¿Para qué sirve un Papa?

«Ahora bien, someterse al Romano Pontífice, lo declaramos, lo decimos, definimos y pronunciamos como de toda necesidad de salvación, para toda criatura humana» [Papa Bonifacio VIII, Bula Unam sanctam, 18 de noviembre de 1302»

Mat 16:18-19 Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.»[1]

Ya sea que interpretemos que la piedra es Cristo, Pedro, o la confesión de Pedro, lo cierto es que aquí las llaves del Reino de los Cielos es entregada al apóstol; y con esas llaves abrirá las puertas de salvación a los judíos con su predicación en el día de Pentecostés, y a los gentiles con su predicación en la casa de Cornelio. El Señor nada dice de que esas «llaves» pasarían luego a manos de algún sucesor de Pedro, y si así fuera ¿a cuál sucesor deberían serle entregadas?, ¿a uno por sobre el resto, o a todos? Los católicos romanos aseguran que esas llaves le corresponden al obispo de Roma, ¿por qué?, porque es el sucesor de Pedro, ¿con qué fundamento el obispo de Roma es el sucesor exclusivo de Pedro?, ninguno. Pedro ejerció su apostolado en Jerusalén, en Samaria, en Cesarea, en Jope, en Antioquía, etc., ¿por qué no podrían reclamar, los obispos establecidos en esos lugares por el mismo apóstol, ser sus auténticos sucesores también? Los apologetas romanistas no tienen respuesta a esto; ellos siempre tratarán de centrar la discusión en que si Pedro es la roca de Mateo 16:18. Bien, concedámosles ese punto, afirmemos que el apóstol es la piedra sobre la cual Cristo edificaría su Iglesia, esto estaría en conformidad con:

Efesios 2:20  «edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo»[2]

¿Y cuál es ese cimiento?

1Corintios 3:11 «Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo[3]

Sea cual sea la interpretación que pretendas darle ella siempre nos llevará a Cristo, por lo tanto no perderemos tiempo discutiendo obviedades, nos centraremos en aquello que los apologistas católicos romanos no pueden responder: ¿por qué el obispo de Roma, y no otro, es el sucesor de Pedro? Veamos qué opina de esto la Iglesia Ortodoxa:

«Esos versículos demasiado conocidos del Evangelio son de suma importancia dogmática, puesto que en ellos Roma, que se considera heredera apostólica de Pedro, fundamenta lo que considera su superioridad jurídica, la de Pedro sobre los demás apóstoles, la de ella sobre la Iglesia universal, así como la constitución monárquica de la Iglesia cristiana. ¿Qué dicen los ortodoxos? Los padres griegos, los teólogos bizantinos, la liturgia oriental subrayan el primado de Pedro entre los apóstoles; pero los bizantinos señalan que el poder de las llaves fue confiado a todos los apóstoles, que Juan, Santiago, pero especialmente Pablo, son también corifeos; para ellos el primado de Pedro no es un poder, sino la expresión de una fe y de una vocación comunes. […] Pero ¿qué? ¿El Papa no será el sucesor de Pedro? Lo es, pero como obispo. Pedro es apóstol y el corifeo de los apóstoles, pero el Papa no es ni apóstol (los apóstoles no han ordenado otros apóstoles), ni muchos menos corifeo de los apóstoles. Pedro es el instructor del universo; en cuanto al Papa, es el obispo de Roma. Pedro pudo ordenar un obispo en Antioquía, otro en Alejandría, otro en otra parte, pero el obispo de Roma no lo hace […] Pedro ordena al obispo de Roma, mientras que el Papa no nombra a su sucesor»   [Meyer, Jean. La Gran Controversia. Las Iglesias Católica y Ortodoxa de los orígenes hasta nuestros días. Editorial TusQuets Editores, p.81-82]

El apóstol Pedro no nombró a ningún sucesor especial, a ninguno a quien dejarle «el poder de las llaves». ¿Tienen los apologetas romanistas algún texto bíblico que demuestre lo contrario? Todos los obispos fueron sucesores de los apóstoles en igual grado; y posteriormente se le concedió relevancia a los cinco patriarcados: Roma, Constantinopla, Antioquía, Alejandría y Jerusalén. De entre esta pentarquía los dos obispos principales eran el romano y el constantinopolitano, ¿por qué?

«Los patriarcas se apoyan sobre la práctica inaugurada a la hora de la conversión de Constantino: el rango de los obispados en la jerarquía corresponde al rango civil de su ciudad; al cambiar el rango civil lo hace el rango eclesiástico; por esa razón Constantinopla, como capital del Imperio de Oriente, como nueva Roma, es también sede de patriarcado. El mismo razonamiento explica la importancia de Roma y su carácter histórico, es decir, no eterno.» [Meyer, Jean. La Gran Controversia. Las Iglesias Católica y Ortodoxa de los orígenes hasta nuestros días. Editorial TusQuets Editores, p.85]

Uno se preguntaría ¿por qué Constantinopla tiene mayor importancia que sedes apostólicas más antiguas como Jerusalén o Antioquía?, simplemente porque por influencia de Constantino la jerarquía del obispo se corresponde con la jerarquía de la ciudad; y como Roma y Constantinopla eran capitales del imperio sus obispos gozaban de un estatus preferencial (en cuanto a honor no en lo relativo a autoridad). Recordemos que anteriormente, con la destrucción de Jerusalén en el año 70 (y hasta la fundación de Constantinopla) la iglesia de Roma se levantó como columna en la cristiandad, como custodia de la doctrina y apoyo para las demás iglesias, y todos le reconocieron esa preeminencia en el amor. Por ello el obispo de Roma será considerado por los demás obispos como primo inter pares (primero entre iguales):

«El concepto de la Iglesia como ícono de la Trinidad tiene muchas otras aplicaciones. ‘La unidad en diversidad’ – así como cada persona de la Trinidad es autónoma, la Iglesia está compuesta de unas cuantas Iglesias autocéfalas; así como las tres personas de la Trinidad son iguales, en la Iglesia ningún obispo puede pretender al poder absoluto sobre los demás; no obstante, así como en la Trinidad el Padre goza de preeminencia como fuente y manantial de la divinidad, en la Iglesia el Papa es ‘primero entre iguales’.» [Kallistos, Ware (Obispo). La Iglesia Ortodoxa. Ed. Ángela, p. 217]

Pero lamentablemente los obispos romanos no se conformaron con ser primeros entre iguales, quisieron ser únicos sobre todos, y esa pretensión infundada ha sido la causa de los grandes cismas de la Iglesia:

«Para los romanos, el principio unificador de la Iglesia es el Papa, cuya jurisdicción se extiende sobre todo el cuerpo; en cambio los ortodoxos no creen que ningún obispo disponga de semejante jurisdicción universal. En tal caso, ¿qué es lo que une a la Iglesia? Los ortodoxos responden, que el acto de la comunión en los sacramentos. La teología ortodoxa de la Iglesia es ante todo una teología de la comunión. Cada Iglesia local, como ya lo dijo Ignacio de Antioquía, es constituida por la congregación de los fieles, reunidos alrededor de su obispo y celebrando la Eucaristía; la Iglesia universal está constituida por la comunión mutua de los que dirigen las Iglesias locales, es decir los obispos. La unidad no se mantiene desde fuera por un Sumo Pontífice, sino que se alienta desde dentro en la celebración de la Eucaristía. La Iglesia no es una institución de estructura monárquica, centrada en un solo jerarca; es colegial, compuesta por la comunión recíproca de los numerosos jerarcas, y de cada jerarca con los miembros de su rebaño. El acto de comunión, por lo tanto, es el criterio de asociación a la Iglesia.»  [Kallistos, Ware (Obispo). La Iglesia Ortodoxa. Ed. Ángela, p. 222]

Los católicos romanos consideran a la Iglesia como una estructura monárquica, y quien no esté sujeto al Papa (cabeza visible de esa estructura piramidal y jerárquica) está fuera de la Iglesia. Los católicos ortodoxos rechazan esa pretensión y se niegan a someterse al absolutismo papal. Mientras tanto, los católicos evangélicos y protestantes también nos negamos a reconocer ese fantasioso sistema de gobierno que no tiene ningún sustento bíblico o histórico. Si los apologetas romanistas creen que nosotros somos herejes porque rechazamos el absolutismo papal, que miren hacia la iglesia Ortodoxa (de raíces apostólicas) y vean cómo ellos también consideran absurda la pretensión del obispo de Roma. No somos nosotros el problema, queridos apologistas, son ustedes con su insistente papolatría.

¿Qué dice la Biblia?

Gálatas 2:1, 9 «Luego, al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo también a Tito… y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé: nosotros nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos»

Este solo texto ya desbarata toda pretensión de supremacía petrina, pues no dice que Cefas (Pedro) sea el principal o el obispo de obispos; ni siquiera es nombrado en primer lugar, simplemente era una de las columnas de la Iglesia. Pero desde Roma nos siguen insistiendo en que si Pedro era la roca sobre la cual Cristo edificó la Iglesia, el Papa también lo es. Y es que el obispo de Roma, cuando habla ex cathedra, puede proclamar nuevos dogmas de creencia obligatoria para todos los fieles. Por ejemplo, hay mucha presión de parte de los marianistas para que se proclame el dogma de María Corredentora; hasta ahora ha habido reticencia de parte de los papas para proclamar este absurdo dogma que de ser oficializado significaría la mariolatría en su máxima expresión, y lo peor de todo, cerraría definitivamente la puerta a un mayor acercamiento con ortodoxos y evangélicos. La Iglesia es bimilenaria, entonces, ¿después de dos mil años de edificación pretenden los romanistas seguir poniendo cimientos o fundamentos? 

Los Patriarcas Ortodoxos, en el año 1848, enviaron una carta al Papa Pío IX donde le decían: «En nuestra comunidad, ni los Patriarcas ni los Concilios jamás podrían introducir nuevas enseñanzas, ya que el guardián de la religión es el mismo cuerpo de la Iglesia, es decir, el mismo pueblo.» Pero el obispo de Roma insiste en que después de casi dos mil años se puede seguir colocando cimientos a la Iglesia. En el Concilio Vaticano I (año 1870) se declararon dos nuevos dogmas papistas: el Primado del romano pontífice sobre la iglesia universal y la Infalibilidad papal.

Leamos lo que decretó el Vaticano I:

«A nadie a la verdad es dudoso, antes bien, a todos los siglos es notorio que el santo y beatísimo Pedro, príncipe y cabeza de los Apóstoles, columna de la fe y fundamento de la Iglesia católica, recibió las llaves del reino de manos de nuestro Señor Jesucristo, Salvador y Redentor del género humano; y, hasta el tiempo presente y siempre, «sigue viviendo» y preside y «ejerce el juicio» en sus sucesores, los obispos de la santa Sede Romana, por él fundada y por su sangre consagrada. De donde se sigue que quienquiera sucede a Pedro en esta cátedra, ese, según la institución de Cristo mismo, obtiene el primado de Pedro sobre la Iglesia universal.»   [Concilio Vaticano I. Cuarta sesión, 18 de julio de 1870: Primera Constitución dogmática “Pastor aeternus” sobre la Iglesia de Cristo. Cap. II. Dezinger Hünermann 3056-3057]

Verdaderamente es un disparate afirmar «de donde se sigue que quienquiera sucede a Pedro en esta cátedra, ese, según la institución de Cristo mismo, obtiene el primado de Pedro sobre la Iglesia universal». Es obsceno y perverso afirmar que Cristo instituyó la supremacía papal, cuando la realidad es que surgió de la desmedida ambición de los obispos romanos, más preocupados por imponer su autoridad que su ejemplo de vida; y que además fue un dogma muy resistido tanto por los ortodoxos como por los conciliaristas.  Y como si esto no les bastase, tuvieron el descaro de maldecir a los que no acepten dicho dogma:

«Si alguno, pues, dijere que no es de institución de Cristo mismo, es decir, de derecho divino, que el bienaventurado Pedro tenga perpetuos sucesores en el primado sobre la Iglesia universal; o que el Romano Pontífice no es sucesor del bienaventurado Pedro en el mismo primado, sea anatema.»  [Concilio Vaticano I. Cuarta sesión, 18 de julio de 1870: Primera Constitución dogmática “Pastor aeternus” sobre la Iglesia de Cristo. Cap. II. Dezinger Hünermann 3058]

Que nos muestren los apologistas católicos romanos en qué textos bíblicos sustentan el dogma de la primacía del obispo de Roma sobre la iglesia universal. Que nos enseñen mediante las Escrituras dónde Pedro dejó como su sucesor al obispo romano. Si son doctrinas tan importantes algún fundamento escritural deben tener. Si según ellos Cristo mismo instituyó que los sucesores de Pedro gobernasen desde Roma a toda la Iglesia ¿por qué la iglesia Ortodoxa, que tiene iguales raíces apostólicas, considera una aberración esa doctrina y no reconoce la supremacía del Papa? ¿Por qué los otros patriarcados y los Padres de la Iglesia reconocieron siempre al obispo de Roma como primero entre iguales y no como obispo de obispos? Los apologistas católicos responderán que no hay ningún texto bíblico que afirme o insinúe que el obispo de Roma es el único sucesor de Pedro, pero que en la patrística hay suficiente evidencia. La realidad es que no la hay (por eso la iglesia Ortodoxa no cree en dicho dogma), solamente manipulando textos aislados de los Padres de la Iglesia pueden pretender convencernos. En otro capítulo ampliaremos este tema.

¿Para qué sirve un Papa en Roma?

Tengo en mis manos un libro que me acaba de llegar, es del sacerdote católico de la diócesis primada de Toledo, Gabriel Calvo Zarraute, quien es Licenciado en Estudios Eclesiásticos, Diplomado en Magisterio, Licenciado en Teología Fundamental, Licenciado en Historia de la Iglesia, Licenciado en Derecho Canónico, y tiene un Grado en Filosofía. Y resume perfectamente el estado del papado en la actualidad:

«Bergoglio desafía todas las reglas del sentido común, y con su reiterado desprecio hacia Nuestro Señor Jesucristo cada día parece más difícil no considerarlo un títere en manos de la masonería globalista de la agenda 2030. Solo resta preguntarse si su actitud se debe: a) a su profunda indigencia mental; b) a una severa psicopatía; c) a un programa previamente establecido. Aunque las tres no sean excluyentes. Sin embargo, esa no es la fe católica. Según el catolicismo, el papa y los obispos se encuentran al servicio de la fe: son siervos de los siervos de Dios, y no monarcas absolutos capaces de edulcorar o descafeinar la fe, mutándola al servicio de un nuevo orden mundial, de una religión mundialista, globalista y ecléctica sin nuestro Señor Jesucristo. Como pastores abusan de su autoridad y potestad sagradas utilizándolas para el fin contrario al que nuestro Señor Jesucristo otorgó al instituir la sagrada jerarquía en la Iglesia. Corruptio optimi pessima, sentenciaban los romanos: la corrupción de los mejores es la peor de todas. Shakespeare, más poético, lo glosaría en sus sonetos: Pues se agrían ellas solas las cosas de mayor dulzor / peor que la mala hierba huele el lirio que se marchitó.» [De Roma a Berlín. La protestantización de la Iglesia Católica. Volúmen I. Ed. Homo Legens, p. 30-31]

Los evangélicos no nos sometemos al Papa por las siguientes razones:

  • Su oficio no tiene base bíblica
  • Su pretensión de gobierno universal nunca fue aceptado por la Iglesia en su conjunto
  • El obispo de Roma siempre fue considerado primo inter pares
  • Su obsesión por el poder siempre ha sido causa de cismas
  • No aceptamos la imposición de nuevos dogmas basados en su infalibilidad
  • El papado vive su peor momento ocupando la cathedra de Pedro el heterodoxo Francisco
  • El papado no tiene ninguna utilidad más allá de las luchas internas por el poder

Artículo de Gabriel Edgardo Llugdar para Diarios de Avivamientos y Diarios de la Iglesia 2023

[1] Biblia de Jerusalén 1976

[2] Ídem

[3] Ídem

La Inmaculada Concepción de María, negada por san Agustín

Veamos primeramente qué significa la «Inmaculada Concepción” para la iglesia de Roma:

«Dios eligió gratuitamente a María desde toda la eternidad para que fuese la Madre de su Hijo; para cumplir esta misión fue concebida inmaculada. Esto significa que, por la gracia de Dios y en previsión de los méritos de Jesucristo, María fue preservada del pecado original desde el primer instante de su concepción.»  (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica)

Este dogma católico romano es bastante tardío, fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854 con la bula Ineffabilis Deus. Por su parte, la iglesia oriental (la llamada Iglesia Ortodoxa) ha rechazado mayoritariamente este dogma católico romano a partir de 1950, ya que clasificaría a María en una categoría distinta a la de los demás hombres y mujeres justos del Antiguo Testamento.

Cuando la Iglesia Ortodoxa se refiere a María como «inmaculada» lo hace en el sentido de santificación total (deificación, participación de la naturaleza divina) y no en el sentido de «nacer sin pecado o inclinación al pecado». [Consúltese el libro La Iglesia Ortodoxa, del obispo Kallistos Ware, p. 234].

Quiero advertir a nuestros lectores que en este estudio no discutiremos la doctrina agustiniana del pecado original, ni la daremos como verdadera o falsa, nos limitaremos a exponer la opinión de Agustín.  Cabe recordar que la Iglesia Ortodoxa (basada en los Padres de la Iglesia de habla griega) tampoco cree en el pecado original, así que la discusión se centra en la Iglesia Latina (occidental).

Bien es cierto que Agustín creyó y enseñó la «Perpetua Virginidad de María» (como la creyó y enseñó también el Reformador Lutero, y otros teólogos procedentes de la Reforma, como Calvino]:

En efecto, el ángel le dijo con toda propiedad a José: No temas recibir a María, tu esposa. Se llama esposa, antes del compromiso del desposorio, a la que no había conocido ni habría de conocer por unión carnal. No se destruyó ni se mantuvo de forma engañosa el título de esposa donde ni había existido ni existiría ninguna unión carnal. [Agustín. El Matrimonio y la Concupiscencia. Libro Primero, XI. 12]

También Agustín enseñó que María alcanzó una pureza exepcional en su vida, una perfección o santidad total:

Exceptuando, pues, a la santa Virgen María, acerca de la cual, por el honor debido a nuestro Señor, cuando se trata de pecados, no quiero mover absolutamente ninguna cuestión (porque sabemos que a ella le fue conferida más gracia para vencer por todos sus flancos al pecado, pues mereció concebir y dar a luz al que nos consta que no tuvo pecado alguno).  [Agustín. La Naturaleza y la Gracia. XXXVI. 42. Traducción: Victorino Capánaga, OAR]

Pero lo que nunca enseñó Agustín fue una concepción inmaculada de María, es más, como veremos, la negó rotundamente:

Juliano de Eclana acusa a Agustín, diciéndole: «tú adscribes a María al poder del diablo por la condición misma de su nacimiento«. Es decir, que como Agustín enseñaba el pecado original se deducía que María al nacer con ese pecado estaba bajo el poder del diablo. Entonces le responde Agustín: ‘Y no atribuimos al diablo poder alguno sobre María en virtud de su nacimiento, pero sólo porque la gracia del renacimiento vino a deshacer la condición de su nacimiento’. [Réplica a Juliano, Obra inacabada. Libro IV. 122. Traductor: P. Luis Arias, OSA]. ¿Qué está diciendo Agustín? Que la condición del nacimiento de María (nacida con el pecado original) fue desecha por la gracia, en el renacimiento o nuevo nacimiento de María. 

Pero vayamos desde el principio, para que no queden dudas. Todos saben que el ‘padre espiritual’ de Agustín fue Ambrosio, el gran obispo de Milán. ¿Qué dijo al respecto?

Y ¿hay alguien más excelente que la Madre de Dios? ¿Quién más preclara que Ella, que fue elegida por la Claridad misma? ¿Quién más casta que Ella, que engendró un cuerpo sin la mancha del propio?»    [AMBROSIO, de Milán S. De virg., II, 2, 6-7 (De virginibus). Citado en RAMOS-LISSON, D. Patrología, p. 315]

Ambrosio es bastante claro: María engendró un cuerpo (el de Jesús) sin la mancha propia que su cuerpo tenía (el pecado original).

«Nadie, sino sólo Dios, está sin pecado. Ningún hombre nacido de varón y hembra, es decir del ayuntamiento de los cuerpos, está libre de pecado. El que esté inmune de pecado, libre está también de este modo de concepción».   [San Ambrosio In Is. Citado por Agustín en su libro Réplica a Juliano. Libro I. IV. 11. Escritos Antipelagianos 3. BAC]

Lo que Ambrosio está diciendo, es que el único que puede estar libre de pecado original es aquel que no fue concebido por la unión de dos sexos; todo el que haya nacido de la unión de dos sexos tiene pecado, obviamente esto incluye a María. Esta enseñanza la enfatiza Agustín posteriormente:

«Pero de esta concupiscencia carnal, el bienaventurado Ambrosio, obispo de Milán —por su ministerio sacerdotal, yo recibí el baño de regeneración—, habló así, tan escuetamente, cuando aludió al nacimiento carnal de Cristo, comentando el profeta Isaías: «Por esto —dice—, en cuanto hombre, ha sido tentado por todas las cosas, y en la semejanza de los hombres las soportó todas; pero, en cuanto nacido del Espíritu, se abstuvo del pecado». En efecto, todo hombre es mentiroso y no hay nadie sin pecado, sino sólo Dios. Por tanto, sigue en pie que ningún nacido del varón y de la mujer, es decir, de la unión carnal, se verá libre de pecado. Así, pues, quien sea libre de pecado, deberá serlo también de semejante concepción. [Agustín. El Matrimonio y la Concupiscencia. Libro Primero, XXXV. 40]

“Esto mismo afirmó Ambrosio, de feliz memoria, obispo de la Iglesia de Milán, cuando exponía que el nacimiento de Cristo según la carne estaba libre del pecado, porque su concepción está libre de la unión de los dos sexos. Pero que ningún hombre concebido de aquella unión está sin pecado. Estas son sus palabras: «Por esto también fue probado en todo en cuanto hombre, y lo soportó todo como los hombres. Mas, porque nació del Espíritu, careció del pecado. En efecto, todo hombre es mentiroso, y nadie está sin pecado, sino Dios sólo. Queda a salvo que ninguno nacido de un hombre y una mujer, mediante la unión mutua de sus cuerpos, está libre de pecado. Ahora bien, el que esté libre de pecado, lo está también de este modo de concepción»”   [Agustín. El Matrimonio y la Concupiscencia. Libro Segundo – Primera Respuesta a Juliano de Eclana, V.15]

“[…] resta reconocer que, exceptuada la de Cristo, toda carne humana es carne de pecado. Aquí asoma la concupiscencia, por la cual Cristo no quiso ser concebido y es causa de la propagación del mal en el género humano; porque, aunque el cuerpo de María fuese fruto de la concupiscencia, no la trasvasó al cuerpo de aquel que concibió en su seno al margen de toda concupiscencia”. [Réplica a Juliano. Libro V.XV.52. Escritos Antipelagianos 3. BAC]

Agustín lo está diciendo claramente, el cuerpo de María fue fruto de la concupiscencia (deseo y unión de los dos sexos de sus padres) pero esa concupiscencia ella no la traspasó al cuerpo de su hijo, no porque ella no la tuviese, sino porque Jesús es la única excepción.

“«No por ayuntamiento con varón se abrió la matriz virginal de María, sino que por obra del Espíritu Santo fue depositada en su seno una semilla pura. El Señor Jesús, único entre los nacidos de mujer, quedó libre del contagio de la corrupción terrena merced a su nacimiento excepcional y milagroso»” [San Ambrosio. Sobre el Evangelio de Lucas 2,56. Citado por Agustín en Réplica a Juliano. Libro I. III. 10. Escritos Antipelagianos 3. BAC]

Además, la naturaleza de Cristo hombre no era diferente de la nuestra, pero sí lo fue en el pecado; porque, como hombre, sólo él y ninguno más nació sin pecado.  […]  No hay hombre, excepto Cristo, que no cometa pecados más graves al crecer en edad, porque no hay hombre, excepto él, que en su niñez esté sin pecado”. [Agustín. Réplica a Juliano. Libro V. XV. 57. Escritos Antipelagianos 3. BAC]

En muchas partes de sus escritos Agustín enfatiza que el Señor Jesús es el único ser que ha existido en esta tierra sin pecado (para Agustín esto se refería básicamente al ‘pecado original’)

“Sin embargo, una cosa es estar sin pecado –y esto se dice en esta vida únicamente del Unigénito, y otra estar sin tacha, lo cual se puede decir también en esta vida de muchos justos, porque hay un modo de vivir virtuoso, del cual, aun en las relaciones humanas, no puede haber queja justa.” [Agustín, La perfección de la justicia del hombre. Capítulo XI. 24 BAC]

“Y sobre el santo Job leemos textualmente: Había en tierra de Hus un varón llamado Job, hombre veraz, íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal [Job 1:1] […]  Es verdad que se lee hombre íntegro, hombre sin tacha; pero no se lee «hombre sin pecado», excepto el Hijo del hombre, que es, al mismo tiempo, el Hijo único de Dios.” [Agustín. La perfección de la justicia del hombre. Capítulo XII. 29 BAC]

“En conclusión, quien crea que ha habido o que hay en esta vida algún hombre u hombres, excepto el único mediador de Dios y de los hombres, para quienes no ha sido necesaria la remisión de los pecados, va contra la divina Escritura cuando dice el Apóstol: Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así se propagó a todos los hombres por aquel en quien todos pecaron [Romanos 5:12].   [Agustín, La perfección de la justicia del hombre. Capítulo XXI. 44  BAC]

«Todos los niños que nacen de esta concupiscencia de la carne, que, aunque en los regenerados no se impute como pecado, ha entrado en la naturaleza por el pecado; repito, todos los niños que nacen de esta concupiscencia de la carne, en cuanto hija del pecado, y también madre de muchos pecados cuando consiente en actos deshonestos, están encadenados por el pecado original. A no ser que renazcan en aquel que concibió la Virgen sin esta concupiscencia. Él fue el único que nació sin pecado cuando se dignó nacer en esta carne.”  [Agustín. El Matrimonio y la Concupiscencia. Libro Primero, XXIV. 27]

“Esta verdad católica ha sido reconocida por todos los santos doctores e ilustres sacerdotes expertos en las Sagradas Escrituras: Ireneo, Cipriano, Reticio, Olimpio, Hilario, Ambrosio, Gregorio, Inocencio, Juan (Crisóstomo) y Basilio; a los que añado, lo quieras o no, a Jerónimo, sin hablar de los que aún no han muerto. Todos, a una voz, proclaman, contra vuestra doctrina, que todos los hombres traen, al nacer, la mancha del pecado original. Nadie está exento de esta ley, sino aquel que fue concebido por una virgen, sin intervención de esta ley del pecado que codicia contra el espíritu”.      [Agustín. Réplica a Juliano. Libro II.IX.33. Escritos Antipelagianos 3. BAC]

“Siempre será verdad que hemos muerto al pecado por la muerte de Cristo Jesús, el único sin pecado: y esto es verdad para adultos y niños”.  [Agustín. Réplica a Juliano. Libro VI.V.13. Escritos Antipelagianos 3. BAC]

Como hemos visto en estas citas patrísticas, tanto Agustín como Ambrosio de Milán, se encargaron de remarcar que el único ser que ha existido sin pecado fue Cristo, no existe para ellos tal cosa como la «inmaculada concepción de María». Aunque algunas páginas, católicas romanas, distorsionen las palabras de Agustín, aquí las hemos presentado en su real contexto, con citas fáciles de encontrar y verificar.

Artículo y recopilación de citas en sus fuentes primarias: Gabriel Edgardo Llugdar, para Diarios de Avivamientos, 2019.