Contra el calvinismo – Roger Olson – Capítulo 6

Contra el calvinismo – Capítulo 6 – Por Roger Olson

Traducido al español por Gabriel Edgardo Llugdar

SÍ a la expiación, NO a la expiación limitada/redención particular

Durante una de mis sesiones de clase con oradores calvinistas, un líder de la Fraternidad de la Universidad Reformada local (RUF) preguntó a mis alumnos: «¿Cuántos de ustedes creen que Cristo murió por todos?» Yo sabía que él quería decir «por todos del mismo modo – para sufrir el castigo por sus pecados». La mano de cada estudiante se levantó. «Entonces ustedes tienen que creer que todos serán salvos; ustedes tienen que ser universalistas. ¿Cuántos de ustedes son universalistas?» Todas las manos se bajaron excepto una o dos. «Ya ven», dijo el orador, «si Cristo ya sufrió el castigo de todos por los pecados, incluido el pecado de incredulidad, entonces nadie puede ir al infierno porque sería injusto que Dios castigara el mismo pecado dos veces».

El orador estaba mencionando uno de los «ganchos» favoritos del calvinismo rígido para hacer que los jóvenes consideren incluir en su soteriología la «L» del TULIP: la Expiación Limitada. Y si alguien acepta la «L», argumentan los calvinistas, tienen que aceptar el resto del sistema. A fin de cuentas, si no todas las personas van a ser salvas, entonces Cristo murió solo por algunos –aquellos a quienes vino a salvar. ¿Quiénes serían estas personas? Los elegidos incondicionalmente por Dios. ¿Por qué ellas serían elegidas incondicionalmente por Dios? Porque son totalmente depravadas y no tienen otra esperanza más allá de la elección de Dios y la muerte de Cristo por ellas. ¿Y cómo Dios atraerá a esas personas por las cuales Cristo murió para que ellas se beneficien de su muerte? Atrayéndolas irresistiblemente hacia sí mismo. ¿Cómo podría alguien, elegido y atraído por Dios, cuyos pecados ya están pagados, perderse? Es imposible.

Inteligente planteamiento. ¿Pero eso funciona? ¿La expiación limitada, que la mayoría de los calvinistas prefieren llamar «redención particular», es bíblica? ¿Es consistente con el amor de Dios, mostrado en Jesucristo, y expresado en el Nuevo Testamento muchas veces y de muchas maneras (por ejemplo, Juan 3:16)? ¿Calvino creía en la expiación limitada? ¿Alguna persona en la historia cristiana, antes de los seguidores escolásticos de Calvino, creía en ella? ¿Es quizás más una deducción hecha a partir de la T, la U, la I y la P que una verdadera revelación? ¿Los calvinistas rígidos realmente la abrazan porque es bíblica, o la abrazan porque la lógica exige la creencia en ella y piensan que las Escrituras permiten la expiación limitada? ¿El rechazo de la expiación limitada implica que el universalismo sea una «consecuencia lógica y necesaria», como afirmó ese orador? Estas y otras preguntas serán consideradas aquí con cierto detalle.

Mi conclusión será que la expiación limitada es otro de los talones de Aquiles del calvinismo rígido. No puede ser apoyado por las Escrituras o la Gran Tradición de la fe cristiana (fuera del calvinismo escolástico después de Calvino). Ella contradice el amor de Dios, haciendo a Dios no solo parcial sino también odioso (hacia los no elegidos). Su rechazo no implica lógicamente el universalismo, y los que la defienden así lo hacen porque (piensan que) la lógica lo requiere y las Escrituras lo permiten; y no porque algún pasaje bíblico de manera clara la enseñe.

Otra de las conclusiones será que la T, la U, la I, la P del TULIP realmente exigen la L, y que los calvinistas que dicen ser de “cuatro puntos” y que rechazan la L están siendo inconsistentes. ¡Irónicamente, en esta cuestión estoy de acuerdo con todos los calvinistas rígidos de la variedad TULIP! También argumentaré que la creencia en una expiación limitada –una redención particular, imposibilita, de manera sensata,  hacer una oferta sincera del evangelio de salvación para todos indiscriminadamente. ¡Irónicamente, allí también estoy de acuerdo con los hipercalvinistas!

Finalmente, el orador calvinista de mi clase dirigió su último argumento calvinista típico, a mí y a aquellos alumnos que están de acuerdo en que la expiación no puede ser limitada: «Puede que no lo sepan, pero ustedes también limitan la expiación. De hecho, la limitan más de lo que los calvinistas lo hacen. En realidad, son ustedes los arminianos quienes creen en la expiación limitada». ¡Eso atrajo la atención de los estudiantes! Yo ya había escuchado ese argumento antes y sabía a dónde quería llegar con eso. «Limitan la expiación al robarle a ella el poder para salvar, de hecho, a alguien; para ustedes, la muerte de Cristo en la cruz solo brindó una oportunidad para que las personas sean salvas. Nosotros los calvinistas creemos que la expiación, en verdad, garantizó la salvación para los elegidos».

Aquí, como antes, objetaré a este intento y utilizaré el hechizo contra el hechicero. No estoy de acuerdo en que los no calvinistas limiten la expiación. Esta queja, frecuentemente oída, simplemente no se sustenta porque incluso Calvino no creía que la expiación salvase a alguien hasta que ciertas condiciones fuesen cumplidas, a saber, el arrepentimiento y la fe. Aunque estos sean dones de Dios para los elegidos, el resultado es que  la expiación no “salvó” más personas de lo que los arminianos (y otros no calvinistas) creen.

La doctrina calvinista de la Expiación

Hasta donde he podido comprobar, todos los verdaderos calvinistas (a diferencia de algunos teólogos reformados revisionistas) adoptan la llamada «teoría de la sustitución penal» de la expiación. Por supuesto, no creen que sea “solo una teoría”. Como muchos no calvinistas (tal como Wesley), lo consideran como la enseñanza bíblica acerca de la muerte salvífica de Cristo en la cruz. De acuerdo con esta doctrina, la muerte de Jesús fue principalmente un sacrificio substitutivo ofrecido a Dios por Jesús (es decir, para el Padre por el Hijo) como la «propiciación» por los pecados. «Propiciación» significa apaciguamiento [conciliación]. En este punto de vista, el acontecimiento de la Cruz es visto como el apaciguamiento por Cristo de la ira de Dios. Él sufrió el castigo por los pecados de aquellos a quienes Dios quiso salvar de su merecida condena al infierno. Calvino lo pone en pocas palabras:

«Esta es nuestra absolución: que la culpa que nos tenía sujetos a castigo ha sido transferida a la cabeza del Hijo de Dios (Isaías 53:12). Pues se debe tener en mente, por encima de todo, esta sustitución, para que no temamos y permanezcamos ansiosos durante toda la vida, como si aún pendiese sobre nosotros la justa venganza de Dios, la cual el Hijo de Dios ha transferido para sí.»  [1]

Calvino, y la mayoría de los calvinistas, creían que la muerte de Cristo logró más (por ejemplo, la «transmutación de la naturaleza de las cosas» o transformación de nuestra naturaleza pecaminosa[2] y el cumplimiento de la ley de Dios en nuestro lugar)[3] , pero el logro crucial de Cristo en la cruz fue el sufrimiento de nuestro castigo.

Otras teorías de la expiación surgirán en la historia cristiana, y algunas de ellas encontrarán eco en la teología de Calvino. Por ejemplo, la visión de la muerte salvífica de Cristo llamada «Christus Victor» es popular especialmente desde la publicación del clásico libro sobre la expiación, Christus Victor [4], del teólogo sueco Gustaf Aulén.  Calvino asiente con esta imagen de la muerte expiatoria de Cristo que dominó a satanás y liberó a los pecadores de la esclavitud[5],  pero su enfoque principal está en la satisfacción de Cristo de la justicia de Dios al sufrir el castigo merecido por los pecadores, de tal manera que Dios puede, de manera justa, perdonarlos. Contrariamente a muchos críticos de esta teoría de la sustitución penal, ella no se basa en una visión de Dios como sediento de sangre o como un torturador de niños. Calvino correctamente resalta el amor como el motivo de Dios al enviar a su Hijo a morir por los pecadores  [6].

Casi sin excepción, los calvinistas rígidos desde Calvino defienden firmemente esta visión de la expiación y su logro en nombre de Dios y los pecadores. No rechazan otras dimensiones de la expiación, pero esta es fundamental y crucial para toda la soteriología calvinista. Muchos no calvinistas están de acuerdo. Pero el problema que está en juego aquí es si Cristo murió de esta manera para todas las personas o meramente para algunos: los elegidos. Ningún calvinista niega la suficiencia de la muerte de Cristo en términos de valor para salvar a toda la raza humana. Lo que algunos han venido a negar es que Cristo realmente sufrió el merecido castigo por todas las personas, algo que claramente enseñaron los padres de la iglesia y la mayoría de los teólogos medievales, e incluso Lutero.

El calvinismo rígido cree y enseña que Dios solo planeó que la cruz fuera la propiciación para algunas personas y no para otras; Cristo no sufrió por todos (al menos no de la misma manera, como a John Piper le gusta especificar) sino solo por aquellos a quienes Dios ha escogido salvar. Esta es la doctrina de la «expiación limitada», o lo que algunos calvinistas prefieren llamar expiación «definida» o «particular» o «eficiente». Boettner expresa bien la doctrina: «Si bien el valor de la expiación fue suficiente para salvar a toda la humanidad, ella fue eficaz para salvar únicamente a los elegidos» [7]. Para que nadie lo malinterprete y piense que Dios  planeó la expiación para todos, pero que ella solo efectúa la salvación de aquellos que la reciben con fe (la visión de la mayoría de los evangélicos no calvinistas), Boettner dice que los no elegidos fueron excluidos de su obra por Dios: «No fue, por lo tanto, un amor general e indiscriminado del cual todos los hombres son igualmente participantes [que envió a Jesús a la cruz], sino un amor particular, misterioso e infinito para los elegidos, que hizo que Dios enviara a Su Hijo al mundo para sufrir y morir, y él murió solamente por ellos» [8].  Al igual que muchos calvinistas, Boettner alega que «ciertos beneficios» de la cruz se extienden a todas las personas en general, pero estos beneficios son simplemente «bendiciones temporales» y no alguna cosa salvífica[9].

Los no calvinistas miran afirmaciones como éstas y tiemblan. Este sería, de hecho, un «amor excéntrico» que excluye a algunas de las mismas criaturas que Dios hizo a su imagen y semejanza, de cualquier esperanza de salvación. Por otra parte, estas «bendiciones temporales», que supuestamente fluyen hacia los no elegidos desde la cruz, apenas valen la pena mencionarlas. Como señalé en el capítulo anterior, tales bendiciones, para los no elegidos,  ¡equivalen a recibir un poquito de cielo ahora para más adelante ser arrojados al infierno! Steele y Thomas, autores de  The Five Points of Calvinism, definen y describen la expiación limitada, que ellos prefieren llamar “redención particular”, de esta manera:

«El calvinismo histórico o principal ha sostenido, de manera consistente,  que la obra redentora de Cristo fue definitiva en diseño y realización –que ella tuvo por intención ejecutar plena satisfacción para ciertos pecadores específicos y que ella verdaderamente garantizó la salvación para estos individuos y para nadie más. La salvación que Cristo ganó para Su pueblo incluye todo lo que implica llevarlos a una relación correcta con Dios, incluidos los dones de la fe y el arrepentimiento.»[10]

Al igual que Boettner, estos teólogos afirman que la expiación de Cristo no fue limitada en valor sino solo en su plan [intención]. Y ellos alegan que los arminianos (y otros no calvinistas) también limitan la expiación en la forma mencionada anteriormente.[11]

Steele y Thomas reclaman apoyo para la expiación limitada en pasajes bíblicos como Juan 10:11, 14–18 y Romanos 5:12, 17–19. Sin embargo, incluso una rápida mirada a estos pasajes revela que no limitan la expiación, sino que únicamente afirman que es aplicada al pueblo de Dios. No niegan que sea para otros también [precisamente Romanos 5:18  dice Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida].

¿Qué pasa con los pasajes bíblicos que mencionan «todos» y «mundo» como 1 Juan 2:2 Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo? Steele y Thomas explican esto así:

«Una razón para el uso de estas expresiones fue para corregir la falsa noción de que la salvación era solo para los judíos… Estas expresiones pretenden mostrar que Cristo murió por todos los hombres sin distinción (es decir, murió por judíos y gentiles por igual), pero no pretende indicar que Cristo murió por todos los hombres sin excepción (es decir, Él no murió con el propósito de salvar hasta el último de los pecadores)»[12].

Una pregunta crucial que surge en respuesta a estas afirmaciones es la distinción entre el valor de la muerte expiatoria de Cristo y su plan y propósito. Aparentemente, Boettner, Steele y Thomas (y otros calvinistas que citaré) creen que la muerte de Cristo en la cruz fue un sacrificio suficiente por los pecados de todo el mundo. Entonces, ¿qué quieren decir ellos con que Cristo no murió por todas las personas? Si fue un sacrificio suficiente por los pecados de todo el mundo, incluidas todas las personas, y fue lo suficientemente valioso para todos, ¿cómo no es una contradicción decir que Cristo no murió por todos?

Al parecer, lo que al menos algunos calvinistas quieren decir es que la muerte de Cristo fue lo suficientemente grande en alcance y en valor como para que Dios perdonase a todos a causa de ella, pero Dios no la planeó para todas las personas, sino solamente para los elegidos. Pero, ¿por qué Dios causó que Jesús sufriera un castigo suficiente para todos los pecados que Dios no planeó perdonar? Y si su muerte fue un castigo suficiente para todos, ¿no implica eso que soportó el castigo de todos? Y si eso es así, entonces aunque Dios haya planeado su muerte solo para los elegidos, la acusación de que la expiación universal requeriría que todos sean salvos (porque los pecados no pueden ser castigados dos veces) retorna para asombrar a los propios calvinistas [Los calvinistas dicen que afirmar que Cristo murió por todos implicaría universalismo, sin embargo ellos afirman que la muerte de Cristo es suficiente para todos, y eso también podría implicar universalismo]. Hay algo terriblemente confuso en el corazón de las típicas afirmaciones calvinistas sobre esta doctrina.

Esta confusión se vuelve especialmente intensa cuando el teólogo y pastor calvinista Edwin Palmer ridiculiza el punto de vista de la expiación universal: «Para ellos [él tiene en mente específicamente a los arminianos, pero esto podría aplicarse a otros no calvinistas] la expiación es como un kit de supervivencia universal: hay un kit para todos, pero solo algunos agarrarán un kit… algo de su sangre [de Cristo] se desperdició: cayó al suelo». [13]

¿Pero no sería esto cierto de cualquier doctrina de la expiación que diga que fue un “sacrificio suficiente” para todo el mundo y que su valor es infinito? Parece que los defensores de la expiación limitada deberían decir que la muerte de Cristo no fue suficiente para todo el mundo y que no tiene un valor infinito por si van a acusar a los creyentes de la expiación universal de creer que parte de la sangre de Cristo fue desperdiciada (porque no todos se benefician de ella). ¿Esa afirmación, por parte de los calvinistas, de la suficiencia y valor para todos,  no equivale a lo mismo aunque digan que Dios la planeó y la destinó solo para los elegidos? Así parece.

Palmer adopta el mismo enfoque que Steele y Thomas con respecto a los pasajes universales, incluido Juan 3:16–17: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”. Según Palmer “en este pasaje, ‘mundo’ no significa cada persona… sino… personas de todas las tribus y naciones.»[14] Sobre los pasajes que dicen que Cristo murió por «todos», él dice «Todos no son todos».[15]

Palmer afirma que el hecho de que Cristo haya muerto solo por los elegidos y, sin embargo, Dios «ofrece libre y sinceramente la salvación a todos» es un «misterio fundamental».[16] Sin embargo, como mostraré, los críticos de la visión calvinista sostienen que esto no es un misterio sino una contradicción –una distinción que R. C. Sproul describe (y él rechaza las contradicciones en teología). ¿Cómo puede un calvinista, predicador del evangelio, y mucho menos Dios, decir a cualquier congregación u otra asamblea: «Dios te ama y Jesús murió por ti para que puedas ser salvo, si te arrepientes y crees en el Señor Jesucristo», sin agregar la advertencia «pero únicamente si eres uno de los elegidos de Dios»? El predicador calvinista no puede hacerlo con la conciencia tranquila.

Sproul, un calvinista particularmente convencido de la expiación limitada, llama a la doctrina «la expiación intencional de Cristo»[17]. Esto es, por supuesto, un poco falso en la medida en que se pretende expresar lo que es distinto en la visión calvinista, porque, por supuesto, todos los cristianos creen que la expiación de Cristo fue «intencional». Justo al frente, al comienzo de su exposición de esta doctrina, Sproul tergiversa e incluso caricaturiza los puntos de vista no calvinistas. Para apoyar su creencia en la expiación limitada, Sproul cita al teólogo evangélico calvinista J. I. Packer, quien escribió: «La diferencia entre ellos [puntos de vista calvinista y arminiano de la expiación] no es principalmente de énfasis, sino de contenido. Uno proclama a un Dios que salva; el otro habla de un Dios que capacita al hombre para salvarse a sí mismo».[18]

Esta es quizás la calumnia más perversa contra los no calvinistas. Ningún arminiano u otro cristiano evangélico informado cree en la auto-salvación. Sproul explica la acusación de Packer diciendo que para el calvinista, Cristo es un «verdadero salvador», mientras que para el arminiano, Cristo es solo un «potencial salvador». He demostrado la falsedad de esta interpretación de la teología arminiana en mi Teología Arminiana, Mitos y Realidades. A continuación explicaré la razón de por qué esta interpretación está equivocada.

Sproul continúa lanzando otra vieja y desgastada acusación contra la teología arminiana y cualquier teología de la expiación universal (por ejemplo, luterana). «Si Cristo realmente satisface objetivamente las demandas de la justicia de Dios para todos,entonces todos serán salvos»[19]. Aquí Sproul se basa en gran medida en la teología del teólogo puritano John Owen (1616-1683), quien fue uno de los primeros defensores dela novedad teológica de la expiación limitada [La Expiación Limitada es una novedad teológica porque nunca fue enseñada por los Padres de la Iglesia, ni siquiera por Agustín]. De acuerdo con Owen y Sproul, la expiación universal, la creencia de que Cristo soportó el castigo de todas las personas,necesariamente conduce al universalismo de la salvación. Después de todo, argumentó Owen, y Sproul le hace eco, ¿cómo puede el mismo pecado, incluida la incredulidad, ser castigado dos veces por un Dios justo?

Uno tiene que preguntarse si Sproul nunca ha escuchado la respuesta obvia a esta pregunta, o si simplemente está optando por ignorarla (vea mi respuesta más adelante en este capítulo). Basta por ahora decir simplemente que este argumento es tan fácil de desechar que hace que uno se pregunte por qué alguien lo toma en serio. Luego está el problema que mencioné anteriormente: si la muerte de Cristo fue una satisfacción suficiente para los pecados de todo el mundo, ¿cómo es que esto sea diferente de que Cristo haya verdaderamente sufrido el castigo por todos? No hay, de hecho, diferencia alguna; ¡lo primero incluye lo segundo!

Sproul lidia con el texto clásico de expiación universal (2 Pedro 3:9 El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento) pero ignora los pasajes universales igualmente importantes, 1 Timoteo 2: 5–6 (Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo); y 1 Juan 2:2 (Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo). Según él, y muchos otros que se adhieren a la expiación limitada, 2 Pedro 3:9 debe interpretarse como una referencia a la «voluntad de disposición», que es diferente de su “voluntad decretiva”[20]. En otras palabras, este versículo no expresa lo que Dios decreta ser el caso, sino lo que Dios desea que fuese el caso [Dios desea que todos sean salvos – su voluntad manifiesta- pero a la vez no quiere que todos sean salvos –su voluntad oculta-]. Si bien esa podría ser una posible interpretación de 2 Pedro 3:9 (aunque lo dudo), uno no puede interpretar 1 Timoteo 2:5–6 de esta manera, ni muchos otros pasajes universales donde se dice que Cristo da su vida por «todos» o “el mundo” o “todo el mundo”.  Sproul también sugiere que en 2 Pedro 3:9 (El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento) ese “ninguno” se refiere a los elegidos de Dios[21].  Nuevamente, por más forzada que sea esta interpretación se le puede conceder una posibilidad, sin embargo, ella no es posible como una interpretación válida para los otros textos que incluyen la palabra «todos», incluido 1 Timoteo 2:5–6 (Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo).

El estadista evangélico Vernon Grounds (1914–2010), presidente por muchos años del Seminario de Denver y autor de muchos libros de teología, menciona los siguientes pasajes universales sobre la expiación de Cristo: Juan 1:29 (El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo); Romanos 5:17-21 (…Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida…); Romanos 11:32 (Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos); 1 Timoteo 2:6 (el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo); Hebreos 2:9 (Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos) ;  1 Juan 2: 2, además, por supuesto, de 2 Pedro 3:9. Luego dice acerca de la visión defendida por Sproul y otros calvinistas de cinco puntos: «Se necesita una ingenuidad exegética, que es sino un virtuosismo aprendido para vaciar estos textos de sus significados obvios; se necesita un ingenio exegético rozando el sofisma para negar la universalidad explícita de estos textos»[22].

Esta observación es quizás la razón por la cual calvinistas como John Piper han enfatizado tanto la idea de que Cristo murió por todos, pero no de la misma manera. Dudo que eso satisfaga a Grounds o a cualquier otro crítico de la expiación limitada. Solo genera más dudas sobre el amor, la sinceridad y la bondad de Dios, así como sobre el valor delas «bendiciones temporales» que proporciona la expiación para los no elegidos, cuando en realidad ellos estarían mejor si nunca hubieran nacido.

John Piper defiende arduamente la expiación limitada y al mismo tiempo argumenta que también hay una cierta universalidad en la expiación. Este es su modo, al parecer, de resolver el dilema planteado por los pasajes que presentan la palabra «todos» ante la creencia en una redención particular, y de resolver el problema de cómo la persona que cree en la expiación limitada puede predicar a su audiencia que Cristo murió por todos. La doctrina de Piper sobre el propósito de la expiación es interesante porque ella va más allá de la habitual teoría de la sustitución penal y se adentra en algo como la teoría gubernamental. Se suele pensar que la teoría gubernamental es la típica doctrina arminiana de la expiación, aunque ni Arminio ni Wesley la enseñaron.

Según el punto de vista de la teoría gubernamental, Cristo no sufrió el castigo exacto que merecía todo ser humano, sino un castigo equivalente a ese. Esto fue formulado por el antiguo pensador arminiano Hugo Grotius (1583–1645) para resolver el problema de cómo la expiación podría ser universal y, sin embargo, no todos serían salvos. (Al igual que muchos arminianos, pienso que hay una respuesta más fácil a ese problema que desarrollar una nueva teoría de cómo la muerte de Cristo satisfizo la ira de Dios). Según Grotius, y otros que sostienen este punto de vista, el propósito principal de la expiación era defender el gobierno moral de Dios del universo frente a dos realidades: (1) nuestra pecaminosidad, y (2) el perdón de Dios de nuestra pecaminosidad. ¿Cómo puede Dios ser justo, gobernador moral del universo, y fingir no ver el pecado al perdonar a los pecadores? Él no puede serlo. Entonces Dios resuelve este dilema interno al enviar a Cristo para sufrir un castigo, exactamente como el que los pecadores merecen –pero no el castigo de ellos (que Grotius creía sería injusto y daría lugar a que todos se salvasen). Tal visión defiende la justicia de Dios cuando él perdona a los pecadores.

Piper no rechaza el punto de vista de la sustitución penal en favor de la teoría del gobierno moral, pero él realmente enfatiza el motivo del gobierno moral. Él pregunta: «¿Por qué Dios hirió [es decir, mató] a su Hijo y lo hizo sufrir?» Y luego responde: «para salvar a los pecadores, y al mismo tiempo para magnificar el valor de su gloria»[23].  Al colocar «nuestro pecado sobre Jesús y abandonarlo a la vergüenza y al tormento de la cruz», Dios «desvió su propia ira»[24]. Piper también deja en claro que la cruz es principalmente una vindicación de la Justicia de Dios para perdonar a los pecadores. Muchos de los arminianos y otros cristianos evangélicos no calvinistas, sino la mayoría, pueden dar un fuerte amén a eso. Los únicos problemas son (1) cuando Piper continúa diciendo, como lo hace ocasionalmente en los sermones, que Jesús murió “para Dios”, y (2) que el beneficio salvador de su muerte fue intencionado solamente para los elegidos. Romanos 5:8 afirma clara e inequívocamente que Cristo murió “por los pecadores”, y muchos versos ya citados, incluyendo especialmente 1 Juan 2:2, dicen que su muerte fue un sacrificio expiatorio por los pecados de todo el mundo.

Piper predica que Cristo murió tal muerte solo para algunos, los elegidos. Para ellos, y solamente a ellos, la muerte garantizó la justificación de Dios. Ella no solo la hizo posible, en verdad la logró. Es por eso, él argumenta, si Cristo murió por todos, todos serían justificados y no habría infierno. Pero entonces, ¿cómo explica Piper versos como 1 Juan 2:2 (Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo?, él lo resuelve diciendo «La expresión ‘todo el mundo’ se refiere a los hijos de Dios esparcidos por todo el mundo»[25]. Pero él también reivindica que «nosotros no negamos que todos los hombres son, en cierto sentido, los beneficiarios intencionados de la cruz»[26], y que Cristo murió por toda persona, pero no de la misma manera. «Hay muchos pasajes bíblicos que dicen que la muerte de Cristo fue diseñada para la salvación del pueblo de Dios, no para cada individuo»[27].  Luego él cita a Juan 10:15; 17:6, 9, 19; 11:51–52; y Apocalipsis 5: 9.

Es cierto que estos versículos mencionan la muerte de Cristo por «sus ovejas» y «por aquellos a quienes el Padre atrae al Hijo». Sin embargo, ni un solo versículo limita explícitamente su muerte a estas personas. Que Cristo murió por ellos [es decir las ovejas] de ninguna manera requiere que él haya muerto solo por ellos. El crítico David Allen señala acertadamente que «el hecho de que muchos versículos hablan de la muerte de Cristo por sus ‘ovejas’, ‘su iglesia’ o ‘sus amigos’ no prueba que Él no muriera por otros que no están incluidos en esas categorías».[28]  Decir que Él murió por otros de una manera diferente, no sufriendo el castigo por ellos, sino solamente proporcionando algunas vagas bendiciones temporales, difícilmente sea una explicación satisfactoria. ¿Cuál es la ventaja de estas bendiciones temporales a menos que Cristo también haya abierto la posibilidad de salvación para tales personas?

En general, la doctrina calvinista de la expiación limitada es confusa en el mejor de los casos, y descaradamente auto contradictoria y sin base bíblica en el peor de los casos.

Problemas con la Expiación Limitada / Redención Particular

Antes de que profundicemos en las innumerables y fuertes objeciones a la expiación limitada, es al menos interesante observar que el propio Juan Calvino no creía en esta doctrina. En 1979, el investigador R.T. Kendall (n. 1935) publicó un robusto argumento de que Calvino no creía en la expiación limitada: Calvino y el calvinismo inglés hasta 1649.[29]  También Kevin Kennedy utiliza la mayoría de sus argumentos, junto con otros, en un artículo titulado Was Calvin a ‘Calvinist’? John Calvin on the Extent of the Atonement (¿Calvino era un ‘calvinista’? Juan Calvino sobre el alcance de la Expiación). Siguiendo a Kendall, Kennedy admite que Calvino en ninguna parte aborda explícitamente el problema; al parecer, ni siquiera lo consideraba un problema o se hubiera alineado audazmente de un lado o del otro (¡algo que Calvino era famoso por hacer!). Pero nadie puede encontrar en los escritos de Calvino una declaración tal como «Cristo padeció el castigo por cada persona», un hecho de que los calvinistas que afirman que él creía en en la redención particular usan en su beneficio.

Sin embargo, como Kennedy entusiastamente resalta, Calvino realmente dice cosas que ninguno que creyese en la expiación limitada diría:

«Por ejemplo, si Calvino realmente profesase la expiación limitada, uno no esperaría encontrarlo intencionalmente universalizando pasajes de las Escrituras que los teólogos de la tradición reformada posterior alegan que están, a partir de una simple lectura del texto, claramente enseñando que Cristo murió solo por los elegidos. Además, si Calvino realmente creyera que Cristo murió solo por los elegidos, entonces uno no esperaría encontrar a Calvino afirmando que los incrédulos que rechazan el evangelio están rechazando una provisión real que Cristo hizo para ellos en la cruz. Ni uno esperaría que Calvino, si él es un partidario de la expiación limitada, dejase de refutar las fuertes afirmaciones de que Cristo murió por toda la humanidad cuando estaba involucrado en discusiones polémicas con los católicos romanos y otros. Sin embargo, la verdad es que Calvino hace todo esto y más.»[30]

Pero Kennedy no precisa inferir la creencia de Calvino en la expiación universal a partir de lo de lo que él no dice; proporciona muchas citas de Calvino, especialmente de sus comentarios, que son declaraciones universales irrestrictas con respecto a la expiación. Dos citas deben ser suficientes aquí. En su comentario sobre Gálatas Calvino escribió con respecto a 1:14: «[Pablo] dice que esta redención fue obtenida por la sangre de Cristo, pues por el sacrificio de su muerte todos los pecados del mundo han sido expiados.»[31]  En su comentario sobre Isaías Calvino escribió de Cristo que «sobre él fue puesta la culpa de todo el mundo»[32].  Otra vez, Calvino escribió en un sermón sobre la deidad de Cristo:

«Él [Cristo] debe ser el redentor del mundo. Él debe ser condenado, de hecho, no por haber predicado el Evangelio, sino que por nosotros él debe ser oprimido,por así decirlo, a las profundidades más bajas ysostener nuestra causa, ya que él estuvo allí, por así decirlo, en la persona de todos los malditos y de todoslos transgresores, y de aquellos que merecían la muerte eterna. Una vez que Jesucristo tiene ese oficio y lleva las cargas de todos aquellos que ofendieron a Dios mortalmente, es por eso que él se mantiene en silencio.»[33]

Después de citar numerosos pasajes de los escritos de Calvino, Kennedy concluye: «Estos pasajes proporcionan solo una muestra de los muchos lugares donde Calvino usa un lenguaje universal para describir la expiación».[34] Kennedy continúa examinando el único pasaje de Calvino que los partidarios de la expiación limitada tienden a señalar que parece probar su creencia en la doctrina: sus comentarios sobre el pasaje de cuño universal 1 Juan 2:2 en su comentario sobre esta carta. Kennedy argumenta que allí Calvino simplemente estaba tratando de evitar cualquier interpretación del versículo como enseñando que todos serán salvos al final.[35] Además, él señala acertadamente que un único pasaje, dentro de los muchos pasajes que tratan sobre el alcance de la expiación, difícilmente debería interpretarse para contradecir al resto.

¿Realmente importa si Calvino creía en la expiación universal o en la expiación limitada? No. Nadie duda que Calvino estaría firmemente a favor de los otros cuatro puntos del TULIP. Si hubiera vivido más tiempo, ¿habría encontrado su camino a la «L»? Tal vez. Ciertamente algunos de sus sucesores inmediatos lo hicieron. Sin embargo, el hecho de que Calvino aparentemente novio la expiación limitada explícitamente enseñada en las Escrituras minimiza las reivindicaciones de los calvinistas rígidos, que dicen que ella es claramente enseñada en la Biblia.

Más importante que si Calvino creía en la expiación limitada es si Pablo lo creía. ¿Hay algún versículo en las cartas de Pablo que contradiga clara e inequívocamente la doctrina de la redención particular? Yo creo lo que hay. En todas mis lecturas de literatura calvinista y anticalvinista no he encontrado ninguna mención de 1 Corintios 8:11, aunque este único versículo parezca contradecir la expiación limitada. En este pasaje, Pablo escribe al cristiano que insiste en hacer alarde de su libertad de comer carne en un templo pagano, incluso a la vista de los cristianos que tienen una conciencia más débil y que podrían «tropezar». «Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió». Claramente, Pablo está emitiendo una advertencia grave a aquellos de “fe fuerte” para que eviten ofender a las conciencias de sus hermanos más débiles. Su advertencia es que al ejercer la libertad cristiana públicamente, por sobre el legalismo, un “cristiano fuerte” puede, en verdad, hacer que una persona amada por Dios, por quien Cristo murió, sea “destruida”, se “pierda”.[36]

Ahora, si la expiación limitada fuese verdadera, la advertencia de Pablo es una amenaza vacía porque no puede suceder. Una persona por quien Cristo murió no puede ser destruida, perdida. Cristo murió solo por los elegidos, y los elegidos son atraídos irresistiblemente hacia Dios (el tema del siguiente capítulo) y serán preservados por Dios (la «P» en TULIP) sin importar lo que suceda.

Los creyentes en la expiación limitada plantean dos objeciones. Primero, lo que significa «destruido» [la RV60, y otras, traducen perder]; ¿la palabra no podría significar solamente «dañado» o «herido»? La palabra griega traducida como «destruido» es apollytai, que significa «destruir, perecer, morir». Es poco probable, si no imposible, que la palabra pueda significar cualquier otra cosa, especialmente en este contexto. Segundo, he escuchado a algunos calvinistas insistir en que solo significa «damnificar» o «herir». Pero, ¿por qué la advertencia de Pablo sería tan terrible en este caso? «Por quién murió Cristo» suena como si Pablo estuviera diciendo que esta ofensa es un asunto serio. La conjunción de «por quien Cristo murió» con «herir» simplemente no tiene mucho peso.

El sentido obvio del texto es que Pablo está advirtiendo a los cristianos, que poseen una conciencia más fuerte, que tengan cuidado de causar la completa ruina y la destrucción, en términos espirituales, de un cristiano más débil, o al menos de alguien por quien Cristo murió. Si eso es así, y estoy firmemente convencido de que ninguna otra exégesis es razonable, este versículo destruye la doctrina de la expiación limitada al demostrar que Pablo no creía en ella.

Antes de pasar a otras objeciones a la expiación limitada, quiero eliminar el argumento de que la expiación universal implica necesariamente universalismo. ¡No es así! Primero, incluso Calvino sabía que hay una diferencia entre la muerte expiatoria de Cristo en lugar de alguien, y los beneficios de esta expiación siendo aplicados en la vida de la persona para el perdón. El perdón, para Calvino, es claramente condicional; el perdón exige fe y arrepentimiento.[37] Es decir, la persona elegida no es salva en el momento en que Cristo murió por ella; esa salvación personal es una obra del Espíritu Santo a través de la Palabra cuando Dios da los dones de fe y arrepentimiento para el perdón. Incluso la regeneración ocurre simultáneamente con el arrepentimiento y no, por supuesto, cuando Cristo murió por la persona elegida.[38] Prácticamente todos los calvinistas que conozco creen que la «salvación» es la experiencia de una persona solo cuando los beneficios de la muerte de Cristo son aplicados en la vida de ella; las personas aún no están salvas en el momento en que Cristo murió por ellas.

Siendo así, el argumento de que la expiación universal implica necesariamente la salvación universal no tiene en cuenta la brecha, por así decirlo, entre la muerte de Cristo por alguien y la aplicación de sus beneficios a la vida de esa persona. Todos por quienes Cristo murió no fueron ya salvos cuando él murió. Incluso en el calvinismo de cinco puntos, la muerte de Cristo no «realiza» la salvación de las personas, sino que la «garantiza», como dicen Piper y otros. Pero incluso Piper y otros defensores de la expiación limitada están de acuerdo en que las personas por quienes Cristo murió, en el sentido de sufrir su castigo, deben tener fe para que sean salvas por la muerte de Cristo.

Creo, al igual que todos los arminianos y otros protestantes no calvinistas, que Cristo murió por cada persona humana de tal manera que garantice la salvación de ellas (Cristo garantiza que todo el que cree será salvo) sin que por ello se exija que sí o sí sean salvas (Cristo dice que el que rehúsa creer no será salvo). La apropiación subjetiva es una condición para que dicha salvación garantizada sea posesión de uno. ¿Significa eso que se desperdició algo de la sangre de Cristo? Quizás. Y eso es lo que hace que la muerte espiritual y el infierno sean tan trágicos: ellos son absolutamente innecesarios. Pero Dios, en su amor, prefería desperdiciar algo de la sangre de Cristo, por así decirlo, en lugar de ser egoísta con ella. Una analogía ilustrará mi punto aquí. Justo un día después de su toma de posesión, el presidente Jimmy Carter cumplió su promesa de campaña y garantizó un perdón total para todos los que resistieron el reclutamiento durante la guerra de Vietnam huyendo de los Estados Unidos a Canadá u otros países. En el momento en que firmó esa orden ejecutiva, cada exiliado estaba libre para regresar a casa con la garantía legal de que no sería procesado. «Todos están perdonados; regresen a casa», fue el mensaje para cada uno de ellos.

Esto le costó caro al presidente Carter; algunos creen que la ley fue tan controvertida, especialmente entre los veteranos, que ella contribuyó a su derrota ante Ronald Reagan en las próximas elecciones. Sin embargo, aunque hubo una amnistía general y un indulto, muchos exiliados eligieron quedarse en Canadá o en otros países a los que habían huido. Algunos murieron sin siquiera hacer uso de la oportunidad de volver a estar en casa con familiares y amigos. El costoso perdón no les hizo bien algún, pues él precisaba ser apropiado subjetivamente a fin de ser usufructuado objetivamente. Dicho de otra manera, aunque el perdón era objetivamente de ellos, para que pudiesen beneficiarse de él, ellos precisaban haberlo aceptarlo subjetivamente. Muchos no lo hicieron.

La afirmación de que la expiación objetiva necesariamente incluye o exige una salvación subjetiva y personal es errónea. El argumento, tan frecuentemente utilizado, al menos desde la obra de John Owen The Death of Death in the Death of Christ (La Muerte de la Muerte en la Muerte de Cristo) [39], de que Cristo o murió por todos y por lo tanto todos son salvos, o que él murió por algunos y por lo tanto algunos se salvan, es lógicamente absurdo. Simplemente ignora la posibilidad real de que Cristo sufrió el castigo por muchas personas que nunca usufructuarán de esta liberación del castigo. ¿Por qué sufriría Cristo el castigo por las personas que nunca disfrutarían de sus beneficios? Por causa del amor de Dios para todos (omnibenevolencia divina).

Aún hay otra cuestión en el argumento de Owen (y de la mayoría de los calvinistas rígidos) de que el mismo pecado no puede ser castigado dos veces. Una vez más, eso es simplemente falso. Imagine a una persona que recibe una multa de $ 1,000 por un mal comportamiento y otra persona interviene y paga la multa. ¿Qué sucede si la persona multada se niega a aceptar ese pago e insiste en pagar la multa él mismo? ¿La corte reembolsará automáticamente los primeros $ 1,000? Probablemente no. Es el riesgo que la primera persona corre al pagar la multa de su amigo por él. En una situación como esa, el mismo castigo se pagaría dos veces. No es que Dios cobre el mismo castigo dos veces; es el pecador el que rechazó la oferta gratuita de salvación, sometiéndose a sí mismo al castigo que ya fue sufrido por él. Y, como se señaló anteriormente, eso es lo que hace al infierno tan terriblemente trágico.

Entonces, hay una diferencia entre la provisión del perdón de pecados y la aplicación del perdón de los pecados. Calvino lo sabía. Sospecho que la mayoría de los calvinistas lo saben, pero tal conocimiento asume una posición secundaria ante el deseo de ellos de esgrimir el argumento de que la expiación universal exigiría la salvación universal. El teólogo arminiano Robert Picirilli (n. 1932) tiene razón cuando dice en relación con 1 Timoteo 4:10 (Que por esto también trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, el cual es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen), él dice «Que Él [Jesús] es el salvador de todos los hombres habla de provisión; que Él es el salvador especialmente de los que creen, habla de aplicación.»[40]

Muchos calvinistas han argumentado que la creencia en la expiación universal conduce al universalismo (que todas las personas serán salvas indefectiblemente). Señalan a ciertos arminianos de los siglos XVIII y XIX que formaron la base del movimiento Universalista (que más tarde se unió a la iglesia unitaria). Sin embargo, mi opinión es que el calvinismo, con su doctrina de la expiación como garantizando la salvación de manera necesaria, de suerte que todos aquellos por quienes Cristo murió deben ser salvos, conduce al universalismo. La razón es que para alguien que toma absolutamente en serio el claro testimonio bíblico del amor universal de Dios para todas las personas, y cree que la expiación necesariamente asegura la salvación, el universalismo está a solo un paso. La única forma de apartarse del universalismo es negando el amor de Dios en su sentido más pleno y verdadero o negando que la expiación necesariamente implique la salvación de la persona expiada.

Un estudio de caso en esta trayectoria desde el calvinismo al universalismo es Karl Barth, quien, estoy convencido, llegó a creer en la doctrina de la apokatastasis: que todos son o serán salvos al final. Lo hizo sin sacrificar la T, la U, la I y la P de TULIP. Él retuvo la noción calvinista errónea de que la sustitución penal necesariamente asegura la salvación subjetiva personal [41]. Una vez que llegó a creer que Cristo murió por todos sin excepción, porque Dios es «el que ama en libertad», el universalismo fue lo que, lógicamente, vino después.

Me parece, y a muchos otros no calvinistas, que cualquier persona que tenga una comprensión profunda del testimonio bíblico de Dios como revelado especialmente en Jesucristo, pero también en versículos como Juan 3:16 y 1 Juan 4: 8, deberá desistir de la redención particular y, para evitar el universalismo, de cualquier conexión necesaria entre la redención realizada y la redención aplicada. Los calvinistas de cuatro puntos, que intentan negar «L» pero se aferran al resto de TULIP, tienen que explicar por qué Cristo sufriría el castigo por los réprobos: los pecadores a los que Dios, intencionalmente, les niega la posibilidad de salvación.

La mayoría de los calvinistas rígidos, incluidos Boettner, Steele y Thomas, Sproul y Piper, creen apasionadamente en el evangelismo universal; ellos rechazan el hipercalvinismo que dice que una oferta de salvación bien intencionada no puede hacerse a todos ni por Dios ni por los predicadores. Sin embargo, como ya se indicó, existe tensión, e incluso conflicto, entre la expiación particular y el evangelismo indiscriminado. Entre otros críticos de la expiación limitada, Gary Schultz ha argumentado convincentemente que no hay sinceridad en una predicación indiscriminada del evangelio y la invitación al arrepentimiento, creer y ser salvo, si la expiación limitada fuese verdadera. «El quid de la cuestión», señala con razón:

«¿Cómo el evangelio puede ser genuinamente ofrecido a los no elegidos, si Dios no hizo ningún pago por sus pecados?… Si Cristo no pagó por los pecados de los no elegidos, entonces es imposible ofrecer genuinamente la salvación a los no elegidos, ya que no hay salvación disponible para ofrecerles. En cierto sentido, cuando el evangelio es ofrecido, los no elegidos estarían recibiendo una oferta de algo que nunca existió para que ellos, para iniciar la conversión, pudieran recibir.»[42]

Entonces Schultz deja la cuestión extremadamente clara y fácil de entenderse: «Si la expiación fue solamente para los elegidos, predicar este mensaje a los no elegidos sería, en el mejor de los casos, darles una falsa esperanza y, en el peor, una falsedad en sí mismo».[43]

Algunos calvinistas pueden responder que un predicador nunca sabe con certeza quiénes en su audiencia son los elegidos y quiénes no son elegidos, por lo que debe ofrecer la salvación a todos mientras piensa en su propia mente que solo los elegidos responderán. Pero dos cosas bloquean esa objeción. Primero, la mayoría de los calvinistas, no hipercalvinistas, creen que no solo el predicador, sino también el mismo Dios ofrece salvación a todos como una «oferta bien intencionada» (como se mencionó anteriormente como parte de una declaración de la Iglesia Reformada contra el hipercalvinismo). Ciertamente Dios sabe quiénes son los elegidos y los no electos. Entonces, ¿por qué Dios, teniendo ese conocimiento, ofrecería la salvación de manera bien intencionada a aquellos a los cuales Él no tiene ninguna intención de salvar, y por los cuales Cristo no murió? En segundo lugar, si el predicador supiera quienes son electos y quienes no lo son, ¿realmente creería que está haciendo una oferta bien intencionada al ofrecer a todos, indiscriminadamente, el evangelio de salvación?

¿Cuál es la aplicación práctica aquí? Es simplemente esto: si crees que puede haber algunos en tu audiencia que no pueden ser salvos, porque Cristo no hizo ninguna provisión para su salvación, no puedes de manera totalmente honesta predicar que todos pueden venir a Cristo a través del arrepentimiento y la fe en razón de que Cristo murió por ellos, no puedes hacer una oferta bien intencionada.  El calvinista, si es honesto, tiene que adaptar su oferta e invitación para que ella se adapte a su teología, y decir algo como esto: «Si eres uno de los elegidos de Dios, y si Cristo murió por ti, puedes ser salvo respondiendo con arrepentimiento y fe». No puedes decir indiscriminadamente: «Cristo murió por ti para que puedas ser salvo; arrepiéntete y cree para que Dios perdone tus pecados y te acepte como su hijo». Pero parece que el calvinismo está diciendo que Dios daría una oferta e invitación de segunda, por lo que el predicador también puede hacerlo [Dios estaría ofreciendo salvación inexistente a los no elegidos, y el predicador hace lo mismo y le llama “oferta bien intencionada]. Pero eso sería insincero para Dios y el predicador. El punto es que, en la medida en que el predicador cree en la expiación limitada, debe unirse a los hipercalvinistas, y no ofrecer el evangelio de salvación a todos indiscriminadamente. Además, ¿cómo la creencia en la expiación limitada puede no  limitar el evangelismo?

La alternativa a la Expiación Limitada o Redención Particular

Afortunadamente, la expiación limitada/particular no es la única opción para los cristianos que consideran lo que Cristo logró en la cruz. Una persona puede afirmar la sustitución penal, incluyendo la creencia de que Cristo cumplió la ley para todos y sufrió el castigo de todos, y también creer que las personas deben apropiarse subjetivamente de esos beneficios por fe para ser salvos. Esta fue, por ejemplo, la doctrina de John Wesley. También es la doctrina de muchos bautistas y otros que a veces aceptan ciertos puntos del calvinismo, pero no la expiación limitada (por muy inconsistente que eso pueda ser).

La gran mayoría de los cristianos a lo largo de los siglos, incluidos todos los Padres de la Iglesia (incluyendo también a Agustín) creían en la expiación universal. El gran padre de la iglesia Atanasio, muy apreciado por todos los cristianos, incluyendo ortodoxos orientales, católicos romanos y protestantes,insistió firmemente en que, con su muerte, Cristo trajo la salvación a todos sin excepción:

«Convenciéndose, pues, el Verbo de que la corrupción de los hombres no se suprimiría de otra manera que con una muerte universal, y dado que no era posible que el Verbo muriera, siendo inmortal e Hijo del Padre, tomó por esta razón para sí un cuerpo que pudiera morir, para que éste, participando del Verbo que está sobre todos, llegara a ser apropiado para morir por todos y permaneciera incorruptible gracias a que el Verbo lo habitaba, y así se apartase la corrupción de todos los hombres por la gracia de la resurrección. En consecuencia, como ofrenda y sacrificio libre de toda impureza, condujo a la muerte el cuerpo que había tomado para sí, e inmediatamente desapareció de todos los semejantes la muerte por la ofrenda de uno semejante. Puesto que el Verbo de Dios está sobre todos, consecuentemente, ofreciendo su propio templo y el instrumento corporal como sustituto por todos, pagaba la deuda con su muerte; y como el incorruptible Hijo de Dios estaba unido a todos los hombres a través de un cuerpo semejante a los de todos, revistió en consecuencia a todos los hombres de incorruptibilidad por la promesa referente a su resurrección.»[44]

Claramente Atanasio (junto con todos los Padres de la Iglesia griega y latina, como también Martín Lutero, Juan Wesley y muchos otros grandes hombres y mujeres conservadores en la historia cristiana) creía que Cristo murió por todos sin excepción, incluso sufriendo la pena por los pecados de todos. Claramente también Atanasio no creyó (como algunos pocos padres de la iglesia griega lo hicieron o especularon sobre ello siguiendo a Orígenes) en el universalismo. Él declaró claramente, para que no se malinterprete, que la salvación completa en el sentido de la vida eterna llega finalmente solo a aquellos que se arrepienten y creen, y que muchas almas se perderán para siempre porque rechazan a Cristo.

Lo que los padres griegos y casi todos los cristianos de renombre creían sobre el alcance y extensión de la expiación (hasta los seguidores escolásticos de Calvino) era que Cristo era el sustituto de todos sin excepción, de tal manera que todo obstáculo para el perdón de Dios para cada persona era removido por Su muerte. También creían que los beneficios de ese sacrificio solo se aplicarían a las personas que creen, ya sea que fuesen elegidos (Lutero y Calvino) o que elijan libremente recibir la gracia de Dios (Atanasio [y el consenso unánime de los Padres de la Iglesia], Tomás de Aquino [y la doctrina Católica], la Iglesia Ortodoxa Griega y la Copta, los anabaptistas, Wesley, etc.).

Esta ha sido la enseñanza ortodoxa de la Iglesia en todo tiempo; mientras que la expiación limitada/particular es una enseñanza anómala en la iglesia [una novedad teológica del S. XVI]. El hecho de que esta enseñanza haya existido entre los calvinistas durante mucho tiempo (¡pero solo después de Calvino!) no la hace menos anómala. Incluso algunos de los clérigos reformados que se reunieron en el Sínodo Calvinista de Dort rechazaron este punto del llamado posteriormente TULIP, al igual que lo rechazaron los Remonstrantes (arminianos). Luego, cincuenta años después, muchos puritanos de la Asamblea de Westminster que escribieron la Confesión de Fe de Westminster se opusieron a esta doctrina.[45] ¿Qué pasó? Evidentemente, que las voces más fuertes e insistentes ganaron la batalla a pesar de no tener la verdad de su lado. Hasta el día de hoy, muchos calvinistas no pueden soportar este elemento del sistema TULIP, y lo apartan y rechazan, incluso si eso los pone en conflicto con el resto de lo que creen y con sus compañeros reformados calvinistas [Como le sucedió a Spurgeon].

Roger Olson, Contra el Calvinismo. Traducido al español por Gabriel Edgardo Llugdar para Diarios de la Iglesia – 2022


[1] Calvin, Institutos 2.16.5

[2] Ibid., 2.16.6

[3] Ibid., 2.16.5

[4] Gustaf Aulén, Christus Victor: Un estudio histórico de los tres tipos principales

de la idea de expiación (Nueva York: Macmillan, 1969).

[5] Calvin, Institutos 2.16.7

[6] Ibid., 2.16.4

[7] Boettner, La Doctrina Reformada de la Predestinación , 152.

[8] Ibid., 157.

[9] Ibíd., 160

[10] Steele y Thomas, Los cinco puntos del calvinismo, 39.

[11] Ibíd.

[12] Ibíd., 46.

[13] Palmer, Los Cinco Puntos del Calvinismo

[14] Ibíd.

[15] Ibíd.

[16] Ibíd.

[17] Sproul, ¿Qué es la teología reformada?

[18] Ibíd., 163.

[19] Ibíd., 166

[20] Ibíd., 169

[21] Ibíd., 171.

[22] Vernon C. Grounds, «La gracia salvífica universal de Dios», en Grace Unlimited , ed. Clark H. Pinnock (Minneapolis: Bethany, 1975), 27.

[23] Piper, The Pleasures of God, 165.

[24] Ibíd., 165, 167.

[25] Piper, “For Whom Did Christ Die?»

[26] Ibíd.

[27] Ibíd.

[28] David L. Allen, “The Atonement: Limited or Universal?” in Whosever Will, 93.

[29] R. T. Kendall, Calvin and English Calvinism to 1649 (Oxford: Oxford Univ. Press, 1979).

[30] Kevin Kennedy, “Was Calvin a ‘Calvinist’? John Calvin on the extent of the atonement,” em Whosoever Will: A Biblical-Theological Critique of Five-Point Calvinism, ed. David L. Allen and Steven W. Lemke (Nashville, TN: Broadman & Holman, 2010), 195.

[31] Ibíd., 198

[32] ibíd.

[33] Ibíd., 199 – 200

[34] Ibíd., 200

[35] Ibíd., 211

[36] Algunos lectores pueden preguntarse acerca de la relevancia de este pasaje para lo que a veces se denomina «seguridad eterna», la perseverancia incondicional de los santos. Me parece posible interpretarlo de ambas maneras, como refiriéndose a alguien que ya es creyente y podría perder su salvación debido a la ofensa del hermano más fuerte, ocomo haciendo referencia a una persona que aún no es cristiana (pero por quien Cristo murió) que puede ser apartado o alejado por la ofensa.

[37] Calvino, Institutos 3.3.19

[38] Ibíd., 3.3.9

[39] Muchas ediciones de este libro de John Owen (1616–1683) están disponibles, como: La muerte de la muerte en la muerte de Cristo , ed. J.I. Packer (Londres: Banner of Truth Trust, 1963).

[40] Picirilli, Grace, Faith, Free Will, 136. [En español: Picirilli, Gracia, Fe & Libre albedrío].

[41] Para un análisis detallado y minucioso del movimiento de Barth del calvinismo de cinco puntos al universalismo, ver g. C. Berkouwer, The Triumph of Grace in the Theology of Karl Barth (El triunfo de la gracia en la teología de Karl Barth) (Grand Rapids: Eerdmans, 1956). Si bien Berkouwer no acusa a Barth de un descarado universalismo, sí indica que la salvación universal está implícita en la doctrina de la elección de Barth. Estoy de acuerdo con esa evaluación.

[42] Gary L. Schultz, Jr., “Why a Genuine Universal Gospel Call Requires an Atonement That Paid for the Sins of All People,” (Por qué un llamado universal genuino al Evangelio require una expiación que paga por los pecados de todas las personas) Evangelical Quarterly 82:2 (2010): 122.

[43] Ibíd., 115

[44] Atanasio de Alejandría, La Encarnación del Verbo II.9.  Editorial Ciudad Nueva, p. 55-56

[45] Para estos hechos históricos, vea Allen, “The Atonement: Limited or Universal?” 67 – 77.

Expiación Ilimitada – Introducción a la Teología Arminio-Wesleyana – Capítulo 3

CAPÍTULO 03

Expiación ilimitada

 

Vimos en el capítulo anterior una presentación sobre la doctrina de la elección. En ella pudimos ver que las posiciones arminianas y calvinistas difieren drásticamente en los conceptos de los decretos y la predestinación de Dios. Para los calvinistas, Dios eligió a los que se salvarán, antes de la creación (supralapsarianismo) o después de la caída del hombre (infralapsarianismo). Los arminianos, sin embargo, creen en una elección corporativa, es decir, Dios eligió y predestinó a la Iglesia y no a los individuos. Es una elección basada en Su presciencia, mientras que para los calvinistas se basa en Su soberanía.

La discusión (no en el sentido peyorativo de la palabra) es ahora otra: ¿por quién murió Jesús? ¿Nuestro Redentor habría muerto sólo por unos cuantos a quienes eligió desde la eternidad? ¿O Cristo habría muerto por toda la humanidad, dando así la oportunidad de salvación a todos los que creen? Si Él murió por toda la humanidad, ¿cuáles serían los efectos de esa obra? ¿Se salvará todo el mundo, o hay condiciones? Nuestro objetivo es analizar con calma, aunque no de forma exhaustiva, la doctrina de la Expiación, para que estas preguntas, y otras que surjan en el curso del análisis, puedan ser respondidas a la luz de las Escrituras.

3.1 Artículo II – Remonstrancia

“Que, en conformidad con esto, Jesucristo, el Salvador del mundo, murió por todos y cada uno de los hombres, de modo que obtuvo para todos, a través de su muerte en la cruz, la reconciliación y la remisión de los pecados; pero que nadie es partícipe de esta remisión sino los creyentes.”

 

3.2 ¿Qué es la expiación?

En primer lugar, es interesante que definamos «expiación». Erickson la definió como «un aspecto de la obra de Cristo, y en particular de su muerte, que hace posible la restauración de la comunión entre los individuos que creen en Dios», además de referirse a «la cancelación del pecado»[1].

Rigsby dice que la palabra expiación y sus derivados vienen de kipper (hb.), cuyo significado es cubrir o limpiar. En los textos del Nuevo Testamento, la palabra «expiación» no aparece prácticamente en las versiones españolas. En la mayoría de los casos, las palabras griegas se derivan de hilaskomai y suelen traducirse como «sacrificio», «propiciación», «propiciatorio» y «reconciliación»[2]. Pecota añade que el grupo de palabras -tanto hebreas como griegas- para expiación tienen el significado de «aplacar», «pacificar», «reconciliar» o «cubrir con un precio» a fin de eliminar el pecado o la ofensa de la presencia de alguien[3].

El teólogo metodista del siglo XIX Richard Watson definió la expiación como «la satisfacción ofrecida a la justicia divina a través de la muerte de Cristo por la humanidad, en virtud de la cual todos los verdaderos penitentes que creen en Cristo son reconciliados personalmente con Dios, liberados de toda pena por sus pecados y hechos dignos de la vida eterna»[4].

Hablando sobre la universalidad del sacrificio de Cristo, Thomas Summers, otro teólogo metodista de finales del siglo XIX, dijo que la expiación «es aquella satisfacción hecha a Dios por los pecados de toda la humanidad, ya sea por el pecado original o por los pecados actuales, a través de la mediación de Cristo, especialmente a través de su pasión y muerte, de manera que el perdón sea gratuito para todos»[5].

Arminianos y calvinistas están de acuerdo con la idea de la depravación total y que, por lo tanto, somos por naturaleza hijos de ira (Ef. 2:3), no habiendo ningún justo (Rom. 3:10,11).[6] Por lo tanto, sólo el sacrificio de Cristo podía frenar o aplacar la ira de Dios, reconciliando al Creador con la criatura. De esta manera podemos concluir, como afirma Rigsby, que «la idea detrás de la palabra expiar es reconciliar», ya que «sin una acción expiatoria, la raza humana está separada de Dios»[7]. ¡Por lo menos en esto gozamos de unanimidad! La cuestión divergente entre los monergistas y los sinergistas con respecto a la expiación está en el alcance de ésta.

Para los calvinistas, o mejor dicho, para los calvinistas de cinco puntos[8], la expiación tiene un alcance limitado, es decir, sólo para aquellos que han sido predestinados a la salvación. Para los arminianos, es de carácter ilimitado, es decir, Jesús murió por toda la humanidad. Es bueno que entendamos lo que se expresa en cada teología con respecto a tal amplitud. Veamos a continuación.

 

3.3 Expiación limitada en la tradición monergista[9]

La posición calvinista sobre la expiación limitada se describe en la Confesión de Fe de Westminster:

«El Señor Jesús, por su perfecta obediencia y por el sacrificio de sí mismo, sacrificio que por el Espíritu Eterno él ofreció a Dios una sola vez, satisfizo plenamente la justicia del Padre, y para todos aquellos a quienes el Padre le dio, adquirió no sólo la reconciliación, sino también una herencia duradera en el Reino de los cielos.»[10]

Y en el Catecismo de Heidelberg:

«¿Por qué Cristo debía sufrir la muerte? Porque la justicia y la verdad de Dios exigían la muerte del Hijo de Dios; no había otra manera de pagar por nuestros pecados»[11]

También podemos citar los Cánones de Dort, que describen, en su segundo capítulo, nueve artículos sobre «la muerte de Cristo y la redención humana a través de ella». El primer artículo muestra que Dios no sólo es misericordioso, sino también «extremadamente justo», y su justicia requiere «que los pecados que cometemos contra su infinita majestad sean castigados con penas tanto temporales como eternas». No hay posibilidad de escapar del juicio de Dios a menos que se le dé una satisfacción (expiación).

Por lo tanto, el segundo artículo muestra que esta satisfacción sólo se da a través de Cristo.

«La muerte del Hijo de Dios, -dice el tercer artículo-, es el sacrificio único y enteramente completo, y la satisfacción por los pecados; y es de un valor y méritos infinitos, más que suficientes para reconciliar los pecados de todo el mundo». Aunque parece inclinarse hacia una expiación ilimitada, el cuarto artículo continúa el razonamiento del valor del sacrificio de Cristo, como infinito, en virtud de la naturaleza del que era sacrificado: el Cristo unigénito de Dios -de la misma naturaleza y esencia eterna e infinita con el Padre y el Espíritu Santo- y verdadero y perfecto hombre, que sin pecado, murió por nuestros pecados.

El quinto artículo pasa por alto la elección condicional, cuando dice que «es la promesa del evangelio que todo aquel que crea en el Cristo crucificado no perecerá sino que tendrá vida eterna. Esta promesa, junto con el mandamiento de arrepentirse y creer, debe ser anunciada y declarada sin diferenciación ni discriminación a todas las naciones y pueblos, a los que Dios en su buen propósito envía el evangelio».

Sin embargo, es a partir del sexto artículo que vemos más claramente las ideas predestinistas. Aquí se aborda el problema de la responsabilidad del hombre. En verdad, el calvinismo no niega este hecho, pero lo trata de manera maquillada, pues el artículo mismo propone que el no arrepentimiento de los incrédulos no es por la insuficiencia o deficiencia del sacrificio de Cristo, sino de la propia falta de los impíos[12], porque, como trata el séptimo artículo, sólo los elegidos desde la eternidad reciben el don de la fe. Pero, si Dios ha decretado desde la eternidad la reprobación de aquellos, ¿no sería la responsabilidad divina en lugar de la humana? ¿No fue Dios quien escogió a quien daría la fe y a quién no se la daría?

En este punto puedo entender la pregunta de John Wesley: «¿Cuál sería el pronunciamiento de la humanidad (…) respecto a aquel que, siendo capaz de liberar a millones de personas de la muerte con sólo un soplo de su boca, se negase a salvar a más de uno de cada cien y dijese: ‘No lo hago porque no quiero’? ¿Cómo podemos exaltar la misericordia de Dios si le atribuimos tal procedimiento?»[13]

El octavo artículo propone explicar la eficacia del sacrificio de Cristo:

Porque éste fue el plan soberano y el muy bondadoso deseo e intención de Dios Padre: que la eficacia vivificante y salvadora de la preciosa muerte de su Hijo obrara en todos los elegidos, para que les concediera una fe justificadora, y a través de ella los guiara indefectiblemente a la salvación. En otras palabras, fue la voluntad de Dios que Cristo por medio de la sangre en la cruz (por la cual confirmó el nuevo pacto) redimiera efectivamente de todos los pueblos, tribus, naciones y lenguas a todos aquellos, y solamente a aquellos, que fueron elegidos desde la eternidad para la salvación y que le fueron dados a él por el Padre…

El capítulo termina con la consumación del plan de Dios, que no pudo, no puede y nunca podrá ser frustrado. El plan, según el último artículo, proviene del «amor eterno de Dios por sus elegidos», pero es difícil ver tal amor con las lentes arminianas, ya que el criterio de esta elección va precisamente en contra del carácter amoroso de Dios. Si admitimos esta elección incondicional, tendremos que admitirla como una acepción de personas de la soberanía de Dios.

 

3.4 Comprensión de la expiación limitada

Sproul dijo que «hay mucha confusión sobre lo que la doctrina de la expiación limitada realmente enseña»[14]. Tal vez la pregunta correcta para entender tal doctrina no es «¿por quién murió Jesús?» sino «¿por qué?». Berkhof comenta que la Expiación fue diseñada para cumplir tres propósitos, a saber, «afectar la relación de Dios con el pecador, el estado y condición de Cristo como el Autor y Mediador de la salvación, y el estado y la condición del pecador[15].

En relación a Dios, no en el sentido de su naturaleza o atributos, ya que es inmutable, sino en la relación de Dios con las criaturas; su ira ha sido aplacada. Sobre esto, Berkhof dice que «la expiación no debe ser entendida como la causa motora del amor de Dios, pues ya fue una expresión de su amor». Con respecto a Cristo, la expiación aseguraba una «recompensa multiforme». Fue «constituido un Espíritu vivificante, fuente inagotable de todas las bendiciones de la salvación para los pecadores». Y finalmente, con respecto a los hombres, la Expiación no sólo hizo posible la salvación, sino que la garantizó «a aquellos para los que estaba destinada».

Sin embargo, debo estar en desacuerdo con él, porque la secuencia de los decretos de Dios, según el punto de vista calvinista, hace que el plan de redención sea el cumplimiento de un eslabón predeterminado en una cadena de eventos. No puedo visualizar un plan de amor, sino un acto mecánico y deliberadamente soberano. Para que esta «lógica irresistible» -como dice Sproul, haciendo alusión a Lutero- tenga sentido, debemos aceptar que Dios tenía premeditada (predeterminada) la caída de Adán, en lugar de haberla previsto (presciencia), lo que inevitablemente haría a Dios el autor del mal.

Y la posición calvinista no huye del razonamiento anterior. Según Driscoll y Breshears, «Dios eligió a ciertos individuos para ser receptores de la vida eterna únicamente sobre la base de su propósito gracioso (misericordioso)»[16]. Los calvinistas entienden por misericordioso el hecho de que ninguno merece ser salvado. Y ya que todos merecen la condenación, es un acto  misericordioso de Dios el elegir solo a algunos para ser salvados.

Nosotros estamos de acuerdo con ellos, excepto que, para nosotros, Dios no eligió individuos, sino que dio a su Hijo unigénito como «una propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo» (1 Juan 2.2).

Driscoll y Breshears, además, dicen que los principales pasajes bíblicos para la expiación limitada son Mateo 1:21Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados; 20:28 como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos; 26:28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados; Juan 10:11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas, 15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas; 26-27 pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen; 15:3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado; Hechos 20:28 Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre; Romanos 5:12-19; 8:32-35 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?; 2 Corintios 5:15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos; Efesios 5:25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella;  y Tito 2:14 quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.

Los autores antes mencionados explican, en la doctrina de la expiación limitada, una segunda vertiente calvinista, a la que llaman «expiación limitada-ilimitada» o, más técnicamente, «calvinismo modificado». Esta «revisión» de la expiación, si se puede decir así, es explicada por ellos de la siguiente manera: «… al morir por todos, Jesús compró a todos como su posesión, y luego aplica su perdón a los elegidos -aquellos en Cristo- por gracia, y aplica su ira a los no elegidos – aquellos que rechazan a Cristo. La conclusión de esto es que, «la muerte de Jesús fue suficiente para salvar a cualquiera, y (…) eficaz sólo para salvar a aquellos que se arrepienten de su pecado y confían en él».

En mi opinión, esta «expiación limitada-ilimitada» se refiere en realidad a la expiación limitada más predestinación. ¿Serán ellos calvinistas de cuatro puntos o arminianos camuflados? Veremos más adelante la explicación de la expiación ilimitada, pero puedo adelantar que, el arminianismo enseña básicamente lo mismo (excluyendo la predestinación): Jesús murió por todos, pero esto no significa que haya salvado a todos (porque eso sería universalismo y está fuera de discusión). Aunque su muerte fue para todos, sólo es eficaz para aquellos que se arrepienten y creen.

 

3.5 La Expiación Ilimitada en la Tradición Sinergista

La tenemos en palabras de Arminio:

El que dice que el Salvador no fue crucificado para la redención del mundo entero toma en consideración, no la virtud del sacramento, sino la situación de los incrédulos, ya que la sangre de Cristo es el precio que se paga por el mundo entero. A este precioso rescate son ajenos aquellos que, satisfechos con su cautiverio, no desean ser redimidos o, después de ser redimidos, vuelven a la misma esclavitud. En relación con el alcance y la potencialidad del precio y en relación con la única causa [general] de la humanidad, la sangre de Cristo es la redención del mundo entero. Pero aquellos que pasan por esta vida sin fe en Cristo, sin el sacramento de la regeneración, son totalmente ajenos a la redención[17].

John Wesley hizo sus comentarios en su famoso sermón «Gracia Libre».

“Y el mismo Señor de todos es rico” en misericordia “para todos los que lo invocan” (Romanos 10:12). Pero tú dices: “No, es sólo para aquellos por los que Cristo murió. Y no son todos, sino sólo unos pocos, los que Dios ha elegido del mundo, porque no murió por todos, sino sólo por los que ‘fueron elegidos en él antes de la fundación del mundo’ (Ef. 1.4)”. Categóricamente contrario a tu interpretación de estas escrituras, es también, todo el contenido del Nuevo Testamento: como son, particularmente, los textos (…) una prueba clara de que Cristo murió, no sólo por los que se salvan, sino también por los que perecen: Él es “el Salvador del mundo” (Jn. 4.42). Él es “el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo” (Jn. 1:29). “Y él es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2.2). “Se entregó a sí mismo en rescate por todos” (1 Timoteo 2:6). “Probó la muerte por todos los hombres” (Heb. 2:9).

El Manual de la Iglesia del Nazareno dice en su artículo de fe sobre la expiación:

Creemos que Jesucristo, por sus sufrimientos, por el derramamiento de su propia sangre, y por su muerte en la Cruz, es una completa expiación de todo el pecado humano; y que esta expiación es la única base de la salvación; y que es suficiente para cada persona de la raza de Adán. La Expiación es benignamente eficaz para la salvación [de los no responsables] de los que no pueden asumir la responsabilidad moral, y para los niños en edad de inocencia; pero sólo es eficaz para la salvación de los que llegan a la edad de responsabilidad cuando se arrepienten y creen[18].

En el vigésimo artículo de fe de los cánones de la iglesia metodista leemos:

La oblación de Cristo, hecha una sola vez, es la perfecta redención, propiciación y satisfacción por todos los pecados del mundo entero, tanto el original como los actuales, y no hay otra satisfacción por el pecado más que ésta[19].

También hay artículos de fe de los llamados Bautistas Generales, que fueron llamados así por su creencia en la expiación ilimitada. La confesión de fe bautista de 1689 fue creada incluso para diferenciar a los Generales de los Particulares (estos últimos calvinistas).

 

3.6 Expiación ilimitada

Comencemos con el artículo de la Remonstrancia. Dice: «Jesucristo, el Salvador del mundo, murió por todos y cada uno de los hombres…». En cualquier caso, Jesús no murió por un número limitado de personas, aquellos a quienes el calvinismo dice que Dios ha elegido desde la eternidad. No, Jesús murió por toda la humanidad. «Porque de tal manera amó Dios al mundo… Juan 3:16a. La palabra mundo allí, es kosmos, que puede ser traducida como “planeta”, “universo”, “mundo” y “habitantes del mundo”. No tiene sentido que Jesús muriera por el planeta, pero sí por la gente del planeta, una expiación ilimitada.

Esta expiación trae efectos condicionales para la humanidad «…de modo que obtuvo para todos, por su muerte en la cruz, la reconciliación y la remisión de los pecados…» Pedro dijo: «Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como también habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, negando aun al Amo que los compró, trayendo sobre sí mismos destrucción repentina» [2 Pedro 2:1 –BTX4]. La palabra «compró» allí [«rescató» en la RV60], es agorazo, cuyo significado es literalmente «comprar en el mercado». Es la misma palabra usada en 1 Corintios 6:20: «Porque habéis sido comprados por precio»; 1 Corintios 7:23: «Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres»; y Apocalipsis 5:9: «y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación».  El pasaje petrino es una fuerte alusión no sólo a la expiación ilimitada, sino a la resistibilidad de la gracia y a la perseverancia condicional de los santos.

La universalidad de la salvación (que no debe confundirse con «universalismo»), puede verse en pasajes de las Escrituras como Isaías 53:6 «Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros»; Juan 1:29 «El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»; 3:15-17 «para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él»; 2 Corintios 5:14-15 «Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos»; 1 Timoteo 2:1-6 Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo»; 4:10 «Que por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen»; Tito 2:11 «Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres»; Hebreos 2:9 «Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos»; 2 Pedro 3:9 «El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento»; 1 Juan 2:2 «Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo»; 4:14 «Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo»; Apocalipsis 5:9 «y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación».

Aunque la expiación de Cristo es ilimitada, es decir, para toda la raza humana, está condicionalmente limitada, o es efectiva (eficaz) , para aquellos que creen: «…de manera que nadie es participante de esta remisión sino los creyentes». O, como dijo Juan, «…para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3.16b). A. T. Robertson añade: «La propiciación realizada por Cristo provee la salvación para todos (ver Hebreos 2:9 Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos), siempre que se reconcilien con Dios (véase 2 Corintios 5:19-21 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él).»[20]

Mientras que la razón principal de la muerte de Cristo se convierte, en la visión calvinista, en algo mecanicista (el mero cumplimiento de los decretos de Dios); para los arminianos «el motivo de la expiación se encuentra en el amor de Dios»[21] y de Cristo mismo (cf. Romanos 5:8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros; Efesios 3:19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios). Jesús murió y expió el pecado de la raza humana: «Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados» (1 Corintios 15:22). «Esto», explica Wiley, «no significa que toda la humanidad se salvará incondicionalmente, sino sólo que la ofrenda sacrificial de Cristo ha satisfecho las exigencias de la ley divina, de modo que la salvación se ha hecho posible para todos. Así pues, la redención es universal o general en el sentido de la provisión, pero especial o condicional en su aplicación al individuo»[22].

Bíblicamente hablando, creo que el versículo clave para la expiación ilimitada es 1 Timoteo 4:10, en lugar de 1 Juan 2:2. Pablo dijo, Dios «es el Salvador de todos los hombres, especialmente de los creyentes» [BTX4]; «es el Salvador de todos, especialmente de los que creen» [NVI]; «es el Salvador de toda la humanidad y, en especial, de todos los creyentes» [NTV]. Lo que Pablo quiere decir no es que todos se salvarán, sino que a través del acto de gracia de Cristo en la cruz, la salvación está disponible para todos, porque todos hemos sido comprados por su sangre. Aunque la expiación es universal, su eficacia y sus efectos (regeneración, adopción, justificación y santificación) no se extienden a toda la humanidad, sino a aquellos que creen. Por eso la distinción paulina entre la humanidad y «especialmente» los que creen.

El texto antes mencionado no requiere una exégesis basada en la traducción, porque las palabras significan literalmente como se han traducido. La única excepción que vale la pena comentar aquí es la palabra «creen», cuya forma griega es pistos. En el léxico de Strong, encontramos que la palabra pistos (4103) y pisteuo (4100), fe, ambas provienen de peídso (3982) cuyo significado es «persuasión». La palabra pistos también puede ser traducida como fiel, confiable o creyente. Parafraseando y amplificando 1 Tim. 4:10, Dios «expió los pecados de la humanidad mediante el sacrificio de su Hijo unigénito, pero esta expiación sólo es efectiva para los creyentes fieles, que están persuadidos a confiar en Cristo».

 

3.7 Consideraciones finales

Volvamos a las preguntas de nuestra introducción: ¿Por quién murió Jesús? ¿Cuáles son los efectos de esa obra? ¿Se salvarán todos o hay condiciones? Creo que después de las exposiciones de este capítulo, podemos responder a estas preguntas con una base bíblica.

¿Por quién murió Jesús? «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo» [1Timoteo 2:6]. «Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo» [1 Juan 2:2].

¿Cuáles son los efectos de esa obra? «Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida» [Romanos 5:10]. «Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación» [2 Corintios 5:18-19].

¿Se salvarán todos o hay condiciones? «Que por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen» [1 Timoteo 4:10]. «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» [Juan 3:16]. «Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado» [Marcos 16:15-16].

El que crea será salvo. Ese un asunto interesante. ¿Puede el hombre creer por su propio albedrío? ¿Qué es el libre albedrío? ¿Tiene el hombre libre albedrío? ¿No tiene, de hecho, libre voluntad? ¿Qué es la voluntad libre? ¿Está el hombre en un estado de depravación total o parcial? ¿Qué es la depravación total? ¿Y la parcial? Tendremos la oportunidad de hablar de estos temas en nuestro próximo capítulo. Hasta entonces…

 

Autor: Vinicius Couto, es pastor de la Iglesia del Nazareno en MG. Egresado de la Facultad Nazarena del Brasil. Maestría en Ciencias de la Religión, Seminario Nazareno de las Américas de Costa Rica.

Traducido del portugués por Gabriel Edgardo Llugdar Diarios de Avivamientos – 2020

 

[1] ERICKSON, Millard. Dicionário Popular de Teologia. 2011, Mundo Cristão, p. 77.

[2] RIGSBY, Richard. A Expiação. In: DOCKERY, David S.. Manual Bíblico Vida Nova. 2010, Vida Nova, p. 823.

[3] PECOTA, Daniel. B. A Obra Salvifica de Cristo. In: Teologia Sistemática. HORTON, Stanley M. (org.). 1996, CPAD, pp. 352,353.

[4] WATSON, Richard. Atonement. In: A Biblical and Theological Dictionary. 1832, John Mason, p. 116.

[5] SUMMERS, Thomas Osmond. A Complete Body of Wesleyan Arminian Divinity. 1888, Publishing House of the Methodist Episcopal Church, p. 258,259.

[6] La doctrina de la Depravación Total se tratará en nuestro cuarto capítulo. Los conceptos son idénticos, pero algunos calvinistas acusan injustamente a los arminianos de creer en una depravación parcial, que es más bien propia del semipelagianismo, como tendremos la oportunidad de tratar.

[7] RISGBY, Richard. Op. Cit., p 823.

[8] El alcance de la expiación divide la opinión en los círculos calvinistas. Algunos de ellos no aceptan la limitación del derramamiento de la Sangre de Cristo y niegan el punto de expiación limitada. Se denominan calvinistas de cuatro puntos. Podemos citar como calvinistas de 4 puntos, a Richard Baxter, Moyse Amyraut, John Davenant, Norman Geisler, Charles C. Ryrie y Lewis Sperry Chafer, entre otros.

[9] Preferí usar el término «tradición monergista» porque creo que es injusto llamar al calvinismo de «tradición reformada». Los Arminianos creen en los mismos principios de la Reforma Protestante (las 5 solas) y sin duda integran la tradición Reformada.

[10] Confissão de Fé de Westminster. 2011, Cultura Cristã, cap. VIII, parágrafo V.

[11] Catecismo de Heidelberg. Pregunta y Respuesta 40.

[12] Vale la pena mencionar que, con esto, no queremos crear una teología centrada en el hombre y ni siquiera lo colocamos como merecedor de nada. La no aceptación del Evangelio por los malvados es una prueba empírica de que la gracia puede ser resistida, y es por eso que Dios mantiene el castigo eterno para ellos.

[13] BURTNER, Robert W.; CHILES, Robert. E. (org.). Coletânea da Teologia de João Wesley. 1995, Colégio Episcopal, p. 47.

[14] SPROUL, R. C. The Truth of the Cross. 2007, Reformation Trus: Publishing, p. 142.

[15] BERKHOF, Louis. Teologia Sistemática. 2012, Cultura Cristã, p. 361

[16] DRISCOLL, Mark; BRESHEARS, Gerry. Doctrine: What Christians Should Believe. 2010, Crossway, pp. 267-270.

[17] ARMINIUS, James. Article XII: Christ has died for all men and for every individual. In: ._Works of James Arminius. Volume I, Christian Classics Ethereal Líbrary, p. 227.

[18] Manual da Igreja do Nazareno 2009-2013. 2009, Casa Nazarena de Publicações, p.28.

[19] Cânones da Igreja Metodista 2007-2011. Capítulo 1, artigo 20.

[20] ROBERTSON A. T. Apud CHAMPLIN, Russel Norman. O Novo Testamento Interpretado Versículo por Versículo. 1988, Hagnos, vol. 6, p. 234.

[21] WILEY, Orton H. Introdução à teologia cristã. 2009, Casa Nazarena de publicações, p. 235.

[22] Ibíd., p. 248.

Martín Lutero, del fatalismo a la esperanza.

Tanto el calvinismo como el luteranismo son monergistas, y ambos aborrecen el término sinergismo. Pero lo asombroso del caso es que el monergismo luterano está muy lejos del monergismo calvinista; y esto es así porque tanto Lutero, como los luteranos, enseñaron (y enseñan) los dogmas de: la expiación ilimitada, la gracia resistible y la posibilidad de apostasía (caer de la gracia), dogmas que son negados rotundamente por los calvinistas. Los Arminianos, en tanto, sostenemos y defendemos la doctrina sinergista (como la sostenían y defendían los Padres de la Iglesia) . Estas tres corrientes teológicas: Luteranismo – Calvinismo – Arminianismo, corren paralelas, y no se entrecruzan. Los auténticos intérpretes de Lutero son los Luteranos, y Lutero nunca hubiera sido arminiano, ni calvinista (aunque los calvinistas pretendan apropiárselo, están muy lejos de la teología de Lutero, podríamos mencionar además de las tres citadas, la presencia real de Cristo en la Eucaristía, el bautismo que salva, etc, puedes ver más dieferencias haciendo clic aquí). Por otra parte es cierto que los Arminianos nos sentimos mucho más cómodos con un Lutero que cree, como ya dijimos, en la expiación ilimitada, en la gracia resistible y en la perseverancia condicional, sin que por ello renunciemos a nuestro sinergismo.  Claro que cabe destacar que nuestro sinergismo consiste, no en creer que el hombre colabora en la salvación (eso es sinergismo oriental, en todo caso), sino en creer que la gracia se puede resistir, o bien, recibir sin oponer resistencia usando nuestro libre albedrío liberado. Pero sea como sea el caso, entre el ‘Lutero joven’ y el ‘Lutero viejo’ hay un cambio notable, un cambio del fatalismo a la esperanza, y este capítulo que he traducido del libro La Mecánica de la Salvación, de Silas Daniel, da un vistazo de este acontecimiento en la vida del reformador.

 

Los siguientes párrafos son traducidos del libro Arminianismo, a mecânica da salvação

Autor: Silas Daniel

Traducido por Gabriel Edgardo Llugdar – Diarios de Avivamientos 2020

 

«Debido a la imagen popular de la Reforma Protestante propagada por el calvinismo, muchos evangélicos creen, sin haber leído bien a Lutero, que él era «más calvinista que Calvino». El elemento principal utilizado en esta propaganda es la obra La esclavitud de la voluntad (De servo arbitrio), que Lutero, al comienzo de la Reforma, escribió en respuesta a una crítica de su hasta entonces amigo Erasmo de Rotterdam. Sin embargo, resulta que una lectura de lo que Lutero escribió sobre la mecánica de la salvación, en los años posteriores a este trabajo hasta su muerte, muestra que de hecho, hubo un cambio claro, y en algunos puntos radical, entre la posición del Lutero joven y la posición del Lutero viejo, con respecto a la mecánica de la salvación.

No es que el reformador alemán haya abandonado totalmente lo que defendió en La Esclavitud de la Voluntad. Como no podía ser de otra manera, Lutero mantuvo un especial aprecio por esta obra suya hasta el final de su vida, ya que le dio un gran prestigio en el momento en que fue escrita; por haber sido una respuesta bien preparada dirigida a uno de los más grandes intelectuales de su generación. Debido a que el oponente del otro lado era uno de los más grandes intelectuales de su época, el reformador alemán dio lo mejor de sí y lo hizo, en cierto sentido, muy bien; un hecho que lo enorgullecía bastante.

Digo ‘en cierto aspecto’ porque esta obra de Lutero tiene puntos fuertes y puntos débiles. El punto fuerte, la parte de su respuesta a Erasmo en la que lo hizo mejor y fue más eficiente, es la parte en la que se dedica a luchar contra la depravación parcial del ser humano propugnada por su antiguo colega, que era, recordemos, un semipelagiano. De hecho, la defensa de Erasmo del semipelagianismo es precisamente el punto débil de su Diatriba sobre el libre albedrío, de la cual la Esclavitud de la Voluntad de Lutero fue la respuesta. Frente a la parte en la que Erasmo lo hizo mejor, Lutero o bien esquiva la respuesta o no responde en absoluto, incluso empezando a crear un artificio metafísico muy débil para sostener su posición. Me refiero a la invención de dos voluntades distintas y contradictorias en Dios, designadas por las expresiones ‘Dios revelado’ y ‘Dios oculto’, de las que hablaré más adelante.

Como señala E. Gordon Rupp, Erasmo, en su Diatriba sobre el libre albedrío, tuvo la virtud de anticipar los «efectos desastrosos en el comportamiento de las masas» del «fatalismo y antinomianismo»  del joven Lutero[1]. Rupp señala que «un punto importante de Erasmo contra los reformadores» es precisamente la acusación de que ellos, a través de su predicación inicial de carácter monergista radical, «no sólo no reforzaron el buen vivir [la práctica de las buenas acciones]» sino que también provocaron, en algunos lugares, «un declive en el comportamiento moral» una cuestión en la que el «Lutero de edad avanzada se inclinaría a reconocerlo»[2].

Otro detalle es que, como afirma Rupp, en aquel momento el debate consistía en rebatir «línea por línea, o al menos párrafo por párrafo» lo que el otro había dicho, pero el joven reformador alemán, aunque comenzó a responder a Erasmo de esta manera, y de manera «fatal» más tarde, debido a «la presión de los acontecimientos en su vida en 1525», no pudo «esperar completar el debate a esta escala, y él mismo admitió más tarde que no tomó conocimiento de los últimos capítulos de Erasmo, que son quizás la mejor parte de su obra»[3]. El mismo Melanchthon también lo habría desalentado de tratar de responder a la réplica de Erasmo.

Si la definición inicial de Erasmo de libre albedrío era débil, como Lutero señala acertadamente, el argumento posterior de Erasmo «es mejor que su definición [inicial], y mejora a medida que avanza», de manera que queda claro que «Erasmo no quiere menospreciar la gracia, pero quiere establecer el tema de la responsabilidad humana», lo cual lo hace bien[4]. Recordando que, aunque no deberíamos estar en connivencia con el semipelagianismo de Erasmo, también es necesario dar una dispensa a su semipelagianismo por el hecho, ya enfatizado por mí en el capítulo anterior, y también evocado por Gordon Rupp, de que «los documentos del Segundo Concilio de Orange, del año 529, que condenó el semipelagianismo, desaparecieron y eran desconocidos durante la Edad Media y por Erasmo». Como recuerda Rupp, «solo reaparecieron durante el Concilio de Trento»[5].

 

El comienzo de la controversia entre Lutero y Erasmo.

 

Si la definición inicial de Erasmo de libre albedrío era imperfecta, Lutero también tenía, en el momento en que escribió La esclavitud de la voluntad, una idea totalmente errónea sobre el libre albedrío; que luego sería corregida por él. Para ser más específicos: el Lutero al comienzo de la Reforma no solo negó la existencia de un libre albedrío «para las cosas de Dios» en el hombre caído, sino que según él, el libre albedrío ni siquiera existía «en ningún sentido». De hecho, la Diatriba al libre albedrío, de Erasmo, era exactamente una crítica a esta posición equivocada, expresada en un extracto de la obra Explicación de todos los artículos de Martín Lutero contra la última bula de condena del Papa León X, de 1520, escrita por el reformador alemán el mismo año de la promulgación de la bula papal contra él.

En esa obra, Lutero, en un cierto momento, predicó explícitamente el fatalismo. El polémico pasaje que provocó la Diatriba está en el artículo 36 de la referida obra, donde Lutero afirma lo siguiente: «Me equivoqué al decir que el libre albedrío delante de la gracia es una realidad sólo de nombre. Yo debería haber dicho simplemente: ‘En realidad, el libre albedrío es una ficción o un nombre sin realidad’. Porque nadie es capaz por sí mismo de tener un pensamiento bueno o malo, pero cada cosa sucede por absoluta necesidad, como enseña correctamente el artículo de [John] Wycliffe condenado en Constanza». La versión alemana posterior eliminaría la expresión «necesidad», pero la obra original de Lutero, escrita en latín y citada por Erasmo, habla incluso de «necesidad»[6].

En otras palabras, el Lutero del comienzo de la Reforma era lo que filosóficamente se clasificaría como fatalista. Sin embargo, el hecho es que, como veremos en este capítulo, el reformador alemán, unos años más tarde, influenciado por su amigo Felipe Melanchthon, revisó su posición sobre el libre albedrío y, al final de su vida añadió observaciones al texto original de La esclavitud de la voluntad, que suavizaron su posición inicial; huyendo del fatalismo. 

El joven Lutero era lo que hoy podría llamarse un «calvinista de cinco puntos». El viejo Lutero, por otro lado, no solo suavizó su entendimiento inicial del libre albedrío, sino que claramente rompió con tres de esos cinco puntos que luego se llamarían «cinco puntos del calvinismo». Él pasaría a defender, al final de su vida y de forma clara, la expiación ilimitada, la gracia universal y la posibilidad de que un cristiano caiga de la gracia. Solo quedaría la depravación total y, contradictoriamente, una elección incondicional, pero con una adición: Lutero, además de negar la doble predestinación, que había defendido al principio, minimizaría inmensamente la importancia de la doctrina de la predestinación (con un sesgo monergista, tal como la entendió) para la vida del creyente.

Es decir, lo que vemos en Lutero en el curso de su vida, en relación con su comprensión de la mecánica de la Salvación, no es un cambio de énfasis según la necesidad del momento, como algunos tratan de sugerir para ocultar la clara contradicción entre el joven y el viejo Lutero; vendiéndolo como una «aparente discrepancia». Las pruebas chocan frontalmente con este tipo de argumentos. Lo que se ve inequívocamente es un cambio radical en la posición de Lutero en su vejez en relación con algunos de los puntos fundamentales de la mecánica de la salvación que había adoptado en su juventud.

De hecho, esta actitud de cambiar la posición teológica en 180 grados con el tiempo, no era infrecuente en el comportamiento del reformador alemán. No fue solo en este asunto de la mecánica de la salvación que el viejo Lutero rompió con el joven Lutero. Lo hizo en una serie de otros asuntos.

El mismo joven Lutero rompió consigo mismo. Por ejemplo, en los dos primeros años de la Reforma, Lutero defendió el celibato. «Él tomaba sus votos [de monje] seriamente» y «atacó a los monjes que buscaban la ‘exención’ de la estricta observancia de la regla»[7]. Sin embargo, gradualmente a partir de 1519, y definitivamente después de su escrito a la Nobleza Cristiana de la Nación Alemana, en 1520 (el mismo año en que fue liberado de sus votos por el Vicario General de su orden), Lutero cambió de opinión, oponiéndose al celibato clerical. Así mismo, él no se casó hasta 1525, todavía temeroso de opiniones contrarias por una parte, y presionado por otra por los sacerdotes que, tras su apología del matrimonio se habían casado, pero les molestaba el hecho de que aquel que les había animado a casarse todavía no se hubiere casado. El matrimonio resultó ser una bendición para la vida y el ministerio de Lutero.

Otro ejemplo de la ruptura personal de Lutero con su propio pensamiento, es su visión de la Ley. Este es un caso del viejo Lutero rompiendo con el joven Lutero. En su fase inicial, el reformador alemán fue radicalmente negativo en su tratamiento de la ley. Sin embargo, especialmente después del problema con los antinomianistas, y una advertencia de Melanchthon (quien fue el primero en oponerse al antinomianismo), buscó equilibrar su posición sobre el tema[8].

Además, también hubo casos -al menos dos- en los que Lutero defendió inicialmente una posición teológica, luego cambió radicalmente de opinión, y finalmente volvió a la posición original; lo que demuestra que el reformador alemán estaba dispuesto a dar marcha atrás a su pensamiento teológico cuando pensaba que era lo correcto. Me refiero a la cuestión de la poligamia y el tratamiento de los judíos. Lutero estaba inicialmente en contra de la poligamia, luego a favor en algunos casos, y más tarde terminantemente en contra[9]; y en relación con los judíos, comenzó oponiéndose al anti-judaísmo de su época, luego hizo declaraciones absurdas contra los judíos, para al final no oponerse a la defensa de los judíos por parte de sus amigos Urbano Reghius y Melanchthon, quienes se levantaron contra el absurdo rumor del «libelo de sangre» inventado contra los judíos[10].

Por lo tanto, el cambio gradual en la comprensión de Lutero de ciertos puntos de la mecánica de la Salvación, desde el comienzo de la Reforma hasta su muerte, es sólo otro episodio natural de la búsqueda del equilibrio bíblico y teológico del reformador alemán en su pensamiento.

 

Lutero y la esclavitud de la voluntad

No es coincidencia que, como afirma el pastor y teólogo luterano Felipe Hale, la obra de Lutero: La esclavitud de la voluntad, «tuvo una fría recepción por parte de los luteranos posteriores». Hale señala que «de hecho, muy temprano, en la generación que siguió a Lutero, vemos que sus seguidores no usaron este trabajo ni sus argumentos». Y Hale subraya que «hay varias razones por las que los luteranos, tanto los que vinieron poco después de Lutero como los de hoy, aunque respetan ese trabajo, no lo han recibido con entusiasmo: La esclavitud de la voluntad es un desafío tanto en estilo como en su orden y contenido. Y también sufre de una mala reputación, ya que los calvinistas lo han hecho suyo»[11] . No sólo lo hicieron suyo, el calvinismo ha secuestrado en gran medida la imagen de la Reforma para sí mismo.

En cuanto al aprecio de Lutero de esta obra, incluso al final de su vida, se da por razones obvias; ya adelantadas al comienzo de este capítulo. Hale acepta que «el cuidado de Lutero por este libro» se debió principalmente al «mérito de su oponente». Es bien sabido que «Lutero se sintió inferior a Erasmo en estudios» (aunque no en el estudio de las Escrituras),[12] razón por la cual hizo en esta obra uno de sus mayores esfuerzos. El resultado es un trabajo muy bien escrito, aunque, como ya se mencionó, infeliz en parte de su argumento. Veamos, de ahora en adelante, en detalle, el por qué.

Primero, como ya hemos visto, la posición de Lutero sobre el libre albedrío en La Esclavitud de la Voluntad es extremadamente radical, fatalista. El propio reformador lo reconoce en su obra, pero, en lugar de atenuar su determinismo a una versión más suave, mantiene una rigidez determinista, que contradice lo que el propio Lutero había dicho mucho antes, justo en el génesis de la Reforma.

Antes de 1520, Lutero argumentaba que el libre albedrío del hombre se perdió después de la Caída. Por ejemplo, en su libro Disputa contra la Teología Escolástica, de 1517, declaró que, después de la Caída, «es falso afirmar que la inclinación del hombre es libre de elegir entre dos opuestos», ya que, «de hecho, la inclinación no es libre, sino cautiva. Esto se dice en oposición a la opinión común»[13].

Y en la Tesis 13 de su Disputa de Heildelberg, de 1518, volvió a afirmar: «El libre albedrío, después de la Caída, sólo existe en el nombre, y en cuanto hace lo que es capaz de hacer, comete un pecado mortal».  Sin embargo, en el texto radical de Lutero de 1520, que vimos en las páginas anteriores, que generó la crítica a Erasmo, el joven reformador va mucho más allá. Como subraya el teólogo luterano Felipe Hale, Lutero, en su respuesta a la bula papal, «fue mucho más allá de la doctrina del pecado original»[14]. ¡Simplemente pasó a defender que el libre albedrío ni siquiera existió alguna vez para las criaturas! Y al ser criticado por Erasmo en ese momento, Lutero no se retractará en La Esclavitud de la Voluntad, sino que, por el contrario, insistirá en postular, como subraya Hale, que «Adán antes de la Caída dependía enteramente del Espíritu y de la gracia para hacer el bien».  

Es decir, «ni siquiera Adán era ‘libre’ en el sentido de que no necesitaba la gracia para hacer el bien»; por lo tanto, como dice Hale, «al afirmar que el perfecto Adán era incapaz de hacer el bien antes de la Caída», Lutero estaba «absolutizando la necesidad de la gracia incluso aparte del pecado». Esa necesidad era [vista por él] como parte de la naturaleza humana antes de la Caída y después de la Caída». Más que eso: en La esclavitud de la voluntad, Lutero también afirmará que en todo lo que el hombre hace – no sólo por las cosas de Dios – el libre albedrío es una ficción. Es decir, para el reformador alemán, el libre albedrío nunca existió, ni siquiera en relación con las cosas naturales. En definitiva, como Hale resume, para Lutero «nada es por casualidad o fortuito, si Dios es realmente Dios»[15]. Todo está determinado. Puro Fatalismo.

En esa época en que se adhirió a esta visión radical, encontraremos incluso a Lutero afirmando el absurdo de que la simple creencia en el libre albedrío «es una doctrina especial del Anticristo» y que «no impresiona que se haya extendido por todo el mundo, ya que está escrito sobre el Anticristo que él seduciría al mundo entero. Sólo unos pocos cristianos se salvarán»[16].

Alocadamente, despreciando incluso la posición del Agustín anciano sobre este tema, Lutero, en La Esclavitud de la Voluntad, sostendrá que «en la medida en que mantienes el libre albedrío, cancelas a Cristo y arruinas toda la Escritura». De hecho, hablando de Agustín en segundo lugar, vemos a Lutero en La Esclavitud de la Voluntad, despreciando a todos los Padres de la Iglesia, precisamente porque no había encontrado apoyo en ninguno de ellos para su posición radical con respecto al libre albedrío. Recordando que la teología de Lutero, en general, no era sui generis, en otras obras él mismo reconoce, por ejemplo, que la enseñanza de la justificación por la fe había sido expuesta siglos antes que él por Bernardo de Claraval. Pero lo que defiende en La Esclavitud de la Voluntad es totalmente sui generis en la teología cristiana.

Por esta razón, a lo largo de La esclavitud de la voluntad, Lutero ataca a los Padres de la Iglesia, quienes obviamente fueron citados por Erasmo. Por supuesto, Lutero no se equivoca al decir que los Padres de la Iglesia cometieron errores. Por supuesto, no se equivoca al afirmar que ninguno de ellos debe ser seguido en todos los puntos que defendieron. Sin embargo, el detalle, desdeñado por Lutero en este trabajo, es que estaba defendiendo una posición que no fue adoptada por ningún Padre de la Iglesia en la historia. Ninguno. Según él, esto no es un error de algunos, sino de todos. Lutero «reconoce que está solo» porque  «ni siquiera Agustín negó por completo que el hombre tuviera libre albedrío».[17]

En otras palabras, según el reformador alemán, desde el primer Padre de la Iglesia hasta su día, todos estaban equivocados en la cuestión del libre albedrío. Hubo 1,500 años de error sobre error, de modo que TODO lo que los Padres de la Iglesia escribieron sobre este tema, según él, «debe ser arrancado y desechado». Se trata de una afirmación como mínimo ingenua, por no decir absurda.

El joven reformador enfatizará enfáticamente que «Dios no sabe nada de forma contingente», de modo que todo lo que sucede, absolutamente todo, solo sucede «por su voluntad inmutable, eterna e infalible», y de una manera que, para todas las cosas, «el libre albedrío está completamente postrado y roto», porque «solo Dios», en todo el universo y fuera de él, «es libre»; lo que significa que «somos forzados a ser endurecidos, queramos o no»[18]

Las otras palabras de Lutero sobre este tema son de las más incoherentes de todas: «Dios se mueve y hace todo en todo, necesariamente se mueve y actúa también en Satanás y el hombre impío. Pero Él actúa en ellos como son y como los encuentra; es decir, como son contrarios y malos, y atrapados en el movimiento de esta omnipotencia divina, no hacen más que cosas contrarias y malas. Esto es como un jinete que monta un caballo cojo de uno o dos patas; su forma de montar corresponde a la condición del caballo, es decir, el caballo va mal. […] Aquí se ve que cuando Dios obra en y a través de los hombres malos, se logran cosas malas y, sin embargo, Dios no puede hacer el mal, aunque Él hace el mal a través de hombres malos; porque Aquel que es bueno no puede hacer el mal, aunque use instrumentos malos que no pueden escapar a la influencia y al movimiento de su omnipotencia».[19]

Nótese también su famosa analogía del caballo y los dos jinetes, registrada en La esclavitud de la voluntad, VII, 113:

El hombre es como un caballo. ¿Dios se sube a la silla de montar? El caballo es obediente y se conforma  a cada movimiento del jinete, y va a donde quiere. ¿Dios tira las riendas? Entonces Satán salta sobre el lomo del animal, que se inclina, va y se somete a las espuelas y los caprichos de su nuevo caballero… Por lo tanto, la necesidad, no el libre albedrío, es el principio controlador de nuestra conducta. Dios es el autor del mal tanto como del bien, y, como Él concede la felicidad a aquellos que no la merecen, así también maldice a los otros que no merecen su destino. [20]

«La necesidad es el principio controlador de nuestra conducta». Este es el Lutero de la Esclavitud de la Voluntad, bien lejos del equilibrio bíblico.

 

Lo que influyó en el fatalismo y monergismo radical de Lutero, al principio de la Reforma.

Por lo tanto, es urgente preguntar: ¿qué llevó a Lutero a empezar a sostener una posición monergista tan rígida y fatalista?

La respuesta es: el hecho de que, años antes de redescubrir los importantísimos fundamentos de la Doctrina de la Salvación, Lutero lamentablemente pasó por un proceso de conversión a un tipo rígido de agustinianismo, mezclado con el voluntarismo ockhamista, un concepto que explicaré más adelante. Por lo tanto, le tomaría tiempo al reformador alemán “desintoxicarse”, al menos un poco, de esta doctrina y ajustar su pensamiento a una posición más equilibrada.

Veamos, entonces, cómo tuvo lugar esta conversión inicial del joven Lutero al rígido agustinianismo de sesgo voluntarista ockhamista.

La vida intelectual de Lutero comenzó en la escuela de la Comunidad de la Vida Común. De familia pobre, él comenzó sus estudios en aquella escuela. Luego fue a Erfurt a estudiar Derecho en 1501 como era el deseo de sus padres. Hasta ese momento, Lutero nunca había pensado en seguir una carrera monástica o clerical. Sin embargo, el 2 de julio de 1505, cuando regresó de su casa a Erfurt, después de sufrir una grave enfermedad, fue sorprendido por una fuerte tormenta. Asustado, temiendo por su vida, Lutero hizo un voto a Santa Ana, prometiendo que si escapaba con vida, se convertiría en monje. Su padre estaba enfadado con el voto hecho por su hijo, pero 15 días después del episodio, Lutero cumplió la promesa, entrando en el Convento de los Mendicantes Agustinos en Erfurt, uno de los más severos de Europa. En 1507, sería ordenado sacerdote, un hecho que hizo que su padre se reconciliara con él.

Cuando Lutero estaba en el convento, se sentía perturbado por la conciencia de su pecaminosidad. Quería ser puro, pero no lo conseguía. Se confesaba 20 veces al día y dormía en el suelo frío para hacer penitencia. Incluso cuando celebraba la misa, se sentía indigno de hacerlo. Pasó horas rezando y días ayunando, tratando de ‘mortificar su carne’, pero todavía se sentía impuro. Pronto, terminó en desesperación espiritual. Todo se debía a su concepto equivocado de la salvación, inspirado en la doctrina escolástica de los méritos. Bernhard Lohse recuerda que, «en los días de Lutero, a un hombre angustiado que se sentía afligido por su pecaminosidad se le decía simplemente que debía confiar en Dios, porque: la certeza de la salvación era desconocida». Años después, Lutero diría sobre esa época: «¿Por qué pasaba por tantas dificultades en el monasterio? ¿Por qué atormentaba mi cuerpo con ayuno, vigilias y frío? Ciertamente porque quería estar seguro de lograr el perdón de los pecados a través de estas obras»[21].

Al ver la desesperación del joven Lutero, Johann von Staupitz (1465-1524), doctor en teología, confesor y vicario general de la congregación agustiniana en Alemania, le indicó que ocupara su tiempo y su mente en la vida académica. Así fue como Lutero entró en Wittenberg en 1508. Al mismo tiempo, estudió a Agustín, Pedro Lombardo, William de Ockham y Gregorio de Rímini, bajo la guía y supervisión del propio Staupitz. En filosofía, se especializó en Ockham; en teología, se graduaría en Estudios Bíblicos y en las Sentencias de Pedro Lombardo. El 19 de octubre de 1512, Lutero recibió el título de Doctor en Teología. Dos días después, fue invitado a ser profesor en Wittenberg, aceptando la invitación.

Dos nombres mencionados en el párrafo anterior son muy importantes para dar forma a la visión teológica que el reformador alemán asumirá inicialmente: Gregorio de Rímini y Guillermo de Ockham.

Uno de los últimos grandes escolásticos de la Edad Media, Gregorio de Rímini (1300-1358) fue el monje responsable de convertir a todos los monjes agustinos -desde el siglo XIV en adelante- de una posición filosófica realista aprendida de Agustín a la posición filosófica nominalista predicada por el franciscano Guillermo de Ockham (1285-1347). Por medio de Gregorio, los agustinos absorbieron la doctrina del voluntarismo divino propugnada por Ockham, que consiste en la creencia de que si Dios decide que algo es correcto, entonces ese algo se convierte en correcto, por más que parezca moralmente incorrecto; lo que difiere de la doctrina mayoritaria del esencialismo divino, que armoniza mejor con el texto bíblico al afirmar que Dios sólo puede desear y hacer lo que es moralmente correcto, ya que su voluntad no puede contradecir su esencia, que es santa, justa y perfecta.

Más delante, como prometí, abordaremos el nominalismo y voluntarismo ochkamista. Por ahora lo que es importante saber es que de Ockham, los agustinos, lo único que no absorberían sería su semi-pelagianismo. Como se mencionó en el capítulo anterior, Gregorio de Rímini fue uno de los últimos reaccionarios agustinos en la Edad Media. Y probablemente fue el mayor experto de Agustín en su época. Su estricto agustinianismo, sin embargo, solo se manifestó en reacción a la enseñanza semipelagiana del erudito franciscano, escolástico y escotista, Pedro Aureolus, o Pierre Auriol (1280-1322), de quien el monje agustino Gregorio no estuvo de acuerdo tampoco en otros temas (Aureolus, por ejemplo, fue conceptualista y no nominalista como Gregorio). El desencadenante de la manifestación del rígido agustinianismo de Gregorio se produjo cuando encontró citas incorrectas de Agustín en los escritos de Aureolus. Como Pedro Aureolus era semipelagiano, el monje agustino decidió, además de señalar los errores de cita del franciscano, aprovechar la oportunidad para defender el agustinianismo original, es decir, la mecánica de la salvación del viejo Agustín.

Gregorio, que se jactaba de conocer meticulosamente todas las obras de Agustín más que nadie en su época, defendió cinco puntos de un rígido agustinianismo: depravación total, gracia irresistible, elección incondicional, expiación limitada y la perseverancia de los santos. Su predestinación era doble: una al Cielo y otra al Infierno. Su visión del pecado original era también absolutamente fiel al estricto agustinianismo, sosteniendo que los niños que mueren sin ser bautizados irán todos al infierno. Por esta razón, Gregorio de Rímini recibió de sus contemporáneos y oponentes el apodo de Infantium Tortor (‘Torturador de niños’). Bajo la dirección del vicario general agustino Johann von Staupitz, el joven Lutero estudió las Escrituras, y las obras de Agustín y de Gregorio de Rímini, del 1509 al 1518; ya sea como estudiante o ya sea como profesor en Wittenberg. Fue Staupitz quien dirigió a Lutero a la obra de Rimini, y aún compartiría con el joven profesor de Wittenberg su creencia personal en la doctrina de la doble predestinación.

Además de haber adoptado inicialmente el rígido agustinianismo de Rímini, Lutero también adoptó durante este período, como ya hemos mencionado, su nominalismo (ockhamismo), el cual era llamado en sus días la ‘vía moderna’ del escolasticismo. Él lo hizo porque esta posición filosófica se oponía a la ‘vía antigua’ de la teología escolástica, llamada realismo (inspirado en Platón y Aristóteles), cuyo énfasis estaba en una teología racional, la cual Lutero repudiaba profundamente.

El nominalismo ponía  a la razón en desventaja, un principio que Lutero absorbió con fervor de las obras de Rímini, directamente de los escritos del propio Ockham y de los escritos del nominalista escolástico alemán Gabriel Biel (1420- 1495). Los filósofos nominalistas insistieron en que para conocer a Dios, de hecho, debemos recurrir completamente a la fe. El nominalismo puso énfasis en la trascendencia divina, manteniendo la razón humana en una posición de total imposibilidad de comprender a Dios; lo que va en contra de la capacidad, atestiguada por la Biblia, de una teología natural (Sal 19; Rom 1.20), aunque esto, si bien es claramente posible, es imperfecto e incompleto sin la revelación especial, expresada en la Biblia.

Pero el nominalismo fue más allá, argumentando que es imposible incluso conocer la esencia de las cosas mismas. Para Ockham, los conceptos que tenemos de las cosas no son lo que los filósofos Platón y Aristóteles llamaron ‘universales’, es decir, esencias eternas; una enseñanza reproducida por los llamados escolásticos realistas de su época. Según él, lo que sabemos son solo las entidades lingüísticas creadas para designar estas cosas, que no son más que construcciones humanas, convenciones, nombres, de ahí el título de nominalismo otorgado a esta filosofía.

Ahora, si no podemos esperar mucho de la razón para entender las cosas naturales, ¡mucho menos las sobrenaturales! En otras palabras, la consecuencia natural del nominalismo es el fideísmo, que es el extremo opuesto de otro error: el racionalismo, que cree que la razón lo puede todo.

Pero las implicaciones de la tesis nominalista en relación con el estudio de Dios van más allá del fideísmo. El nominalista también defenderá que no hay un carácter de naturaleza eterna en Dios. Para él, Dios es puro poder y voluntad, lo que significa que Dios es todo lo que Dios decide ser. Dios no hace ni ordena algo por el hecho de que este algo sea bueno; este algo solo es bueno porque Dios lo hace y lo ordena. Por lo tanto, el ‘bien’, de hecho, es cualquier cosa que Dios ordene, así como el ‘mal’ solo lo es porque Dios lo desaprueba; y no porque sea realmente un mal en sí mismo. El mal y el bien son malos y buenos solo porque Dios lo quiere, porque Él determina que lo sean. Simplemente, el pecado podría ser virtud y la virtud podría ser pecado si Dios lo quisiese y lo determinase.

Lutero beberá tanto ockhamismo en su período inicial de formación teológica, que irá tan lejos como para exclamar: «¡Occam, mein lieber meister!» (¡Ockham, mi querido maestro!)[22]

Estos estudios, por un lado, fueron al principio algo bueno para el joven Lutero, ya que mitigaron sus crisis espirituales; pero, por otro lado, se convertirían en la razón de una nueva y más aguda crisis por la que pasaría. Porque, con el tiempo, el profesor de Wittenberg se preocuparía mucho por las consecuencias lógicas de la doctrina monergista de la predestinación, hasta el punto de caer en angustia nuevamente. El teólogo Felipe S. Watson recuerda este momento:

Otro hecho le ocurrió a Lutero, que casi lo llevó a la desesperación. La teología Ockhamista de la ‘vía moderna’ [como la propugnada por Gregorio de Rímini] contenía una gran contradicción. No sólo afirmaba sin reservas el libre albedrío del hombre, por el cual podía hacer lo que bien le pareciera, sino que también afirmaba la predestinación divina de la manera más rotunda. La voluntad de Dios era incondicional y su poder absoluto. Por un acto de poder meramente ‘arbitrario’, Él trajo este mundo a la existencia en lugar de otro. Él determinó arbitrariamente lo que debía considerarse bueno o malo, y dio su ley. Él decretó arbitrariamente ciertos medios de salvación, y no menos arbitrariamente, predestinó a algunos a ser salvados y a otros no. Este Dios, esta omnipotente voluntad irreflexiva, por un mero capricho, según parecía, había elegido una parte de la humanidad para la salvación y la otra para la condenación; pues Él podría haber determinado no sólo eso, sino todas las demás cosas de una manera completamente diferente.

Esto planteó una nueva pregunta, la más aterradora, para Lutero. Él se esforzaba con todas sus fuerzas para cumplir los mandamientos de Dios, y sus maestros le aseguraban que podría lograrlo si lo hacía con seriedad. ¿Su fracaso significaba entonces que no tenía la intención de hacerlo en serio? Si no lo hacía con seriedad, ¿era porque no podía, porque no tenía el poder de hacerlo? Y si ese fuera el caso, ¿no sería por causa del decreto de Dios, y no sería [por lo tanto] una señal de que él estaba entre los eternamente perdidos? Más de una vez, él [Lutero] nos dice que este pensamiento lo llevó al abismo de la desesperación, y deseó no haber nacido nunca.

Es cierto que el nominalismo medieval posterior ideó medios para quitar el aguijón de su doctrina de la predestinación, así como de su doctrina de la contritio, pero Lutero fue incapaz de transigir en una u otra. A veces, dice él, sentía los tormentos del infierno que ninguna lengua puede narrar, ni pluma alguna describir. [Ver LUTERO, Resoluciones de las Tesis, 1518].[23]

Como señala Watson, no fue la doctrina monergista de la predestinación la que trajo la paz al corazón del joven Lutero en ese convento. Por el contrario: al abrazarla, el sufrimiento de Lutero con la conciencia de su propio pecado solo aumentó. «Él se obsesionó con el miedo aterrador de poder estar entre los que estaban predestinados por la voluntad absoluta de Dios, no para la salvación, sino para la condenación»[24]; lo que lo hizo buscar ayuda en los escritos de místicos cristianos, pero fue en vano. La salvación solo llegó más tarde, al comprender la doctrina de la justificación por la fe, y al recibir en su corazón el mensaje de gracia ofrecido a todos a través de la cruz. Watson recuerda:

Lutero leyó a Agustín, leyó a los místicos y experimentó la solución mística. Trató de seguir las directrices de [Dionisio] el Areopagita y de Buenaventura para “ascender a la majestad de Dios” y experimentar la unión de su alma con lo divino. Se comprometió, según el método de Bernardo, a olvidarse de sí mismo en la meditación de la Pasión de Cristo. Pero la experiencia descrita por los místicos le fue negada y no podía dudar de la razón: no era lo suficientemente puro. En medio de todas sus tribulaciones, recibió alguna ayuda de los miembros de su Orden, especialmente del Vicario General Staupitz. Estaba rodeado en Erfurt por hombres personalmente piadosos y buenos que, aunque no podían entenderle bien y resolver sus problemas por él, sin embargo apuntaban en la dirección en la cual debía encontrarse la solución.

A su desgraciado grito: ‘¡Oh, mi pecado, mi pecado, mi pecado!’ Staupitz respondía: ‘Tú quieres estar sin pecado, y sin embargo no tienes un verdadero pecado. Cristo es el perdón del verdadero pecado. Debes tener una lista que contenga verdaderos pecados si Cristo te debe ayudar’. Estas palabras y muchas otras de su superior Lutero nunca las olvidó, ni las de su confesor, que le dijo: ‘¡Eres un idiota! Dios no está enojado contigo, sino que tú estás enojado con él’. Ellas dejaron su marca en muchos de sus pensamientos posteriores, pero en ese momento no lo liberaron de sus aflicciones. […] Cuando [Lutero] hablaba de la aflicción que sentía con respecto a la idea de la predestinación, Staupitz intentaba mantenerlo alejado de tales ideas. ‘En las heridas de Cristo’, le decía, ‘la predestinación es comprendida y encontrada, y en ningún otro lugar, porque está escrito: A Él oíd (Mt 17.5). El Padre está demasiado alto, así que dice: Quiero ofrecer un camino por el que los hombres puedan venir a mí. En Cristo descubriréis qué y quién soy, y qué deseo. De lo contrario no lo encontraréis ni en el cielo ni en la tierra’.[25]

Es importante destacar aquí estas palabras de Staupitz al final, pues el viejo Lutero las recordará al revisar su tratamiento de la doctrina de la predestinación monergista, y que, a su vez, le hará desarrollar en detalle una “Teología de la Cruz” (Theologia Crucis), que será mencionada por primera vez por él, pero muy sutilmente, en 1518, en contraste con la teología prevaleciente en la Iglesia Católica de su época, a la que llamó “Teología de la Gloria” (Theologia Gloriae). Será el viejo Lutero quien desarrolle en detalle esta Teología de la Cruz, incluso poniendo providencialmente la doctrina de la predestinación incondicional en detrimento al lado de esta Teología de la Cruz. El viejo Lutero escribe sobre la predestinación y la cruz:

La disputa sobre la predestinación debe evitarse por completo. Staupitz me dijo: ‘Si quieres disputar la predestinación, comienza con las heridas de Cristo, y ella cesará’. Pero si sigues discutiendo sobre ella, perderás a Cristo, la Palabra, los sacramentos y todo lo demás. Yo me olvido todo sobre Cristo y Dios cuando llego a estos pensamientos, y realmente llego al punto de imaginar que Dios es un canalla. Debemos permanecer en la Palabra, en la que Dios se nos revela y la salvación es ofrecida, si creemos en Él. Pero al pensar en la predestinación, nos olvidamos de Dios, y entonces el laudate (alabanza) se detiene y comienza la blasphemate (blasfemia). Sin embargo, en Cristo todos los tesoros están escondidos (Colosenses 2:3); fuera de Él todos están cerrados. Por lo tanto, debemos simplemente negarnos a discutir sobre la elección.[26]

Staupitz también «inculcó en él [Lutero] que […] si el arrepentimiento significa un cambio completo de corazón, entonces sólo Dios podía efectuarlo con su gracia preveniente», y que su  pupilo debería  «estudiar la Biblia». Consejo extraordinario: ¡Estudia la Biblia! Ahora, «fue, sobre todo, su estudio de las Escrituras y, en particular, de la Epístola a los Romanos, lo que finalmente le trajo la liberación»[27]. Como narra Watson, el razonamiento de Lutero fue «Si Dios juzga al hombre de acuerdo con su estricta justicia, ¿quién podrá ser salvo?» Por lo tanto, «parecía que el evangelio en sí mismo no ofrecía ninguna alternativa, ya que en él, según Romanos 1:17, se estaba revelando la justicia de Dios». Entonces, «día y noche» [Lutero] reflexionó sobre la frase hasta que, de repente, con la fuerza de una revelación, entendió el significado de la doctrina paulina de la salvación, cuando leyó las palabras del Antiguo Testamento, citadas e impregnadas con un nuevo significado por el apóstol: ‘El justo por la fe vivirá’». [28]

Al entender la justificación no como una transformación, sino como una declaración judicial divina a nuestro favor, a partir tan solamente de la fe en el sacrificio expiatorio de Cristo, en la cruz del Calvario por nosotros, la carga sobre la espalda de Lutero finalmente cayó. Lutero dice que, al darse cuenta de que «la justicia de Dios es aquella por la cual el justo vive de la dádiva de la gracia divina, a saber, la fe», continúa él, «en este punto, sentí que yo renacía totalmente, que se me abrían las puertas y yo entraba en el paraíso. Toda la Escritura también se me mostraba con un aspecto totalmente diferente». Fue esto, más la mirada a la cruz, lo que liberó a Lutero, y no su doctrina de la predestinación incondicional, de la que más adelante dirá que era «especulativa» y que, para no conducir al error o la desesperación, el creyente debería dejarla de lado, y descansar en la revelación del Dios misericordioso manifestado en la cruz del Calvario.

Lutero afirmó que, por la Teología de la Cruz, «se nos enseña […] a creer esperanza contra esperanza», y que «al cielo no hay otro camino que la cruz de Cristo; por lo tanto, debemos tener cuidado de que la vida activa con sus obras, y la vida contemplativa con sus especulaciones, no nos seduzcan. […] La cruz es, de todas las cosas, la más segura. Bienaventurado el que entiende».[29] Por lo tanto, a pesar de haber pasado años bebiendo de los escritos de Agustín, Gregorio de Rímini, y de Guillermo de Ockham para formar su visión teológica, no fue a partir de sus escritos que Lutero encontró la salvación. Tampoco fue a través de ellos que la idea de la Reforma llegó a su corazón. Tres factores fueron decisivos para provocarla.

En primer lugar, en medio de ese período de estudio, vino la decepcionante experiencia de visitar Roma en 1510 en una misión en nombre de la Congregación Agustina en Alemania. En Roma, el joven Lutero vio la práctica de la simonía a gran escala y otras situaciones lamentables. En segundo lugar, en 1515, después de estudiar la Epístola a los Romanos, Lutero escribió su famoso Comentario a los Romanos, donde su mente se abre a la verdad de la justificación por la fe. Y finalmente, en tercer lugar, una nueva y más agresiva campaña de venta de indulgencias en Alemania estaba comenzando por aquellos días.

Indignado con la campaña de las indulgencias, teniendo ya una visión menos condescendiente con Roma, e inspirado por la verdad bíblica de la justificación por la fe, redescubierta en su estudio de Romanos, Lutero inició una protesta pública contra la venta de indulgencias; dando inicio a la Reforma Protestante en 1517. Sin embargo, incluso en esta nueva fase, aún en los primeros años de la Reforma Protestante, el joven Lutero manifestaría algunas exageraciones teológicas, derivadas de la visión monergista radicalmente rígida que había abrazado años antes de iniciar su movimiento de reforma. En esa época, la influencia de su período de educación bajo Staupitz era todavía enorme, sobre todo por el aprecio que aún tenía por la figura de su antiguo maestro, aprecio que, incluso después de que su mentor rompiera completamente con él por carta en 1524 (el año de la muerte de Staupitz), aún se mantendría en gran parte.

Staupitz no esperaba que Lutero, después de seguir su consejo de profundizar en el estudio de las Escrituras, en busca de respuestas para su alma, redescubriera y predicara la doctrina bíblica de la justificación por la fe, extremadamente olvidada en sus días; y por ello iniciara una campaña contra las indulgencias de la iglesia. Para empeorar las cosas, Lutero tendría otras rupturas con la doctrina católica, de modo que el viejo maestro, momentos antes de su muerte, repudió a su discípulo y a la Reforma que estaba llevando a cabo. Staupitz terminaría su vida como monje benedictino.

Un detalle interesante es que, a pesar de que Staupitz permaneció fiel a la Iglesia Católica hasta su muerte; debido a su rígido agustinianismo y a su antigua proximidad a Lutero, el Papa Pablo IV (1555-1559) puso sus escritos, incluido uno sobre la predestinación, en el Índice de libros prohibidos de la Iglesia Católica.

Años después de la muerte de su antiguo vicario general, el reformador alemán todavía recordará que «si no hubiera sido por el Dr. Staupitz, me habría hundido en el infierno», ya que fue a través de ese período de dedicación a los estudios, sugeridos y supervisados por su confesor y líder, que su crisis espiritual se atenuó temporalmente; y fue también a través de las palabras de Staupitz acerca de fijarse en la cruz de Cristo que la visión de la Teología de la Cruz había sobrevenido a Lutero. Por lo tanto, no es de extrañar que una influencia tan importante haya llevado al futuro reformador a convertirse, al comienzo de su vida académica y teológica, en un fiel seguidor de Rímini y del viejo Agustín en el asunto de la mecánica de la salvación.»

[1] RUPP, E. GORDON e WATSON, Felipe S. (editores), Erasmo: Livre-Arbítrio e Salvação, 2014, Editora Reflexões, p. 23.

[2] RUPP e WATSON, Ibid., p. 23.

[3] RUPP e WATSON, Ibid., p. 24.

[4] RUPP e WATSON, Ibid., p. 25.

[5] RUPP e WATSON, Ibid., p. 25.

[6] RUPP e WATSON, p. 29

[7] SENN, Franck C. (editor), Lutheran Spirituality, 1986, Paulist Press, p. 13.

[8] Ver capítulo 8 de la sección Teología de este libro.

[9] En una carta al Príncipe Felipe I de Hesse (1504-1567), fechada el 28 de noviembre de 1526, Lutero aprobó el uso de la poligamia. El caso fue el siguiente: en 1523, a la edad de 19 años, por razones estrictamente políticas, el príncipe Felipe había sido dado en matrimonio, en contra de sus propios sentimientos, a la duquesa Cristina de Sajonia, que era de salud frágil y alcohólica. Tres años más tarde, Felipe, que era un ferviente partidario de la Reforma, cometió adulterio y comenzó a considerar la posibilidad de la bigamia. En una crisis de conciencia, dejó de participar en la comunión y contactó a Lutero para pedirle consejo. Una manera utilizada por la Iglesia Católica en ese momento en casos como este era anular el matrimonio, solo que, dado que Felipe se había tornado en protestante, no podía recurrir al Papa para tal. Entonces, Lutero, basándose en Mateo 19, le dijo correctamente al príncipe que el divorcio está permitido solo por adulterio, pero luego propuso la siguiente salida: como los patriarcas del Antiguo Testamento habían practicado la poligamia sin una clara manifestación de desagrado divino, Felipe podría, con la conciencia tranquila, tener dos esposas. Sin embargo, como esto iba en contra de la ley del país, esta segunda unión debería mantenerse en secreto. Lo más probable es que el ex monje agustiniano haya sido inspirado por Agustín para ofrecer esta propuesta equivocada. Es que el obispo de Hipona, en su trabajo Sobre el bien del matrimonio, considera que no hay pecado intrínseco en la poligamia, evocando a su favor el caso de los patriarcas del Antiguo Testamento y el hecho de que la poligamia no era un delito según la ley de algunas regiones del mundo. En el capítulo XV, párrafo 17, de su trabajo referido, Agustín dice: “La poligamia era legal entre los antiguos patriarcas. Si ahora también es legal, no hablaré apresuradamente. Porque ahora no hay necesidad de tener hijos, como lo era entonces, cuando, incluso cuando las esposas tenían hijos, se permitía, para tener una posteridad mayor, casarse con otras esposas, lo que ahora ciertamente no es legal”. Más tarde, en el capítulo XVI, dirá: «En nuestro tiempo, y según la costumbre romana, ya no se permite tomar otra esposa, de modo de tener  más de una esposa viva». En general, para Agustín, en el caso de la esterilidad, el tema de la bigamia era discutible. Felipe de Hesse consuma la idea dada por Lutero en 1540, casándose con Margarete von der Saale (1522-1566), con una ceremonia celebrada por el pastor luterano Dionisio Melander (1486-1561), capellán de la corte, y con Melanchthon, Martin Bucer y Lutero como testigos. Pero la hermana de Felipe, Isabel, se negó a guardar el secreto; y Felipe culpó a Lutero, quien, para ‘limpiar la barra’, dijo que su consejo había sido dado en el confesionario y, para proteger el secreto del confesionario, se justifica una mentira.  Este escándalo manchó en gran medida la imagen de Lutero y de la Reforma en ese momento. Después de este episodio, Lutero declaró enfáticamente que “si alguien después de eso todavía quiere practicar la bigamia, que el Diablo le dé un baño en el abismo del infierno”. Recordando también que, en una carta a Joseph Levin Metzsch, fechada el 9 de diciembre de 1526, respondiendo a una pregunta de este sobre la poligamia, Lutero se declaró absolutamente en contra de esta práctica; y en una carta a Clemens Ursinus, pastor de Bruck, fechada el 21 de marzo de 1527, Lutero nuevamente se opuso a la práctica, pero haciendo una advertencia: “La poligamia, que en tiempos anteriores se permitía a judíos y gentiles, no puede ser aprobada honestamente entre los cristianos, y no puede ser parte de una buena conciencia, excepto en un caso extremo de necesidad, como, por ejemplo, cuando uno de los cónyuges está separado del otro por lepra, o una causa similar. Entonces puedes decirle a estas personas carnales que si quieren ser cristianos, deben mantener la fidelidad matrimonial y restringir su carne, sin darles permiso. Y si quieren ser paganos, que hagan lo que quieran, bajo su propio riesgo” [DAU, William Herman Theodore (1864-1944), Luther Examined and Reexamined: A Review of Catholic Criticism and a Plea for Reevaluation, 1917, St. Louis (Missouri, EE. UU.), Concordia Publishing House, p. 103]. A pesar de esta advertencia dada en 1527, como ya hemos visto, la última palabra de Lutero sobre la poligamia después del escándalo de 1540 fue de condena total.

[10] Contra todo el legado antijudío de la Edad Media, Lutero escribió enfáticamente, en su librito Que Jesucristo nació como judío, de 1523, que Dios “honró a los judíos por encima de todos los pueblos” y que, por lo tanto, “los cristianos deben tratar los judíos de manera fraterna”. Y escribiendo en oposición a la prohibición canónica medieval del matrimonio entre cristianos y judíos (si no se hubieren convertido), Lutero llegó a proponer algo que es incluso demasiado liberal en relación con las Escrituras: el reformador alemán consideraba normal que un protestante se case con un  judío no convertido, despreciando la cuestión del yugo desigual. Lutero dijo: “Así como puedes comer, beber, dormir, caminar, andar, negociar, hablar y trabajar con un gentil, judío, turco o hereje, también puedes casarte con él y seguir casado, y no te importen las leyes locas que quieren prohibirlo. Porque es fácil encontrar cristianos que por dentro sean peores incrédulos -y estos son la mayoría- que cualquier judío, gentil, turco o hereje. Un gentil es un hombre o una mujer creados por Dios, así como por San Pedro, San Pablo y Santa Lucía, sin mencionar [el otro extremo] un cristiano sin valor e hipócrita” [LINDBERG, Carter, Las reformas en Europa, Synodal, 2001, pp. 435 y 436]. En el momento en que Lutero dijo esto, casarse con un judío, turco, hereje o gentil (pagano) era un escándalo. Pero esto fue solo un avance de Lutero, quien al final no apoyó el matrimonio de cristianos con personas de otra fe, a menos que ya estuvieran casados ​​antes de convertirse a Cristo. Sin embargo, años después de esas palabras, como los judíos, a los que Lutero apoyó (a diferencia del catolicismo en ese momento)  despreciaron a los protestantes, el reformador alemán, resentido, escribió en su libro Sobre los Judíos y sus Mentiras, que “las sinagogas deberían ser quemadas, sus casas destruidas y arrasadas, deberían ser privados de sus libros de oraciones y el Talmud, sus rabinos deberían tener prohibido enseñar bajo pena de ser asesinados; si no obedecen, deberíamos expulsar a los bribones perezosos de nuestro sistema, por lo tanto, fuera con ellos (…) Para agregar, queridos príncipes y nobles que tienen judíos en su dominio, si mi consejo no les sirve, entonces busquen uno mejor , para que todos podamos ser liberados de esta insoportable carga diabólica: los judíos”. Sin embargo, después de que Lutero dijo esto, algunos de sus seguidores y amigos de la Reforma luterana defendieron a los judíos con el reformador aún vivo. Urbano Rhegius fue uno de ellos. Defendió, con argumentos esclarecedores, la tolerancia hacia los judíos como conciudadanos que deberían tener los mismos derechos y ser respetados por todos. Y cuando escribió esto, Lutero no lo refutó, y el reformador alemán era del tipo que, si alguien dentro o fuera dijera algo que contradijera una posición que él sostenía, seguramente prepararía una réplica. Pero Lutero no lo hizo. Ni siquiera contra Melanchthon. Para más sobre el tema, vea el Apéndice 1 de mi libro: La seducción de las Nuevas Teologías (CPAD).

 

[11] HALE, Felipe, An Interpretation of Luther’s The Bondage of Will, publicado em 22 de março de 2012, em Lutherans of Nebraska for Confessional Study, acessível pela internet pelo endereço goo.gl/MoCvrW

[12] HALE, Ibid.

[13] Luther’s Works, 1972, Philadelphia: Fortress, volume 31, p. 9.

[14] HALE, Ibid.

[15] HALE, Ibid. y Luther’s Works, Ibid., volume 33, p. 124.

[16] Luther’s Works, Ibid., volume 32, p. 94.

[17] HALE, Ibid.

[18] Luther’s Works, Ibid., volume 33, p. 37 e 185.

[19] Luther’s Works, Ibid., volume 33. p. 176

[20] La metáfora de la equitación y sus jinetes no es un invento de Lutero. Felipe S. Watson informa que «su uso tuvo una larga historia», con «antecedentes que se remontan a Orígenes y fue ampliamente utilizado entre los escolásticos» (RUPP y WATSON, Ibíd., págs. 37 y 38).

Sin embargo, el diferente uso que Lutero hace de esta metáfora, conectándola con los Salmos 73.22,23, está tomado de la obra pseudo-agustiniana Hypomnesticón contra pelagianos y celestianos (III, XI, 20), fechada a finales del siglo V d.C. y de autoría desconocida. Lo mencioné fugazmente en el capítulo 3 de esta sección Historia

[21] LOHSE, Bernhard, A Fé Cristã Através dos Tempos, 1972, Editora Sinodal, p. 169; e LUTERO, Martinho, Obra Completa, volume 12 (Interpretação do Antigo Testamento e Textos Selecionados da Preleção sobre Gênesis), 2014, Sinodal, p. 520.

[22] Luther’s Works, 1900-1986, Fortress Press, Concordia Publishing House, Faithline, volume 6, p. 600.

[23] WATSON, Felipe S., Deixa Deus ser Deus – Uma Interpretação da Teologia de Martinho Lutero, 2005, Editora da Ulbra, pp. 38 e 39.

[24] RUPP e WATSON, Ibid., p. 44.

[25] WATSON, Ibid., pp. 39 e 40.

[26] PLASS, Ewald, What Luther Says, volume I, p. 456.

[27] WATSON, Ibid., pp. 40 e 41.

[28] WATSON, Ibid., p. 41.

[29] LOHSE, Ibid., p. 171; e LUTERO, Martinho, Obras Selecionadas, volume 5, Sinodal, 1987, p. 120.

Introducción a la Teología Arminio-Wesleyana

Autor: Vinicius Couto, es pastor de la Iglesia del Nazareno en MG. Egresado de la Facultad Nazarena del Brasil. Maestría en Ciencias de la Religión, Seminario Nazareno de las Américas de Costa Rica.

Traducido por Gabriel Edgardo Llugdar – Diarios de Avivamientos 2020 – Sin fines comerciales

Teología Arminio-Wesleyana  – Capítulo 1

La salvación es un tema que siempre ha generado, y continúa generando, curiosidades y anhelos en el centro del alma humana. Un joven rico vino a Jesús y le preguntó: ‘Buen Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?’ (Mc 10.17). En otra ocasión, uno de los doctores de la Ley, queriendo experimentar a Cristo, preguntó: ‘Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna?’ (Lc 10,25).

Algunos sistemas de creencias dicen que la salvación se produce a través de buenas obras, atribuyendo méritos al ser humano e invalidando el sacrificio de Cristo a través de la auto-salvación. Otros sistemas predican una esperanza basada en reencarnaciones constantes, en las que el esfuerzo humano les proporcionará mejores condiciones en sus vidas posteriores.

También existe el sistema universalista, que prefiere engañar a la conciencia del hombre bajo el falso entendimiento de que al final de cuentas todos serán salvos, independientemente de la Obra Vicaria de Cristo y su efectividad hacia aquellos que lo recibieron (Juan; 1.12). Todas estas posiciones son contrarias a la perspectiva de la Palabra de Dios (cf. Efesios 2:8,9; Hebreos 9,27; Juan 3:16).

En este trabajo podremos observar los dos sistemas principales que discuten la salvación del hombre dentro del protestantismo. El primero se basa en la predestinación divina, cuya acción es solo monergística; y el segundo, en la sinergia entre Dios y el hombre, cuya acción ocurre a través de la gracia preveniente y el libre albedrío humano.

1.1   Antecedentes históricos

Estos dos conceptos paradójicos se remontan a los días de Agustín, quien argumentó que el hombre está predestinado por Dios y, por lo tanto, no tiene capacidad para elegir a Cristo y su obra salvadora. Para que el hombre sea salvo, es necesario que Dios actúe con su gracia irresistible y lo regenere.

Las doctrinas soteriológicas de Agustín se formaron antes y durante el choque de la controversia pelagiana. Pelagio fue un monje austero y un maestro popular en Roma. Su austeridad era puramente moralista, hasta el punto de que no podía concebir la idea de que el hombre no podía evitar pecar. Pelagio estaba más interesado en la conducta cristiana, y quería mejorar las condiciones morales de su comunidad. Su énfasis particular estaba en la pureza personal, y la abstinencia de la corrupción y de la frivolidad en el mundo; deslizándose en el ascetismo.

Él negaba el énfasis de Tertuliano en el pecado original, con el argumento de que el pecado es meramente voluntario e individual, y no puede transmitirse ni heredarse. Para él, creer en el pecado original era socavar la responsabilidad personal del hombre. No concibió la idea de que el pecado de Adán había afectado las almas y los cuerpos de sus descendientes. Al igual que Adán, cada hombre, según el pensamiento de Pelagio, es el creador de su propio carácter y determinante de su propio destino.

En la comprensión pelagiana, el hombre no tiene una tendencia intrínseca hacia el mal, ni hereda esta propensión de Adán, pudiendo, si lo desea, observar los mandamientos divinos sin pecar. Sintió que era injusto por parte de Dios que la humanidad heredara la culpa de los demás, y por eso negó la doctrina del pecado original. De esta manera, Pelagio comenzó a enseñar una doctrina exageradamente antropocéntrica y se centró en el libre albedrío, enseñando que al crear al hombre, Dios no lo sometió como lo hizo con otras criaturas, sino que ‘le dio el privilegio único de poder cumplir la voluntad divina por su propia elección’.

Cuando Pelagio basó sus teorías en un enfoque moralista, entendió que la desobediencia del hombre provenía del ejemplo y las costumbres observadas a su alrededor, pudiendo por su propia fuerza alcanzar la perfección a través de un gran esfuerzo de su propia voluntad. Por otro lado, Agustín sostuvo que Adán fue creado en un estado original de rectitud y perfección, y estaría, en su estado original, libre de males físicos, dotado de una alta intelectualidad, así como en un estado de justificación, iluminación y dicha sin paralelo; además de tener la inclinación de su voluntad hacia la virtud.

La gravedad del pecado de Adán fue tal que la consecuencia fue una tragedia para la humanidad, la cual se convirtió en una masa de pecado (massa damnata – masa condenada), es decir, un antro pecaminoso y propagador de pecadores. Las bases agustinianas para la doctrina del pecado original se encontraron en pasajes como Salmos 51; Efesios 2,3; Romanos 5.12 [la traducción que usaba Agustín de este versículo era incorrecta, no existe como tal en ninguna traducción posterior] y Job 3:3-5.

Como el hombre se había rendido al pecado, la naturaleza humana se vio oscuramente afectada por sus consecuencias, volviéndose desordenada y propensa al mal. Por lo tanto, ‘sin Tu ayuda, por nuestra libre voluntad no podemos superar las tentaciones de esta vida[1]. Esta ayuda divina para elegir lo correcto, o regresar a Dios, es Su gracia, que Agustín define como ‘un poder interno y secreto, admirable e inefable[2] operado por Dios en los corazones de los hombres.

Para Agustín, la gracia divina anticipa y provoca todo impulso en la voluntad del hombre. Esta gracia es una expresión de la soberanía de Dios y no se puede resistir. Para explicar el antagonismo de la irresistibilidad frente al libre albedrío, el obispo de Hipona dice que la libertad del hombre se basa en motivaciones. Dado que las decisiones del hombre son, por lo tanto, fruto del medio ambiente, el hombre no regenerado que vive en una atmósfera de concupiscencia elegirá el mal. La gracia divina, sin embargo, cura al hombre y restaura su libre albedrío, reemplazando su sistema de elecciones[3].

 

1.1   Otras referencias históricas

 

La cuestión del libre albedrío es un tema que siempre ha tenido su lugar en la teología, ya sea en la antigüedad clásica, en la era patrística o en los tiempos contemporáneos. Por lo general, en el choque de predestinación vs. libre albedrío, el nombre más recordado es el del citado eminente teólogo, Agustín, cuya notoriedad contra la controversia de Pelagio es bien conocida; sin embargo, también vale la pena considerar otros nombres.

Justino Mártir (100-165) dijo que, aunque no hemos tenido ninguna otra opción al nacer, en virtud de los poderes racionales que Dios nos dio, podemos elegir vivir, o no, de manera aceptable para Él; sin excusas cuando actuamos mal. También dijo, basándose en el conocimiento previo divino (presciencia divina), que Dios no predetermina las acciones de los hombres, sino que prevé cómo actuarán por su propia voluntad, e incluso pudiendo anunciar estos actos por adelantado[4]. Estuvieron de acuerdo con la libre elección del hombre, los apologistas Atenágoras (133-190), Teófilo (-186) y Taciano (120-180). Vale la pena comentar la opinión de Tertuliano (160-220). Él creía que el hombre es como una rama cortada del tronco original de Adán y plantada como un árbol independiente. Así, el hombre heredó a través de la transgresión de Adán la tendencia al pecado. Como resultado del pecado de Adán, llevamos manchas e impurezas. A pesar de esto, el hombre tiene libre albedrío y es responsable de sus propios actos[5].

Muchas controversias en torno al libre albedrío se debieron a errores exegéticos. Clemente de Alejandría (150-215), negó el pecado original, basado por ejemplo en Job 1:21. Según él, la declaración de que Job había salido desnudo del vientre de su madre implicaba que los niños entraran al mundo sin pecado. Esta interpretación errónea y este énfasis exagerado en el libre albedrío lo llevaron a profesar que ‘Dios quiere que seamos salvos por nuestros propios esfuerzos[6].

Otros esfuerzos en defensa del libre albedrío también se dieron en las disputas contra los maniqueos. Estos cuestionaron la benevolencia de Dios y le dieron la autoría del pecado. Si el hombre hereda de Adán la culpa y el pecado, no tenemos poder de elección. Por lo tanto, razonaron, Dios es el autor del mal. Contra estos argumentos, surgieron hombres como Cirilo de Jerusalén (313-386), Gregorio de Nisa (330-395), Gregorio de Nacianceno (329-389) y Juan Crisóstomo (347-407). Ellos no enseñaron sobre el pecado original, básicamente lo negaron al afirmar que los niños recién nacidos están exentos del pecado, aunque creían que la raza humana se vio afectada por el pecado de Adán[7].

La comprensión del libre albedrío ha ido madurando. En el siglo V, por ejemplo, tenemos en la expresión de Teodoreto (393-466), el pensamiento de que, aunque el hombre necesita la gracia divina, y sin ella es imposible dar un solo paso en el ‘camino que conduce a la virtud, la voluntad humana debe colaborar con tal gracia’, ya que existe una necesidad de sinergia ‘tanto en nuestros esfuerzos como en la asistencia divina. La gracia del Espíritu no está asegurada para aquellos que no hacen ningún esfuerzo’, al mismo tiempo que ‘sin esta gracia es imposible que nuestros esfuerzos reciban la recompensa de la virtud[8].

Al igual que Teodoreto, Teodoro de Mopsuestia (350-428) dijo que el libre albedrío pertenece a los seres racionales. En su opinión, todos los hombres tienen conocimiento del bien todo el tiempo, así como la capacidad de elegir entre lo correcto y lo incorrecto. No negó los efectos de la caída en la humanidad, y dijo que los hombres tienen una clara propensión al pecado; y que si el hombre debe pasar de este estado caído a la vida bendita reservada por Dios, es necesaria la operación de gracia del don divino en el hombre.

Saltando ocho siglos, llegamos a otra persona que hizo su enorme contribución a la doctrina del libre albedrío: Tomás de Aquino (1225-1274). Dijo que ‘en cualquier ser con entendimiento hay voluntad[9]. Su concepto de la voluntad es que es un poder para atraer o alejar lo que es comprendido por el intelecto[10]. Aunque Dios mueve la voluntad, ya que mueve toda clase de cosas según la naturaleza de la cosa movida… también mueve la voluntad según su condición, como indeterminadamente dispuesta a varias cosas, no de manera necesaria[11].

Feser explica la posición de Aquino haciendo la siguiente analogía: cuando elegimos tomar café en lugar de té, podríamos hacerlo de manera diferente. La cafetera, a su vez, no puede cambiar su función por sí sola. Esto es así porque nuestra voluntad fue la causa de beber café, mientras que algo fuera de la cafetera (los ajustes de las instrucciones, la corriente eléctrica que fluye hacia ella desde el enchufe de la pared, las leyes de la física, etc.) fue la causa de su comportamiento. Dios causa ambos eventos de una manera consistente con todo esto, es decir, mientras causa su libre elección causa algo que opera independientemente de lo que sucede en el mundo que lo rodea. Él concluye diciendo que, aunque Dios es la causa última de la voluntad y del orden causal natural, no socava la libertad del hombre, sino que la hace posible en el sentido de que, al igual que en las causas naturales, si las elecciones libres no fueran causadas por Dios, ni siquiera podrían existir[12].

1.3 La influencia calvinista

En la Edad Media, la gente a menudo buscaba una solución eterna basada en un documento firmado por el Pontífice de la Iglesia Romana. Estas indulgencias prometían hacer un pago más completo de la deuda que el pecador tiene con Dios, y aliviar futuras demandas en un supuesto purgatorio.

En estas condiciones decadentes de la teología romana medieval, surgió la Reforma Protestante y doctrinas como Sola Fide, Sola Scriptura, Solus Christus, Sola Gratia y Soli Deo Gloria fueron clamadas a viva voz. El propósito de este libro es entender mejor lo que conocemos como Arminianismo. Sin embargo, no hay posibilidad de hablar de Arminio sin comentar a Calvino.

Cuando Lutero fijó las 95 tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg, Calvino tenía ocho años. Natural de Picardía, Francia, Calvino nació en 1509 y murió en 1564 y fue sin duda un prominente teólogo protestante y líder eclesiástico, dueño de una mente brillante. Recibió una maestría en teología a principios de 1528, pero a petición de su padre comenzó a estudiar Derecho en Orleáns. Con la muerte de su padre en 1531, Calvino pudo volver a sus preferencias teológicas y se dedicó al estudio de las lenguas bíblicas y el latín. Viendo la dificultad de que hubiese una Reforma en París, Calvino se mudó a Basilea, Suiza. Allí, escribió y publicó sus Institutos en el año 1536. En sus comentarios sobre los salmos, relató haber pasado por lo que él mismo llamó «conversión súbita«, diciendo que una vez «se mantuvo obstinadamente apegado a las supersticiones del papado«, y que no era posible deshacerse de este profundo fango, pero que Dios había sometido su corazón de la obstinación de su época, a la docilidad y el conocimiento de la verdadera piedad a través de su secreta providencia[13]. Otros reformadores han desarrollado pensamientos que, junto con los de Calvino, han formado una tradición que se hoy se llama Reformada. Entre estos teólogos, podemos mencionar a Martin Bucer, Heinrich Bullinger y Ulrico Zwinglio. Esta escuela de pensamiento también se llama Calvinismo.

1.2   Jacobo Arminio

Arminio fue un teólogo holandés, nacido en Oudewater (1560 -1609). Estudió entre los años 1576 y 1582 en la Universidad de Leiden en los Países Bajos, donde más tarde enseñó desde 1603 hasta su muerte. Johann Kolmann, uno de sus profesores de teología en ese momento, creía y enseñaba que el alto calvinismo hacía de Dios un tirano y verdugo, lo que ciertamente influyó en las ideas de Arminio. En 1582, Arminio comenzó a estudiar en Ginebra, y tuvo como uno de sus maestros al reformador Teodoro Beza, sucesor de Calvino. En 1588 fue ordenado y pastoreó una iglesia en Ámsterdam.

Según el Nuevo Diccionario Internacional de la Iglesia Cristiana, cuando Calvino murió, ‘toda la responsabilidad… recayó en Beza. Beza fue jefe de la Academia [de Ginebra] y profesor, presidente del Consejo de Pastores, una poderosa influencia en los magistrados de Ginebra y un portavoz y defensor de la posición protestante reformada[14].

Lo que sabemos es que Arminio no estaba de acuerdo con las doctrinas de Calvino, basándose en dos argumentos: 1) la predestinación, según el entendimiento calvinista, tiende a hacer de Dios el autor del pecado, por haber elegido, en la pasada eternidad, quién se salvaría o no, y 2) el libre albedrío del ser humano es negado en la enseñanza de una gracia coercitivamente irresistible[15].

La teología arminiana, tal como la conocemos, no fue totalmente sistematizada durante la vida de Arminio. Después de su muerte, sus discípulos (poco más de cuarenta predicadores) cristalizaron sus ideas en un tratado, que contenía brevemente cinco puntos que rechazaban el calvinismo rígido, titulado Remonstrancia (Protesta), publicándolo el 19 de octubre de 1609, exponiendo así la posición arminiana.

1.3   El Sínodo de Dort

Esta protesta (remonstrancia), obtuvo el apoyo de estadistas y líderes políticos holandeses que habían ayudado a liberar a los Países Bajos de España. Los opositores del movimiento de protesta los acusaron de apoyar secretamente a los jesuitas y a la teología católica romana, y de simpatizar con España, aunque no existía ninguna evidencia de culpabilidad de tales acusaciones políticas.

Desde entonces, hubo mucha confusión en varias ciudades holandesas: se predicaron sermones contra los remonstrantes (arminianos), se difundieron panfletos para calumniarlos de herejes y traidores; se detuvo a personas por pensar en contra del alto calvinismo, y se celebró un sínodo nacional de teólogos y predicadores para regular tales controversias entre las ideas paradójicas del calvinismo y arminianismo.

La primera reunión del Sínodo se celebró el 13 de noviembre de 1618 y la última el 9 de mayo de 1619, a la que asistieron más de cien delegados, incluidos algunos de Inglaterra, Escocia, Francia y Suiza. El nombre «Dort» se utiliza según el idioma inglés, como si se tradujera el nombre de la ciudad holandesa de Dordrecht. 

Al finalizar el sínodo, los remonstrantes fueron condenados como herejes. Al menos doscientos de ellos fueron expulsados de los cargos que ocupaban en el liderazgo de la iglesia, y del Estado; y unos ochenta fueron exiliados o arrestados. Uno de ellos, el presbítero, estadista y filósofo Hugo Grotius (1583-1645), fue confinado en un calabozo del que luego escapó. Otro estadista (anciano y enfermo) fue decapitado públicamente. [Para más información sobre el Sínodo de Dort clic aquí.]

En este Sínodo calvinista, las ideas arminianas fueron por lo tanto rechazadas, y la doctrina calvinista establecida en sus cinco puntos, que en inglés luego formarían el acróstico TULIP: a saber: 1) depravación total, (Total depravity).  2) elección incondicional, (Unconditional election).  3) expiación limitada, (Limited atonement). 4) gracia irresistible (Irresistible grace). Y 5) perseverancia de los santos (Perseverance of the saints).

Los puntos de los remonstrantes (arminianos) van en contra de los puntos calvinistas: 1) depravación total, 2) elección condicional, 3) expiación ilimitada, 4) gracia resistible y 5) perseverancia condicional.

1.4   Mitos sobre el arminianismo

Como podemos ver, las ideas arminianas tienen una considerable disparidad con el sistema calvinista. Sobre esto, Wyncoop afirma que la línea divisoria entre estas dos tradiciones cristianas se basa en teorías opuestas sobre la predestinación. Es la encrucijada entre la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre, el pecado y la gracia, la justificación y la santificación, la fe humana y la obra del Espíritu Santo[16].

Uno de los principales mitos sobre el arminianismo es que ha sido erróneamente acusado de ser una doctrina semipelagiana, por algunos conocidos teólogos calvinistas. El semipelagianismo es una antigua herejía proveniente de las enseñanzas de los massilianos, dirigidos principalmente por Juan Casiano (433 d.C.), quien trató de encontrar un punto medio entre los extremismos de Pelagio y los de Agustín, que defendía la elección incondicional sobre la base de que todos los hombres nacen espiritualmente muertos y son culpables del pecado de Adán. Casiano creía que la gente es capaz de volverse a Dios incluso sin ninguna infusión de gracia sobrenatural, esto fue condenado por el Segundo Consilio de Orange en el año 529[17].

El teólogo nazareno H. Orton Wiley, muestra que el sistema semipelagiano sostenía erróneamente que ‘quedaba suficiente poder en la voluntad depravada para dar el primer paso hacia la salvación, pero no lo suficiente para completarla’. Él concluye mostrando que este pensamiento es erróneo, y que el hombre por sí solo no está en condiciones de acercarse a Dios, sino que ‘esto debe ser hecho por la gracia divina’[18].

Esta es la gracia previniente que precede, prepara y capacita al hombre ‘para convertirse del pecado a la justicia, para creer en Jesucristo para el perdón y la purificación de los pecados, y para practicar obras agradables y aceptables[19]; porque los seres humanos, a través de la caída de Adán ‘se han tornado depravados, de modo que ahora son incapaces de volverse y rehabilitarse por sus propias fuerzas y obras, y, de esta manera, renovar la fe y la comunión con Dios[20].

Uno de los principales eruditos arminianos de hoy en día, el Dr. Roger Olson, en una defensa de la centralidad de la doctrina arminiana en Dios, y no en el hombre como dicen ciertos calvinistas; comenta que estos críticos suelen basarse en tres argumentos: 1) que el arminianismo se centra demasiado en la bondad y capacidad humanas, especialmente en el campo de la redención, 2) que limita a Dios al sugerir que la voluntad de Dios puede ser frustrada por las decisiones y acciones humanas, y 3) que pone demasiado énfasis en la realización y la felicidad humana al descuidar el propósito de Dios que es glorificarse a sí mismo en todas las cosas.

Olson argumenta su defensa con bastante fuerza en este artículo, y comenta que ‘muy raramente los críticos mencionan a algún teólogo arminiano, o citan al propio Arminio para apoyar estas acusaciones’ y que la mayoría de estos críticos desconocen el arminianismo clásico; y por lo tanto tienen una comprensión preconcebida, y consecuentemente superficial del tema[21]. En contrapartida, el pensamiento calvinista es concebido por los arminianos como un sistema que, en última instancia, hace del decreto divino la causa primaria de la salvación, mientras que la muerte de Cristo se convertiría así en una causa secundaria y subsidiaria, no absolutamente esencial para la salvación, sino un eslabón en una cadena predeterminada de acontecimientos[22].

1.5   Consideraciones finales

Nuestra percepción no es diferente: muchos son los que aún no han entendido, y no han conocido la doctrina de la salvación desde el punto de vista arminiano; y lamentablemente, algunos hermanos no han logrado abrir la cabeza para disfrutar de la verdadera unidad en la diversidad[23].

A pesar de las diferencias, ambas posiciones tienen verdades esenciales que pueden, y deben, unirnos en Cristo. Nos identificamos con una cierta línea teológica y la defendemos, pero esto no puede crear partidismo, hasta el punto de decir: ‘Yo soy de Pablo; o yo de Apolo; o yo soy de Cefas; (o yo de Arminio; o yo de Calvino;) o yo de Cristo. ¿Está dividido Cristo? ¿Pablo fue crucificado por tu causa? ¿O fuiste bautizado en el nombre de Pablo?’ (1Co. 1:12,13 – paráfrasis mía).

John Wesley dijo que: ‘¿No es deber de todo predicador arminiano, no utilizar nunca, en público o en privado, la palabra calvinista en términos de reproche, teniendo en cuenta que esto equivaldría a poner apodos o calificativos? Tal práctica no es compatible con el cristianismo ni con el buen criterio o los buenos modales[24]. Para él, la norma de un metodista no era distinguir a los cristianos de los cristianos, sino distinguirse los cristianos de los incrédulos: ‘¿Es recto tu corazón así como el mío es recto con el tuyo? No hago más preguntas. Si lo es, dame tu mano. No destruyamos la obra de Dios por opiniones o palabras. ¿Amas tú a Dios y le sirves? Es suficiente. Te doy la mano derecha de la fraternidad[25].

El Dr. Augustus Nicodemus, un famoso teólogo brasileño de pensamiento calvinista, confirma que tenemos puntos en común diciendo que ‘los arminianos y los calvinistas están de acuerdo en que Dios tiene un plan, que Él controla la historia, que no hay casualidades, y que Él conoce el futuro. Ambos aceptan la Biblia como la Palabra de Dios y quieren ser guiados por ella[26].

Que podamos, como Iglesia, cumplir la misión que se nos ha ordenado, después de todo, todos hemos sido ‘elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo’ [1 Pedro 1:2].

[1] Agustín, Enarrationes in Psalmos 89.4.

[2] Agustín,  De gratía Christi et Peccatum Originale 1.25

[3] Agustín,  De gratia et libero arbítrio  31.  De Spiritu et Littera 52.

[4] KELLY, J. N. D. Patrística: Origem e desenvolvimento das doutrinas centrais da fé cristã. Vida Nova, 1994, p. 125

[5] Ibid, p. 131.

[6] Ibid, p. 134.

[7] [N.T.] Cabe destacar que la doctrina del pecado original se desarrolló verdaderamente a partir de Agustín, e influyó grandemente a la Iglesia latina. Por el contrario, los Padres Griegos (obispos y teólogos de la Iglesia oriental) no enseñaron nunca sobre el pecado original, es tan así que la Iglesia Ortodoxa Griega no creyó nunca en la doctrina del pecado original sino en la del pecado ancestral.

[8] KELLY, J. N. D. Patrística: Origem e desenvolvimento das doutrinas centrais da fé cristã. Vida Nova, 1994, p. 283.

[9] AQUINO, Tomás de. Suma Teológica 1.19.1.

[10] AQUINO, Tomás de. Suma Contra Gentios IV. 19.

[11] AQUINO, Tomás de. Questões disputadas sobre o mal 6

[12] FESER, Edward. Aquinas, a Begginefs Guide. One World, 2009, pp. 150-1 51

[13] CALVINO, João. Comentário de Salmos. Volume I. Fiel, 2009, p. 32.

[14] SCHNUCKER, Robert. Theodore Beza, in: The new intemational dictionary of the Christianchurch. Grand Rapids, Zondervan, 1974, p. 126.

[15] HORTON, Stanley (Org.). Teologia Sistemática: uma perspectiva pentecostal. CPAD, 1996, pp. 54-55.

[16] WYNKOOP, Mildred Bangs. Fundamentos da Teologia Arminio Wesleyana. Casa Nazarena, 2004, p. 17.

[17] [N.T.] Es preciso destacar que Juan Casiano nunca fue condenado por la Iglesia, por el contrario, tanto la iglesia Católica como la Ortodoxa lo consideran santo, y padre de la Iglesia. En realidad Casiano era anti-pelagiano, pero no simpatizaba con el pre-determinismo fatalista de Agustín. El Concilio de Orange terminó condenando tanto al semi-pelagianismo como al pre-determinismo.

[18] WILEY, H. Orton. Christian Theology. Beacon Hili Press, 1941. p. 103.

[19] Manual da Igreja do Nazareno, p. 29

[20] Ibid. p. 28

[21] OLSON, Roger. Arminianism is God-centered theology. Disponível em: <http:// http://www.patheos.com/blogs/rogereolson/2010/ll/arminianism-is-god-centered-theology/>. Acesso em 05/04/2013.

[22] WYNKOOP, Mildred Bangs. Op. Cit., p. 33

[23] Para un estudio más profundo de la doctrina arminiana, ver el trabajo recientemente traducido de Olson, en el que intenta desmitificar al menos diez suposiciones erróneas sobre el pensamiento de Arminio: OLSON, Roger. Teología arminiana: mitos y realidades.

[24] Obras de John Wesley, Tomo VIII, Tratados Teológicos, ¿Qué es un arminiano? Wesley Heritage    Foundation

[25] Obras de John Wesley, Tomo V, El carácter de un metodista. Wesley Heritage Foundation

[26] NICODEMUS, Augustus. Paganismo versus Cristianismo Acaso ou Desígnio Divino? Revista Defesa da Fé. Ano 12, n° 89 – Janeiro/Fevereiro de 2011, p.55.

Atanasio y la Expiación Ilimitada

“Atanasio de Alejandría (295-373), llamado también «el grande», es la gran figura de la Iglesia del siglo IV. Por su defensa de la fe de Nicea, en la divinidad del Verbo encarnado, se le ha llamado el «Padre de la ortodoxia» y la «columna de la Iglesia». Su influencia en la historia de la teología y en la vida de la Iglesia fue decisiva. Constituye el honor más preclaro de la sede patriarcal de Alejandría. Fue el tipo del verdadero «hombre de Iglesia», sin más intereses que los de Jesucristo y los de su plan de salvación sobre los hombres.» [ATANASIO, La Encarnación del Verbo. Ed. Ciudad Nueva, Introducción, p. 5]

 

Extractos de la obra de Atanasio La Encarnación del Verbo 

 

I. 7. Puesto que es el Verbo del Padre y está por encima de todos, consecuentemente solo él era capaz de recrear el universo y sólo él era apropiado para padecer por todos y ser mensajero de todos ante el Padre.

II. 8. Por esta razón el incorpóreo e incorruptible e inmaterial Verbo de Dios aparece en nuestra tierra; no es que antes hubiera estado alejado, pues ninguna parte de la creación estaba vacía de él, ya que él llena todos los seres operando en todos en unión con su Padre. Pero en su benevolencia hacia nosotros condescendió en venir y hacerse manifiesto. Pues vio el género racional destruido y que la muerte reinaba entre ellos con su corrupción; y vio también que la amenaza de la transgresión hacía prevalecer la corrupción sobre nosotros y que era absurdo abrogar la ley antes de cumplirla; y vio también qué impropio era lo que había ocurrido, porque lo que él mismo había creado, era lo que perecía; y vio también la excesiva maldad de los hombres, porque ellos poco a poco la habían acrecentado contra sí hasta hacerla intolerable; y vio también la dependencia de todos los hombres ante la muerte, se compadeció de nuestra raza y lamentó nuestra debilidad y, sometiéndose a nuestra corrupción, no toleró el dominio de la muerte, sino que, para que lo creado no se destruyera ni la obra del Padre entre los hombres resultara en vano, tomó para sí un cuerpo y éste no diferente del nuestro.

Y así, tomando un cuerpo semejante a los nuestros, puesto que todos estamos sujetos a la corrupción de la muerte, lo entregó por todos a la muerte, lo ofreció al Padre, y lo hizo de una manera benevolente, para que muriendo todos en él se aboliera la ley humana que hace referencia a la corrupción (porque se centraría su poder en el cuerpo del Señor y ya no tendría lugar en el cuerpo semejante de los hombres), para que, como los hombres habían vuelto de nuevo a la corrupción, él los retornara a la incorruptibilidad y pudiera darles vida en vez de muerte, por la apropiación de su cuerpo, haciendo desaparecer la muerte de ellos, como una caña en el fuego, por la gracia de la resurrección.

9. Convenciéndose, pues, el Verbo de que la corrupción de los hombres no se suprimiría de otra manera que con una muerte universal, y dado que no era posible que el Verbo muriera, siendo inmortal e Hijo del Padre, tomó por esta razón para sí un cuerpo que pudiera morir, para que éste, participando del Verbo que está sobre todos, llegara a ser apropiado para morir por todos y permaneciera incorruptible gracias a que el Verbo lo habitaba, y así se apartase la corrupción de todos los hombres por la gracia de la resurrección. En consecuencia, como ofrenda y sacrificio libre de toda impureza, condujo a la muerte el cuerpo que había tomado para sí, e inmediatamente desapareció de todos los semejantes la muerte por la ofrenda de uno semejante. Puesto que el Verbo de Dios está sobre todos, consecuentemente, ofreciendo su propio templo y el instrumento corporal como sustituto por todos, pagaba la deuda con su muerte; y como el incorruptible Hijo de Dios estaba unido a todos los hombres a través de un cuerpo semejante a los de todos, revistió en consecuencia a todos los hombres de incorruptibilidad por la promesa referente a su resurrección. 

10.  En verdad, era especialmente conveniente a la bondad de Dios esta gran obra. Pues si un rey ha construido una casa o una ciudad y los ladrones la atacan por la negligencia de sus habitantes, él no la abandona en absoluto, sino que como obra propia la defiende y la salva, no preocupándose de la negligencia de sus habitantes, sino de su propio honor. Con mucha más razón Dios, el Verbo del Padre absolutamente bueno, no descuidó la estirpe de los hombres que él había creado y que se encaminaba a la corrupción, sino que con la ofrenda de su propio cuerpo borró la muerte que les había afectado y corrigió su negligencia con su enseñanza y reformó toda la condición humana con su poder. Pueden ratificar esto también los teólogos que hablan del propio Salvador, si se leen sus escritos donde dicen: Pues el amor de Cristo nos fuerza, cuando juzgamos esto, a pensar que si uno murió por todos, entonces todos murieron; y murió por todos, para que nosotros ya no vivamos por nosotros mismos, sino por él, que murió y resucitó por nosotros de entre los muertos, nuestro Señor Jesucristo [2 Cor 5:14-15]. Y de nuevo: Vemos al que fue hecho un poco inferior a los ángeles, Jesús, coronado de honor y gloria por la pasión de su muerte, para que, por la gracia de Dios, degustara la muerte por todos [Heb 2:9].  

11. Dios, que posee el dominio sobre todas las cosas, cuando creó la estirpe de los hombres a través de su propio Verbo, observó la debilidad de su naturaleza, que no era capaz de conocer por sí misma a su creador ni de hacerse en absoluto una idea de Dios. De hecho Dios es increado, mientras que las cosas han sido creadas de la nada, y es incorpóreo, mientras que los hombres han sido modelados aquí abajo en un cuerpo; así pues vio que era total el abandono de las criaturas hacia la compresión y el conocimiento del hacedor. Se compadeció de nuevo del género humano, porque era bueno, y no los dejó vacíos de su conocimiento, para que no tuvieran una existencia inútil. Pues, ¿qué provecho habría para las criaturas, si ellas no conocían a su propio creador? ¿Cómo serían racionales, si no conocían al Verbo del Padre, en el que además habían nacido? Pues nada podría distinguirlos de los animales irracionales, si no conocían nada más que las cosas terrenales. Y además, ¿por qué Dios los había creado, si no quería ser reconocido por ellos?

13. Dado que los hombres se comportaban de una manera tan irracional y que el error demoníaco arrojaba por todas partes su sombra y ocultaba el conocimiento del verdadero Dios, ¿qué debía hacer Dios?; ¿callar ante cosas tales y abandonar a los hombres, para que fueran engañados por los demonios no conocieran a Dios? Pero entonces, ¿qué necesidad habría habido de que el hombre naciera desde un principio a imagen de Dios? O bien debía haber nacido simplemente como un ser irracional, o una vez nacido racional, no vivir la vida de los seres irracionales. ¿Qué necesidad había en absoluto de que él alcanzara el conocimiento de Dios desde un principio? Pues si ahora no es digno de alcanzarlo, no era preciso que se le hubiera dado en el principio.

15. Los hombres volvieron la espalda a la contemplación de Dios y, como hundidos en un abismo, tenían sus ojos dirigidos hacia abajo, buscaban a Dios en la creación y en las cosas sensibles, colocando a hombres mortales y a demonios como dioses para sí. A causa de esto, el benevolente y común Salvador de todos, el Verbo de Dios, tomó para sí un cuerpo, vivió como un hombre entre los hombres y sometió los sentidos de todos los hombres, para que los que piensan que Dios está en las cosas corporales, comprendan la verdad mediante las obras que el Señor realiza a través de las acciones de su cuerpo, y a través del él tomen conocimiento del Padre.

16. Pues el Verbo se despliega en todas partes, arriba y abajo, en la profundidad y en la superficie; arriba, en la creación; abajo, en la encarnación; en la profundidad, en el infierno; en la superficie, en el mundo. Todo está lleno del conocimiento de Dios; por esta razón no realizó, inmediatamente después de su venida el sacrificio por todos entregando su cuerpo a la muerte, y haciéndolo resucitar para hacerse por ello invisible, sino que se hizo visible a través de éste, permaneciendo en él y realizando tales obras y dando tales señales que lo hacían conocer ya no como hombre, sino como el propio Dios Verbo.

V.20.  Pero quedaba todavía por pagar la deuda de todos, pues, como he dicho anteriormente, todos debían morir y ésa fue la causa principal de su venida entre nosotros. Después de haber mostrado su divinidad con sus obras, le faltaba ofrecer el sacrificio por todos entregando a la muerte el templo de su cuerpo, a fin de hacer a todos independientes y libres de la antigua transgresión; allí se revelaría superior a la muerte, mostrando en su propio cuerpo incorruptible las primicias de la resurrección universal. […] La muerte era necesaria y debía ocurrir por todos, para pagar la deuda de todos. Por esto, como he dicho ya, dado que el Verbo no podía morir (pues era inmortal), tomó para sí un cuerpo que pudiera morir, a fin de ofrecerlo por todos como su bien propio y, sufriendo por todos los hombres en este cuerpo en el que había venido, reducir a la nada al que detenta el poder de la muerte, es decir, al diablo y librar así a los que, por temor a la muerte, estaban durante toda su vida sometidos la esclavitud [Heb 2:14-15]. 

21. Por esta razón murió por la redención de todos, pero no conoció la corrupción», pues resucitó intacto, porque el cuerpo no era de ningún otro, sino de la vida misma.

22. El Señor se cuidaba especialmente de la resurrección que iba a operar en su cuerpo; mostrarla a todos era el trofeo de su victoria sobre la muerte y era obra suya convencer a todos de que la corrupción había cesado y de que se había reconquistado la incorruptibilidad de los cuerpos, de la cual ofrecía a todos, como prueba y muestra de que la futura resurrección sería universal, la incorruptibilidad de su propio cuerpo.

25. Además, si la muerte del Señor es una redención para todos y esta muerte abate el muro de separación y llama a los gentiles, ¿cómo nos habría llamado, si no hubiera sido crucificado? Pues únicamente es en la cruz donde se muere con las manos extendidas. Era, además, conveniente que el Señor sufriese esa muerte y extendiese las manos: con una atraería al pueblo antiguo, con la otra a los gentiles y reuniría a ambos en sí. El mismo lo ha dicho al indicar qué muerte utilizaría para redimir a los hombres: Cuando sea elevado, atraeré a todos hacia mí [Jn 12:32]… Pues el Verbo mismo no tenía necesidad de que se le abriesen las puertas, puesto que es el Señor de todo; ninguna de las criaturas estaba cerrada a su creador; pero éramos nosotros quienes teníamos necesidad de él y él nos ha elevado por medio de su propio cuerpo. Para todos lo ha ofrecido a la muerte y por él nos ha franqueado el camino que sube a los cielos.

VI.32. Por tanto, puesto que los demonios lo reconocen y sus obras dan testimonio de él cada día, debería ser evidente (y nadie debería resistir impúdicamente a la verdad) que el Salvador ha resucitado su propio cuerpo y que es el verdadero Hijo de Dios, del cual procede como el propio Verbo nacido del Padre, su Sabiduría y su Poder, quien en estos últimos tiempos ha tomado un cuerpo para la salvación de todos, ha enseñado a toda la tierra el conocimiento de su Padre, ha reducido la muerte a la nada, ha otorgado a todos la gracia de la inmortalidad por la promesa de la resurrección, resucitando su cuerpo como primicia de ésta y mostrando en el signo de la cruz el trofeo de su victoria sobre la muerte y sobre su corrupción.

VII.36. ¿Cuál es, pues, aquel de entre los santos profetas o los antiguos patriarcas que ha muerto en la cruz para la salvación de todos? ¿Quién ha sido herido y llevado a la muerte para la curación de todos?

37. ¿Quién entre aquellos de los que da testimonio la Escritura ha tenido las manos y los pies clavados, ha sido colgado del madero y ha muerto en la cruz para salvación de todos?… Pero aquel del que las Escrituras anuncian que sufre por todos, no es simplemente un hombre, sino que se dice que es la vida de todos, aunque sea por naturaleza semejante a los hombres… No se encuentra en las Escrituras ningún otro más que el común Salvador de todos, el Dios Verbo, nuestro Señor Jesucristo… Su muerte ha ofrecido la salvación a todos y la creación entera ha sido redimida. El es la vida de todos y él es quien, igual que una oveja, entregó su cuerpo a la muerte, como víctima por la salvación de todos, aunque los judíos no quieran creerlo.

40. Pero si, como vemos, no tienen ya ni rey, ni profeta, ni Jerusalén, ni sacrificio, ni visión, sino que toda la tierra está llena del conocimiento de Dios, y los gentiles abandonan su impiedad para creer en el Dios de Abraham mediante el Verbo, nuestro Señor Jesucristo, debería ser evidente, incluso para los más impúdicos, que Cristo ha venido, que ha iluminado absolutamente a todos los hombres con su luz y que ha impartido la verdadera y divina enseñanza acerca de su Padre.

VIII. 43.¿ Qué hay, pues, de extraño para nosotros en decir que, vagando la humanidad a la deriva, ha venido el Verbo a asentarse en ella y ha aparecido como un hombre, para salvarla de la tempestad con su guía y su bondad?

Recopilación de textos y publicación: Gabriel Edgardo Llugdar, para Diarios de Avivamientos 2019

Calvino y Agustín, La Predestinación Eterna de Dios.

Juan Calvino escribió en 1551 un tratado titulado De la Predestinación Eterna de Dios, su propósito principal fue atacar (entre otros) a Alberto Pighio, un teólogo católicorromano holandés que se había atrevido a cuestionar la particular visión de Calvino sobre la predestinación, la cual afirmaba «que Dios, por Su eterna buena voluntad (para la cual no hubo otra causa que Su propósito), marcó para salvación a aquellos a quienes le plugo, y desechó al resto«

Calvino, apoyándose como siempre en el brazo represor del Estado, dirige esta apología a «los Síndicos y al Senado de Ginebra«, a los cuales les agradece por «ser esforzados y sinceros defensores de nuestra santa causa«, y les anima a seguir defendiendo esa doctrina «que ustedes han protegido mediante su favor y autoridad«, y ya que Calvino considera que quien se opone a él se opone directamente a la verdad, les recuerda a los gobernantes que todo opositor «merece el desprecio tanto de los gobernantes como de los ministros de Cristo, con ánimo resuelto y mente exaltada«.

Imperdible es esta porción del prefacio de la obra:

«Y además, dado que estos dos sujetos (Pighio y Georgio el Siciliano)  son enemigos conocidos y declarados del Evangelio, y uno de ellos, atacando a Calvino por nombre, ha proclamado guerra con nosotros y con esta Iglesia […] Conceda Dios, nobles y excelentes Señores, que (según hasta ahora lo han cumplido con la más alta alabanza) por su infatigable fe y autoridad, lleguen hasta el fin en la defensa de la doctrina pura del Evangelio de Cristo

Quien atacaba a Calvino atacaba «la doctrina pura del Evangelio«. Es por ello que en los dos primeros capítulos de esta obra no duda en utilizar contra aquellos que se atrevieron a rechazar sus Instituciones de la Religión Cristiana los calificativos más despectivos, como: «indigno individuo«, «ignorante ser«, «perro insolente»,  «insípido animal«, «loco«, «hombre de veras ignorante y más digno de desprecio que de ningún género de mención pública«, «depravado individuo«,  «Pighio y Georgio el siciliano, un par de bestias inmundas de quienes no se puede decir que de ningún modo estén mal apareadas«, «monstruo sin ojos«, «monstruo furioso«, «hedionda pocilga de cerdos«, «un individuo falto de una mente sana«; y cuando por fin muere Pighio, dice Calvino que ya no es necesario «insultar a un perro muerto«.

Calvino no tolera que sus oponentes se atrevan a enseñar «que la gracia de Cristo se ofrezca a todos  los seres humanos igualmente«, para él la gracia solo se ofrece a un grupo de seres humanos elegidos «aquellos cuyas mentes y corazones Dios obliga» (Calvino, capítulo 4), para el resto, «los desechados» que fueron creados para la condenación, no les queda otra opción que el infierno: «Dios predestina a algunos para destrucción desde que son creados» (Calvino, capítulo 5).

Afirmar que el calvinismo es agustinianismo a la máxima expresión, está más que justificado cuando se lee este tratado de Calvino. Obviamente nos referimos al Agustín tardío, cuando hacia el final de su vida se aparta de las doctrinas soteriológicas que enseñaba la iglesia primitiva (en las cuales él había creído también al principio) y se lanza en vuelos especulativos que lo llevan a formular doctrinas extrañas al consenso unánime de los Padres de la Iglesia. Pero es tal la devoción que Calvino le tiene a Agustín, que no se cansa de alabarlo y de repetir sus enseñanzas como si fuesen dogmas infalibles. En los primeros 6 capítulos de su libro De la Predestinación Eterna de Dios, Calvino menciona o cita unas 44 veces a Agustín, a quien le llama «el santo varón», «el santo padre», «el admirable», etc.

Cualquiera que haya leído los escritos antipelagianos de Agustín, sobre todo los seis libros contra Juliano de Eclana, notará cómo Agustín, en su afán por responder a todos los argumentos de Juliano, va llevando el tema de la predestinación hasta límites extremos. Todo esto surge a raíz de un interrogante que carcome a Agustín: ¿por qué entre dos niños, que ni tienen fe ni buenas obras, uno muere siendo bautizado y el otro muere sin ser bautizado? Y como Agustín creía que el bautismo es la regeneración, enseñaba que un niño bautizado era salvo si moría, y en cambio, un niño no bautizado se iba al infierno aunque fuese hijo de los más piadosos y cristianos padres. Ante esta terrible inquietud, Agustín encuentra la solución al problema: Dios debe haber predestinado uno al cielo y otro al infierno, sin necesidad de obras o de preveer la fe en ellos; por lo cual a uno de ellos Dios permitió que fuera bautizado y al otro Dios no le permitió llegar al bautismo antes de su muerte. ¡Eureka! Agustín ha encontrado la solución al dilema que lo atormentaba; y esta conclusión que nace a partir de la situación de dos tiernos niños en igualdad de condiciones (pero que uno fue bautizado y se va al cielo y el otro por no estar bautizado es lanzado al infierno) la aplica también con los adultos: todo está en la predestinación.

Agustín,  al igual Calvino, al encontrarse con alguno que les reprocha esta limitación de la omnibenevolencia divina, recurren al texto que (para ellos) tapa todos los agujeros que plantea la doctrina de la doble predestinación incondicional:

Romanos 9:15-18 Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.

Obviamente que este texto bíblico leído así, ignorando su contexto inmediato, parecería respaldar la doctrina agustino-calvinista; pues Pablo afirma que Dios «tiene misericordia de quien quiere», pero afortunadamente la carta a los Romanos no termina allí. Si continuamos leyendo, el mismo apóstol se encarga de revelarnos a quienes Dios muestra su misericordia; según Agustín y Calvino la misericordia de Dios para salvación es solo para un grupo selecto de elegidos, pero ¿qué dice el apóstol Pablo?

Romanos 11:30-32 Pues como vosotros (los gentiles) también en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos (los judíos),  así también éstos ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen misericordia.
Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.

Este es uno de los pasajes más claros de la Escritura acerca de la omnibenevolencia de Dios, y que responde directamente (y despeja toda duda) acerca de la afirmación «Dios tiene misericordia de quien quiere». Ante la pregunta ¿y de quienes quiere tener misericordia Dios? Pablo nos responde que Dios ha querido tener misericordia de TODOS.

TODOS, tanto judios como gentiles, han sido culpables ante Dios por desobediencia; por lo tanto Dios ha mostrado misericordia a TODOS. O como lo expresa la NVI a modo de conclusión de toda la discusión:

Romanos 11:32 En fin, Dios ha sujetado a todos a la desobediencia, con el fin de tener misericordia de todos.

Cuando los oponentes teológicos de Calvino le presentan este texto tan claro, su respuesta es asombrosa:

«Otra Escritura que le hilvana a su argumento (Pighi) es de Pablo, quien declara, dice él, que «Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos». ¡Como si en este pasaje Pablo discutiera el número de hombres! Por el contrario, está loando, en abstracto, la gracia de Dios hacia todos nosotros que recibimos salvación. Con toda certeza, nada más lejos del pensamiento del apóstol que la extensión de la misericordia de Dios a todos los hombres.»  (Calvino, De la Predestinación Eterna, Capítulo 6)

¿Realmente podemos estar de acuerdo con Calvino en que «nada más lejos del pensamiento del apóstol que la extensión de la misericordia de Dios a todos los hombres?

Dejemos que Pablo nos revele con certeza su verdadero pensamiento acerca de la extensión de la misericordia de Dios:

Romanos 11:12,15 Y si su transgresión {la de los judíos} es la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plena restauración?
Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos?

2 Corintios 5:18,19 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;  que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.

2 Corintios 5:14,15 Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron;  y por todos murió,

1 Timoteo 2:1-6 Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad.  Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador,  el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,  el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.

1 Timoteo 4:9,10 Palabra fiel es esta, y digna de ser recibida por todos. Que por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen.

Tito 2:11 Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres,

Tito 3:4 Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres 

O cuando Pablo dice en en la misma carta a los Romanos 5:6: «Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos», ¿alguno se atreverá a afirmar que esos impíos eran solamente «los elegidos», o es que los réprobos no se incluyen dentro de «los impíos»? Y aunque inmediatamente después Pablo pase a hablar de «nosotros», no dice anteriormente que Cristo murió «por nosotros los elegidos» sino «por los impíos», esta afirmación no es excluyente sino inclusiva de toda la humanidad.

Después de leer los textos bíblicos anteriores, la afirmación hecha por Calvino acerca de que «nada más lejos del pensamiento del apóstol que la extensión de la misericordia de Dios a todos los hombres» se desmorona completamente. Y a menos que pensemos que Pablo escribía una cosa y pensaba todo lo contrario, o que carecía de recursos linguísticos para poder escribir «los elegidos» en lugar de «todos los hombres», estamos obligados a rechazar esta visión tan pobre y elitista del amor de Dios que tenían tanto Agustín (en su última etapa) como su más devoto admirador: Calvino.

Finalmente, recordemos que la explicación del texto de Romanos 9:18

De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.

Se encuentra en el contexto inmediato de la misma carta de Romanos, en el capítulo 11:32

Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.

Artículo de Gabriel Edgardo LLugdar – Diarios de Avivamientos 2019

Dios ama a la humanidad y ofrece su salvación a todos – Clemente de Alejandría

En su obra Protréptico (Exhortación) a los Griegos, Clemente de Alejandría (150-215 d.C), erudito teólogo y director de una de las escuelas teológicas más famosas de la antigüedad, hace una invitación a todos los paganos a que abandonen los ídolos y vengan a Cristo. En esta obra apologética de la fe cristiana encontraremos algunas de las doctrinas fundamentales de los Padres de la Iglesia: Dios ama a todos los hombres (Omnibenevolencia), y a todos extiende la invitación a la salvación (Expiación Ilimitada y Gracia Preveniente); el hombre puede elegir entre rechazar la gracia divina y ser condenado o creer en Cristo y recibir la vida eterna (Gracia Resistible – Libre Albedrío – Elección Condicional). En esta obra podremos contemplar claramente el pensamiento sinergista que predominaba universalmente en la Iglesia primitiva.

Protréptico (Exhortación) a los Griegos

(extractos)

Capítulo I. 4.3. Por otra parte, [Jesús] también en otro lugar llamó “raza de víboras” (Mt 3,7; Lc 3,7) a algunos que escupían veneno y a los astutos hipócritas que ponían impedimentos a la justicia; no obstante, si una de estas víboras cambia voluntariamente y sigue al Verbo, se convierte en hombre de Dios. 6.1. ¿Qué desea el instrumento, el Verbo de Dios, el Señor y el canto nuevo? Abrir los ojos de los ciegos, destapar los oídos de los sordos, conducir hacia la justicia a los lisiados y a los extraviados, mostrar a Dios a los hombres insensatos, detener la corrupción, vencer a la muerte y reconciliar con el Padre a los hijos desobedientes. 6.2. El instrumento de Dios ama a los hombres: el Señor se apiada, educa, estimula, advierte, salva, protege y como recompensa añadida de nuestro aprendizaje promete el reino de los cielos, aprovechándose de nosotros únicamente en eso, en que seamos salvados. En efecto, el mal apacienta la corrupción de los hombres; pero lo mismo que la abeja no maltrata nada de lo existente, la verdad se felicita únicamente de la salvación de los hombres8.3. El Salvador es elocuente e ingenioso respecto a la salvación de los hombres: rechazando advierte, amonestando duramente convierte, lamentándose se compadece, salmodiando invita, habla por medio de la zarza (aquellos [hombres] tenían necesidad de señales y prodigios), y con el fuego asusta a los hombres, encendiendo la llama de una columna, ejemplo de gracia y temor a la vez: si obedeces, [tendrás] la luz, si desobedeces, el fuego. 8.4. Pero tú, en cambio, si no crees en los profetas y consideras una fábula tanto a esos hombres como al fuego, el mismo Señor te dirá que, “existiendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a la cual aferrarse, sino que se anonadó a sí mismo”, Él, que es Dios compasivo y desea ardientemente salvar al hombre. 9.1. ¿Acaso no es absurdo, amigos, que Dios nos estimule siempre a la virtud, y que nosotros evitemos la ayuda y aplacemos la salvación?

Capítulo VIII.77.1. […] Las divinas Escrituras, además de un género de vida prudente, son caminos cortos de salvación; desnudas de adorno, sonido agradable, originalidad y de adulación, levantan al hombre vencido por la maldad y refuerzan lo resbaladizo que hay en la vida; con una única y la misma palabra ofrecen muchos servicios: nos apartan del error funesto y nos empujan con claridad hacia la salvación manifiesta. 77.3. Comparando mediante gran inspiración divina el error con la tiniebla, el conocimiento de Dios con el sol y la luz, y cotejando ambas cosas con sensatez, nos enseña [cuál debe ser] la elección. Ciertamente, el engaño no se disipa por comparación con la verdad; se destierra forzándolo con la práctica de la verdad. 80.2. “¿Hasta cuándo, perezoso, estarás acostado? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño?” (Proverbios 6,9). “Si fueras diligente, te llegaría tu cosecha como una fuente” (Proverbios 6,11), que es el Verbo del Padre, la buena lámpara, el Señor que trae la luz, la fe y la salvación para todos. 80.3. “El Señor que hizo la tierra con su poder -como dice Jeremías-, cimentó el universo con su sabiduría” (Jr 10,12). En verdad, habiendo caído nosotros en los ídolos, la Sabiduría, que es su Verbo, nos encamina hacia la verdad. 81.1. Ahora el Señor, compadeciéndose, nos entrega el canto salvador, semejante a un paso de marcha: “Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo serán ultrajadores? ¿Por qué aman la vanidad y buscan el engaño?” (Sal 4,3). ¿Cuál es la vanidad y cuál el engaño? 81.2. El santo Apóstol del Señor, acusando a los griegos, te lo explicará: “Porque conociendo a Dios no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que fueron insensatos en sus razonamientos (Rm 1,21), y cambiaron la gloria de Dios en la representación de una imagen del hombre corruptible (Rm 1,23), y sirvieron a la criatura en lugar del Creador” (Rm 1,25). 81.3. Ciertamente Dios es el mismo, el que al principio hizo el cielo y la tierra (Gn 1,1); pero tú no piensas en Dios, sino que adoras el cielo, y ¿cómo no vas a ser impío?

Capítulo IX.82.1. También podría citarte innumerables textos de los que ni siquiera pasará un solo trazo, que no llegue a cumplirse. Porque la boca del Señor -el Espíritu Santo- lo ha dicho. “Por tanto, hijo mío, no desdeñes -dice [la Escritura]- las lecciones del Señor, ni te enfades al ser corregido por Él” (Proverbios 3,11). 82.2. ¡Cuan grande es el amor [que tiene] a los hombres! No se comporta como el maestro con los alumnos, ni como el señor con los siervos, ni como un dios con los hombres, sino como un tierno padre que amonesta a los hijos. 82.3. Así, Moisés reconoce que estaba aterrorizado y  temblando (Hb 12,1), al oír hablar sobre el Verbo; en cambio, tú ¿no temes cuando oyes hablar del Verbo de Dios? ¿No te turbas? ¿No tomas precauciones a la vez y te apresuras en conocer, es decir, te apresuras hacia la salvación, temiendo la cólera, deseando la gracia y buscando con ardor la esperanza, para evitar el juicio? 82.4. Vengan, vengan, mi grupo de jóvenes: “Porque si no se hacen de nuevo como niños y vuelven a nacer” (Mt 18,3), según dice la Escritura, no recibirán al que es en realidad Padre, ni tampoco entrarán nunca en el reino de los cielos (Mt 18,3). ¿Cómo, en verdad, va a permitir entrar a uno extraño? 82.5. Sin embargo, cuando sea inscrito, nombrado ciudadano y reciba al Padre, entonces me parece que estará en las cosas del Padre (Lc 2,49), entonces será considerado digno de heredar y entonces participará con el Hijo legítimo, el amado, del reino paterno. 83.1. No obstante, ahora hay algunos tanto más ateos cuanto más amigo de los hombres es Dios; ciertamente Él quiere que de esclavos nosotros lleguemos a ser hijos, pero ellos incluso han despreciado con orgullo llegar a ser hijos. ¡Qué gran necedad! ¡Se avergüenzan del Señor! 83.2. Él anuncia la libertad, pero ustedes huyen hacia la esclavitud. Regala la salvación, pero ustedes se rebajan a la mera condición humana. Les concede eternidad, pero ustedes esperan pacientemente el castigo, y toman precauciones contra el fuego que el Señor preparó para el diablo y sus ángeles (Mt 25,41). 84.1. Cuando un testimonio como ese demuestra la necedad de los hombres y proclama a Dios, ¿qué otra cosa falta a los incrédulos, si no juicio y castigo? Ahora bien, el Señor no se cansa de aconsejar, amedrentar, incitar, fomentar y recordar; ciertamente despierta y levanta de la tiniebla misma a los extraviados. 84.2. “Despierta -dice- tú que duermes, álzate de entre los muertos, y Cristo, el Señor, te iluminará” (Ef 5,14); es el sol de la resurrección, el engendrado antes de la aurora (Sal 110 [109],3), el que regaló la vida con sus propios rayos luminosos. 84.3. Así entonces, que nadie desprecie al Verbo, para que no se sorprenda aniquilándose a sí mismo. En efecto, la Escritura dice en alguna parte: “Si hoy escuchan su voz, no endurezcan su corazón como sucedió en la rebelión, el día de la tentación en el desierto, cuando sus padres me pusieron a prueba”. 84.5. Miren la amenaza; miren la exhortación; miren el castigo; además, ¿por qué vamos a cambiar también la gracia en cólera y por qué no recibimos al Verbo con los oídos abiertos y no aceptamos a Dios como huésped en nuestras almas puras? En efecto, grande es la gracia de su promesa, si escuchamos hoy su voz; pero el hoy se extiende a cada día, mientras pueda nombrarse el hoy. 85.1. Con razón entonces la gracia es sobreabundante para los que han creído y han obedecido (cf. 1 Tm 1,14), pero para los que han desobedecido y han sido engañados en su corazón, ni han conocido los caminos del Señor, a los que Juan [Bautista] ordenó hacer rectos los caminos y prepararse, con ésos, en verdad, se enojó Dios y les amenaza.
85.2. También los antiguos hebreos errantes recibieron de manera simbólica el cumplimiento de la amenaza; en efecto, se dice que por la incredulidad no entraron en el descanso, antes de conocer ellos mismos que debían someterse al sucesor de Moisés, y de haber aprendido por experiencia, aunque tarde, que no podrían salvarse de otro modo, si no creyendo como afirmó Jesús. 85.3. Pero amando el Señor a todos los hombres, a quienes envía al Paráclito, les invita al conocimiento de la verdad (1 Tm 2,4). ¿Cuál es ese conocimiento? La piedad. “La piedad es útil para todo, según Pablo, porque tiene promesa de la vida presente y de la futura” (1 Tm 4,8). 85.4. Confiesen de alguna manera, hombres, si se vendiese una salvación eterna, ¿por cuánto la adquirirían? Aunque uno vendiera todo el Pactolo, el mítico río de oro, no pagaría un precio equivalente a la salvación. 86.1. Por consiguiente, no se desanimen; si quieren, tienen la posibilidad de comprar la salvación más cara con un tesoro conveniente, la caridad y la fe, que son un digno precio de la vida. Dios recibe con agrado ese precio. “Porque tenemos puesta la esperanza en Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, sobre todo de los que creen” (1 Tm 4,10). 86.2. En cambio, los otros, apegados al mundo como determinadas algas a las rocas del mar, estiman poco la inmortalidad y, como el anciano de Itaca (cf. Homero, Odisea, I,57-59), no están deseosos de la verdad ni de la patria del cielo, ni tampoco de la única luz verdadera, sino del humo. 87.3. Si nadie debe rechazar las exhortaciones de los demás santos [de las Escrituras], tampoco al mismo Señor que ama a los hombres, puesto que [Cristo] sólo se ocupa de que el hombre se salve. Él mismo, apremiándonos a la salvación, grita: “El reino de los cielos se acerca” (Mt 4,17); convierte a los hombres que se acercan a Él, infundiéndoles el temor. 87.4. Por eso también el Apóstol del Señor, advirtiendo a los macedonios, se hace intérprete de la divina voz, diciendo: “El Señor se ha acercado (Flp 4,5); cuídense de no ser sorprendidos con las manos vacías” (cf. Mt 25,28-29; Lc 19,24-26; 1 Co 15,58). Pero ustedes están tan sin temor; mejor, son tan incrédulos que no obedecen ni al Señor mismo ni a Pablo, que también soporta eso en nombre de Cristo (cf. Flp 1,7). 88.1. “Gusten y vean qué bueno es el Señor” (Sal 34 [33],9). La fe los conducirá, la experiencia les enseñará, la Escritura los educará, al decir: “Vengan, hijos, escúchenme, les enseñaré el temor del Señor” (Sal 34 [33],12). A continuación añade brevemente a los que han creído: “¿Quién es el hombre que desea vida, que anhela los días para ver el bien?” (Sal 34 [33],12). Somos nosotros, diremos, los que adoramos el Bien, los que estamos ansiosos de las cosas buenas. 88.2. Escuchen, entonces, los que están lejos, escuchen los que están cerca (Is 57,19; Ef 2,17). El Verbo no se oculta a nadie, es una luz común, brilla para todos los hombres. No existe ningún cimerio (cf. Homero, Odisea, XI,13-19) en el Verbo; corramos hacia la salvación, hacia la regeneración; apresurémonos la mayoría para reunirnos en el único amor conforme a la unidad de la única sustancia. 

Capítulo X.89.3. Esto es precisamente lo más hermoso de lo que se argumenta: mostrarles cómo la religión ha sido odiada por demencia y por esa desgraciadísima costumbre. En efecto, no hubiera sido odiada nunca o no se hubiera prohibido tan gran bien –el mejor de cuantos han sido concedidos por Dios al género humano-, si no hubieran estado cautivos por la costumbre, porque sin duda han taponado los oídos ante nosotros, como caballos rebeldes que se sublevan; mordiendo los frenos, han rechazado los discursos, deseando derribarnos a nosotros, los aurigas de la vida de ustedes, y llevados por la locura a los precipicios de la perdición, piensan que es execrable el sagrado Verbo de Dios. 90.1. Por lo tanto, consecuentemente tienen el premio de su elección, según [dice] Sófocles: “Una mente disipada, oídos inútiles, preocupaciones frivolas” (Sófocles, Fragmentos, 863), y no saben lo más verdadero de todo: los buenos y piadosos se beneficiarán de la buena recompensa por haber honrado lo que es bueno, pero los que por el contrario son malvados tendrán el castigo correspondiente, y una sanción está prevista para el príncipe del mal. 90.2. El profeta Zacarías le amenaza: “Que te reprenda el que eligió a Jerusalén. Mira, ¿no es éste un tizón sacado del fuego?” (Za 3,3). ¿Qué antojo de muerte voluntaria persigue aún a los hombres? ¿Por qué se precipitan con ese tizón mortal, con el que han de consumirse, pudiendo vivir bien según Dios y no según la costumbre? 90.3. Dios regala la vida, pero una costumbre malvada, tras la partida de aquí abajo, junto con un castigo inflige un arrepentimiento inútil; también al sufrir el necio aprende (Hesíodo, Opera et dies, 218) que la superstición mata y la piedad salva. 91.3. Ciertamente Dios, por su gran amor al hombre, se detiene ante el hombre, al igual que la madre de un polluelo sobrevuela por encima del recién nacido que se ha caído del nido (cf. Mt 23,37); y también cuando una serpiente está dispuesta a comer al recién nacido, “la madre revolotea alrededor, deplorando a los amados hijos” (Homero, Ilíada, II,315). También Dios Padre busca a su criatura, cura a la caída, persigue a la serpiente y recoge de nuevo al recién nacido, animándole a volar hasta el nido. 92.2. Deseo preguntarles si no les parece absurdo que ustedes los hombres, siendo criaturas de Dios, recibiendo de Él el alma y siendo totalmente de Dios, sirvan a otro dueño y además honren al tirano en vez de al Rey, al malvado a cambio del Bueno. 92.3. Así, en aras de la verdad, ¿qué hombre sensato se une al mal, abandonando el bien? ¿Quién hay que huyendo de Dios conviva con los demonios? ¿Quién, pudiendo ser hijo de Dios, se complace en ser esclavo? ¿O quién, pudiendo ser ciudadano del cielo, desea el infierno, pudiendo habitar el paraíso (cf. Gn 2,15), recorrer el cielo, participar de la fuente vivificadora y pura, caminando por el aire sobre aquella huella de la nube resplandeciente, como Elías, contemplando la continua lluvia salvadora? (cf. 1 R 18,44-45). 93.1. Arrepintámonos, entonces, y pasemos de la ignorancia a la ciencia, de la demencia a la prudencia, de la incontinencia a la templanza, de la injusticia a la justicia, de la impiedad a Dios. 93.2. Es hermoso el riesgo de pasarse a Dios. De muchos otros bienes pueden también disfrutar los que aman la justicia, los que perseguimos la salvación eterna. 94.1. La alianza eterna de Dios pone en nuestras manos esa herencia, que provee el regalo eterno. Este Padre nuestro es cariñoso, verdaderamente Padre; no cesa de exhortar, amonestar, educar y amar. En efecto, no cesa de salvar y aconseja lo mejor: “Sean justos, dice el Señor; los que tienen sed vengan a las aguas, y los que no tienen dinero acérquense, compren y beban sin dinero” (Is 54,17–55,1). 94.2. Exhorta al bautismo (baño), a la salvación, a la iluminación casi gritando y diciendo: “Te entrego, hijo, tierra, mar y cielo, y te regalo todos los animales que hay en ellos; únicamente ten sed de tu Padre, hijo, y Dios se te mostrará gratuitamente”. La verdad no es negociable; te concede también las aves, los peces y lo que hay sobre la tierra (cf. Gn 1,28); estas cosas las ha creado el Padre para tus agradables deleites. 94.3. El hijo ilegítimo las comprará con dinero, porque es hijo de perdición (cf. Jn 17,12; 2 Ts 2,3), porque ha preferido servir a las riquezas. 95.1. Ustedes, hombres, tienen la divina promesa de la gracia; también han oído la otra amenaza del castigo; por ambas cosas salva el Señor, ya que educa al hombre con temor y gracia. ¿Por dónde empezar? ¿Por qué no evitamos el castigo? ¿Por qué no admitimos el regalo? ¿Por qué no elegimos lo mejor, a Dios en lugar del malvado, y preferimos sabiduría en vez de idolatría, recibiendo vida a cambio de muerte? 95.2. Dice [el Señor]: “Mira, he puesto delante de ustedes la muerte y la vida” (Dt 30,15). El Señor intenta que tú escojas la vida (cf. Dt 30,19), te aconseja como Padre a obedecer a Dios. Dice: “Si me escuchan y quieren, comerán lo mejor de la tierra” (Is 1,19; cf. 33,11); es la gracia de la obediencia. “Pero, si no me escuchan ni quieren, espada y fuego los devorarán” (Is 1,20); es el juicio de la desobediencia. “En efecto, ha hablado la boca del Señor?” (Is 1,20); ley de verdad es el Verbo del Señor. 99.3. Acepten, por tanto, el agua racional, lávense los que se han manchado, rocíense a ustedes mismos según la costumbre con gotas auténticas; conviene subir limpios a los cielos. Si eres hombre, que es lo más universal, busca al que te creó; si eres hijo, que es lo más particular, reconoce al Padre. 99.4. Pero, ¿todavía permaneces en los pecados, consumido en placeres? ¿A quién va a decir el Señor: “De ustedes es el reino de los de los cielos” (Mt 5,3. 10; Lc 6,20). Si quieren, es de ustedes, de todos los que hayan hecho la elección por Dios; de ustedes, si únicamente han preferido tener fe y siguen el camino breve de la predicación, por la que los ninivitas, al obedecerla con un noble arrepentimiento, recibieron la auténtica salvación en vez de la temida destrucción (Jon 3,3-10). 104.3. En efecto, no creen en Dios ni reconocen su poder. Pero [Dios] tiene un amor indecible al hombre y es ilimitado su odio a la maldad. Su cólera alimenta el castigo por el pecado, pero su amor al hombre obra lo bueno para el arrepentimiento. Lo peor es estar privado del auxilio de Dios. 105.1. Ustedes, estando mutilados respecto a la verdad, ciegos de inteligencia y embotados mentalmente, no sufren ni se indignan, no desean ver el cielo ni al Autor del mismo, no procuran escuchar ni conocer al Creador y Padre de todo, uniendo su voluntad a la salvación. 106.4. Hombre, ten fe en el que es hombre y Dios; cree, hombre, en el que sufrió y ahora es adorado; los que son esclavos crean en el Dios muerto que vive. 106.5. Hombres todos, tengan fe en el único Dios de todos los hombres; crean y recibirán como recompensa la salvación. “Busquen a Dios y vivirá su alma” (Sal 68 [69],33). El que busca a Dios prepara su propia salvación; si encontraste a Dios, posees la vida. 107.1. Por consiguiente, busquemos para que también vivamos. La recompensa de la búsqueda es la vida junto a Dios. “Que se regocijen y se alegren en ti los que te buscan y digan sin cesar que Dios es grande” (Sal 69 [70],5). 110.1. Ciertamente, con una rapidez insuperable y con una benevolencia accesible, el poder divino llenó el universo de una semilla salvadora, iluminando la tierra. En verdad, el Señor no hubiera terminado así en tan poco tiempo una obra tan grande sin una solicitud divina, porque fue despreciado por su apariencia y adorado por su obra; Él es el Purificador, el Salvador, el Pacificador, el Verbo divino, el que ha aparecido como Dios verdadero, el que es semejante al Dueño del universo, porque era su Hijo y el Verbo estaba en Dios (Jn 1,1). 110.2. El que fue creído cuando fue preanunciado por primera vez, cuando tomó rostro humano y se revistió de carne para cumplir el drama salvador de la humanidad, pero no fue reconocido. 110.3. En efecto, era auténtico competidor y defensor del hombre; entregándose rápidamente a todos los hombres más deprisa que el sol, y saliendo de la misma voluntad del Padre, nos iluminó con toda facilidad; y así nos enseñó y nos mostró a Dios, de donde procedía y era Él mismo, poniéndose a nuestra disposición como el heraldo de la paz, el conciliador, nuestro Verbo salvador, fuente que trae la vida, fuente pacificadora que se difunde por toda la faz de la tierra; gracias a Él, por así decir, todo ha llegado a ser ya un mar de bienes.

Capítulo XI.116.1. Dios está siempre dispuesto a salvar a la multitud de los hombres (cf. Jn 10,11; Sal 22 [23],1; Is 40,11). Por eso también el buen Dios envió al buen Pastor; y el Verbo, al desplegar la verdad, mostró a los hombres la cima de la salvación, para que, una vez arrepentidos, se salvaran o para que fueran juzgados, si no obedecían. Esta predicación de la justicia es una buena noticia para los que obedecen y un tribunal para los que desoyen. 117.2. El amor realmente celestial y divino se une así a los hombres, cuando la verdadera belleza puede brillar alguna vez en el alma misma, una vez purificada por el Verbo divino; y lo mejor es que junto al auténtico querer camina la salvación, porque están bajo el mismo yugo, por así decir, la libre elección y la vida. 117.3. Por eso, esta única exhortación de la verdad es comparada a los más fieles amigos, porque permanece hasta el último suspiro, y es una buena escolta para los que van al cielo en el último y definitivo aliento del alma. ¿A qué te exhorto? Te apremio para que seas salvado. Esto es lo que quiere Cristo: te regala la vida con una única palabra. 117.4. ¿Y cuál es esa palabra? Apréndela brevemente: Verbo de la verdad, Verbo de incorruptibilidad, el que regenera al hombre, porque lo eleva a la verdad; el aguijón de la salvación, el que expulsa la corrupción, el que expulsa la muerte; el que ha construido un templo en los hombres, para establecer a Dios en los hombres.

Capítulo XII.123.2. Me parece que ya basta de palabras; si incluso he ido más lejos por amor al hombre, al exponer la participación que he recibido de Dios, ha sido para exhortar a ir hacia el mejor de los bienes, la salvación. Respecto de la vida que nunca tiene fin, ni las palabras pueden dejar alguna vez de explicar los misterios sagrados. A ustedes les queda todavía el conquistar finalmente lo más provechoso: el juicio o la gracia. Al menos yo pienso que no es legítimo dudar sobre cuál de esas cosas es mejor; ni tampoco es lícito comparar la vida con la perdición.

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Recopilación de textos y edición: Gabriel Edgardo LLugdar – Diarios de Avivamientos 2019 – Textos extraídos de primera fuente. Traducción perteneciente a la colección del Monasterio Benedictino de los Toldos.

 

Las Doctrinas Arminianas en los Padres de la Iglesia

Veamos a continuación, sólo a título de muestra, algunas declaraciones de los Padres de la Iglesia pre-Agustín y contemporáneos de él, sobre la realidad del Libre Albedrío, la Expiación Ilimitada, la Resistividad de la Gracia y la Elección Condicional. Los extractos seleccionados aquí no siguen un orden por asunto, sino sólo un orden cronológico. Aquí están:

Sobre Gracia Resistible

“Ahora, pues, como es cierto que todo es por Él visto y oído, temamos y abandonemos los execrables deseos de malas obras, a fin de ser protegidos por su misericordia en los juicios venideros. Porque ¿para dónde alguno de nosotros podrá huir de su poderosa mano? ¿Qué mundo acogerá a los que desertan de Dios?» (Clemente de Roma [35-97 d.C.], 1ª Corintios, XXVIII, 1 y 2).

Sobre Expiación Ilimitada

«Miremos fielmente a la sangre de Cristo y veamos cuán preciosa esa sangre es para Dios, que, habiendo sido derramado por nuestra salvación, conquistó para todo el mundo la gracia del arrepentimiento» (Clemente de Roma, 1 Corintios, VII).

Sobre Gracia Resistible

«Vigilad sobre vuestra vida; no dejen que vuestras lámparas se apaguen, ni se aflojen vuestros cinturones. Al contrario, estén preparados porque no sabéis la hora en que vendrá el Señor. Reuníos frecuentemente, buscando lo que conviene a vuestras almas; porque de nada os beneficiará todo el tiempo de vuestra fe si no fuereis perfeccionados en la último hora» (Didaché [primer siglo], XVI, 1 y 2).

Elección por Presciencia

“He aquí, pues, hemos sido creados de nuevo, como Él dijo otra vez en otro profeta: “He aquí, dice el Señor, quitaré de ellos”, esto es, de aquellos a quienes había previsto el Espíritu del Señor, “sus corazones de piedra, y les pondré corazones de carne”; porque Él mismo había de ser manifestado en la carne y habitar entre nosotros. En efecto, hermanos míos, el recinto de nuestro corazón es un templo santo al Señor”. (Epístola de Bernabé [segundo siglo], VI).

“Y él me dijo: “Es para que tú puedas ver la abundante compasión del Señor, cuán grande es y gloriosa, y Él ha dado su Espíritu a los que eran dignos de arrepentimiento”. “¿Por qué, pues, Señor”, le pregunté, “no se arrepintieron todos?” “A aquellos cuyo corazón Él vio que estaba a punto de volverse puro y de servirle a Él de todo corazón, Él les dio arrepentimiento; pero a aquellos en los que vio astucia y maldad, que intentaban arrepentirse en hipocresía, a éstos no les dio arrepentimiento, para que no profanaran de nuevo su nombre”. (El Pastor de Hermas [segundo siglo], Libro III, 8, VI).

Sobre la Gracia Resistible 

“A éste les envió Dios. ¿Creerás, como supondrá todo hombre, que fue enviado para establecer su soberanía, para inspirar temor y terror? En modo alguno. Sino en mansedumbre y humildad fue enviado. Como un rey podría enviar a su hijo que es rey; Él le envió como enviando a Dios; le envió como hombre a los hombres; le envió como Salvador, usando persuasión, no fuerza; porque la violencia no es atributo de Dios.” (Epístola a Diogneto [120 d.C.], Exordio, VII).

“[…] porque habéis creído en Aquel “que levantó a nuestro Señor Jesucristo de los muertos” y le dio gloria y un trono a su diestra; al cual fueron sometidas todas las cosas en el cielo y en la tierra; al cual toda criatura que tiene aliento sirve; que viene como juez de los vivos y los muertos; cuya sangre Dios requerirá de todos los que le son desobedientes. Ahora bien, “el que le levantó a Él de los muertos nos levantará también a nosotros”; si hacemos su voluntad y andamos en sus mandamientos y amamos las cosas que Él amó, absteniéndonos de toda injusticia.” (Policarpo [70- 155 d.C.], Carta a los Filipenses, II).

Sobre Elección Condicional

«Dios, en el deseo de que hombres y ángeles siguieran su voluntad, resolvió crearlos libres para practicar la rectitud. Si la Palabra de Dios predice que algunos ángeles y hombres ciertamente serán castigados, eso es porque sabía de antemano que ellos eran inmutablemente impíos, pero no porque Dios los creó así. De modo que quien quisiera, arrepintiéndose, puede obtener misericordia» (Justino Mártir [100-165], Diálogos, CXLI).

«Pero ahora Él nos persuade y nos conduce a la fe para que sigamos lo que le es grato por libre elección, a través de las potencias racionales con las que Él mismo nos regaló» (Justino Mártir, Apología Primera, XI, 4).

Sobre Gracia Resistible y libre albedrío

«De lo que dijimos anteriormente, nadie debe sacar la conclusión de que afirmamos que todo lo que sucede, sucede por necesidad del destino, por el hecho de que afirmamos que los acontecimientos fueron conocidos de antemano. Por eso, resolveremos también esta dificultad. Nosotros aprendemos de los profetas y afirmamos que ésta es la verdad: los castigos y los tormentos, así como las buenas recompensas, se dan a cada uno según sus obras. Si no fuera así, si todo sucediera por destino, no habría absolutamente libre albedrío. En efecto, si ya está determinado que uno sea bueno y el otro malo, ni aquel merece elogio, ni este vituperio. Si el género humano no tiene poder de huir, por libre determinación, de lo que es vergonzoso y escoger lo bello, no es responsable de ninguna acción que haga. Pero que el hombre es virtuoso y peca por libre elección, podemos demostrar por el siguiente argumento: vemos que el mismo sujeto pasa de un contrario a otro. Ahora bien, si estuviese determinado a ser malo o bueno, no sería capaz de cosas contrarias, ni mudaría con tanta frecuencia. En realidad, ni se podría decir que unos son buenos y otros malos, desde el momento que afirmamos que el destino es la causa de buenos y malos, y que realiza cosas contrarias a sí mismo, o que se debería tomar como verdad lo que ya antes insinuamos, es decir, que la virtud y la maldad son puras palabras, y que sólo por creencia se tiene algo como bueno o malo. Esto, como demuestra la verdadera razón, es el cúmulo de la impiedad y la iniquidad. Afirmamos ser destino ineludible que aquellos que escogieron el bien tendrán digna recompensa y los que escogieron lo contrario, tendrán igualmente digno castigo. En efecto, Dios no hizo al hombre como las demás criaturas. Por ejemplo: árboles o cuadrúpedos, que nada pueden hacer por libre determinación. En ese caso, no sería digno de recompensa y elogio, pues no habría escogido el bien por sí mismo, por haber nacido ya bueno; ni, por haber sido malo, sería castigado justamente, pues no lo sería libremente, sino por no haber podido ser algo diferente de lo que fue” (Justino Mártir, Apología Primera, XLIII).

Sobre Presciencia divina y Elección condicional

Aquellos que fueron conocidos de antemano [por Dios] que serían injustos, sean hombres o ángeles, no son hechos malos por culpa de Dios, sino cada uno por su propia culpa” (Justino Mártir, Diálogo con Trifón, CXL).

Elección condicional y libre albedrío.

«Vive para Dios y, aprehendiéndolo, coloca a un lado tu vieja naturaleza. No fuimos creados para morir, pero morimos por nuestra propia falla. Nuestro libre albedrío nos destruyó, nosotros que fuimos libres nos volvemos esclavos; fuimos vendidos por el pecado. Nada de mal fue creado por Dios; nosotros mismos manifestamos impiedad; pero nosotros, que la hemos manifestado, somos capaces de rechazarla nuevamente» (Taciano, el Sirio [120-180], Cartas, XI).

«Dios hizo al hombre libre, y ese poder sobre sí mismo […] Dios le concede como un don por filantropía y compasión, cuando el hombre le obedece. Porque como el hombre, desobedeciendo, atrae la muerte sobre sí mismo, así, obedeciendo a la voluntad de Dios, el que desea es capaz de obtener para sí mismo la vida eterna» (Teófilo de Antioquia [120?-186], Libro a Autólico, I, 27).

«La expresión: ‘Cuantas veces quise reunir a tus hijos […] pero ustedes no quisieron’ ilustra bien la antigua ley de la libertad del hombre, porque Dios lo hizo libre desde el principio, con voluntad y alma para consentir en los deseos de Dios sin ser coaccionado por Él. Dios no hace violencia, y el buen consejo lo asiste siempre, por eso da el buen consejo a todos, pero también da al hombre el poder de elección, como lo había dado a los ángeles, que son seres racionales, para que los que obedecen reciban justamente el bien, dado por Dios y guardado para ellos. […] Si no dependiera de nosotros el hacer y el no hacer, ¿por qué motivo el apóstol, y mucho antes de él el Señor, nos aconsejaría hacer cosas y abstenerse de otras? Siendo, por lo tanto, el hombre libre en su voluntad, desde el principio, y libre es Dios, a semejanza del cual fue hecho, se le ha dado desde siempre el consejo de atenerse al bien, lo que se realiza por la obediencia a Dios». (Ireneo de Lyon [130-202], contra las herejías, IV, 37, 1 y 4).

«Justamente como hombres que tienen libertad de elección así como virtud y defecto (porque tú no honrarías tanto lo bueno y castigarías lo malo, a menos que el defecto y la virtud estuvieran en su propio poder, y algunos son diligentes en los asuntos confiados a ellos, y otros son infieles), así son los ángeles»   (Atenágoras de Atenas [133-190], Llamamiento en favor de los cristianos, XXIV).

Sobre Eleccción Condicional y Gracia Resistible

«Si eso es así, la fe no sería resultado de una libre determinación, sino de un privilegio de la naturaleza; así tampoco sería responsable el que no cree, ni merecería un castigo justo; lo mismo que el creyente tampoco sería responsable. De esta manera, cuanto hay de personal y diferente realmente en nosotros por la fe o la incredulidad, no estará sometido ni a alabanza ni a reproche para quien bien razona, ya que todo se encuentra predeterminado por la necesidad natural, surgida del que tiene poder universal. Y si nosotros estamos gobernados por una fuerza natural, como por cuerdas, igual que los objetos inanimados, lo voluntario y lo involuntario resultan ser nociones superfluas, al igual que el impulso que los dirige. En cuanto a mí, no puedo concebir un ser viviente cuya capacidad impulsiva es resultado de una necesidad, instado por una causa externa. Entonces, ¿dónde estaría la conversión del incrédulo, por la que se obtiene el perdón de los pecados? Así, tampoco sería ya razonable el bautismo, ni el sello bendito, ni el Hijo, ni el Padre; sino que para ellos Dios viene a ser, me parece a mí, la distribución de las naturalezas, sin el fundamento de la salvación que es la fe voluntaria. Pero nosotros que hemos recibido del Señor, mediante las Escrituras, que a los hombres se les ha dado la facultad de elegir y de rechazar libremente, apoyándose en la fe, como criterio inmutable (o: infalible); demostramos que “el espíritu está pronto”, porque hemos elegido la vida y hemos creído a Dios mediante su voz.(Clemente de Alexandria [150-215 d.C.], Stromata, II, 3, 4).

Sobre Expiación Ilimitada

«Por medio de esta pequeña -y alegórica- semilla, (Dios) dispensa copiosamente a toda la humanidad la salvación».    (Clemente de Alejandría, Pedagogo, XI).

Elección condicional, albedrío y Gracia Resistible

«¿Cómo es que Dios no nos hizo de modo que no pecásemos y no incurriésemos en la condenación? Si el ser humano fuese hacho así, no habría pertenecido a sí mismo, sino que sería instrumento de aquel que lo movió. […] ¿Y cómo, en ese caso, diferiría de un arpa, sobre la cual otro toca; o de un barco, que otra persona dirige, donde la alabanza y la culpa residen en la mano del músico o del piloto, […] siendo ellos solamente instrumentos hechos para uso de aquel en quien está la habilidad? Pero Dios, en su misericordia, eligió hacer así al ser humano; por la libertad él lo exaltó por encima de muchas de sus criaturas»  (Bardesano, el Sirio [154-222 d.C.], Fragmentos)

«Creo, entonces, que el ser humano fue hecho libre por Dios, señor de su propia voluntad y poder, indicando la presencia de la imagen de Dios y la semejanza con Él […] Tú verás que cuando Él coloca ante el ser humano el bien y el mal, la vida y la muerte, el curso total de la disciplina está dispuesto en preceptos por los cuales Dios llama al ser humano del pecado, amenaza y lo exhorta; y eso en ninguna otra base, sino por el hecho de que el ser humano es libre, con voluntad o para la obediencia o para la resistencia […] Por lo tanto, tanto la bondad cuanto el propósito de Dios son revelados en el don de la libertad dado al ser humano por Su voluntad»   (Tertuliano [160-220 d.C.] contra Marción, II, 5).

«Ahora bien, debe ser conocido que los santos apóstoles, en la predicación de la fe de Cristo, se pronunciaron con la mayor claridad sobre ciertos puntos que ellos creían ser necesarios para todo el mundo. […] Esto también está claramente definido en la enseñanza de la Iglesia de que cada alma racional está dotada de libre albedrío y volición»   (Orígenes de Alejandría [185-253 d.C.], Sobre los Principios, Prefacio).

«Cuando Dios se comprometió al principio a crear el mundo, como nada que vino a ser lo es sin una causa, cada una de las cosas que habrían de existir fueron presentadas en Su mente. Él vio en lo que resultaría cuando cada una de esas cosas fuesen producidas; y cuando el resultado fuese completado, y lo que seguiría; y que más resultarían de esas cosas cuando fuesen a suceder; y así sucesivamente hasta la conclusión de la secuencia de eventos. Él sabía lo que sería, sin ser totalmente la causa de lo que viene a ser de cada una de las cosas que Él sabía que acontecerían«. (Orígenes de Alejandría, Comentarios sobre Génesis, Libro III, 6).

“Hay, de hecho, innumerables pasajes en las Escrituras que establecen con extrema claridad la existencia de la libertad de la voluntad”   (Orígenes de Alexandria, Sobre los Princípios, III, 1).

«El hombre posee la capacidad de autodeterminación, en la medida en que él es capaz de querer y no querer, y está dotado con el poder de hacer las dos cosas» (Hipólito de Portus [tercer siglo], Refutación de todas las herejías, X, 29).

“Ahora bien, aquellos que deciden que el ser humano no tiene libre albedrío y afirman que es gobernado por las necesidades inevitables del destino […] son culpables de impiedad para con el mismo Dios, haciéndolo ser la causa y el autor de los males humanos”.   (Metodio de Olimpos [250-311d.C.], El banquete de las diez vírgenes, XVI. Cabe recordar que Metodio escribió una obra entera en defensa del libre albedrío del hombre, titulada Concerniente al Libre-Arbitrio).

“Más aún, mi oponente dice que si Dios es poderoso, misericordioso, deseando salvarnos, que cambie nuestras disposiciones y nos fuerce a confiar en sus promesas. Esto, entonces, es violencia, no es amabilidad ni generosidad del Dios supremo, sino una lucha vana y pueril en la búsqueda de la obtención del dominio. ¿Porque qué sería tan injusto como forzar a hombres que son reacios e indignos,  a revertir sus inclinaciones, imprimir forzosamente en sus mentes lo que ellos no están deseando recibir, y tienen horror de recibir?” (Arnobio de Sica [250?-330 d.C.], contra los paganos, Libro II, 65).

“El conocimiento previo de los acontecimientos no es la causa de que hayan ocurrido. Las cosas no ocurren porque Dios lo sabe, cuando las cosas están por ocurrir, Dios lo sabe.”    (Eusebio de Cesarea [265-339 d.C.], Preparación para el Evangelio, VI, 11).

“Era necesario que el Cordero de Dios fuera ofrecido por los otros corderos cuya naturaleza Él asumió y por toda raza humana”   (Eusebio de Cesarea, Demostración del Evangelio, Prefacio, X)

Sobre la Expiación Ilimitada

“Todos los hombres estaban sujetos a la corrupción de la muerte. Sustituyendo a todos nosotros, el Verbo tomó un cuerpo semejante al nuestro, entregándose a sí mismo a la muerte por todos nosotros como un sacrificio a su Padre […] De esta manera, muriendo todos en Él, puede ser abolida la ley universal de la mortalidad humana. La exigencia de la muerte fue satisfecha en el cuerpo del Señor y, de ahora en adelante, deja de alcanzar a los hombres hechos semejantes a Cristo. A los hombres que se habían entregado a la corrupción fue restituida la incorrupción y, mediante la apropiación del cuerpo de Cristo y de su resurrección, los hombres son revividos de la muerte”.     (Atanasio de Alejandría [296-373 d.C.], De la encarnación, VIII).

“El Hijo de Dios vino al mundo […] redimir a todos los hombres […] sufriendo en su cuerpo en favor de todos los hombres.”    (Atanasio de Alejandría, Sermón contra los Arrianos)

“Por lo tanto, deseando ayudar a los hombres, Él, el Verbo, habitó con los hombres tomando forma de hombre, tomando para sí mismo un cuerpo semejante al de los otros hombres. A través de las cosas sensoriales, es decir, mediante las acciones de su cuerpo, Él les enseñó que los que estaban privados de reconocerlo, mediante su orientación y providencia universal, pueden por medio de las acciones de su cuerpo reconocer la Palabra de Dios encarnada y a través de Él venir al conocimiento del Padre.”   (Atanasio de Alejandría, De la encarnación, XIV).

“No hay un tipo de alma pecando por naturaleza y otro practicando justicia por naturaleza; ambas actúan por elección, la sustancia del alma es de una especie solamente e igual en todos” (Cirilo de Jerusalén [313-386 d.C.], Lecturas, IV).

Sobre el libre albedrío y la Gracia irresistible

“El alma es autogobernada: y aunque el Demonio pueda sugerir, no tiene el poder de obligar la voluntad. Él te pinta el pensamiento de la fornicación, pero tú puedes rechazarlo, si lo deseas. Pues si tú fueras fornicador por necesidad, ¿por qué Dios preparó el infierno? Si tú fueras practicante de la justicia por naturaleza, y no por la voluntad, ¿por qué preparó a Dios coronas de gloria inefable? La oveja es afable, pero nunca ha sido coronada por su afabilidad; porque su calidad de ser afable le pertenece por naturaleza, no por elección”    (Cirilo de Jerusalén, Lecturas, IV).

“Sois hechos partícipes de una vid santa: si permaneces en la vid, crecerás como un racimo fructífero; pero si no permaneces, serás consumido por el fuego. Así pues, produzcamos fruto dignamente. Que no nos suceda lo mismo que la vid infructuosa; no ocurra que, al venir Jesús, la maldiga por su esterilidad”. Que todos puedan, por el contrario, pronunciar estas palabras: ‘Yo, como un olivo verde en la casa de Dios, confío en el amor de Dios para siempre jamás’. No se trata de un olivo sensible, sino inteligible, portador de la luz. Lo que es propio de Él es plantar y regar; a ti, sin embargo, cabe fructificar. Por eso, no desprecies la gracia de Dios: guardadla piadosamente cuando la recibáis”.      (Cirilo de Jerusalén, Catequesis, I, 4).

Sobre Expiación Ilimitada

“No maravilla que todo el mundo fuese rescatado, porque Él no fue sólo un hombre, sino el Unigénito Hijo de Dios”    (Cirilo de Jerusalén, Catequesis, XIII, 2).

Sobre la Gracia Resistible

“Ellos entonces, que fueron sellados por el Espíritu hasta el día de la redención y preservaron puros e intactos los primeros frutos que recibieron del Espíritu, oirán las palabras: ‘¡Muy bien, buenos siervos! Como habéis sido fieles en lo mínimo, tomad el gobierno de muchas cosas’. De la misma forma, los que ofendieron al Espíritu Santo por la maldad de sus caminos, o no forjaron para sí lo que Él les dio, serán privados de lo que recibieron y su gracia será dada a otros; o, según uno de los evangelistas, serán totalmente cortados en pedazos, cuyo significado es ser separado del Espíritu”   (Basilio Magno [329-379], Sobre el Espíritu Santo, XVI, 40).

“Pero una cosa fue encontrada que era equivalente a todos los hombres, […] la santa y preciosa sangre de Nuestro Señor Jesucristo, la cual fue derramada por nosotros todos.”   (Basilio Magno, Sobre Salmos 49, VII, 8, sección 4).

“… los detractores de todo lo que es loable, entenebrecedores de la luz, inculturados en relación a la sabiduría, por quienes Cristo murió en vano”  (Gregorio de Nazianzo [329-389 d.C.], Sermón 45, Segundo Sermón de Pascua, XXVI)

“El sacrificio de Cristo es una expiación imperecedera por el mundo entero.” (Gregrorio de Nazianzo, Sermón 2 para Pascua).

Sobre el Libre Albedrío

“Siendo a la imagen y semejanza […] del Poder que gobierna todas las cosas, el ser humano mantuvo también en la cuestión del libre albedrío esta semejanza a Él cuya voluntad domina todo”  (Gregorio de Nisa [330-395], Sobre la Virginidad , XII).

“Entonces, hablando del Padre, Él añadió ‘Para quien estuviere preparado’, para mostrar que el Padre tampoco está acostumbrado a dar atención solamente a los pedidos, sino a los méritos; porque Dios no hace acepción de personas (Hechos 10.34). Por eso también el apóstol dice: ‘Los que antes conoció, también los predestinó’ (Romanos 8.29). Él no los predestinó antes de conocerlos, mas Él predestinó a la recompensa a aquellos cuyos méritos de antemano Él conoció”   (Ambrosio de Milán [337-397], sobre la fe, Libro V, 6, 82).

“A pesar de Cristo haber padecido por todos, Él padeció especialmente por nosotros” (Ambrosio de Milán, Exposición del Evangelio de Lucas, VI, 7).

Este místico Sol de la Justicia fue levantado por todos, vino para todos; Cristo padeció por todos y resucitó por todos. Pero si alguien no cree en Cristo, está privándose a sí mismo de ese beneficio universal, […] el beneficio común del perdón divino y de la remisión de los pecados [el cual] no pertenece […] a los ángeles caídos. […] Cristo vino para la salvación de todos, Él emprendió la redención para todos, en la medida en que Él trajo un remedio por el cual todos pudiesen escapar, a pesar de haber algunos […] que no desean ser curados”    (Ambrosio de Milán, Sobre Salmos 118, Sermón VIII).

Sobre Elección por presciencia divina

“Esos que son llamados de acuerdo con la promesa son aquellos que Dios sabía que serían verdaderos creyentes en el futuro, pues ellos antes de creer ya eran conocidos [por Dios]. […] De la misma manera, [Dios] condenó a Faraón por su pre-conocimiento, pues sabía que éste no se compondría, y escogió al apóstol Pablo cuando él todavía estaba persiguiendo a la Iglesia, pues sabía que él no dejaría de ser bueno más tarde” (Ambrosiaster [370 d.C.], Comentario a las Trece Epístolas de San Pablo, fragmentos en que comenta los pasajes de Romanos 8.28 y 9.14)

“Para responder a todos los que insisten en preguntar ‘¿Cómo podemos ser salvos sin contribuir con nada en esa salvación?’, Pablo nos muestra que, de hecho, tenemos una gran dosis de contribución en ella: ¡entramos con nuestra fe!”  (Juan Crisóstomo [347-407 d.C.], Homilía en Efesios).

Sobre libre albedrío, Elección Condicional y Gracia Resistible

“Por cuanto Dios ha puesto en nuestro poder el bien y el mal, nos ha dado el libre albedrío de la elección, y cuando no queremos no nos fuerza; cuando, sin embargo, queremos, nos abraza”    (Juan Crisóstomo, Homilía sobre la Traición de Judas, I, 3).

“Dijo alguien: ‘¿Entonces es suficiente creer en el Hijo para ganarse la vida eterna?’ De ninguna manera. Escucha esta declaración de Cristo mismo, diciendo: ‘No todo el que me dice: Señor, Señor entrará en el reino de los cielos’; y la blasfemia contra el Espíritu es suficiente para lanzar a un hombre en el infierno”.   (Juan Crisóstomo, Homilía sobre el Evangelio de Juan, XXXI, 1).

“Esto es lo que Marción pregunta, y todo el grupo de herejes que mutilan el Antiguo Testamento, con la mayor parte de su argumento girando alrededor de algo como esto: o Dios sabía que el hombre colocado en el Paraíso transgrediría Su orden, o Él no lo sabía. Si Él sabía, el hombre no tiene culpa, pues no pudo evitar la presciencia de Dios, pues Aquel que lo creó lo hizo de tal manera que él no podía escapar del conocimiento de Dios. Y si él no lo sabía, estarás privándolo de su presciencia, entonces también estarás quitando su divinidad. Mediante esa misma argumentación, Dios será merecedor de culpa por elegir a Saúl, que se probaría como uno de los peores de los reyes. Y el Salvador debe ser condenado por ignorancia o por injusticia, en la medida en que Él dijo en el Evangelio: ‘¿No os elegí a vosotros los doce, y uno de vosotros es un diablo?’. ¿Pregunta a Él por qué eligió a Judas, un traidor? ¿Por qué Él le confió la bolsa, cuando él sabía que era un ladrón? ¿Debo decirte la razón? Dios juzga el presente, no el futuro. Él no hace uso de su presciencia para condenar a un hombre que Él sabe que va más adelante a desagradarlo; pero esa es su bondad y misericordia indescriptible, que Él escoge a un hombre que, Él sabe, va sin embargo a ser bueno y, quién sabe, va a terminar mal, dándole así la oportunidad de ser convertido y de arrepentirse. Este es el significado de las palabras del apóstol, cuando dice: ‘¿No sabes que la bondad de Dios te lleva al arrepentimiento? Pero, con la dureza e impenitencia de tu corazón, acumulas ira para ti en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, que retribuirá a cada uno según sus obras’. Adán no pecó porque Dios sabía que él haría así, pero Dios, justamente por el hecho de ser Dios, sabía de antemano lo que Adán haría por su libre elección.”       (Jerónimo [347-420 d.C.] Contra los Pelagianos, Libro III, 6).

“‘Quizá’, dice Él, ‘ellos oigan y se conviertan’ (Jeremías 26.3). La incertidumbre de la palabra ‘quizá’ no puede pertenecer a la majestad del Señor, sino que se habla por nuestra condición, para que el libre albedrío del hombre pueda ser preservado, para que no supongan que, en vista de Su presciencia, existe, por así decir, una especie de necesidad, bien de hacer algo o de no hacerlo”.    (Jerónimo, Comentarios sobre Jeremías, V, 35,5).

“Tal como una pluma utilizada para escribir, o una flecha que necesita un agente que de ella haga uso, también la gracia de Dios tiene la necesidad de corazones creyentes” (Cirilo de Alejandría [375-444 d.C.], Lecturas Catequéticas, I, 1).

Sobre la Expiación Ilimitada

“La muerte de una carne es suficiente para el rescate de toda la raza humana, porque aquella perteneció al Logos, el Unigénito de Dios Padre”  (Cirilo de Alejandría, Sermón sobre ‘la Recta Fide’, II, 7).

Gracia Resistible y Elección Condicional y Predestinación por presciencia

“La parte de Dios es derramar gracia, pero la vuestra es aceptarla y guardarla” (Cirilo de Alejandría, Lecturas Catequéticas, I, 1).

“Aquellos cuya intención Dios previó, Él predestinó desde el principio. Aquellos que predestinó, Él llamó y justificó por el bautismo. Los que fueron justificados, Él glorificó, llamándolos hijos. (…) Que nadie diga que la presciencia de Dios fue la causa unilateral de esas cosas. No fue su presciencia que justificó a las personas, pero Dios sabía qué acontecería, porque Él es Dios”.  (Teodoreto de Cirro [393-466 d.C.], Interpretación de Romanos, trecho donde comenta Romanos 8.30).

“Cuando la cabeza de la raza [Adán] fue condenada, toda la raza fue condenada con él; y entonces, cuando el Salvador destruyó la maldición, la naturaleza humana ganó libertad”. (Teodoreto de Cirro, Diálogos, III).

Son muchos los textos de los Padres de la Iglesia pre-Agustín y contemporáneos de él que podrían todavía ser citados en este capítulo comprobando la posición sinergista de todos ellos en ese período, pero no me detendré aquí en esa tarea, pues ya la considero razonablemente realizada. Pasaré ahora, ya que esta obra se enfoca en el arminianismo, a resaltar algunos Padres de la Iglesia pre-Agustín que eran arminianos en su entendimiento de la mecánica de la Salvación, puesto que eran sinergistas que creían en la precedencia de la gracia [gracia previniente]. Continuará en la próxima publicación…

Traducción al español por Gabriel Edgardo LLugdar del libro La Mecánica de la Salvación del autor Silas Daniel. Capítulo 1.  Diarios de Avivamientos 2019

Agustín y la Expiación Ilimitada

Expiacion Ilimitada o limitada

La mayoría de estos textos de Agustín surgen de sus controversias con los pelagianos, aunque mucho de la discusión gira en torno a los niños, no debatiremos acerca de ello pues ese no es el tema que hoy estamos tratando. Lo que hoy deseamos saber es cual es la postura de Agustín ante la pregunta: ¿Cristo murió por todos? y en esta lucha contra los pelagianos deja en claro cual es su opinión del tema:

“Me acusas por sostener que «todos los niños del mundo, por los que Cristo murió, son obra del diablo, nacidos marcados y culpables desde el momento de su concepción». No, los niños, en cuanto a su naturaleza, no son obra del diablo; pero, por su astucia, el diablo los hizo, en su origen, culpables. Por eso Cristo, como tú mismo confiesas, murió también por los niños; ellos, como todos, tienen derecho a la sangre derramada por Cristo para perdón de los pecados”. [Agustín. Réplica a Juliano. Libro III.XXV.58. Escritos Antipelagianos 3º. BAC]

“Luego ¿quién osará defender que sin esta regeneración se salvan los niños para siempre, como si Cristo no hubiera muerto por ellos? Porque Cristo murió por los impíos [Romanos 5:6]. Como, por otra parte, es evidente que estas criaturas no han cometido ninguna impiedad con su vida propia, si tampoco tienen ningún vínculo de pecado original, ¿cómo murió por ellos el que murió por los impíos? [Agustín. Consecuencias y Perdón de Los Pecados. Libro I.XVIII.23.]

Comentando Agustín sobre el texto: Si no comiereis mi carne y bebiereis mi sangre, no tendréis vida en vosotros [Juan 6:53] dice:

“Pues si no se atiende a la intención de Cristo, sino a la materialidad de las palabras, podría parecer que éstas sólo iban dirigidas a los presentes, que hablaban con el Señor, pues no dice: El que no comiere, sino: Si no comiereis. ¿Cómo se explica entonces lo que allí mismo les dice hablando del mismo argumento: El pan que yo daré es mi carne para salvación del mundo? [Juan 6:51]. Por estas palabras entendemos que también nos pertenece a nosotros este sacramento, aun cuando no existíamos cuando así hablaba, pues no podemos considerarnos extraños al siglo, por cuya vida derramó Cristo su sangre. Pues ¿quién duda que con el nombre de siglo comprende a los hombres que naciendo vienen a este mundo? A este propósito dice también en otra parte: Los hijos de este mundo engendran y son engendrados. Luego también por la vida de los párvulos se ofreció la carne que fue dada por la vida del siglo; y si no comen la carne del Hijo del hombre, tampoco ellos tendrán vida”.    [Consecuencias y Perdón de los Pecados. Libro I.XX.27]

La venida de Cristo como Médico es necesaria a los enfermos, no a los sanos, porque no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores; en su reino sólo entrará quien hubiere renacido por el agua y el Espíritu, ni fuera de su reino poseerá la salvación y la vida eterna. Pues el que no comiere su carne y el que no cree al Hijo, no tendrá vida, sino la cólera de Dios gravita sobre él. De este pecado, de esta enfermedad, de esta ira de Dios, de la que naturalmente son hijos aun los que no teniendo pecados personales por razón de la edad, sin embargo contraen el de origen, sólo liberta el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo [Juan 1:29]; sólo el Médico, que no vino por los sanos, sino por los enfermos; sólo el Salvador, de quien se dijo al género humano: Os ha nacido hoy el Salvador [Lucas 2:11]; sólo el Redentor, con cuya sangre se borran nuestras deudas.” [Consecuencias y Perdón de los Pecados. Libro I.XXIII.33.]

En el siguiente texto se interpreta el pasaje donde Cristo habla de sus ovejas.  Afirma Agustín que cualquiera puede ser oveja por el bautismo.

Aunque he traído algunos pasajes del evangelio de San Juan, examina también éstos. San Juan Bautista dice de Él: He aquí el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo. Y el mismo Cristo asegura de sí mismo: Los que son de mis ovejas, oyen mi voz; y yo las conozco a ellas y me siguen, y doy la vida por ellas, y no perecerán eternamente [Juan 10:27-28]. Como los niños comienzan a ser ovejas de Cristo por el bautismo, si no lo reciben, perecerán sin duda, porque no tendrán la vida eterna que dará Él a sus ovejas” [Consecuencias y perdón de los pecados, y el bautismo de los niños. I.XXVII.40. Traductor: P. Victorino Capánaga]

¿Implica la expiación ilimitada un universalismo? Agustín no tenía conflicto con ello, el que Cristo haya muerto por todos no significa que todos sin excepción vayan a salvarse; sino solamente aquellos que se amparan en la gracia de Cristo.

“Y esta expresión todos no debe entenderse como si todos los que nacen de la carne del pecado alcanzasen sin excepción la limpieza que obra la carne que lleva la semejanza de la carne de pecado, porque la fe no es de todos. […] No hay, pues, reconciliación sin el perdón de los pecados, por la sola gracia del misericordiosísimo Salvador, por la única víctima del verdaderísimo Sacerdote; y así todos los hijos de Eva, que creyó a la serpiente, hasta ceder a los apetitos corrompidos, no obtienen la liberación del cuerpo de muerte sino por el Hijo de la Virgen, que creyó al ángel para que concibiese virginalmente.”    [Consecuencias y perdón de los pecados, y el bautismo de los niños. I.XXVIII.55,56]

Por último, en su Opúsculo Réplica a Juliano, obra que quedó inacabada por la muerte de Agustín, es más contundente su postura hacia el tema e insta al pelagiano Juliano de Eclana que deje de tergiversar las palabras de Pablo:

«Si, en tu sentir, el Apóstol enseña que los niños no tienen pecado, ¿por qué, en sentencia del Apóstol, están muertos? Porque tú admites también que por ellos murió Cristo: Uno murió por todos; luego todos estábamos muertos; y por todos murió. ¡Oh Juliano!, esto lo dijo el Apóstol, no Agustín; o mejor, el mismo Cristo por boca del Apóstol. ¡Frena tu fanfarronería, inclina ante Dios tu frente!» [Réplica contra Juliano – Obra Inacabada – Libro II.133 Obras Antipelagianas]

Explica, si puedes, el sentido de esta frase: Uno murió por todos, y atrévete a decir que Cristo no murió por todos los muertos; al momento te trituraría el Apóstol y reprimiría tu audaz insolencia con su conclusión lógica: Luego todos estamos muertos. No alabes al Apóstol, no lo interpretes si no quieres oírle decir: Si uno murió por todos, luego todos murieron. Por todos estos pasó el pecado, y en todos murieron se encuentran incluidos los niños, por los que también murió Cristo; por todos murió, pues todos pecaron. Argumenta como quieras, tergiversa a placer las palabras del Apóstol hasta adulterar su sentido; no conseguirás demostrar que los niños están inmunes de la muerte que viene por el pecado; porque no te atreves a negar que por ellos murió Cristo.” [Réplica contra Juliano – obra inacabada- Libro II.175]

8. Gracias a esta acción mediadora, adquiere la reconciliación con Dios la masa entera del género humano, alejada de él por el pecado de Adán. Por Adán entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así pasó a todos los hombres, quienes pecaron todos en él. ¿Quién podría verse libre de esto? ¿Quién se distinguiría pasando de esta masa de ira a la misericordia? ¿Quién, pues, te distingue? ¿Qué tienes que no hayas recibido? No nos distinguen los méritos, sino la gracia. En efecto, si fueran los merecimientos, sería algo debido; y, si es debido, no es gratuito; y, si no es gratuito, no puede hablarse de gracia. Esto lo dijo el mismo Apóstol: Si procede de la gracia, ya no de las obras; pues, de lo contrario, la gracia dejaría de ser gracia. Gracias a una sola persona, nos salvamos los mayores, los menores, los ancianos, los hombres maduros, los niños, los recién nacidos: todos nos salvamos gracias a uno solo. Uno solo es Dios, y uno solo también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús. Por un hombre nos vino la muerte, y por otro la resurrección de los muertos. Como en Adán morimos todos, así también en Cristo seremos vivificados todos. 9. Quizá aquí me salga alguien al encuentro, diciéndome: « ¿Cómo todos? ¿También quienes han de ser enviados al fuego, quienes van a ser condenados con el diablo y atormentados en el fuego eterno? ¿Cómo dices una y otra vez que todos?» Porque a nadie le llegó la muerte sino por Adán y a nadie le llega la vida sino por Cristo. Si hubiera habido otro que nos hubiese conducido a la muerte, no todos habríamos muerto en Adán; si hubiese otro por el que pudiésemos llegar a la vida, no todos seríamos vivificados en Cristo.”    [Sermones, 293.8-9]

Artículo y recopilación de textos: Gabriel Edgardo LLugdar Diarios de AvivamientosSerie Patrística – 2018

 

Textos de los Padres de la Iglesia sobre libre albedrío, expiación y elección.

Expiacion Ilimitada, Eleccion, Libre Albedrio

 

Todos estos textos han sido tomados de fuentes primarias, de las traducciones disponibles en español.

Justino Mártir [100-165 d.C.]

“Ni hubiera dicho nada nuestro Señor, según la voluntad del Padre y Maestro del universo que le envió: “Vendrán de Oriente y de Occidente y se tomarán parte en el festín con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; pero los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas exteriores”. No es culpa de Dios si aquellos que Él previó que serían, y que serán, injustos, lo mismo ángeles que hombres, se hicieron malvados: es por la falta propia de cada uno, que son tales como que cada uno de ellos aparecerá; esto lo he demostrado en lo que precede” [Justino Mártir, Diálogo con Trifón, CXL.4]. Anteriormente en el LXXVI.3,4 había dicho: “Estas grandes cosas que el Padre inscribió en su designio para todos aquellos que le son o en adelante le serán agradables, como para aquellos hombres o ángeles que se apartaron de su designio, sólo (Cristo) las enseñó abiertamente, diciendo: «Vendrán de Oriente y Occidente y se tomarán parte en el banquete con Abrahán, Isaac y Jacob, en el reino de los cielos; pero los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas exteriores»”

Teófilo de Antioquia [†183 d.C.]

“II,27,4. Pues Dios creó al hombre libre y dueño de sí. 5. Así pues, lo que el hombre se ganó por su negligencia y desobediencia, Dios se lo regala ahora por su propia filantropía y misericordia, cuando el hombre le obedece. 6. Así como desobedeciendo se atrajo el hombre la muerte, de la misma manera, obedeciendo a la voluntad de Dios, el que quiera puede ganarse para sí la vida eterna. 7. Pues Dios nos dio la ley y mandamientos santos, y todo el que los cumpla puede salvarse y alcanzada la resurrección heredar la incorrupción. II,34,4. En cambio, Dios padre y creador del universo no abandonó la humanidad, sino que le dio una ley y envió santos profetas para anunciar y enseñar al género humano, a fin de que cada uno de nosotros fuera temperante y reconociera que hay un solo Dios. 5. Ellos nos enseñaron también a abstenernos de la ilícita idolatría, del adulterio, del asesinato, de la fornicación, del robo, de la avaricia, del falso juramento, de la ira y de toda lascivia e impureza, y que todo lo que el hombre quiere que no le hagan a él, no se lo haga él a nadie, y así, el que practique la justicia escape a los castigos eternos y se haga digno de la vida eterna que viene de Dios”.  [Teófilo de Antioquia, Libro a Autólico].

Ireneo de Lyon [130-202 d.C.]

“37,1. Esta frase: «¡Cuántas veces quise recoger a tus hijos, pero tú no quisiste!», bien descubrió la antigua ley de la libertad humana; pues Dios hizo libre al hombre, el cual, así como desde el principio tuvo alma, también gozó de libertad, a fin de que libremente pudiese acoger la Palabra de Dios, sin que éste lo forzase. Dios, en efecto, jamás se impone a la fuerza, pues en él siempre está presente el buen consejo. Por eso concede el buen consejo a todos. Tanto a los seres humanos como a los ángeles otorgó el poder de elegir -pues también los ángeles usan su razón-, a fin de que quienes le obedecen conserven para siempre este bien como un don de Dios que ellos custodian. En cambio no se hallará ese bien en quienes le desobedecen, y por ello recibirán el justo castigo; porque Dios ciertamente les ofreció benignamente este bien, mas ellos ni se preocuparon por conservarlo ni lo tuvieron por valioso, sino que despreciaron la bondad suprema. Así pues, al abandonar este bien y hasta cierto punto rechazarlo, con razón serán reos del justo juicio de Dios, de lo que el Apóstol Pablo da testimonio en su Carta a los Romanos: «¿Acaso desprecias las riquezas de su bondad, paciencia y generosidad, ignorando que la bondad de Dios te impulsa a arrepentirte? Por la dureza e impenitencia de tu corazón amontonas tú mismo la ira para el día de la cólera, cuando se revelará el justo juicio de Dios». En cambio, dice: «Gloria y honor para quien obra el bien». 37,2. Si, en efecto, unos seres humanos fueran malos por naturaleza y otros por naturaleza buenos, ni éstos serían dignos de alabanza por ser buenos, ni aquéllos condenables, porque así habrían sido hechos. Pero, como todos son de la misma naturaleza, capaces de conservar y hacer el bien, y también capaces para perderlo y no obrarlo, con justicia los seres sensatos (¡cuánto más Dios!) alaban a los segundos y dan testimonio de que han decidido de manera justa y han perseverado en el bien; en cambio reprueban a los primeros y los condenan rectamente por haber rechazado el bien y la justicia. 37,3. […] Todos los textos semejantes a éstos, que nos muestran al ser humano como libre y capaz de tomar decisiones, nos enseñan cómo Dios nos aconseja exhortándonos a obedecerle y apartarnos de la infidelidad, pero sin imponerse por la fuerza. 37,4. Incluso el Evangelio: si alguien no quiere seguirlo, le es posible, aunque no le conviene; porque desobedecer a Dios y perder el bien está en nuestras manos, pero hacerlo lesiona al ser humano y le causa serio daño. Por eso dice Pablo: «Todo es posible hacer, pero no todo conviene». Por una parte muestra la libertad del ser humano, por la cual éste puede hacer lo que quiera, pues ni Dios lo fuerza a lo contrario; pero añade «no todo conviene», a fin de que no abusemos de la libertad para enmascarar la malicia: eso no es conveniente. […] Mas si no estuviese bajo nuestro arbitrio hacer estas cosas o evitarlas, ¿qué motivo habría tenido el Apóstol, y antes el mismo Señor, de aconsejar hacer unas cosas y abstenerse de otras? Pero, como desde el principio el ser humano fue dotado del libre arbitrio, Dios, a cuya imagen fue hecho, siempre le ha dado el consejo de perseverar en el bien, que se perfecciona por la obediencia a Dios. 37,5. Y no sólo en cuanto a las obras, sino también en cuanto a la fe, el Señor ha respetado la libertad y el libre arbitrio del hombre, cuando dijo: «Que se haga conforme a tu fe». Esto muestra que el ser humano tiene su propia fe, porque también tiene su libre arbitrio. Y también: «Todo es posible al que cree». Y: «Vete, que te suceda según tu fe». Todos los textos semejantes prueban que el ser humano tiene libertad para creer. Por eso «el que cree tiene la vida eterna, mas el que no cree en el Hijo no tiene la vida eterna, sino que la cólera de Dios permanece en él». Por este motivo el Señor mostró que el ser humano tiene su bien propio, que es su arbitrio y su libertad, como dijo a Jerusalén: «¡Cuántas veces quise recoger a tus hijos como la gallina bajo sus alas, pero no quisiste! He aquí que tu casa quedará desierta». [Ireneo de Lyon.  Contra las Herejías IV,37,1-5]

“27,1. Escuché de un presbítero que había oído de aquellos que habían visto a los Apóstoles, y de ellos había aprendido, que a los antiguos, ya que actuaban sin el consejo del Espíritu, les bastaba la corrección que les hacía la Escritura; porque Dios, que no tiene acepción de personas, corregía con un proporcionado castigo lo que se hacía contra su beneplácito. […] 27,2. […] Por eso decía aquel presbítero, no debemos sentirnos orgullosos ni reprochar a los antiguos; sino hemos de temer, no sea que después de conocer a Cristo hagamos lo que no agrada a Dios, y en consecuencia no se nos perdonen ya nuestros pecados, sino que se nos excluya de su Reino. Pablo dijo a este propósito: «Si no perdonó las ramas naturales, él quizá tampoco te perdone, pues eres olivo silvestre injertado en las ramas del olivo y recibes de su savia»» [Ireneo de Lyon, Contra las herejías, IV, 27, 2].

Atenágoras de Atenas [133-190 d.C.]

“3. Porque la sustancia de esos ángeles fue creada por Dios para que ejercieran la providencia sobre las cosas por Él ordenadas, de suerte que Dios conservaría la providencia universal y general del universo, pero de la providencia particular se encargarían los ángeles por Él ordenados. 4. Pero a la manera que los hombres tienen libre albedrío y pueden optar por el vicio y la virtud, pues de no estar en su mano la virtud y el vicio, ni honrarías a los buenos ni castigarías a los malos, cuando unos se muestran diligentes en lo que les encomiendan, mientras otros se revelan desleales, así también los ángeles fueron puestos ante idéntica elección. 5. Unos, que fueron desde luego creados libres por Dios, permanecieron en lo que Dios los creó y ordenó; otros ultrajaron tanto el fundamento de su naturaleza como el imperio que ejercían.” [Atenágoras de Atenas [133-190], Llamamiento, o apología,  en favor de los cristianos, XXIV, 3-5].

Clemente de Alejandría [150-215 d.C.], 

“11.96,1. En la medida de nuestras fuerzas, hemos mostrado cómo es su amor a los hombres y su pedagogía. El Logos ha realizado una magnífica descripción de sí mismo, comparándose a “un grano de mostaza” […] 2. Por medio de este grano diminuto, entendido en su sentido alegórico, se dispensa a toda la humanidad el gran beneficio de la salvación. […] 3. El divino Pedagogo es digno de toda nuestra confianza, porque posee tres preciosas cualidades: la ciencia, la benevolencia y la franqueza. La ciencia, porque es la sabiduría del Padre: “Toda sabiduría procede del Señor, y permanece en Él eternamente”; la franqueza, porque Él es Dios y Creador: “todas las cosas fueron hechas por Él, y, sin Él, nada fue hecho”; la benevolencia, porque se ha entregado a sí mismo como víctima única por nosotros: “El buen pastor da su vida por sus ovejas”, y Él, efectivamente, la dio, pues la benevolencia no es más que querer el bien del prójimo, por Él mismo. 12.100,1. Por esa razón el Logos es llamado Salvador, porque ha dispensado a los hombres estas medicinas racionales, para que puedan sentir rectamente y alcancen la salvación: Él sabe esperar el momento oportuno, reprender los vicios, hacer patente las causas de las pasiones, cortar la raíz de los apetitos irracionales, señalar aquello de lo que debemos abstenernos, y dispensar a los enfermos todos los antídotos saludables. Ésta es la más grande y regia obra de Dios: salvar a la humanidad.” [Clemente de Alejandría, Pedagogo, XI].

“III.10.1. Los seguidores de Basílides [herejía gnóstica que sostenía que la fe era según la eleción] consideran que la fe es algo natural, porque la atribuyen a la elección, al descubrir las doctrinas sin demostración alguna, sino mediante una comprensión intelectual. 10.2. En cambio, los valentinianos [herejía gnóstica que sostenía que una parte de la humanidad ya estaba destinada a la salvación desde su origen] nos asignan la fe a nosotros, los simples, pero sostienen que la gnosis reside en ellos, que son salvados por su naturaleza, en conformidad con la superioridad de su origen; y dicen que la gnosis dista más de la fe que lo espiritual respecto a lo psíquico. 10.3. Además los basilianos [herejía gnóstica que enseñaba una elección anterior supercósmica] afirman que la fe y la elección poseen su respectivo espacio, según su categoría individual; y que consecuentemente, de la elección supercósmica depende en toda naturaleza la fe cósmica, y también que el don de la fe sería proporcional a la esperanza de cada uno. 11.1. Si eso es así  la fe no sería resultado de una libre determinación, sino de un privilegio de la naturaleza; así tampoco sería responsable el que no cree, ni merecería un castigo justo; lo mismo que el creyente tampoco sería responsable. De esta manera, cuanto hay de personal y diferente realmente en nosotros por la fe o la incredulidad, no estará sometido ni a alabanza ni a reproche para quien bien razona, ya que todo se encuentra predeterminado por la necesidad natural, surgida del que tiene poder universal. Y si nosotros estamos gobernados por una fuerza natural, como por cuerdas, igual que los objetos inanimados, lo voluntario y lo involuntario resultan ser nociones superfluas, al igual que el impulso que los dirige. 11.2. En cuanto a mí, no puedo concebir un ser viviente cuya capacidad impulsiva es resultado de una necesidad, instado por una causa externa. Entonces, ¿dónde estaría la conversión del incrédulo, por la que se obtiene el perdón de los pecados? Así, tampoco sería ya razonable el bautismo, ni el sello bendito, ni el Hijo, ni el Padre; sino que para ellos Dios viene a ser, me parece a mí, la distribución de las naturalezas, sin el fundamento de la salvación que es la fe voluntaria. IV.12.1. Pero nosotros que hemos recibido del Señor, mediante las Escrituras, que a los hombres se les ha dado la facultad de elegir y de rechazar libremente, apoyándose en la fe, como criterio inmutable (o: infalible); demostramos que “el espíritu está pronto”, porque hemos elegido la vida y hemos creído a Dios mediante su voz. Y quien ha creído al Verbo sabe que eso [que ha creído] es verdadero, porque el Verbo es verdad; por el contrario, quien no ha creído (al Verbo) que habla, no ha creído a Dios. ” [Clemente de Alexandria. Stromata, II. III. 10,1-11,2. IV. 12.1).

Tertuliano [160-220 d.C.]

[Viene hablando de Satanás] “Pero, ¿y este espíritu perverso y seductor es también obra de Dios? No se puede negar que Dios lo creó; pero lo creó resplandeciente de gloria, y adornado de justicia y de santidad; él después se pervirtió y se degradó, por haber abusado culpablemente de su libertad: en una palabra, Dios lo había hecho Ángel, y él se hizo demonio. Está, pues, demostrado y es incontestable, que todo bien proviene del Creador y todo mal, de la criatura libre y rebelde a su Creador.” [Tertuliano. Contra Marción. II.7]

Orígenes de Alejandría [184-253 d.C.] 

“Hemos dicho ya muchas veces, apoyándolo con las afirmaciones que hemos podido hallar en las Escrituras, que el Dios creador de todas las cosas es bueno, justo y omnipotente. Cuando Él en un principio creó todo lo que deseó crear, a saber, las criaturas racionales, no tuvo otro motivo para crear fuera de sí mismo, es decir, de su bondad. Ahora bien, siendo Él mismo la única causa de las cosas que habían de ser creadas, y no habiendo en Él diversidad alguna, ni mutación, ni imposibilidad, creó a todas las criaturas iguales e idénticas, pues no había en Él mismo ninguna causa de variedad o diversidad. Sin embargo, habiendo sido otorgada a las criaturas racionales, como hemos mostrado muchas veces, la facultad del libre albedrío, fue esta libertad de su voluntad lo que arrastró a cada una –de las criaturas racionales–, bien a mejorarse con la imitación de Dios, bien a deteriorarse por negligencia. Ésta fue la causa de la diversidad que hay entre las criaturas racionales, la cual proviene, no de la voluntad o intención del Creador, sino del uso de la propia libertad. Pero Dios, que había dispuesto dar a sus criaturas según sus méritos, hizo con la diversidad de los seres intelectuales un solo mundo armónico, el cual, como una casa en la que ha de haber no solo “vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro, unos para usos nobles, y otros para los más bajos” (2 Ti. 2:20), está provisto con los diversos vasos que son las almas. En mi opinión éstas son las razones por las que se da la diversidad en este mundo, pues la divina providencia da a cada uno lo que corresponde según son sus distintos impulsos y las opciones de las almas. Con esta explicación aparece que el creador no es injusto, pues otorga a cada uno lo que previamente ha merecido; ni nos vemos forzados a pensar que la felicidad o infelicidad de cada uno se debe a un azar de nacimiento o a otra cualquier causa accidental; ni hemos de creer que hay varios creadores o varios orígenes de las almas” .      [Orígenes, Tratado de los Principios. II.9.6]

Recopilación de Textos y edición: Gabriel Edgardo LLugdar – Diarios de Avivamientos – Serie Patrística – 2018