y según sus propósitos crear un universo con personas libres capaces de tomar decisiones, lo que por consiguiente, es evidente, determina situaciones. Por ejemplo: “Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan” (Lucas 7:30).

[*] Una explicación clara y objetiva del concepto de soberanía de Dios nos es dada por Claudionor de Andrade: “Autoridad incuestionable que Dios ejerce sobre todas las cosas creadas, tanto en la tierra, tanto en los cielos, disponiendo de todo de acuerdo con sus consejos y designios.” (1998, p. 265)

Lucas muestra la reacción de los fariseos frente al mensajero de Dios, Juan el Bautista. No es de extrañar tal resistencia cuando volvemos a los capítulos 5:17 a 6:11, donde ellos reaccionaron negativamente al Hijo de Dios. Estos momentos de oposición caracterizan la opción de los fariseos por su propia justicia en detrimento de la justicia de Dios revelada en Jesús (v.29). Al actuar así, ellos, según Lucas, “desecharon el designio de Dios”. El verbo en negrita en el texto griego es atheteo. En el Diccionario Vine, atheteo en Lucas 7:30, significa “impedir la eficacia de algo, invalidarlo, frustrarlo”. ¿Cómo el hombre puede frustrar (o como dice James Strong: ‘arruinar, rechazar’) el designio divino, si no fuese por una concesión divina vinculada a Su voluntad de lidiar con criaturas libres? La historia emerge de las agencias divina y humana. Aquí tenemos la agencia humana definiendo el resultado, y la soberanía divina estando limitada por la elección libertaria de los fariseos. ¿Esto ocurre siempre? ¡No! Como explica el teólogo arminiano Henry Clarence Thiessen (1883-1947):

Dios a veces permite que el hombre actúe según el hombre quiere.
A veces, Dios impide al hombre hacer lo que, en su libertad, él podría hacer.
Dios siempre prevalece sobre lo que el hombre hace para Sus propios fines.

Mantenemos que nosotros, los arminianos clásicos, no descuidamos la soberanía divina como dicen los calvinistas. Avancemos un poco más en este asunto. El teólogo arminiano John Miley (1813-1895) explica:

No ponemos en duda una verdadera soberanía divina, pero rechazamos una que sea puramente arbitraria, por ser totalmente inconsistente con la naturaleza de Dios y con los grandes hechos de su providencia. [Citado en THIESSEN, 2000, p. 116]

Dios es soberano en el universo, y esto nunca fue negado por el arminianismo clásico. “Dios está en el control sin controlar todo”, dice Olson, y esa es la razón de la queja calvinista contra los arminianos clásicos. Ellos exigen el ejercicio de una soberanía meticulosa, nosotros no, pues un gobierno absoluto, para ser caracterizado como tal, no necesita la imposición de un control de las minucias y toda particularidad de la vida de los gobernados. Además, una concepción de soberanía según los moldes calvinistas, en última instancia, hace que Dios sea el autor del pecado y del mal moral, hecho vehementemente negado por el arminianismo clásico.

Escribiendo a su amigo Hippolytus Collibus, Arminio dijo: “Dios no puede ser acusado de ser el autor del pecado”. [ARMINIUS, Vol. 2, p. 329]. A esta altura no se puede olvidar dos conceptos fundamentales y decisivos para el distanciamiento entre los modos de entender la soberanía divina y el control de la historia humana, por parte de los arminianos clásicos y los calvinistas. Los conceptos, en latín, son: de facto y de jure. Valiéndonos de Olson, por medio de quien llegamos a esos conceptos, explicamos. El primero significa que Dios ya controla la historia de forma determinista y minuciosa. En ese sentido, nada frustra la voluntad divina. Lucas 7:30 no está de acuerdo con eso. En cuanto al segundo, por derecho y poder, Dios está en el control de la historia humana, pero no excluyendo la libertad humana ni haciendo de Él el autor del pecado. De esta forma, Dios solamente en parte controla las cosas en el presente de facto. Olson remata:

Jesús enseñó a sus discípulos a orar “sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10). Si la soberanía de Dios ya estuviese completamente ejercida de facto, ¿por qué alguien necesitaba orar para que la voluntad de Dios sea hecha en la tierra? En este caso, ella ya estaría siempre siendo hecha en la tierra. Esta diferencia entre la soberanía de Dios de facto y de jure es exigida en la Oración del Padre Nuestro.

De ello inferimos ser antibíblico un concepto de soberanía que propone strictu senso, un sentido de control absoluto. Wynkook se expresa de forma sublime en cuanto a cómo los arminianos clásicos reflexionan sobre la soberanía divina:

Su soberanía suprema es el fundamento de la totalidad de la teología cristiana. No se puede permitir ninguna teoría filosófica que admita la más leve brecha en esa soberanía. Cada doctrina cristiana depende de esa enseñanza. […] Si Dios no es completamente soberano no puede sostener la fe cristiana. [WYNKOOP, p. 97]

La doctrina de la elección condicional fue pensada por Dios mismo. Él proyectó cómo debían ocurrir las cosas concernientes a la salvación del hombre. ¿Qué hay de mal en un Dios soberano, que en su soberanía, concede al hombre alguna medida de autodeterminación? ¿Sería la reacción divina a alguna acción humana? Pero, ¿el perdón divino dado al hombre no es en respuesta al arrepentimiento por causa de su acto pecaminoso? ¿No hay aquí una acción divina condicionada al comportamiento humano? Dar aquella medida de autodeterminación, exalta más la soberanía de Dios que negarla. El omnipotente Dios concedió esa autodeterminación a los ángeles y seres humanos.
Por lo tanto, reiteramos: los arminianos clásicos no niegan la doctrina de la soberanía de Dios, aun manteniendo la doctrina de la elección condicional, que a su vez en modo alguno anula a aquella. Aunque los calvinistas no admitan nuestra reflexión, eso no la hace ilegítima, pues el concepto de soberanía no es monopolio de ellos.

3. Segundo Artículo: Cristo murió por todos y por cada hombre.

Para Arminio, la salvación era universal, es decir, el sacrificio de Jesucristo fue extenso en su alcance:

En relación a la extensión y potencialidad del precio y en relación a la única causa [general] de la humanidad, la sangre de Cristo es la redención de todo el mundo. Pero aquellos que pasan por esta vida sin fe en Cristo, sin el sacramento de la regeneración, son totalmente extraños a la redención. [ARMINIUS, Vol. 1., p. 227].

Jesús murió por todos los hombres. Sin embargo, la salvación depende de una respuesta de fe. A sus interlocutores, Arminio recuerda que esa era la creencia en la antigüedad. La conexión entre la respuesta de fe y la salvación no niega la preeminencia de la gracia, pues toda la salvación en la soteriología arminiana clásica, como ya hemos señalado, es enteramente de la gracia divina. Leamos a Arminio nuevamente: “Yo atribuyo a la gracia el comienzo, la continuidad y la consumación de todo bien”. La respuesta de la fe es asistida por la gracia preveniente, acción operante del Espíritu Santo junto al hombre. Para Arminio, el sacrificio de Cristo hace disponible la salvación a todos los hombres, pero la conquista es sólo para los que creen.

Arminio, en The Works of Arminio Article XII, vol. I, p. 227, desafió a sus contemporáneos defensores de la expiación limitada a contestar las Escrituras de 1ª Juan 2:2; Juan 1:9, 6:51; Romanos 14:15 y 2ª Pedro 2:1. En uno de sus artículos, él recurrió al amigo de Agustín, Próspero de Aquitania (390-460) para mostrar la antigua creencia de la expiación ilimitada. Aquitania dijo: “Quien dice que el Salvador no fue crucificado para la redención de todo el mundo, no considera la virtud del sacramento, sino la causa de los incrédulos, puesto que la sangre de Jesucristo es el precio pagado por todo el mundo”. [Citado en ARMINIUS, vol. 1, p. 227].

Para Arminio y los remonstrantes, Jesús es el salvador del mundo. El artículo 2º de la Remonstrancia dice: “Jesucristo murió por todos los hombres, proporcionando redención si alguno cree en él”. La redención es universal (Juan 3:16, 1ª Juan 2:2), pero eso no lleva al universalismo [*]. El tipo de universalismo frente a nosotros, es el calificado que aboga ser la expiación ilimitada cuanto al hecho de que Cristo murió por todos, pero su obra de redención alcanza solamente a las personas arrepentidas y que manifiestan fe en Él.

[*] Según esta teoría, Dios, al final de los tiempos, reconciliará a todos los hombres a Sí, independientemente de sus obras, intenciones y mérito. Ella no será discutida aquí, porque es rechazada por los particularistas y adeptos del universalismo calificado. La razón de este rechazo se da debido al hecho de que las Escrituras niegan perentoriamente su validez como doctrina.

El teólogo arminiano del siglo XX, Orton H. Wiley (1877-1961), siguiendo los pasos de los remonstrantes y de Arminio explica la expiación universal:

La expiación es universal. Esto no quiere decir que toda la humanidad se salvará incondicionalmente, sino solamente que la oferta sacrificial de Cristo satisfizo las pretensiones de la ley divina, de manera que hizo posible la salvación para todos. La redención, por lo tanto, es universal o general en el sentido de provisión, pero especial o condicional en su aplicación al individuo. [WILEY, Orton H. A Excelência da Nova Aliança em Cristo: comentário exaustivo da carta a os Hebreus, p. 270].

El concepto de expiación ilimitada fue defendido por Calvino:

[…] La palabra «muchos» (en Marcos 14:24) no significa solamente una parte del mundo, sino la totalidad de la raza humana […] Es incontestable que Cristo vino para la expiación de los pecados de la humanidad como un todo. [GEISLER, Teología Sistemática vol. 2, 2010, p. 295].

Calvino, Arminio y los remonstrantes convergen en ese punto. Lutero y la patrística griega también decían eso. John Wesley, un arminiano clásico, comentando 1ª Timoteo 2: 6 escribió: “Es un rescate para cuantas almas fuese necesario”. En otro lugar él dijo: “(Cristo) se dio a sí mismo en rescate por todos”. El teólogo Daniel B. Pecota (1929-1997), teólogo pentecostal, escribió: “antes de la ascensión del calvinismo, el universalismo cualificado había sido la opinión mayoritaria desde el inicio de la Iglesia [PECOTA, Daniel B. A Obra Salvífica de Cristo. In: HORTON, Stanley M. Teologia Sistemática: uma perspectiva pentecostal. Rio de Janeiro: CPAD, 1996].

El profesor Walter A. Elwell dice:

Los que defienden la redención general comienzan indicando que es el punto de vista histórico de la iglesia, siendo sostenido por la vasta mayoría de los teólogos, reformadores, evangelistas y padres, desde el inicio de la iglesia hasta el día presente, incluyendo prácticamente todos los escritores antes de la Reforma con la posible excepción de Agustín. Entre los reformadores, la doctrina se encuentra en Lutero, Melanchton, Bullinger, Latimer, Cranmer, Coverdale e incluso Calvino, en algunos de sus comentarios. [ELWELL, Walter A. Enciclopedia histórica-teológica de la Iglesia Cristiana].

Contra todo testimonio histórico, los Cánones de Dort, en el Artículo VIII del Capítulo II, p. 7, defendió un alcance salvífico exclusivista:

Porque este fue el soberano consejo, la voluntad graciosa y el propósito de Dios, el Padre, que la eficacia vivificante y salvífica de la preciosísima muerte de su Hijo fuera extendida a todos los elegidos.      [Cánones de Dort]

Por ser exclusivista, la creencia anterior es antibíblica. La soteriología bíblica es inclusiva, es decir, propone salvación para todos, por lo tanto, fundado en las Escrituras presentadas arriba, el artículo en discusión remonstrante es procedente. Continuemos evocando y analizando bases bíblicas para dar sustentación a la doctrina de la expiación ilimitada.

4. Breve fundamentación bíblica de este artículo de fe remonstrante

Referencias como Juan 1:29, 3:16, 6:33; Romanos 11:12, 15 y 1º Juan 2:2 enseñan haber sido la muerte de Jesús en favor de todo el mundo. El uso de este vocablo en estas referencias (entre otras) apunta a todas las personas constituyentes de la raza humana. Leamos 1ª Juan 2:2: “Y él [Jesús] es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. Según James Strong, “mundo” se trata de una metonimia, y como tal, se refiere a los “habitantes de la tierra, los hombres, la humanidad”.
El mundo es la comunidad de todos los hombres pecadores, y la redención en y por medio de Cristo es ofrecida a todos los hombres, desde Adán hasta el último. Todo intento de imponer límites a esa referencia se constituye en error. Este intento es una ofensa sin tamaño contra la palabra de Dios. Ninguna limitación puede ser impuesta a Juan 2:2. La expiación de Cristo se presenta como potencialmente universal.

El crítico de la expiación ilimitada levanta una nube de humo en cuanto a la cuestión del significado de «mundo» en 1ª Juan 2: 2. Este vocablo tiene sentidos variados en la Biblia. Sin embargo, aunque «mundo» (kosmos) pueda significar también, por ejemplo, el sistema maligno bajo el dominio del diablo; en ningún lugar del Nuevo Testamento esta palabra se utiliza como sinónimo para «elegidos» o «mundo de los elegidos» como abogan los calvinistas. En cuanto a los lexicógrafos James Strong (1822-1894), W. E.Vine (1873-1949), F. Wilbur Grinch (1901-1993) y Frederick W. Danker (1920-2012) no notamos en ellos kosmos (mundo) apareciendo en el Nuevo Testamento con el sentido de mundo de los elegidos.

Arminio insistió en la disputa con el Dr. William Perkins (1558-1602), teólogo anglicano de la Universidad de Cambridge, que «mundo» en las Escrituras se refiere a todo cuerpo de la humanidad, y que en ningún lugar de las Escrituras es posible inferir «mundo» como siendo «mundo de los elegidos» sin que surjan serias sospechas hermenéuticas, nos informa a Olson y Rodríguez.

1ª Juan 2:2 es una Escritura nítidamente inclusiva, y eso torna la conjetura calvinista arbitraria. El amor de Dios es amplio, al punto de involucrar a todos. Por eso dijo “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan. 12:32). La obra de Cristo en la cruz es la base sobre la cual el perdón divino se ofrece a todos los hombres, de todas las naciones, a través de todas las generaciones. Comentando Juan 3:16, los siguientes comentaristas concluyen:

Earl Radmacher (1965-1989). “La muerte de Cristo es suficiente para todos, pero sólo es eficiente para los que creen en él. No todos serán salvos, pero Jesús ofrece salvación a todos.” [RADMACHER, Earl. O Novo Comentário Bíblico do Novo Testamento. Rio de Janeiro: Central Gospel, 2010].

Leon Morris (1914-2006): “Cristo hizo una amplia provisión; su provisión tiene eficacia para los pecados del mundo entero”. [Comentário Bíblico Vida Nova, 2009, p. 2099]

A. T. Robertson (1863-1934): “La propiciación operada por Cristo provee salvación para todos (ver Hebreos 2: 9), siempre y cuando se reconcilien con Dios (ver 2ª Corintios 5: 19-21). [Ibid., p. 233]

John Albert Bengel (1687-1752): “La propiciación es tan grande como el pecado”.

Ron Rhodes, en su artículo La Extensión de la Expiación, presenta una lista de diccionarios, enciclopedias y léxicos, en inglés, consultados por él y en los mismos, kosmos: «Mundo», nunca se asocia con el “mundo de los elegidos”. Las obras son las siguientes:
• Kittel’s Theological Dictionary of the New Testament.
• Vine’s Expository Dictionary of New Testament Words.
• Vincent’s Word Studies in the New Testament.
• Thayer’s Greek-English Lexicon of the New Testament.
• Souter ‘s Pocket Lexicon of the New Testament.
• The New Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge.
• Hastings Dictionary of the Bible.
• The International Standard Bible Encyclopedia.
• The New Bible Dictionary.
• Baker’s Dictionary of Theology.
• Arndt and Gingrich’s A Greek-English Lexicon of the New Testament.

Otras escrituras inclusivistas se pueden encontrar en las Epístolas Pastorales:

El cual (Dios) quiere que todos los hombres sean salvos y lleguen al pleno conocimiento de la verdad. (1ª Timoteo 2: 4)

El cual (Señor Jesús) se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. (1ª Timoteo 2: 6)

Que por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen. (1ª Timoteo 4:10)

Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres (Tito 2:11).

Todo el capítulo 2 de 1ª Timoteo enfatiza la posibilidad de que todos los hombres sean salvos. Ellos son objetos del poder salvífico de Dios. En el capítulo 4, Pablo una vez más introduce esa certeza. Para Tito, Pablo escribe sobre esa universalidad de la provisión divina de la salvación. Cristo, la efectividad histórica de la gracia salvadora divina, ofrece el don de la salvación para “todos los hombres” y no para algunos.
Pedro sigue en esa línea:

El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca sino que todos procedan al arrepentimiento. (2ª Pedro 3:9)

Entonces, tenemos a Juan, a Pablo y a Pedro, enseñando claramente la expiación ilimitada. La gracia divina no se extiende a un grupo selecto de personas, sino que se interesa por todos. Dos poderosas razones nos dan la certeza de ello: .- La cruz: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan. 12:32). .- La parousia: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca sino que todos procedan al arrepentimiento. (2ª Pedro 3:9). La parousia aún no ha ocurrido, dice Pedro, porque Dios anhela por la salvación de todos. ¿Estas Escrituras escaparon al análisis del Sínodo de Dort cuando en el Canon Artículo VIII del Capítulo II se dice “[…] preciosísima muerte de su Hijo fuera extendida a todos los elegidos” (énfasis nuestro)? Parece que sí. Pero para los remonstrantes, no. En la Remonstrancia está escrito: “(Jesús) murió por todos los hombres y por cada uno de ellos, de tal manera que él obtuvo todo para ellos, por medio de su muerte en la cruz, redención y perdón de pecados”. ¿Cuál declaración hace más justicia a las Escrituras abordadas?

Alister McGrath va directo al punto:

El Nuevo Testamento proclama la salvación universal de Dios. Dios desea que todos se salven. «Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo» (Romanos 10:13). Pero eso es sólo parte de la historia, aunque trate de una parte muy importante. Hay, sin embargo, una falla que desde los inicios es nociva a la historia de las creencias fundamentales del cristianismo. Por ejemplo, es mucho más fácil hablar de Jesús como un hombre justo, o como Dios justo, e ignorar los problemas complicados que provienen de hablar de él en su condición de Dios y Hombre simultáneamente. Sin embargo, una teología responsable exige que contemos la historia por entero, sean cuales sean las dificultades intelectuales que puedan surgir. La historia completa es la siguiente: a. Dios quiere mucho que todos sean salvos. b. La salvación es condicional, pues depende de nuestra respuesta a Cristo. (Romanos 10: 7-17 resume bien estos puntos). [MACGRATH, Alister. Apologética Cristã no Século XXI: ciência e arte com integridade. São Paulo: Editora Vida, 2008].

La cruz es inclusiva y eso se nota escriturariamente. El único impedimento de esta conclusión es la adopción de una teología irresponsable.
El calvinismo tiene un modo extraño de interpretar pasajes como 1ª Timoteo 2: 4. Él supone que la declaración totalizadora ‘todos los hombres’ no implica a ‘todos’ en el sentido de cada hombre, pero que esa es una referencia a ‘todas las clases y tipos de hombres’. Esta comprensión se remonta a Agustín y es inconsistente en cualquier aspecto. Según el J. N. Kelly, el obispo de Hipona distorsiona a 1ª Timoteo 2:4 “interpretando que Él (Dios) desea la salvación de todos los elegidos, entre los que están representados hombres de todas las razas y tipos [KELLY, 1994, p. 279]. Notable es el hecho de que Agustín, anteriormente, había sido un defensor de la expiación ilimitada:

Si, en realidad, aconteció que algunos se habían retirado de la influencia de esta clarísima luz de la verdad, y de los cuales la ceguera exige esta iluminación, incluso para éstos, no tenemos duda de que la misma gracia habrá de encontrar su camino seguro, aunque tardíamente, por el favor misericordioso de aquel Dios «que hará que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» [Citado en GEISLER, vol. 2, 2010, p. 292].

Esta es una declaración inclusiva.
Honestamente, el calvinista Charles Spurgeon (1834-1892) evitaba imponer sobre 1ª Timoteo 2:4 sus presupuestos calvinistas. Leamos uno de sus comentarios [SPURGEON, C. H. Metropolitan Tabernacle Pulpit, 1ª Timothy 2:3-4, vol. 26, pp. 49-52]

¿Y entonces? ¿Intentaremos poner otro sentido en el texto de lo que ya tiene? Pienso que no. Es necesario, para la mayoría de ustedes, conocer el método común con que nuestros amigos Calvinistas más viejos lidiaron con este texto. «Todos los hombres,» dicen ellos, – ‘quiere decir, algunos hombres’ – como si el Espíritu Santo no podría haber dicho ‘algunos hombres’ si quisiera decir algunos hombres. Todos los hombres, dicen ellos; ‘quiere decir, algunos de todos los tipos de hombres’; como si el Señor no podría haber dicho ‘Todo tipo de hombre’ si quisiera decir eso. El Espíritu Santo a través del apóstol escribió ‘todos los hombres’, y sin duda quiere decir a todos los hombres. Estaba leyendo ahora mismo una exposición de un doctor muy apto, el cual explica el texto de tal forma que le cambia el sentido; él aplica dinamita gramatical en el texto, y explota el texto exponiéndolo […] Mi amor por la consistencia con mis propias doctrinas no es de tal tamaño para autorizarme a cambiar conscientemente un solo texto de la Escritura. Respeto grandemente la ortodoxia, pero mi reverencia hacia la inspiración es mucho mayor. Prefiero parecer cien veces ser inconsistente conmigo mismo, que ser inconsistente con la palabra de Dios.

Educadamente, Spurgeon dice que los calvinistas:
• cambian el sentido de la Escritura;
• aplican dinamita gramatical en el texto;
• explotan el texto exponiéndolo;
• cambian el texto en el sentido de sus propias doctrinas;
• estiman más ‘la ortodoxia’ que la inspiración bíblica;
• y son inconsistentes.
Si los arminianos dijesen tales cosas, serían tomados como herejes. Pero Spurgeon no es un hereje.

Entre los «padres de la Iglesia» pre y post-nicenos la doctrina de la expiación ilimitada era corriente. [Referencia al Primer Concilio de Nicea (325 A.D.) convocado por el emperador Constantino para resolver problemas causados por el arrianismo que dividían la cristiandad].
He aquí algunas citas [Excepto las citas de Clemente de Roma y Epístola de Diogneto que fueron constatadas in situ, las demás fueron tomadas de la obra de Norman Geisler, Teología Sistemática y del artículo La Extensión de la Expiación de Ron Rhodes].

Padres pre-nicenos:

• Clemente de Roma (30-101 d.C.) “Recorramos todas las generaciones, y aprendamos que de generación en generación el Señor dio la posibilidad de conversión a aquellos que a Él quisieron regresar”.
• Epístola de Diogneto (120 d.C.): “Si también deseas alcanzar esta fe, primero debes obtener el conocimiento del Padre. Dios, en efecto, amó a los hombres. Para ellos (todos los hombres) creó el mundo y a ellos sometió todas las cosas que están sobre la tierra. Les dio (a todos los hombres) la palabra y la razón, y sólo a ellos permitió contemplarlo. Los formó (todos los hombres) a su imagen, les envió a su Hijo unigénito, les anunció el reino del cielo, y lo dará a aquellos que lo hayan amado”.
• Justino Mártir (100 – 165 d.C): “Toda la raza humana estará bajo maldición […] El Padre de todos deseó que su Cristo, en lugar de toda la familia humana, llevase sobre sí la maldición de todos.”
• Ireneo (130-202 d.C.): “Él dotó la obra de sus propias manos de salvación, al destruir el pecado. Porque él es el santísimo y misericordiosísimo Señor, y Él ama a la raza humana”.
• Orígenes (182-254 d.C.): “Él quita el pecado hasta que todos los enemigos sean destruidos, teniendo como último de ellos la muerte – para que el mundo todo pueda ser liberado del pecado”.
• Clemente de Alejandría (150-215 d.C.): “Cristo gratuitamente trae… salvación a toda la raza humana.”

Padres post-nicenos

• Atanasio (296-373 d.C.): “Cristo el Hijo de Dios, habiendo asumido un cuerpo como el nuestro, pues todos hemos sido expuestos a la muerte [que abarca más que los elegidos], se entregó a la muerte por todos nosotros como un sacrificio para su Padre”.
• Gregorio Nacianceno (330-390 d.C.): “El sacrificio de Cristo es una expiación imperecedera de todo el mundo”.
• Basilio (330-379 d.C.): “Pero algo fue hallado que fue equivalente a todos los hombres… la santa y preciosa sangre de nuestro Señor Jesucristo, que Él derramó por todos nosotros”.
• Ambrosio (337-397 d.C.): “Cristo sufrió por todos, resucitó por todos. Pero si alguien no cree en Cristo, él se priva de este beneficio general”. Él también dijo, “Cristo vino para la salvación de todos, y aseguró la redención de todos, por cuanto Él trajo un remedio por el cual todos pueden salvarse, aunque hay muchos que… están indispuestos para ser sanados”.

Hasta donde hemos podido constatar, todos los padres de la iglesia de los cuatro primeros siglos defendieron una expiación ilimitada.

Rhodes todavía cita:

Martín Lutero: “Cristo no es un cruel opresor, sino que es el que perdona los pecados de todo el mundo… Él se entregó a sí mismo por nuestros pecados, y con una oblación quitó los pecados de todo el mundo… Cristo quitó los pecados, no de algunos hombres solamente, sino también los tuyos, sí, de todo el mundo… No sólo mis pecados y los tuyos, sino también los pecados del mundo todo… Aprópiense de Cristo”.

Philip Melanchton: “Es necesario saber que el Evangelio es una promesa universal, es decir, esa reconciliación es ofrecida y prometida a toda la humanidad. Es necesario sostener que esta promesa es universal, en oposición a cualquier imaginación sobre la predestinación, a fin de que no razonemos que esta promesa se dice respecto a otros pocos y nosotros mismos. Pero declaramos que la promesa del Evangelio es universal. Y a esto son traídas esas expresiones universales que se usan constantemente en las Escrituras.

Philip Schaff (1819-1893): “Su gracia salvadora fluye y sobreabunda a todos y por todos, bajo la simple condición de la fe… Si, por la gracia de Dios, puedo convertir a un único escéptico a una fe inocente en el que vivió y murió por mí y por todos, yo sentiría que no he vivido en vano”.

B. F. Westcott (1825-1901): “Potencialmente, la obra de Cristo se extiende a todo el mundo. Y el amor de Dios es sin límite de Su parte, pero para apropiar la bendición del amor, el hombre debe cumplir la condición necesaria de la fe.”

Una lista de respeto. Pero debe prevalecer, en última instancia, la mejor hermenéutica en uso. A partir de esta, el intérprete comprenderá que la regla básica, “tomar la palabra en su sentido usual y común”, libera rápidamente de incurrir en eiségesis [eiségesis es cuando el lector introduce sus propias ideas o preconceptos de manera subjetiva en el texto, y así ve en él lo que en realidad desea ver]. Es de eso que trata Spurgeon. En las Escrituras inclusivistas, “mundo”, quiere decir la totalidad de los humanos, “todos” se refiere a todas las personas. Repetimos: tomar la palabra en su sentido usual y común posibilita de pronto la comprensión de la presencia de aquellos vocablos en Escrituras como 1ª Timoteo 2:6 y 1ª Juan 2: 2.

En cuanto a la interpretación bíblica, proponemos una mirada sobre el vocablo griego holos en los pasajes de 1ª Juan 5:19 y 2:2. Holos, según James Strong, significa ‘todo’ o ‘todos’, es decir, ‘completo’: en extensión o cantidad […] como adverbio: todo, completamente. Gingrich y Danker están de acuerdo, y Rienecker y Rogers también. Pasemos a la lectura de las referencias bíblicas.

Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno. (1ª Juan 5:19)

“El mundo entero” (o “todo el mundo” como dicen otras traducciones), en esta referencia, en términos de cantidad, indica la totalidad de las personas. Ningún intérprete calvinista se atrevería a imponer (¿o se atreve?) al texto una especie de categoría de personas, pero toma la referencia como un todo inclusivo, pues el autor está tratando de eso, pues el estudioso calvinista sabe que el mundo, la humanidad entera, rebelde, está en las garras del maligno. Sin embargo, al leer 1ª Juan 2: 2, el panorama cambia.

Y él es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.

“Todo el mundo” aquí para intérpretes calvinistas significa «mundo de los elegidos». De esta forma, en un mismo texto, bajo la pluma del mismo autor, en un contexto inmediato, esos intérpretes dan sentidos diferentes a la misma palabra (todo – mundo entero) y expresión (todo el mundo). Estuve en una mesa de debate con el doctor en hermenéutica e interpretación bíblica, Augustus Nicodemus, y él llamó la atención sobre la necesidad de entender una palabra revestida de alguna oscuridad exactamente en el contexto más inmediato posible. Es decir, antes de ir a otros textos y autores es preciso averiguar si la palabra o expresión ocurre en el mismo texto y autor estudiado. ¡Perfecto! Por lo tanto, se concluye que es necesario utilizar del mismo procedimiento en lo que se refiere a la palabra «todo» y la expresión «mundo entero» en las referencias joaninas en foco. Por lo tanto, el «mundo entero» en 5:19 que está en pecado es el «mundo entero» de 2: 2 que puede recibir los beneficios de la expiación. La buena hermenéutica debe llegar a esa conclusión, pues estamos tratando de reglas básicas.

El análisis gramatical, per se, resuelve la cuestión. Diciendo esto demostramos el alto valor que damos al sentido gramatical. En eso también seguimos a Arminio. Sobre el significado e interpretación de las Sagradas Escrituras él dijo:

Solamente por el sentido gramatical es posible buscar argumentos eficaces para probar la doctrina. [ARMINIUS, vol. 2, p. 16].

En seguida, Arminio comenta:

La interpretación de las palabras debe alcanzar el significado que está de acuerdo con el sentido primario de las palabras, así como alcanzar la intención del autor en el pasaje. Además de esto, se debe estudiar diligentemente el contexto. Se debe considerar la ocasión, su propósito, la conexión con lo que precede y se sigue. También debe observar las circunstancias de las personas y de los tiempos. [ARMINIUS, vol. 2, p. 16]

Como dijimos, la gramática da cuenta de resolver el (supuesto) impasse en cuanto a la intención del autor en 1ª Juan 2:2 al decir «todo el mundo».

No siendo suficiente para algunos, el próximo paso hermenéutico es el análisis contextual, y esta prueba no puede conllevar otro significado que no sea entender “todo el mundo” como la totalidad de las personas. Además, Juan habla sobre “por nuestros pecados”, refiriéndose a los creyentes, y “por los del mundo entero” refiriéndose a los incrédulos. Dos categorías muy distintas.

Otro malabarismo interpretativo propuesto por calvinistas llega al punto de concluir que cuando Juan dice “por los nuestros” se está refiriendo a los judíos convertidos y cuando dice “por los del mundo entero” se trata de una indicación de los gentiles convertidos. De ello se supondría que todos los interlocutores de Juan son judíos. Ahora bien, la primera epístola de Juan es un texto tardío escrito en cerca de 90 d.C. Y las comunidades desde hace tiempo estaban compuestas de creyentes judíos y gentiles. Tomando por cierto que las epístolas joaninas se dirigieron a las comunidades cristianas de Asia Menor, se refuerza aún más el carácter mixto de las iglesias. Por lo tanto, el llamamiento calvinista al contexto histórico también deconstruye la interpretación dada a la palabra “todo” y a la expresión “mundo entero” llegando al sentido de “mundo de los elegidos”.

Los arminianos clásicos siguen la buena hermenéutica y se contentan tranquilamente con la intención autoral. La gramática, el contexto inmediato y el contexto histórico observados a continuación, nos informa que “todo el mundo” en 5:19 y 2:2 se trata de la totalidad de las personas, sin ocuparse con los elegidos y no elegidos. En extensión, la expiación es en favor de todos.

Siguiendo la interpretación agustiniana posterior sobre el asunto, los calvinistas se alinean, de algún modo, a un exclusivismo herético del primer siglo. Una doctrina herética judía, o gnóstica, o una especie de judaísmo gnóstico, sugería que la salvación pertenecía a una clase de personas.

Gnosticismo: “escuela teológica que floreció en los principios del Cristianismo. Contrariando las predicaciones de los apóstoles, sus adeptos se decían ser los únicos en poseer un conocimiento perfecto de Dios” (ANDRADE, 1998: 167). Gnosticismo viene del griego gignoskein, que significa “conocimiento”.

Para Colin Brown el mensaje paulino inclusivista presentado en las epístolas Pastorales tiene como foco oponerse al exclusivismo de judíos y gnósticos. Él escribió:

Se contrastan (las Epístolas Pastorales) con la actitud exclusiva de la sinagoga y los gnósticos, que prometían la salvación sólo para los justos o para aquellos que poseen el conocimiento.

Leamos una vez más los siguientes pasajes y luego veamos algunas conclusiones: “El cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1ª Timoteo 2:4). “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres” (Tito 2:11). Estas Escrituras, cuando se analizan en su contexto inmediato e histórico, nos lleva a las siguientes certezas:
• Todos los hombres son objeto de la redención.
• Dios está interesado en los hombres.
• La salvación es ofrecida a todos y no hay una clase especial de personas.
• Esta salvación es el más elevado nivel de gloria.

El mensaje universal, sincero, de intenciones salvíficas al alcance de todos, era el mensaje de Arminio y de los remonstrantes. Por lo tanto, ellos hacían justicia al testimonio bíblico y al mismo tiempo se colocaban distantes de la herejía combatida en las Pastorales, y se alineaban a los Padres de la Iglesia de los cuatro primeros siglos. El consenso histórico está del lado de las conclusiones de los remonstrantes. Repetimos a Walter A. Elwell:

Los que defienden la redención general comienzan indicando que es el punto de vista histórico de la iglesia, siendo sostenido por la vasta mayoría de los teólogos, reformadores, evangelistas y padres, desde el inicio de la iglesia hasta el día presente, incluyendo prácticamente todos los escritores antes Reforma, con la posible excepción de Agustín […]

Conclusión

Estamos convencidos con respecto a la condicionalidad de la elección, y del sacrificio universal de Cristo. Las razones de esta creencia están más allá de cualquier argumento lógico, filosófico, pues brotan de la claridad y de la sustancialidad de las Escrituras citadas.

Libro: Una Introducción al Arminianismo Clásico – Capítulo 6
Autor: RODRIGUES, Zwinglio

Como este material no se encuentra en español, ha sido traducido por Diarios de Avivamientos únicamente para fines didácticos no comerciales.