La divinidad de Cristo en los Padres de la Iglesia

Quien niega la divinidad de Cristo ignora dos cosas fundamentales. La primera es el concepto integral, o la revelación completa, que las Escrituras nos dan acerca del Hijo de Dios, pues quien solo interpreta textos aislados de la Biblia termina cayendo en el fundamentalismo fanático, o en la herejía. Recordemos que herejía significa tomar, o seleccionar, solo una parte aislándola del resto. Las Escrituras en su totalidad nos dicen claramente que Jesucristo es Dios: perfecto Dios antes de su encarnación, perfecto Dios durante su encarnación, perfecto Dios después de su resurrección, perfecto hombre desde su encarnación, perfecto hombre después de su resurrección; en todo participante de la naturaleza del Padre, en todo participante de nuestra naturaleza.

Lo segundo que ignora quien niega la divinidad de Cristo es la Historia de la Iglesia (patrística, evolución del dogma, historia del culto, concilios de la Iglesia, tradición) que brindan un marco apropiado para interpretar correctamente las Escrituras, lo que se define como: lo que toda la Iglesia ha creído siempre, en todo tiempo y en todo lugar. Ignorar la Historia es creerse autosuficiente en la interpretación bíblica, lo cual nos convierte en candidatos idóneos para caer en las antiguas herejías. La Patrística, la Tradición y la Historia del dogma nos dejan en claro una cosa: Jesucristo fue adorado como Dios mucho antes de que las definiciones conciliares lo dejaran asentado por escrito.

Ignacio de Antioquía. Siglo II

“Porque nuestro Dios, Jesús el Cristo, fue concebido en la matriz de María según una dispensación “de la simiente de David”… A partir de entonces toda hechicería y todo encanto quedó disuelto, la ignorancia de la maldad se desvaneció, el reino antiguo fue derribado cuando Dios apareció en la semejanza de hombre en novedad de vida eterna.» [Carta a los Efesios 18,19]

«Espera en Aquel que está por encima de toda estación, el Eterno, el Invisible, que se hizo visible por amor a nosotros, el Impalpable, el Impasible, que sufrió por amor a nosotros, que sufrió en todas formas por amor a nosotros.”    [Carta a Policarpo 3]

II Epístola de Clemente, es en realidad un sermón registrado por escrito, el sermón más antiguo que se conserva de la iglesia primitiva. S. II

“Hermanos, tendríamos que pensar en Jesucristo como Dios y como “juez de los vivos y los muertos.”     [2ª de Clemente a los Corintios. 1. Ropero, Alfonso. Lo Mejor de los Padres Apostólicos, Clie]

CLEMENTE, de Alejandría, S. II

“Por consiguiente el Verbo, Cristo, es causa no sólo de que nosotros existamos desde antiguo (porque Él estaba en Dios), y de que seamos felices. Ahora este mismo Verbo se ha manifestado a los hombres, el único que es a la vez Dios y hombre, y causa de todos nuestros bienes. Aprendiendo de Él a vivir virtuosamente, somos conducidos a la vida eterna”.  [PROTRÉPTICO (EXHORTACIÓN) A LOS GRIEGOS, I.7.1]

Carta a Diogneto, obra apologética considerada una joya de la antigüedad cristiana. S. II o III

“Sino que, verdaderamente, el Creador todopoderoso del universo, el Dios invisible mismo de los cielos plantó entre los hombres la verdad y la santa enseñanza que sobrepasa la imaginación de los hombres, y la fijó firmemente en sus corazones, no como alguien podría pensar, enviando a la humanidad a un subalterno, o a un ángel, o un gobernante, o uno de los que dirigen los asuntos de la tierra, o uno de aquellos a los que están confiadas las dispensaciones del cielo, sino al mismo Artífice y Creador del universo, por quien Él hizo los cielos… A éste les envió Dios. ¿Creerás, como supondrá todo hombre, que fue enviado para establecer su soberanía, para inspirar temor y terror? En modo alguno. Sino en mansedumbre y humildad fue enviado. Como un rey podría enviar a su hijo que es rey; Él le envió como enviando a Dios; le envió como hombre a los hombres; le envió como Salvador, usando persuasión, no fuerza; porque la violencia no es atributo de Dios. Le envió para llamar, no para castigar; le envió para amar, no para juzgar. Es cierto que le enviará un día en juicio, y ¿quién podrá resistir entonces su presencia?” [Carta a Diogneto 7. Ropero, Alfonso. Lo Mejor de los Padres Apostólicos, Clie]

Orígenes. Siglo III

«Así como en los últimos días, el Verbo de Dios revestido de la carne de María, entró en este mundo; y otro ciertamente era el que se veía en Él, otro el que se comprendía, porque la vista de la carne en Él se ofrecía a todos, pero a pocos y elegidos se les daba el conocimiento de la divinidad. Así también, cuando por los profetas y el legislador, el Verbo de Dios se manifestó ante los hombres, no se manifestó sin las vestimentas apropiadas. En efecto, así como allí esta cubierto por el velo de la carne, aquí por el de la letra (cf. 2 Co 3,14); de modo que la letra es vista como la carne, pero late en el interior el sentido espiritual que se percibe como la divinidad. Por tanto, esto es lo que ahora encontraremos leyendo el libro del Levítico, en el cual se describen los ritos de las sacrificios, la diversidad de los víctimas y los ministerios de los sacerdotes. Pero todo esto según la letra, que es como la carne del Verbo y revestimiento de su divinidad, que acaso dignos e indignos consideran y oyen.»   [Dieciséis homilías sobre el Levítico, Homilía I,1]

LACTANCIO, S. III-IV

«Y, teniendo naturaleza divina y naturaleza humana, pudiera llevar esta débil y frágil naturaleza nuestra, como de la mano, hasta la inmortalidad. Engendrado Hijo de Dios en el espíritu, hijo del hombre por su carne; esto es, Dios y hombre. El poder de Dios se manifiesta en él por las obras que hizo; la fragilidad del hombre por la pasión que sufrió.” [Instituciones divinas, 4,13. Cit. La predicación del Evangelio en los Padres de la Iglesia. BAC]

Eusebio, obispo de Cesárea: Confesión de fe en su Carta a su diócesis, del año 325
Puesto que Eusebio afirma que él fue bautizado según esta fórmula, es posible que su confesión de fe se remonte casi a mediados del siglo III. El Concilio de Nicea, al que Eusebio presentó su confesión de fe para que este concilio la confirmara, tomó de ella algunas cosas para su propia confesión de fe.

Creemos en un solo Dios, Padre omnipotente, el creador de todas las cosas visibles e invisibles.
Y en un solo Señor, Jesucristo,la Palabra de Dios, Dios de Dios, luz de luz, vida de vida, Hijo unigénito, primogénito de toda la creación, engendrado antes de todos los siglos por el Padre, por medio del cual todo fue hecho, se encarnó por nuestra salvación…

HILARlO, obispo de POITIERS, Siglo IV

El Hijo procede de aquel Padre que tiene el ser, es unigénito que procede del inengendrado, descendencia del Padre, viviente del viviente. Como el Padre tiene la vida en sí mismo, también se le ha dado al Hijo tener la vida en sí mismo. Perfecto que procede del perfecto, porque es todo entero de aquel que es todo entero. No hay división o separación, porque cada uno está en el otro y en el Hijo habita la plenitud de la divinidad. Es el incomprensible que procede del incomprensible; nadie les conoce, sino ellos entre sí. Es el invisible que procede del invisible, porque es la imagen del Dios invisible (Col 1,15) y porque el que ve al Hijo, ve también al Padre (Gn 14,9). Uno procede del otro, porque son Padre e Hijo. Pero la naturaleza de la divinidad no es distinta en uno y otro, porque los dos son una misma cosa: Dios que procede de Dios. El Dios unigénito del único Dios inengendrado. No son dos dioses, sino uno que procede de uno. No dos inengendrados, porque el que ha nacido procede del que no ha nacido. En nada se diferencian el uno del otro, porque la vida del viviente está en el que vive. Estas cosas hemos alcanzado acerca de la naturaleza de la divinidad, sin entender lo más elevado, pero dándonos cuenta de que son incomprensibles las cosas de que hablamos. Podrás decir: De nada sirve la fe si nada puede ser comprendido. Al revés, el servicio que la fe proporciona es el de saber que aquello por lo que se pregunta es incomprensible para ella”   [La Trinidad, 2,11. Cit. La predicación del Evangelio en los Padres de la Iglesia BAC]

Atanasio, obispo de Alejandría, S. IV

“[…] el Logos no estaba en el cuerpo como uno cualquiera de los seres creados ni tampoco como una criatura dentro de otra, sino que era Dios en la carne, artífice y preparador en lo que ha sido preparado por Él.  Y los hombres están recubiertos de carne para existir y sostenerse, mientras que el Logos de Dios se ha hecho hombre para santificar la carne, y existió en la forma de siervo, aunque era Señor, pues toda la creación que ha sido creada y hecha por Él es sierva del Logos.”   [Discurso contra los arrianos, II, 10. Ed. Ciudad Nueva, p. 142]

«Para que se pueda conocer con más exactitud la impasibilidad de la naturaleza del Logos y aquellas debilidades que se le atribuyen en razón de la carne, es bueno escuchar al bienaventurado Pedro, pues él podría ser un testigo digno de crédito en lo que respecta al Salvador. Escribe en una carta, diciendo: Cristo, por tanto, sufrió por nosotros en la carne. Así pues, cuando se diga que tiene hambre y sed, que se cansaba, no sabía, dormía, lloraba, preguntaba, huía, era engendrado, pedía que se apartara el cáliz y en general todas aquellas cosas que son propias de la carne, habría que añadir lógicamente a cada una de ellas: «Cristo, por tanto, tuvo hambre y sed por nosotros en la carne»; «decía que no sabía, era apaleado y se cansaba por nosotros en la carne» ; «fue exaltado, engendrado, crecía, tenía miedo y se escondía en la carne»; «decía: Si es posible aparta de mí este cáliz, era golpeado y apresado por nosotros en la carne»; y en general todas las cosas semejantes que hizo por nosotros en la carne. No hay duda de que por esta razón el Apóstol mismo no dijo: «Cristo, por tanto, sufrió por nosotros en la divinidad», sino por nosotros en la carne, para que no se llegase a pensar que los padecimientos son propios del Logos mismo conforme a su naturaleza, sino propios de la carne por naturaleza. Por lo tanto, que nadie se escandalice a causa de los padecimientos humanos, sino más bien que sepa que el Logos mismo permanece impasible en lo que respecta a su naturaleza y que, no obstante, a causa de la carne de la que se revistió, se le atribuyen estas cosas, puesto que son propias de la carne y se trataba del cuerpo mismo del Salvador. Él permanece como es, impasible en lo que respecta a su naturaleza, sin ser dañado por ellas, sino más bien haciéndolas desaparecer y destruyéndolas.”   [Discurso contra los arrianos, III, 34. Ed. Ciudad Nueva, p. 306-307]

CIRILO DE ALEJANDRÍA, finales del siglo IV y principios del V, Patriarca de Alejandría

“El Unigénito, que era Dios y Señor de todas las cosas, según las Escrituras, se ha manifestado a nosotros; ha sido visto en la tierra, ha iluminado a los que estaban en tinieblas, haciéndose hombre … Él es el Verbo de Dios, viviente, subsistente y eterno con Dios Padre, tomando forma de esclavo. Como es completo en su divinidad, es completo en su humanidad; constituido en un solo Cristo, Señor e Hijo […]. En efecto, el Hijo, coeterno a aquel que lo había engendrado y anterior a todos los siglos, cuando tomó la naturaleza humana sin dejar su cualidad de Dios, sino integrando el elemento humano, pudo legítimamente ser concebido como nacido de la estirpe de David y teniendo un nacimiento humano reciente. Porque no hay sino un solo Hijo y un solo Señor Jesucristo, antes que asumiera la carne y después que se ha manifestado como hombre”  [Sobre la encarnación del Unigénito. Cit. La predicación del Evangelio en los Padres de la Iglesia BAC]

Epifanio, obispo de Salamina: Confesión de fe en su Ancoratus, en el año 374

«Creemos en un solo Dios, Padre omnipotente, creador de cielo y tierra, de todas las cosas visibles e invisibles. Y en un solo Señor, Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios, engendrado del Padre antes de todos los siglos, es decir, de la esencia del Padre, luz de luz, Dios verdadero de Dios Verdadero, engendrado no creado, de la misma esencia del Padre, por medio del cual todo fue hecho, las cosas en los cielos y las de la tierra…»

Credo Niceno (Primer gran Concilio de toda la cristiandad), 19 de junio del 325

«Creemos en un solo Dios, Padre omnipotente, creador de todas las cosas visibles y de las invisibles. Y en un solo Señor, Jesucristo, el Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, nacido, no hecho, de una sola sustancia con el Padre (lo que en griego se llama homousion), por quien todas las cosas fueron hechas, las que hay en el cielo y las que hay en la tierra…»

Artículo y recopilación de fuentes patrísticas de Gabriel Edgardo Llugdar para Diarios de Avivamientos Diarios de la Iglesia –  2020

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Gnosticismo: la salvación por medio del conocimiento – Herejías de la Historia

¿Qué es el gnosticismo?

Los gnosticismos son doctrinas de intelectuales, deficientemente convertidos, que aparecen en gran número hacia el 120-130 d. C. Lejos de acoger la fe, según la tradición de los apóstoles y de la Iglesia, la utilizan y la explotan en el sentido de sus filosofías y de sus sistemas. Su legítimo deseo de conocimiento se convierte en violación y no acogida del misterio. A mediados del siglo II la literatura gnóstica es más abundante y más activa que la ortodoxa.    [Adalbert G. Hamman Para leer LOS PADRES DE LA IGLESIA – Nueva edición revisada y aumentada por Guillaume Bady]

Es muy posible que la gnosis occidental se haya podido generar en suelo judío a partir de preocupaciones vitales y religiosas no respondidas adecuadamente por la religión tradicional, a partir del influjo de la filosofía platónica y de otras concepciones dualistas sobre la perenne lucha del Bien y del Mal, y a partir de otras nociones esotéricas que existían en el mundo grecorromano.
Es muy posible, además, que el germen de la gnosis sea anterior a la era cristiana, y que al crecer afectara directamente tanto al judaismo como al paganismo más esotérico (el hermetismo), y sobre todo al cristianismo de los siglos II y III. Cuando la atmósfera de ideas gnósticas («gnosis») se transforma en un sistema sólido de nociones religiosas dentro del cristianismo, se denomina «gnosticismo». Y es este sistema el que afectó y sacudió violentamente, con sus novedosas y heterodoxas concepciones, a la teología del grupo mayoritario cristiano, sobre todo a partir de mediados del siglo II.

Para los gnósticos [de la palabra griega gnosis, que significa conocimiento] la divinidad no es simple, sino compleja. Su magna paz y soledad no es incompatible con que esta deidad suprema esté de algún modo acompañada de un ser que es como una proyección de sí mismo. Este «ser» («eón») se puede denominar su «Pensamiento», también llamado «Silencio». Este Pensamiento es como la proyección de sí mismo, pero a la vez actúa como si fuera su «Pareja». Los gnósticos sostienen que el Uno, gracias a su unión con su Pensamiento/Silencio, emana un «Dios hacia fuera» o Hijo, que puede proyectarse tanto hacia lo inteligible —el ámbito divino— como hacia lo sensible —lo que después será el universo material.
Es digno de señalar cómo de una u otra manera aparece en los sistemas gnósticos la figura de la Madre o Deidad femenina (el Silencio es femenino en griego: Sigé). Los expertos en historia de las religiones interpretan este hecho como un resto de antiguo politeísmo (divinidad masculina/femenina), luego purificado e intelectualizado. En unos sistemas gnósticos es el Silencio (vocablo que recalca la trascendencia de ese Uno) el que aparece como la compañera del Uno; en otros se le llama Espíritu (que en hebreo también es femenino).

El Espíritu Santo como «mujer»

Notemos como es en el gnosticismo que surge la herejía de considerar al Espíritu en femenino, dentro del cristianismo:

“Otros más cuentan la prodigiosa narración de que en la potencia del Abismo hubo una Luz primera, dichosa, incorruptible e infinita, que fue el Padre de todas las cosas, al que llaman el Primer Hombre. De él nació el Pensamiento como hijo suyo: éste es el Hijo del Hombre, es decir el Segundo Hombre. Sobre éstos está el Espíritu Santo… Y dicen que el Espíritu vuela sobre éstos, al que llaman Primera Mujer. En seguida, según dicen, el Primer Hombre se regocijó con su Hijo al ver la hermosura del Espíritu, es decir de la Mujer, y habiéndola iluminado, de ella engendró la Luz incorruptible, y al Tercer Hombre, al que llaman Cristo, hijo del Primero y del Segundo Hombre, unidos al Espíritu Santo que es la Primera Mujer.” [Ireneo de Lyon – Contra los Herejes – Libro I. 30, 1]

 

El Demiurgo, el dios ‘inferior’ o ‘malo’ que creó el universo

Según el gnosticismo, el Dios supremo e inefable (El Padre) no es el creador del universo, aunque todo en última instancia procede de él. El creador es un ser inferior: el Demiurgo.

Este personaje, el Demiurgo, es descrito de diversas maneras por los gnósticos. Pero en todos los sistemas es un ser divino, un dios inferior que ignora que por encima de él se halla el verdadero y trascendente Dios, el Uno… A pesar de ser el Creador, en unos grupos gnósticos el Demiurgo es un ser malo y perverso; en otros, simplemente necio por no saber que hay un Dios superior a él, el Uno o Padre trascendente; en todos los grupos gnósticos, este Demiurgo es Yahvé [Jehová], el dios del Antiguo Testamento, a quien los judíos creen equivocadamente dios supremo, por haber creado el universo.

El Uno (Padre trascendente)

Pleroma (Plenitud o conjunto total de la divinidad, formada por las emanaciones del UNO (esas emanaciones se llaman ‘eones’ )

La Sabiduría o Sofía (uno de esos eones o entes divinos) se rebela  (lapso o caída) y es expulsada del Pleroma

ese «pecado» o lapso de la Sabiduría significará el principio de la materia, del universo todo

La sabiduría se arrepiente y es rescatada por el Pleroma, de ese arrepentimiento surgirá el Demiurgo

El Demiurgo crea el universo con la materia que surgió de la caída de la Sabiduría

El Uno o Padre es supertrascendente: no puede implicarse de modo directo en crear el universo. Queda así exonerado de algún modo de la creación de algo material, y por tanto imperfecto y malo. Tenemos, pues, aquí un mito cosmogónico. Con él la gnosis consigue explicar varias cosas: el Universo es creado en último término por Dios, pero por una especie de «error» de uno de sus modos o «eones». Además, no lo crea la divinidad directamente, sino sus intermediarios. Esto supone que la gnosis niega la fe del Antiguo Testamento en la creación. Pero así se salva la absoluta trascendencia divina y se explica la dualidad insalvable entre Dios y la materia. Esta es el último escalón, lo más degradado del ser y, en el fondo, es irreconciliable con la divinidad.

En esta creación hay tres tipos de sustancias: 1) la sustancia espiritual o divina: «pneumática», es una chispa divina procedente del Pleroma que pasará al «espíritu», o parte superior de algunos seres humanos (muy importante en la soteriología gnóstica, como veremos más adelante). 2) la sustancia «psíquica»; esta será engendrada por el Demiurgo. La sustancia «psíquica» es propia de algunos ámbitos de la materia, por ejemplo, el principio vital, o alma del hombre, lo que le permite moverse. 3) En tercer lugar tenemos la sustancia puramente «material», representada por la materia toda del cosmos, los animales y el cuerpo del hombre, creados todos por el Demiurgo.

 

La creación del ser humano

Esta creación es efectuada por el Demiurgo asistido por una serie de ángeles ayudantes, creados previamente por él y que se hallan a cargo del sistema de los planetas. Todos juntos, ángeles y Demiurgo, para completar el universo material, forman al primer ser humano, Adán, a imagen del Dios supremo, y a semejanza del dios secundario, o Demiurgo. Este hombre creado fue dotado con la sustancia «psíquica» que le permitía moverse, pero no tenía la sustancia espiritual o divina: «pneumática», ante esta situación la Sabiduría se apiada, y mediante un engaño logra que el Demiurgo transmita al hombre esa sustancia (aunque al transmitírsela se quede vacío de ella).

El Demiurgo y sus ángeles quedan envidiosos del hombre porque, aunque ha sido creado a través suyo, existe a «imagen» del Dios supremo y posee una parte del espíritu divino que ellos no tienen. Ellos solo le dieron la «semejanza». Por este motivo, el Demiurgo será enemigo acérrimo de todo hombre que tenga «espíritu», y hará todo lo posible porque su salvación no prospere. El Demiurgo intenta hacer que ese espíritu, «chispa» o «centella» divina —que tiene el ser humano— no les toque en herencia a todos los seres humanos futuros, o bien que se vaya difuminando entre muchos poseedores y quede definitivamente encerrado en la materia y, en consecuencia, que no aspire a volver al cielo junto al Padre trascendente. Para lograr este propósito, el Demiurgo crea a Eva  y con ella el deseo sexual y la procreación. La humanidad se irá multiplicando, y la mayoría de los humanos se irá olvidando, adormecidos por la materia que los rodea, de que portan en sí esa «chispa divina», el «espíritu». 

 

Los elegidos que se han de salvar sí o sí

Pero la humanidad no es toda exactamente igual: entre los hombres que se van creando por generación carnal se producen tres clases, o tres «razas», que corresponden a las tres sustancias que explicamos anteriormente.

Así lo explica el obispo Ireneo de Lyon:

“Son tres, pues, los tipos de hombre: el primero es material (hylico), que por necesidad perece, el cual es incapaz de recibir ningún soplo de incorrupción. El animado (psychico), que queda entre el material y el espiritual, que se inclinará hacia el lado que lo arrastre su propensión. Y el espiritual (pneumático)… Este elemento espiritual, dicen ellos, es «la sal» y «la luz del mundo»… Ellos pretenden ser estos hombres. También hay enseñanzas psíquicas, que son las que han recibido los hombres animados (psychicos), es decir aquellos que, mediante la fe sencilla y las obras han sido confirmados, pero no tienen la gnosis perfecta: éstos somos los hombres que, según ellos, formamos la Iglesia. Por eso nos hace falta una buena conducta, pues de otra manera no podremos salvarnos. En cambio enseñan que ellos no se salvan por las obras, sino que, por el hecho de ser de naturaleza espiritual, automáticamente se salvan. Porque, así como lo que nace del lodo es incapaz de acoger la salvación -por no tener potencia de recibirla-; de igual manera lo que por naturaleza es espiritual -y de esta clase pretenden ser ellos- es incapaz de corromperse, sean cuales fueren sus actos. Sucedería como con el oro, que aun cuando caiga en el lodo no pierde su belleza; sino que conserva su naturaleza, pues el lodo es incapaz de dañar al oro. De igual manera, dicen, ellos no pueden sufrir ningún daño ni perder su sustancia espiritual, aunque se hundan en cualesquiera obras materiales. Por eso los que entre ellos ya son «perfectos», sin vergüenza alguna hacen lo que quieren, aun todas las acciones prohibidas, de las cuales la Escritura afirma: «Quienes tales cosas hacen no heredarán el Reino de Dios»… Mientras hacen muchas otras acciones vergonzosas e impías, se ríen de nosotros, que por temor de Dios nos abstenemos de pecar incluso en nuestros pensamientos y palabras, teniéndonos por ignorantes e idiotas. En cambio presumen de ser los perfectos y la semilla de elección… Por ello nosotros, a quienes llaman psíquicos y, según ellos, pertenecemos a este mundo, tenemos que observar por fuerza la continencia y realizar buenas obras para que podamos llegar al Lugar Intermedio. En cambio ellos, que a sí mismos se llaman espirituales y perfectos, de ningún modo lo necesitan; porque no son las obras lo que lleva al Pléroma, sino la semilla sembrada de lo alto que, aunque es pequeña, acá abajo llega a hacerse perfecta.”    [Ireneo de Lyon – Contra los Herejes – Libro I. 6,1 – 6,4]

La división de la humanidad en estas tres clases tendrá su importancia a la hora de la venida del Salvador, quien únicamente vendrá salvar a los espirituales (pneumáticos), los que nacieron con esa chispa de divinidad.

«Según los gnósticos, Jesús sabía que la mayoría de la gente era incapaz de asimilar su verdadera enseñanza, de modo que se la confió en secreto a unos pocos elegidos (y apelaban a la primera carta a los corintios 2, 6: «Enseñamos sabiduría entre los perfectos»). Estos elegidos transmitían su tradición secreta de generación en generación a los pocos merecedores de ello.”    [D’AMBROSIO, Marcelino. Cuando la Iglesia era joven, las voces de los primeros Padres, p. 51-53]

Del siglo II es también Taciano, un apologista cristiano, quien nos da a entender que la Iglesia no creía en la existencia de diversos tipos de seres humanos (unos que se salvarían si o sí y otros que por el destino se perderían irremediablemente) 

«Ahora bien, el Verbo, antes de crear a los hombres, fue artífice de los ángeles, y una y otra especie de criaturas fue hecha libre, sin tener en sí la naturaleza del bien, que sólo Dios posee, sino que se cumple por los hombres gracias a su libre elección. De este modo, el malo es con justicia castigado, pues por su culpa se hizo malo; y el bueno merecidamente es alabado por sus buenas obras, pues, ejerciendo su libre albedrío, no traspasó la voluntad de Dios. Tal es nuestra doctrina sobre los ángeles y los hombres.
Pero como el poder del Verbo tenía en sí la presciencia de lo por venir, no por la fatalidad del destino, sino por la libre determinación de los que eligen, predijo los acontecimientos futuros, y por sus prohibiciones puso freno a la maldad, y alabó a los que perseveran en el bien.»  [Taciano, Discurso a los griegos, 7]

El Salvador, Redentor o Revelador descenderá desde el Pleroma, atravesará las distintas esferas de los cielos que circundan la tierra engañando a los ángeles del Demiurgo que las gobiernan, y llegará a ella con la misión de recordar a los hombres espirituales que tienen dentro de sí una centella divina, que deben sacudirse el letargo producido por la materia y sus afanes, y hacer todo lo posible para retornar al lugar de donde esa chispa espiritual procede. El modo de sacudir su adormecimiento es la revelación de la gnosis, o conocimiento verdadero. Lo que el Salvador hace con su revelación es sacudir al alma de modo que el ser humano empiece a formularse las preguntas sustanciales que indicamos al principio: ¿De dónde vengo? ¿Por qué tengo espíritu? ¿Qué debo hacer para rescatarlo de la materia? La revelación del Salvador da también a los espirituales los medios para responder a esas preguntas: la salvación por medio del conocimiento.

 

Final del gnostisismo

El gnosticismo duró floreciente unos dos siglos. Su final, como presencia inquietante dentro de la Gran Iglesia, es un misterio. Da la impresión como si los gnósticos se hubiesen ido desvaneciendo poco a poco tras los ataques recibidos de varios frentes. Una de las razones de su derrota fue que el gnosticismo no encajaba en absoluto dentro de una atmósfera religiosa, la de la era pos-constantiniana, que creía en una religión universal y única para todo el Imperio. El gnosticismo aparecía como una religión solo para unos pocos, una élite aristocrática en lo espiritual; no era una religión para todo el pueblo.  En la edad media el gnosticismo reaparecería con fuerza entre los cátaros, aunque siempre han estado latentes sus ideas e influencia en ciertos grupos cristianos a través de la historia.

 

Principales diferencias entre el gnosticismo y la ortodoxia de la Iglesia:

Comparativa tomada del libro: Los Cristianismos derrotados, ¿Cuál fue el pensamiento de los primeros cristianos heréticos y heterodoxos? de PIÑERO, Antonio. 

Gnosticismo:

Hay dos dioses: el Trascendente absoluto, extraño al mundo, el Uno o Bien absoluto, y Yahvé, el Dios creador, la divinidad del Antiguo Testamento, mala, necia y perversa. Los cristianos deben creer solo en el Dios Trascendente.

Ortodoxia:

Solo hay un Dios, que es a la vez el Creador del universo. No hay «dos poderes en el cielo». Yahvé, Dios del Antiguo Testamento, y el Dios de Jesús y los cristianos es el mismo.

Gnosticismo:

Dios no ha creado el universo directamente, sino a través del Demiurgo, hijo del eón Sabiduría, que surgió después de la caída y arrepentimiento de esta.

Ortodoxia

El Demiurgo no existe. El Uno, Trascendente y el Creador son el mismo. Dios no comete error o pecado alguno al crear el universo.

Gnosticismo:

La creación del ser humano, en cuanto a su cuerpo y su alma, es obra del Demiurgo. El espíritu es una insuflación de elemento divino que solo reciben algunos seres humanos.

Ortodoxia:

El ser humano completo, incluida el alma/espíritu es obra del Dios Trascendente. No interviene en ella ningún Demiurgo.

Gnosticismo:

Hay tres clases de hombres: espirituales, psíquicos y materiales. La plena salvación solo es conseguida por los primeros, Los materiales no tienen capacidad alguna de salvarse.

Ortodoxia:

No existen clases o divisiones entre los seres humanos.Todos, sin excepción, pueden conseguir la salvación.

Gnosticismo:

La salvación solo se consigue por el conocimiento (gnosis) impartido por un Salvador/Revelador, que desciende del cielo, revela y asciende de nuevo.

Ortodoxia:

La salvación se consigue por la aceptación desde la fe del valor redentor de la muerte en cruz de Jesucristo, que es un sacrificio vicario por todos los hombres.

Gnosticismo:

No se salvan todos, sino los que tengan dentro de sí la centella divina o espíritu, que es consustancial con la divinidad.

Ortodoxia:

Se pueden salvar todos los hombres, si se arrepienten de sus pecados y creen en Jesús. No son necesarias revelaciones especiales además de las contenidas en las Escrituras.

Gnosticismo:

La materia y el espíritu, el mundo de arriba y abajo son inconciliables. El que recibe la revelación y pretende salvarse debe rechazar todo lo material y corporal por medio de la ascesis.

Ortodoxia:

No todo lo material es rechazable. El universo material también ha sido creado por Dios.

Gnosticismo:

Al estar ya salvados por la aceptación del conocimiento revelado, se puede hacer lo que se quiera con el cuerpo: «La carne para la carne y el espíritu para el espíritu».

Ortodoxia:

No está permitido el libertinaje de ningún tipo, ni hay para él ninguna justificación religiosa.

Gnosticismo:

Los fieles cristianos tienen su propia Sagrada Escritura: un Evangelio, el de Lucas, y un apóstol, Pablo, y sus diez cartas.

Ortodoxia:

La Sagrada Escritura de los cristianos contiene muchos más escritos. Además de Lucas y de Pablo hay otros escritos sagrados cristianos.

 

Recopilación de textos, Gabriel Edgardo Llugdar para Diarios de Avivamientos 2020

Fuentes:

PIÑERO, Antonio. Los Cristianismos derrotados, ¿Cuál fue el pensamiento de los primeros cristianos heréticos y heterodoxos? EDAF

D’AMBROSIO, Marcelino. Cuando la Iglesia era joven, las voces de los primeros Padres

Taciano, Discurso a los griegos. Colección patrística, traducida por Monasterio Benedictino Santa María de los Toldos.

Adalbert G. Hamman. Para leer LOS PADRES DE LA IGLESIA – Nueva edición revisada y aumentada por Guillaume Bady

Ireneo de Lyon – Ad haeresis – Contra los herejes (Refutación a los gnósticos)