Dones y milagros entre los Padres de la Iglesia

Hay una lectura que los cesacionistas (aquellos que niegan la continuidad y operatividad de los dones) generalmente evitan hacer, porque le es claramente contraria, y es aquella que podríamos llamar «la receptividad de la época». ¿Cómo se recibía en las distintas épocas las noticias de milagros y manifestaciones sobrenaturales, con escepticismo o con total normalidad? Eso nos dice mucho más de lo que imaginamos. Por ejemplo, cuando uno lee las actas de martirio de aquellos cristianos que entregaron su vida bajo la persecución del imperio romano, puede constatar que en la inmensa mayoría de ellas hay relatos de milagros y hechos sobrenaturales. Mas allá de que lamentablemente esas actas fueron reelaboradas con el paso del tiempo (sobre todo en época medieval), exagerando algunos sucesos hasta convertirlos en casi narraciones fantásticas, que ni el pentecostal más ferviente hoy las creería; sin embargo eso no oculta que aquellos relatos (donde se narraban sucesos milagrosos) fueron bien recibidos por la Iglesia; no se tomaron como algo imposible de suceder. Es decir que la mentalidad de la iglesia no era escéptica, no limitaba los sucesos milagrosos para la época apostólica exclusivamente, sino que consideraba que en cualquier momento podían volver a experimentarse. 

Vamos a tomar un ejemplo claro. Todos conocen sobre el gran ‘campeón de la ortodoxia’: Atanasio de Alejandría; quien fue un obispo y teólogo que defendió con gran valentía la divinidad de Cristo (en una incansable lucha que duró desde el primer Concilio de Nicea, en el 325, hasta cerca del Concilio de Constantinopla en el 381; y le valió cinco destierros). Este santo y docto varón, además de sus obras teológicas, escribió la biografía de Antonio abad, un ermitaño a quien admiraba profundamente. El gran Atanasio les advierte a sus lectores:

Así, no desconfíen de los relatos que han recibido de otros de él, sino que estén seguro de que, al contrario, han oído muy poco todavía. En verdad, poco les han contado, cuando hay tanto que decir. Incluso yo mismo, con todo lo que les cuente por carta, les voy a transmitir sólo algunos de los recuerdos que tengo de él. … Por eso me apresuro a escribir lo que yo mismo ya sé -porque lo vi con frecuencia-, y lo que pude aprender del que fue su compañero. Del comienzo al fin he considerado escrupulosamente la verdad: no quiero que nadie rehuse creer porque lo que haya oído le parezca excesivo, ni que mire en menos a hombre tan santo porque lo que haya sabido no le parezca suficiente.     [Vita Antonii, Atanasio]

Atanasio les asegura que lo que narrará a continuación es una verdad atestiguada por él y por muchos otros. Que Dios…

Por él sanó a muchos de los presentes que tenían enfermedades corporales y liberó a otros de espíritus impuros.

«Cuando finalmente la persecución del emperador cesó [Emperador Maximino, 312 d .C] …. [Antonio] volvió a la soledad, determinó un período de tiempo durante el cual no saldría ni recibiría a nadie. Entonces un oficial militar, un cierto Martiniano, llegó a importunar a Antonio: tenía una hija a la que molestaba el demonio. Como persistía ante él, golpeado a la puerta y rogando que saliera y orara a Dios por su hija, Antonio no quiso salir sino que, usando una mirilla le dijo: «Hombre ¿por qué haces todo ese ruido conmigo? Soy un hombre tal como tú. Si crees en Cristo a quien yo sirvo, ándate y como eres creyente, ora a Dios y se te concederá». Ese hombre se fue creyendo e invocando a Cristo, y su hija fue librada del demonio. Muchas otras cosas hizo también el Señor a través de él, según la palabra: «Pidan y se les dará». Muchísima gente que sufría, dormía simplemente fuera de su celda, ya que él no quería abrirle la puerta, y eran sanados por su fe y su sincera oración.»    [Vita Antonii, Atanasio]

Atanasio nos relata esta enseñanza de Antonio:

En primer lugar, démonos cuenta de esto: los demonios no fueron creados como demonios, tal como entendemos este término, porque Dios no hizo nada malo. También ellos fueron creados limpios, pero se desviaron de la sabiduría celestial. Desde entonces andan vagando por la tierra. Por una parte, engañaron a los griegos con vanas fantasías, y, envidiosos de nosotros los cristianos, no han omitido nada para impedirnos entrar en cielo: no quieren que subamos al lugar de donde ellos cayeron. Por eso se necesita mucha oración y disciplina ascética para que uno pueda recibir del Espíritu Santo el don del discernimiento de espíritus y ser capaz de conocerlos: cuál de ellos es menos malo, cuál de ellos más; que interés especial persigue cada uno y cómo han de ser rechazados y echados fuera.    [Vita Antonii, Atanasio]

Por lo visto, el don de discernimiento de espíritu, y la liberación o expulsión de demonios, estaban vigente y operativos en la época patrística. Continúa Atanasio su relato:

En cuanto a sus visitantes, con frecuencia predecía su venida, días y a veces un mes antes, indicando la razón de su visita. Algunos venían sólo a verlo, otros a causa de sus enfermedades, y otros, atormentados por los demonios. Y nadie consideraba el viaje demasiado molesto o que fuera tiempo perdido; cada uno volvía sintiendo que había recibido ayuda. Aunque Antonio tenía estos poderes de palabra y visión, sin embargo suplicaba que nadie lo admirara por esta razón, sino mas bien admirara al Señor, porque El nos escucha a nosotros, que sólo somos hombres, a fin de conocerlo lo mejor que podamos.

Son numerosas las historias, por lo demás todas concordes, que los monjes han trasmitido sobre muchas otras cosas semejantes que él obró. Y ellas, sin embargo, no parecen tan maravillosas como otras aún más maravillosas. Una vez, por ejemplo, a la hora nona, cuando se puso de pie para orar antes de comer, se sintió transportado en espíritu y, extraño es decirlo, se vio a sí mismo y se hallaba fuera de sí mismo y como si otros seres lo llevaran en los aires. Entonces vio también otros seres terribles y abominables en el aire, que le impedían el paso. Como sus guías ofrecieron resistencia, los otros preguntaron con qué pretexto quería evadir su responsabilidad ante ellos. Y cuando comenzaron ellos mismos a tomarle cuentas desde su nacimiento, intervinieron los guías de Antonio: «Todo lo que date desde su nacimiento, el Señor lo borró; pueden pedirle cuentas desde cuando se consagró a Dios. Entonces comenzaron a presentar acusaciones falsas y como no pudieron probarlas, tuvieron que dejarle libre el paso. Inmediatamente se vio así mismo acercándose -a lo menos, así le pareció- y juntándose consigo mismo, y así volvió Antonio a la realidad.    [Vita Antonii, Atanasio]

Palabra de ciencia, don de sanidades, visiones y éxtasis… no estamos enfatizando que estas cosas eran normales para Antonio abad, sino que ¡resultaban de lo más normal y creíbles para el gran teólogo Atanasio! Y no solo para él sino para los lectores de esa biografía que fueron conmovidos y alentados por esas experiencias.

¿Quieren saber quien fue uno de los profundamente afectados al escuchar esta biografía? Sí, acertaron, mi querido san Agustín. 

“Un día -no recuerdo el motivo de la ausencia de Nebridio-vino a nuestra casa a vernos, a Alipio y a mí, un cierto Ponticiano, africano y compatriota nuestro, que ocupaba en la corte un alto cargo; no sé qué deseaba de nosotros. Nos sentamos para hablar […] nuestra conversación, por iniciativa suya, cayó sobre un tal Antonio, monje de Egipto, cuyo nombre brillaba con el más claro resplandor entre tus siervos, y hasta aquel momento nos era completamente desconocido. Y cuando él se dio cuenta de nuestra ignorancia, se detuvo en aquella conversación, revelando poco a poco aquel hombre a nuestra ignorancia. Nosotros quedábamos atónitos oyendo tus maravillas, perfectamente documentadas, realizadas en la verdadera fe, en la Iglesia católica y tan cerca de nuestros días, que su memoria era fresca. Los tres quedábamos maravillados: yo y Alipio, de tan grandes maravillas, y Ponticiano de lo asombroso de nuestra ignorancia.”    [AGUSTÍN, Las Confesiones, Libro VIII. 14]

Aquí tenemos al mismísimo Agustín, impactado por los milagros y dones operados en y a través de Antonio. Si, como algunos «especialistas en agustinianismo» afirman (sin haber nunca leído sus escritos), que Agustín era cesacionista, lo más normal hubiese sido que rechazara estos relatos, pero nos narra en sus Confesiones que «Nosotros quedábamos atónitos oyendo tus maravillas, perfectamente documentadas». No en vano afirma en uno de sus escritos:

«De dónde nacen las visiones “Procede del espíritu cuando, estando completamente sano y fuerte el cuerpo, los hombres son arrebatados en éxtasis, ya sea que al mismo tiempo vean los cuerpos por medio de los sentidos corporales y por el espíritu ciertas semejanzas de los cuerpos que no se distinguen de los cuerpos, o ya pierdan por completo el sentido corporal y, sin percibir por él absolutamente nada, se encuentren transportados por aquella visión espiritual en el mundo de las semejanzas de los cuerpos. Mas cuando el espíritu maligno arrebata al espíritu del hombre en estas visiones, engendra demoníacos o posesos, o falsos profetas. Si, por el contrario, obra en esto el ángel bueno, los fieles hablan ocultos misterios, y si además les comunica inteligencia, hace de ellos verdaderos profetas; o si, por algún tiempo, les manifiesta lo que conviene que ellos digan, los hace expositores y videntes.”    [Agustín. Del Génesis a la letra. Libro XII. 19.41]

Lo que hemos denominado «la receptividad de la época» nos atestigua que tanto Atanasio de Alejandría como Agustín de Hipona (y la Iglesia que ellos representaban) recibían las narraciones acerca de dones y manifestaciones del Espíritu como algo normal y totalmente factible para aquel momento o época.

Para terminar permítanme compartirles esta porción tomada de la primera biografía de Agustín, escrita por quien fue su discípulo, amigo e incansable colaborador por 40 años: el obispo Posidio. Esto nos dejó narrado sobre los últimos días de Agustín

Me consta también que él, sacerdote y obispo, fue suplicado para que orase por unos energúmenos [endemoniados], y con llanto rogó al Señor, y quedaron libres del demonio. En otra ocasión, un hombre se acercó a su lecho con un enfermo rogándole le impusiera las manos para curarlo. Le respondió que si tuviera el don de las curaciones, primeramente lo emplearía en su provecho. El hombre añadió que había tenido una visión en sueños y le habían dicho: Vete al Obispo Agustín para que te imponga las manos y serás sano. Al informarse de esto, luego cumplió su deseo, e hizo el Señor que aquel enfermo al punto partiese de allí ya sano.   [Posidio. Vida de Agustín, Cap. XXIX. Obras de san Agustín, Tomo I, BAC]

No solo Agustín, sino su círculo íntimo y la iglesia de aquel entonces aceptaban los sucesos y manifestaciones extraordinarias como algo lógico y vigente.  Es lo que hemos llamado «la receptividad de la época», la que nos demuestra que los dones del Espíritu no se consideraban como algo caduco, extraño, sospechoso, o limitado únicamente a la era de los apóstoles. 

Recopilación de textos en las fuentes primarias y redacción: Gabriel Edgardo Llugdar, para Diarios de Avivamientos 2019

Los dones del Espíritu y los Padres de la Iglesia

Los Dones del Espíritu Santo - Patrística

«El estudio de los Padres se llama Patrología o Patrística. El término Patrología fue creado en 1653 por el luterano Jean Gerhard. Designa el estudio de las literaturas cristianas antiguas. El acento recae sobre la historia literaria: biografía, obras, valoración crítica. Patrística es en su origen un adjetivo que caracteriza la teología. Generalmente se reserva el término para el estudio doctrinal y la historia de las ideas.” [Adalbert G. Hamman Para leer LOS PADRES DE LA IGLESIA – Nueva edición revisada y aumentada por Guillaume Bady]

Cuando usamos la Patrística para apoyar nuestro punto de vista, no lo hacemos rebuscando en la Patrología un texto aislado que coincida con nuestro pensamiento. Por el contrario, la forma correcta de hacerlo es teniendo en vista el unanimis consensus Patrum (el Consenso Unánime de los Padres); no la opinión privada de uno en particular, sino la opinión general y común entre ellos.

En el tema del Continuismo -vigencia y operatividad de los dones o carismas del Espíritu- si queremos llegar a una conclusión seria, tampoco debemos perder de vista ese consensus. Frecuentemente, el Cesacionismo, esgrime algún texto de la Patrología para asegurar que los dones cesaron después de la muerte del último apóstol (algunos afirman que incluso antes del 70 d.C.). Generalmente, se trata de este testimonio de Juan Crisóstomo:

«Todo este lugar es muy oscuro,  pero la oscuridad es producida por nuestra ignorancia de los hechos a los que se hace referencia y a su cesación, siendo que como tales solían ocurrir, pero ahora ya no tienen lugar. ¿y por qué no ocurren ahora? Porque, mirad ahora, la causa de la oscuridad también ha producido en nosotros otra pregunta: esto es, ¿por qué ocurrieron entonces, y ahora no lo hacen más?… Bien, ¿qué fue lo que pasó entonces? Quien quiera que era bautizado hablaba inmediatamente en lenguas y no solo con lenguas, sino que muchos también profetizaban, y algunos hacían muchas obras maravillosas… pero más abundante que ninguna otra cosa era el don de lenguas entre ellos.» Juan Crisóstomo, Homilía sobre las Epístolas de Pablo a los Corintios, Homilía 19.1

Crisóstomo, lo que presenta es la duda de porqué no siguen sucediendo entre ellos esos dones, una duda que deja sin responder. Pero que es respondida por los líderes de otras congregaciones anteriores, contemporáneos o posteriores suyos; y eso lo veremos a continuación. La inmensa mayoría de estas citas las extraje de fuentes primarias, hay muchas más, pero no por más extenso sería más claro el panorama. Estas citas son suficientemente claras para obtener el consensus de la Patrística, de que los dones o carismas, manifestaciones, y señales del Espíritu estaban vigentes y operativas en la Iglesia mucho después de la muerte de los apóstoles y de completado el canon sagrado.

DIDACHÉ, 80-100 d.C.: “Sin embargo, no todo el que habla en el Espíritu es un profeta, sino sólo el que tiene las costumbres del Señor. Por sus costumbres, pues, será reconocido el profeta falso y el profeta verdadero” [Didaché 11:6 – Todo el Capítulo 11 habla de cómo deben operar los profetas verdaderos en las iglesias para ser distinguidos de los falsos]

IGNACIO DE ANTIOQUÍA, 40?-117 d.C “Por esto estás hecho de carne y espíritu, para que puedas desempeñar bien las cosas que aparecen ante tus ojos; y en cuanto a las cosas invisibles, ruega que te sean reveladas, para que no carezcas de nada, sino que puedas abundar en todo don espiritual.” [Carta a Policarpo 2.2]

PASTOR DE HERMAS 140 d.C. “así pondrás a prueba al profeta y al falso profeta, Por medio de su vida pon a prueba al hombre que tiene el Espíritu divino. En primer lugar, el que tiene el Espíritu divino, que es de arriba, es manso y tranquilo y humilde, y se abstiene de toda maldad y vano deseo de este mundo presente, y se considera inferior a todos los hombres, y no da respuesta a ningún hombre cuando inquiere de él, ni habla en secreto porque tampoco habla el Espíritu Santo cuando un hombre quiere que lo haga, sino que este hombre habla cuando Dios quiere que lo haga. Así pues, cuando el hombre que tiene el Espíritu divino acude a una asamblea de hombres justos, que tienen fe en el Espíritu divino, y se hace intercesión a Dios en favor de la congregación de estos hombres, entonces el ángel del espíritu profético que está con el hombre llena al hombre, y éste, siendo lleno del Espíritu Santo, habla a la multitud, según quiere el Señor. De esta manera, pues, el Espíritu de la deidad será manifestado. Ésta, por tanto, es la grandeza del poder que corresponde al Espíritu de la divinidad que es del Señor”. [Pastor de Hermas. Mandamientos 11]

CUADRATO, de los Padres Apologistas Griegos, Obispo de Atenas, 130 d.C. “Entre los que por este tiempo eran famosos, estaba también Cuadrato, del cual refiere una tradición que sobresalía en el carisma profético, como las hijas de Felipe” [Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica III.37.1]

  • “Quadrato, discípulo de los Apóstoles, sucedió a Publio, obispo de Atenas,… Quadrato entrega al Emperador un libro escrito en favor de nuestra religión, muy útil, a base de fe y razón, digno de la doctrina de los Apóstoles; en ese libro, mostrando su edad avanzada, dice haber visto numerosos desgraciados, bajo el peso de diversas calamidades, ser sanados y resucitados por el Señor”. [San Jerónimo – de su libro: De Viris Illustribus (Sobre los Hombres Ilustres) Capítulo 19]

MELITÓN DE ASIA, obispo de Sardes. 177 d.C. «Melitón de Asia, obispo de Sardes, escribió y ofreció al emperador M. Antonino Vero, que había sido discípulo del orador Frontón, un libro en favor del dogma cristiano.[…] Tertuliano alaba su ingenio elegante y oratorio […] indicando que muchos de los nuestros lo tenían por profeta». [San Jerónimo – de su libro: De Viris Illustribus (Sobre los Hombres Ilustres, 392 d.C.) Capítulo 24] Confirmando la llenura del Espíritu que manifestaba su vida, Polycrates, obispo de Efeso (Vivió durante el mandato del Emperador Severo), dice de él: «¿Qué necesidad hay de recordar los nombres del obispo y mártir Sagaris, enterrado en Laodicea; y el del bienaventurado Papirio, y el del eunuco Melitón, que siempre ha servido al Señor en el Espíritu Santo y cuyo cuerpo, enterrado en Sardis, espera la resurrección, cuando venga el Señor.”

APOLLONIO, Escribió como se debía distinguir a un falso profeta de uno verdadero: “Apollonio, uno de los hombres mejor dotado para la disertación, también escribió contra Montano, Prisca y Maximilla […] a propósito de Prisca y Maximilla dice: «Si pretenden no haber recibido regalos, que confiesen que no son profetas los que los reciben, y yo lo probaré mediante mil testigos. Otros frutos hacen reconocer a un profeta. Dime: ¿Se peina artificiosamente un profeta? ¿Se disfraza y compone los ojos? ¿Es portador de perlas y vestidos recargados? ¿Juega a las damas, a las fichas y a los dados un profeta? ¿Recibe dinero un profeta? Que respondan si todo esto es permitido o no.” [San Jerónimo – de su libro: De Viris Illustribus (Sobre los Hombres Ilustres) Capítulo 40]

IRENEO, OBISPO DE LYON (130-202 d.C.) “También nosotros hemos oído a muchos hermanos en la Iglesia, que tienen el don de la profecía, y que hablan en todas las lenguas por el Espíritu, haciendo público lo que está escondido en los hombres y manifestando los misterios de Dios, a quienes el Apóstol llama espirituales: éstos son espirituales, porque participan del Espíritu”  [Ireneo de Lyon: Adversas Haereses – Libro V 6.1]

  • «Por eso sus discípulos verdaderos en su nombre hacen tantas obras en favor de los seres humanos, según la gracia que de él han recibido. Unos real y verdaderamente expulsan a los demonios, de modo que los mismos librados de los malos espíritus aceptan la fe y entran en la Iglesia; otros conocen lo que ha de pasar, y reciben visiones y palabras proféticas; otros curan las enfermedades por la imposición de las manos y devuelven la salud; y, como arriba hemos dicho, algunos muertos han resucitado y vivido entre nosotros por varios años.» [Ireneo de Lyon – Adversas Haereses – Libro II 32.3,4,5]

 

  • “… porque saben que los seres humanos no reciben de Marco (maestro gnóstico) el don de la profecía, sino que Dios concede esta gracia desde lo alto a quienes él quiere; y quienes reciben de Dios este don, hablan donde y cuando Dios quiere, no cuando Marcos ordena. Aquel que manda es más grande y soberano que quien le está subordinado; pues lo primero es propio de quien tiene el gobierno, y lo segundo del que le está sujeto.” [Ireneo de Lyon – Contra los Herejes – Libro I. 13,3 – 13,4)]

TERTULIANO, 160-240 d.C.  “Mas, ¿quién os arrebataría a esos enemigos ocultos que por doquier y siempre devastan vuestros espíritus y vuestra salud, o sea, esos demonios que nosotros arrojamos de vuestros cuerpos sin pedir recompensa ni salario? Nos hubiera bastado, en venganza, abandonaros a esos espíritus inmundos como a bien sin dueño.” [TERTULIANO El Apologético – XXXVII]

  • “Que Marción exhiba, pues, como dones de su dios, algunos profetas, que no hayan hablado por sentido humano, sino con el Espíritu de Dios, que hayan predicho cosas que van de ocurrir y hayan puesto de manifiesto los secretos del corazón; que él produzca un salmo, una visión, una oración -solo que sea por el Espíritu, en un éxtasis, esto es, en un rapto, toda vez que le haya ocurrido una interpretación de lenguas; que él me muestre también, que cualquier mujer de lengua jactanciosa en su comunidad haya profetizado alguna vez de entre aquellas hermanas especialmente santas que él tiene. Ahora, todas estas señales (de dones espirituales) se están manifestando de mi lado sin ninguna dificultad, y concuerdan, también, con las reglas, y las dispensaciones y las instrucciones del Creador.” [Tertuliano, Contra Marción 5:8]

JUSTINO MÁRTIR, 114-165 d.C “Entre nosotros, aun hasta el presente, se dan los carismas proféticos. Por donde hasta vosotros tenéis que daros cuenta de que los que en otros tiempos se daban en vuestro pueblo han pasado a nosotros” [Justino Mártir, diálogo con Trifón 82].

  • “Ahora, es posible ver entre nosotros mujeres y hombres que poseen dones del Espíritu de Dios” [Justino Mártir diálogo con Trifón, 88.1].

TACIANO, 110-172 d.C “Pero el Espíritu de Dios no está con todos, sino que, asumiendo su morada con aquellos que viven justamente, y combinándose íntimamente con el alma, anuncia cosas ocultas a otras almas mediante profecías” [Taciano Discurso a los Griegos 13]

ORÍGENES, 185-255 d.C. “Y es así que, sin obrar milagros y portentos, no hubieran movido a sus oyentes a abandonar, por nuevas doctrinas y dogmas nuevos, su religión tradicional y abrazar las enseñanzas de ellos aun con peligro de la vida. Y todavía se conservan entre los cristianos huellas de aquel Espíritu Santo que fue visto en figura de paloma. Ellos expulsan demonios, realizan muchas curaciones y, según la voluntad del Legos, tienen algunas visiones sobre lo futuro. Y, siquiera se burle Celso, o el judío que introduce, sobre lo voy a decir, no dejaré de decirlo, y es que muchos han venido al cristianismo como contra su voluntad, pues cierto espíritu, apareciéndoseles en sueños o despiertos, mudó súbitamente su mente y, de odiar al Logos, pasaron a morir por El. De muchos de estos casos hemos sido testigos; sin embargo, de ponerlos por escrito, daríamos que reír a carcajadas a los incrédulos, los cuales, como suponen que otros se inventan todo eso, así creerían que nos lo inventamos también nosotros. Pero testigo es Dios de nuestra conciencia que no quiere recomendar la enseñanza divina de Jesús por mentirosas narraciones, sino por múltiple evidencia.”  [Orígenes Contra Celso, 1.46]

CIPRIANO, OBISPO DE CÁRTAGO, 200-258 d.C. «Pero, como vemos que se acerca el día de una nueva persecución y que se nos advierte con continuas señales que estemos armados y preparados para la lucha que nos prepara el enemigo […]  Pues hay que obedecer, en efecto, las señales y las advertencias […] nos ha parecido bien -por inspiración del Espíritu Santo y después de habernos advertido el Señor en varias y claras visiones, que se nos anuncia y se nos manifiesta que el enemigo está inminente […] que se acerca el día de la lucha, que muy pronto se alzará contra nosotros el enemigo violento, que viene una batalla, no como la pasada sino mucho más grave y violenta, que así nos lo ha dado a conocer Dios diversas veces y que hemos recibido sobre eso frecuentes advertencias de la providencia y misericordia del Señor». [Cipriano, Carta 57 a Cornelio – En esta carta Cipriano y 40 obispos más anuncian que Dios les ha revelado por visiones que se avecinaba una persecución mas violenta que la anterior, la cual efectivamente sucedió]

NOVACIANO, 270 d.C.: “armados y fortalecidos por el mismo Espíritu, teniendo en sí mismos los dones que este mismo Espíritu distribuye, y otorga a la Iglesia, la Esposa de Cristo, como sus ornamentos. Él es quien coloca profetas en la Iglesia, instruye maestros, dirige lenguas, da poderes y sanidades, hace obras maravillosas, ofrece discernimientos de espíritus, concede poderes de gobierno, sugiere consejos, y ordena y arregla cualesquiera otros dones de charismata que haya. Y así perfecciona y completa en todo a la Iglesia del Señor en todas partes”.  [Novaciano, Tratado sobre la trinidad, 29].

HILARIO DE POITIERS (300-367 d.C.) “Porque el don del Espíritu se manifiesta, allí donde la sabiduría habla y son oídas las palabras de vida, y allí donde es el conocimiento que viene del discernimiento dado por Dios, por el don de sanidades, para que por la curación de las enfermedades podamos dar testimonio de su gracia que concedió estas cosas; o por el hacer milagros, para que lo que hacemos pueda ser entendido como que es del poder de Dios, o por profecía, para que a través de nuestra comprensión de la doctrina podamos ser conocidos como enseñados por Dios; o por el discernimiento de espíritus, para que no seamos incapaces de decir si alguien habla con un espíritu santo o pervertido, o por géneros de lenguas, para que el hablar en lenguas pueda ser otorgado como una señal del don del Espíritu Santo; o por la interpretación de lenguas, para que la fe de aquellos que oyen no sea puesta en peligro a través de la ignorancia, dado que el intérprete de una lengua explica la lengua a aquellos que son ignorantes de ella. Así en todas estas cosas distribuidas a cada uno para provecho haya al mismo tiempo la manifestación del Espíritu, siendo evidente el don del Espíritu a través de estas ventajas maravillosas concedidas sobre cada uno”.   [Hilario de Poitiers, Sobre Mateo, 8.30]

AGUSTÍN DE HIPONA “De dónde nacen las visiones: “Procede del espíritu cuando, estando completamente sano y fuerte el cuerpo, los hombres son arrebatados en éxtasis, ya sea que al mismo tiempo vean los cuerpos por medio de los sentidos corporales y por el espíritu ciertas semejanzas de los cuerpos que no se distinguen de los cuerpos, o ya pierdan por completo el sentido corporal y, sin percibir por él absolutamente nada, se encuentren transportados por aquella visión espiritual en el mundo de las semejanzas de los cuerpos. Mas cuando el espíritu maligno arrebata al espíritu del hombre en estas visiones, engendra demoníacos o posesos, o falsos profetas. Si, por el contrario, obra en esto el ángel bueno, los fieles hablan ocultos misterios, y si además les comunica inteligencia, hace de ellos verdaderos profetas; o si, por algún tiempo, les manifiesta lo que conviene que ellos digan, los hace expositores y videntes.” [Agustín de Hipona, Del Génesis a la letra. Libro XII. 19.41]

  • “Debemos creer que tal fue aquel famoso monje Juan, a quien el emperador Teodosio el Grande consultó sobre el éxito de la guerra civil, porque tenía realmente el don de profecía. Ni puedo poner en duda de que a cada uno pueda distribuirse la totalidad de los dones, como tampoco que uno solo pueda tener muchos.» [Agustín, La Devastación de Roma. VI. 7. BAC]

 

  • Sobre Ambrosio de Milán “Tuvo lugar en Milán, estando yo allí, el milagro de la curación de un ciego, que pudo llegar al conocimiento de muchos por ser la ciudad tan grande, corte del emperador, y por haber tenido como testigo un inmenso gentío que se agolpaba ante los cuerpos de los mártires Gervasio y Protasio. Estaban ocultos estos cuerpos y casi ignorados; fueron descubiertos al serle revelado en sueños al obispo Ambrosio. Allí vio la luz aquel ciego, disipadas las anteriores tinieblas”   [Agustín de Hipona LA CIUDAD DE DIOS LIBRO XXII – CONTRA PAGANOS CAPÍTULO VIII]

 

  • «¿Qué he de hacer? Urge la promesa de terminar la obra y no puedo consignar aquí cuanto sé. Y, sin duda, la mayoría de los maestros, al leer esto, se lamentarán haya pasado en silencio tantos milagros que conocen como yo. Les ruego tengan a bien disculparme y piensen qué tarea tan larga exige lo que al presente me fuerza a silenciar la necesidad de la obra emprendida. Si quisiera reseñar, pasando por alto otros, los milagros solamente que por intercesión del gloriosísimo mártir Esteban han tenido lugar en esta colonia de Cálama, y lo mismo en la nuestra, habría que escribir varios libros. Y aun así no podrían recogerse todos, sino sólo los que se encuentran en los folletos que se recitan al pueblo. He querido recordar los anteriores al ver que se repetían también en nuestro tiempo maravillas del poder divino semejantes a las de los tiempos antiguos, y que no debían ellas desaparecer sin llegar a conocimiento de muchos. No hace dos años aún que está en Hipona Regia la capilla de este mártir, y sin contar las relaciones de las muchas maravillas que se han realizado y que tengo por bien ciertas, de sólo las que han sido dadas a conocer al escribir esto llegan casi a setenta. Y en Cálama, donde la capilla existió antes, tienen lugar con más frecuencia, y se cuentan en cantidad inmensamente superior» [Agustín de Hipona LA CIUDAD DE DIOS LIBRO XXII – CONTRA PAGANOS CAPÍTULO VIII. 20]

CIRILO DE JERUSALÉN, 315-386 d.C. «Porque Él emplea la lengua de un hombre para sabiduría; el alma de otro Él ilumina por profecía, a otro le da poder de echar fuera demonios, a otro le da interpretar las Escrituras divinas. Él fortalece el dominio propio de un hombre; Él enseña a otro la manera de dar limosnas; a otro enseña a ayunar y disciplinarse ; a otro enseña a despreciar las cosas del cuerpo; a otro prepara para el martirio; diversos en diferentes hombres, pero no diversos de Él, como está escrito.» [Cirilo de Jerusalén, Lecciones catequetícas , 16.12].

Con estos testimonios de tan variados Padres Apostólicos, Padres Apologistas Griegos, Padres y Obispos de la Iglesia griegos y latinos, creemos que el panorama es bien claro; hay un unanimis consensus Patrum que nos permite afirmar enfáticamente como Agustín «Todavía hoy se realizan milagros en su nombre… Se realizan todavía hoy muchos prodigios; los realiza el mismo Dios a través de quienes le place y como le place, lo mismo que realizó los que tenemos escritos.» [LA CIUDAD DE DIOS LIBRO XXII – CONTRA PAGANOS CAPÍTULO VIII]

Artículo y recopilación de textos: Gabriel Edgardo LLugdar – para Diarios de Avivamientos – Serie Patrística – 2018

 

 

Los Evangelistas de sanidad

En las primeras décadas del siglo XX surgieron varios ministerios evangelísticos con un marcado énfasis en el don de sanidad. Hubo de todo, desde los que empezaron bien y terminaron mal, hasta los que empezaron bien y terminaron mejor. A través de la Historia de la Iglesia podemos ver períodos donde los avivamientos se caracterizaron por una señal distintiva, y los evangelistas de la sanidad marcaron una época.

Se criticó los métodos pocos ortodoxos que algunos usaron, o las doctrinas erradas que otros asumieron, pero lo notable es que ninguno de ellos fue desenmascarado como de “falsas sanidades”. Si tenemos en cuenta, por un lado, que en ese entonces la medicina era muy precaria, y pocos tenían acceso a una atención de calidad; y por el otro, que no existían los medios digitales y audiovisuales de ahora, con los que se puede “manipular más fácilmente a las personas”, el caso de los evangelistas de la sanidad es sinceramente asombroso.

Por un lado significó ayuda para miles que no tenían respuestas en la aún precaria medicina, y por el otro significó un crecimiento exponencial de las iglesias, pues al fin y al cabo, la mayoría de las congregaciones se beneficiaron de la cantidad de personas que se convirtieron en esos eventos. El evangelista seguía su camino, y los pastores se quedaban con las almas nuevas.

La mayoría de ellos no tenían recursos propios, no eran pastores que tenían una plataforma de lanzamiento para captar la atención de la gente. Eran simplemente hombres y mujeres a los cuales, en alguna reunión casera o en alguna pequeña iglesia, les pedían que dirigiesen algunas palabras o una oración, y al hacerlo sencillamente comenzaban a producirse sanidades; lo que llevaba a impactar a toda la ciudad y luego a la nación.

¿Cómo hace una persona, sin recursos y totalmente desconocida, para estar en pocos meses predicando a miles? Si decimos que son falsos, estamos reconociendo que los falsos tienen más poder que los verdaderos. En la iglesia primitiva donde abundaban las sanidades, los falsos también existían, pero eran los verdaderos los que impactaron a las naciones, no los falsos.

No estamos aquí discutiendo el cómo administraron los dones, si bien o mal, estamos hablando de un hecho histórico; de repente, personas sencillas oraban por los enfermos y se sanaban, y luego recorrían con una carpa pueblos y ciudades donde se reunían miles para que orasen por ellos.

Hoy, usando (o abusando) de la tecnología y el imperio publicitario, muchos falsos se auto-proclaman «evangelistas de sanidad» pero ni con toda la artillería digital que despliegan llegan a impactar las naciones. Salvo en la iglesia perseguida (la que llamamos «iglesia subterránea» en donde se reportan casos asombrosos), no creo que existan ya hombres y mujeres de la talla de aquellos grandes evangelistas de las primeras décadas del siglo pasado. Salvo el caso excepcional de Reinhard Bonnke, en África, y de Carlos Annacondia (cuyas campañas de avivamiento presencié personalmente) en Latinoamérica.

Mencionaré solo algunos porque fue una época muy fructífera, que duró hasta la década del 50 en su mayor apogeo. No todos los que tenían dones de sanidad eran evangelistas, pero consideraremos a cuatro que sí lo fueron.

John Alexander Dowie

El pionero de todos. Nacido en Escocia en 1847, desarrolló una parte de su ministerio en Australia y la mayor y última etapa en Chicago. Nació en un hogar muy pobre, fue un niño enfermizo (sufría de dispepsia crónica). Siendo el joven pastor de una iglesia en un suburbio de Sídney, en 1875, una plaga mortal azotó la región:

“Estaba sentado en mi oficina en la Iglesia Congregacional de Newton, un suburbio de Sydney, Australia. Mi corazón estaba muy cargado, porque había estado visitando en sus lechos de enfermedad y muerte a más de treinta miembros de mi congregación, y había devuelto el polvo al polvo de la tierra en más de treinta tumbas en unas pocas semanas. ¿Dónde, oh, dónde estaba aquél que sanaba a sus hijos sufrientes? Ninguna oración por sanidad parecía llegar a sus oídos, pero yo sabía que su mano no se había acortado… A veces me parecía que podía oír la triunfante burla de los enemigos creciendo en mis oídos mientras yo hablaba a los deudos las palabras de cristiana esperanza y consolación. La enfermedad, la sucia hija de Satanás y el pecado, manchaba y destruía… y no había un liberador. «Y ahí estaba yo, sentado con mi cabeza hundida bajo el peso de la pena por mi pueblo afligido, hasta que lágrimas amargas vinieron a aliviar mi corazón ardiente. Entonces oré pidiendo un mensaje… y las palabras del Espíritu Santo inspiradas en Hechos 10:38 se me presentaron en toda la brillantez de su luz, revelando a Satanás como el Opresor, y Jesús como el Sanador. Mis lágrimas fueron enjugadas, mi corazón se fortaleció; vi el camino hacia la sanidad… y dije: ‘Dios, ayúdame ahora a predicar la Palabra a todos los que están muriendo a mi alrededor, y decirles que es Satanás quien aún enferma, y Jesús quien aún libera, porque Él sigue siendo el mismo hoy.”   (Gordon Lindsay – John Alexander Dowie: A Life Story of Trials, Tragedies and Triumphs)

John Alexander Dowie aún estaba haciendo esta oración cuando vinieron a buscarlo para que fuese a orar por otra hermana de su congregación que estaba muriendo, cuando llegó ante ella, oró y fue sanada completamente. A partir de entonces ningún otro miembro de su congregación murió por la peste; y él comenzó un ministerio de evangelismo y sanidad de enormes proporciones. Luego se trasladó a Illinois, allí abrió los famosos «hogares de sanidad», donde las personas enfermas que venían de todo el país a sus campañas y no encontraban alojamiento, podían ser atendidas y recibir enseñanza y oración. Dowie era un visionario, la ciudad de Chicago fue literalmente impactada por él; su mente no cesaba de programar cosas, pero no supo detenerse a tiempo. Quiso abarcar más de lo que podía o para lo que había sido llamado, y cuando se traspasa el límite de la visión se cae en la ambición ministerial. No quiso pertenecer a ninguna denominación, fue demasiado autodidacta, es uno de los ejemplos más claros de lo que sucede cuando la grandeza de las revelaciones exaltan sobremanera.

María Woodworth-Etter

Nació en 1844, antes de entrar en el ministerio evangelístico era de constitución enfermiza, también por causa de diversas enfermedades perdió a cinco de sus seis hijos. A pesar del golpe de esta tragedia, María comenzó a predicar entre sus familiares, al poco tiempo la llamaban de todas partes para que realizara reuniones de avivamiento, a la edad de 40 años realizaba cruzadas evangelísticas por todo el país. A veces en una sola noche 25.000 almas se reunían para escucharla.

«Recuerdo como si fuera ayer, que mi amiga y yo empujamos a mi madre en su silla de ruedas a lo largo de seis o siete largas cuadras… Dos hombres grandes llevaron la silla hasta delante del púlpito circular que ya estaba rodeado de sillas de ruedas. Hacía tanto calor que mi madre nos rogaba que la lleváramos a casa, pero yo insistí en que nos quedáramos. Gloria a Dios, porque la señalaron para subirla a la plataforma, donde esa hermosa y pequeña dama que jamás olvidaré, habló a mi madre. La vi contestar sacudiendo la cabeza y entonces ella [la hermana Etter] la golpeó en el pecho (a mí me pareció que la había golpeado muy fuerte). Fue como si un rayo la atravesara, se levantó de un salto y salió corriendo y saltando llena de gozo. Toda la gente gritaba; dudo que hubieran visto algo así antes. Vimos muchos más milagros. Casi tuvimos que atar a mi madre a la silla para regresar a casa. Ella quería caminar, pero estaba débil, porque había estado confinada a su cama durante dos años. Cuando llegamos a casa, mi abuela y algunos vecinos nos esperaban. Mi madre se levantó de la silla de ruedas y subió las escaleras. Todos gritaban y lloraban. A partir de ese día, mi madre fue completamente sana, recuperó peso, y amó al Señor»    (Testimonio personal de Elizabeth Waters)

A los ochenta años, María Woodworth-Etter tenía la salud deteriorada, sufría gastritis e hidropesía. Su única hija que le quedaba murió en un accidente, en el velorio, María exhortó a los presentes a «mirar al cielo y no a la tumba». Por causa de su frágil salud, la llevaban en una silla a predicar a la iglesia, se paraba en la plataforma y predicaba con poder, al finalizar la reunión la llevaban nuevamente en una silla hasta su casa, en donde postrada en cama aún seguía recibiendo a los enfermos que venían a que orase por ellos. Murió a la edad de 80 años, después de haber predicado miles de sermones evangelísticos, recorrido cientos de ciudades, viajado en incómodos coches y trenes de la época, durmiendo en carpas y atendiendo a todos los que la solicitaban. De vida austera y humilde, conforme al carácter de los del Movimiento de la Santidad, se unió luego al Movimiento Pentecostal histórico,  fue muy admirada y querida por su cercanía con la gente; la llamaban  «madre Etter» o «la abuela Etter».

John G. Lake

Nació en 1870 en Canadá, antes de su adolescencia había visto enterrar a cuatro de sus hermanos y cuatro de sus hermanas.

“Nadie puede entender la tremenda influencia que tuvo en mi vida la revelación de Jesús como mi Sanador, y lo que significaba para mí, a menos que primero entienda mi entorno. Yo era uno de 16 niños. Nuestros padres eran personas sanas, vigorosas, fuertes. Mi madre murió a la edad de 75 años, y mi padre, aún vive en el momento de escribir esto, y tiene 77 años. Antes de mi conocimiento y experiencia del Señor como nuestro Sanador, enterramos ocho miembros de la familia. Una sucesión de extrañas enfermedades, que resultaban en muerte, había seguido a la familia.   Durante treinta y dos años siempre hubo un miembro de nuestra familia inválido. Durante este largo período, nuestro hogar nunca estuvo sin la sombra de enfermedad. Cuando pienso sobre mi niñez y adolescencia, llegan a mi mente recuerdos como una pesadilla: enfermedad, médicos, enfermeras, hospitales, coches fúnebres, funerales, cementerios y lápidas; una casa con aflicción; un madre quebrantada de corazón, y el dolor de un padre herido tratando de olvidar los dolores del pasado, con el fin de ayudar a los miembros vivos de la familia que necesitaban su amor y cuidado.»    (John G. Lake, Adventures in God)

Siendo joven, John G. Lake sufría de un reumatismo grave que le deformaba las piernas y le producía un dolor insoportable, un miembro del ministerio de John Alexander Dowie oró por él y fue sanado al instante. Se dedicó a los negocios y ganó bastante dinero, pero obedeciendo al llamado que ardía en su corazón renunció a su fortuna, vendió sus propiedades, las repartió a los necesitados y se fue de misionero al África con su esposa y siete hijos, sin un centavo.  En Sudáfrica, las personas le traían día y noche enfermos a su casa para que orase por ellos.

“Después de cinco años en Sudáfrica, la obra misionera de Lake había resultado en 1.250 predicadores, 625 congregaciones, y 100.000 conversos.» (Gordon Lindsay, ed., John G. Lake: Apostle to Africa – Dallas, TX: Christ for the Nations, 1979)

«El ministro de Dios que tiene miedo de creer a su Dios, y confiar en su Dios para obtener resultados, no es cristiano en absoluto»  (John G. Lake – El Espíritu de Dios – Sermón – Del libro: Su Poder en el Espíritu Santo)

De regreso a Estados Unidos, estableció más de 40 iglesias y era conocido en todos lados como el Doctor Lake, por la increíble cantidad de sanidades extraordinarias que se producían en su ministerio.

A los 61 años de edad estaba casi ciego, por eso se lo ve en las fotografías de esa época con lentes, pero después de un tiempo recobró la vista normalmente. A los 65 años sufrió un ataque del corazón, estuvo dos semanas seminconsciente hasta que finalmente murió. Fue uno de aquellos raros casos de predicadores que siendo ricos se hicieron pobres, fue de moral intachable; es uno de los más grandes y genuinos pioneros pentecostales.

“Amigos, hay una aventura para sus almas, la aventura más increíble del mundo. Es necesaria un alma valiente para pasar a la batalla de Dios y recibir el equipamiento que Él proporciona”       (John G. Lake – Aventuras en Dios)

 

Smith Wigglesworth

 

Smith nació el 8 de junio de 1859 en Yorkshire, Inglaterra. Era de familia muy pobre, a los seis años ya tuvo salir a trabajar con su padre. Después de casarse,  trabajando de plomero viajó a la ciudad de Leeds a comprar materiales para su oficio, entró a una iglesia en donde oraban por los enfermos y se producían sanidades; entonces Smith comenzó a buscar a los enfermos de su ciudad y a pagarles el viaje para que fuesen a las reuniones de sanidad en Leeds. Smith mismo fue sanado de las hemorroides que sufría desde hacía años y luego de una apendicitis en estado terminal.  Sin embargo después de esto, su amada esposa murió de un ataque al corazón. Entonces Simith comenzó a recorrer el país con su hija y su yerno. Tuvo un bendecido ministerio internacional, los milagros extraordinarios que solían suceder no solo en los cultos, sino cuando iba a visitar a los moribundos en sus lechos, son legendarios. A los 70 años sufría de cálculos renales, que de dolor lo hacían retorcerse en el suelo, y perder abundante sangre. Aun así predicaba dos veces al día, oraba personalmente por más de 800 personas; a veces abandonaba el lugar para despedir una piedra y luego regresaba y retomaba la reunión. Así estuvo por más de seis años.

Su yerno narró este testimonio sobre él:

«Viviendo con él, compartiendo su dormitorio, como muchas veces lo hicimos en esos años, nos maravillábamos ante el celo indomable de su fogosa predicación y su compasivo ministerio a los enfermos. No sólo soportó esas agonías, sino que hizo que sirvieran al propósito de Dios y se gloriaba en y sobre ellas».

A pesar de su fama, Smith vivió humildemente sin atribuirse gloria a sí mismo, en el último mes de su vida dijo estas palabras:

«Hoy, en el correo, recibí una invitación a ir a Australia, una a la India y Ceylán, y otra a los Estados Unidos. La gente me tiene en vista… Pobre Wigglesworth. Qué fracaso, pensar que la gente me tiene en vista. Dios nunca dará su gloria a otro; él me sacará de escena»

A los siete días murió serenamente mientras conversaba, en la compañía de su yerno.

Esperamos que estas biografías te inspiren a crecer en una vida de oración, para que conozcas al Dios que vas a predicar. Te inspiren a crecer en una vida de estudio bíblico, para que conozcas bien lo que tienes que predicar. Y te inspiren a crecer en una vida de fe, para que creas que lo que predicas puede, verdaderamente, impactar la vida de las personas.

Artículo redactado por Gabriel LLugdar para Diarios de Avivamientos y Diarios de Avivamientos Pentecostal