La predestinación calvinista, condenada por la Iglesia

Según la predestinación calvinista no todos los hombres son creados para el mismo fin:

«Dios predestina a algunos para destrucción desde que son creados» [Calvino, De la Predestinación, capítulo 5].

«Llamamos predestinación al decreto eterno de Dios por el cual determinó lo que quiere hacer de cada uno de los hombres. Porque Él no los crea con la misma condición, sino antes ordena a unos para la vida eterna, y a otros para la condenación perpetua. Por lo tanto, según el fin para el cual el hombre es creado, decimos que está predestinado a la vida o a la muerte.»  [CALVINO. Institución de la Religión Cristiana. Tomo 2. São Paulo: Unesp, 2009, p. 380]

Según el predeterminismo calvinista el pecado y la caída de Adán no solo fue permitido por Dios, sino ordenado [planificado y llevado a cabo] por Dios:

“Dios previó la Caída de Adán, e indudablemente permitirle caer no fue algo contrario a Su voluntad, sino conforme a ella. […] Y también que, puesto que todos están perdidos en Adán, los que perecen, perecen por el justo juicio de Dios; pero al mismo tiempo testifico como mi solemne confesión que lo que le sucedió, o le sobrevino, a Adán, estaba ordenado por Dios.” [CALVINO, Juan. De la Predestinación y la Providencia de Dios. Capítulo 6]

Agustín dice acerca de su propia autoridad: «Yo desearía que cada uno aceptara mis opiniones de tal modo que me siguiese únicamente en aquello de lo que le consta que yo no me he equivocado. Pues yo escribo libros en los que me encargo de refundir mis propias obras, para mostrar que ni siquiera yo me he seguido a mí mismo en todas las cosas». Lamentablemente, a lo largo de la historia del dogma algunos tomaron las especulaciones filosóficas-teológicas de Agustín sobre la “predestinación” y las convirtieron en “dogmas de fe”, sin tener en cuenta las advertencias del mismo Agustín. Mucho antes de la Reforma Protestante la Iglesia se encargó de condenar repetidamente la herejía del predestinacionismo, hasta llegar al siglo XVII con el obispo Cornelio Jansenio y el jansenismo (la versión católica de Calvino y el calvinismo).

«La confrontación con la herejía pelagiana resulta larga y agotadora y, al caer toda esperanza de hacer entrar en razón al adversario, asume tonos cada vez más duros y ásperos, sobre todo en la polémica contra el discípulo de Pelagio, Juliano de Eclana; en este caso Agustín llega casi a rozar la exasperación polémica, la cual, si no la situamos en el contexto más amplio del debate, podría hacer caer sobre él la acusación de predestinacionismo.»   [OROZ RETA, J. y GALINDO RODRIGO, J. A. El Pensamiento de San Agustín para el hombre de hoy Tomo I, La Filosofía Agustiniana. Ed. EDICEP, p. 119]

«Las tesis agustiniana sobre la relación entre libertad y gracia, maduradas en el contexto de una polémica encendida con los pelagianos, están en el centro de las disputas que dan trabajo a la teología moderna, mientras con la Reforma protestante se asiste a la formación de un verdadero y propio agustinismo heterodoxo. Un grave malentendido se producirá con Bayo y Jansenio; en el primero viene a perderse el carácter de gratuidad radical de la gracia, con resultado más pelagiano que agustiniano, mientras en el segundo la gracia viene a transformarse en fuerza invasora e invencible de la que poquísimos elegidos podrían beneficiarse. Luteranismo y jansenismo, aun apelando ambos a la doctrina agustiniana, en realidad «son un malentendido radical de ella». Agustín efectivamente no sólo no opone gracia y libertad, sino que ve en la primera la elevación y el perfeccionamiento de la segunda.» [OROZ RETA, J. y GALINDO RODRIGO, J. A. El Pensamiento de San Agustín para el hombre de hoy Tomo I, La Filosofía Agustiniana. Ed. EDICEP, p. 171]

A continuación demostraré por medio de los cánones y capítulos de los sínodos y concilios cómo la Iglesia (en todo lugar y en todo tiempo) condenó la predestinación tal como la enseña actualmente el calvinismo.

Controversia en la teología medieval:

Sínodo de Arlés, año 473: Carta de sumisión del presbítero Lúcido. Sobre la doctrina de la predestinación del presbítero Lúcido trataron dos sínodos: el Sínodo de Arlés del año 473 y poco después el Sínodo de Lyon. La refutación escrita fue redactada por el obispo Fausto de Reji y enviada a los treinta obispos sinodales de la Galia. Lúcido tuvo que suscribirla.

«Vuestra corrección es pública salvación y vuestra sentencia medicina. De ahí que también yo tengo por sumo remedio, excusar los pasados errores acusándolos, y por saludable confesión purificarme. Por tanto, de acuerdo con los recientes decretos del Concilio venerable, condeno juntamente con vosotros aquella sentencia

  • que dice que no ha de juntarse a la gracia divina el trabajo de la obediencia humana; que dice que después de la caída del primer hombre, quedó totalmente extinguido el albedrío de la voluntad;
  • que dice que Cristo Señor y Salvador nuestro no sufrió la muerte por la salvación de todos;
  • que dice que la presciencia de Dios empuja violentamente al hombre a la muerte, o que por voluntad de Dios perecen los que perecen;
  • que dice que después de recibido legítimamente el bautismo, muere en Adán cualquiera que peca;
  • que dice que unos están destinados a la muerte y otros predestinados a la vida;
  • que dice que desde Adán hasta Cristo nadie de entre los gentiles se salvó con miras al advenimiento de Cristo por medio de la gracia de Dios, es decir, por la ley de la naturaleza, y que perdieron el libre albedrío en el primer padre;
  • que dice que los patriarcas y profetas y los más grandes santos, vivieron dentro del paraíso aun antes del tiempo de la redención;
  • que dice que no hay fuego ni infierno.

Todo esto lo condeno como impío y lleno de sacrilegios. De tal modo, empero, afirmo la gracia de Dios que siempre añado a la gracia el esfuerzo y empeño del hombre, y proclamo que la libertad de la voluntad humana no está extinguida, sino atenuada y debilitada, que está en peligro quien se ha salvado, y que el que se ha perdido, hubiera podido salvarse.

También Cristo, Dios y Salvador, por lo que toca a las riquezas de su bondad, ofreció por todos el precio de su muerte y no quiere que nadie se pierda, Él, que es salvador de todos, sobre todos de los fieles, rico para con todos los que le invocan [Rom 10, 12], Y dado que sobre realidades tan importantes se debe dar satisfacción a la conciencia, recuerdo haber dicho antes que Cristo vino sólo para aquellos de los cuales tenia presciencia que habrían creído [apelando a Mt 20,28; 26,28; Heb 9,27]. Ahora, empero, por la autoridad de los sagrados testimonios que copiosamente se hallan en las divinas Escrituras, por la doctrina de los antiguos, puesta de manifiesto por la razón, de buena gana confieso que Cristo vino también por los hombres perdidos que contra la voluntad de Él se han perdido. No es lícito, en efecto, limitar las riquezas de su bondad inmensa y los beneficios divinos a solos aquellos que al parecer se han salvado. Porque si decimos que Cristo sólo trajo remedios para los que han sido redimidos, parecerá que absolvemos a los no redimidos, los que consta han de ser castigados por haber despreciado la redención.

Afirmo también que se han salvado, según la razón y el orden de los siglos, unos por la ley de la gracia, otros por la ley de Moisés, otros por la ley de la naturaleza, que Dios escribió en los corazones de todos [cf. Rom 2, 15], en la esperanza del advenimiento de Cristo; sin embargo, desde el principio del mundo no se vieron libres de la atadura original, sino por intercesión de la sagrada sangre.

Profeso también que los fuegos eternos y las llamas infernales están preparadas para las acciones capitales, porque con razón sigue la divina sentencia a las culpas humanas persistentes; sentencia en que incurren quienes no creyeren de todo corazón estas cosas. ¡Orad por mí, señores santos y padres apostólicos! – Yo. Lúcido, presbítero, firmé por mi propia mano esta mi carta, y lo que en ella se afirma, lo afirmo, y lo que se condena, condeno.»  

Sínodo II de ORANGE, comenzado el 3 de julio del 529. Conclusión, redactada por el obispo Cesáreo de Arlés

«Según la fe católica también creemos que, después de recibida por el bautismo la gracia, todos los bautizados pueden y deben, con el auxilio y cooperación de Cristo, con tal que quieran fielmente trabajar, cumplir lo que pertenece a la salud del alma. Que algunos, empero, hayan sido predestinados por el poder divino para el mal, no sólo no lo creemos, sino que si hubiere quienes tamaño mal se atreven a creer, con toda detestación pronunciamos anatema contra ellos.”

Sobre la predestinación y diversos abusos de los españoles [De la Carta Institutio universalis, a los obispos de España, del año 785 por el obispo Adriano I]

«Acerca de lo que algunos de ellos dicen que la predestinación a la vida o a la muerte está en el poder de Dios y no en el nuestro, éstos replican: «¿A qué esforzarnos en vivir, si ello está en el poder de Dios?; y los otros, a su vez: «¿Por qué rogar a Dios que no seamos vencidos en la tentación, si ello está en nuestro poder, como por la libertad del albedrío?». Porque, en realidad, ninguna razón son capaces de dar ni de recibir, ignorando la sentencia del bienaventurado Fulgencio al presbítero Eugipio contra las opiniones de un pelagiano…: «Luego Dios preparó las obras de misericordia y de justicia en la eternidad de su inconmutabilidad… preparó, pues los merecimientos para los hombres que habían de ser justificados; preparó también los premios para la glorificación de los mismos; pero a los malos, no les preparó voluntades malas u obras malas, sino que les preparó justos y eternos suplicios. Esta es la eterna predestinación de las futuras obras de Dios y como sabemos que nos fue siempre inculcada por la doctrina apostólica, así también confiadamente la predicamos…».

Reaparece la controversia predestinacionista en el S. IX

“La controversia predestinacionista tuvo su origen en una lectura descontextualizada de ciertos pasajes de San Agustín. Este, en polémica con los pelagianos, había predicado con gran energía la voluntad salvífica universal de Dios, pero, al mismo tiempo, y quizá llevado por la pasión de la polémica, parecía haber afirmado, en concreto, que los que se salvan, se salvan porque Dios los predestinó a la salvación, mientras que los que se condenan, se condenan porque Dios los abandonó a su suerte. San Agustín estaría viendo el problema desde la perspectiva —siempre compleja— de las relaciones entre la libertad y la gracia. En tal perspectiva, previstas las respuestas que el hombre habría de dar en el futuro y las gracias que Dios habría de concederle, a unos los predestina a la salvación y a otros parece abandonarlos a su condenación eterna. El análisis agustiniano es muy complejo y difícil, y por esta razón puede haber sido la causa de que el problema quedase momentáneamente acallado, pero no resuelto, y volviese a brotar con gran virulencia a mediados del siglo IX. El protagonista de la controversia predestinacionista fue el benedictino Gothescalco, en alemán Gottschalk. Este monje, acercándose a la lectura de los textos agustinianos, concluyó, hacia el año 848, que había dos predestinaciones similiter omnino, absolutamente equivalentes. Una predestinación de los buenos a la vida eterna, y otra de los malos a la muerte eterna. Negó, por tanto, la voluntad salvífíca universal de Dios e incluso la misma libertad humana en respuesta a la gracia. Su obispo, que era Rábano Mauro, al comprobar que Gothescalco era de origen francés, lo remitió a su diócesis de origen, que era Reims, donde presidía Hincmaro. Este, a la vista de las doctrinas sostenidas por Gothescalco, convocó un sínodo en la ciudad de Quierzy-sur-Oise, que tuvo lugar el año 849. Posteriormente se celebró otro sínodo en la misma ciudad de Quierzy, en el año 853. Ambos condenaron la doble predestinación sostenida por Gothescalco y afirmaron una única predestinación: Dios destina de antemano —es decir: predestina— a todos los hombres a la salvación eterna, aunque unos acogen la gracia de Dios y se salvan, y otros la rechazan y se condenan.”  [HISTORIA DE LA TEOLOGÍA, SAPIENTIA FIDEI, Serie de Manuales de Teología. Biblioteca de Autores Cristianos, p. 11-12]

Sínodo de QUIERCY, mayo del 853

«El sínodo se celebró bajo la presidencia del arzobispo Hincmaro dc Reims, en Quiercy (Oise). Va dirigido contra la doctrina dc Godescalco (Gottschalk), monje dc Orbais, que enseñaba la doble predestinación. Godescalco había sidocondenado ya en el año 848 por un Sínodo de Maguncia y en el año 849 en Quiercy.

Cap. 1, Dios omnipotente creó recto al hombre, sin pecado con libre albedrío y lo puso en el paraíso, y quiso que permaneciera en la santidad de la justicia. El hombre, usando mal de su libre albedrío, pecó y cayó, y se convirtió en «masa de perdición» de todo el género humano. Pero Dios, bueno y justo, eligió, según su presciencia, de la misma masa de perdición a los que por su gracia predestinó a la vida [Rom 8,29s; Ef 1,11] y predestinó para ellos la vida eterna, a los demás, empero, que por juicio de justicia dejó en la masa de perdición, supo por su presciencia que habían de perecer, pero no los predestinó a que perecieran; pero, por ser justo, les predestinó una pena eterna. Y por eso decimos que sólo hay una predestinación de Dios, que pertenece o al don de la gracia o a la retribución de la justicia.

Cap. 2. La libertad del albedrío, la perdimos en el primer hombre, y la recuperamos por Cristo Señor nuestro; y tenemos libre albedrío para el bien, prevenido y ayudado de la gracia; y tenemos libre albedrío para el mal, abandonado de la gracia. Pero tenemos libre albedrío, porque fue liberado por la gracia, y por la gracia fue sanado de la corrupción.

Cap. 3. Dios omnipotente quiere que «todos los hombres» sin excepción «se salven» [1 Tim 2,4], aunque no todos se salvan. Ahora bien, que algunos se salven, es don del que salva; pero que algunos se pierdan, es merecimiento de los que se pierden.

Cap. 4. Como no hay, hubo o habrá hombre alguno cuya naturaleza no fuera asumida en él; así no hay, hubo o habrá hombre alguno por quien no haya padecido Cristo Jesús Señor nuestro, aunque no todos sean redimidos por el misterio de su pasión. Ahora bien, que no todos sean redimidos por el misterio de su pasión, no mira a la magnitud y copiosidad del precio, sino a la parte de los infieles y de los que no creen con aquella fe «que obra por la caridad» [Gal 5,6] porque la bebida de la humana salud, que está compuesta de nuestra flaqueza y de la virtud divina, tiene, ciertamente, en sí misma, virtud para aprovechar a todos, pero si no se bebe, no cura.»  

Sínodo de VALENCE, 8 de enero del 855 

«La ocasión para este concilio la dieron las controversias acerca de la doctrina de la predestinación. La predestinación únicamente para la vida bienaventurada la defendieron los Padres sinodales del Sínodo de Quiercy bajo el liderazgo de Hincmaro (621-624). La doble predestinación en el sentido de un Agustinismo rígido, la propugnaban, entre otros, Floro de Lyon, Prudencio de Troyes y el obispo Remigio de Lyon. Prudencio de Troyes reprobaba, sí, la concepción errónea de Juan Escoto Erigena (cf. su obra De praedestinatione, escrita en el año 851), pero contrapuso a los capítulos del Sínodo de Quiercy sus propios “anti-capítulos”. El obispo Remigio de Lyon ocupó la presidencia del Sínodo de Valence que combatió de manera parecida al Sínodo de Quiercy. Después de disiparse las diferencias con respecto a la terminología, y de quedar eliminado el error de los adversarios de Hincmaro acerca de la terminología empleada por éste, los participantes en el Sínodo de Valence, reunidos posteriormente en el Sínodo de Langres (año 859) suprimieron del canon 4 de Valence aquellas palabras [*entre corchetes] que iban dirigidas contra el Sínodo de Quiercy. Luego las dos facciones se reconciliaron en el año 860 en el Sínodo de Toul y aceptaron la carta sinodal de Hincmaro y los capítulos tanto de Quiercy como de Valence.

Can. 1 …evitamos con todo empeño las novedades de las palabras y las presuntuosas charlatanerías por las que más bien puede fomentarse entre los hermanos las contiendas y los escándalos que no crecer edificación alguna de temor de Dios. En cambio, sin vacilación alguna prestamos reverentemente oído y sometemos obedientemente nuestro entendimiento a los doctores que piadosa y rectamente trataron las palabras de la piedad y que juntamente fueron expositores luminosísimos de la Sagrada Escritura, esto es, a Cipriano, Hilario, Ambrosio, Jerónimo, Agustín y a los demás que descansan en la piedad católica, y abrazamos según nuestras fuerzas lo que para nuestra salvación escribieron. Porque sobre la presciencia de Dios y sobre la predestinación y las otras cuestiones que se ve han escandalizado no poco los espíritus de los hermanos, creemos que sólo ha de tenerse con toda firmeza lo que nos gozamos de haber sacado de las maternas entrañas de la Iglesia.

Can. 2. Fielmente mantenemos que «Dios sabe de antemano y eternamente supo tanto los bienes que los buenos habían de hacer como los males que los malos habían de cometer», pues tenemos la palabra de la Escritura que dice: Dios eterno, que eres conocedor de lo escondido y todo lo sabes antes de que suceda [Dan. 13,42]; y nos place mantener que «supo absolutamente de antemano que los buenos habían de ser buenos por su gracia y que por la misma gracia habían de recibir los premios eternos; y previó que los malos habían de ser malos por su propia malicia y había de condenarlos con eterno castigo por su justicia», como según el Salmista: Porque de Dios es el poder y del Señor la misericordia para dar a cada uno según sus obras [Sal 61,12 s], y como enseña la doctrina del Apóstol: Vida eterna a aquellos que según la paciencia de la buena obra, buscan la gloria, el honor y la incorrupción; ira e indignación a los que son, empero, de espíritu de contienda y no aceptan la verdad, sino que creen la iniquidad; tribulación y angustia sobre toda alma de hombre que obra el mal [Rom. 2,7 ss].

Y en el mismo sentido en otro lugar: En la revelación de nuestro Señor Jesucristo desde el cielo con los ángeles de su poder, en el fuego de llama que tomará venganza de los que no conocen a Dios ni obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, que sufrirán penas eternas para su ruina… cuando viniere a ser glorificado en sus santos y mostrarse admirable en todos los que creyeron [2 Tes. 1,7 ss].

Ni ha de creerse que la presciencia de Dios impusiera en absoluto a ningún malo la necesidad de que no pudiera ser otra cosa, sino que él había de ser por su propia voluntad lo que Dios, que lo sabe todo antes de que suceda, previó por su omnipotente e inconmutable majestad. «Y no creemos que nadie sea condenado por juicio previo, sino por merecimiento de su propia iniquidad», «ni que los mismos malos se perdieron porque no pudieron ser buenos, sino porque no quisieron ser buenos y por su culpa permanecieron en la masa de condenación por la culpa original o también por la actual» (Floro de Lyon, Sermo de praedestinatione).

Can 3. Mas también sobre la predestinación de Dios plugo y fielmente place, según la autoridad apostólica que dice: ¿Es que no tiene poder el alfarero del barro para hacer de la misma masa un vaso para honor y otro para ignominia? [Rom. 9, 21], pasaje en que añade inmediatamente: Y si queriendo Dios manifestar su ira y dar a conocer su poder soportó con mucha paciencia los vasos de ira adaptados o preparados para la ruina, para manifestar las riquezas de su gracia sobre los vasos de misericordia que preparó para la gloria [Rom. 9, 22 s]: confiadamente confesamos la predestinación de los elegidos para la vida, y la predestinación de los impíos para la muerte; sin embargo, en la elección de los que han de salvarse, la misericordia de Dios precede al buen merecimiento; en la condenación, empero, de los que han de perecer, el merecimiento malo precede al justo juicio de Dios. «Mas por la predestinación, Dios sólo estableció lo que El mismo había de hacer o por gratuita misericordia o por justo juicio» (Floro de Lyon, Sermo de praedestinatione) según la Escritura que dice: El que hizo cuanto había de ser [Is. 45,11; versión de los LXX]; en los malos, empero, supo de antemano su malicia, porque de ellos viene, pero no la predestinó, porque no viene de Él. La pena que sigue al mal merecimiento, como Dios que todo lo prevé, ésa sí la supo y predestinó, porque justo es Aquel en quien, como dice San Agustín ( cf. Agustin, De praedestinatione  sanctorum 17,34 (PL 44,986), tan fija está la sentencia sobre todas las cosas, como cierta su presciencia. Aquí viene bien ciertamente el dicho del sabio: Preparados están para los petulantes los juicios y los martillos que golpean a los cuerpos de los necios [Prov. 19,29]. Sobre esta inmovilidad de la presciencia de la predestinación de Dios, por la que en Él lo futuro ya es un hecho, también se entiende bien lo que se dice en el Eclesiastés: Conocí que todas las obras que hizo Dios perseveran para siempre. No podemos añadir ni quitar a lo que hizo Dios para ser temido [Eclo. 3,14]. «Pero que hayan sido algunos predestinados al mal por el poder divino», es decir, como si no pudieran ser otra cosa, «no sólo no lo creemos, sino que si hay algunos que quieran creer tamaño mal, contra ellos», como el Sínodo de Orange, «decimos anatema con toda detestación».

Can. 4. [En este canon se pone de manifiesto la interpretación errónea que hicieron del capítulo 4 del Sínodo de Quiercy, sobre la expiación ilimitada en relación a los impíos que murieron antes de la venida de Cristo; posteriormente en el Sínodo de Toul se entendieron las partes y se convalidó lo proclamado en el Sínodo de Quiercy] Igualmente sobre la redención por la sangre de Cristo, en razón del excesivo error que acerca de esta materia ha surgido, hasta el punto de que algunos, como sus escritos lo indican, definen haber sido derramada aun por aquellos impíos que desde el principio del mundo hasta la pasión del Señor han muerto en su impiedad y han sido castigados con condenación eterna, contra el dicho del profeta: Seré muerte tuya, oh muerte; tu mordedura seré, oh infierno [Os. 13, 14]; nos place que debe sencilla y fielmente mantenerse y enseñarse, según la verdad evangélica y apostólica, que por aquéllos fue dado este precio, de quienes nuestro Señor mismo dice: «Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es menester que sea levantado el Hijo del Hombre, a fin de que todo el que crea en El, no perezca, sino que tenga la vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo unigénito, a fin de que todo el que crea en Él, no perezca, sino que tenga vida eterna» [Juan 3,14-16]; y el Apóstol: «Cristo se ha ofrecido una sola vez para cargar con los pecados de muchos» [Hebr. 9, 28]. Ahora bien, los capítulos [cuatro, que un Concilio de hermanos nuestros aceptó con menos consideración, por su inutilidad, o, más bien, perjudicialidad, o por su error contrario a la verdad, y otros también] concluidos muy ineptamente por diecinueve silogismos y que, por más que se jacten, no brillan por ciencia secular alguna, en los que se ve más bien una invención del diablo que no argumento alguno de la fe, los rechazamos completamente del piadoso oído de los fieles y con autoridad del Espíritu Santo mandamos que se eviten de todo punto tales y semejantes doctrinas; también determinamos que los introductores de novedades, han de ser amonestados, a fin de que no sean heridos con más rigor.

Can. 5 Igualmente creemos ha de mantenerse firmísimamente que toda la muchedumbre de los fieles, «regenerada por el agua y el Espíritu Santo» [Juan 3, 5] y por esto incorporada verdaderamente a la Iglesia y, conforme a la doctrina evangélica, bautizada en la muerte de Cristo [Rom. 6, 3], fue lavada de sus pecados en la sangre del mismo; porque tampoco en ellos hubiera podido haber verdadera regeneración, si no hubiera también verdadera redención, como quiera que en los sacramentos de la Iglesia, no hay nada vano, nada que sea cosa de juego, sino que todo es absolutamente verdadero y estriba en su misma verdad y sinceridad. Mas de la misma muchedumbre de los fieles y redimidos, unos se salvan con eterna salvación, pues por la gracia de Dios permanecen fielmente en su redención, llevando en el corazón la palabra de su Señor mismo: «El que perseverara hasta el fin, ése se salvará» [Mt. 10,22; 24,13]; otros, por no querer permanecer en la salud de la fe que al principio recibieron, y preferir anular por su mala doctrina o vida la gracia de la redención que no guardarla, no llegan en modo alguno a la plenitud de la salud y a la percepción de la bienaventuranza eterna. A la verdad, en uno y otro punto tenemos la doctrina del piadoso Doctor: «Cuantos hemos sido bautizados en Cristo Jesús, en su muerte hemos sido bautizados» [Rom. 6, 3]; y: «Todos los que en Cristo habéis sido bautizados, de Cristo os vestisteis» [Gal. 3, 27]; y otra vez: «Acerquémonos con corazón verdadero en plenitud de fe, lavados por aspersión nuestros corazones de toda conciencia mala y bañado nuestro cuerpo con agua limpia, mantengamos indeclinable la confesión de nuestra esperanza» [Hebr. 10, 22 s]; y otra vez: «Si, voluntariamente… pecamos después de recibida noticia de la verdad, ya no nos queda víctima por nuestros pecados» [Hebr. 10, 26]; y otra vez: «El que hace nula la ley de Moisés, sin compasión ninguna muere ante la deposición de dos o tres testigos. ¿Cuánto más pensáis merece peores suplicios el que conculcare al Hijo de Dios y profanara la sangre del Testamento, en que fue santificado, e hiciere injuria al Espíritu de la gracia?» [Hebr. 10, 28 s].

Can. 6. Igualmente sobre la gracia, por la que se salvan los creyentes y sin la cual la criatura racional jamás vivió bienaventuradamente; y sobre el libre albedrío, debilitado por el pecado en el primer hombre, pero reintegrado y sanado por la gracia del Señor Jesús en sus fieles, confesamos con toda constancia y fe plena lo mismo que, para que lo mantuviéramos, nos dejaron los Santísimos Padres por autoridad de las Sagradas Escrituras, lo que profesaron el Sínodo africano [Sínodo de Cartago, año 418] y el de Orange [año 529], lo mismo que con fe católica mantuvieron los beatísimos pontífices de la Sede Apostólica [Capítulos pseudo-celestinos o Indículus]; y tampoco presumimos inclinarnos a otro lado en las cuestiones sobre la naturaleza y la gracia.

En cambio, de todo en todo rechazamos las ineptas cuestioncillas y los cuentos poco menos que de viejas [1 Tim. 4, 7] y los guisados de los discípulos de Escoto que causan náuseas a la pureza de la fe, todo lo cual ha venido a ser el colmo de nuestros trabajos en unos tiempos peligrosísimos y gravísimos, creciendo tan miserable como lamentablemente hasta la escisión de la caridad; y las rechazamos plenamente a fin de que no, se corrompan por ahí las almas cristianas y caigan de la sencillez y pureza de la fe que es en Cristo Jesús [2 Cor. 11, 3]; y por amor de Cristo Señor avisamos que la caridad de los hermanos castigue su oído evitando tales doctrinas. Recuerde la fraternidad que se ve agobiada por los males gravísimos del mundo, que está durísimamente sofocada por la excesiva cosecha de inicuos y por la paja de los hombres ligeros. Ejerza su fervor en vencer estas cosas, trabaje en corregirlas y no cargue con otras superfluas la congregación de los que piadosamente lloran y gimen; antes bien, con cierta y verdadera fe, abrace lo que acerca de estas y semejantes cuestiones ha sido suficientemente tratado por los Santos Padres…

León IX, obispo de Roma, Carta Congratulamur vehementer, a Pedro, patriarca de Antioquía, del 13 de abril de 1053. Pedro de Antioquía había pedido a León IX una confesión de fe, al mismo tiempo que le enviaba la suya propia. Una colección semejante de artículos de fe se conserva en los Statuta Ecclesiae Antiqua que eran interrogaciones que solían hacerse a los obispos que habían de ser consagrados.

«Creo también que el Dios y Señor omnipotente es el único autor del Nuevo y del Antiguo Testamento, de la Ley y de los Profetas y de los Apóstoles; que Dios predestinó solo los bienes, aunque previó los bienes y los males; creo y profeso que la gracia de Dios previene y sigue al hombre, de tal modo, sin embargo, que no niego el libre albedrío a la criatura racional.»

Alejandro II, obispo de Roma, carta “Licet ex” al príncipe Landulfo de Benevento, año 1065

«Nuestro Señor Jesucristo, en efecto, como se lee, no forzó a nadie a servirle, sino que, dejada a cada cual la libertad del propio albedrío, todos los que ha predestinado a la vida eterna no los ha llamado del error juzgándolos, sino derramando su propia sangre.»

Jan Hus, que hizo suyas muchas de las enseñanzas de John Wyclif, hizo resurgir el predestinacionismo, que ya había sido condenado universalmente por la Iglesia, y que influyó posteriormente en la Reforma Protestante. A continuación algunas de las enseñanzas de Hus:

 –  Única es la santa Iglesia universal, que es la totalidad de los predestinados. Y después prosigue: la santa Iglesia universal es única como sólo uno es el número de todos los predestinados.

 –   Pablo no fue nunca miembro del diablo, aunque realizó algunos actos semejantes a la Iglesia de los malignos.

–   Los reprobados no forman parte de la Iglesia, como quiera que, al final, ninguna parte suya ha de caer de ella, pues la caridad de predestinación que la liga, nunca caerá.

–   El reprobado, aun cuando alguna vez esté en gracia según la presente justicia, nunca, sin embargo, es parte de la Santa Iglesia, y el predestinado siempre permanece miembro de la Iglesia, aun cuando alguna vez caiga de la gracia adventicia, pero no de la gracia de predestinación.

–  Tomando a la Iglesia por la congregación de los predestinados, estuvieren o no en gracia, según la presente justicia, de este modo la Iglesia es artículo de fe.

–  La gracia de la predestinación es el vínculo con que el cuerpo de la Iglesia y cualquiera de sus miembros se une indisolublemente con Cristo, su cabeza.

Las enseñanzas de Jan Hus fueron condenadas en el Concilio de Constanza (1414-1418).

Cuando en el Concilio de Trento (1545-1563) La Iglesia Católica Romana afirma en el canon 17 (cánones sobre la Justificación) lo siguiente:

«Si alguno dijere que la gracia de la justificación no se da sino en los predestinados a la vida, y todos los demás que son llamados, son ciertamente llamados, pero no reciben la gracia, como predestinados que están al mal por el poder divino: sea anatema.»

en realidad no es un invento de la Iglesia de Roma, sino que es una enseñanza que toda la Iglesia creyó en todo lugar y en todo tiempo, y si alguna vez se levantaron voces predestinacionistas, o predeterministas, fueron condenadas desde la ortodoxia y la sana enseñanza. Recordemos también que todos los sínodos y concilios que acabamos de leer pertenecieron a la Iglesia latina; ya que en la Iglesia griega jamás aceptaron algo parecido al predestinacionismo. Es por lo tanto el calvinismo el último intento del predestinacionismo por resurgir dentro de la Iglesia, pero como hemos visto en los decretos de los distintos sínodos y concilios de la Iglesia a través de los siglos, se debe rechazar como lo que es: una herejía anatemizada unánimemente.

Los textos de los concilios han sido extraídos del ENCHIRIDION SYMBOLORUM – El Magisterio de la Iglesia, de DEZINGER y HÜNEMANN. Editorial Herder.

Redacción y recopilación de textos Gabriel Edgardo Llugdar, para Diarios de la Iglesia, 2022

Contra el calvinismo – Roger Olson – Capítulo 6

Contra el calvinismo – Capítulo 6 – Por Roger Olson

Traducido al español por Gabriel Edgardo Llugdar

SÍ a la expiación, NO a la expiación limitada/redención particular

Durante una de mis sesiones de clase con oradores calvinistas, un líder de la Fraternidad de la Universidad Reformada local (RUF) preguntó a mis alumnos: «¿Cuántos de ustedes creen que Cristo murió por todos?» Yo sabía que él quería decir «por todos del mismo modo – para sufrir el castigo por sus pecados». La mano de cada estudiante se levantó. «Entonces ustedes tienen que creer que todos serán salvos; ustedes tienen que ser universalistas. ¿Cuántos de ustedes son universalistas?» Todas las manos se bajaron excepto una o dos. «Ya ven», dijo el orador, «si Cristo ya sufrió el castigo de todos por los pecados, incluido el pecado de incredulidad, entonces nadie puede ir al infierno porque sería injusto que Dios castigara el mismo pecado dos veces».

El orador estaba mencionando uno de los «ganchos» favoritos del calvinismo rígido para hacer que los jóvenes consideren incluir en su soteriología la «L» del TULIP: la Expiación Limitada. Y si alguien acepta la «L», argumentan los calvinistas, tienen que aceptar el resto del sistema. A fin de cuentas, si no todas las personas van a ser salvas, entonces Cristo murió solo por algunos –aquellos a quienes vino a salvar. ¿Quiénes serían estas personas? Los elegidos incondicionalmente por Dios. ¿Por qué ellas serían elegidas incondicionalmente por Dios? Porque son totalmente depravadas y no tienen otra esperanza más allá de la elección de Dios y la muerte de Cristo por ellas. ¿Y cómo Dios atraerá a esas personas por las cuales Cristo murió para que ellas se beneficien de su muerte? Atrayéndolas irresistiblemente hacia sí mismo. ¿Cómo podría alguien, elegido y atraído por Dios, cuyos pecados ya están pagados, perderse? Es imposible.

Inteligente planteamiento. ¿Pero eso funciona? ¿La expiación limitada, que la mayoría de los calvinistas prefieren llamar «redención particular», es bíblica? ¿Es consistente con el amor de Dios, mostrado en Jesucristo, y expresado en el Nuevo Testamento muchas veces y de muchas maneras (por ejemplo, Juan 3:16)? ¿Calvino creía en la expiación limitada? ¿Alguna persona en la historia cristiana, antes de los seguidores escolásticos de Calvino, creía en ella? ¿Es quizás más una deducción hecha a partir de la T, la U, la I y la P que una verdadera revelación? ¿Los calvinistas rígidos realmente la abrazan porque es bíblica, o la abrazan porque la lógica exige la creencia en ella y piensan que las Escrituras permiten la expiación limitada? ¿El rechazo de la expiación limitada implica que el universalismo sea una «consecuencia lógica y necesaria», como afirmó ese orador? Estas y otras preguntas serán consideradas aquí con cierto detalle.

Mi conclusión será que la expiación limitada es otro de los talones de Aquiles del calvinismo rígido. No puede ser apoyado por las Escrituras o la Gran Tradición de la fe cristiana (fuera del calvinismo escolástico después de Calvino). Ella contradice el amor de Dios, haciendo a Dios no solo parcial sino también odioso (hacia los no elegidos). Su rechazo no implica lógicamente el universalismo, y los que la defienden así lo hacen porque (piensan que) la lógica lo requiere y las Escrituras lo permiten; y no porque algún pasaje bíblico de manera clara la enseñe.

Otra de las conclusiones será que la T, la U, la I, la P del TULIP realmente exigen la L, y que los calvinistas que dicen ser de “cuatro puntos” y que rechazan la L están siendo inconsistentes. ¡Irónicamente, en esta cuestión estoy de acuerdo con todos los calvinistas rígidos de la variedad TULIP! También argumentaré que la creencia en una expiación limitada –una redención particular, imposibilita, de manera sensata,  hacer una oferta sincera del evangelio de salvación para todos indiscriminadamente. ¡Irónicamente, allí también estoy de acuerdo con los hipercalvinistas!

Finalmente, el orador calvinista de mi clase dirigió su último argumento calvinista típico, a mí y a aquellos alumnos que están de acuerdo en que la expiación no puede ser limitada: «Puede que no lo sepan, pero ustedes también limitan la expiación. De hecho, la limitan más de lo que los calvinistas lo hacen. En realidad, son ustedes los arminianos quienes creen en la expiación limitada». ¡Eso atrajo la atención de los estudiantes! Yo ya había escuchado ese argumento antes y sabía a dónde quería llegar con eso. «Limitan la expiación al robarle a ella el poder para salvar, de hecho, a alguien; para ustedes, la muerte de Cristo en la cruz solo brindó una oportunidad para que las personas sean salvas. Nosotros los calvinistas creemos que la expiación, en verdad, garantizó la salvación para los elegidos».

Aquí, como antes, objetaré a este intento y utilizaré el hechizo contra el hechicero. No estoy de acuerdo en que los no calvinistas limiten la expiación. Esta queja, frecuentemente oída, simplemente no se sustenta porque incluso Calvino no creía que la expiación salvase a alguien hasta que ciertas condiciones fuesen cumplidas, a saber, el arrepentimiento y la fe. Aunque estos sean dones de Dios para los elegidos, el resultado es que  la expiación no “salvó” más personas de lo que los arminianos (y otros no calvinistas) creen.

La doctrina calvinista de la Expiación

Hasta donde he podido comprobar, todos los verdaderos calvinistas (a diferencia de algunos teólogos reformados revisionistas) adoptan la llamada «teoría de la sustitución penal» de la expiación. Por supuesto, no creen que sea “solo una teoría”. Como muchos no calvinistas (tal como Wesley), lo consideran como la enseñanza bíblica acerca de la muerte salvífica de Cristo en la cruz. De acuerdo con esta doctrina, la muerte de Jesús fue principalmente un sacrificio substitutivo ofrecido a Dios por Jesús (es decir, para el Padre por el Hijo) como la «propiciación» por los pecados. «Propiciación» significa apaciguamiento [conciliación]. En este punto de vista, el acontecimiento de la Cruz es visto como el apaciguamiento por Cristo de la ira de Dios. Él sufrió el castigo por los pecados de aquellos a quienes Dios quiso salvar de su merecida condena al infierno. Calvino lo pone en pocas palabras:

«Esta es nuestra absolución: que la culpa que nos tenía sujetos a castigo ha sido transferida a la cabeza del Hijo de Dios (Isaías 53:12). Pues se debe tener en mente, por encima de todo, esta sustitución, para que no temamos y permanezcamos ansiosos durante toda la vida, como si aún pendiese sobre nosotros la justa venganza de Dios, la cual el Hijo de Dios ha transferido para sí.»  [1]

Calvino, y la mayoría de los calvinistas, creían que la muerte de Cristo logró más (por ejemplo, la «transmutación de la naturaleza de las cosas» o transformación de nuestra naturaleza pecaminosa[2] y el cumplimiento de la ley de Dios en nuestro lugar)[3] , pero el logro crucial de Cristo en la cruz fue el sufrimiento de nuestro castigo.

Otras teorías de la expiación surgirán en la historia cristiana, y algunas de ellas encontrarán eco en la teología de Calvino. Por ejemplo, la visión de la muerte salvífica de Cristo llamada «Christus Victor» es popular especialmente desde la publicación del clásico libro sobre la expiación, Christus Victor [4], del teólogo sueco Gustaf Aulén.  Calvino asiente con esta imagen de la muerte expiatoria de Cristo que dominó a satanás y liberó a los pecadores de la esclavitud[5],  pero su enfoque principal está en la satisfacción de Cristo de la justicia de Dios al sufrir el castigo merecido por los pecadores, de tal manera que Dios puede, de manera justa, perdonarlos. Contrariamente a muchos críticos de esta teoría de la sustitución penal, ella no se basa en una visión de Dios como sediento de sangre o como un torturador de niños. Calvino correctamente resalta el amor como el motivo de Dios al enviar a su Hijo a morir por los pecadores  [6].

Casi sin excepción, los calvinistas rígidos desde Calvino defienden firmemente esta visión de la expiación y su logro en nombre de Dios y los pecadores. No rechazan otras dimensiones de la expiación, pero esta es fundamental y crucial para toda la soteriología calvinista. Muchos no calvinistas están de acuerdo. Pero el problema que está en juego aquí es si Cristo murió de esta manera para todas las personas o meramente para algunos: los elegidos. Ningún calvinista niega la suficiencia de la muerte de Cristo en términos de valor para salvar a toda la raza humana. Lo que algunos han venido a negar es que Cristo realmente sufrió el merecido castigo por todas las personas, algo que claramente enseñaron los padres de la iglesia y la mayoría de los teólogos medievales, e incluso Lutero.

El calvinismo rígido cree y enseña que Dios solo planeó que la cruz fuera la propiciación para algunas personas y no para otras; Cristo no sufrió por todos (al menos no de la misma manera, como a John Piper le gusta especificar) sino solo por aquellos a quienes Dios ha escogido salvar. Esta es la doctrina de la «expiación limitada», o lo que algunos calvinistas prefieren llamar expiación «definida» o «particular» o «eficiente». Boettner expresa bien la doctrina: «Si bien el valor de la expiación fue suficiente para salvar a toda la humanidad, ella fue eficaz para salvar únicamente a los elegidos» [7]. Para que nadie lo malinterprete y piense que Dios  planeó la expiación para todos, pero que ella solo efectúa la salvación de aquellos que la reciben con fe (la visión de la mayoría de los evangélicos no calvinistas), Boettner dice que los no elegidos fueron excluidos de su obra por Dios: «No fue, por lo tanto, un amor general e indiscriminado del cual todos los hombres son igualmente participantes [que envió a Jesús a la cruz], sino un amor particular, misterioso e infinito para los elegidos, que hizo que Dios enviara a Su Hijo al mundo para sufrir y morir, y él murió solamente por ellos» [8].  Al igual que muchos calvinistas, Boettner alega que «ciertos beneficios» de la cruz se extienden a todas las personas en general, pero estos beneficios son simplemente «bendiciones temporales» y no alguna cosa salvífica[9].

Los no calvinistas miran afirmaciones como éstas y tiemblan. Este sería, de hecho, un «amor excéntrico» que excluye a algunas de las mismas criaturas que Dios hizo a su imagen y semejanza, de cualquier esperanza de salvación. Por otra parte, estas «bendiciones temporales», que supuestamente fluyen hacia los no elegidos desde la cruz, apenas valen la pena mencionarlas. Como señalé en el capítulo anterior, tales bendiciones, para los no elegidos,  ¡equivalen a recibir un poquito de cielo ahora para más adelante ser arrojados al infierno! Steele y Thomas, autores de  The Five Points of Calvinism, definen y describen la expiación limitada, que ellos prefieren llamar “redención particular”, de esta manera:

«El calvinismo histórico o principal ha sostenido, de manera consistente,  que la obra redentora de Cristo fue definitiva en diseño y realización –que ella tuvo por intención ejecutar plena satisfacción para ciertos pecadores específicos y que ella verdaderamente garantizó la salvación para estos individuos y para nadie más. La salvación que Cristo ganó para Su pueblo incluye todo lo que implica llevarlos a una relación correcta con Dios, incluidos los dones de la fe y el arrepentimiento.»[10]

Al igual que Boettner, estos teólogos afirman que la expiación de Cristo no fue limitada en valor sino solo en su plan [intención]. Y ellos alegan que los arminianos (y otros no calvinistas) también limitan la expiación en la forma mencionada anteriormente.[11]

Steele y Thomas reclaman apoyo para la expiación limitada en pasajes bíblicos como Juan 10:11, 14–18 y Romanos 5:12, 17–19. Sin embargo, incluso una rápida mirada a estos pasajes revela que no limitan la expiación, sino que únicamente afirman que es aplicada al pueblo de Dios. No niegan que sea para otros también [precisamente Romanos 5:18  dice Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida].

¿Qué pasa con los pasajes bíblicos que mencionan «todos» y «mundo» como 1 Juan 2:2 Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo? Steele y Thomas explican esto así:

«Una razón para el uso de estas expresiones fue para corregir la falsa noción de que la salvación era solo para los judíos… Estas expresiones pretenden mostrar que Cristo murió por todos los hombres sin distinción (es decir, murió por judíos y gentiles por igual), pero no pretende indicar que Cristo murió por todos los hombres sin excepción (es decir, Él no murió con el propósito de salvar hasta el último de los pecadores)»[12].

Una pregunta crucial que surge en respuesta a estas afirmaciones es la distinción entre el valor de la muerte expiatoria de Cristo y su plan y propósito. Aparentemente, Boettner, Steele y Thomas (y otros calvinistas que citaré) creen que la muerte de Cristo en la cruz fue un sacrificio suficiente por los pecados de todo el mundo. Entonces, ¿qué quieren decir ellos con que Cristo no murió por todas las personas? Si fue un sacrificio suficiente por los pecados de todo el mundo, incluidas todas las personas, y fue lo suficientemente valioso para todos, ¿cómo no es una contradicción decir que Cristo no murió por todos?

Al parecer, lo que al menos algunos calvinistas quieren decir es que la muerte de Cristo fue lo suficientemente grande en alcance y en valor como para que Dios perdonase a todos a causa de ella, pero Dios no la planeó para todas las personas, sino solamente para los elegidos. Pero, ¿por qué Dios causó que Jesús sufriera un castigo suficiente para todos los pecados que Dios no planeó perdonar? Y si su muerte fue un castigo suficiente para todos, ¿no implica eso que soportó el castigo de todos? Y si eso es así, entonces aunque Dios haya planeado su muerte solo para los elegidos, la acusación de que la expiación universal requeriría que todos sean salvos (porque los pecados no pueden ser castigados dos veces) retorna para asombrar a los propios calvinistas [Los calvinistas dicen que afirmar que Cristo murió por todos implicaría universalismo, sin embargo ellos afirman que la muerte de Cristo es suficiente para todos, y eso también podría implicar universalismo]. Hay algo terriblemente confuso en el corazón de las típicas afirmaciones calvinistas sobre esta doctrina.

Esta confusión se vuelve especialmente intensa cuando el teólogo y pastor calvinista Edwin Palmer ridiculiza el punto de vista de la expiación universal: «Para ellos [él tiene en mente específicamente a los arminianos, pero esto podría aplicarse a otros no calvinistas] la expiación es como un kit de supervivencia universal: hay un kit para todos, pero solo algunos agarrarán un kit… algo de su sangre [de Cristo] se desperdició: cayó al suelo». [13]

¿Pero no sería esto cierto de cualquier doctrina de la expiación que diga que fue un “sacrificio suficiente” para todo el mundo y que su valor es infinito? Parece que los defensores de la expiación limitada deberían decir que la muerte de Cristo no fue suficiente para todo el mundo y que no tiene un valor infinito por si van a acusar a los creyentes de la expiación universal de creer que parte de la sangre de Cristo fue desperdiciada (porque no todos se benefician de ella). ¿Esa afirmación, por parte de los calvinistas, de la suficiencia y valor para todos,  no equivale a lo mismo aunque digan que Dios la planeó y la destinó solo para los elegidos? Así parece.

Palmer adopta el mismo enfoque que Steele y Thomas con respecto a los pasajes universales, incluido Juan 3:16–17: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”. Según Palmer “en este pasaje, ‘mundo’ no significa cada persona… sino… personas de todas las tribus y naciones.»[14] Sobre los pasajes que dicen que Cristo murió por «todos», él dice «Todos no son todos».[15]

Palmer afirma que el hecho de que Cristo haya muerto solo por los elegidos y, sin embargo, Dios «ofrece libre y sinceramente la salvación a todos» es un «misterio fundamental».[16] Sin embargo, como mostraré, los críticos de la visión calvinista sostienen que esto no es un misterio sino una contradicción –una distinción que R. C. Sproul describe (y él rechaza las contradicciones en teología). ¿Cómo puede un calvinista, predicador del evangelio, y mucho menos Dios, decir a cualquier congregación u otra asamblea: «Dios te ama y Jesús murió por ti para que puedas ser salvo, si te arrepientes y crees en el Señor Jesucristo», sin agregar la advertencia «pero únicamente si eres uno de los elegidos de Dios»? El predicador calvinista no puede hacerlo con la conciencia tranquila.

Sproul, un calvinista particularmente convencido de la expiación limitada, llama a la doctrina «la expiación intencional de Cristo»[17]. Esto es, por supuesto, un poco falso en la medida en que se pretende expresar lo que es distinto en la visión calvinista, porque, por supuesto, todos los cristianos creen que la expiación de Cristo fue «intencional». Justo al frente, al comienzo de su exposición de esta doctrina, Sproul tergiversa e incluso caricaturiza los puntos de vista no calvinistas. Para apoyar su creencia en la expiación limitada, Sproul cita al teólogo evangélico calvinista J. I. Packer, quien escribió: «La diferencia entre ellos [puntos de vista calvinista y arminiano de la expiación] no es principalmente de énfasis, sino de contenido. Uno proclama a un Dios que salva; el otro habla de un Dios que capacita al hombre para salvarse a sí mismo».[18]

Esta es quizás la calumnia más perversa contra los no calvinistas. Ningún arminiano u otro cristiano evangélico informado cree en la auto-salvación. Sproul explica la acusación de Packer diciendo que para el calvinista, Cristo es un «verdadero salvador», mientras que para el arminiano, Cristo es solo un «potencial salvador». He demostrado la falsedad de esta interpretación de la teología arminiana en mi Teología Arminiana, Mitos y Realidades. A continuación explicaré la razón de por qué esta interpretación está equivocada.

Sproul continúa lanzando otra vieja y desgastada acusación contra la teología arminiana y cualquier teología de la expiación universal (por ejemplo, luterana). «Si Cristo realmente satisface objetivamente las demandas de la justicia de Dios para todos,entonces todos serán salvos»[19]. Aquí Sproul se basa en gran medida en la teología del teólogo puritano John Owen (1616-1683), quien fue uno de los primeros defensores dela novedad teológica de la expiación limitada [La Expiación Limitada es una novedad teológica porque nunca fue enseñada por los Padres de la Iglesia, ni siquiera por Agustín]. De acuerdo con Owen y Sproul, la expiación universal, la creencia de que Cristo soportó el castigo de todas las personas,necesariamente conduce al universalismo de la salvación. Después de todo, argumentó Owen, y Sproul le hace eco, ¿cómo puede el mismo pecado, incluida la incredulidad, ser castigado dos veces por un Dios justo?

Uno tiene que preguntarse si Sproul nunca ha escuchado la respuesta obvia a esta pregunta, o si simplemente está optando por ignorarla (vea mi respuesta más adelante en este capítulo). Basta por ahora decir simplemente que este argumento es tan fácil de desechar que hace que uno se pregunte por qué alguien lo toma en serio. Luego está el problema que mencioné anteriormente: si la muerte de Cristo fue una satisfacción suficiente para los pecados de todo el mundo, ¿cómo es que esto sea diferente de que Cristo haya verdaderamente sufrido el castigo por todos? No hay, de hecho, diferencia alguna; ¡lo primero incluye lo segundo!

Sproul lidia con el texto clásico de expiación universal (2 Pedro 3:9 El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento) pero ignora los pasajes universales igualmente importantes, 1 Timoteo 2: 5–6 (Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo); y 1 Juan 2:2 (Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo). Según él, y muchos otros que se adhieren a la expiación limitada, 2 Pedro 3:9 debe interpretarse como una referencia a la «voluntad de disposición», que es diferente de su “voluntad decretiva”[20]. En otras palabras, este versículo no expresa lo que Dios decreta ser el caso, sino lo que Dios desea que fuese el caso [Dios desea que todos sean salvos – su voluntad manifiesta- pero a la vez no quiere que todos sean salvos –su voluntad oculta-]. Si bien esa podría ser una posible interpretación de 2 Pedro 3:9 (aunque lo dudo), uno no puede interpretar 1 Timoteo 2:5–6 de esta manera, ni muchos otros pasajes universales donde se dice que Cristo da su vida por «todos» o “el mundo” o “todo el mundo”.  Sproul también sugiere que en 2 Pedro 3:9 (El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento) ese “ninguno” se refiere a los elegidos de Dios[21].  Nuevamente, por más forzada que sea esta interpretación se le puede conceder una posibilidad, sin embargo, ella no es posible como una interpretación válida para los otros textos que incluyen la palabra «todos», incluido 1 Timoteo 2:5–6 (Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo).

El estadista evangélico Vernon Grounds (1914–2010), presidente por muchos años del Seminario de Denver y autor de muchos libros de teología, menciona los siguientes pasajes universales sobre la expiación de Cristo: Juan 1:29 (El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo); Romanos 5:17-21 (…Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida…); Romanos 11:32 (Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos); 1 Timoteo 2:6 (el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo); Hebreos 2:9 (Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos) ;  1 Juan 2: 2, además, por supuesto, de 2 Pedro 3:9. Luego dice acerca de la visión defendida por Sproul y otros calvinistas de cinco puntos: «Se necesita una ingenuidad exegética, que es sino un virtuosismo aprendido para vaciar estos textos de sus significados obvios; se necesita un ingenio exegético rozando el sofisma para negar la universalidad explícita de estos textos»[22].

Esta observación es quizás la razón por la cual calvinistas como John Piper han enfatizado tanto la idea de que Cristo murió por todos, pero no de la misma manera. Dudo que eso satisfaga a Grounds o a cualquier otro crítico de la expiación limitada. Solo genera más dudas sobre el amor, la sinceridad y la bondad de Dios, así como sobre el valor delas «bendiciones temporales» que proporciona la expiación para los no elegidos, cuando en realidad ellos estarían mejor si nunca hubieran nacido.

John Piper defiende arduamente la expiación limitada y al mismo tiempo argumenta que también hay una cierta universalidad en la expiación. Este es su modo, al parecer, de resolver el dilema planteado por los pasajes que presentan la palabra «todos» ante la creencia en una redención particular, y de resolver el problema de cómo la persona que cree en la expiación limitada puede predicar a su audiencia que Cristo murió por todos. La doctrina de Piper sobre el propósito de la expiación es interesante porque ella va más allá de la habitual teoría de la sustitución penal y se adentra en algo como la teoría gubernamental. Se suele pensar que la teoría gubernamental es la típica doctrina arminiana de la expiación, aunque ni Arminio ni Wesley la enseñaron.

Según el punto de vista de la teoría gubernamental, Cristo no sufrió el castigo exacto que merecía todo ser humano, sino un castigo equivalente a ese. Esto fue formulado por el antiguo pensador arminiano Hugo Grotius (1583–1645) para resolver el problema de cómo la expiación podría ser universal y, sin embargo, no todos serían salvos. (Al igual que muchos arminianos, pienso que hay una respuesta más fácil a ese problema que desarrollar una nueva teoría de cómo la muerte de Cristo satisfizo la ira de Dios). Según Grotius, y otros que sostienen este punto de vista, el propósito principal de la expiación era defender el gobierno moral de Dios del universo frente a dos realidades: (1) nuestra pecaminosidad, y (2) el perdón de Dios de nuestra pecaminosidad. ¿Cómo puede Dios ser justo, gobernador moral del universo, y fingir no ver el pecado al perdonar a los pecadores? Él no puede serlo. Entonces Dios resuelve este dilema interno al enviar a Cristo para sufrir un castigo, exactamente como el que los pecadores merecen –pero no el castigo de ellos (que Grotius creía sería injusto y daría lugar a que todos se salvasen). Tal visión defiende la justicia de Dios cuando él perdona a los pecadores.

Piper no rechaza el punto de vista de la sustitución penal en favor de la teoría del gobierno moral, pero él realmente enfatiza el motivo del gobierno moral. Él pregunta: «¿Por qué Dios hirió [es decir, mató] a su Hijo y lo hizo sufrir?» Y luego responde: «para salvar a los pecadores, y al mismo tiempo para magnificar el valor de su gloria»[23].  Al colocar «nuestro pecado sobre Jesús y abandonarlo a la vergüenza y al tormento de la cruz», Dios «desvió su propia ira»[24]. Piper también deja en claro que la cruz es principalmente una vindicación de la Justicia de Dios para perdonar a los pecadores. Muchos de los arminianos y otros cristianos evangélicos no calvinistas, sino la mayoría, pueden dar un fuerte amén a eso. Los únicos problemas son (1) cuando Piper continúa diciendo, como lo hace ocasionalmente en los sermones, que Jesús murió “para Dios”, y (2) que el beneficio salvador de su muerte fue intencionado solamente para los elegidos. Romanos 5:8 afirma clara e inequívocamente que Cristo murió “por los pecadores”, y muchos versos ya citados, incluyendo especialmente 1 Juan 2:2, dicen que su muerte fue un sacrificio expiatorio por los pecados de todo el mundo.

Piper predica que Cristo murió tal muerte solo para algunos, los elegidos. Para ellos, y solamente a ellos, la muerte garantizó la justificación de Dios. Ella no solo la hizo posible, en verdad la logró. Es por eso, él argumenta, si Cristo murió por todos, todos serían justificados y no habría infierno. Pero entonces, ¿cómo explica Piper versos como 1 Juan 2:2 (Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo?, él lo resuelve diciendo «La expresión ‘todo el mundo’ se refiere a los hijos de Dios esparcidos por todo el mundo»[25]. Pero él también reivindica que «nosotros no negamos que todos los hombres son, en cierto sentido, los beneficiarios intencionados de la cruz»[26], y que Cristo murió por toda persona, pero no de la misma manera. «Hay muchos pasajes bíblicos que dicen que la muerte de Cristo fue diseñada para la salvación del pueblo de Dios, no para cada individuo»[27].  Luego él cita a Juan 10:15; 17:6, 9, 19; 11:51–52; y Apocalipsis 5: 9.

Es cierto que estos versículos mencionan la muerte de Cristo por «sus ovejas» y «por aquellos a quienes el Padre atrae al Hijo». Sin embargo, ni un solo versículo limita explícitamente su muerte a estas personas. Que Cristo murió por ellos [es decir las ovejas] de ninguna manera requiere que él haya muerto solo por ellos. El crítico David Allen señala acertadamente que «el hecho de que muchos versículos hablan de la muerte de Cristo por sus ‘ovejas’, ‘su iglesia’ o ‘sus amigos’ no prueba que Él no muriera por otros que no están incluidos en esas categorías».[28]  Decir que Él murió por otros de una manera diferente, no sufriendo el castigo por ellos, sino solamente proporcionando algunas vagas bendiciones temporales, difícilmente sea una explicación satisfactoria. ¿Cuál es la ventaja de estas bendiciones temporales a menos que Cristo también haya abierto la posibilidad de salvación para tales personas?

En general, la doctrina calvinista de la expiación limitada es confusa en el mejor de los casos, y descaradamente auto contradictoria y sin base bíblica en el peor de los casos.

Problemas con la Expiación Limitada / Redención Particular

Antes de que profundicemos en las innumerables y fuertes objeciones a la expiación limitada, es al menos interesante observar que el propio Juan Calvino no creía en esta doctrina. En 1979, el investigador R.T. Kendall (n. 1935) publicó un robusto argumento de que Calvino no creía en la expiación limitada: Calvino y el calvinismo inglés hasta 1649.[29]  También Kevin Kennedy utiliza la mayoría de sus argumentos, junto con otros, en un artículo titulado Was Calvin a ‘Calvinist’? John Calvin on the Extent of the Atonement (¿Calvino era un ‘calvinista’? Juan Calvino sobre el alcance de la Expiación). Siguiendo a Kendall, Kennedy admite que Calvino en ninguna parte aborda explícitamente el problema; al parecer, ni siquiera lo consideraba un problema o se hubiera alineado audazmente de un lado o del otro (¡algo que Calvino era famoso por hacer!). Pero nadie puede encontrar en los escritos de Calvino una declaración tal como «Cristo padeció el castigo por cada persona», un hecho de que los calvinistas que afirman que él creía en en la redención particular usan en su beneficio.

Sin embargo, como Kennedy entusiastamente resalta, Calvino realmente dice cosas que ninguno que creyese en la expiación limitada diría:

«Por ejemplo, si Calvino realmente profesase la expiación limitada, uno no esperaría encontrarlo intencionalmente universalizando pasajes de las Escrituras que los teólogos de la tradición reformada posterior alegan que están, a partir de una simple lectura del texto, claramente enseñando que Cristo murió solo por los elegidos. Además, si Calvino realmente creyera que Cristo murió solo por los elegidos, entonces uno no esperaría encontrar a Calvino afirmando que los incrédulos que rechazan el evangelio están rechazando una provisión real que Cristo hizo para ellos en la cruz. Ni uno esperaría que Calvino, si él es un partidario de la expiación limitada, dejase de refutar las fuertes afirmaciones de que Cristo murió por toda la humanidad cuando estaba involucrado en discusiones polémicas con los católicos romanos y otros. Sin embargo, la verdad es que Calvino hace todo esto y más.»[30]

Pero Kennedy no precisa inferir la creencia de Calvino en la expiación universal a partir de lo de lo que él no dice; proporciona muchas citas de Calvino, especialmente de sus comentarios, que son declaraciones universales irrestrictas con respecto a la expiación. Dos citas deben ser suficientes aquí. En su comentario sobre Gálatas Calvino escribió con respecto a 1:14: «[Pablo] dice que esta redención fue obtenida por la sangre de Cristo, pues por el sacrificio de su muerte todos los pecados del mundo han sido expiados.»[31]  En su comentario sobre Isaías Calvino escribió de Cristo que «sobre él fue puesta la culpa de todo el mundo»[32].  Otra vez, Calvino escribió en un sermón sobre la deidad de Cristo:

«Él [Cristo] debe ser el redentor del mundo. Él debe ser condenado, de hecho, no por haber predicado el Evangelio, sino que por nosotros él debe ser oprimido,por así decirlo, a las profundidades más bajas ysostener nuestra causa, ya que él estuvo allí, por así decirlo, en la persona de todos los malditos y de todoslos transgresores, y de aquellos que merecían la muerte eterna. Una vez que Jesucristo tiene ese oficio y lleva las cargas de todos aquellos que ofendieron a Dios mortalmente, es por eso que él se mantiene en silencio.»[33]

Después de citar numerosos pasajes de los escritos de Calvino, Kennedy concluye: «Estos pasajes proporcionan solo una muestra de los muchos lugares donde Calvino usa un lenguaje universal para describir la expiación».[34] Kennedy continúa examinando el único pasaje de Calvino que los partidarios de la expiación limitada tienden a señalar que parece probar su creencia en la doctrina: sus comentarios sobre el pasaje de cuño universal 1 Juan 2:2 en su comentario sobre esta carta. Kennedy argumenta que allí Calvino simplemente estaba tratando de evitar cualquier interpretación del versículo como enseñando que todos serán salvos al final.[35] Además, él señala acertadamente que un único pasaje, dentro de los muchos pasajes que tratan sobre el alcance de la expiación, difícilmente debería interpretarse para contradecir al resto.

¿Realmente importa si Calvino creía en la expiación universal o en la expiación limitada? No. Nadie duda que Calvino estaría firmemente a favor de los otros cuatro puntos del TULIP. Si hubiera vivido más tiempo, ¿habría encontrado su camino a la «L»? Tal vez. Ciertamente algunos de sus sucesores inmediatos lo hicieron. Sin embargo, el hecho de que Calvino aparentemente novio la expiación limitada explícitamente enseñada en las Escrituras minimiza las reivindicaciones de los calvinistas rígidos, que dicen que ella es claramente enseñada en la Biblia.

Más importante que si Calvino creía en la expiación limitada es si Pablo lo creía. ¿Hay algún versículo en las cartas de Pablo que contradiga clara e inequívocamente la doctrina de la redención particular? Yo creo lo que hay. En todas mis lecturas de literatura calvinista y anticalvinista no he encontrado ninguna mención de 1 Corintios 8:11, aunque este único versículo parezca contradecir la expiación limitada. En este pasaje, Pablo escribe al cristiano que insiste en hacer alarde de su libertad de comer carne en un templo pagano, incluso a la vista de los cristianos que tienen una conciencia más débil y que podrían «tropezar». «Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió». Claramente, Pablo está emitiendo una advertencia grave a aquellos de “fe fuerte” para que eviten ofender a las conciencias de sus hermanos más débiles. Su advertencia es que al ejercer la libertad cristiana públicamente, por sobre el legalismo, un “cristiano fuerte” puede, en verdad, hacer que una persona amada por Dios, por quien Cristo murió, sea “destruida”, se “pierda”.[36]

Ahora, si la expiación limitada fuese verdadera, la advertencia de Pablo es una amenaza vacía porque no puede suceder. Una persona por quien Cristo murió no puede ser destruida, perdida. Cristo murió solo por los elegidos, y los elegidos son atraídos irresistiblemente hacia Dios (el tema del siguiente capítulo) y serán preservados por Dios (la «P» en TULIP) sin importar lo que suceda.

Los creyentes en la expiación limitada plantean dos objeciones. Primero, lo que significa «destruido» [la RV60, y otras, traducen perder]; ¿la palabra no podría significar solamente «dañado» o «herido»? La palabra griega traducida como «destruido» es apollytai, que significa «destruir, perecer, morir». Es poco probable, si no imposible, que la palabra pueda significar cualquier otra cosa, especialmente en este contexto. Segundo, he escuchado a algunos calvinistas insistir en que solo significa «damnificar» o «herir». Pero, ¿por qué la advertencia de Pablo sería tan terrible en este caso? «Por quién murió Cristo» suena como si Pablo estuviera diciendo que esta ofensa es un asunto serio. La conjunción de «por quien Cristo murió» con «herir» simplemente no tiene mucho peso.

El sentido obvio del texto es que Pablo está advirtiendo a los cristianos, que poseen una conciencia más fuerte, que tengan cuidado de causar la completa ruina y la destrucción, en términos espirituales, de un cristiano más débil, o al menos de alguien por quien Cristo murió. Si eso es así, y estoy firmemente convencido de que ninguna otra exégesis es razonable, este versículo destruye la doctrina de la expiación limitada al demostrar que Pablo no creía en ella.

Antes de pasar a otras objeciones a la expiación limitada, quiero eliminar el argumento de que la expiación universal implica necesariamente universalismo. ¡No es así! Primero, incluso Calvino sabía que hay una diferencia entre la muerte expiatoria de Cristo en lugar de alguien, y los beneficios de esta expiación siendo aplicados en la vida de la persona para el perdón. El perdón, para Calvino, es claramente condicional; el perdón exige fe y arrepentimiento.[37] Es decir, la persona elegida no es salva en el momento en que Cristo murió por ella; esa salvación personal es una obra del Espíritu Santo a través de la Palabra cuando Dios da los dones de fe y arrepentimiento para el perdón. Incluso la regeneración ocurre simultáneamente con el arrepentimiento y no, por supuesto, cuando Cristo murió por la persona elegida.[38] Prácticamente todos los calvinistas que conozco creen que la «salvación» es la experiencia de una persona solo cuando los beneficios de la muerte de Cristo son aplicados en la vida de ella; las personas aún no están salvas en el momento en que Cristo murió por ellas.

Siendo así, el argumento de que la expiación universal implica necesariamente la salvación universal no tiene en cuenta la brecha, por así decirlo, entre la muerte de Cristo por alguien y la aplicación de sus beneficios a la vida de esa persona. Todos por quienes Cristo murió no fueron ya salvos cuando él murió. Incluso en el calvinismo de cinco puntos, la muerte de Cristo no «realiza» la salvación de las personas, sino que la «garantiza», como dicen Piper y otros. Pero incluso Piper y otros defensores de la expiación limitada están de acuerdo en que las personas por quienes Cristo murió, en el sentido de sufrir su castigo, deben tener fe para que sean salvas por la muerte de Cristo.

Creo, al igual que todos los arminianos y otros protestantes no calvinistas, que Cristo murió por cada persona humana de tal manera que garantice la salvación de ellas (Cristo garantiza que todo el que cree será salvo) sin que por ello se exija que sí o sí sean salvas (Cristo dice que el que rehúsa creer no será salvo). La apropiación subjetiva es una condición para que dicha salvación garantizada sea posesión de uno. ¿Significa eso que se desperdició algo de la sangre de Cristo? Quizás. Y eso es lo que hace que la muerte espiritual y el infierno sean tan trágicos: ellos son absolutamente innecesarios. Pero Dios, en su amor, prefería desperdiciar algo de la sangre de Cristo, por así decirlo, en lugar de ser egoísta con ella. Una analogía ilustrará mi punto aquí. Justo un día después de su toma de posesión, el presidente Jimmy Carter cumplió su promesa de campaña y garantizó un perdón total para todos los que resistieron el reclutamiento durante la guerra de Vietnam huyendo de los Estados Unidos a Canadá u otros países. En el momento en que firmó esa orden ejecutiva, cada exiliado estaba libre para regresar a casa con la garantía legal de que no sería procesado. «Todos están perdonados; regresen a casa», fue el mensaje para cada uno de ellos.

Esto le costó caro al presidente Carter; algunos creen que la ley fue tan controvertida, especialmente entre los veteranos, que ella contribuyó a su derrota ante Ronald Reagan en las próximas elecciones. Sin embargo, aunque hubo una amnistía general y un indulto, muchos exiliados eligieron quedarse en Canadá o en otros países a los que habían huido. Algunos murieron sin siquiera hacer uso de la oportunidad de volver a estar en casa con familiares y amigos. El costoso perdón no les hizo bien algún, pues él precisaba ser apropiado subjetivamente a fin de ser usufructuado objetivamente. Dicho de otra manera, aunque el perdón era objetivamente de ellos, para que pudiesen beneficiarse de él, ellos precisaban haberlo aceptarlo subjetivamente. Muchos no lo hicieron.

La afirmación de que la expiación objetiva necesariamente incluye o exige una salvación subjetiva y personal es errónea. El argumento, tan frecuentemente utilizado, al menos desde la obra de John Owen The Death of Death in the Death of Christ (La Muerte de la Muerte en la Muerte de Cristo) [39], de que Cristo o murió por todos y por lo tanto todos son salvos, o que él murió por algunos y por lo tanto algunos se salvan, es lógicamente absurdo. Simplemente ignora la posibilidad real de que Cristo sufrió el castigo por muchas personas que nunca usufructuarán de esta liberación del castigo. ¿Por qué sufriría Cristo el castigo por las personas que nunca disfrutarían de sus beneficios? Por causa del amor de Dios para todos (omnibenevolencia divina).

Aún hay otra cuestión en el argumento de Owen (y de la mayoría de los calvinistas rígidos) de que el mismo pecado no puede ser castigado dos veces. Una vez más, eso es simplemente falso. Imagine a una persona que recibe una multa de $ 1,000 por un mal comportamiento y otra persona interviene y paga la multa. ¿Qué sucede si la persona multada se niega a aceptar ese pago e insiste en pagar la multa él mismo? ¿La corte reembolsará automáticamente los primeros $ 1,000? Probablemente no. Es el riesgo que la primera persona corre al pagar la multa de su amigo por él. En una situación como esa, el mismo castigo se pagaría dos veces. No es que Dios cobre el mismo castigo dos veces; es el pecador el que rechazó la oferta gratuita de salvación, sometiéndose a sí mismo al castigo que ya fue sufrido por él. Y, como se señaló anteriormente, eso es lo que hace al infierno tan terriblemente trágico.

Entonces, hay una diferencia entre la provisión del perdón de pecados y la aplicación del perdón de los pecados. Calvino lo sabía. Sospecho que la mayoría de los calvinistas lo saben, pero tal conocimiento asume una posición secundaria ante el deseo de ellos de esgrimir el argumento de que la expiación universal exigiría la salvación universal. El teólogo arminiano Robert Picirilli (n. 1932) tiene razón cuando dice en relación con 1 Timoteo 4:10 (Que por esto también trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, el cual es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen), él dice «Que Él [Jesús] es el salvador de todos los hombres habla de provisión; que Él es el salvador especialmente de los que creen, habla de aplicación.»[40]

Muchos calvinistas han argumentado que la creencia en la expiación universal conduce al universalismo (que todas las personas serán salvas indefectiblemente). Señalan a ciertos arminianos de los siglos XVIII y XIX que formaron la base del movimiento Universalista (que más tarde se unió a la iglesia unitaria). Sin embargo, mi opinión es que el calvinismo, con su doctrina de la expiación como garantizando la salvación de manera necesaria, de suerte que todos aquellos por quienes Cristo murió deben ser salvos, conduce al universalismo. La razón es que para alguien que toma absolutamente en serio el claro testimonio bíblico del amor universal de Dios para todas las personas, y cree que la expiación necesariamente asegura la salvación, el universalismo está a solo un paso. La única forma de apartarse del universalismo es negando el amor de Dios en su sentido más pleno y verdadero o negando que la expiación necesariamente implique la salvación de la persona expiada.

Un estudio de caso en esta trayectoria desde el calvinismo al universalismo es Karl Barth, quien, estoy convencido, llegó a creer en la doctrina de la apokatastasis: que todos son o serán salvos al final. Lo hizo sin sacrificar la T, la U, la I y la P de TULIP. Él retuvo la noción calvinista errónea de que la sustitución penal necesariamente asegura la salvación subjetiva personal [41]. Una vez que llegó a creer que Cristo murió por todos sin excepción, porque Dios es «el que ama en libertad», el universalismo fue lo que, lógicamente, vino después.

Me parece, y a muchos otros no calvinistas, que cualquier persona que tenga una comprensión profunda del testimonio bíblico de Dios como revelado especialmente en Jesucristo, pero también en versículos como Juan 3:16 y 1 Juan 4: 8, deberá desistir de la redención particular y, para evitar el universalismo, de cualquier conexión necesaria entre la redención realizada y la redención aplicada. Los calvinistas de cuatro puntos, que intentan negar «L» pero se aferran al resto de TULIP, tienen que explicar por qué Cristo sufriría el castigo por los réprobos: los pecadores a los que Dios, intencionalmente, les niega la posibilidad de salvación.

La mayoría de los calvinistas rígidos, incluidos Boettner, Steele y Thomas, Sproul y Piper, creen apasionadamente en el evangelismo universal; ellos rechazan el hipercalvinismo que dice que una oferta de salvación bien intencionada no puede hacerse a todos ni por Dios ni por los predicadores. Sin embargo, como ya se indicó, existe tensión, e incluso conflicto, entre la expiación particular y el evangelismo indiscriminado. Entre otros críticos de la expiación limitada, Gary Schultz ha argumentado convincentemente que no hay sinceridad en una predicación indiscriminada del evangelio y la invitación al arrepentimiento, creer y ser salvo, si la expiación limitada fuese verdadera. «El quid de la cuestión», señala con razón:

«¿Cómo el evangelio puede ser genuinamente ofrecido a los no elegidos, si Dios no hizo ningún pago por sus pecados?… Si Cristo no pagó por los pecados de los no elegidos, entonces es imposible ofrecer genuinamente la salvación a los no elegidos, ya que no hay salvación disponible para ofrecerles. En cierto sentido, cuando el evangelio es ofrecido, los no elegidos estarían recibiendo una oferta de algo que nunca existió para que ellos, para iniciar la conversión, pudieran recibir.»[42]

Entonces Schultz deja la cuestión extremadamente clara y fácil de entenderse: «Si la expiación fue solamente para los elegidos, predicar este mensaje a los no elegidos sería, en el mejor de los casos, darles una falsa esperanza y, en el peor, una falsedad en sí mismo».[43]

Algunos calvinistas pueden responder que un predicador nunca sabe con certeza quiénes en su audiencia son los elegidos y quiénes no son elegidos, por lo que debe ofrecer la salvación a todos mientras piensa en su propia mente que solo los elegidos responderán. Pero dos cosas bloquean esa objeción. Primero, la mayoría de los calvinistas, no hipercalvinistas, creen que no solo el predicador, sino también el mismo Dios ofrece salvación a todos como una «oferta bien intencionada» (como se mencionó anteriormente como parte de una declaración de la Iglesia Reformada contra el hipercalvinismo). Ciertamente Dios sabe quiénes son los elegidos y los no electos. Entonces, ¿por qué Dios, teniendo ese conocimiento, ofrecería la salvación de manera bien intencionada a aquellos a los cuales Él no tiene ninguna intención de salvar, y por los cuales Cristo no murió? En segundo lugar, si el predicador supiera quienes son electos y quienes no lo son, ¿realmente creería que está haciendo una oferta bien intencionada al ofrecer a todos, indiscriminadamente, el evangelio de salvación?

¿Cuál es la aplicación práctica aquí? Es simplemente esto: si crees que puede haber algunos en tu audiencia que no pueden ser salvos, porque Cristo no hizo ninguna provisión para su salvación, no puedes de manera totalmente honesta predicar que todos pueden venir a Cristo a través del arrepentimiento y la fe en razón de que Cristo murió por ellos, no puedes hacer una oferta bien intencionada.  El calvinista, si es honesto, tiene que adaptar su oferta e invitación para que ella se adapte a su teología, y decir algo como esto: «Si eres uno de los elegidos de Dios, y si Cristo murió por ti, puedes ser salvo respondiendo con arrepentimiento y fe». No puedes decir indiscriminadamente: «Cristo murió por ti para que puedas ser salvo; arrepiéntete y cree para que Dios perdone tus pecados y te acepte como su hijo». Pero parece que el calvinismo está diciendo que Dios daría una oferta e invitación de segunda, por lo que el predicador también puede hacerlo [Dios estaría ofreciendo salvación inexistente a los no elegidos, y el predicador hace lo mismo y le llama “oferta bien intencionada]. Pero eso sería insincero para Dios y el predicador. El punto es que, en la medida en que el predicador cree en la expiación limitada, debe unirse a los hipercalvinistas, y no ofrecer el evangelio de salvación a todos indiscriminadamente. Además, ¿cómo la creencia en la expiación limitada puede no  limitar el evangelismo?

La alternativa a la Expiación Limitada o Redención Particular

Afortunadamente, la expiación limitada/particular no es la única opción para los cristianos que consideran lo que Cristo logró en la cruz. Una persona puede afirmar la sustitución penal, incluyendo la creencia de que Cristo cumplió la ley para todos y sufrió el castigo de todos, y también creer que las personas deben apropiarse subjetivamente de esos beneficios por fe para ser salvos. Esta fue, por ejemplo, la doctrina de John Wesley. También es la doctrina de muchos bautistas y otros que a veces aceptan ciertos puntos del calvinismo, pero no la expiación limitada (por muy inconsistente que eso pueda ser).

La gran mayoría de los cristianos a lo largo de los siglos, incluidos todos los Padres de la Iglesia (incluyendo también a Agustín) creían en la expiación universal. El gran padre de la iglesia Atanasio, muy apreciado por todos los cristianos, incluyendo ortodoxos orientales, católicos romanos y protestantes,insistió firmemente en que, con su muerte, Cristo trajo la salvación a todos sin excepción:

«Convenciéndose, pues, el Verbo de que la corrupción de los hombres no se suprimiría de otra manera que con una muerte universal, y dado que no era posible que el Verbo muriera, siendo inmortal e Hijo del Padre, tomó por esta razón para sí un cuerpo que pudiera morir, para que éste, participando del Verbo que está sobre todos, llegara a ser apropiado para morir por todos y permaneciera incorruptible gracias a que el Verbo lo habitaba, y así se apartase la corrupción de todos los hombres por la gracia de la resurrección. En consecuencia, como ofrenda y sacrificio libre de toda impureza, condujo a la muerte el cuerpo que había tomado para sí, e inmediatamente desapareció de todos los semejantes la muerte por la ofrenda de uno semejante. Puesto que el Verbo de Dios está sobre todos, consecuentemente, ofreciendo su propio templo y el instrumento corporal como sustituto por todos, pagaba la deuda con su muerte; y como el incorruptible Hijo de Dios estaba unido a todos los hombres a través de un cuerpo semejante a los de todos, revistió en consecuencia a todos los hombres de incorruptibilidad por la promesa referente a su resurrección.»[44]

Claramente Atanasio (junto con todos los Padres de la Iglesia griega y latina, como también Martín Lutero, Juan Wesley y muchos otros grandes hombres y mujeres conservadores en la historia cristiana) creía que Cristo murió por todos sin excepción, incluso sufriendo la pena por los pecados de todos. Claramente también Atanasio no creyó (como algunos pocos padres de la iglesia griega lo hicieron o especularon sobre ello siguiendo a Orígenes) en el universalismo. Él declaró claramente, para que no se malinterprete, que la salvación completa en el sentido de la vida eterna llega finalmente solo a aquellos que se arrepienten y creen, y que muchas almas se perderán para siempre porque rechazan a Cristo.

Lo que los padres griegos y casi todos los cristianos de renombre creían sobre el alcance y extensión de la expiación (hasta los seguidores escolásticos de Calvino) era que Cristo era el sustituto de todos sin excepción, de tal manera que todo obstáculo para el perdón de Dios para cada persona era removido por Su muerte. También creían que los beneficios de ese sacrificio solo se aplicarían a las personas que creen, ya sea que fuesen elegidos (Lutero y Calvino) o que elijan libremente recibir la gracia de Dios (Atanasio [y el consenso unánime de los Padres de la Iglesia], Tomás de Aquino [y la doctrina Católica], la Iglesia Ortodoxa Griega y la Copta, los anabaptistas, Wesley, etc.).

Esta ha sido la enseñanza ortodoxa de la Iglesia en todo tiempo; mientras que la expiación limitada/particular es una enseñanza anómala en la iglesia [una novedad teológica del S. XVI]. El hecho de que esta enseñanza haya existido entre los calvinistas durante mucho tiempo (¡pero solo después de Calvino!) no la hace menos anómala. Incluso algunos de los clérigos reformados que se reunieron en el Sínodo Calvinista de Dort rechazaron este punto del llamado posteriormente TULIP, al igual que lo rechazaron los Remonstrantes (arminianos). Luego, cincuenta años después, muchos puritanos de la Asamblea de Westminster que escribieron la Confesión de Fe de Westminster se opusieron a esta doctrina.[45] ¿Qué pasó? Evidentemente, que las voces más fuertes e insistentes ganaron la batalla a pesar de no tener la verdad de su lado. Hasta el día de hoy, muchos calvinistas no pueden soportar este elemento del sistema TULIP, y lo apartan y rechazan, incluso si eso los pone en conflicto con el resto de lo que creen y con sus compañeros reformados calvinistas [Como le sucedió a Spurgeon].

Roger Olson, Contra el Calvinismo. Traducido al español por Gabriel Edgardo Llugdar para Diarios de la Iglesia – 2022


[1] Calvin, Institutos 2.16.5

[2] Ibid., 2.16.6

[3] Ibid., 2.16.5

[4] Gustaf Aulén, Christus Victor: Un estudio histórico de los tres tipos principales

de la idea de expiación (Nueva York: Macmillan, 1969).

[5] Calvin, Institutos 2.16.7

[6] Ibid., 2.16.4

[7] Boettner, La Doctrina Reformada de la Predestinación , 152.

[8] Ibid., 157.

[9] Ibíd., 160

[10] Steele y Thomas, Los cinco puntos del calvinismo, 39.

[11] Ibíd.

[12] Ibíd., 46.

[13] Palmer, Los Cinco Puntos del Calvinismo

[14] Ibíd.

[15] Ibíd.

[16] Ibíd.

[17] Sproul, ¿Qué es la teología reformada?

[18] Ibíd., 163.

[19] Ibíd., 166

[20] Ibíd., 169

[21] Ibíd., 171.

[22] Vernon C. Grounds, «La gracia salvífica universal de Dios», en Grace Unlimited , ed. Clark H. Pinnock (Minneapolis: Bethany, 1975), 27.

[23] Piper, The Pleasures of God, 165.

[24] Ibíd., 165, 167.

[25] Piper, “For Whom Did Christ Die?»

[26] Ibíd.

[27] Ibíd.

[28] David L. Allen, “The Atonement: Limited or Universal?” in Whosever Will, 93.

[29] R. T. Kendall, Calvin and English Calvinism to 1649 (Oxford: Oxford Univ. Press, 1979).

[30] Kevin Kennedy, “Was Calvin a ‘Calvinist’? John Calvin on the extent of the atonement,” em Whosoever Will: A Biblical-Theological Critique of Five-Point Calvinism, ed. David L. Allen and Steven W. Lemke (Nashville, TN: Broadman & Holman, 2010), 195.

[31] Ibíd., 198

[32] ibíd.

[33] Ibíd., 199 – 200

[34] Ibíd., 200

[35] Ibíd., 211

[36] Algunos lectores pueden preguntarse acerca de la relevancia de este pasaje para lo que a veces se denomina «seguridad eterna», la perseverancia incondicional de los santos. Me parece posible interpretarlo de ambas maneras, como refiriéndose a alguien que ya es creyente y podría perder su salvación debido a la ofensa del hermano más fuerte, ocomo haciendo referencia a una persona que aún no es cristiana (pero por quien Cristo murió) que puede ser apartado o alejado por la ofensa.

[37] Calvino, Institutos 3.3.19

[38] Ibíd., 3.3.9

[39] Muchas ediciones de este libro de John Owen (1616–1683) están disponibles, como: La muerte de la muerte en la muerte de Cristo , ed. J.I. Packer (Londres: Banner of Truth Trust, 1963).

[40] Picirilli, Grace, Faith, Free Will, 136. [En español: Picirilli, Gracia, Fe & Libre albedrío].

[41] Para un análisis detallado y minucioso del movimiento de Barth del calvinismo de cinco puntos al universalismo, ver g. C. Berkouwer, The Triumph of Grace in the Theology of Karl Barth (El triunfo de la gracia en la teología de Karl Barth) (Grand Rapids: Eerdmans, 1956). Si bien Berkouwer no acusa a Barth de un descarado universalismo, sí indica que la salvación universal está implícita en la doctrina de la elección de Barth. Estoy de acuerdo con esa evaluación.

[42] Gary L. Schultz, Jr., “Why a Genuine Universal Gospel Call Requires an Atonement That Paid for the Sins of All People,” (Por qué un llamado universal genuino al Evangelio require una expiación que paga por los pecados de todas las personas) Evangelical Quarterly 82:2 (2010): 122.

[43] Ibíd., 115

[44] Atanasio de Alejandría, La Encarnación del Verbo II.9.  Editorial Ciudad Nueva, p. 55-56

[45] Para estos hechos históricos, vea Allen, “The Atonement: Limited or Universal?” 67 – 77.

Una crítica a la gracia Irresistible

Por Steve W. Lemke

Los antecedentes del asunto

La doctrina de la gracia irresistible se abordó en el Sínodo de Dort, lo que ofreció una respuesta a las preocupaciones expresadas por los remonstrantes, quienes eran calvinistas reformados holandeses (posteriormente llamados arminianos). Esta diferencia de opinión se repite en la historia de los bautistas en la distinción entre los «bautistas generales» (quienes, en general, convinieron con los remonstrantes en estos puntos) y los «bautistas particulares» (quienes, en general, convinieron con el Sínodo de Dort en estos puntos). Aunque tanto los remonstrantes como los de Dort estuvieron de acuerdo que los seres humanos son depravados e incapaces de salvarse a sí mismos aparte de la gracia de Dios, ellos, ante todo, discutieron si la gracia de Dios es resistible. En los artículos III y IV de su «remonstrancia» (protesta o expresión de oposición), los remonstrantes expresaron su convicción de que algunos de sus compañeros calvinistas se habían vuelto tan extremos en sus creencias que se habían apartado de las enseñanzas bíblicas. En particular mientras afirmaban que la salvación viene solo por la gracia de Dios, los remonstrantes estaban preocupados sobre la enseñanza de que Dios fuerza su gracia en los pecadores de manera irresistible. Los remonstrantes sostenían:

  • La gracia de Dios es el principio, la continuación y el cumplimiento de todo lo bueno, hasta tal punto, que el hombre regenerado, por sí mismo, sin la prevención o la asistencia, el despertar, seguimiento y la gracia cooperativa, no puede pensar, desear, ni hacer el bien, ni resistir cualquier tentación al mal; de modo que todas las buenas acciones o movimientos que pueden ser concebidos, sean atribuidos a la gracia de Dios en Cristo. Pero, respecto al modo de operación de esta gracia, no es irresistible, puesto que está escrito acerca de muchos, que ellos resistieron al Espíritu Santo. Hechos 7 y en otros muchos sitios. [1]

En otras palabras, los remonstrantes (arminianos) enseñaban que la única forma de salvarse es por la gracia de Dios que viene antes, durante y después de la justificación porque incluso el ser humano mejor intencionado no puede «pensar, desear ni hacer el bien» aparte de la gracia de Dios [2]. Ellos incluso fueron más allá cuando sostenían que todo lo bueno «[es atribuido] a la gracia de Dios en Cristo».[3]. Pero la pregunta es, «¿por qué no todas las personas se apropian o experimentan la gracia salvífica de Dios? ¿Dios ha fracasado en alguna forma? ¿Dios no ama de verdad a todas las personas? ¿Dios no desea la salvación de todas las personas? No. Los remonstrantes rehusaron culpar de este fracaso a Dios, sino que de manera correcta le asignaron este fracaso a la rebelión y resistencia de los seres humanos caídos. Dios creó a los seres humanos con el libre albedrio, ya sea para cooperar con Dios y recibir Su gracia o para rechazar en definitiva el precioso don de Dios. De nuevo, los seres humanos no tendrían ninguna salvación en absoluto aparte de la gracia de Dios; pero Dios se niega a hacer realidad esa salvación en la vida de alguien que continuamente se resiste a la gracia de Dios, se niega a recibirla con humildad y, finalmente, la rechaza. El Sínodo de Dort, sin embargo, objetó la negación de la gracia irresistible de los remonstrantes:

  • Que enseñan: que Dios no usa en la regeneración o nuevo nacimiento del hombre tales poderes de Su omnipotencia que dobleguen eficaz y poderosamente la voluntad de aquél a la fe y a la conversión; si no que, aun cumplidas todas las operaciones de la gracia que Dios usa para convertirle, el hombre, sin embargo, de tal manera puede resistir a Dios y al Espíritu Santo y, de hecho, también resiste con frecuencia cuando Él se propone su regeneración y le quiere hacer renacer, que impide el renacimiento de sí mismo; y que sobre este asunto queda en su propio poder el ser renacido o no. [4]

El problema de definir la gracia irresistible

El término «gracia irresistible», entonces, se usó de manera inicial como un punto de vista que negaban los remonstrantes y defendían los calvinistas de Dort. El Sínodo de Dort rechazó la noción de que la gracia de Dios estaba limitada a ejercer su poderosa persuasión moral en los pecadores por el Espíritu Santo para guiarlos a la salvación. Ellos además rechazaron la noción que una persona puede «resistir a Dios y al Espíritu Santo… cuando Él se propone su regeneración».[5]. En cambio, la declaración de Dort afirmaba que Dios usa «tales poderes de Su omnipotencia para que dobleguen eficaz y poderosamente la voluntad del hombre a la fe y a la conversión».[6]. Para entender cómo los calvinistas expresaron que Dios lleva a cabo la gracia irresistible, uno debe entender la importante distinción que ellos deducen entre lo que indistintamente es conocido como el llamamiento «general» o «externo» del llamamiento «especial», «interno», «eficaz» o «serio». Steele, Thomas y Quinn prácticamente equiparan el «llamamiento eficaz» con la gracia irresistible, basados en la distinción entre estos dos propuestos diferentes llamamientos de Dios:

  • La invitación del evangelio extiende un llamamiento para la salvación para todo el que escucha su mensaje… Pero este llamamiento general externo, extendido tanto a electos como a no electos, no traerá los pecadores a Cristo… Por lo tanto, el Espíritu Santo, para traer los electos de Dios a la salvación, les extiende un llamamiento especial interno, además del llamamiento externo contenido en el mensaje del evangelio. A través de este llamamiento especial, el Espíritu Santo opera una obra de gracia dentro del pecador que, de manera inevitable, lo trae a la fe en Cristo… Aunque el llamamiento general externo del evangelio puede ser, y con frecuencia es, rechazado, el llamamiento especial del Espíritu nunca deja de resultar en la conversión de aquellos a quienes se les hace. Este llamamiento especial no se da a todos los pecadores, sino ¡solo a los electos! El Espíritu no depende, de ninguna manera, de su ayuda o cooperación para que Su obra de traerlos a Cristo sea exitosa. Por eso, los calvinistas consideran el llamamiento del Espíritu y la gracia de Dios en salvar a los pecadores como «eficaz», «invencible» o «irresistible». ¡Pues la gracia que el Espíritu Santo extiende a los electos no puede ser frustrada o negada, nunca deja de traerlos a la verdadera fe en Cristo! [7]

Como lo indica esta declaración, algunos calvinistas contemporáneos parecen estar un poco avergonzados con el término «gracia irresistible» y han buscado suavizarlo o sustituirlo con un término como «llamamiento eficaz». Ellos además objetan cuando otros critican que «gracia irresistible» sugiere que Dios obliga a las personas a hacer cosas contra su voluntad. Más bien, ellos insisten, que Dios solo atrae y persuade. Así, los calvinistas, algunas veces, suenan falaces en afirmar un punto de vista fuerte sobre la gracia irresistible mientras, al mismo tiempo, suavizan el lenguaje sobre esta para hacerla más digerible. Por ejemplo, John Piper y el personal de la Bethlehem Baptist Church afirman que gracia irresistible «significa que el Espíritu Santo puede vencer toda resistencia y hacer su influencia irresistible… La doctrina de la gracia irresistible significa que Dios es soberano y puede vencer toda resistencia cuando quiere» [8]. No obstante, unos pocos párrafos más adelante, ellos sostienen que «gracia irresistible nunca implica que Dios nos obliga a creer contra nuestra voluntad… Por el contrario, la gracia irresistible es compatible con la predicación y el dar testimonio que tratan de persuadir a las personas a hacer lo que es razonable y concuerde con lo que más les convenga»[9]. Ningún intento es hecho en el artículo para reconciliar estas dos declaraciones al parecer contradictorias. De la misma manera, R. C. Sproul argumenta largo y tendido que Juan 6:44 («Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió…») no se refiere solo a la necesidad de que Dios «atraiga o induzca a los hombres a Cristo», y que los seres humanos puedan «resistir esta atracción» y «rechazar la incitación»[10] . En lenguaje filosófico, Sproul expresa que, esta atracción es una condición necesaria pero no suficiente para la salvación «porque la atracción no garantiza, en realidad, que nosotros vendremos a Cristo»[11]. Sproul establece que esta interpretación es «incorrecta» y que «atenta contra el texto de la Escritura»[12] . Más bien, Sproul insiste, que el término «traer» (arrastrar) es «un concepto mucho más contundente que atraer» y significa «obligar por superioridad irresistible»[13] .

Sin embargo, al discutir la gracia irresistible, Sproul cuenta de un estudiante que, al escuchar una conferencia por John Gerstner, sobre la predestinación, la rechazó. Cuando Gerstner le preguntó al estudiante cómo definía él el calvinismo, el estudiante lo describió como la perspectiva que «Dios obliga a algunas personas a elegir a Cristo e impide que otras elijan a Cristo». Gerstner entonces le manifestó, «Si eso es un calvinista, entonces puedes estar seguro que yo tampoco soy un calvinista» [14]. Sproul, asimismo, reconvino al presidente de un seminario presbiteriano por presentar la doctrina calvinista como que «Dios trae a algunas personas al reino, pataleando y gritando contra sus voluntades». Sproul describe la opinión de este teólogo presbiteriano como «una temeraria idea equivocada de la teología de su propia iglesia», como una «caricatura» y «tan lejos del calvinismo como uno podría estar»[15]. Entonces ¿qué dirección tomar? Si Dios obliga a las personas con «superioridad irresistible», ¿de qué manera es impreciso afirmar que Dios está obligando a las personas a elegir a Cristo?

El Sínodo de Dort insistió que los intentos de persuasión moral en las personas no salvas era malgastar el tiempo. Que la gracia de Dios era irresistible, y no solo el uso de la poderosa persuasión moral era precisamente lo que el Sínodo de Dort rechazó y lo que los remonstrantes afirmaron. Los remonstrantes insistieron que la convincente gracia de Dios persuadía a los perdidos a recibir a Cristo como Señor y Salvador. El Sínodo de Dort insistió que esto era insuficiente. Nota su negación explícita que una persona pueda «resistir» a Dios. También presta atención al uso del lenguaje en el Sínodo de Dort sobre la divina omnipotencia, la cual puede «[doblegar] eficaz y poderosamente la voluntad de una persona a la fe y a la conversión»[16] . Doblegar la voluntad de un ser falible por un Ser omnipotente infalible y poderoso no se trata de una dulce persuasión. Es obligar a una persona a cambiar de parecer en contra de su voluntad.

A menudo, los calvinistas describen su posición como monergismo, opuesto al sinergismo. En el monergismo, Dios opera completamente solo,sin la intervención de ningún rol humano. En el sinergismo, por otro lado, los seres humanos cooperan con Dios en alguna forma para llevar a cabo su propia conversión. Ninguno de nosotros que no somos pelagianos afirmaría que podemos lograr nuestra salvación aparte de Dios. La cuestión es si los seres humanos tienen algún rol en aceptar o recibir su propia salvación. Por un lado, el calvinista manifiesta,  «¡No! Tu salvación es monergista, provista solo por la gracia de Dios». Cuando alguien critica esa opinión por significar que Dios impone una gracia irresistible contra la voluntad de la persona, o que los seres humanos no tienen ninguna elección o participación en el asunto, entonces el calvinista protesta que se les ha malentendido y caricaturizado.

Cuando se cuestiona que la gracia irresistible va contra la voluntad de la persona, la mayoría de los calvinistas responden que no está en contra de la voluntad de una persona en absoluto. Dios cambia su voluntad a través de la regeneración invencible, de tal manera que la persona es traída a Cristo de manera irresistible. Los calvinistas lo llaman voluntad, la cual es impulsada (doblegada) externamente: voluntad compatibilista (voluntad humana que es compatible con el predeterminismo divino), opuesto al punto de vista más común: libertad libertaria. En la libertad libertaria, una persona no tiene absoluta libertad (como la presenta el estereotipo calvinista frecuentemente), sino que la persona puede escoger entre al menos dos alternativas. En cada caso una persona pudo haber, por lo menos hipotéticatnente, escogido otra cosa. Pero en el compatibilismo calvinista las personas siempre escogen lo que ya Dios determinó de antemano que escojan. Ellas no tienen opción alternativa, sino hacer lo que Dios determina que hagan. Entonces, cuando Dios cambia su voluntad a través de la gracia irresistible o gracia capacitante, ellas en realidad no tienen elección: harán lo que Dios les ha programado que hagan. Así el sistema calvinista aboga por el monergismo (Dios es el único actor) y el compatibilismo (las personas hacen lo que Dios quiere que hagan, después que Él cambia su voluntad, a través de la regeneración previa a la conversión).

El problema es que los calvinistas no siempre pueden tenerlo todo. Ellos no pueden insistir en que un Dios omnipotente abruma y doblega infalible y poderosamente la voluntad del ser humano, y luego transformar esta doctrina en otra cosa al atenuarla con lenguaje más digerible como «llamamiento eficaz» y «compatibilismo». El llamamiento eficaz se refiere con precisión a la misma cosa que gracia irresistible, pero llamamiento eficaz suena mucho más agradable. Al fin y al cabo, las personas no tienen elección, sino hacer lo que Dios las ha programado para hacer. Sin embargo, los calvinistas a menudo intentan evadir la crítica al indicar que la doctrina ha sido malinterpretada, incluso cuando los no calvinistas han citado o parafraseado lo que los mismos calvinistas han expresado al describir su propia doctrina.

Por ejemplo, en la conferencia «Estableciendo vínculos», Nathan Finn reprendió a Roy Fish, profesor del Seminario Teológico Bautista del Suroeste, por la siguiente descripción de la gracia irresistible, a la cual Finn describió como un «estereotipo» y un «malentendido» de la doctrina:

  • La «I» en TULIP (acróstico en inglés)[17] se refiere a la gracia irresistible. Esto significa que las personas que van a ser salvas no tienen otra opción. Ellas en realidad no tienen otra opción. La gracia de Dios no puede resistirse. Ellas no pueden resistir esta gracia salvífica especial. [18]

Un estudio detallado, línea por línea, de la descripción de Fish revela que los calvinistas definen la gracia irresistible casi con las mismas palabras:

  • Roy Fish: (gracia irresistible) «significa que las personas que van a ser salvas no tienen otra opción. Ellas en realidad no tienen otra opción».
  • El Sínodo de Dort: «Y este es aquel nuevo nacimiento, aquella renovación, nueva creación, resurrección de muertos y vivificación, de que tan excelentemente se habla en las Sagradas Escrituras, y que Dios obra en nosotros sin nosotros. Este nuevo nacimiento no es obrado en nosotros por medio de la predicación externa solamente, ni por indicación, o por alguna forma tal de acción por la que, una vez Dios hubiese terminado su obra, entonces estaría en el poder del hombre el nacer de nuevo o no, el convertirse o no. Sino que es una operación totalmente sobrenatural… de modo que todos aquellos en cuyo corazón obra Dios de esta milagrosa manera, renacen cierta, infalible y eficazmente, y de hecho creen… »[19]
  • James ‘White; «La doctrina de la ‘gracia irresistible’ es simplemente la creencia que cuando Dios escoge moverse en las vidas de sus electos y traerlos de la muerte espiritual a la vida espiritual, no hay poder en el cielo o en la tierra que pueda detenerlo de hacerlo así… Es simplemente la confesión de que cuando Dios escoge levantar a Su pueblo a vida espiritual, Él lo hace sin el cumplimiento de ninguna condición por parte del pecador. Así como Cristo tuvo el poder y la autoridad de levantar a Lázaro a vida sin obtener su permiso, Él es capaz de levantar a Sus electos a vida espiritual con un resultado igualmente seguro»[20].
  •  David Steel, Curtis Thomas y S. Lance Quinn: «El Espíritu Santo extiende un llamamiento especial interno que, de manera inevitable, los trae a la salvación… El llamamiento interno (el cual se hace solo a los electos) no puede rechazarse. Siempre resulta en la conversión. Mediante este llamamiento especial, el Espíritu, de manera irresistible, trae los pecadores a Cristo. Él no está limitado por la voluntad del hombre en Su obra de aplicar la salvación, ni depende de la cooperación del hombre para que Su obra sea exitosa… La gracia de Dios, por eso, es invencible; nunca deja de resultar en la salvación de aquellos a quienes se les extiende».[21] 241

Roy Fish: «La gracia de Dios no puede resistirse. Ellas [las personas] no pueden resistir esta gracia salvífica especial».

  • El Sínodo de Dort: El Sínodo rechaza que… «Dios no usa en la regeneración o nuevo nacimiento del hombre tales poderes de Su omnipotencia que dobleguen eficaz y poderosamente la voluntad de aquél a la fe y a la conversión…». (El Sínodo rechaza que alguien) «puede resistir a Dios y al Espíritu Santo, y de hecho también resiste con frecuencia cuando Él se propone su regeneración»[22] 242
  • John Piper: Gracia irresistible «significa que el Espíritu Santo puede vencer toda resistencia y hacer su influencia irresistible… La doctrina de la gracia irresistible significa que Dios es soberano y puede vencer toda resistencia cuando quiere … Cuando Dios se ocupa en llevar a cabo su propósito soberano, ninguno puede lograr resistírsele… Cuando una persona escucha a un predicador hacer un llamamiento al arrepentimiento, ella puede resistir ese llamamiento. Pero si Dios le da arrepentimiento no puede resistirse, porque el don es la remoción de la resistencia… Entonces, si Dios da arrepentimiento, esto equivale a quitar la resistencia. Por eso nosotros llamamos a esta obra de Dios ‘gracia irresistible’.» 243

¿Reflejaba Fish en su definición las declaraciones de algunos calvinistas? Distinguir la definición de Fish de la de Finn es tan difícil que uno debe preguntar: ¿Qué es lo que Finn objeta con tanto vigor en la descripción de Fish? Fish ha repetido las descripciones calvinistas de la gracia irresistible, sin embargo, Finn lo reprende por hacerlo. No importa lo que los calvinistas contemporáneos intenten para encubrir la dureza de la gracia irresistible y proyectarla bajo una luz más suave o moderada, la doctrina sigue siendo lo que es. Cuando se presiona a los calvinistas con sus propias palabras, algunas veces parecen jugar con las palabras o hablar con evasivas para hacer sus creencias más digeribles. Sin embargo, este estudio examina la gracia irresistible como se describe y se define en las enseñanzas doctrinales calvinistas estándares.

La Biblia y la gracia irresistible

¿Qué declara la Biblia sobre la gracia irresistible? La respuesta sencilla es que la Biblia no aborda de manera específica la gracia irresistible. De hecho la frase «gracia irresistible» no aparece en ninguna parte en la Escritura. Por supuesto, esta sola ausencia no significa que la gracia irresistible no pueda ser una realidad. Otras doctrinas como la Trinidad se describen en la Escritura, pero no con el nombre teológico que ahora le damos. Entonces ¿qué declara la Biblia en cuanto a que la gracia sea irresistible?

Textos fundamentales que afirman la gracia resistible

Algunos textos de la Escritura parecen negar la gracia irresistible o afirmar la gracia resistible de manera explícita. Proverbios 1 desafía la noción de la gracia irresistible. La sabiduría de Dios personificada habla a aquellos a quienes «…he llamado… » (Prov 1:24), a aquellos a quienes «… derramaré mi espíritu…» (Prov 1:23), y a aquellos a quienes «… haré conocer mis palabras» (Prov 1:23). No obstante, ninguno consideró la verdad de Dios, pues los oyentes rechazaron el mensaje de Dios y despreciaron el consejo de la Sabiduría (Prov 1:22-25 ¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza, Y los burladores desearán el burlar,  Y los insensatos aborrecerán la ciencia?  Volveos a mi reprensión; He aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros, Y os haré saber mis palabras.  Por cuanto llamé, y no quisisteis oír, Extendí mi mano, y no hubo quien atendiese, Sino que desechasteis todo consejo mío, Y mi reprensión no quisisteis).

Algunos podrían afirmar que este mensaje solo ejemplifica el llamamiento externo resistible. El problema se vuelve complicado porque ellos constituyen el pueblo elegido de Dios, los judíos, con quienes Dios había entrado en un pacto: «He llamado y habéis rehusado oír…» (v. 24). Dios les hace una oferta: «…derramaré mi espíritu sobre vosotros» (v. 23), pero ellos no se «volverían», y más bien «rehusarían» aceptar el mensaje (v. 24). La gracia que fue ofrecida de manera tan generosa fue rechazada de manera tan desconsiderada. La gracia ofrecida estaba condicionada por su respuesta. La aceptación de la Palabra de Dios habría traído bendición, pero su rechazo ahora traería calamidad sobre ellos.

En los profetas y los Salmos, Dios responde a la negativa de arrepentirse y al rechazo de la Palabra de Dios por parte de los israelitas:

  • Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Cuanto más los llamaban los profetas, tanto más se alejaban de ellos; seguían sacrificando a los Baales y quemando incienso a los ídolos. Sin embargo yo enseñé a andar a Efraín, yo lo llevé en mis brazos; pero ellos no comprendieron que yo los sanaba. Con cuerdas humanas los conduje, con lazos de amor, y fui para ellos como quien alza el yugo de sobre sus quijadas; me incliné y les di de comer. No volverán a la tierra de Egipto, sino que Asiria será su rey, porque rehusaron volver a mí. La espada girará contra sus ciudades, destruirá sus cerrojos y los consumirá por causa de sus intrigas. Pues mi pueblo se mantiene infiel contra mí; aunque ellos lo llaman para que se vuelva al Altísimo, ninguno me quiere enaltecer. (Os. 11:1-7).
  • No guardaron el pacto de Dios, y rehusaron andar en su ley (Sal. 78:10).
  • Pero mi pueblo no escuchó mi voz; Israel no me quiso a mí. Por eso los entregué a la dureza de su corazón, para que anduvieran en sus propias intrigas. ¡Oh, si mi pueblo me hubiera oído, si Israel hubiese andado en mis caminos! (Sal. 81:11-13).
  • Ellos me dieron la espalda, y no el rostro; aunque les enseñaba, enseñándoles una y otra vez, no escucharon ni aceptaron corrección (Jer. 32:33).

En el Nuevo Testamento, la referencia más directa a la resistencia a la gracia está en el sermón de Esteban en Hechos 7:2-53, justo antes de su martirio en Hechos 7:54-60. Al confrontar a los judíos que habían rechazado a Jesús como el Mesías, Esteban afirmó: «Vosotros, que sois duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos, resistís siempre al Espíritu Santo; como hicieron vuestros padres, así también hacéis vosotros» (Hech. 7:51).

Los remonstrantes citaron este texto específico, y la mayoría de eruditos que rechazan la noción de la gracia irresistible también la citan. Esteban no está hablando a creyentes, sino a los judíos que habían rechazado a Cristo. Él no solo los acusó a ellos de «resistir al Espíritu Santo», sino también a sus antepasados judíos por resistir a Dios. La palabra que se traduce como «resistir» (antipiptō en griego) no significa aquí «caer», sino «oponerse», «esforzarse en contra» o «resistir».[23]. Con claridad, este texto enseña que la influencia del Espíritu Santo es resistible. Un registro similar en Lucas 7:30 describe la respuesta de los fariseos a la predicación de Juan el Bautista: «Mas los fariseos y los sabios de la ley, desecharon el consejo de Dios contra sí mismos, no siendo bautizados de él» (Luc. 7:30, RVA).

Otro ejemplo de resistencia ocurre en la experiencia de la salvación de Pablo, registrado en Hechos 26. Mientras Saulo se dirigía hacia Damasco en su persecución de los cristianos, una luz cegadora lo golpea, y una voz del cielo le dice: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón» (Hech. 26:14). Es evidente que Saulo se había resistido a la convicción del Espíritu Santo en eventos como la lapidación de Esteban, pero ahora Dios confrontó la resistencia de Saulo de forma dramática. Aun así, algún tiempo pasó antes de que Ananías llegara y Pablo recibiera el Espíritu Santo (Hech. 9:17).

¿Qué opinan los calvinistas sobre estos textos? Para empezar, los calvinistas no niegan que las personas pueden resistir al Espíritu Santo en algunas situaciones. Los no creyentes pueden resistir el mero llamamiento «externo» del evangelio, y los creyentes pueden resistir al Espíritu Santo también. Como lo ha declarado John Piper: «Lo que es irresistible es el llamamiento eficaz que hace el Espíritu»[24]. Sin embargo, estas explicaciones no ayudan en este caso. Los judíos, en definitiva, eran el pueblo escogido de Dios, y todo el pueblo judío estaba bajo el pacto, no solo los individuos. La  teología calvinista del pacto ve a la nación entera de Israel como el pueblo escogido de Dios. Los electos, al fin y al cabo, han de recibir el llamamiento eficaz. Los calvinistas a menudo citan: «A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí» (Rom. 9:13), como su evidencia más sólida para la elección[25] .

Pero, este pueblo de forma divina escogido no solo ha rechazado a Jesús como el Mesías, sino que ha resistido al Espíritu Santo a través de muchas generaciones en la historia. Por eso, parecería que la gracia de Dios es resistible, incluso entre los electos que tienen derecho a recibir el llamamiento eficaz.

La gracia resistible en el ministerio y enseñanzas de Jesús

A lo largo de su ministerio de enseñanza, Jesús enseñó y sirvió en maneras que parecen ser inconsistentes con la noción de la gracia irresistible. En cada una de estas ocasiones, Jesús parece defender la idea que la gracia de Dios es resistible. Por ejemplo, escucha el lamento de Jesús sobre Jerusalén:«¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te sonenviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!» (Mateo 23:37 comparar con Luc.13:34). ¿Qué lamentaba Jesús? Él lamentaba que a pesar del amor generoso de Dios por Jerusalén y el deseo de reunirlos en una seguridad eterna bajo Su protección, y los muchos profetas y mensajeros que Él les envió con Su mensaje, ellos rechazaron el mensaje que se les envió y «no quisieron» responder a Dios. En griego, como sucede en esta versión en español, se establece un contraste, porque las formas del verbo thelō (querer) se usan dos veces en este versículo: «… quisey no quisiste»[26]. Schrenk describe esta declaración como una expresión de «la frustración de Su misericordioso propósito para salvar, debido al rechazo de los hombres»[27]. Observa que Su lamento concierne a toda la ciudad de Jerusalén, no solo un pequeño número de los electos dentro de Jerusalén. Ciertamente, Jesús expresa su preocupación no solo por las personas que viven en Jerusalén en ese tiempo en particular, sino por las muchas generaciones de jerosolimitanos.

De nuevo, uno podría sugerir que los profetas eran solo el vehículo para proclamar el llamamiento general, y entonces estos jerosolimitanos nunca recibieron el llamamiento eficaz, pero este argumento no puede ser. Ante todo, este es el pueblo escogido de Dios. Como tal, debió haber recibido el llamamiento eficaz, pero, en realidad, no quiso responder. Algunos calvinistas podrían formular este argumento: la elección de Israel incluía individuos dentro de Israel, no todo Israel como un pueblo. Que solo un remanente del Israel físico, no todo, será salvo tiene el más firme respaldo, pero la propuesta que Dios hizo el llamamiento eficaz a solo una porción de Israel de todos modos no concuerda bien con este texto o varios otros textos. Incluso así, el mayor problema es que si Jesús creía en la gracia irresistible, tanto el llamamiento externo como interno, Su aparente lamento sobre Jerusalén habría sido un acto hipócrita, una expresión de cinismo porque Él sabía que Dios no había dado y no daría a estas personas las condiciones necesarias para su salvación. Su lamento habría sido sobre la dureza del corazón de Dios, pero no es esto lo que registra la Escritura. La Escritura le atribuye a la falta de voluntad de las personas el no venir a Dios, es decir, la dureza de sus propios corazones.

Lo que está generalizado en el lamento de Jesús sobre Jerusalén se personaliza en el incidente con el joven rico (Luc. 18:18-23). El hombre prominente le preguntó, «… ¿qué haré para heredar la vida eterna?» (Luc. 18:18). Si Jesús fuera un calvinista, uno podría esperar que le hubiera respondido, «¡nada!» y hubiera reprendido al hombre por la impertinencia de su pregunta, en particular la idea que él podía hacer algo para heredar la vida eterna. Más bien, Jesús le indica lo que él podía hacer: vender todo lo que tenía y repartirlo entre los pobres. Por supuesto, esta instrucción no solo era sobre el dinero del hombre; era sobre su corazón. Él amaba el dinero y los privilegios que este le daban, y él no podía vivir sin él. En otras palabras, Jesús no le concedería la vida eterna a menos que él quisiera entregarle su vida totalmente a Dios, pero el hombre no quería. Jesús lo dejó ir y que enfrentara las consecuencias solemnes de su decisión. Observa que Jesús comenta la falta de voluntad del joven rico, al declarar que es difícil para un rico entrar en el cielo, ciertamente, tan difícil como lo sería para un camello pasar por el ojo de una aguja (Luc. 13:24-28). Esta instrucción provocó que los discípulos señalaran que ellos habían sacrificado mucho para seguirlo, de modo que Él les prometió una recompensa importante por sus esfuerzos (Luc. 18:28-30).

Desde luego, si Jesús fuera un calvinista, Él nunca habría sugerido que era más difícil para los ricos ser salvos por la gracia irresistible de Dios que los pobres. Sus voluntades se cambiarían de manera inmediata e invencible al escuchar el llamamiento eficaz de Dios. No sería más difícil para un rico ser salvo por el llamamiento irresistible y monergista de Dios que lo que sería para otro pecador. Pero el Jesús real sugirió que su salvación estaba vinculada en alguna medida a su respuesta y entrega a Su llamamiento.

La misma idea de la gracia resistible surge muchas veces en las parábolas del ministerio de enseñanza de Jesús. En la parábola de los dos hijos (Mat. 21:28-32), Jesús describe sus distintas respuestas. Un hijo, al principio, rehúsa hacer el trabajo que se le requiere, y dice «… No quiero; pero después, arrepentido, fue» (Mat. 21:29). Uno no debe estirar una parábola hasta alegorizar, entonces ¿cuál es el punto principal de esta parábola? El punto es que los cobradores de impuestos y las prostitutas iban a entrar en el reino de los cielos antes que los principales sacerdotes y los ancianos que resistían Su enseñanza (Mat. 21:31). Observa que la distinción entre los dos no era que uno era hijo y el otro no, pues ambos eran hijos de quienes el padre deseaba obediencia. La diferencia es la respuesta de cada hijo: resistencia de uno, arrepentimiento y obediencia del otro.

Una enseñanza similar sigue en la parábola de la viña (Mat. 21:33-44). Al usar el símbolo familiar del Antiguo Testamento de una viña para representar a Israel, Jesús contó sobre el dueño de la viña que se fue de viaje y la dejó en manos de unos labradores. El dueño envía diferentes grupos de mensajeros y, por último, envía a su propio hijo para que instruya a los labradores sobre cómo dirigir la viña, pero ellos rechazan a cada mensajero y matan al hijo con la esperanza de apoderarse de la viña. El dueño regresa y les impone un castigo a los labradores rebeldes. Luego, Jesús habla de la piedra que fue desechada por los constructores, pero que se convirtió en la piedra angular, desde luego, Él está hablando de Sí mismo (Mat. 21:42-44). Entonces Jesús les declaró a los fariseos que el reino de Dios les sería quitado y dado a una nación que produzca sus frutos (Mat. 21:43 Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él). Otra vez, la diferencia fundamental era si las personas querían responder a la Palabra de Dios.

La parábola del sembrador (o de los suelos) en Mateo 13:1-23; Marcos 4:1-20 y Lucas 8:1-15 hace hincapié en la cuestión de la sensibilidad a la Palabra de Dios. El elemento invariable es la semilla, que representa la Palabra de Dios. El factor variable es la receptividad del suelo sobre el cual el sembrador sembró la semilla. La semilla junto al camino, en los pedregales y entre los espinos, nunca llegó a estar suficientemente enraizada en el suelo para florecer. La semilla junto al camino es arrebatada por el maligno. La que cae en los pedregales representa a aquel que «… oye la palabra y enseguida la recibe con gozo» (Mat. 13:20), pero no florece porque «… no tiene raíz profunda en sí mismo… » (Mat. 13:21). La semilla que cae entre los espinos representa a la persona que también oye la Palabra de Dios, pero el mensaje se vuelve confuso por los intereses del mundo. Solo la semilla que cae en suelo bueno y receptivo florece. De nuevo, la variable no es la proclamación de la Palabra (llamamiento externo o interno), ni el sembrador (pues es Jesús mismo sembrando en todos los suelos sin distinción) sino la respuesta del individuo.

Extraído del siguiente libro, capítulo 5, p. 105-118

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[1] The Five Arminian Articles, artículos III y IV> en The Creeds of Chrisrendom (ed. P. Schaff; 6ta. ed.; Grand Rapids; MI: Baker Books, 1983)  3:547} consultado el de noviembre de 2008. http://www.apuritansmind.com/Creeds/ArminianArticles.htm.

[2] Ibíd.

[3] Ibíd.

[4] Los Cánones de Dort, Reprobación de los errores para los capítulos 3 y 4, artículo VII, consultado el 12 de mayo de 2016.

http://www.iglesia.reformada.com/canones_ de_ dort.html.

[5] Ibíd.

[6] Ibíd.

[7] D. N. Steele, C. C. Thomas y S. L. Quinn,  The Five Poi ts of Caivinism: Defined, Defended, Docununted (ed. amp.; Filadelfia, PA: Presbyterian and Reformed 2004), 52-54·

[8] J. Piper y el personal de la Bethlehem Baptist Church, «What We Believe About the Five Points of Calvinism», consultada el

 1 de noviembre de 2008. http://www .desiringgod.org/articles/what-we-believe-about-the –five-points –of-calvinism.

[9] J. Piper, et. al., «What We Believe About the Five Points of Calvinism», 12.

[10] R. C. Sproul, Chosen by God (Carol Stream, IL: Tyndale House, 1994), 69-70.

[11] Ibíd

[12] Ibíd

[13] Ibíd

[14] Ibíd., 122

[15] Ibíd.

[16] Los Cánones de Dort, Reprobación de los errores para los capítulos 3 y 4, artículos VII y VIII, consultado el 12 de mayo de 2016.

http://www.iglesia.reformada.com/canones_ de_ dort.html.

[17] TULIP esun acróstico en inglés que describe los cinco puntos del calvinismo (T: Total Depravation [depravación total]; U:

Unconditional Election [elección incondicional];  L: Limited Atonement [expiación limitada]; I: Irresistible Grace [gracia irresistible] y P: Perseverance of the Saints (perseverancia de los santos]).

[18] N. A. Finn; «The C-Word», sermón predicado en la Cottage Hill Baptist Church en Mobile, AL. Citado en «Southern Baptist

Calvinism: Setting the Record Straight» en Calvinism: A. Southern Baptist Dialogue (eds. E. Ray Clendenen y Brad J. Waggoner;

Nashville, TN: B&H Academic, 2008), 171-92, esp. 184.

[19] Los Cánones de Dort, Reprobación de los errores para los capítulos 3 y 4, artículos X y XII, consultado el 12 de mayo de 2016.

http://www.iglesia.reformada.com/canones_ de_ dort.html.

[20] J. White, «Irresistible Grace: God Save Without Fail» en Debating Calvinism: Five Points, Two Views; por Dave Hunt y James White (Colorado Springs CO: Multnomah; 2004), 197.

[21] Steele, Thomas y Quinn; Five Points of Calvinism, 7.

[22] Los Cánones de Dort, Reprobación de los errores para los capítulos 3 y 4, artículos VII y VIII, consultado el 16 de noviembre de 2015. http://www.iglesia.reformada.com/canones_ de_ dort.html.

[23] W, E. Vine;  An Expository Dictionary of New Testament Words; J. H. Thayer, A. Greek·English Lexicon of the New Testament; F. W. Danker; ed., A Greek·English Lexicon of the New Testament and other Early Christian Literature.

[24] J. Piper; et. al., «What We Believe About the Five Points of Calvinism».

[25] La elección de Israel para servir como un pueblo escogido y la elección individual de los cristianos para salvación está entretejida en Romanos 9-11. Muchas veces los calvinistas no dan la debida atención a la primera.

[26] G. Schrenk debajo de la palabra  «thelō, thelema, thelesis» en Theological Dictionary of the New Testament (ed. G. Kittel; Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1965), 3:48-49·

[27] Ibíd.

Contra el calvinismo – Roger Olson

Contra el calvinismo, Capítulo 4 primera parte, traducido al español por Gabriel Edgardo Llugdar

Fui a oír aun famoso oficial del gobierno, que también era un conocido cristiano evangélico, hablando en la capilla de nuestra universidad. Esperaba que se ocupara de los peligros de fumar cigarrillos -porque precisamente por eso era conocido, era un guerrero contra el tabaco. Pero ese no es el tema que trató en su discurso en la capilla. En cambio, durante una hora, habló del siguiente tema: «Dios mató a mi hijo». No me sorprendió del todo, porque sabía que era miembro de una gran e influyente iglesia reformada. Sin embargo, nunca había oído a ningún calvinista presentar un tema tan directo. El doctor habló elocuentemente y conmovedoramente sobre la trágica muerte de su hijo, un joven adulto, en un accidente de alpinismo; y en varios momentos se detuvo, miró intencionadamente al joven público y dijo: «Dios mató a mi hijo».

El orador dejó muy claro lo que quería decir. No quiso decir que Dios permitió que su hijo muriera o que simplemente permitiera que sucediera. Más bien, quiso decir que Dios planeó la muerte y la hizo realidad. No dijo que Dios causó la muerte, pero su más que frecuente repetición del título de la conferencia ciertamente implicaba esto: «Dios mató a mi hijo».

También dejó muy claro que el evento no era un suceso inusual de la intervención de Dios; lo que quería decir era que toda muerte, como todo evento, es planeada y gobernada por Dios de tal manera que hace el evento inevitable. (Estoy seguro de que diría, si se le preguntase, que Dios usa causas secundarias como el clima y la humedad y el equipo defectuoso, pero eso no era pertinente para él. Todo lo que le importaba era que Dios había matado a su hijo). En otras palabras, este estadista cristiano estaba declarando públicamente que Dios es absolutamente soberano hasta en los más pequeños detalles, y que Dios planea cada evento, incluyendo las tragedias, y las hace realidad.

Lo que fue especialmente significativo de esta presentación de la visión calvinista de la soberanía divina en la providencia (el gobierno de Dios de la historia y de las vidas), fue la razón del orador para que creyera en ella con tanta pasión. Por supuesto, creía en este tipo de soberanía porque pensaba que era bíblica. Pero también dejó claro que creía en ello porque era lo único que le daba consuelo y esperanza ante una tragedia tan devastadora. Si la muerte de su hijo fue simplemente un accidente y no era parte del plan de Dios, dijo, no podía vivir con su total aleatoriedad y falta de propósito. Sólo podía encontrar consuelo en la muerte de su hijo si este era un acto de Dios, y de ninguna manera un accidente.

Mientras escuchaba, imaginaba en lo que diría este gran estadista si la muerte de su hijo no fuera, como él decía, una muerte rápida e indolora, sino más bien una muerte lenta, agonizante y dolorosa, por ejemplo, de cáncer. Tales muertes suelen ocurrir ¡y a veces con niños y jóvenes! Recuerdo que un día visité a la amiga adolescente de mi hija en el hospital, y escuché a una criatura gritando en agonía ininterrumpidamente durante los treinta minutos que estuve allí. Eran gritos escalofriantes de tormenta absoluta, que resonaban en los pasillos del hospital. Nunca escuché nada como eso, y me estremeció. ¿Y si los padres de esa criatura le preguntaran al orador: «¿Cree que nuestro pequeño está siendo muerto de esta manera por Dios?» ¿Qué diría él? Si fuera coherente consigo mismo y con su teología, tendría que decir que sí.

Estaba trabajando en mi oficina un día cuando sonó el teléfono. Era un pastor que había leído en el periódico estudiantil sobre mi rechazo al calvinismo. Exigió saber: «¿Cómo no puedes creer en la soberanía de Dios?» Le pregunté qué quería decir con la soberanía de Dios y me contestó, «Quiero decir, el hecho de que Dios controla todo lo que acontece.»

Le respondí con una pregunta: «¿Esa soberanía incluye el pecado y el mal?»

Hizo una pausa, «No».

Entonces pregunté: «¿Realmente crees en la soberanía de Dios?».  Se disculpó y colgó el teléfono.

Lo que quería decirle al pastor era que realmente creo en la soberanía de Dios -con todo mi corazón, alma y mente. Creo, como la Biblia enseña y todos los cristianos deben creer, que nada puede suceder sin el permiso de Dios. Esto es lo que algunos llaman una «visión débil» de la soberanía de Dios (aunque no tiene nada que ver con ninguna «debilidad» de Dios), donde el calvinismo suele afirmar una «visión fuerte» de la soberanía de Dios. Vamos a examinar la doctrina calvinista de la providencia divina, la doctrina de la soberanía de Dios sobre la naturaleza y la historia.

LA DOCTRINA CALVINISTA DE LA PROVIDENCIA DE DIOS

Ulrico Zwinglio y Juan Calvino

Muchos estudiosos consideran que el verdadero fundador de la tradición reformada es Ulrico Zwinglio, quien escribió un extenso ensayo titulado De la Providencia. Este ensayo influyó en Calvino y, a través de él, a toda la tradición reformada (aunque muchos reformados, especialmente los que se llaman a sí mismos «revisionistas», han llegado a rechazar gran parte de este ensayo). Zwinglio definió la providencia como «el dominio y la dirección de Dios de todas las cosas en el universo. Porque si algo se guiara por su propio poder o perspicacia, también la sabiduría y el poder de nuestra Deidad serían muy deficientes»[1]. Zwinglio continuó su exposición negando que nada en este mundo es «contingente, fortuito o accidental», ya que sólo Dios es la «única causa» de todo, por lo que las otras llamadas causas son simplemente «instrumentos del obrar divino»[2].

Zwinglio basó gran parte de su fuerte doctrina de la soberanía en la filosofía; comenzó con una idea preconcebida de Dios como la realidad todo-determinante, y sacó de ella la conclusión de que todo debe ser una manifestación del poder de Dios, o de lo contrario Dios no sería Dios. Por supuesto, Zwinglio también apeló a las Escrituras, como todos los defensores de la fuerte doctrina de la soberanía de Dios. Será útil analizar algunos pasajes de la Biblia supuestamente de apoyo, antes de profundizar en el análisis de la doctrina de Calvino, y de las interpretaciones de la providencia de los calvinistas posteriores.

En el capítulo 3, vimos que los calvinistas apelan a las historias de José y la crucifixión de Jesús para apoyar la visión de la soberanía providencial de Dios como detallada y meticulosa, incluyendo el mal. Por supuesto, no todos los eruditos bíblicos o intérpretes deducen esta doctrina de estas historias y eventos. Por ejemplo, ¿no es posible que Dios dijera «lo tornó en bien» en el sentido de que podría haber impedido los acontecimientos, pero eligió permitirlos? La mayoría de los calvinistas argumentarán aquí que hay poca diferencia, si es que la hay, entre esa opinión y la que ellos defienden, pero yo argumentaré que la diferencia es grande.

Los calvinistas apelan a las afirmaciones de los profetas del Antiguo Testamento, como el pasaje de Amós 3.6 ¿Se tocará la trompeta en la ciudad, y no se alborotará el pueblo? ¿Habrá algún mal en la ciudad, el cual Jehová no haya hecho? Pero hay otros pasajes, como Proverbios 16:33 La suerte se echa en el regazo; Mas de Jehová es la decisión de ella; Isaías 14:27 Porque Jehová de los ejércitos lo ha determinado, ¿y quién lo impedirá? Y su mano extendida, ¿quién la hará retroceder?; 43,13 Aun antes que hubiera día, yo era; y no hay quien de mi mano libre. Lo que hago yo, ¿quién lo estorbará?; 45.7 que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto. Todos estos pasajes indican la autoridad supervisora y el dominio de Dios hasta los detalles. Por ejemplo, Proverbios 16.33: «La suerte está en el regazo, pero la decisión viene del Señor», mientras que Isaías 45.7 dice: «Formo la luz y creo oscuridad, promuevo la paz y causo la desgracia; Yo, el Señor, hago todas estas cosas». Casi no hay necesidad de más citas; estos dos pasajes por sí solos parecen proporcionar una prueba de la fuerte visión de la providencia de Dios. Más adelante en este capítulo, por supuesto, argumentaré que hay interpretaciones alternativas que mejor expresan la soberanía de Dios, y que no hacen de Dios el autor del mal.

Calvino continuó con su doctrina de la soberanía de Dios sobre la historia, y de la meticulosa providencia de Dios, a partir de donde se detuvo Zwinglio, aunque no lo defendió desde la filosofía, sino principalmente de las Escrituras (lo cual no quiere decir que él no fue influenciado por la filosofía). En una vívida ilustración, escribió:

Para poner un ejemplo, supongamos que un mercader, entrando en un bosque con buena escolta, se extravía y cae en manos de salteadores y le cortan el cuello. Su muerte no solamente hubiera sido prevista por Dios, sino también determinada par su voluntad. Pues no se dice solamente que Dios ha visto de antemano cuanto ha de durar la vida de cada cual, sino también que “ha puesto límites de los cuales no pasara” (Job 14,5). Sin embargo, en cuanto la capacidad de nuestro entendimiento puede comprenderlo, todo cuanto aparece en la muerte del ejemplo parece fortuito. ¿Que ha de pensar en tal caso un cristiano? Evidentemente, que todo cuanto aconteció en esta muerte era casual por su naturaleza; sin embargo, no dudará por ello de que la providencia de Dios ha presidido para guiar la fortuna a su fin.[3]

Calvino resume toda la doctrina de la providencia de Dios de esta manera: «jamás se levanta viento alguno sin especial mandato de Dios»[4]. En otro lugar, él argumenta que el gobierno providencial de Dios sobre la historia no puede ser expresado por medio de un permiso; Dios no permite simplemente cualquier cosa, sino que ordena y más que ciertamente las ejecuta. Para Calvino, esto se ve más claramente en la caída de Adán, que fue predeterminada por Dios. En caso de que haya alguna duda sobre la fuerza de la doctrina de la providencia para Calvino, citaré este pasaje de sus Institutos:

Resumiendo, pues: cuando decimos que la voluntad de Dios es la causa de todas las cosas, se establece su providencia para presidir todos los consejos de los hombres, de suerte que, no solamente muestra su eficacia en los elegidos, que son conducidos por el Espíritu Santo, sino que también fuerza a los réprobos a hacer lo que desea[5].

¿Cómo Calvino podría posicionarse en una forma más directa y más fuerte que esta? Dios forzó al réprobo, al malvado, para que obedezcan su voluntad. En otras palabras, incluso el mal hecho por los malvados es pre-ordenado y hecho realidad por Dios. Calvinistas posteriores, como Sproul, afirmarán que el calvinismo no dice que Dios obliga a los malvados a hacer obras malvadas. Calvino parecía pensar así, incluso argumentó que Dios permanece inmaculado por la maldad de tales personas, ya que sus motivos son buenos mientras que los motivos de estos malvados son malos. (Por supuesto, ¡esto simplemente plantea la cuestión de si el mal se originó en los motivos del hombre, o en los de Dios que lo determinó!).

Jonathan Edwards

Las visiones de los calvinistas posteriores sobre la providencia de Dios son en gran medida consistentes con las de Zwinglio y Calvino. En otras palabras, en general, el rígido calvinismo de Zwinglio a Calvino, de Calvino a Edwards, de Edwards a Boettner, de Boettner a Sproul, y de Sproul a Piper, constituye el determinismo divino, a pesar de las fuertes objeciones de algunos calvinistas a esta terminología. Empezamos con Jonathan Edwards.

Edwards enseñó la doctrina más fuerte posible del dominio de Dios. Para él, Dios no sólo es la realidad totalmente determinante; crea todo el mundo ex nihilo (de la nada) en todo momento y no trabaja por medio de causas secundarias[6]. Todo, sin excepción, es directa e inmediatamente causado por Dios, incluido el mal. Edwards insistió en que todas las cosas, incluyendo el pecado y el mal, se derivan de «una fijación previa e infalible del evento futuro [es decir, de todos los eventos]», de modo que todo sucede de acuerdo con una «providencia universal determinante» que impone «algún tipo de necesidad de todos los eventos»[7]. Edwards cierra el tema:

Dios, en su providencia, ordena verdadera y decisivamente todas las voluntades de los agentes morales, ya sea por influencia positiva o por permiso; y siendo permitido universalmente, que lo que Dios hace en materia de voluntades virtuosas del hombre, ya sea más o menos, es por alguna influencia positiva, y no por mero permiso, como en materia de voluntades pecaminosas[8].

Los lectores no deben confundirse con el uso que Edwards hace del término «permiso», ya que esto debe entenderse en el contexto de sus declaraciones anteriores sobre la «providencia determinante» y la «necesidad de todos los eventos». Claramente, por «permiso» Edwards simplemente quiere decir que en el caso del mal, Dios no obliga o coacciona a la gente a pecar, pero Él hace que suceda. Alguien puede preguntarse ¿por qué Edwards (y otros calvinistas) se echa atrás y hace uso del «permiso» cuando su explicación general de la providencia de Dios requiere algo más específico y directo?

De hecho, Edwards no sólo afirmó la soberanía determinante y absoluta de Dios sobre todos los eventos del mundo, sino que también afirmó la necesidad de las propias decisiones de Dios. Esto hace que su creencia sea lo que yo llamo determinismo divino. Para él, todo lo que sucede, incluso en la propia mente y voluntad de Dios, es necesario. Para aquellos que dudan de esto, consideren que Edwards afirmaba «la necesidad de los actos de la voluntad de Dios[9].

Por supuesto, Edwards no quiso decir que alguna fuerza fuera de Dios, o incluso dentro de Dios, obligue a Dios a decidir y actuar como lo hace. Más bien, «la determinación necesaria de la voluntad de Dios en todas las cosas [es] para lo que él considera ser lo mejor y más apropiado[10]. En otras palabras, «La voluntad de Dios es determinada por su propia sabiduría infinita y totalmente suficiente en todo»[11]. El resultado inexorable de esto debe ser que la creación del mundo, por Dios, es necesaria y no contingente. En otras palabras, ella no es libre.

Algunos defensores de Edwards pueden objetar que el teólogo puritano reivindicaba que las acciones de Dios son libres. De hecho, él reivindicaba eso. ¿Pero cómo él reconciliaba estas cosas? Edwards argumentó que el libre albedrío sólo significa hacer lo que está de acuerdo con un motivo o disposición más fuerte. Para él, como para la mayoría de los calvinistas que desean abrazar un cierto sentido del libre albedrío tanto en Dios como en las criaturas, el libre albedrío no es ser capaz de hacer lo contrario de lo que uno hace (el poder de la elección contraria), que es el sentido libertario del libre albedrío; sino sólo hacer lo que uno quiere hacer aunque esa persona no pueda hacer lo contrario.

Según Edwards, incluso los deseos de alguien siempre están determinados por algo. El corazón, la sede de las disposiciones, determina los actos de la voluntad humana tan seguramente como la sabiduría divina determina sus decisiones y acciones. Esto es lo que los filósofos han llegado a llamar de «compatibilismo» -la  creencia de que el libre albedrío es compatible con el determinismo. Esto probablemente no es lo que la mayoría de la gente quiere decir por libre albedrío, la capacidad de hacer lo contrario de lo que alguien, de hecho, hace. Pero según el compatibilismo, el único momento en que alguien no es libre es cuando la persona está siendo forzada a hacer algo que ella no quiere hacer. En este sentido, entonces, la creación del mundo por parte de Dios es «libre» porque es lo que Dios quería hacer. Pero eso no quiere decir que Dios pudiera haber hecho lo contrario.

Alguien tiene que cuestionar la visión ortodoxa de Edwards. Toda la cuestión de la ortodoxia cristiana tradicionalmente afirmando la libertad de la creación, es para garantizar que está dentro de la esfera de la gracia, no de la necesidad. Todo lo que es necesario no puede ser gracioso. Además, si la creación del mundo por parte de Dios era necesaria, entonces el mundo es, en cierto sentido, parte de Dios -un aspecto de la existencia misma de Dios. Esto se conoce como panenteísmo: la creencia de que Dios y el mundo son realidades interdependientes [Doctrina filosófica y teológica del siglo XIX, que defendía que el mundo está en Dios y es Dios, pero no constituye la totalidad de Dios]. La mayoría de los cristianos ortodoxos siempre han considerado el panenteísmo como una herejía[12].

En realidad no estoy acusando a Edwards de herejía; más bien, lo estoy acusando de inconsistencia, porque claramente no tenía intención de hacer que Dios, de ninguna manera, dependiera del mundo. El punto es que sus reflexiones especulativas sobre la soberanía de Dios lo llevaron a conclusiones con las cuales él probablemente no se sentía cómodo, y probablemente no se mantuvo de la misma manera en todo momento. Sin embargo, a pesar de las intenciones de Edwards, su fuerte doctrina de soberanía -determinismo divino-  es un terreno resbaladizo que conduce al panenteísmo.

Otro tema con el que Edwards tiene que lidiar es la relación de Dios con el pecado y el mal. ¿Su fuerte doctrina de la providencia no lleva inevitablemente a Dios a ser el autor del pecado y del mal? Edwards estaba claramente incómodo con esto, pero al mismo tiempo admitió esto en cierto sentido. En primer lugar, su explicación de cómo Dios hizo efectiva la caída de Adán es que Dios retiró de Adán «aquellas influencias sin las cuales la naturaleza será corrupta», pero esto no hace a Dios el autor del pecado[13].  Para hacer el punto más claro, Edwards declaró que «la primera llegada o existencia de esa disposición maligna en el corazón de Adán fue por el permiso de Dios; que él podría haberla impedido, si así lo hubiese querido, proveyendo tales influencias de su Espíritu que hubieran sido absolutamente efectivas para prevenir la disposición maligna, que en verdad, de hecho, él retuvo (o retiró de Adán)»[14].  Aunque Dios se aseguró la primera disposición que dio lugar a todas las demás, Edwards argumenta que Dios no es culpable. A pesar de que Dios haya hecho efectiva la primera disposición que dio lugar a todas las demás, Edwards argumenta que Dios no es culpable. Sólo Adán fue culpable porque sus intenciones eran malvadas. Las intenciones de Dios al determinar el pecado y el mal eran buenas. «Al desear el mal, Dios no hace el mal»[15].

¿Esto, de hecho, absuelve a Dios, por así decirlo, de ser el autor del pecado y del mal? Edwards, por fin, concluyó:

Si por “autor del pecado” queremos decir el que permite o no imposibilita el pecado; y, al mismo tiempo, un organizador del estado de los acontecimientos, de tal manera que, para fines y propósitos sabios, santos y más que excelentes, aquel pecado, ya sea permitido o no impedido, más que cierta e infaliblemente acontecerá: yo digo, si esto es todo lo que se entiende por autor del mal, no niego que Dios es el autor del mal.[16]

Supongo que la mayoría de la gente consideraría esto como siendo el autor del mal. Pero muchos calvinistas, al darse cuenta de que para la mayoría de la gente «autor del mal» significa que Dios obligó a Adán a pecar contra su voluntad, rechazan este lenguaje mientras que al mismo tiempo están de acuerdo con Edwards. Ni Edwards ni ningún calvinista cree que Dios obligó a Adán a pecar contra su voluntad, pero el lenguaje llano dicta que alguien es el «autor» de algo simplemente por hacerlo que suceda, o hacerlo efectivo. Por lo tanto, sostengo que el calvinismo, de hecho, hace a Dios el autor del mal en el sentido de que, de acuerdo con su descripción de la soberanía de Dios, Dios determinó e hizo que sucediese el pecado de Adán.

Mi punto aquí es simplemente este: cuando los calvinistas niegan que su doctrina hace a Dios el «autor del pecado», lo que usualmente quieren decir es que Dios no obligó a Adán (o a nadie) a pecar contra su voluntad. Sin embargo, deben admitir, junto con Edwards, que su doctrina en realidad hace a Dios el «autor del pecado» en el sentido de que Dios tornó cierto [determinó y ejecutó] el que Adán (y toda su posteridad) pecara.

R. C. Sproul

Al igual que Edwards, Sproul rechaza la etiqueta de «determinismo» para su fuerte visión de la soberanía divina, porque él entiende que «determinismo» quiere decir «fuerza externa»[17]. Admite, junto con Edwards y todos los demás calvinistas estrictos, que Dios determina todas las cosas, pero prefiere no llamar a esta «determinación» divina «determinismo»[18].  Uno sólo puede preguntarse qué diferencia esto hace realmente. Seguiré llamando determinismo divino a este punto de vista, siguiendo la definición simple de «determinismo» (tal como figura en varios diccionarios y enciclopedias), que «todo evento se torna necesario por los acontecimientos y las condiciones previas».  «En el contexto de la religión, el determinismo afirma que las acciones de las personas son determinadas por la voluntad de Dios. La gente, en definitiva, no podría actuar de acuerdo al libre albedrío, sino que estaría sometida a la predestinación»[19]. Este es ciertamente el caso de la creencia de Edwards y Sproul, y la mayoría de los otros calvinistas sobre la soberanía de Dios.

Pasemos ahora a la descripción de Sproul de la soberanía providencial de Dios. Sproul es bien conocido por hacer declaraciones un tanto enfáticas y extremas sobre la doctrina calvinista. Por ejemplo, en God’s Elects, escribe que cualquiera que no esté de acuerdo con su creencia (conforme se expresa en la Confesión de Fe de Westminster) sobre la predestinación, debe ser un «ateo convencido»[20]. Para Sproul (y muchos otros calvinistas) la predestinación es más que un concepto acerca de la soberanía de Dios de decidir quién se salvará y quién no; es también un concepto acerca de la «soberanía total» de Dios en todas las cosas. En el capítulo 3 cité la declaración de Sproul de que no puede haber una sola molécula en el universo que no esté bajo el control de Dios. Él es famoso por preguntar al público si creen en la soberanía total de Dios, en el sentido que aquí llamo determinismo divino. Entonces les pregunta ¿cuántos son ateos? A las personas que no han levantado la mano en respuesta a su primera pregunta, les dice que deberían levantar la mano en la segunda pregunta. Su conclusión, por supuesto, es que «si Dios no es soberano, entonces no es Dios. Pertenece a Dios como Dios ser soberano»[21].

Lo extraño de esto es que en su libro Elegidos por Dios, Sproul dice que «eruditos y líderes cristianos» pueden estar en desacuerdo con esta doctrina, pero luego dice que cualquiera que no esté de acuerdo con él debe ser un ateo convencido. ¡No debería sorprenderse si algunos «eruditos y líderes cristianos» se ofenden por esa sugerencia![22] Muchos cristianos coinciden con él en que la soberanía de Dios es una parte esencial de la naturaleza de Dios, pero sin estar de acuerdo con su interpretación de esa soberanía.

Entonces, ¿cuál es la verdadera doctrina de Sproul acerca de la predestinación/providencia? Obtenemos un claro indicio en su definición de la predestinación: «Incluye todo lo que viene a acontecer en el tiempo y el espacio»[23]. En otras palabras, la predestinación, en su sentido más amplio, es simplemente otra palabra para la determinación de Dios de todos los eventos: providencia meticulosa.  Él afirma que todo lo que sucede es la voluntad de Dios[24]. Para concluir esto, escribe:

El movimiento de cada molécula, las acciones de cada planta, la caída de cada estrella, las elecciones de cada criatura volitiva, todos estos están sujetos a su voluntad soberana. No hay moléculas indisciplinadas sueltas en el universo más allá del control del Creador. Si tal molécula existiera, podría ser la mosca crítica en el aceite eterno. [25]

En otras palabras, «una molécula indisciplinada podría destruir todas las promesas que Dios ha hecho acerca del resultado de la historia»[26]. Sproul continúa haciendo una distinción entre los dos sentidos de la voluntad de Dios: la voluntad decretiva de Dios y la voluntad permisiva de Dios[27]. Tal distinción puede aliviar cierta ansiedad acerca del papel de Dios en el mal, pero luego quita con una mano lo que ha dado con la otra: «lo que Dios permite, él decreta permitirlo»[28]. En otras palabras, el permiso de Dios es voluntario e incluso determinante, sólo refleja y promulga los eternos decretos de Dios. Así, incluso el pecado se encuentra tanto en la voluntad decretiva de Dios como en la voluntad permisiva de Dios. La última no determina a la primera de ninguna manera, o de lo contrario, Dios no sería soberano. Lo que Dios permite, él decretó permitirlo, incluyendo el pecado. La forma en que Sproul explica la relación entre la voluntad decretiva de Dios y la voluntad permisiva de Dios tiende a derrumbar las dos juntas. El espectro de un Dios que desea el pecado y el mal aún se cierne sobre él.

Para obtener una comprensión más completa de la doctrina de Sproul acerca de la soberanía providencial de Dios, es útil mirar su visión del libre albedrío. Por un lado, a diferencia de algunos calvinistas, Sproul afirma que Adán y Eva cayeron por su propia voluntad: «El calvinismo ve a Adán pecando por su propio libre albedrío, y no por la coacción divina»[29].  Además, sobre la Caída, dice:

«Adán se lanzó en el pozo [de la depravación y la muerte espiritual]. En Adán, todos nos arrojamos al pozo. Dios no nos arrojó dentro del pozo»[30].

Algunos de los lectores de Sproul son falsamente consolados por esto –como si aliviara el problema de la elección soberana de Dios de que Adán pecara. Pero esto no está nada claro de ningún modo. Es importante mirar más de cerca lo que Sproul quiere decir con «libre albedrío». Allí se vuelve al compatibilismo de Edwards, en el que el «libre albedrío» es simplemente hacer lo que quieres hacer aunque no puedas hacer lo contrario. Al igual que Edwards (en muchos sentidos el mentor de Sproul), Sproul argumenta que «siempre elegimos de acuerdo con la inclinación que es más fuerte en el momento»[31]. Esto también sería cierto para Adan, ya que tanto Edwards como Sproul están simplemente explicando lo que el «libre albedrío» significa siempre. Sproul explica aún más: «Hay una razón para cada elección que hacemos. En un sentido limitado, cada elección que hacemos está determinada»[32]. ¿Determinada por qué? Por nuestras inclinaciones y motivos internos.

Todo lo que se necesita hacer para ver que esto realmente no resuelve el problema de Dios y el mal, es volver a pensar en el primer pecado de Adán y el motivo que lo controló y, que en verdad, lo causó. En otras palabras, lo que Sproul está diciendo es que el pecado de Adán estaba predeterminado por su disposición interior a pecar. Adán no podría haber hecho nada diferente de lo que hizo. Sproul dice que esto no es determinismo, porque él define el determinismo como «coacción por fuerzas externas», lo que de hecho no tiene nada que ver con ello, como ya hemos observado. Él parece estar inventando esta definición arbitrariamente para simplemente evitar su visión determinista de la historia, incluyendo la caída.

La pregunta para Sproul, y para todos los calvinistas que usan este enfoque, es esta: ¿de dónde vino la mala inclinación de Adán? Para ellos, no puede venir del libre albedrío porque el libre albedrío es simplemente actuar sobre las inclinaciones de alguien. Más adelante en este capítulo exploraré más a fondo este dilema del calvinismo. Aquí simplemente quiero plantear el problema para las explicaciones típicas de Sproul, y de otros calvinistas, acerca de la caída de la humanidad al pecado y al mal, y la participación de Dios en ello. Un indicio de lo que está por venir: parece lógicamente necesario, por esta descripción del libre albedrío y la soberanía de Dios, trazar la primera inclinación del mal hacia Dios como su fuente, lo que por supuesto ¡ningún calvinista quiere hacer!

Loraine Boettner

Ahora dejo a Sproul y me dirijo a Boettner. ¿Qué dijo sobre la providencia soberana de Dios?  Según Boettner, la visión reformada de la providencia de Dios es que Dios «muy obviamente predeterminó cada evento que sucedería… Incluso los actos pecaminosos de los hombres están incluidos en ese plan»[33]. Pero, así como Sproul, Boettner quiere decir que Dios sólo permite los actos pecaminosos de la gente; no los causa. Sin embargo, como Sproul, quita con una mano lo que dio con la otra al decir esto:

Incluso las acciones pecaminosas de los hombres [incluyendo el primer pecado de Adán] sólo pueden ocurrir con su permiso [de Dios]. Y una vez que Él permite, no a regañadientes sino deseosamente [voluntariamente], todo lo que pasa –incluyendo las acciones y el destino último de los hombres– tales cosas deben ser, en cierto sentido, de acuerdo con lo que Él deseó y planeó.[34]

En otras palabras, incluso el primer acto pecaminoso (y, por lo tanto, la primera inclinación para pecar) fue deseosamente planeado y pretendido por Dios, ya que él lo deseó. Boettner insiste, sin embargo, en que Dios nunca peca o incluso hace que la gente peque. Sin embargo, a fin de realizar su propósito y plan, tornó cierto [aseguró] el primer pecado. ¿Cómo?

Todo lo que necesitamos saber es que Dios gobierna a sus criaturas, que su control sobre ellas es tal que ninguna violencia es hecha a sus naturalezas, y que su control es consistente con Su propia pureza y excelencia. Dios presenta de tal manera los estímulos externos que el hombre actúa de acuerdo a su propia naturaleza, pero hace exactamente lo que Dios planea que haga[35].

Más adelante en este capítulo exploraré esto más a fondo, y preguntaré si esto realmente exime a Dios de ser el autor del pecado y el mal. Esto es en realidad diferente a decir que Dios determina el pecado y el mal y que activamente los hace efectivos. ¿Es la terminología del mero permiso realmente apropiada para esta descripción del papel de Dios en el pecado y el mal? Si Dios introduce a la gente «estímulos externos» garantizados para resultar en sus pecados, ¿no hace eso a Dios el autor de sus pecados? Si es así, ¿cómo es que ellos son responsables y Dios no?

Paul Helm

Ahora analizaremos a Paul Helm, otro testimonio calvinista de la fuerte doctrina de la providencia, que creo que pone al calvinismo en problemas al llevar inexorablemente a la «consecuencia lógica y necesaria» de que Dios es el autor del pecado y del mal, e incluso de todo el sufrimiento inocente. La obra de Helm, La Providencia de Dios, es ampliamente considerada un clásico contemporáneo del pensamiento calvinista. Vea aquí cómo expresa la soberanía de Dios en la providencia: «No sólo cada átomo y molécula, cada pensamiento y deseo, es mantenido en existencia por Dios, sino que cada curva y cada giro de todo ello está bajo el control directo de Dios»[36]. Así que «la providencia de Dios es ‘refinada’, se extiende a la ocurrencia de acciones individuales y a cada aspecto de cada acción»[37]. Por supuesto, Helm reconoce que para muchos de sus lectores esta fuerte visión de la soberanía de Dios promoverá aún más el debate del problema del mal. ¿Es Dios, entonces, el autor del pecado y del mal? ¿Y dónde queda la bondad de Dios?

Este problema de la maldad, y el papel de Dios en ella, se torna aún más problemático cuando Helm se vuelve para describir cómo Dios gobierna el mal en el mundo:

Pues de acuerdo con la visión ‘exenta de riesgos’ [la visión de Helm de la providencia de Dios en la cual Dios no se arriesga], Dios controla todos los eventos y también da mandamientos morales que son desobedecidos en algunos de los muchos eventos que él controla. Por ejemplo, él ordena a los hombres y mujeres que amen a su prójimo, mientras que al mismo tiempo controla acciones que son maliciosas y odiosas.[38]

Según Helm, Dios tiene dos voluntades: «la que acontece» (la cual él decreta y torna cierta) y «la que debe acontecer» (que él ordena y que a menudo va en contra de lo que él decreta). Algunos calvinistas se refieren a estas voluntades como «voluntad decretiva» y «voluntad preceptiva» de Dios. En otras palabras, de acuerdo con esta visión de la providencia de Dios, Dios ordenó a Adán y Eva que no comieran del árbol del conocimiento del bien y del mal (voluntad preceptiva) mientras que al mismo tiempo (o desde la eternidad) decretó que ellos comieran del árbol. La pregunta crucial que se plantea es ¿cómo puede Dios ser bueno y no estar en conflicto consigo mismo? Dios garantiza que sus ordenanzas morales serán desobedecidas. ¿Cómo puede Dios hacer esto sin obligar a la gente a pecar? ¿Y cómo puede hacer esto sin ser responsable del pecado?

En este punto, Helm, como muchos calvinistas, se vuelve hacia la retención de la influencia divina por parte de Dios, de modo que la gente peca naturalmente sin que Dios la haga pecar: «Lo que determina la acción [por ejemplo, la Caída] en la medida en que ella es maligna, es la negación divina. Dios retiene su bondad o gracia, y entonces el agente forma una motivación o razón moralmente deficiente y actúa de acuerdo con ella»[39].

En otras palabras, Dios hace que el mal se realice sin hacer el mal él mismo. El mal, después de todo, reside en el motivo con el cual la acción predestinada [pre-ordenada] es realizada por la criatura. El motivo del pecador es el mal, mientras que el motivo de Dios para pre-ordenar y tornar cierto el mal es el bien. El pecador está pecando porque, a partir de un motivo malo (por ejemplo, el egoísmo) él desobedece la voluntad preceptiva de Dios, aunque él no pueda hacer lo contrario porque Dios retiene [o le niega] la provisión necesaria para no pecar.

Esto plantea muchas preguntas acerca de la bondad de Dios, la responsabilidad humana y la fuente del primer motivo maligno. Helm afirma que a pesar de la participación de Dios en tornar cierto el mal, es un Dios perfectamente bueno, de modo que «la bondad de Dios debe tener alguna relación positiva con los tipos de acciones humanas que consideramos buenas». Si no, ¿por qué atribuir  bondad a Dios?»[40]. Trataré los problemas inherentes a este relato de la providencia de Dios más adelante en este capítulo. Por ahora nos basta con decir que, en el mejor de los casos, tal relato es incoherente.

John Piper

¿Y el influyente John Piper –probablemente  el mentor más importante del nuevo calvinismo entre la generación de jóvenes, incansables y reformados? ¿Qué dice sobre la soberanía y la providencia de Dios, incluyendo el mal? Él sigue a Edwards y se parece mucho a Helm. Como se explicó anteriormente, Piper cree que todo, sin excepción, está sucediendo de acuerdo con el plan y el propósito pre-ordenado de Dios, y que Dios torna todo esto cierto (hace que ocurra) sin participar él mismo en el mal: «De alguna manera (que nosotros no podemos entender completamente) Dios es capaz, sin ser culpable de ‘tentar’, de asegurar que una persona haga lo que Dios le ordena que haga, incluso si esto implica maldad»[41].

Como Helm, Piper afirma dos voluntades en Dios: «Dios decreta un estado de cosas [incluyendo el mal] mientras que también desea y enseña que un estado de cosas diferentes deba acontecer»[42]. Piper niega, en su relato de la providencia, que Dios sea el autor del pecado y del mal, aunque él de hecho se asegure de que las cosas que son contrarias a los mandamientos de Dios se hagan realidad.

Cada uno de los autores citados hasta ahora, en esta sección, dice que todo lo que Dios predetermina [pre-ordena] y torna cierto, incluyendo el pecado y el mal, glorifica a Dios. Boettner es el que dice más sucintamente: «Dios tiene un propósito definido en la permisión [!] de cada pecado individual, habiéndolo ordenado [!] ‘para su propia gloria’»[43]. ¡Incluso las obras de Satanás son pre-ordenadas y controladas por Dios para su gloria![44]

Resumamos la típica visión del calvinismo rígido de la soberanía de Dios. Si bien puede haber matices de diferencia en cada relato, se puede decir con seguridad que hay características comunes compartidas muy ampliamente, de manera que una descripción general puede ser ofrecida. En el calvinismo rígido, la soberanía de Dios en su providencia significa que todo, hasta los más pequeños detalles de la historia y las vidas individuales, incluyendo los pensamientos y acciones de las personas, son pre-ordenados [predeterminados] y asegurados [tornados ciertos] por Dios. Incluso las acciones malas y los pensamientos malvados son planeados y llevados a cabo, de manera que Dios «garantiza» que ellos sucedan para cumplir así su voluntad. Nada, no importa qué, sea lo que sea, está fuera del plan y destino predestinador de Dios.

Con todo, Dios no es manchado por el mal que las criaturas hacen, aunque él haga que suceda, porque sus motivos son siempre buenos, incluso en hacer efectivo el mal que él prohíbe. Y el plan final de Dios es bueno de tal suerte que el mal sirve a su propósito. «Dios desea correctamente estas cosas que los hombres hacen impíamente»[45].  Sin embargo, las criaturas son las únicas responsables del mal que cometen[46].   Dios hace que el pecado y el mal sean cometidos, no obligando o forzando a la gente a cometerlos, sino quitando o reteniendo esa influencia divina que ellos necesitarían para no pecar y no hacer el mal. Todo lo que acontece, incluyendo el pecado, es ordenado por Dios para su propia gloria.

EL PROBLEMA DE LA REPUTACIÓN DE DIOS

Sproul afirma que «cualquier distorsión del carácter de Dios envenena el resto de nuestra teología»[47]. De hecho, los cristianos no calvinistas están completamente de acuerdo con eso, pero ellos consideran que el relato típico del calvinismo rígido, acerca de la soberanía de Dios, conduce inexorablemente a una distorsión del carácter de Dios. Por supuesto, ningún calvinista lo admite, pero ese no es el punto. Los calvinistas a menudo acusan a los arminianos, y a otros no calvinistas, de no llegar al final de las «consecuencias lógicas y necesarias» de sus creencias, por lo que es justo que los arminianos hagan lo mismo con los calvinistas. Hablando en términos generales, con algunas excepciones, los calvinistas afirman la perfecta bondad y el amor de Dios, pero la creencia calvinista en la providencia meticulosa, y en la soberanía totalmente determinante y absoluta (determinismo) minimiza lo ellos que dicen. Parece que quieren mantener el pastel intacto y comerlo al mismo tiempo.

Antes de sumergirnos en mi crítica al relato calvinista de la soberanía de Dios, quiero afirmar clara e inequívocamente que todos los cristianos conservadores, incluidos los no calvinistas, tales como los arminianos, también afirman la soberanía de Dios. A veces los calvinistas insertan ilegalmente su propia definición de soberanía, en el sentido que le dan a esa palabra, de modo que todos los que no están de acuerdo con su determinismo divino no puedan creer en la soberanía divina[48].

Ya he demostrado que los arminianos creen en la soberanía de Dios, y una vez más señalo a los lectores el libro Teología Arminiana: Mitos y Realidades. Los no calvinistas toman la voluntad permisiva de Dios más seriamente que los calvinistas y explican las historias bíblicas, como la de José y sus hermanos (Gen. 50) y la crucifixión de Jesús de esta manera –Dios previó y permitió a las personas pecadoras hacer tales cosas, ya que vio el bien que podía realizar a través de tales males[49]. Pero Dios de ninguna manera las pre-ordenó [predeterminó minuciosamente] o se encargó de hacer que sucedan.

Uno podría preguntarse cómo Dios puede estar seguro de que tales cosas sucederán. Dios conoce los corazones de las personas, y puede prever que, dadas ciertas circunstancias previsibles, harán cosas pecaminosas. Dios no necesita manipular las cosas; él simplemente puede preverlas infaliblemente. Los calvinistas se burlarán de esto, pero la forma en que los calvinistas tratan la participación de Dios plantea mayores problemas de los que ellos necesitarían enfrentar si dejasen la pregunta sin responder.

En resumen, el relato calvinista de la soberanía de Dios, presentado en este capítulo, hace inevitablemente que Dios sea el autor del pecado, del mal y del sufrimiento inocente (como los de los niños de los genocidios) y por lo tanto impugna la integridad del carácter de Dios como bondadoso y amoroso. El Dios de este calvinismo (en oposición, digamos, a la teología reformada revisionista) es, en el mejor de los casos, moralmente ambiguo y, en el peor, un monstruo moral que apenas se distingue del diablo. Recuerda, según este relato calvinista de la soberanía y la providencia de Dios, incluso el diablo sólo está haciendo las obras que Dios le ha dado que haga. Esto también, como todo lo demás, fue pre-ordenado, determinado, planeado, deseado por Dios y asegurado por Dios para que así ocurriese; y todo esto para su gloria. Sólo puedo concordar de todo corazón con el filósofo evangélico Jerry Walls que dice, «El calvinista debe sacrificar una clara noción de la bondad de Dios para mantener su visión de los decretos soberanos de Dios»[50]. En cuanto a la afirmación calvinista de que incluso el mal es deseado y asegurado para que ocurra por Dios, Walls dice con razón, «En este punto la idea de la bondad, tal como la conocemos, simplemente se deforma»[51].

Permítanme ser extremadamente claro que cualesquiera que sean las objeciones que Sproul y otros puedan plantear, el relato calvinista de la soberanía de Dios es determinismo divino. Ninguna cantidad de cavilaciones puede resolver el problema.

Afirmar que todo lo que sucede, hasta los más mínimos detalles, incluyendo incluso los propios pensamientos y acciones de Dios, están determinados, es por definición, afirmar el determinismo. Incluso si Sproul no siguió a Edwards en el argumento de que los propios pensamientos y acciones de Dios son determinados (que, dada la concordancia con la idea compatibilista de Edwards sobre el libre albedrío, él parece tener), él afirma enfáticamente que todo en el mundo es determinado por Dios.

Todos los calvinistas citados anteriormente a veces se echan atrás, y usan el lenguaje del permiso cuando hablan de la soberanía de Dios sobre el pecado y el mal, pero un análisis riguroso de lo que quieren decir revela que su idea de la permisión de Dios es diferente a un simple permiso. Es permisión deseosa [voluntaria] e incluso determinante. Recuerde que Dios permite la caída de Adán, pero también se encarga de que suceda, porque la caída está en su voluntad y propósito al retener, o quitar, el poder moral que haría que Adán no hubiese caído en pecado.

De hecho, esta permisión es extraña. ¿Quién creería que un profesor, que retiene la información necesaria para que los estudiantes sean aprobados en un curso, simplemente él les permitiría ser reprobados? ¿Y si este profesor, cuando fuese convocado por los padres y los funcionarios de la escuela, dijese: «Yo no los forcé a reprobar. Ellos mismos reprobaron». ¿Alguien aceptaría esa explicación, o acusaría al profesor de simplemente permitir que los estudiantes fuesen reprobados y, al mismo tiempo, también de haber causado la reprobación? ¿Y si el profesor argumentase que él planeó e hizo efectiva la reprobación de sus estudiantes por un buen motivo –para mantener los estándares académicos, y mostrar lo buen profesor que él es al demostrar cuan necesaria es su información para que los estudiantes pasen? ¿No profundizarían estas admisiones la convicción de que este profesor está moral y profesionalmente equivocado?

Muchos críticos del calvinismo, tal vez la mayoría, quedan extremadamente atónitos por el determinismo divino calvinista. Hay muchas razones, pero la primera y más importante es que hace ser a Dios moralmente impuro, si no repugnante.

Un día, al final de una clase sobre la doctrina calvinista de la soberanía de Dios, un estudiante me hizo una pregunta que yo había postergado su consideración. Preguntó: «Si se le revelara de manera que no pudiera cuestionar, o negar, que el verdadero Dios, de hecho, es tal cual lo que describe el calvinismo, y que domina como lo afirma el calvinismo, aun así ¿usted lo adoraría?» Yo sabía la única respuesta posible, sin parpadear, aunque también sabía que sorprendería a mucha gente. Dije que no, que no adoraría, porque no podría hacerlo. Un Dios así sería un monstruo moral. Por supuesto, me doy cuenta de que los calvinistas no piensan que su visión de la soberanía de Dios lo convierte en un monstruo moral, pero sólo puedo concluir que no llevarán al calvinismo hasta su conclusión lógica; ni siquiera pensarán con suficiente seriedad en las cosas que dicen sobre Dios y el mal, y el sufrimiento inocente en el mundo.

Tal vez nadie tenga una postura más firme contra la doctrina calvinista de la providencia de Dios que el teólogo David Bentley Hart, que examinó el papel de Dios en el sufrimiento inocente en The Doors of the Sea: Where Was God in the Tsunami?[52] En esta obra llama al punto de vista adoptado por los calvinistas rígidos como «fatalismo teológico» y dice que las personas que mantienen este punto de vista «calumnian el amor y la bondad de Dios debido a una servil y enfermiza fascinación por su ‘espantosa soberanía’»[53]. En el libro, dice:

Si, de hecho, hubiera un Dios cuya verdadera naturaleza –cuya justicia o soberanía– se revelara en la muerte de un niño, o en el abandono de un alma o en un infierno predestinado, entonces no sería una gran transgresión pensar en él como una especie de demiurgo malévolo o despreciable, y odiarlo, y negarle la adoración, y buscar un Dios mejor que él[54].

Encuentro útil citar a Hart hasta cierto punto, ya que expresa mis sentimientos y los de la mayoría de los no calvinistas sobre el determinismo divino del calvinismo, incluyendo el pecado, el mal y el sufrimiento inocente, de forma tan clara y valiente:

Alguien tiene que considerar el precio por el cual este consuelo [a saber, el del orador calvinista que predicaba ‘Dios mató a mi hijo’] fue comprado: exige que creamos y amemos a un Dios cuyos fines bondadosos se cumplirán no sólo a pesar de –sino totalmente mediante de– cada crueldad, cada miseria fortuita, cada catástrofe, cada traición, cada pecado que el mundo haya conocido. Exige que creamos en la eterna necesidad espiritual de un niño experimentando la agonizante muerte por la difteria, una joven madre devastada por el cáncer, decenas de miles de asiáticos tragados en un instante por el mar, millones de personas asesinadas en campos de exterminio y campos de trabajos forzados [gulags] y hambre forzada (y así sucesivamente). Es realmente una cosa extraña buscar la paz en un universo hecho moralmente inteligible a costa de un Dios tornado moralmente repugnante[55].

Con gran reticencia, porque sé que esto puede ofender profundamente a algunos calvinistas, sólo puedo decir ¡amén!

Sin duda, algunos calvinistas objetarán y dirán que Dios sólo permite el pecado, y el mal y el sufrimiento inocente: que él, de hecho, no los causa; y que los permite sin culpa, sin participar del pecado y del mismo mal. La respuesta a esta objeción de la crítica devastadora de Hart debería ser obvia, a partir de las citas calvinistas proporcionadas anteriormente. Los pensadores evangélicos Jerry Walls y Joseph Dongell enfatizan correctamente en Por Qué No Soy Calvinista que el lenguaje, frecuentemente utilizado, de permisión «no va bien con el calvinismo serio»[56] , aunque algunos calvinistas, como Sproul y Helm, retroceden y hacen uso de él para evitar cualquier implicación de que Dios es la causa del pecado, el mal o el sufrimiento inocente.

Walls y Dongell correctamente subrayan que el propio Calvino rechazó este lenguaje de permisión de Dios como inapropiado para la soberanía de Dios[57]. Es cierto que algunos calvinistas utilizan este lenguaje, pero «si Dios sólo permite ciertas cosas sin causarlas específicamente, es difícil ver cómo esto encajaría esto con la afirmación calvinista del determinismo que todo lo abarca[58]. El filósofo Walls define el determinismo como «el punto de vista de que todo evento debe ocurrir exactamente como ocurre en razón a las condiciones previas»[59]. Según Walls y Dungell, y muchos otros críticos meticulosos del calvinismo, una profunda incoherencia se encuentra en el corazón de la afirmación calvinista de la soberanía divina exhaustiva, determinismo divino, y mera permisión del mal: «Para un determinista –y esta es una cuestión cruda– ningún evento puede ser visto en forma aislada a partir de los eventos que lo causan. Cuando tenemos esto en mente, es difícil ver cómo los calvinistas pueden hablar de cualquier evento o elección como siendo permitidos»[60]. Ellos toman la afirmación de Sproul de que el mal se origina en el carácter maligno hecho de disposiciones malignas. Este es el intento de Sproul (y otros calvinistas) de evitar que Dios sea el autor del mal, porque se dice que Dios pre-ordena y garantiza el cumplimiento de ciertas acciones, mientras que la maldad de ellas fluye de los deseos pecaminosos de los actores finitos. El motivo de Dios para pre-ordenar y tornar cierto el pecado es moralmente puro, y él no obliga a nadie a pecar. Así, se dice que Dios meramente permite el pecado y la acción maligna, mientras que al mismo tiempo Él se encarga de que suceda.

Walls y Dungell cuestionan correctamente la inconsistencia de este relato del papel de Dios en el mal, ya que inevitablemente surge la pregunta: ¿De dónde provienen la mala disposición y los malos deseos de la criatura? He aquí uno de los talones de Aquiles del calvinismo al hacer uso del Faraón como un caso de estudio (ya que Sproul culpa a las malas acciones del Faraón como resultado de su carácter malvado, y no en Dios que las pre-ordenó). Walls y Dungell enfatizan que «el Faraón no se convirtió en la persona que era en vano. Más bien, su carácter estaba formado por una larga serie de eventos y elecciones, eventos y elecciones que todas ellas fueron determinadas por Dios (según el calvinismo)[61]». En otras palabras, para ser consistentes, el calvinismo debe decir que incluso el carácter malvado del faraón proviene en última instancia de Dios. (Imagina un universo donde sólo existe Dios y la primera criatura. ¿De dónde viene el primer impulso maligno, si no es del libre albedrío de la criatura –que el calvinismo niega excepto en el sentido compatibilista– o de Dios?

Walls y Dongell se preguntan entonces, «¿Cuál es el sentido, entonces, de decir que Dios permitió las acciones del Faraón, dado este escenario» del papel de Dios de hacer que todo ocurra, sin excepción?[62] Ellos señalan que «la noción de permiso pierde todo significado importante en una estructura calvinista. Por lo tanto, no es sorprendente que el mismo Calvino estuviese dudoso de la idea y advirtiera en contra de usarla»[63].  Finalmente, Walls y Dungel resumen todo el problema de una manera concisa y vigorosa: «El calvinismo enfrenta problemas para describir el pecado y el mal de una manera que sea moralmente plausible. Porque si Dios determina todo lo que sucede, entonces es difícil entender por qué hay tanto pecado y maldad en el mundo, y por qué Dios no es responsable de ello»[64].

Apelar, entonces, a la permisión de Dios en cuanto al pecado y el mal no encaja con la fuerte doctrina del calvinismo rígido sobre la soberanía de Dios.

Es cierto que muchos calvinistas, de hecho, apelan a la permisión divina, pero esto no mejora las otras cosas que dicen sobre el plan, y la acción totalmente determinante de Dios para hacer que todo, sin excepción, se ejecute.

Algunos calvinistas defienden la bondad de Dios basándose en lo que se llama, en la teodicea, el «bien mayor». (La teodicea es cualquier intento teológico o filosófico de justificar las acciones de Dios frente al mal.) De hecho, hasta donde puedo decir, todos los calvinistas incorporan algunas versiones de defensa del bien mayor de la bondad de Dios, de cara al pecado y al mal, en sus doctrinas de la providencia. Walls y Dungell se refieren específicamente a Paul Helm. El problema, ellos enfatizan (y yo diría que otro talón de Aquiles del calvinismo), es la creencia en la decisión de Dios de reprobar a muchas personas hacia el infierno, al  «ignorarlos» soberanamente, mientras elige salvar a otras. ¿En qué sentido se puede decir que el infierno sirve a un bien mayor? ¿Cuál es el bien mayor? Hablaré más de esto en el capítulo 5, que trata de la elección incondicional.

Me gustaría hacer una pausa aquí, y dejar algo claro. Si el estricto calvinismo dice algo diferente en su doctrina de la providencia, es que Dios intencionalmente planea, y hace que todo acontezca, y controla todo sin excepción. Hablar de Dios como si sólo permitiera el pecado, y el mal y el sufrimiento inocente, contrasta con su fuerte doctrina de la providencia. Si fuese lógico para los calvinistas decir que Dios permite o concede el mal, ellos sólo pueden querer decir esto en un sentido muy atenuado e inusual de «permitir» y «conceder», un sentido que está fuera de la categoría del lenguaje de la mayoría de las personas. Para decirlo directamente, pero claramente, según el estricto calvinismo, Dios quiere que el pecado, el mal y el sufrimiento inocente ocurran incluso si, como algunos calvinistas como John Piper afirman, eso lastima a Dios. Y él quiere que estas cosas sucedan de manera causal; él hace que se lleven a cabo.

Vamos a examinar el estudio de un caso que la mayoría de los calvinistas son reacios a tratar. Veo que la mayoría de sus casos de estudio, sobre la soberanía de Dios, son sobre el permiso misericordioso de Dios de sufrimientos en las vidas de los cristianos, para hacerlos más fuertes. Véase, por ejemplo, el libro de Piper La sonrisa escondida de Dios[65], en el que explica cómo la intensa aflicción ha ayudado a fortalecer la vida espiritual de los héroes cristianos John Bunyan, William Cowper y David Brainerd. Pero qué sucede si nos alejamos de este tipo de aflicción disciplinaria que Pablo, en el Nuevo Testamento, dice claramente que Dios realmente trae a la vida de los cristianos, para el bien de ellos  y para su gloria; y nos dirigimos a otros dos tipos de aflicción: el intenso sufrimiento de un niño que muere de cáncer y el secuestro, la violación y la muerte de un niño.

Si el calvinismo estricto es correcto, no tenemos otra opción que atribuir estas terribles aflicciones a Dios tanto como atribuimos las aflicciones de Bunyan, Cowper y Brainerd a Dios. No hay escapatoria de esto, dado lo que los calvinistas dicen sobre la soberanía que es el «control preciso y meticuloso» de Dios, que controla cada curva y cada giro de cada átomo y pensamiento. Según los calvinistas, los sufrimientos de un niño no están exentos [de ser atribuidos a Dios], aunque rara vez ellos toquen el tema.

Así que vuelva conmigo al incidente mencionado anteriormente, donde dije que visité a la amiga de mi hija en el hospital. En el pasillo, no muy lejos, podía oír a un niño pequeño, tal vez de dos o tres años, gritando en agonía entre toses horribles y arcadas de vómitos. La pobre criatura estaba siendo sostenida por alguien que le hablaba calmada y suavemente, mientras ella tosía incontrolablemente y luego gritaba un poco más. No fue de ninguna manera una rabieta infantil normal o acostumbrada, o un llanto de incomodidad. Jamás escuché nada como eso antes, y ni después aquel evento, incluso ni en la televisión. Mi pensamiento constante era: «¿Por qué no hace alguien algo para aliviar el sufrimiento de ese niño?» Quería correr por el pasillo y ver si podía ayudar, pero había mucha gente alrededor del niño en esa habitación. Lo que escuché me persigue hasta hoy. Parece que esa criatura estaba posiblemente muriendo una muerte agonizante.

Si el calvinismo es cierto, Dios no sólo planeó y ordenó, sino que también se aseguró de que ocurriese el horrible sufrimiento de ese niño. No sólo planeó y ordenó, y ejecutó la enfermedad del niño, sino también la agonía resultante. No funcionará responder que Dios sufre con ello, como dice Piper. En The Pleasures of God (Los Deleites de Dios) Piper ofrece su propio estudio de caso de la soberanía de Dios en la tragedia. Cuenta, con ciertos detalles, la muerte de su madre en un terrible accidente de coche. (Explica el hecho de que ella sufrió poco, pero, ¿y si hubiera sufrido como esa criatura que escuché en el hospital?) Piper usa la muerte de su madre para ilustrar cómo todo lo que sucede le agrada a Dios, incluso si eso lo entristece[66]. Dios, asegura él, planeó y se aseguró que el accidente de coche de su madre, y su muerte, ocurrirían para su gloria. Pero, ¿cómo este evento torna menos monstruoso a Dios diciendo que Dios planea, ordena, y ejecuta la agonía de un niño moribundo, aunque él se entristece? Piper dice que todo en la creación, incluyendo el pecado, el mal y el sufrimiento, es una expresión de la gloria de Dios[67]. Él dice que Dios «ama ser reconocido en todo el mundo»[68]; y que hace todo lo posible para dar a conocer su poderoso poder[69].

En The Doors of the Sea, el teólogo Hart habla de un hombre de Sri Lanka, de enorme fuerza física, cuyos cinco hijos murieron a causa del tsunami asiático de 2004. El hombre apareció en un artículo en el New York Times. No pudo evitar que sus hijos perecieran y, según relataba sus inútiles intentos, él estaba «completamente abrumado por su propio llanto»[70]. Por eso Hart escribe: «Sólo un cretino moral… habría intentado aliviar su angustia asegurándole que sus hijos murieron como resultado del eterno, inescrutable y justo consejo de Dios y que, de hecho, sus muertes habían servido misteriosamente a los propósitos de Dios en la historia»[71]. Por supuesto, la mayoría de los calvinistas aconsejan a sus seguidores no decir tales cosas, en tales momentos, a tales personas. Sin embargo, Hart reflexiona que «si consideramos vergonzosamente tonto y cruel decir tales cosas en el momento cuando la tristeza de uno es más real, e irresistiblemente dolorosa, entonces no deberíamos decir tales cosas jamás»[72].

Sigan conmigo ahora para el estudio del segundo caso imaginario (pero a menudo verdadero) de sufrimiento inocente. Este involucra el mal moral. Imagine que una niña pequeña es secuestrada por un vil maníaco sexual, el cual la mete en su coche y la lleva desde el vecindario a un bosque aislado a orillas de un lago. A pesar del llanto y la protesta de la niña, la lleva a la orilla del río donde la viola, la estrangula y tira su cuerpo al río. (Esto no es simplemente imaginario; está basado en una historia real).  Calvino nos ofrece el caso de un comerciante que tontamente se aleja de sus compañeros, y accidentalmente llega a una guarida de ladrones, y es robado y asesinado. Como se mencionó anteriormente, dice que este evento, como todos los eventos, no sólo fue previsto y permitido por Dios, sino que en realidad fue causado y gobernado por el plan secreto de Dios. En ninguna parte sugiere o permite que esto sea una excepción a la soberanía de Dios; más bien, deja claro que es una ilustración de cómo Dios trabaja todas las cosas que siempre están «dirigidas por la mano siempre presente de Dios»[73].

Leemos sobre este tonto comerciante, o un evento similar hoy, y asentimos con la cabeza y decimos: «Sí, puedo ver a Dios predestinando eso. Qué hombre tan tonto. Y Dios podría fácilmente tener una buena razón para causar este evento». Pero si Calvino tiene razón (y si los calvinistas estrictos como los que citamos anteriormente tienen razón), no es sólo la muerte del comerciante insensato la que es causada por Dios; es también el secuestro, la violación y el asesinato de la niña, todo esto fue «dirigido por la siempre presente mano de Dios». Tenga en cuenta que este evento no fue un desastre excéntrico de la naturaleza, o el resultado de la estupidez de alguien. Fue puramente malvado. Pero si podemos tomar la ilustración de Calvino del mercader asesinado, o la muy real de la niña, según la visión calvinista de la soberanía de Dios, ambas son idénticas en el sentido de que Dios las planeó, ordenó, gobernó y las condujo hasta su ejecución final. Hart está seguro de que esto hace inexorablemente a Dios «el arquitecto secreto del mal»[74]. Pero aún peor, según Piper, esto hace que Dios, detrás de cada «ceño fruncido de la providencia», esconda «un rostro sonriente». En La sonrisa oculta de Dios, cita el himno «Dios trabaja de forma misteriosa», escrito por un compositor calvinista del siglo XVIII, William Cowper, con aprobación: «No juzgues al Señor con un entendimiento débil, sino confía en él por su gracia; detrás de una providencia que frunce el ceño, Dios esconde un rostro sonriente»[75]. Todo eso suena muy bien cuando se habla de las aflicciones que Dios trae a las vidas de sus héroes, para hacerlos cristianos más fuertes. ¿Pero qué pasa cuando eso se aplica igualmente, como debería ser si Piper está en lo cierto sobre la providencia de Dios, a la escena de un maníaco sexual violando a una niña pequeña, luego estrangulándola y tirándola a un río? No escapará a la dificultad diciendo que en tales casos Dios sólo permite el pecado y el mal y el sufrimiento inocente. Si el calvinismo tiene razón, Dios también aprueba la acción del maníaco sexual [al fin y al cabo Dios planificó y pre-ordenó tal suceso], y hace que la acción sea llevada a cabo hasta sus últimas consecuencias, incluso si se entristece por ello. ¿Qué clase de Dios es ese?

Piper y otros calvinistas hablan mucho del gran renombre y reputación de Dios. Lo que muchos de sus oyentes y seguidores no se dan cuenta, es que la descripción de la soberanía de Dios por parte de los calvinistas hace que la reputación de Dios sea dudosa en el mejor de los casos; a menos, por supuesto, que todo lo que alguien quiera decir por reputación de Dios sea «poder». ¿Pero es eso lo que realmente queremos decir con reputación de Dios? ¿No se trata más bien de una cuestión de su carácter como bueno? Como observamos anteriormente, Helm dice que la bondad de Dios no puede ser tan diferente de nuestras más altas y buenas ideas acerca de la bondad, de lo contrario, el sentido de la bondad se perdería totalmente. ¿Pero no es eso lo que pasó aquí –con las ideas de Piper e ideas semejantes de otros calvinistas, acerca del papel de Dios en el mal y el sufrimiento inocente? Creo que sí.

Contra el Calvinismo – Roger Olson – Capítulo 4 – Traducido al español por Gabriel Edgardo Llugdar – Diarios de la Iglesia 2020

Contra el Calvinismo

[1] Ulrich Zwingli, On Providence and Other Essays, eds. Samuel Jackson and William John Hinke (Durham, NC: Labyrinth, 1983), 137.

[2] Ibíd., 157

[3] CALVINO, Juan. Institución de la Religión Cristiana. Tomo I, Libro I – Capítulo XVI,9

[4] Ibíd., XVI,7

[5] CALVINO, Juan. Institución de la Religión Cristiana. Tomo I, Libro I – Capítulo XVIII,2

[6] Jonathan Edwards, The Great Christian Doctrine of Original Sin, ed. Clyde A. Holbrook (New Haven, CT: Yale Univ. Press, 1970), 402.

[7] Jonathan Edwards, Freedom of the Will, in The Works of Jonathan Edwards (New Haven, CT: Yale Univ. Press, 1957), 1:431.

[8] Ibíd., 434.

[9] Ibíd., 395.

[10] Ibíd., 377.

[11] Ibíd., 380.

[12] Véase John W. Cooper, Panentheism: The Other God of the Philosophers (Panenteísmo: El Otro Dios de los Filósofos) (Grand Rapids: Baker, 2006). Cooper explica por qué el Panenteísmo es considerado herético por las normas doctrinales ortodoxas y sostiene que el punto de vista de Edwards sobre la relación entre Dios y el mundo es Panenteísta (77).

[13] Edwards, Original Sin, 384.

[14] Ibíd., 393.

[15] Edwards, Freedom of the Will, 411-12.

[16] Ibíd., 399.

[17] SPROUL, R.C. Eleitos de Deus, Editora Cultura Cristã, 2002, p. 39-40.

[18] SPROUL, R. C. O que é teologia reformada? São Paulo: Cultura Cristã, 2009, p.163.

[19] https://definicion.de/determinismo/

[20] SPROUL, R.C. Eleitos de Deus, Editora Cultura Cristã, 2002, p. 16. El pasaje de la Confesión de Fe de Westminster al que Sproul se refirió como la necesidad de un acuerdo para no ser un «ateo convencido», es que, «Desde toda la eternidad, Dios, por el muy sabio y santo consejo de su propia voluntad, ha ordenado libre e inalterablemente todo cuanto sucede».

[21] SPROUL, R. C. O que é teologia reformada? São Paulo: Cultura Cristã, 2009, p. 22.

[22] SPROUL, R.C. Eleitos de Deus, Editora Cultura Cristã, 2002, p. 9-10,16.

[23] SPROUL, R. C. O que é teologia reformada? São Paulo: Cultura Cristã, 2009, p. 121

[24] Ibíd., 147.

[25] Ibíd.

[26] Ibíd.

[27] Ibíd.

[28] Ibíd.

[29] SPROUL, R.C. Eleitos de Deus, Editora Cultura Cristã, 2002. p. 71

[30] Ibíd., 72.

[31] SPROUL, R. C. O que é teologia reformada? São Paulo: Cultura Cristã, 2009. p. 113.

[32] Ibíd.

[33] Boettner, The Reformed Doctrine of Predestination, 24.

[34] Ibíd., 30.

[35] Ibíd., 38.

[36] HELM, Paul. A providência de Deus. São Paulo: Cultura Cristã, 2007. p. 19.

[37] Ibíd., 91.

[38] Ibíd., 117.

[39] Ibíd., 152.

[40] Ibíd., 149

[41] John Piper, “Are There Two Wills in God,” in Still Sovereign: Contemporary Perspectives on Election. Foreknowledge, and Grace, eds., Thomas R. Schreiner and Bruce Ware (Grand Rapids: Baker, 2000), 123.

[42] Ibíd., 109.

[43] Boettner, The Reformed Doctrine of Predestination, 251.

[44] Ibíd., 243.

[45] Ibíd., 229.

[46] Craig R. Brown, The Five Dilemmas of Calvinism (Orlando, FL: Ligonier, 2007), 45 – 58.

[47] SPROUL, R. C. O que é teologia reformada? São Paulo: Cultura Cristã, 2009, p.33.

[48] Ver, por ejemplo, Brown, The Five Dilemmas of Calvinism, 43 – 44.

[49] Esta frase no pretende ser una explicación exhaustiva de la existencia del pecado y el mal en el mundo de Dios; aquí estoy simplemente tratando con dos historias bíblicas que los calvinistas usan muy a menudo para probar su punto de vista de la soberanía de Dios incluso en los actos de la gente pecadora. Afirmo, junto con la mayoría de los no calvinistas, que Dios también simplemente permite el pecado para preservar el libre albedrío de las personas, ya que Dios no quiere tener autómatas, sino agentes moralmente libres que pueden elegir libremente amar a Dios o no amarlo;  servir a Dios o no servirlo.

[50] Jerry Walls, “The Free Will Defense, Calvinism, Wesley, and the Goodness of God,” Christian Scholar’s Review 13/1 (1983): 29.

[51] Ibíd., 32.

[52] David Bentley Hart, The Doors of the Sea: Where Was God in the Tsunami? (Grand Rapids: Eerdmans, 2005).

[53] Ibíd., 89.

[54] Ibíd., 91.

[55] Ibíd., 99.

[56] Jerry Walls and Joseph Dongell, Why I Am Not a Calvinist (Downers Grove, IL; InterVarsity Press, 2004), 125.

[57] Ibíd., 126.

[58] Ibíd.

[59] Ibíd., 98 – 99.

[60] Ibíd., 129.

[61] Ibíd., 130.

[62] Ibíd., 131.

[63] Ibíd., 132.

[64] Ibíd., 133.

[65] PIPER, John. La Sonrisa Escondida de Dios, este material se encuentra en español.

[66] John Piper, The Pleasures of Cod (Portland, OR: Multnomah, 1991), 67 – 69.

[67] Ibíd., 89.

[68] Ibíd., 102.

[69] Ibíd., 108.

[70] Hart, The Doors of the Sea, 99.

[71] Ibíd., 100.

[72] Ibíd.

[73] CALVINO, Juan. Institución de la Religión Cristiana. Tomo I, Libro I – Capítulo XVI,9

[74] Hart, The Doors of the Sea, 101.

[75] PIPER, John. O Sorriso Escondido de Deus. Traduzido por Augustus Nicodemus. São Paulo: Shedd Publicações, 2002, p.25.