La locura anabaptista de Münster

«En la víspera de la Epifanía de 1534 aparecieron en la ciudad de Münster dos de los apóstoles ordenados por el anabaptista Juan Mathijs. Lo primero que hicieron fue rebautizar a Rothmann. En un lapso de sólo ocho días, Rothmann y sus ayudantes bautizaron a su vez a mil cuatrocientos ciudadanos, no en las iglesias, sino en casas particulares. De los Países Bajos siguieron llegando más anabaptistas, entre ellos el propio Juan Mathijs, estaban furiosos por la persecución de que eran objeto sus seguidores en todas las provincias de los Países Bajos, y los dos comenzaban a hablar del derecho de los auténticos creyentes a destruir a quienes se negaban a aceptar el mensaje de renacimiento y restitución. Mathijs le hizo saber a Rothmann que había sonado la hora de romper por completo con el viejo orden. Sin hacer mucho ruido, católicos y luteranos comenzaron a abandonar la ciudad que no estaba ya gobernada por su ayuntamiento, sino por Juan Mathijs. No contento con expulsar a los burgueses conservadores, Mathijs anunció el 25 de febrero de 1534 su intención de dar muerte a todos los «sin Dios», o sea a todos cuantos se negaran a abrazar la alianza del re-bautismo. Cuando se cumplió el plazo de amenaza, ya todos los luteranos y católicos habían salido de Münster. Un herrero, Huberto Ruescher, que tuvo la osadía de llamar embustero a Mathijs, fue muerto en el acto por la mano del propio profeta. La expulsión de los no anabaptistas hizo que el obispo intensificara sus preparativos para poner sitio a la ciudad y pidiera ayuda de Hesse, Colonia y Cleves. El 25 de febrero los münsteritas comenzaron a actuar para impedir el cerco que los amenazaba, y destruyeron algunas construcciones exteriores que hubieran podido servir a un ejército sitiador, pero tres días después los soldados del príncipe-obispo habían comenzado ya a levantar terraplenes alrededor de la ciudad, dejándola incomunicada. Los habitantes se dedicaron valerosamente a robustecer las construcciones defensivas de la ciudad, que estaba ya bien fortificada. Todos, hasta las mujeres, pusieron manos a la obra. Los hombres de edad militar quedaron divididos en dos cuerpos de ejército, y a los muchachos se les enseñó a manejar las armas de fuego.

Aunque Mathijs no tuvo en sus manos el gobierno de Münster sino durante seis semanas, pudo llevar a cabo muchas cosas, entre ellas la introducción del comunismo. Los monasterios ya habían sido saqueados. Para impedir que ocurriera lo mismo en las casas de los fugitivos, anunció la confiscación de sus bienes y prohibió toda posesión personal de monedas, ordenando que se colectase todo el dinero. Los víveres fueron declarados propiedad pública, si bien las casas particulares no se dividieron ni se consolidaron. Los bienes raíces fueron declarados asimismo propiedad común, aunque a los moradores se les permitió seguir sirviéndose de lo que había sido suyo. Una prueba del cambio fue la orden que se dio de mantener abiertas día y noche las puertas de las casas; lo único que se permitió fue un pequeño enrejado para encerrar los cerdos y las aves de corral. En el comunismo de Münster, políticamente supervisado, puede verse una consecuencia de las exigencias militares, pero también hay que decir que vino a satisfacer el deseo -inherente al anabaptismo en todas partes- de restaurar la vida comunal de la iglesia primitiva, documentada en los Hechos de los Apóstoles.

Haciendo ostentación de su arrojo, los hombres de la ciudad salieron varias veces de las murallas para trabar pequeños combates con los sitiadores. En una de esas salidas, el domingo de Pascua, 4 de abril de 1534, Juan Mathijs perdió la vida. Parece haber alguna indicación de que creyó que Dios lo ayudaría a derrotar, casi sin apoyo, a las tropas episcopales, y también parece que Juan Beukels lo alentó en tan fatua pretensión.

Inmediatamente después de la muerte de Mathijs tomó Juan Beukels en sus manos las riendas del gobierno. Lo primero que hizo fue disolver el ayuntamiento constituido en febrero, argumentando que había sido elegido por hombres. Él, como la voz del Señor, escogió a doce hombres a quienes llamó los Ancianos o Jueces de las Tribus de Israel, para que se hicieran cargo de todos los asuntos, públicos y privados, terrenales y espirituales. Los doce publicaron un nuevo código de moral, que imponía un comunismo aún más estricto de los bienes, exigía a ciertos trabajadores manuales, empleados anteriormente mediante salario, continuar en sus oficios sin paga alguna como servidores de la comunidad, y dictaba normas para una organización militar estricta. A diferencia de los anabaptistas de Suiza y de la Alemania del Sur, para los cuales fue necesaria la separación entre la iglesia y el estado, los münsteritas vieron ahora en la iglesia, el estado y la comunidad conceptos absolutamente intercambiables. Como en la iglesia regenerada no podían tener cabida más que los justos, los doce jueces nombrados por Beukels consideraron con enorme severidad cualquier pecado cometido después del (re)bautismo. Esto significaba que todos los ciudadanos tenían que someterse a leyes sumamente estrictas.

Oponerse a Juan Beukels significaba oponerse al orden divino. Entre los pecados que podían castigarse con pena de muerte se contaban la blasfemia, el lenguaje sedicioso, el levantarles la voz a los padres, el desobedecer las órdenes del amo en una casa, el adulterio, la conducta licenciosa, la murmuración, el difundir el escándalo y hasta el proferir quejas (!). Se trataba, evidentemente, de un código de ley marcial para el ejército del Señor asediado por el enemigo, donde la menor quiebra de la disciplina podía originar el desastre. A los ciudadanos de la Alianza se les llama en esta alianza se les llamaba «los Israelitas». Juan Beukels publicó asimismo una confesión de fe que fue enviada a Felipe de Hesse. También se llevó a cabo por todas partes una activa propaganda anabaptista. Los escritos de Rothmann y de otros eran arrojados desde las murallas o disparados, dentro de cilindros, hasta el campamento enemigo.

La innovación más controvertida de los münsteritas fue la poligamia. La poligamia se introdujo en parte por el deseo de emular a los patriarcas del Antiguo Testamento, y en parte a causa de las mermas continuas que sufría la población masculina. Según parece, Juan Beukels es el único responsable de haber instituido semejante práctica. Eligió un momento psicológico adecuado para esta decisión radical. Fue inmediatamente después de que un intento en gran escala para apoderarse de la ciudad había sido rechazado, con fuertes pérdidas para los atacantes (25 de mayo de 1534), y cuando los sentimientos de triunfo y la seguridad de ser el pueblo elegido de Dios se hallaban en su punto más alto. Casi todos los predicadores de Münster estaban en contra de la poligamia, pero Juan la estableció por su propia autoridad, y anunció que todos cuantos se resistieran a ella serían considerados réprobos (y se expondrían, en consecuencia, a ser ejecutados). Rothmann, persuadido de esa manera, predicó sobre la poligamia durante tres días en la plaza del mercado, tratando de demostrar que el matrimonio plural había sido dispuesto por Dios para el Nuevo Israel que él mismo había restaurado en Münster. A todas las personas núbiles se les impuso la obligación de contraer matrimonio, y a las mujeres solteras, la de aceptar por marido al primer hombre que lo solicitara. Se originó un desorden tremendo, pues muchos compitieron para ganar a los demás en número de mujeres, y el reglamento acabó por moderarse, permitiendo a las damas rechazar a solicitantes indeseables. La institución de la poligamia provocó una intensa resistencia, caso único entre todas las medidas tomadas por Beukels. Viendo que las quejas de nada servían, un grupo de ciudadanos, encabezado por Enrique Mollenhecke, sorprendió y encarceló a Juan el 29 de julio, para forzarlo a renunciar a su idea. Juan se negó. Ellos, entonces, declararon melancólicamente que su Nuevo Israel había caído en cautiverio, y empezaron a hacer planes para devolver la ciudad al obispo. Mientras deliberaban, la gente del pueblo, fiel a su caudillo, acudió a liberarlo y echó mano de sus captores. Mollenhecke y otros cuarenta y ocho hombres fueron muertos con gran crueldad. Hubo, después de ésta, algunas ejecuciones más, de suerte que muy pronto no quedó quien se atreviera a llevarle la contra a Juan en este punto ni en ningún otro. Bernardo Rothmann siguió el ejemplo poligámico de Juan, y llegó a hacerse de nueve mujeres.

Fortalecido por su nueva victoria, Juan Beukels decidió a comienzos de septiembre hacerse ungir y coronar como «rey de justicia sobre todos» por Juan Dusentschuer, llamado «el profeta cojo». Lo primero que se hizo fue pedirles a los doce ancianos nombrados por Juan la espada que antes habían recibido como insignia de autoridad. Una vez devuelta la espada a Juan, éste fue ungido por Dusentschuer con las siguientes palabras: «Por decreto del Padre, yo te unjo para que seas Rey del pueblo de Dios en el Nuevo Templo, y en presencia de todo el pueblo te proclamo caudillo de la nueva Sión». El antiguo sastre de Leiden hizo que le transformaran en vestiduras regias algunos ornamentos sacerdotales y se sentó en un trono llevando en la mano una manzana de oro, símbolo de imperio universal. El rey Juan se dejaba ver tres veces por semana en la plaza del mercado ante cortesanos y súbditos que se inclinaban y se postraban a su paso.

En esos lamentables momentos del frenético reinado de Juan, «rey de los anabaptistas de Münster», Bernardo Rothmann terminaba de escribir su Restitución, publicada en octubre de 1534. En ella Rothmann defendió la poligamia como una más de las restituciones sancionadas por la ley de Dios. Como la única finalidad legítima del matrimonio era fructificar y multiplicarse y henchir la tierra, ningún marido podía verse impedido de fructificar por la esterilidad o la preñez o la indisposición de una mujer. Además, cuando un hombre depende sexualmente de una sola mujer, ésta lo lleva de un lado a otro «como oso tirado de una cuerda». Ya era tiempo de que las mujeres, «que en todas partes han estado llevando la ventaja», se sometieran a los hombres tal como el hombre está sometido a Cristo, y Cristo a Dios. La institución de la pluralidad de mujeres, que consta en el Viejo Testamento, nunca había sido abolida ni suspendida por Dios. El hecho mismo de que los apóstoles aconsejaran que el obispo fuera marido de una sola mujer (I Timoteo, 3:2) era prueba de que en la iglesia primitiva lo general para el resto de los cristianos, era la práctica de la poligamia (!).

Los münsteritas creían que el vidente anabaptista Melchor Hofmann no era otro sino Elías, que había regresado a la tierra.

En cuanto a la seguridad de Rothmann de que Münster era el lugar en que se llevaría a cabo la Restauración, se basaba también en argumentos: por una parte, en Münster se había recuperado plenamente el significado de la Escritura; por otra parte, el Imperio Romano, bajo el dominio de Carlos V, era ciertamente la última etapa del cuarto Imperio universal, y el barro de que estaban hechos en parte los pies de la tambaleante estatua (Daniel, cap. 2) eran las temporalidades espirituales, cuyo ejemplo se veía de manera patente en el obispado principesco de Münster, mientras que la cuarta de las bestias, la de los tres cuernos (Daniel, cap. 7), era el Papado con su tiara de tres coronas y a la vez el Wittenberg insuficientemente reformado, donde Lutero, después de unos comienzos prometedores, «se ha quedado echado en su cama de orgullo e inmundicia».

Dentro de la ciudad asediada, Juan, para evitar sorpresas y defecciones, instituyó en mayo doce «duques» encargados de guardar las puertas, y. para que no hubiera reyertas entre ellos después del resultado victorioso de la batalla, tuvo el cuidado de asignarles el futuro territorio de sus ducados, una vez que el reino se ensanchara. Juan mantuvo la disciplina recurriendo a las medidas más severas. Con su mezcla de indecisión y de crueldad, de fanatismo religioso y de maldad maniática, dio a sus súbditos, así como a sus esposas, una existencia miserable. Una de ellas, la más enérgica, fue decapitada por él en la plaza del mercado por haber criticado abiertamente su gobierno, y pisoteó su cadáver mientras las demás mujeres del harem contemplaban el espectáculo. El rey se esforzó en mantener la moral de su pueblo mediante bailes y espectáculos. Pero ninguno de estos recursos sirvió de nada. El hambre se sentía de manera cada vez más cruel, por lo cual mandó Juan fuera de la ciudad, en junio de 1535, a las mujeres, los niños y los ancianos. Muchos de estos fugitivos sufrieron la muerte a manos de los sitiadores, entre grandes atrocidades. Y a pesar de todo lo que hizo Juan, el sitio implacable y el hambre acabaron por socavar la moral. Entre los sitiadores estaba cundiendo también poco a poco el desaliento a causa de la terquedad de los sitiados, y melancólicamente se estaban preparando para una larga espera, cuando un acontecimiento insospechado vino a resolver todo el problema. Dos hombres, Juan Eck y Enrique Gresbeck,(865) desertaron y abrieron traicioneramente una de las puertas de la ciudad a los hombres del obispo. Tras una batalla espantosa, la ciudad fue tomada el 25 de junio, y casi todos sus pobladores pasados a cuchillo.

Bernardo Rothmann, según parece, murió durante la batalla; el rey Juan Beukels, Bernardo Knipperdolling y Bernardo Krechting, hermano del canciller, fueron capturados y exhibidos por todas las regiones de la Alemania septentrional. Knipperdolling y Krechter se mantuvieron leales a sus creencias anabaptistas, mientras que Juan Beukels pronunció una abjuración parcial antes de ser ejecutado, e incluso llegó a ofrecerse, si se le perdonaba la vida, a persuadir a los anabaptistas supervivientes de la necesidad de renunciar a todas las ideas de violencia y ser fieles al nuevo gobierno. Los tres caudillos presos fueron sentenciados y torturados con tenazas calentadas al rojo vivo el 22 de enero de 1536 en Münster, sobre un estrado, para que todo el mundo presenciara el suplicio. Sus cadáveres, chamuscados, fueron puestos en jaulas de hierro y colgados de la torre de la iglesia de San Lamberto.

La bibliocracia anabaptista de Münster fue aplastada en junio de 1535, y el rey de la “Nueva Jerusalén” Juan Beukels fue ejecutado en enero de 1536.»

Todos los textos anteriores han sido extraídos del libro La Reforma Radical de George H Williams

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