¿Dios quiere que todos sean salvos?

Cuando Dios dice algo en su Palabra, y ese algo está lo bastante claro, no tenemos razones para tratar de diluir o poner bajo sospecha tal afirmación. Leamos el siguiente versículo bíblico, tratando de entenderlo a la luz de la simple interpretación que surge de su lectura natural:

1Timoteo 2:3-4  Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.

No creo que haya que buscar, debajo de esa voluntad revelada, otra voluntad oculta. La interpretación básica, sencilla, a simple vista del texto es que Dios quiere que todos los hombres se salven; y no tenemos por qué jugar a las escondidas para descubrir si debajo de donde se dice «quiere que todos» en realidad significa que «no quiere que todos».

Alguno, muy preocupado por la soberanía de Dios, puede afirmar: «si Dios quiere salvar a todos, y no puede salvarlos a todos, entonces no es un Dios omnipotente». Yo le respondería, en primer lugar, que Dios sería verdaderamente impotente si hubiese querido dejar por escrito en la Biblia que «no quiere que todos los hombres sean salvos», pero solo pudo poner «quiere que todos los hombres sean salvos». Pero si Dios quiso afirmar tal cosa en las Escrituras, y así lo hizo, no tengo por qué dudar de la capacidad de comunicación de Dios. En segundo lugar respondería que si Dios quisiera mover una piedra pero no pudiese, entonces dudaría de su omnipotencia; pero aquí no estamos hablando de mover objetos, sino de su relación interpersonal con seres vivos que Él creó a su imagen y semejanza. Aquí no estamos hablando de un dios caprichoso que quiere y no puede, sino de un Dios soberano que interactúa con sus criaturas; y es tan tremendamente soberano que es capaz de otorgarle a cada criatura un margen de libertad de acción (cosa que un dios no soberano tendría miedo de hacer).

El problema surge cuando hacemos a Dios a nuestra imagen y semejanza, y tratamos de entenderlo desde concepciones humanas. Yo quiero muchas cosas, pero no puedo tenerlas o hacerlas como me gustaría; pero cuando Dios dice que quiere que «todos los hombres sean salvos» no está suspirando por algo que «le gustaría» tener o hacer pero no puede. Simplemente está poniendo de manifiesto «su disposición» absoluta de salvar a todo aquel que se rinda a su llamado. Este texto bíblico está manifestando la «disposición» de Dios no su «capacidad» para salvar.

El rey ha sitiado la ciudad, tiene todo el poder absoluto para dar la orden y destruirla por completo, la vida y la muerte de todos los habitantes están en sus manos; sin embargo, es un rey compasivo y no quiere destruirlos a todos; no es que no pueda sino que no quiere. Por ello hace un edicto real, por escrito, perdonando la vida de todo aquel que se rinda incondicionalmente; el que no se rinda será condenado, destruido. Y para evitar malos entendidos, el rey envía a su representante para explicar los alcances del edicto a cada habitante de la ciudad. Después de haber entendido las exigencias del edicto, una parte de los habitantes se rinde y otra se niega a rendirse; los primeros son perdonados y los segundos condenados a muerte. ¿Alguien se atrevería a acusar a tal rey de falta de soberanía, o de ser débil y pusilánime?, por el contrario, alabarían su misericordia al extender a todos la oferta de perdón, y acusarían de necios a los que rechazaron un edicto tan benevolente.

De la misma manera, nuestro Dios tiene en sus manos la vida y la muerte de cada ser humano. La humanidad está justamente destinada a la destrucción, pero el Señor Jesús, antes de ejecutar tal sentencia, ha decidido extender una oferta de perdón para todo aquel que se rinda incondicionalmente. Ha dejado tal edicto por escrito (el Evangelio) y ha enviado a su Paráclito (el Espíritu Santo) para que ilumine la mente de cada  persona y le haga comprender los requisitos y alcances del perdón divino. Una parte de la humanidad se rinde y otra parte, neciamente, rechaza tal ofrecimiento misericordioso. ¿Habrá alguno que piense que Dios es pusilánime por ofrecer a todos el perdón, aunque al final no todos se acogerán a él? Pienso, por el contrario, que todos alabarán la misericordia tan grande de este Dios, y acusarán de necios a todos aquellos que rehusaron tal ofrecimiento.

Entonces, ¿por qué se nos acusa a los no calvinistas de menoscabar la soberanía de Dios cuando proclamamos la omnibenevolencia divina? Si Dios quiere que todos los hombres sean salvos, y ese querer significa que Él dispone a favor del hombre todo lo necesario para que se acoja a su misericordia; si Dios quiere que todos los hombres sean salvos, y ese querer significa que pone al alcance de toda criatura su Evangelio, y por medio de su Espíritu opera individualmente en la mente de los hombres para que entiendan lo que demanda ese Evangelio; y si Dios quiere que todos los hombres sean salvos, y ese querer significa que les concede a los hombres la capacidad de responder a su llamado, ya sea obedeciendo o rehusando su benevolencia, ¿dejará nuestro Dios, por esto, de ser un Dios soberano y omnipotente?

Lo analicemos desde otro punto de vista. Dios pone delante de mí dos caminos con dos finales, como lo puso delante del pueblo de Israel:

Deuteronomio 30:19  «A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia»

Puedo escoger el camino de la vida, el de la obediencia, cuyo final es la vida eterna, o puedo escoger el camino de la muerte, el de la desobediencia, cuyo final es la condenación eterna. Pero como yo soy incapaz de discernir, Él me indica cuál de los dos caminos es el mejor: «escoge, pues, la vida, para que vivas». Bien, tenemos dos caminos con dos finales, y ambos están predeterminados por Dios, es decir, no puedo elegir un camino malo que me lleve a un final bueno, ni puedo escoger un camino bueno que me lleve a un final malo. Mi albedrío no puede cambiar nada, solo hay dos caminos para elegir, y los dos son determinados soberanamente por Dios; y como si esto fuera poco hasta soy iluminado para entender cuál es el camino correcto. Si yo, haciendo uso de la libertad limitada que Dios me concede (solo puedo elegir entre dos caminos y no puedo modificar los finales) rehúso obedecer a Dios y elijo el camino malo, ¿eso es una afrenta a la soberanía de Dios? En absoluto.

¿Cuándo estaría en peligro la soberanía de Dios? Si yo pudiese escoger una tercera vía. Supongamos que yo me parase ante los dos caminos que pone ante mí Dios, pero con mi libre albedrío pudiese elegir un camino malo que me lleve a un final bendecido, es decir, pudiera crear un atajo o modificar los resultados; entonces allí tendríamos un claro ejemplo de que Dios no sería soberano, porque yo podría engañarlo como hacían los héroes a los dioses del Olimpo, en la mitología griega. Menoscabar la soberanía de Dios significaría que yo pudiera rechazar lo determinado por Dios (solo dos caminos, solo dos finales), y pudiese crear otras opciones que Él no me ofreció. Seríamos, entonces, merecedores de las acusaciones que nos hacen los calvinistas de pretender, con nuestro libre albedrío, alterar los planes de Dios.

Pero repasemos el caso: Dios predeterminó solo dos caminos con sus correspondientes finales, primeramente, no puedo modificar nada de ello; y además, como soy incapaz para discernir, Dios, mediante su gracia, me ilumina el entendimiento y comprendo lo que tengo delante, y cuál es la opción que me lleva a la vida. No puedo crear atajos ni una tercera vía, solo puedo, haciendo uso de mi albedrío (¡que me lo concedió también el mismo Dios!), elegir un camino. Pero como si esto fuera poco, aunque yo escogiera el camino de muerte que lleva a la condenación eterna no estaría saliéndome de la soberanía de Dios, porque los dos caminos le pertenecen a ÉL; y al final de cada camino estará Dios para dar el premio o el castigo. Es decir, si yo rehúso obedecer a Dios en seguir el camino que Él me recomienda, no por eso estoy haciendo a un lado a Dios, ¡porque ambos caminos están en su mano! Aunque yo eligiera el camino malo ese camino está bajo el señorío de Dios. Nadie puede elegir fuera de Dios, escojas lo que escojas siempre estarás eligiendo a Dios; ya sea eligiendo Su premio, o eligiendo Su castigo, todo es Suyo. El camino, el final, el premio, el castigo, la iluminación, el albedrío, todo, absolutamente todo es de Dios y nadie puede salirse de los marcos establecidos. Por ello me parece realmente absurda la acusación que nos hacen de menospreciar la soberanía de Dios. Por el contrario, esta doctrina hace de Dios un Rey soberano y misericordioso, que por un lado lo predetermina todo, pero siempre deja un margen para la libertad de aquel ser humano que Él creó a su imagen y semejanza. Sin embargo, otras doctrinas hacen de Dios un déspota de misericordia limitada, que tiene miedo de conferirle a su criatura un espacio de libertad, que debería ser consecuente con el castigo o premio prometido.

Según nuestra doctrina, si una persona pudiese preguntarle a Dios «¿Señor, tú quieres que yo sea salvo?» La respuesta sería indefectiblemente «Sí, te estoy dando todas las oportunidades para que lo seas». Según otras doctrinas tendrías un 50% de posibilidades de que sí, y otro 50% de que no; y muy probablemente te encontrarías con esta respuesta: «No, no quiero que seas salvo, quiero que seas condenado; porque aunque mi voluntad rebelada dice que quiero «que todos los hombres sean salvos», sin embargo, tengo una voluntad oculta que dice que no quiero eso».

El libre albedrío (más correctamente: libre albedrío liberado) no consiste en que yo pueda elegir lo que se me da la gana, sino que entre varias opciones predeterminadas por Dios se me permita elegir una. Y esa opción (o causa) que yo elija libremente conlleva una consecuencia que no puedo modificar; por ejemplo, si elijo libremente el camino malo no puedo elegir libremente cambiar su consecuencia o final, que siempre será: la condenación. El libre albedrío glorifica a Dios porque, en primer lugar, es un regalo de ese mismo Dios para el hombre hecho a Su imagen y semejanza, y en segundo lugar, porque el libre albedrío nunca puede elegir algo fuera de los marcos predeterminados por Dios.

El texto en su contexto

1Timoteo 2:1-5 «Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.»

Noten la fuerza inclusiva de este texto: se nos manda a que oremos «por todos los hombres» y «todos los que están en eminencia» (no deja afuera a nadie), para que nuestra vida sea un testimonio de «toda piedad y honestidad», y ese testimonio, que agrada a Dios, sea utilizado para que todos los hombres vengan al conocimiento de la verdad y puedan ser salvos, porque esa es la voluntad de Dios (no una voluntad que decreta la salvación de todos, eso sería universalismo, sino que decreta que el acceso a la salvación está abierto a todos con la condición de que crean en el Hijo). Pero nótese también que se afirma «porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres», no entre Dios y algunos hombres, sino en un marco que incluye a todos, esto está más que claro en el contexto. Y por si quedara alguna duda remata diciendo: «Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos», no está hablando en un contexto de «elegidos» como para que podamos especular que se refiere solo a un grupo específico; el contexto del pasaje es extremadamente claro: «todos» es «todos los hombres»; no algo vago como una etnia o una nación, sino algo muy concreto: aquellas personas específicas que nos rodean, y aquellas personas específicas que nos gobiernan, por las cuales se nos manda orar en el versículo 1, que es la clave del texto.

Artículo de Gabriel Edgardo Llugdar para Diarios de Avivamientos 2023.©

La mecánica de la salvación en los padres pre-Agustín

Patristica - Monergismo o Sinergismo

¿Sinergismo o Monergismo en los Padres de la Iglesia? 

Primera Parte

Durante los primeros 400 años de la historia del cristianismo, podemos deducir con seguridad, por los escritos de los Padres de la Iglesia, que la posición adoptada por los cristianos acerca de la mecánica de la Salvación fue, en la mayoría de los casos, lo que posteriormente sería mal-clasificado al final del siglo 16, como «semipelagianismo»; y en los demás casos, lo que sería llamado posteriormente de «arminianismo», término que sólo sería acuñado en el siglo 17. En otras palabras, el entendimiento de todos los Padres de la Iglesia pre-Agustín en relación a la mecánica de la Salvación era lo que posteriormente sería designado, exageradamente, en el final del siglo XVI, como «sinergismo».
Digo «exageradamente» porque el término «sinergia», que significa un conjunto de acciones o esfuerzos simultáneos asociados en pro de un mismo fin, sugiere implícitamente una cooperación de fuerzas más o menos equivalentes, o complementarias, para alcanzar un objetivo común. Ahora bien, si hay una cosa que ningún Padre de la Iglesia defendería y ningún teólogo arminiano, o algún semipelagiano de ayer o de hoy defenderá es que la respuesta cooperativa del hombre al llamado divino para la salvación implica que la responsabilidad del hombre en el proceso de salvación es más o menos equivalente a la de Dios en ese proceso.

Lo que tanto semipelagianos como arminianos afirman con todas las letras -sólo que los arminianos lo hacen aún más clara y contundentemente- es que la Salvación es una obra totalmente divina. A la luz de la Biblia, asevera el arminianismo que Dios no sólo propició la Salvación, sino que también capacitó el libre albedrío del hombre hacia las cosas espirituales, lo que posibilita que éste pueda responder al llamado divino. Es decir, sin la acción divina, el hombre no podría ser salvo en modo alguno, pues él, además de no poder proveer salvación para sí mismo, no podría responder de ninguna manera al llamado divino para ella. Por lo tanto, una vez que la Salvación fue propiciada totalmente por Dios y el libre albedrío del ser humano fue concedido también por el mismo Dios, ningún hombre puede jactarse por haber respondido afirmativamente al llamado divino, porque hasta su capacidad de responder fue dada por Dios.

Por lo tanto, el ser humano tiene sólo una pequeña participación posibilitada por Dios y de carácter más pasivo que activo en el proceso inicial de su Salvación – más pasivo que activo porque el hombre, en esa fase inicial, sólo confía, acepta y se somete. Y aun después de salvo, cuando necesitará ser también activo, «operando» su salvación con «temor y temblor» (Filipenses 2:12), eso sólo le será posible a causa de la nueva naturaleza en Cristo generada en su ser por el Espíritu Santo. Sin olvidar el hecho de que, aun con una nueva naturaleza, él necesitará también diariamente del auxilio de la gracia divina, sin la cual su santificación y perseverancia serían simplemente imposibles (Filipenses 2:13). La nueva naturaleza en Cristo necesita ser alimentada y fortalecida diariamente.
Sintetizando, dirá el semipelagiano: «La salvación fue totalmente propiciada por Dios. El ser humano que es salvo sólo recibió lo que de gracia fue hecho por Dios en su favor, algo que él no podía hacer por sí mismo. Y él sólo pudo recibir la salvación porque Dios, por su gracia, preservó su libre albedrío, su capacidad de responder positivamente al llamado divino para ser salvo. Todo viene de Dios«.

Por su parte, dirá el arminiano, más acertada y coherentemente: «El que es salvo en Cristo no hizo nada para ser salvo, pues su salvación fue totalmente propiciada por Dios; sólo recibió, pasivamente, con confianza y con las manos vacías, aquello que de gracia fue hecho por Dios en su favor, algo que él no podía hacer por sí mismo. Y él sólo pudo recibir la salvación porque Dios, por su gracia, activó su libre albedrío para las cosas espirituales, su capacidad de responder positivamente al llamado divino para ser salvo, la cual había sido comprometida después de la Caída. Todo viene de Dios».

Es decir, la diferencia entre semipelagianos y arminianos consiste en lo que se refiere al entendimiento sobre el nivel de corrupción heredado por el hombre después de la Caída y, consecuentemente, sobre lo indispensable o no de una acción preventiva de la gracia para la cooperación del ser humano con la gracia. Para los semipelagianos, esta corrupción es parcial: el libre albedrío para las cosas de Dios ha sido mínimamente preservado por Él, de manera que el hombre puede responder al llamado divino, cooperando con la gracia. Mientras que para los arminianos, esa corrupción es total: el libre albedrío para las cosas de Dios fue totalmente comprometido después de la caída del hombre, de manera que el hombre sólo puede responder al llamado divino porque Dios, en un acto precedente de su gracia, restaura su libre albedrío para las cosas espirituales. Sólo así es que el ser humano puede cooperar con la gracia – y, aun así, en el momento de la conversión, esa cooperación se da más pasivamente que activamente.

Por lo tanto, principalmente en lo que se refiere a la posición arminiana, no hay ninguna sugerencia de «esfuerzos simultáneos asociados en pro de un mismo fin» (Ahora bien, es Dios quien toma la iniciativa) o mucho menos de «una cooperación de fuerzas más o menos equivalentes o complementarios para alcanzar el objetivo común«. Se trata más bien de un «monergismo condicional» que de un sinergismo puro y simple.

No por casualidad, el término «sinergismo» fue aplicado por primera vez para designar tanto la posición semipelagiana, como la arminiana, exactamente por los opositores de esas dos posiciones. Él fue acuñado por luteranos monergistas radicales de finales del siglo 16 para designar peyorativamente a los luteranos felipistas, fieles seguidores del luterano de línea arminiana Felipe Melanchthon, contra los cuales los luteranos monergistas radicales se opusieron vehemente. Fue un término acuñado por opositores, en medio del calor de un debate y con el propósito claro de exagerar la posición adversaria para desacreditarla. [Aunque sea un anacronismo, pues Arminio fue posterior a Melanchthon, es menester usar el término ‘arminiano’ o ‘arminianismo’ para dar una idéa de la similitud de la postura doctrinal]   

Para empeorar, el término «semipelagianismo» – igualmente impropio, además de fuertemente peyorativo – fue utilizado en ese mismo período por los mismos individuos para designar, junto con el término «sinergismo», tanto la posición de los monjes cassianistas opositores de Agustín (sobre los cuales hablaremos en el próximo capítulo y que no podrían ser clasificados de semipelagianos de ninguna manera -por lo demás, ni siquiera el obispo de Hipona los veía de esa forma) [*] como la posición no-cassianista de los luteranos arminianos, seguidores de Melanchton. Hay que recordad que el término «semipelagianismo» fue acuñado por el calvinista rígido Teodoro Beza en 1556 para referirse a la doctrina católica romana practicada en sus días. Inicialmente, Beza ni pensó en aplicarlo a los seguidores de la posición de Melanchthon. Fue con los luteranos monergistas radicales que comenzó esa aplicación. Ellos comenzaron a usar injustamente ese término para referirse a la mecánica de la Salvación melanchthoniana, lo que luego caería en el gusto calvinista.

[*] Numerosos especialistas aseveran el uso equivocado del término «semipelagianismo» para referirse al cassianismo y al pensamiento de la mayoría de los Padres de la Iglesia pre-Agustín. Los siguientes son algunos ejemplos:

«El término […] fue una elección infeliz, porque los llamados semipelagianos querían ser cualquier cosa, menos medio-pelagianos. Sería más correcto llamarlos semi-agustinos, por cuanto rechazaban las doctrinas de Pelagio y respetaban a Agustín, pero no deseaban seguir hasta las últimas consecuencias de su teología” (ELWELL, Walter A., Evangelical Dictionary of theology, página 1089).

«El término no fue acuñado hasta el final del siglo 16, en la luterana Fórmula de Concordia de 1577. Ella fue adoptada por algunos teólogos católicos también, particularmente por los dominicos [tomistas], que usaron el término para encender la leña contra sus adversarios jesuitas [molinistas]. Algunos han sugerido que probablemente el término «semi-agustinianismo» es el más preciso, ya que no se defendió un término medio con Pelagio, sino que se apoyó la doctrina de la gracia y el pecado original de Agustín» (CARTWRIGHT, Steven [editor], A Companion to St. Paul in the Middle Ages, 2013, Brill, pp. 86 e 87).

«…que vendría más tarde a ser llamado de semipelagianismo y que, más recientemente, y probablemente más correctamente, ha sido referido como semi-agustinianismo» (RAMSEY, Boniface, John Cassian: The Conferences, 1997, Newman Press, página 459)

«…fue expuesta más tarde por Juan Cassiano en la decimotercera de sus famosas 24 Conferencias y vino a ser llamada como semipelagianismo o, más recientemente, y probablemente más correctamente, como semiagustinianismo» (RAMSEY, Boniface, Saint Augustin – Selected Writings on Grace and Pelagianism, 2011, Augustinian Heritage Institute, p. 23).

«… la doctrina llamada de semipelagianismo, aunque deba ser más propiamente llamada de semiagustinianismo, una vez que Cassiano se separó nítidamente de Pelagio y lo clasificó como herético, mientras se sintió en completa armonía con Agustín…» (JACKSON, Samuel M., The New Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge, volume 2, 1977, Baker Book House, p. 436).

«Note que la etiqueta ‘semipelagianismo’, con la sugerencia de ‘medio-herético’, es imprecisa cuando se aplica a visiones de ese tipo. Muchas veces, es ignorantemente aplicado aún hoy como un término de recriminación contra visiones similares. Semi-agustinianismo sería al menos más exacto y menos petición de principio» (BETHUNE-BAKER, Early History of Christian Doctrine, p. 321) (BETTENSON, Henry; MAUNDER, Chris, Documents of the Christian Church, quarta edição, 2011, Oxford University Press, p. 63).

«El término semipelagianismo es anacrónico, inventado siglos más tarde sobre la base de ciertos contenidos de la controversia pelagiana, y no fue utilizado por Agustín. Agustín no consideraba a los monjes de Hadrumetum, Provenza y Marseille como «heréticos pelagianos», sino como «hermanos en Cristo» que tenían dudas sobre la naturaleza de la gracia de Dios y sobre las consecuencias de su doctrina de la gracia. Este fraterno intercambio de explicaciones nunca tomó la forma de una controversia. Los monjes explícitamente rechazaron el pensamiento de Pelagio. Además, es anacronismo, por lo que el término ‘semipelagianismo’ es incorrecto». (DUPONT, Anthony, Gratia in Augustine’s Sermones ad Populum during the Pelagian Controversy, p. 64).

«El término semipelagianismo es, de hecho, un anacronismo. Aquellos a quienes se aplica el término hoy estaban simplemente tratando de llegar a algún medio término ante la visión un tanto extremada de Agustín sobre la predestinación y el papel del libre albedrío en la salvación del hombre» (NEIL, Bronwen, Leo the Great, Routledge, 2009, p. 34)

“Esto es usualmente llamado como semipelagianismo. Sin embargo, hay algunos que prefieren dar preferencia – como hace R. Seeberg, por ejemplo – al nombre ‘semiagustinianismo’” (PALMER, Edwin Hartshorn, The Encyclopedia of Christianity, volume 2, 1968, National Foundation for Christian Education, p. 372).]

Por lo tanto, nos queda lamentar que prácticamente todo debate en nuestros días entre esas dos corrientes básicas opuestas sobre la mecánica de la Salvación -la corriente determinista y la corriente no determinista- ya comienza viciado, pues ha sido desarrollado, desde la segunda mitad del siglo 16 en adelante, dentro de parámetros y términos inapropiados establecidos por apenas por uno de los lados del debate que, en la época, era mayoría en el medio protestante.

En función de ello, teólogos arminianos como J. Matthew Pinson, presidente del Welch College en Nashville, Tennessee (EEUU); Robert E. Picirilli, profesor de Griego y Nuevo Testamento en el Welch College y en el Free Will Baptist Bible College; F. Leroy Forlines, profesor emérito del Welch College; Kenneth Donald Keathly, profesor senior de Teología del Southeastern Baptist Theological Seminary; Jeremy A. Evans, profesor de Filosofía en el mismo seminario; el teólogo bautista Mark Ellis; el teólogo y historiador holandés William den Boer; el teólogo, profesor de Filosofía, Religión y Teología Histórica, e historiador nazareno Carl Bangs (1922- 2002), autor de la mejor biografía de Arminio ya escrita; Richard Cross, profesor de Filosofía de la Universidad de Notre Dame; el pastor y teólogo metodista Arthur Skevington Wood (1917-1993); y hasta el pastor presbiteriano norteamericano Gregory Graybill, en su obra Evangelical Free Will (originalmente una monografía para concluir su curso de Filosofía en la Universidad de Oxford), prefieren llamar al sinergismo arminiano de «monergismo condicional» o «monergismo con resistibilidad de la gracia” el cual definen como una «recepción pasiva del mérito en lugar de una activa obra cooperativa que ganaría el mérito», puesto que se trata de una «relación en la que la voluntad y la obra de Dios dentro del hombre son bienvenidas en una actitud de confianza y sumisión».

Hay también el caso del teólogo arminiano Roger Olson, que, aun manteniendo el término «sinergismo» para designar el arminianismo, hace la siguiente distinción: hay, por un lado, un sinergismo herético o humanista, y del otro, un sinergismo evangélico. En el sinergismo herético o humanista, el pecado original es negado y «las habilidades humanas morales y naturales son elevadas» para que la persona pueda tener una «vida espiritualmente completa» (pelagianismo); o bien, el pecado original es suavizado para que el hombre pueda tener la habilidad de, «incluso en su estado caído, iniciar la salvación al ejercer una buena voluntad para con Dios» (semipelagianismo). Pero el sinergismo evangélico “afirma la anticipación de la gracia (gracia preveniente) para que todo ser humano ejerza una buena voluntad para con Dios” (arminianismo), siendo, por lo tanto, bastante diferente de los demás tipos de sinergismo.
Todas estas especificaciones, vuelvo a subrayar, se derivan del hecho de que el término «sinergismo», si se toma en su sentido estrictamente literal que sugiere implícitamente una relación fifty-fifty (50% a 50%), se vuelve extremadamente inapropiado para designar el arminianismo, de forma que, incluso cuando ese término es usado, necesita ser diferenciado, como lo hace Olson. Al final, el hombre coopera, sí, pero pasivamente y después de la ayuda divina.

A pesar de esto, como la mayoría de las personas ya están acostumbradas a esas nomenclaturas tradicionales, decidí mantenerlas en este libro. Podría haber acuñado nuevos términos para sustituirlas o usar únicamente los ya propuestos «monergismo condicional» o «monergismo con resistibilidad de la gracia» para referirse al arminianismo, pero no tomé ninguna de esas medidas para no causar, a unos pocos lectores más desatentos, las confusiones en cuanto a qué grupo teológico me estoy refiriendo, ya que los rótulos tradicionales están cristalizados en la cultura teológica popular. Lo que haré, como máximo, será utilizar alternativamente los términos «monergismo condicional» y «sinergismo» para referirme a la corriente arminiana. Además, creo en el buen discernimiento de la mayoría de mis lectores que, seguramente, después de esa alerta, leerán esos rótulos («sinergismo» y «semipelagianismo») teniendo en mente no las sugerencias engañosas que poseen, sino el real contenido detrás de ellos, mal expresado por esas nomenclaturas tradicionales tendenciosas.

Posición de los Padres de la Iglesia antes de Agustín

Como ya he adelantado, los Padres de la Iglesia pre-Agustín eran todos ellos, sinergistas, siendo la mayoría (principalmente los Padres Griegos) de línea semipelagiana y los demás (principalmente los Padres Latinos), de línea arminiana. Tanto el semipelagianismo como el arminianismo creen que la expiación de Cristo es ilimitada, ofreciendo una posibilidad concreta de salvación para toda la humanidad; que la elección para la salvación es condicional; que la gracia divina puede ser resistida y que es posible para un salvado en Cristo caer de la gracia, y eventualmente, perderse eternamente. Como ya vimos, el desacuerdo o diferencia entre semipelagianos y arminianos es en cuanto al initium fidei («inicio de la fe»): mientras que los primeros creen que la corrupción heredada de Adán por los seres humanos es parcial, pudiendo el ser humano, en algunos casos, venir a Dios sin una acción preventiva de la gracia divina sobre la voluntad humana; los arminianos creen que esa corrupción es total, en el sentido de abarcar completamente al ser humano, de manera que éste se encuentra imposibilitado de venir a Cristo ejerciendo libre voluntad, a no ser que la gracia divina lo habilite antes y lo atraiga a sí.

En fin, tanto el semipelagiano como el arminiano creen en la realidad del libre albedrío, sólo que el arminiano cree en la necesidad de una gracia preveniente o precedente de Dios para capacitar el libre albedrío humano para responder positivamente al llamado divino; mientras que el semipelagiano cree que no necesariamente el ser humano necesita una acción preventiva de la gracia para tener la capacidad de responder positivamente al llamado a la Salvación, porque Dios habría, por su gracia, preservado mínimamente esa capacidad del hombre después de la Caída.

La creencia en un libre albedrío preservado, o auxiliado por una acción preveniente de la gracia divina, es clarísima en los escritos de los Padres de la Iglesia pre-Agustín. Nunca se ve alguna especie de calvinismo en esos primeros 400 años de la historia de la Iglesia, ya sea de forma clara o implícita. En todos los casos, los Padres de la Iglesia pre-Agustín siempre hablarán de una cooperación entre la gracia y la voluntad del hombre en el proceso de la Salvación, así como de una posible resistividad a la gracia.

Más allá de la ausencia de posicionamientos calvinistas en los registros históricos de ese período, el hecho mismo de haber gran incidencia del semipelagianismo en esa época refuerza aún más la inexistencia de una visión calvinista en los primeros siglos de la historia de la iglesia. Ahora bien, como las primeras generaciones de cristianos promovieron una intensa batalla apologética contra las herejías y las religiones paganas fatalistas, que negaban el libre albedrío, sería de esperar que exageración en la defensa del libre albedrío, en un contexto en que reinase originalmente el calvinismo, resultaría en una profusión de casos de calvinismo atenuado o, como máximo, de arminianismo; sin embargo, lo que los datos históricos muestran es una profusión de casos de semipelagianismo, y estos, como sabemos, son exageraciones comunes sólo en contextos originalmente arminianos, donde se está realizando una gran apoyo al libre albedrío como forma de contraposición a herejías fatalistas. Nunca una gran incidencia de semipelagianismo podría venir de un contexto donde originalmente reinase una visión calvinista. Esta constatación lógica testifica aún más contra la falsa tesis de que la Iglesia Primitiva tenía originalmente una posición calvinista.

Intentos absurdos de luchar contra la elocuencia de los datos históricos

Todos los intentos de teólogos reformados de encontrar Padres de la Iglesia anteriores a Agustín que hayan adoptado una línea calvinista se mostraron, como era de esperar y a pesar de todos los esfuerzos emprendidos, completamente en vano. Algunos de ellos, sin embargo, insistieron en vender como exitosos sus resultados escandalosamente forzados, los cuales fueron obviamente y solemnemente ignorados por los expertos, siendo populares hoy entre algunos «guetos» calvinistas. Por lo tanto, no es de extrañar que poquísima gente del medio Reformado haya tomado parte en esa aventura sin gloria. El propio Calvino, que antes de todos ellos ya se había sumergido en los Padres de la Iglesia en busca de apoyo para su doctrina de la mecánica de la Salvación, alertaría decepcionado que “todos los escritores eclesiásticos, excepto Agustín”, le eran “contrarios”. [CALVINO, Institutos, II, 2, 9].

El primer teólogo calvinista que intentó encontrar lo que ni el diligente Calvino logró encontrar fue el puritano John Owen (1616-1683). Sin embargo, su empresa, presentada en su obra La muerte de la muerte en la muerte de Cristo (1647), fue sólo parcial. Owen no buscó entre los Padres de la Iglesia quien seguía los cinco puntos del calvinismo (Depravación Total, Elección Incondicional, Expiación Limitada, Gracia Irresistible y Perseverancia de los Santos), sino solamente quien defendiera la Expiación Limitada.

El teólogo británico, principal redactor del texto final de la Confesión de Fe de Westminster (1646) y uno de los tres mayores teólogos calvinistas modernos (los otros dos serían el propio Calvino y Jonathan Edwards), en su fervor calvinista, intentó defender la tesis de que entre los Padres de la Iglesia, había, además de Agustín, otros defensores de la Expiación Limitada. Sólo que, como escribe el teólogo Gray Shultz, «los únicos dos hombres que Owen cita que realmente creían en redención particular fueron Agustín y Próspero». [SHULTZ JR, Gary L., A Multi-Intentioned View of the Extent of the Atonement, 2013, Wipf & Stock, p. 44]. Con el detalle de que Próspero, que fue amigo y discípulo de Agustín, y al final de su vida, volvió atrás (Veremos esto en el capítulo 3 de esta sección Historia). En fin, durante los primeros 400 años de la historia de la Iglesia, nadie defendió tal cosa. El obispo de Hipona fue realmente el primero en hacerlo.

Un detalle curioso es que, tras las críticas del pastor puritano y calvinista moderado Richard Baxter a la defensa de la Expiación Limitada de Owen, éste suavizó su posición, diciendo que «la sangre de Cristo fue suficiente para pagar el precio por todos», a pesar de que su obra se aplicaba solamente a los elegidos [GOOLD, W. H. (editor), The Works of John Owen, 1852, Robert Carter and Brothers, Nova York, volume 10, p. 296]. Este cambio de Owen fue clasificado por Baxter como una «nueva evasión fútil», que sería refutada en una de las principales obras de Baxter: «Redención universal de la humanidad por el Señor Jesús». [BAXTER, Richard, Universal Redemption of Mankind by the Lord Jesus Christ, 1694, The Rising Sun in Cornhill, Londres, pp. 343 a 345, citada em CUNNINGHAM, W., Historical Theology, 1994, Banner of Truth, volume 2, p. 332].

Traducción del Capítulo I del libro: La Mecánica de la Salvación – Editorial de las Asambleas de Dios – Autor:  Silas Daniel – Teólogo

Como este material no se encuentra en español ha sido traducido para consulta por Gabriel Edgardo LLugdar – Diarios de Avivamiertos – 2018

Los dones del Espíritu y los Padres de la Iglesia

Los Dones del Espíritu Santo - Patrística

«El estudio de los Padres se llama Patrología o Patrística. El término Patrología fue creado en 1653 por el luterano Jean Gerhard. Designa el estudio de las literaturas cristianas antiguas. El acento recae sobre la historia literaria: biografía, obras, valoración crítica. Patrística es en su origen un adjetivo que caracteriza la teología. Generalmente se reserva el término para el estudio doctrinal y la historia de las ideas.” [Adalbert G. Hamman Para leer LOS PADRES DE LA IGLESIA – Nueva edición revisada y aumentada por Guillaume Bady]

Cuando usamos la Patrística para apoyar nuestro punto de vista, no lo hacemos rebuscando en la Patrología un texto aislado que coincida con nuestro pensamiento. Por el contrario, la forma correcta de hacerlo es teniendo en vista el unanimis consensus Patrum (el Consenso Unánime de los Padres); no la opinión privada de uno en particular, sino la opinión general y común entre ellos.

En el tema del Continuismo -vigencia y operatividad de los dones o carismas del Espíritu- si queremos llegar a una conclusión seria, tampoco debemos perder de vista ese consensus. Frecuentemente, el Cesacionismo, esgrime algún texto de la Patrología para asegurar que los dones cesaron después de la muerte del último apóstol (algunos afirman que incluso antes del 70 d.C.). Generalmente, se trata de este testimonio de Juan Crisóstomo:

«Todo este lugar es muy oscuro,  pero la oscuridad es producida por nuestra ignorancia de los hechos a los que se hace referencia y a su cesación, siendo que como tales solían ocurrir, pero ahora ya no tienen lugar. ¿y por qué no ocurren ahora? Porque, mirad ahora, la causa de la oscuridad también ha producido en nosotros otra pregunta: esto es, ¿por qué ocurrieron entonces, y ahora no lo hacen más?… Bien, ¿qué fue lo que pasó entonces? Quien quiera que era bautizado hablaba inmediatamente en lenguas y no solo con lenguas, sino que muchos también profetizaban, y algunos hacían muchas obras maravillosas… pero más abundante que ninguna otra cosa era el don de lenguas entre ellos.» Juan Crisóstomo, Homilía sobre las Epístolas de Pablo a los Corintios, Homilía 19.1

Crisóstomo, lo que presenta es la duda de porqué no siguen sucediendo entre ellos esos dones, una duda que deja sin responder. Pero que es respondida por los líderes de otras congregaciones anteriores, contemporáneos o posteriores suyos; y eso lo veremos a continuación. La inmensa mayoría de estas citas las extraje de fuentes primarias, hay muchas más, pero no por más extenso sería más claro el panorama. Estas citas son suficientemente claras para obtener el consensus de la Patrística, de que los dones o carismas, manifestaciones, y señales del Espíritu estaban vigentes y operativas en la Iglesia mucho después de la muerte de los apóstoles y de completado el canon sagrado.

DIDACHÉ, 80-100 d.C.: “Sin embargo, no todo el que habla en el Espíritu es un profeta, sino sólo el que tiene las costumbres del Señor. Por sus costumbres, pues, será reconocido el profeta falso y el profeta verdadero” [Didaché 11:6 – Todo el Capítulo 11 habla de cómo deben operar los profetas verdaderos en las iglesias para ser distinguidos de los falsos]

IGNACIO DE ANTIOQUÍA, 40?-117 d.C “Por esto estás hecho de carne y espíritu, para que puedas desempeñar bien las cosas que aparecen ante tus ojos; y en cuanto a las cosas invisibles, ruega que te sean reveladas, para que no carezcas de nada, sino que puedas abundar en todo don espiritual.” [Carta a Policarpo 2.2]

PASTOR DE HERMAS 140 d.C. “así pondrás a prueba al profeta y al falso profeta, Por medio de su vida pon a prueba al hombre que tiene el Espíritu divino. En primer lugar, el que tiene el Espíritu divino, que es de arriba, es manso y tranquilo y humilde, y se abstiene de toda maldad y vano deseo de este mundo presente, y se considera inferior a todos los hombres, y no da respuesta a ningún hombre cuando inquiere de él, ni habla en secreto porque tampoco habla el Espíritu Santo cuando un hombre quiere que lo haga, sino que este hombre habla cuando Dios quiere que lo haga. Así pues, cuando el hombre que tiene el Espíritu divino acude a una asamblea de hombres justos, que tienen fe en el Espíritu divino, y se hace intercesión a Dios en favor de la congregación de estos hombres, entonces el ángel del espíritu profético que está con el hombre llena al hombre, y éste, siendo lleno del Espíritu Santo, habla a la multitud, según quiere el Señor. De esta manera, pues, el Espíritu de la deidad será manifestado. Ésta, por tanto, es la grandeza del poder que corresponde al Espíritu de la divinidad que es del Señor”. [Pastor de Hermas. Mandamientos 11]

CUADRATO, de los Padres Apologistas Griegos, Obispo de Atenas, 130 d.C. “Entre los que por este tiempo eran famosos, estaba también Cuadrato, del cual refiere una tradición que sobresalía en el carisma profético, como las hijas de Felipe” [Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica III.37.1]

  • “Quadrato, discípulo de los Apóstoles, sucedió a Publio, obispo de Atenas,… Quadrato entrega al Emperador un libro escrito en favor de nuestra religión, muy útil, a base de fe y razón, digno de la doctrina de los Apóstoles; en ese libro, mostrando su edad avanzada, dice haber visto numerosos desgraciados, bajo el peso de diversas calamidades, ser sanados y resucitados por el Señor”. [San Jerónimo – de su libro: De Viris Illustribus (Sobre los Hombres Ilustres) Capítulo 19]

MELITÓN DE ASIA, obispo de Sardes. 177 d.C. «Melitón de Asia, obispo de Sardes, escribió y ofreció al emperador M. Antonino Vero, que había sido discípulo del orador Frontón, un libro en favor del dogma cristiano.[…] Tertuliano alaba su ingenio elegante y oratorio […] indicando que muchos de los nuestros lo tenían por profeta». [San Jerónimo – de su libro: De Viris Illustribus (Sobre los Hombres Ilustres, 392 d.C.) Capítulo 24] Confirmando la llenura del Espíritu que manifestaba su vida, Polycrates, obispo de Efeso (Vivió durante el mandato del Emperador Severo), dice de él: «¿Qué necesidad hay de recordar los nombres del obispo y mártir Sagaris, enterrado en Laodicea; y el del bienaventurado Papirio, y el del eunuco Melitón, que siempre ha servido al Señor en el Espíritu Santo y cuyo cuerpo, enterrado en Sardis, espera la resurrección, cuando venga el Señor.”

APOLLONIO, Escribió como se debía distinguir a un falso profeta de uno verdadero: “Apollonio, uno de los hombres mejor dotado para la disertación, también escribió contra Montano, Prisca y Maximilla […] a propósito de Prisca y Maximilla dice: «Si pretenden no haber recibido regalos, que confiesen que no son profetas los que los reciben, y yo lo probaré mediante mil testigos. Otros frutos hacen reconocer a un profeta. Dime: ¿Se peina artificiosamente un profeta? ¿Se disfraza y compone los ojos? ¿Es portador de perlas y vestidos recargados? ¿Juega a las damas, a las fichas y a los dados un profeta? ¿Recibe dinero un profeta? Que respondan si todo esto es permitido o no.” [San Jerónimo – de su libro: De Viris Illustribus (Sobre los Hombres Ilustres) Capítulo 40]

IRENEO, OBISPO DE LYON (130-202 d.C.) “También nosotros hemos oído a muchos hermanos en la Iglesia, que tienen el don de la profecía, y que hablan en todas las lenguas por el Espíritu, haciendo público lo que está escondido en los hombres y manifestando los misterios de Dios, a quienes el Apóstol llama espirituales: éstos son espirituales, porque participan del Espíritu”  [Ireneo de Lyon: Adversas Haereses – Libro V 6.1]

  • «Por eso sus discípulos verdaderos en su nombre hacen tantas obras en favor de los seres humanos, según la gracia que de él han recibido. Unos real y verdaderamente expulsan a los demonios, de modo que los mismos librados de los malos espíritus aceptan la fe y entran en la Iglesia; otros conocen lo que ha de pasar, y reciben visiones y palabras proféticas; otros curan las enfermedades por la imposición de las manos y devuelven la salud; y, como arriba hemos dicho, algunos muertos han resucitado y vivido entre nosotros por varios años.» [Ireneo de Lyon – Adversas Haereses – Libro II 32.3,4,5]

 

  • “… porque saben que los seres humanos no reciben de Marco (maestro gnóstico) el don de la profecía, sino que Dios concede esta gracia desde lo alto a quienes él quiere; y quienes reciben de Dios este don, hablan donde y cuando Dios quiere, no cuando Marcos ordena. Aquel que manda es más grande y soberano que quien le está subordinado; pues lo primero es propio de quien tiene el gobierno, y lo segundo del que le está sujeto.” [Ireneo de Lyon – Contra los Herejes – Libro I. 13,3 – 13,4)]

TERTULIANO, 160-240 d.C.  “Mas, ¿quién os arrebataría a esos enemigos ocultos que por doquier y siempre devastan vuestros espíritus y vuestra salud, o sea, esos demonios que nosotros arrojamos de vuestros cuerpos sin pedir recompensa ni salario? Nos hubiera bastado, en venganza, abandonaros a esos espíritus inmundos como a bien sin dueño.” [TERTULIANO El Apologético – XXXVII]

  • “Que Marción exhiba, pues, como dones de su dios, algunos profetas, que no hayan hablado por sentido humano, sino con el Espíritu de Dios, que hayan predicho cosas que van de ocurrir y hayan puesto de manifiesto los secretos del corazón; que él produzca un salmo, una visión, una oración -solo que sea por el Espíritu, en un éxtasis, esto es, en un rapto, toda vez que le haya ocurrido una interpretación de lenguas; que él me muestre también, que cualquier mujer de lengua jactanciosa en su comunidad haya profetizado alguna vez de entre aquellas hermanas especialmente santas que él tiene. Ahora, todas estas señales (de dones espirituales) se están manifestando de mi lado sin ninguna dificultad, y concuerdan, también, con las reglas, y las dispensaciones y las instrucciones del Creador.” [Tertuliano, Contra Marción 5:8]

JUSTINO MÁRTIR, 114-165 d.C “Entre nosotros, aun hasta el presente, se dan los carismas proféticos. Por donde hasta vosotros tenéis que daros cuenta de que los que en otros tiempos se daban en vuestro pueblo han pasado a nosotros” [Justino Mártir, diálogo con Trifón 82].

  • “Ahora, es posible ver entre nosotros mujeres y hombres que poseen dones del Espíritu de Dios” [Justino Mártir diálogo con Trifón, 88.1].

TACIANO, 110-172 d.C “Pero el Espíritu de Dios no está con todos, sino que, asumiendo su morada con aquellos que viven justamente, y combinándose íntimamente con el alma, anuncia cosas ocultas a otras almas mediante profecías” [Taciano Discurso a los Griegos 13]

ORÍGENES, 185-255 d.C. “Y es así que, sin obrar milagros y portentos, no hubieran movido a sus oyentes a abandonar, por nuevas doctrinas y dogmas nuevos, su religión tradicional y abrazar las enseñanzas de ellos aun con peligro de la vida. Y todavía se conservan entre los cristianos huellas de aquel Espíritu Santo que fue visto en figura de paloma. Ellos expulsan demonios, realizan muchas curaciones y, según la voluntad del Legos, tienen algunas visiones sobre lo futuro. Y, siquiera se burle Celso, o el judío que introduce, sobre lo voy a decir, no dejaré de decirlo, y es que muchos han venido al cristianismo como contra su voluntad, pues cierto espíritu, apareciéndoseles en sueños o despiertos, mudó súbitamente su mente y, de odiar al Logos, pasaron a morir por El. De muchos de estos casos hemos sido testigos; sin embargo, de ponerlos por escrito, daríamos que reír a carcajadas a los incrédulos, los cuales, como suponen que otros se inventan todo eso, así creerían que nos lo inventamos también nosotros. Pero testigo es Dios de nuestra conciencia que no quiere recomendar la enseñanza divina de Jesús por mentirosas narraciones, sino por múltiple evidencia.”  [Orígenes Contra Celso, 1.46]

CIPRIANO, OBISPO DE CÁRTAGO, 200-258 d.C. «Pero, como vemos que se acerca el día de una nueva persecución y que se nos advierte con continuas señales que estemos armados y preparados para la lucha que nos prepara el enemigo […]  Pues hay que obedecer, en efecto, las señales y las advertencias […] nos ha parecido bien -por inspiración del Espíritu Santo y después de habernos advertido el Señor en varias y claras visiones, que se nos anuncia y se nos manifiesta que el enemigo está inminente […] que se acerca el día de la lucha, que muy pronto se alzará contra nosotros el enemigo violento, que viene una batalla, no como la pasada sino mucho más grave y violenta, que así nos lo ha dado a conocer Dios diversas veces y que hemos recibido sobre eso frecuentes advertencias de la providencia y misericordia del Señor». [Cipriano, Carta 57 a Cornelio – En esta carta Cipriano y 40 obispos más anuncian que Dios les ha revelado por visiones que se avecinaba una persecución mas violenta que la anterior, la cual efectivamente sucedió]

NOVACIANO, 270 d.C.: “armados y fortalecidos por el mismo Espíritu, teniendo en sí mismos los dones que este mismo Espíritu distribuye, y otorga a la Iglesia, la Esposa de Cristo, como sus ornamentos. Él es quien coloca profetas en la Iglesia, instruye maestros, dirige lenguas, da poderes y sanidades, hace obras maravillosas, ofrece discernimientos de espíritus, concede poderes de gobierno, sugiere consejos, y ordena y arregla cualesquiera otros dones de charismata que haya. Y así perfecciona y completa en todo a la Iglesia del Señor en todas partes”.  [Novaciano, Tratado sobre la trinidad, 29].

HILARIO DE POITIERS (300-367 d.C.) “Porque el don del Espíritu se manifiesta, allí donde la sabiduría habla y son oídas las palabras de vida, y allí donde es el conocimiento que viene del discernimiento dado por Dios, por el don de sanidades, para que por la curación de las enfermedades podamos dar testimonio de su gracia que concedió estas cosas; o por el hacer milagros, para que lo que hacemos pueda ser entendido como que es del poder de Dios, o por profecía, para que a través de nuestra comprensión de la doctrina podamos ser conocidos como enseñados por Dios; o por el discernimiento de espíritus, para que no seamos incapaces de decir si alguien habla con un espíritu santo o pervertido, o por géneros de lenguas, para que el hablar en lenguas pueda ser otorgado como una señal del don del Espíritu Santo; o por la interpretación de lenguas, para que la fe de aquellos que oyen no sea puesta en peligro a través de la ignorancia, dado que el intérprete de una lengua explica la lengua a aquellos que son ignorantes de ella. Así en todas estas cosas distribuidas a cada uno para provecho haya al mismo tiempo la manifestación del Espíritu, siendo evidente el don del Espíritu a través de estas ventajas maravillosas concedidas sobre cada uno”.   [Hilario de Poitiers, Sobre Mateo, 8.30]

AGUSTÍN DE HIPONA “De dónde nacen las visiones: “Procede del espíritu cuando, estando completamente sano y fuerte el cuerpo, los hombres son arrebatados en éxtasis, ya sea que al mismo tiempo vean los cuerpos por medio de los sentidos corporales y por el espíritu ciertas semejanzas de los cuerpos que no se distinguen de los cuerpos, o ya pierdan por completo el sentido corporal y, sin percibir por él absolutamente nada, se encuentren transportados por aquella visión espiritual en el mundo de las semejanzas de los cuerpos. Mas cuando el espíritu maligno arrebata al espíritu del hombre en estas visiones, engendra demoníacos o posesos, o falsos profetas. Si, por el contrario, obra en esto el ángel bueno, los fieles hablan ocultos misterios, y si además les comunica inteligencia, hace de ellos verdaderos profetas; o si, por algún tiempo, les manifiesta lo que conviene que ellos digan, los hace expositores y videntes.” [Agustín de Hipona, Del Génesis a la letra. Libro XII. 19.41]

  • “Debemos creer que tal fue aquel famoso monje Juan, a quien el emperador Teodosio el Grande consultó sobre el éxito de la guerra civil, porque tenía realmente el don de profecía. Ni puedo poner en duda de que a cada uno pueda distribuirse la totalidad de los dones, como tampoco que uno solo pueda tener muchos.» [Agustín, La Devastación de Roma. VI. 7. BAC]

 

  • Sobre Ambrosio de Milán “Tuvo lugar en Milán, estando yo allí, el milagro de la curación de un ciego, que pudo llegar al conocimiento de muchos por ser la ciudad tan grande, corte del emperador, y por haber tenido como testigo un inmenso gentío que se agolpaba ante los cuerpos de los mártires Gervasio y Protasio. Estaban ocultos estos cuerpos y casi ignorados; fueron descubiertos al serle revelado en sueños al obispo Ambrosio. Allí vio la luz aquel ciego, disipadas las anteriores tinieblas”   [Agustín de Hipona LA CIUDAD DE DIOS LIBRO XXII – CONTRA PAGANOS CAPÍTULO VIII]

 

  • «¿Qué he de hacer? Urge la promesa de terminar la obra y no puedo consignar aquí cuanto sé. Y, sin duda, la mayoría de los maestros, al leer esto, se lamentarán haya pasado en silencio tantos milagros que conocen como yo. Les ruego tengan a bien disculparme y piensen qué tarea tan larga exige lo que al presente me fuerza a silenciar la necesidad de la obra emprendida. Si quisiera reseñar, pasando por alto otros, los milagros solamente que por intercesión del gloriosísimo mártir Esteban han tenido lugar en esta colonia de Cálama, y lo mismo en la nuestra, habría que escribir varios libros. Y aun así no podrían recogerse todos, sino sólo los que se encuentran en los folletos que se recitan al pueblo. He querido recordar los anteriores al ver que se repetían también en nuestro tiempo maravillas del poder divino semejantes a las de los tiempos antiguos, y que no debían ellas desaparecer sin llegar a conocimiento de muchos. No hace dos años aún que está en Hipona Regia la capilla de este mártir, y sin contar las relaciones de las muchas maravillas que se han realizado y que tengo por bien ciertas, de sólo las que han sido dadas a conocer al escribir esto llegan casi a setenta. Y en Cálama, donde la capilla existió antes, tienen lugar con más frecuencia, y se cuentan en cantidad inmensamente superior» [Agustín de Hipona LA CIUDAD DE DIOS LIBRO XXII – CONTRA PAGANOS CAPÍTULO VIII. 20]

CIRILO DE JERUSALÉN, 315-386 d.C. «Porque Él emplea la lengua de un hombre para sabiduría; el alma de otro Él ilumina por profecía, a otro le da poder de echar fuera demonios, a otro le da interpretar las Escrituras divinas. Él fortalece el dominio propio de un hombre; Él enseña a otro la manera de dar limosnas; a otro enseña a ayunar y disciplinarse ; a otro enseña a despreciar las cosas del cuerpo; a otro prepara para el martirio; diversos en diferentes hombres, pero no diversos de Él, como está escrito.» [Cirilo de Jerusalén, Lecciones catequetícas , 16.12].

Con estos testimonios de tan variados Padres Apostólicos, Padres Apologistas Griegos, Padres y Obispos de la Iglesia griegos y latinos, creemos que el panorama es bien claro; hay un unanimis consensus Patrum que nos permite afirmar enfáticamente como Agustín «Todavía hoy se realizan milagros en su nombre… Se realizan todavía hoy muchos prodigios; los realiza el mismo Dios a través de quienes le place y como le place, lo mismo que realizó los que tenemos escritos.» [LA CIUDAD DE DIOS LIBRO XXII – CONTRA PAGANOS CAPÍTULO VIII]

Artículo y recopilación de textos: Gabriel Edgardo LLugdar – para Diarios de Avivamientos – Serie Patrística – 2018

 

 

La elección de la Iglesia – Elección condicional

Eleccion de la Iglesia - Eleccion condicional - Doctrinas arminianas - Arminio y Arminianismo

En el capítulo anterior observamos el propósito fundamental de Dios en la elección de Israel: traer al Salvador al mundo. La misión de Jesucristo se expresa con claridad en el cuarto evangelio: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” (Juan 3.17). Dios no solamente escogió a su Hijo para salvar a la humanidad, y a la nación de Israel para traerlo al mundo, Dios escogió también un pueblo para sí. Todos los que están en su Hijo, Jesucristo, forman parte de ese pueblo. La elección es incondicional en lo que se refiere al pueblo de Dios, pero condicional en lo que se refiere a las personas que son incluidas en ese pueblo. Esto significa que, aunque Dios haya decidido en la eternidad que todas las personas que estuvieran en Cristo formarían parte del pueblo predestinado a la salvación, sin embargo, Él no escogió qué personas individualmente formarían parte de ese pueblo.

El pueblo escogido por Dios es la Iglesia [*] -el “cuerpo de Cristo” (Efesios 4.12). Pablo escribe a los colosenses: “Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia” (Colosenses 1,18). La relación entre Cristo y su Iglesia se asemeja a la unión entre la cabeza y el resto del cuerpo humano. Cristo, el elegido, es la cabeza; la Iglesia, su cuerpo, es elegida en Él (Efesios 1,4 “según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él”).
[*] El uso de Iglesia aquí, como la comunidad de todos los que ya fueron, los que están siendo, y los que aún serán salvos por Jesucristo -la Iglesia Universal (Católica)-, no pretende suplantar el sentido local del término aplicado a las diversas las congregaciones cristianas en el Nuevo Testamento.

A semejanza de Israel, la elección de la Iglesia también es corporativa. El apóstol Pedro, en evidente analogía con la nación escogida, Israel, expresa esa verdad:

1Pedro 2:9-10 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.

La comparación petrina entre Israel y la Iglesia permite -o, quizás, exija- un desdoblamiento mayor. En Abraham Dios escogió a sus descendientes para la formación del Israel étnico, a fin de traer al Mesías al mundo; en Jesucristo, Dios escogió a los creyentes – nacidos del Espíritu – para la formación de su Israel espiritual -la Iglesia predestinada a la gloria eterna.
Mientras el nacimiento físico garantiza la inclusión de los descendientes de Abraham en la nación elegida, el nuevo nacimiento garantiza la inclusión de los individuos en el cuerpo del elegido, Jesucristo. Al igual que Israel, la Iglesia también es elegida para el servicio. Pedro destaca uno de sus propósitos fundamentales: “para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (v.9).
Mueller, comentando estos versículos, dice: “Los versos 9-10 presentan una descripción de la ‘identidad corporativa’ de los cristianos; aquí ellos son vistos como grupo, como colectividad, como comunidad y cuerpo de Jesucristo”. [MUELLER, Ênio R. 1ª Pedro: introdução e comentário. São Paulo: Vida Nova, 1988].

Pocas líneas antes, Pedro había mencionado a Jesús como el individuo elegido -“piedra viva […] escogida y preciosa” (v 4)- y los creyentes como “piedras vivas” (v.5). Así, el lenguaje del apóstol en los versos 4-10 es fuertemente corporativo.

La elección corporativa de la Iglesia no es presentada exclusivamente por Pedro. Es un concepto firmemente establecido por los escritores del Nuevo Testamento. El apóstol Juan inicia así su segunda carta: “El presbítero [anciano] a la señora elegida [eklektos kuria] y a sus hijos” (2ª Juan 1). Y termina, diciendo: “Los hijos de tu hermana, la elegida, te saludan” (v. 13). A pesar de las muchas especulaciones sobre la identidad de la “señora elegida”, [Las principales sugerencias fueron: 1) Electa, siendo “señora” (gr. Kuria) un trato cariñoso; 2) Kyria (como nombre: Ciria), a quien Juan llamaba “escogida” (eklekte); 3) María, la madre del Señor (Juan 19:27); 4) Marta (arameo para “señora”)].

John Stott comenta con lucidez:

Es más probable, sin embargo, que la frase signifique una personificación, y no una persona -no de la iglesia en general, sino de alguna iglesia local sobre la cual la jurisdicción del presbítero era reconocida, siendo sus hijos (v.1, cf. versos 4 y 13) los miembros individuales de la iglesia. [STOTT, John R. I, II e III João: introdução e comentário. São Paulo: Vida Nova, p. 172-3]

Sobre el versículo 13, él dice: “La epístola termina con un mensaje de salutaciones por parte de los hijos de tu hermana la elegida, es decir, de los miembros de su congregación hermana, la iglesia desde donde Juan está escribiendo”. Boice nos recuerda que “un saludo similar de ‘a nuestra co-elegida en Babilonia’ (también un final en singular y en femenino) ocurre apenas pocas páginas antes, en el Nuevo Testamento, en 1ª Pedro 5:13”. [BOICE, James Montgomery. As epístolas de João, CPAD, p. 193]

La descripción joanina de las congregaciones locales como “señora elegida” (v.1) y “tu hermana la elegida” (v. 13) reflejan el aspecto corporativo de la elección. Tenga en cuenta que la comunidad es descrita como elegida. Los miembros no son descritos individualmente de esta forma. Son elegidos por formar parte de la comunidad elegida. Ignacio de Antioquía -martirizado en Roma alrededor de 110 d.C.- también consideraba a la comunidad como pueblo elegido, objeto de la predestinación divina a la gloria. En su carta a los Efesios, él dice en la introducción:

Ignacio, llamado también Teóforo, a la (iglesia) que ha sido bendecida en abundancia por la plenitud de Dios el Padre, que había sido preordenada desde antes de los siglos para una gloria permanente e inmutable, unida y elegida en una verdadera pasión, por la voluntad del Padre y de Jesucristo nuestro Dios. [ROPERO, Alfonso. Lo Mejor de los Padres Apostólicos, (p. 169). Véase también su salutación a los trallanos “[…] a la santa iglesia que está en Tralles de Asia, elegida y digna de Dios […]” (p. 189). Es interesante que cuando su carta es personal, como la que escribió a Policarpo, Ignacio no se refiere a su destinatario como elegido o predestinado [preordenado] (p. 221)]

El teólogo reformado Herman Ridderbos, después de mencionar Efesios 1.5, Romanos 8.29 y Efesios 1.11, concluye: “En todos estos pasajes queda evidente que la iglesia era el objeto de la predestinación y del consejo de Dios, por el hecho de pertenecer a Cristo”. [RIDDERBOS, Herman. Â teologia do apóstolo Paulo: a obra clássica sobre o pensamento do apóstolo dos gentios. 2. ed. São Paulo: Cultura Cristã, 2013, p. 390]. Ridderbos tendría aquí una gran oportunidad de defender la predestinación de individuos para la salvación, y en Efesios 1.11, específicamente, también para la perdición. Pero él no lo hace. Por el contrario, él afirma que Pablo tiene en vista en estos pasajes el cuerpo elegido de Cristo, la Iglesia. [Es verdad que más adelante Ridderbos dice que Pablo, en Efesios 1.11, tiene en vista “la iglesia como habiendo sido predestinada para la gloria futura”, pero prosigue diciendo que todo lo que se dice en ese pasaje sobre el propósito divino en relación a la iglesia “se encuentra dentro del contexto mayor del consejo de Dios, el Creador y Consumador de todas las cosas” (ibíd.). Sin embargo, permanece el hecho de que Ridderbos concuerda que la predestinación mencionada en Efesios 1, 5, 11 y en Romanos 8.29 tiene como objeto la Iglesia].

Ridderbos prosigue hablando de la elección corporativa de la Iglesia en Cristo:

Todo esto encuentra una expresión aún más repleta de significado en que Dios, ‘antes de la fundación del mundo’, escogió la iglesia para sí en Cristo (Efesios 1:4). Aquí, se trata, una vez más, como siempre sucede con la elección, no sólo de un decreto de Dios que sólo viene a ser ejecutado más tarde, sino de la verdadera apropiación de la iglesia para sí antes de la fundación del mundo. En las palabras ‘en Cristo’ se ve cómo eso es posible, y cómo se debe entender esa expresión. En este pasaje, Pablo también habla de la inclusión de la iglesia en Cristo. En su carácter presente, a pesar de estar todavía en la tierra, ella recibió en Cristo un lugar en el cielo (Efesios 2.6) y, de ese modo participa en Cristo de las bendiciones celestiales (Efesios 1.3) de modo que -Pablo hace esa conexión expresamente- ella ya fue unida con el Cristo preexistente y así, en él fue escogida por Dios. Pablo determina que esta preexistencia es el origen de la inclusión de la iglesia en Cristo y de su existencia corporativa en él. Así como su vida está escondida en Dios con el Exaltado (Colosenses 3.3), también su elección en él antes de la fundación del mundo. Incluso en ese momento se puede hablar de la iglesia estando en Cristo y, de ese modo, de su elección en aquel que Dios propuso según el beneplácito de su voluntad, en efecto, en aquel que puede ser referido como ‘destinado por Dios antes de la fundación del mundo’ (1ª Pedro 1.20)”. [Ibíd.]

El propio Calvino reconoció el carácter corporativo de la elección. En sus Institutos [IV 1.2], él dice: “De modo que los elegidos de Dios están unidos en Cristo que, así como dependen todos de una única Cabeza, del mismo modo constituyen un solo cuerpo, unidos por ligaduras semejantes a las que hay en los miembros del cuerpo humano”. Pero la definición de “predestinación” ofrecida por Calvino [III.21.5] excluye cualquier condición para la elección de individuos, sometiendo así la elección corporativa a la elección personal e incondicional.

No es inusual que escritores calvinistas critiquen la elección corporativa según es defendida por la teología arminiana. Aunque la mayoría de los teólogos reconocen el carácter corporativo de la elección, no todos los teólogos calvinistas están dispuestos a admitirlo. Y aun aquellos que lo admiten, no están dispuestos a reconocer su aspecto primario, como el propio Calvino dejó de reconocer. Algunos opositores acusan la perspectiva arminiana de ser inconsistente. Alegando que la elección corporativa presupone elección individual, de lo contrario, sería una mera elección de un grupo abstracto, cuyos miembros serán complementados posteriormente sin ningún control de parte de Dios.

Pero una analogía entre la Iglesia y la nación de Israel es suficiente para refutar esa objeción. Dios escogió a Abraham para ser la cabeza corporativa de la nación. Dios le dijo: “Y haré de ti una nación grande” (Génesis 12.2). Es interesante que Dios escogiera al grupo antes de que sus miembros fuesen completados. En verdad, Dios escogió a la nación antes de haber nación. Si la elección del cuerpo corporativo de Cristo -el elegido-, antes de que sus miembros sean completados, hace de la elección de la Iglesia una mera elección de un grupo abstracto, la elección divina de Israel también debe ser considerada así.

El apóstol Pablo demuestra a los cristianos efesios el carácter corporativo de la elección, que se da únicamente en asociación con el cuerpo elegido, del cual Cristo es la cabeza:

Efesios 1:3-5 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad.

Robert Shank hace mención a diversos exegetas acerca de Efesios 1.3-5:

La naturaleza corporativa de la elección ha sido observada por muchos. En el comentario de Efesios 1.4, citado anteriormente, Lightfoot escribe, ‘La elección de Cristo implica implícitamente la elección de la iglesia’. Westcott comenta sobre Efesios 1.4, ‘Él nos escogió (a los cristianos como un cuerpo, v. 3) para sí mismo fuera del mundo’. Bloomfield comenta sobre Efesios 1.5, ‘… el apóstol no hace aquí referencia alguna a la elección personal de individuos…’ Lange comenta sobre Efesios 1.3: ‘[…] ‘nosotros’ debe ser entendido en su significado más amplio […] y no debe ser limitado al apóstol […] ni a los cristianos judíos, sino que se aplica a Su pueblo, todos los hombres, los cuales ya se han convertido o se convertirán en cristianos.
[…]
Obviamente, el organismo corporativo de elegidos está comprendido por individuos. Pero la elección es primariamente corporativa, y secundariamente particular. La tesis de que la elección es corporativa, según Pablo entendía y visualizaba en la doxología efesia, es fundamentada en todo el contexto de su epístola: Reunir en Cristo todas las cosas … Redención de aquellos que pertenecen a Dios … Su herencia en los santos … La Iglesia, que es su cuerpo … El cual de ambos hizo uno … Crear en sí mismo, de los dos, un nuevo hombre … Reconciliar con Dios a los dos en un cuerpo … La familia de Dios … Todo el edificio bien ajustado … Un santuario santo … Juntamente edificados, para convertirse en morada de Dios … Del mismo cuerpo … Misterio que [ahora revelado], la Iglesia [como cumplimiento del] eterno plan que Él realizó en Cristo Jesús, nuestro Señor … Del cual recibe nombre toda la familia en los cielos y en la tierra … Gloria en la Iglesia por Cristo Jesús, por todas las generaciones … Un solo cuerpo … El cuerpo de Cristo … Todo el cuerpo, ajustado y unido … Crecimiento del cuerpo … Somos miembros de un mismo cuerpo … Cristo es la cabeza de la Iglesia … Cuerpo, del cual Él es el Salvador … Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella … para santificarla, habiéndola purificada por el lavado del agua mediante la palabra y presentarla a sí misma como Iglesia gloriosa … Los dos se convertirán en una sola carne … Me refiero a Cristo y la Iglesia.    [SHANK, Robert. Elegidos en el Hijo]

Howard Marshall dice sobre el versículo 4:

[…] nada se dice aquí sobre individuos, pero Pablo simplemente dice que Dios eligió tener un pueblo santo, consistente en hijos adoptivos. La explicación para que el autor haya afirmado que Dios ‘nos’ escogió es que él estaría hablando desde el punto de vista de los que experimentaron la gracia y la adopción, es decir, de las personas en las cuales el plan divino se realizó. [MARSHALL, I. Howard. Teologia do Novo Testamento: diversos testemunhos, um só evangelho. São Paulo: Vida Nova, p. 331].

“[…] según nos escogió en él antes de la fundación del mundo […]” Es significativo que el apóstol haya usado la preposición griega en (en), y no eis (para) – “en él” y no “para él”- en este versículo. No se trata de la elección de individuos para estar en Cristo, sino de la elección de un cuerpo colectivo en Cristo. Que Pablo tenía en mente la elección corporativa de la Iglesia en Cristo es evidente, ya que “el foco de Efesios es el misterio de la iglesia” [Biblia de Estudio de Ginebra, op. c., p. 1399]. En el capítulo 3, el apóstol de los gentiles revela el misterio mencionado anteriormente en 1:9 – “que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio” (3:6). El tema de la unión entre judíos y gentiles en un solo cuerpo en Cristo también se desarrolla en 2:11-22. Buena parte de la carta a los Efesios está dedicada a este tema.

El preanuncio que Pablo hace del “misterio” de 3:3-6 en 1:9 se presenta como un fuerte indicativo de que, al usar el pronombre “nos” en el capítulo primero (vs. 4, 5, 6, 9), así como el verbo en la primera persona del plural (“tenemos”, v.7), él tenía en mente el cuerpo de Cristo como un todo.

En el texto griego la Iglesia (ekklesia) es mencionada nueve veces en Efesios (1:22; 3:10, 21; 5:23, 24, 25, 27, 29, 32). Y diferentes metáforas se utilizan para referirse a ella: 1.- biológica (cuerpo de Cristo: 1:22-23; 2:16; 4:4, 12, 16; 5:23, 30); 2.- de la arquitectura (el templo santo: 2:20-22; 4:12, 16); 3.- social (la novia: 5:21-23). Esto fortalece la idea de que la prioridad de Pablo está en el aspecto corporativo, y no individual.
Pero, ¿será que el mismo Señor Jesús tiene algo que hablar sobre la elección corporativa de un pueblo? Yo pienso que sí. Mateo es el único evangelio en el que se usa la palabra ekklesia. En él, el Señor habla de la Iglesia como comunidad mesiánica sobre la cual las “puertas del hades” (gr. púle hades) no tendrán éxito:

Mat 16:13-18 Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.

La respuesta de Pedro a la pregunta de Jesús a los Doce (“Y vosotros”, v.15) revela correctamente su identidad mesiánica: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v.16). La afirmación de Jesús testimonia que ese conocimiento no podría originarse en un ser mortal (“carne ni sangre”, v.17), sino en el mismo Dios Padre. A través de un juego de palabras, Jesús “aclaró que la fe por él expresada era la roca sobre la cual Él edificaría su iglesia, la iglesia del Dios vivo, que los poderes de la muerte jamás podrían derrotar”. [TASKER, R. V. Mateus: introdução e comentário. São Paulo: Vida Nova, p.126] [Esta interpretación tiene el apoyo de Agustín. Algunos, sin embargo, han sugerido que la “piedra” es el mismo Jesucristo. Apelan para la distinción griega entre petros (masculino) y petra (femenina), argumentando que el femenino petra no podría servir como nombre masculino. Argumentan también que petros significa solamente “piedra”, mientras que petra significa “roca”. Toda esta distinción pierde la fuerza cuando se recurre a la base aramea. Jesús, en realidad, dijo: “Tú eres Kêpâ, y sobre esta kêpâ edificaré mi iglesia”. Ninguna diferencia lingüística entre “Pedro” y “piedra” existió en el discurso original de Jesús]. 

La concepción de Jesús sobre la Iglesia es inequívoca: se trata de la comunidad mesiánica, formada por aquellos que, a semejanza de Pedro, confiesan a Jesucristo como el Hijo de Dios. El obispo J. C. Ryle (1816-1900) comenta este pasaje en sus Meditaciones sobre el evangelio de Mateo:

[…] tengamos la certeza de haber comprendido lo que nuestro Señor quiere decir, cuando habla de su iglesia. La iglesia que Jesús prometió edificar sobre la roca es la ‘bienaventurada compañía de todos los fieles’. No se trata de la iglesia organizada y visible en cualquier nación, estado o localidad. Por el contrario, la iglesia es un cuerpo, formado por creyentes de todas las épocas, pueblos y lenguas. Ella está compuesta por todos los que fueron lavados en la sangre de Cristo, que fueron revestidos de la justicia de Cristo, renovados por el Espíritu de Cristo, unidos a Cristo por la fe, siendo epístolas vivas de Cristo. Es una iglesia donde todos los miembros son bautizados en el Espíritu Santo, siendo real y verdaderamente santos. Esta iglesia forma un cuerpo. Los que a ella pertenecen están unidos en actitudes y pensamientos, defienden las mismas verdades y creen en las mismas doctrinas básicas de la salvación. La iglesia tiene solamente una Cabeza que es el mismo Señor Jesucristo. “Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia…” (Colosenses 1:18).    [RYLE, J. C. Meditações no Evangelho de Mateus. São José dos Campos, SP: Fiel, 2002, p. 129-130]

Ryle capta la visión que Jesús tenía de su Iglesia: la “bienaventurada compañía de todos los fieles”, es decir, el pueblo del Mesías. Sobre este pueblo, el mismo Mesías dice: “los poderes de la muerte no prevalecerán”. Aunque Jesús se dirige a Pedro, la promesa tiene como objeto el cuerpo:

El cuerpo místico de Cristo jamás perecerá, ni decaerá. Aunque muchas veces perseguida, afligida, asediada y humillada, la iglesia jamás desaparecerá. Ella ha de sobrevivir a la ira de faraones y emperadores romanos. Una iglesia visible como la de Éfeso puede desaparecer, pero la iglesia verdadera nunca muere. Tal como la zarza que Moisés vio, ella puede arder, pero nunca será consumida. Cada uno de sus miembros será llevado con seguridad a la gloria eterna. A pesar de caídas, fracasos y fallas, a pesar del mundo, de la carne y del diablo; ningún miembro de la verdadera iglesia perecerá (Juan 10.28). [Ibíd., P. 130]. [Note que Ryle habla de la seguridad con que cada uno de los miembros del cuerpo será llevado a la gloria eterna. Esto está de acuerdo con la definición de predestinación propuesta en el primer capítulo: el propósito determinado por Dios desde la eternidad para su pueblo. De ahí que “ningún miembro de la verdadera iglesia perecerá”, es decir, todos los que verdaderamente están en Cristo serán conducidos en seguridad al glorioso destino de los santos].

Los apóstoles Pedro, Juan y Pablo mantenían esencial concordancia con Jesús: el propósito divino es salvar a su pueblo. Y los individuos son salvos solamente cuando, en unión con Cristo, se convierten en parte de ese pueblo.

Traducción del Capítulo 4, del libro Elección Condicional – Diarios de Avivamientos – Categoría: Doctrinas arminianas.

La elección de Israel

La elección de Israel como pueblo elegido

Capítulo 3 – Traducción del libro: La Elección Incondicional

Como hemos visto en el capítulo anterior, la elección de Jesús es central en el propósito de Dios para redimir a la humanidad. Pero para que ese propósito fuera consumado,  Dios escogió un pueblo, una nación: Israel. El texto bíblico expresa esta verdad:

Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto. [Deuteronomio 7:6-8]

La elección de Israel por parte de Dios no estaba fundamentada en ningún mérito de la propia nación. Fue su amor y su fidelidad a las promesas hechas a los patriarcas que lo llevó a elegir la nación de Israel. Pero, ¿a qué promesas el texto anterior hace referencia? El capítulo 12 de Génesis responde:

Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. [Génesis 12:1-3]

El corazón de la promesa hecha a Abraham está en la afirmación: “en ti serán benditas todas las familias de la tierra” (v.3). El propósito de Dios al elegir a Abraham para formar una nación separada fue bendecir a todas las familias de la tierra. Pero, ¿cómo Dios cumpliría este propósito a través de Israel? A través del descendiente prometido a Abraham (Génesis 12.7; 15.1-18; 17.1-8). Pero los verdaderos herederos del pacto abrahámico son Cristo, y, consecuentemente, aquellos que están en Él (Israel espiritual). El apóstol, escribiendo a las iglesias de Galacia, dice que Cristo es la Simiente de Abraham, en quien las promesas tienen su cumplimiento: “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.” (Gálatas 3.16; cf. Génesis 22.17-18 “de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz”). Y concluye: “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (Gálatas 3:29).

Es claro que el uso del singular “descendiente/descendencia” (sperma, “semilla”) -cf. Gálatas 3:26- puede ser considerado colectivamente, tanto en griego como en español, así como en hebreo. Sin embargo, el argumento de Pablo es que en algunos pasajes del Antiguo Testamento, “descendiente” se refiere al mayor de los descendientes de Abraham: Jesucristo. Como Guthrie observó: “La gramática servía solamente de apoyo indirecto a una verdad que ya se tornó evidente al apóstol, como siendo la esencia real de la promesa”. [GUTHRIE, Donald. Galatas: introdução e comentário. São Paulo: Vida Nova, 1984, p. 128]

Esta verdad es claramente expresada por Pablo en Antioquía de Pisidia:

Mas Dios le levantó de los muertos. Y él se apareció durante muchos días a los que habían subido juntamente con él de Galilea a Jerusalén, los cuales ahora son sus testigos ante el pueblo. Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres, la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy. Y en cuanto a que le levantó de los muertos para nunca más volver a corrupción, lo dijo así: Os daré las misericordias fieles de David. (Hechos 13:30-34).

En este pasaje, el apóstol muestra que las promesas hechas a Abraham tenían su cumplimiento final en la muerte y resurrección de Jesucristo, con el objetivo de alcanzar “todas las familias de la tierra”, la descendencia espiritual de Abraham, a saber, judíos y gentiles que por la fe en la persona y en la obra de Cristo forman el Nuevo Israel.
Jack Cottrell comenta sobre el propósito de Dios en la elección de Israel:

¿Por qué Dios hizo esto? La respuesta está en el propósito de Dios para el mundo como un todo. El mismo día en que el pecado entró en la raza humana, Dios anunció su plan para enviar un Salvador (Génesis 3.15). Pero antes de que el Salvador pudiera entrar en la historia y realizar su obra, los preparativos necesitaban ser hechos. El elemento clave en el plan era la elección de una sola nación como medio de entrada del Redentor en el mundo. La nación de Israel.
Es extremadamente importante reconocer que la exclusividad de Israel no era un fin en sí mismo. Antes, era un recurso temporal, simplemente un medio para un fin mucho mayor: la primera venida de Cristo.
Este propósito más amplio de la gracia es claramente visto en el primer paso de Dios en relación a hacer del pueblo judío un pueblo separado, a saber, la llamada de Abraham. Dios prometió hacer de Abraham ‘una gran nación’, pero su promesa universal fue ésta: ‘y en ti serán benditas todas las familias de la tierra’ (Génesis 12.3, véase Génesis 26.4). El resto del Antiguo Testamento cuenta sobre el trato de Dios con el pueblo que Él había escogido para realizar su propósito. [COTTRELL, Jack. Ser bom o bastante não é bom o bastante: a maravilhosa graça de Deus. Casa Publicadora Bereana, 2014, p. 100-101]

Una pregunta recurrente es: ¿la elección de Israel asegura la salvación de todos los judíos? Pablo responde: “No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas” (Romanos 9:6) Muchos israelitas murieron bajo el juicio divino en el desierto (1ª Corintios 10:5-12). Coré, Datán y Abirán fueron tragados por el abismo (Números 16:31-33). Nadab y Abiú fueron consumidos por el fuego del Señor (Levítico 10:1-2). Judas Iscariote, el ‘hijo de perdición’ [*], también era descendencia física de Abraham.
[*] La expresión apunta al carácter y destino de Judas. No se trata de un decreto eterno de condenación por parte de Dios. No deja de ser interesante el comentario que un teólogo calvinista hace del pasaje: “A pesar del sabor de predestinación del lenguaje, Judas no se perdió contra su voluntad, sino con su concordancia. Él pudo haber atendido al último llamamiento que Jesús le hizo en aquel gesto de comunión en la mesa del cenáculo, pero decidió, en cambio, entenderse con el gran adversario. Jesús no tiene responsabilidad por la decisión fatal de Judas. Este, como los demás discípulos, había sido dado al Hijo por el Padre, pero la apostasía es una posibilidad solemne incluso entre aquellos confiados a Jesús” [BRUCE, F. F. João: introdução c comentário. São Paulo: Vida Nova, 1987, p.283]. Afirmar que Judas “no se perdió contra su voluntad, sino con su concordancia” no llega a contradecir la teología calvinista, una vez que el lenguaje se encuadra en la perspectiva compatibilista de libre albedrío. Pero afirmar que Judas pudo haber actuado de manera diferente en la mesa del cenáculo es afirmar una visión libertaria del libre albedrío, imposibilitando cualquier conciliación con la teología calvinista.

La relación entre Dios e Israel es tratada por Pablo en Romanos 9-11. Él habla de algunos privilegios específicos de la nación elegida, culminando en la encarnación del Verbo: “que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales según la carne vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén” (Romanos 9.4-5). “Esta adopción de Israel debe ser distinguida de la que se refiere como la cúspide del privilegio del Nuevo Testamento (cf. Romanos 8:15; Gálatas 4:5; Efesios 1:5, cf. Juan 1:12 y 1ª Juan 3:1)” [MURRAY, John. Comentário Bíblico Fiel. Romanos, 2003, p. 367]. Aquí, “adopción” se refiere a la elección que Dios hizo de Israel: “Israel es mi hijo, mi primogénito” (Éxodo 4:22). La “gloria” se refiere a la manifestación sensible de Dios entre los israelitas (Éxodo 24:16-17, 40:34-38; Levítico 16:2; 1ª Reyes 8:10-11, 2ª Crónicas 7:1-2, cf. Ezequiel 1:28) Por lo tanto, no se trata del destino escatológico glorioso que Dios tiene para aquellos que están en Cristo.

Por mayores que fueran los privilegios de Israel, como pueblo por medio del cual Dios traería a Cristo al mundo, la salvación eterna no era -necesariamente- parte de los privilegios. El punto neurálgico de la elección de Israel es demostrar el amor de Dios a toda la humanidad:

Sabemos a partir de la propia Biblia, que el amor especial de Dios para Israel permaneció en el centro del plan de Dios para bendecir al mundo todo (Génesis 12.1-3). El amor especial de Dios para con Israel colocó a la nación como agente escogido por Él, en la mediación de la redención para todas las naciones. [WALLS, Jerry; DONGELL, Joseph. Por que não sou calvinista. 1ª. ed. São Paulo, 2014, p.51]

Traducción del Capítulo 3, del libro Elección Condicional de Thiago Titillo- Diarios de Avivamientos 2018– Continúa en la siguiente publicación-

 

MONASTICISMO: EL SURGIMIENTO DE OTRO MOVIMIENTO CARISMÁTICO

Una de las pruebas para constatar si la Iglesia fue CONTINUISTA o CESACIONISTA durante sus primeros siglos de vida, es testear la mentalidad de los creyentes durante el transcurso de los siglos. Supongamos que alguien alega haber tenido una visión y cuenta dicha experiencia en un grupo de escépticos, lo más lógico es que nadie le tome en serio por razón de esa predisposición o pensamiento generalizado de escepticismo. Pero si la misma persona narra la misma experiencia en un grupo donde las visiones son consideradas factibles, entonces el resultado será totalmente distinto. Más allá de las exageraciones que  podemos encontrar en las actas de los mártires, y en la vida y obra de los grandes hombres y mujeres de la Iglesia primitiva (y medieval temprana); hay un detalle que no se nos puede pasar por alto: la mentalidad de la Iglesia no era escéptica en cuanto a sucesos sobrenaturales o extraordinarios. Nadie consideraba extraño que ocurriesen milagros, sueños, visiones o actividades carismáticas, la mentalidad general de la Iglesia era continuista. Lo que sí sucedió realmente, es que el ámbito de la operación de los dones se fue reduciendo. Si en la época apostólica y durante la persecución romana los dones eran ejercidos por los creyentes en general; con la institucionalización de la Iglesia a partir de Constantino los dones se redujeron a ciertos líderes, y posteriormente, los carismas «abandonaron» los templos organizados y jerarquizados para manifestarse entre grupos marginales o menos estructurados; como por ejemplo entre los primeros monjes.

A continuación, un extracto traducido del libro 2000 Years of Charismatic Christianity

«Los monásticos eran creyentes devotos que se dedicaban a la vida ascética en un esfuerzo por experimentar la presencia y el poder de Dios de una manera muy íntima. La etapa inicial del movimiento fue individualista, con ascetas viviendo como ermitaños. Alrededor de 320 d.C., comenzaron a reunirse en comunidades donde adopta un estilo de vida totalmente autosuficiente. Durante la Edad Media (600-1517 d.C.), estas comunidades -o monasterios, como fueron llamados- se convirtieron en centros de aprendizaje, y los monjes servían como curadores de libros y manuscritos. En total devoción a Dios, se entregaban a los estudios, a la oración y a la meditación. En efecto, han resultado ser focos de luz durante un período de decadencia social intensa, conocida como la Edad Oscura (500-1300 d.C.).

Después de la llegada de Constantino al poder, la mayoría de los fenómenos sobrenaturales son registrados por los monásticos (monjes) o por aquellos que veneraban el estilo de vida monástico. El Cardenal Leon Joseph Suenens está en lo correcto al decir que “en su principio, el monasticismo fue, de hecho, un movimiento carismático” [Leon Joseph Cardinal Suenens. A new Pentecost? Nova York: Seabury, 1975, p. 38]. Los dones milagrosos del Espíritu Santo que desaparecieron de la iglesia institucional aparecían ahora entre los monásticos. Muchos monjes han ganado notoriedad por el poder de su oración y por su habilidad en producir sanidad, liberación de la opresión demoníaca y otros fenómenos milagrosos. Los padres de la Iglesia, que hablaban sobre milagros, como Atanasio, Agustín y Jerónimo, o practicaban la vida monástica o tenían una conexión estrecha con quien la practicaba.

ANTONIO Abad

San Antonio abad

Antonio Abad (251-356 d.C.) es generalmente considerado el padre del monasticismo. Él fue criado en un hogar cristiano rico de Egipto. Después de la muerte de sus padres, cuando tenía 18 años, sentía que Dios le estaba guiando para abandonar todos sus bienes y vivir una vida de devoción absoluta. Después de vender la granja de 300 acres de su padre, se mudó a una cueva en el desierto, y allí dedicaba su tiempo a la oración y a la meditación.
La fama de la santidad y del poder de oración de Antonio se extendió por todo el imperio. Muchos otros, imitándolo, adoptaron el estilo de vida ermitaño. Otros, además, inspirados por su devoción, se organizaron en comunidades monásticas.
La vida de Antonio, escrito por el Obispo Atanasio, está lleno de relatos sobrenaturales. De acuerdo con Atanasio, muchas personas de todo tipo visitaron a Antonio en el desierto buscando su sabiduría y sus oraciones. Dicen que él poseía el don de discernimiento de espíritus y recibía revelaciones sobrenaturales. Sus oraciones traían cura a los enfermos y liberación para los endemoniados. Atanasio habla de una ocasión específica en la que muchos se reunieron a la entrada de la cueva de Antonio tras sus oraciones. Antonio finalmente salió de allí y “por medio de él el Señor sanó las enfermedades corporales de muchos allí, y purificó a otros de espíritus malos” [Athanasius. Life of Antony, vol. 4 of Nicene and Post-Nicene fathers of the Christian Church, p. 200].
Antonio vivió hasta los 105 años. Según Atanasio, él se mantuvo físicamente fuerte hasta el final. Sus ojos mantuvieron el brillo y él no perdió un diente ni siquiera. Antes de su muerte, visitó a otros monjes en el desierto y les informó que aquella sería la última vez que lo verían. Ellos respondieron con lágrimas y abrazos y él, a su vez, les exhortó alegremente a permanecer en su devoción a Dios. Poco después, después de haber indicado qué debían hacer con la distribución de sus pocas pertenencias, encogió sus pies en la cama (como Jacob en Génesis 49.33) y murió con una expresión de alegría en su rostro.

PACOMIO

Pacomio (292-346 d.C.) era un soldado dispensado que probablemente se inspiró en el testimonio de Antonio para vivir durante un tiempo como ermitaño. Un día, cuando estaba sentado en su celda, un ángel le apareció y le dijo: “Ve y trae a ti a los que andan errantes, y habita con ellos, y entregale estas leyes que te dictaré” [Ann Freemantle. Un tesoro de la cristiandad temprana. Nova York: New American Library, 1953, p. 389]. A continuación, Pacomio organizaría el primer monasterio, en el 320 d.C., al este del río Nilo, en Tabennisi. Cada miembro de la comunidad se comprometía a cumplir una tarea, adoptar horarios específicos para la adoración y usar ropas similares a las de sus colegas monjes. Además del tiempo dedicado a la devoción privada, tenían horarios fijos para la adoración común. Un escritor antiguo describió a Pacomio como “un hombre dotado de la gracia apostólica tanto en la enseñanza y en la operación de milagros”. [Jerome & Gennadius. Illustrious men of the Church, vol. 3 of Nicene and Post-Nicene fathers of the Christian Church, p. 387]. En cierta ocasión, él recibió a un visitante de Occidente que hablaba latín, una lengua que Pacomio no conocía. Pero después de tres horas de oración sincera, Pacomio adquirió la habilidad de conversar con el visitante en latín. Se relató que, cuando era necesario, Pacomio lograba comunicarse en varias ocasiones en una lengua que no había aprendido antes. Esto indica que probablemente el don de lenguas era común en las comunidades monásticas.

ATANASIO

Atanasio

Conocido como el padre de la ortodoxia, Atanasio (295-373 d. C.) fue el obispo de Alejandría. Su vida precedió y sucedió al Concilio de Nicea. Su fama se debe más a sus escritos contra el arrianismo. Arrio enseñaba que Cristo era un ser creado, diferente del Padre y menor que él. Esta enseñanza conquistó muchos seguidores en el cuarto siglo. Atanasio, por otro lado, insistió que Cristo era igual, coeterno y consubstancial al Padre. En virtud de esas posiciones, fue exiliado por cinco veces, pero su enseñanza finalmente fue aceptada por la doctrina oficial de la Iglesia. Atanasio estaba obviamente acostumbrado al ministerio sobrenatural del Espíritu Santo. Él escribió el relato de la vida de su amigo Antonio, inmortalizando muchos de sus milagros. Atanasio concluyó su relato de la vida de Antonio diciendo: “No podemos dudar de que tales maravillas hayan sido operadas por un hombre. Porque en la promesa del Salvador él dijo: ‘Si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pasa de aquí para allá, y ha de pasar; y nada os será imposible’.” [Athanasius. Life of Anthony, p. 218].

En la época de Atanasio, el cargo de obispo ya se había rodeado de tantos ornamentos políticos que muchos consideraban la aceptación de esa posición como una manera de dar ocasión al pecado. Sin embargo, Atanasio argumentó contra esa postura en una carta a su amigo Dracóncio, el cual debía elegir entre un estilo de vida monástico comprometido con Dios o el de un obispo, rodeado de facilidades y tentaciones. Atanasio dice a Dracóncio que él puede vivir cualquier tipo de vida devota que su alma desea, aun siendo obispo. Él dice a Dracóncio que conoce a obispos que ayunan y monjes que no, y también obispos que no se casaron y monjes que se casaron y tuvieron hijos. También dice que ‘conocemos obispos que operan maravillas (milagros) y monjes que no’ [Athanasius. Letters of Athanasius, vol. 4 of Nicene and Post-Nicene fathers of the Christian Church, p.560]. El testimonio de Atanasio muestra claramente que él estaba acostumbrado y abierto a los dones milagrosos del Espíritu. Sus escritos revelan que no se sabía nada sobre la teoría de que los dones habían cesado ni que eran reservados a un grupo de pocos santos seleccionados.

HILARIÓN DE GAZA

San Hilarion de Gaza

Hilarión (305-385 d.C.) nació en la ciudad de Gaza, Palestina. Sus padres, paganos, le dieron una buena educación. Se convirtió en un creyente en Jesucristo aún en tierna edad, y desde el principio mostraba una tendencia a la vida ascética. Mientras estaba todavía en su adolescencia, Hilarión supo de la fama de Antonio y lo visitó en su retiro en el desierto. Debido a esta visita, Hilarión se dedicó a una vida de devoción en el desierto de Palestina. Él, así como Antonio, ganó reputación por su santidad y poder de oración. Jerónimo, que lo conoció personalmente, dijo: ‘Yo no tendría tiempo de relatar todos los milagros que fueron operados por él’ [Jerome, The Life of Saint Hilarion, vol. 6 of Nicene and Post-Nicene fathers of the Christian Church, p.309].
En otra ocasión, Hilarión encontró un paralítico acostado cerca de la entrada de su abadía. Él preguntó cuál era el nombre del hombre, y entonces: “[…] llorando mucho y extendiendo su mano al hombre postrado, dijo: ‘Te ordeno, en el nombre del Señor Jesucristo, que te levantes y andes’. Las palabras ni siquiera habían salido de su boca cuando, a una velocidad milagrosa, sus miembros fueron fortalecidos y el hombre levantó y se mantuvo de pie” [Jerome, The Life of Saint Hilarion, vol. 6 of Nicene and Post-Nicene fathers of the Christian Church, p.314].

AMBROSIO DE MILÁN

Ambrosio

Ambrosio (340-397 d.C.) se convirtió en obispo de Milán en 374 d.C.; para serlo, desistió de una carrera exitosa. Él era un competente administrador y un predicador talentoso. Su predicación fue fundamental para traer a Agustín al conocimiento de la Verdad; en 387 d.C. bautizó a Agustín. En cierta ocasión en Milán, relata Agustín, una enorme multitud se aglomeró cerca de una tumba de dos mártires. En un sueño, se reveló a Ambrosio la ubicación de los cuerpos de esos mártires. Una vez que la multitud se aglomeró, un ciego recibió su vista milagrosamente [Augustine. The city of God, vol. 2 of Nicene and Post-Nicene fathers of the Christian Church, p.485].

Aunque él haya vivido y ministrado en una época de decadencia espiritual, Ambrosio expresa en sus escritos una preocupación y una apertura a las manifestaciones sobrenaturales del Espíritu. Esta perspectiva es clara en su obra Del Espíritu Santo, en la que intenta demostrar la unidad de la Trinidad, señalando que lo que se podría hablar del Padre y del Hijo también se puede hablar del Espíritu Santo.

Ved que el Padre y Cristo también escogen maestros para las iglesias, y así como el Padre da el don de sanidad, el Hijo también lo da; así como el Padre da el don de lenguas, el Hijo también lo concedió. De esta manera, sabemos que lo mismo ocurre con respecto al Espíritu Santo; él concede los mismos tipos de gracias. Por lo tanto, el Espíritu da los mismos dones que el Padre, y el Hijo también los da. [Ambrose. Of the Spirit, vol. 10 of Nicene and Post-Nicene fathers of the Christian Church, p.134].

Este pasaje expresa una clara aceptación del fenómeno carismático, como las curaciones y el don de lenguas. Debería ser recordado también que él habla de esos dones en el tiempo verbal presente, mostrando su creencia en la validez de ellos en su época.

JERÓNIMO

Jerónimo - Caravaggio

Jerónimo (347-420 d.C.) se convirtió en 360 d.C. y pasó a ser un estudiante nómada en Roma y en las ciudades de la Galia durante muchos años. Se convirtió en un intelectual astuto y un amante de las letras clásicas. Mientras viajaba por Oriente y Antioquía, enfermó gravemente. Durante su enfermedad, Cristo se le manifestó y le amonestó por su devoción exagerada a los estudios clásicos. Arrepentido, él regresó, se convirtió en un diligente estudiante de la Biblia, estudió hebreo y vivió como ermitaño en una región cercana a Antioquía. Un estudioso llamó a Jerónimo de “el intelectual más poderoso que la iglesia occidental antigua pudo ostentar” [Williston Walker. A history of the Christian church. Nova York: Charles Scribner, 1920, p.173].

Tiempo después, Jerónimo se mudó a Palestina, donde se convirtió en el abad del monasterio. Durante ese tiempo, hasta su muerte en el 420 d.C., Jerónimo escribió las obras por las que se le recuerda, incluso su magnum opus, la traducción de las Escrituras al latín, llamada La Vulgata. Desde el Concilio de Trento (1545-1563) hasta hace poco, esta fue la única Biblia oficial de la Iglesia Católica Romana.
Queda claro que Jerónimo creía en el ministerio sobrenatural del Espíritu Santo. Los milagros son siempre mencionados por él, especialmente en su obra La vida de San Hilarión. Tal vez el milagro más extraordinario relatado por Jerónimo sea el de Hilarión aquietando el mar que había sido agitado por un terremoto violento. Según Jerónimo, una enorme pared de agua que estaba a punto de destruir la aldea de Epidauro se calmó y se deshizo ante la palma de la mano de Hilarión: “En verdad, aquello que fue dicho a los apóstoles – ‘si tuvieres fe, diréis a esta montaña: – ve al mar – y ella irá’ podrá ser cumplida literalmente si alguien tiene la fe que el Señor exigió que los apóstoles tuvieran” [Jerome. The life of Saint Hilarion, p.313]. Jerónimo vivió sano hasta llegar al siglo V y no da ninguna pista en sus escritos de que esperara el fin de los milagros. Como Atanasio, él muestra que los milagros están al alcance de todos los que creen según las palabras de Jesús.

AGUSTÍN DE HIPONA

Agustin-de-Hipona

Después de su conversión en 387 d.C., Agustín (354-430 d.C.) se convirtió en el obispo de Hipona, en el África septentrional. Él fue un pensador influyente y un escritor prolífico, generalmente reconocido como el mayor de los padres de la Iglesia; tanto que una gran parte de la teología del catolicismo romano como del protestantismo está basada en su pensamiento. [Cairns. Christianity through the Centuries, p.146].

Al inicio de su caminar con Cristo, Agustín miró con sospecha al ministerio milagroso del Espíritu Santo. En su homilía La epístola de San Juan, se refería a las lenguas en Pentecostés como una señal “adaptada a un tiempo” que ya había pasado. Él prosigue en esa línea diciendo que el testimonio de la presencia del Espíritu Santo ya no es dado por los milagros, sino por el amor de Dios a la iglesia manifestado en el corazón de algunos. [Augustine. The epistle of Saint John, vol. 12 of Nicene and Post-Nicene fathers of the Christian Church, pp.497-98].
Más tarde, sin embargo, Agustín demuestra un gran interés por lo sobrenatural y relata varios acontecimientos milagrosos en su propia vida y en la de otros. En su obra La ciudad de Dios, todo un capítulo tiene el título de “Sobre los milagros que fueron operados para que el mundo pudiera creer en Cristo y que no dejaron de ser operados ahora que el mundo cree”. Agustín dice: “Porque hasta ahora mismo los milagros son operados en el nombre de Cristo, sea por sus sacramentos, sea por la oración, sea por las reliquias de sus santos” [Augustine. The city of God, p.485].

Agustín comienza a describir varios milagros que conoció personalmente, incluyendo curas de ceguera, cáncer, gota, hemorroides, posesión demoníaca e incluso muertos que revivieron. Algunos eran curados como consecuencia sólo de la oración, y un paralítico fue curado en el momento de su bautismo. Sin duda, los milagros eran comunes donde vivía, pues él dice: “Estoy tan apresurado por la promesa de terminar pronto este trabajo que no pude relatar todos los milagros que conozco” [Augustine. The city of God, p. 489]. [Para más detalles visita nuestro artículo San Agustín Contra el Cesacionismo I]

Agustín también habla de un fenómeno al que él llamó júbilo, que es muy similar a lo que los carismáticos de hoy llaman “cantar en el Espíritu”, o sea, cantar en otras lenguas. De acuerdo con Agustín, la persona comienza a experimentar ese júbilo cuando su boca ya no es capaz de expresar con palabras lo que el corazón está cantando. La persona continúa emitiendo sonidos, pero los sonidos son desarticulados, porque su corazón está profiriendo lo que la persona no puede hablar en palabras. Entonces él dice:

¿Y a quién se debe ese júbilo sino al Dios inefable? Por ser inefable, nadie podrá expresarlo con palabras; y si usted no puede expresarlo con palabras y ni mantenerse en silencio, entonces no queda sino cantar en júbilo, para que su corazón se alegre sin palabras y su alegría exuberante no esté restringida a los límites silábicos. [Francis Sullivan. Charism and charismatic renewal. Dublin, Scotland: Gill and MacMillan, 1982, p.147; confróntese con Eddie Ensley. Sounds of wonder. Nova York: Paulist Press, 1977].

El interés de Agustín por los milagros llevó a algunos estudiosos a concluir correctamente que, al final de su vida, él modificó su visión sobre el ministerio milagroso del Espíritu Santo. Pero la suerte ya estaba echada y los líderes más influyentes adoptaron sus antiguas opiniones; estas, pues, se esparcieron por toda la iglesia y atravesaron las eras como representantes de su posición. Agustín puede así ser responsabilizado, más que cualquier otro, por lo que vino a ser conocido como la Teoría de la Cesación (Cesacionismo). [Para conocer más sobre Agustín y su continuismo te invitamos a leer el artículo: Agustín contra el cesacionismo capítulo II]

BENITO DE NURSIA

san-benito-resucita-monje

En su adolescencia, Benito de Nursia (alrededor de 480-547 d.C.) fue enviado a Roma para adquirir una buena educación. Alrededor de 500 d.C., abismado con los vicios de esa ciudad, se recogió a una cueva en las montañas al este de Roma, donde vivió como ermitaño. Aproximadamente en 529 d.C. fundó el monasterio de Monte Cassino, que sobrevivió como punto de referencia hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando un bombardeo lo destruyó.
Otra contribución duradera de Benito fue la que vino a ser conocida como La Regla de San Benito. Él proporcionó a la vida monástica comunal un patrón de comportamiento, de trabajo y de adoración. Este se ha convertido en uno de los planes para la vida monástica más importantes en la Edad Media en toda Europa.
Benito ganó fama tanto por su poder de oración como por su operación de milagros. Se cuenta una historia en la que un muro del monasterio cayó mientras estaba siendo construido, matando a uno de los monjes. Benito ordenó que trajeran el cuerpo desfigurado a su sala. Después de haber cerrado la puerta, se arrodilló y oró fervorosamente. Dentro de una hora, para el asombro de todos, el joven monje resucitó y volvió a construir el muro. [Saint Gregory the Great. Dialogues, vol. 39 of The fathers of the Church. Odo John Zimmerman,1959, pp.76-77].

Benito no restringió su ministerio a los miembros de su monasterio. Él alcanzó a las personas que estaban más allá de los muros. “Él curó a sus enfermos, alivió la ansiedad, y dicen que resucitó muertos más de una vez” [Michael Walsh (ed.). Butler’s lives of the saints. San Francisco, CA: Harper, 1991, p.212]. En sus Diálogos, Gregorio relata los incidentes en los que Benito expulsa malos espíritus de algunos individuos.

GREGORIO MAGNO

gregorio_ magno

Gregorio Magno (540-604 d.C.) nació de padres ricos y recibió una buena educación. Alrededor de 570 d.C., fue hecho prefecto de Roma, cargo altamente honroso. Después de la muerte de su padre, Gregorio abdicó de su fortuna y entró a un monasterio benedictino. Allí ganó notoriedad por ser un líder talentoso; cuando el Papa Pelagio murió en el 590 d.C., Gregorio fue elegido para sucederle. En sus Diálogos, Gregorio recuerda varios milagros que conocía personalmente, incluyendo resurrecciones. Muchos de estos milagros reflejan Marcos 11.23, cuando Jesús dijo: “Porque de cierto os digo que cualquiera que diga a este monte: quítate y echate en el mar, y no dude en su corazón, sino creyendo que se hará aquello que dice, todo lo que diga le será hecho”

Gregorio obviamente creía en milagros y creía que ellos continuarían sucediendo por toda la historia de la Iglesia, pues en ningún lugar él habla de una teoría del cese. Gregorio enfatiza que eran los hombres santos de Dios que operaban esos milagros, mostrando allí la tendencia medieval de asociar los milagros a la vida santa y ascética. Esta importancia exagerada dada a la vida ascética acabó dividiendo la iglesia durante ese período.

Traducción del libro de E. L. Hyatt – Dos Mil años de Cristianismo Carismático

abbot

Conclusión: lo que hemos podido constatar en todos estos relatos, más allá de las posibles exageraciones propias del misticismo medieval, es que nadie en la Iglesia consideraba como imposible que tales eventos extraordinarios sucedieran. La mentalidad siempre fue abierta al obrar sobrenatural del Espíritu; si bien la estructura y jerarquía eclesiástica comenzaba a adquirir tintes de Iglesia Estatal y funcional al Emperador, aún se conservaba en ámbitos más retirados esa espiritualidad y vivencia espontánea, en la que los dones suelen ser más habituales.

Artículo y Traducción de Gabriel Edgardo LLugdar Diarios de Avivamientos 2018

¿Cómo interpretaba Agustín el texto: cuando venga lo perfecto?

 San Agustin de Hipona

Hemos visto en capítulos anteriores como el CESACIONISMO -enseñanza extra-bíblica que afirma que los dones extraordinarios del Espíritu Santo han cesado- ha manipulado la historia de la Iglesia para intentar demostrar su postura; pero en la actualidad, gracias al creciente conocimiento de la Patrística, tales manipulaciones han quedado en evidencia. No obstante, algún cesacionista trasnochado aún pretende encontrar en la Biblia un texto que apruebe su incredulidad bíblica (no creen que Pablo haya dicho en serio aquello de: «Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis«, o «Así que, hermanos, procurad profetizar, y no impidáis el hablar lenguas«).

Para sustentar su postura, el CESACIONISMO se aferra como último recurso al texto:

1ª Corintios 13:8-13 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.  Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos;  mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.  Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.

Bien, básicamente ellos afirman que cuando Pablo dijo «cuando venga lo perfecto» se refería al canon  de las Escrituras, es decir, que una vez que el Espíritu Santo diese el Nuevo Testamento completo a la Iglesia, los dones cesarían; lo «perfecto» entonces es ¡el Nuevo Testamento! Sí, hay que admitirlo, los cesacionistas no creen en el hablar en lenguas, pero al parecer creen en la interpretación de lenguas, porque solo interpretando místicamente se le puede encontrar un sentido tan extraño al texto de Pablo.

Desde que algunos descubrieron los diccionarios de Strong y de Vine, no cesan de hacer malabarismos con el griego. La palabra «perfecto» usada en el texto por Pablo es  teleios «y significa habiendo alcanzado su fin (telos)« [W. E. Vine]. Dicen los cesacionistas que esa palabra no tiene un significado escatológico, que no se refiere a la venida final de Cristo donde tendremos un cuerpo glorificado, seremos perfectos, le veremos cara a cara y no tendremos ya necesidad de profecías y dones, solo el amor que perdurará por siempre. Bien, afirmar que Pablo no usa el término teleios como escatológico en su carta, es sencillamente una mentira, pues más adelante dice

1ª Corintios 15:23-24 Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.  Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia.

Ese «el fin» que es claramente escatológico, en griego aparece como telos, y que es la raíz de lo que Pablo dijo al referirse «cuando venga lo perfecto» perfecto=teleios «y significa habiendo alcanzado su fin (telos)« [W. E. Vine]. Lisa y llanamente, «cuando venga lo perfecto» tiene un claro significado escatológico.

Este sentido es el más claro y el más coherente que le podríamos dar al texto de Pablo, no nos olvidemos que estamos hablando de una carta a una iglesia específica, que tenía problemas y necesidades específicas, ¿hubiesen entendido los corintios que Pablo (según los cesacionistas) les estaba diciendo: «Cuando se complete el canon, se pongan todos de acuerdo y se forme el Nuevo Testamento, entonces los dones cesarán»? ¿No es la interpretación más lógica, y más comprensible para los corintios, que «cuando venga lo perfecto» se refiere a la Segunda Venida de Cristo, tal como luego les explica en el capítulo 15?

Sin duda así lo entendieron ellos y la Iglesia primitiva, hasta el mismísimo san Agustín de Hipona (el «santo doctor»como lo llamaba Calvino) así lo entendió.

En su libro, o más bien carta-réplica contra el pelagiano Celestio:  La perfección de la justicia del hombre, Agustín trata de demostrar que hay que esforzarse hacia la perfección de vida, pero teniendo en cuenta que esto solo lo lograremos completamente cuando seamos perfectos en la gloriosa eternidad.

“Si el hombre puede estar sin pecado por sí mismo, luego la muerte de Cristo sería inútil. Pero Cristo no ha muerto inútilmente. Por consiguiente, el hombre no puede estar sin pecado, aunque lo desee, a no ser que le ayude la gracia de Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Para conseguirlo, los proficientes se esfuerzan ahora, y lo conseguirán del todo con la victoria sobre la muerte y con la caridad, que se alimenta de la fe y de la esperanza hasta la visión y posesión de la perfección misma.”   [Agustín, La perfección de la justicia del hombre. Capítulo VII. 16 BAC]

Si han notado, Agustín menciona las llamadas virtudes teologales del texto que estamos estudiando: fe, esperanza y caridad [amor], «hasta la posesión de la perfección misma« ¿qué perfección? la glorificación.

Recuerden que los cesacionistas afirman que cuando Pablo dice «mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará» se estaba refiriendo al canon del Nuevo Testamento completo, y que cuando estuviera la Biblia completa, dicen ellos, los dones cesarían. Pero, ¿Así lo entendía Agustín?

“Es decir, los que corremos con perfección debemos comprender esto: que aún no somos perfectos, para que lleguemos a ser perfeccionados allí hacia donde corremos ahora con perfección. Y así, cuando llegue lo que es perfecto, se acabará lo que es en parte. Es a saber, que allí no existirá nada a medias, sino que todo será íntegro, porque a la fe y a la esperanza sucederá la realidad misma, que ya no es creída y esperada, sino contemplada y poseída. Pero la caridad, que es la más grande de las tres, no será destruida, sino aumentada y completada por la contemplación de lo que creía y por la consecución de lo que esperaba.” [Agustín, La perfección de la justicia del hombre. Capítulo VIII.19 BAC]

Todo el libro de Agustín «La perfección de la justicia del hombre» gira sobre el concepto paulino de «cuando venga lo perfecto» como sentido escatológico. «que allí no existirá nada a medias» ¿allí dónde? En la gloria. Cuando venga lo perfecto es la resurrección y glorificación del creyente en la Segunda venida de Cristo (tal como lo explica Pablo en el capítulo 15 de 1ª Corintios), entonces es allí, y no antes, cuando «las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará«. Usar el texto de 1ª Corintios 13 como base para el CESACIONISMO es una mera manipulación bíblica, sin fundamento hermenéutico ni mucho menos histórico. ¡Y sino que se lo pregunten al «santo doctor» Agustín de Hipona!

Artículo de Gabriel Edgardo LLugdar –  Diarios de Avivamientos – 2018

Si deseas leer el capítulo anterior, en este link: https://diariosdeavivamientos.wordpress.com/2018/05/14/agustin-contra-el-cesacionismo-capitulo-ii-los-dones-del-espiritu/

ELECCIÓN Y PREDESTINACIÓN

  • Traducción del capítulo 1 del libro: Elección Condicional, de Thiago Titillo. [Pastor bautista, especialista en Teología Bíblica y Sistemática-Pastoral por la Facultad Bautista de Río de janeiro ]

Muchas veces las palabras “elección” y “predestinación” se utilizan de modo intercambiable, aunque un análisis minucioso de los pasajes bíblicos pertinentes demuestra la diferencia que hay entre ellas. El hecho de que Efesios 1:4-5 trae las expresiones “escogió” y “predestinó” en el mismo contexto, y de igual manera Romanos 8:29-33 incluye las palabras “predestinó” y “elegidos” [escogidos], ciertamente contribuye para la fusión de los dos términos.

En su Carta dirigida a Hípolito A. Collibus, Jacobo Arminio define predestinación de la siguiente manera: “Es un decreto eterno y misericordioso de Dios en Cristo, por el cual Él decide justificar y adoptar fieles, y concederles la vida eterna, pero condenar a los infieles y a las personas impenitentes […]” [ARMINIO, 2015, Tomo II, p.404 -en portugués- Para una comprensión más profunda del pensamiento de Arminio y sus seguidores acerca de la predestinación, recomiendo la lectura del capítulo 8 de la obra: OLSON, Roger E. Teología Arminiana: Mitos y Realidades].

Arminio utiliza el término predestinación en el sentido soteriológico, con referencia a la elección de los creyentes y la reprobación de los incrédulos. Pero para dejar más claro aún su perspectiva condicional de la elección, él dice pocas líneas más adelante:

Pero este decreto que describo aquí no es aquel por el cual Dios decide salvar a algunas personas y, para que pueda hacerlo, decide dotarlas de fe, mas condenar a otras, y no dotarlas de fe. Sin embargo, muchas personas declaran que este es el tipo de predestinación de la cual el apóstol trata en los pasajes que acabo de citar [Romanos 8 y 9, y Efesios 1], Pero niego lo que ellas que afirman. [Ibíd.]

El teólogo holandés prosigue afirmando la realidad de un “decreto eterno de Dios, según el cual Él administra los medios necesarios para la fe y la salvación”. Pero, continúa, Dios “hace esto de una manera que Él sabe que es adecuado a la justicia, es decir, a su misericordia ya su severidad”.
Con estas afirmaciones, Arminio defiende que la elección y la reprobación están condicionadas, respectivamente, a la fe y a la incredulidad, siendo que los medios necesarios para la fe son administrados por Dios de manera justa e imparcial, y no de forma arbitraria.

Wiley y Culbertson, teólogos arminianos, definen predestinación de manera un poco diferente:

La predestinación es el propósito gracioso de Dios de salvar de la ruina completa a toda la humanidad. No es un acto arbitrario de Dios para garantizar la salvación a un número especial de personas y a nadie más. Incluye provisionalmente a todos los hombres y está condicionada solamente por la fe en Cristo. […] La elección difiere de la predestinación en esto, que la elección implica una selección, mientras que la predestinación no. El plan gracioso para el cual se lleva a cabo esta elección se llama predestinación, nos predestinó para él, para la adopción de hijos, por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad. [WILEY Orton; CULBERTSON, 2013,  Introducción a la Teología Cristiana 3, p. 269.].

Ellos hacen una distinción entre predestinación y elección: la predestinación es el plan divino de proveer salvación a todos los hombres y hacerla efectiva en la vida de los creyentes, mientras que la elección es la selección de las personas que cumplen la condición de creer en Cristo.
Ambas definiciones concuerdan que el plan divino de salvar a los individuos depende de la fe de éstos. Dios salva a los que depositan su fe en Jesucristo.
Esto contradice aquello que fue enseñado por Juan Calvino. En su obra Institución de la Religión Cristiana, III.21.5, él define predestinación – también igualándola a la elección y reprobación – de forma absolutamente determinista:

Llamamos predestinación al decreto eterno de Dios por el cual determinó lo que quiere hacer de cada uno de los hombres. Porque Él no los crea con la misma condición, sino antes ordena a unos para la vida eterna, y a otros para la condenación perpetua. Por lo tanto, según el fin para el cual el hombre es creado, decimos que está predestinado a la vida o a la muerte. [CALVINO. A instituição da religião cristã. Tomo 2. São Paulo: Unesp, 2009, p. 380]

Berkhof reconoce tres usos de la palabra predestinación. Primeramente, como sinónimo de los decretos de Dios. En segundo lugar, como referencia a Su propósito en relación a todas las criaturas morales. Pero al final, él dice que más a menudo, ella denota «el consejo de Dios concerniente a los hombres decaídos, incluyendo la elección soberana de unos y la justa reprobación de los demás”. [BERKHOF, Louis. Teologia Sistemática. 3. ed. São Paulo: Cultura Cristão, 2007, p. 103]. Sproul distingue la predestinación más amplia -en el ámbito de la providencia- de la predestinación en el sentido más estricto, restringida a la “cuestión extrema de la salvación o condenación predestinadas, que llamamos la elección o reprobación” [SPROUL, R. C. Eleitos de Deus. 2. ed. São Paulo: Cultura Cristã, 2002, p. 15].

Ya hemos visto que muchos teólogos igualan la predestinación -en su aspecto soteriológico- con la decisión divina de salvar al pecador o condenarlo. Pero ¿es que el sentido bíblico de predestinación puede ser igualado al sentido bíblico de elección?

Existen dos grupos de palabras griegas -en sus diversas formas- usados en el Nuevo Testamento para referirse al acto de escoger: haiéromai y eklégomai.

El verbo haireo (tomar, elegir) tiene el significado específico de “seleccionar preferiblemente por el hecho de tomar, que por mostrar preferencia o favor” [VINE, W. E.; Merril E, UNGER; William, WHITE JR. Dicionário Vine: o significado exegético e expositivo das palavras do Antigo e do Novo Testamento, p.608]. Mientras que el verbo eklego significa, en la voz media, ‘elegir para sí mismo’, no implicando necesariamente el rechazo de lo que no es escogido, sino “elegir con ideas subsidiarias de generosidad, favor o amor”

El teólogo Henry Clarence Thiessen define la doctrina de la elección:

Por elección, entendemos aquel acto soberano de Dios por gracia, por el cual Él escogió en Jesucristo para la salvación a todos aquellos que de antemano sabía que lo recibirían. Esta es la elección en su aspecto redentor. Las Escrituras también hablan de una elección para privilegios exteriores (Lucas 6.13, Hechos 13.17, Romanos 9.4, 11.28, Israel); la filiación (Efesios 1.4-5, Romanos 8.29, 33); y para una tarea particular (Moisés y Aarón: Salmos 105.26, David: 1ª Samuel 16.12, 20.30, Salomón, 1ª Crónicas. 28.5, y los Apóstoles: Lucas 6.13-16; Juan 6.70; Hechos 1.2, 24; 9.15; 22.14). [THIESSEN, Henry-Clarence. Conferencias introductorias a la Teología Sistemática, p. 261. Aunque Thiessen no se consideraba arminiano, su teología es consecuente con el arminianismo].

Thiessen menciona tres puntos importantes de la doctrina bíblica de la elección. Primero, la elección es un “acto soberano de Dios por gracia”. Dios no tiene la obligación de escoger a ninguno, ya que todos son igualmente pecadores, mereciendo así la condenación. En segundo lugar, él afirma que la elección es cristo-céntrica – “por lo cual escogió en Jesucristo”. La elección del individuo ocurre solamente en unión con Jesucristo por la fe. No hay elección fuera de Cristo. Por último, Thiessen afirma que la elección contempla “aquellos que de antemano sabía que lo aceptarían”. La comprensión de la relación entre la elección y la presciencia de Dios es sumamente importante para el entendimiento adecuado de la doctrina.

La palabra griega traducida por predestinar (“decidir de antemano”) en el Nuevo Testamento es proorizo (pro, “antes de, orizo, “determinar”) [VINE. W. E]. Ella aparece seis veces en el Nuevo Testamento, mayoritariamente en los escritos de Pablo (Hechos 4.28; Romanos 8.29-30; 1ª Corintios 2.7; Efesios 1.5, 11). Cuando proorizo aparece en el contexto de la doctrina de la salvación, se tiene en vista el destino preparado para los elegidos. En ninguna de las seis veces que aparece esta palabra hace referencia a pecadores destinados a la condenación eterna. Tal observación debería ser suficiente para desmontar la comprensión calvinista de la predestinación como la elección de unos individuos para la salvación y de otros para la perdición.

Otro importante paso para la construcción de un entendimiento bíblico acerca de la doctrina de la elección, es la comprensión del significado del verbo proginosko (pro: “antes de”; gínosko: “saber”) y del sustantivo análogo prognosis (“Conocimiento de antemano”, “presciencia”, “previsión”). Este, en el griego secular, “significa la ‘presciencia’ que posibilita la predicción del futuro”, siendo usado como término técnico de la medicina por Hipócrates. [JACOBS; KRIENKE en Dicionário Internacional de Teologia do Novo Testamento, p. 1796].
Bultmann dice acerca de proginosko:

El verbo significa “conocer de antemano”, y en el NT se refiere a la presciencia de Dios al elegir a su pueblo (Romanos 8.29, 11.2) o de Cristo (1ª Pedro 1.20), o el conocimiento de antemano que los creyentes tienen por medio de la profecía (2ª Pedro 3.17). Otro posible significado es ‘saber antes de hablar’ como en Hechos 26.5. El sustantivo es usado por la LXX *, en Judit 9.6, para el conocimiento predeterminado de Dios, en Judit 11.19 para la predicción profética. Justino usa el término de manera similar en el Diálogo con Trifón 92.5; 39.2. [KITTEL, Gerhard; FRIEDRICH, Gerhard. Dicionário Teológico do Novo Testamento. São Paulo: Cultura Cristã, 2013 p. 134-135]. [*LXX: Es la traducción griega del Antiguo Testamento encomendada al sacerdote Eleazar por Ptolomeo Filadelfo, para la Biblioteca de Alejandría. La tradición popular afirma que esta versión fue hecha por 72 eruditos, 6 de cada tribu para concretar el emprendimiento que llevó 72 días]. [* Judit: El libro de Judit fue escrito en el siglo II a.C. Orígenes y Jerónimo dan testimonio de que él no era considerado canónicamente por los judíos palestinos. En el siglo I, ya formaba parte de la LXX. Algunos padres de la Iglesia negaron su inspiración, pero su lugar en el canon católico fue asegurado].

Justo L. González dice que la presciencia es, “en la teología clásica, el aspecto de la omnisciencia divina por la que Dios conoce los acontecimientos que aún no han tenido lugar y las cosas que aún no existen”. [GONZÁLEZ, Justo. Breve Diccionario de Teología] Este sentido está incluido en aquello que la teología arminiana comprende de la relación entre la presciencia divina y la elección de los creyentes: Dios, desde la eternidad pasada, a la luz de su presciencia de todas las cosas, eligió a aquellos que en el curso de la historia aceptarían libremente Su gracia en Cristo (1ª Pedro 1.2; Romanos 8.29).

Los teólogos calvinistas discrepan. Ellos entienden que la presciencia divina no se refiere -al menos en los pasajes relacionados a la elección- al conocimiento previo de Dios de aquellos que responderían libremente a su llamado por gracia. Berkhof dice que

El sentido de las palabras proginoskein y prognosis en el Nuevo Testamento no está determinado por el uso que de ellas se hace en el griego clásico, sino por el sentido especial de yada [Del hebreo, “conocer”]. Ellas no indican simple previsión o presciencia intelectual, la mera obtención de conocimiento de alguna cosa, pero sí un conocimiento selectivo que toma en consideración a alguien favoreciéndolo, y lo hace objeto de amor, y así se aproxima a la idea de predeterminación. [BERKHOF, Louis. Teologia Sistemática. 3, ed. São Paulo.p.105]

Es interesante que Bultmann, cuando habla en su entrada del “conocimiento predeterminante de Dios”, reconoce que el sustantivo presciencia se aproxima a la “idea de predeterminación” presentada por Berkhof. Sin embargo, aunque menciona tal uso en Judit 9.6, no hace ninguna mención del verbo análogo siendo usado en ese sentido por los escritores del Nuevo Testamento. [Ênio Mueller, en su comentario de 1ª Pedro 1.2 – sobre el vocablo “Presciencia” (prognosis) dice que Bultmann atribuye el entendimiento patrístico de la elección como elección divina hecha con base en el conocimiento anticipado de Dios, a la polémica contra el determinismo, y que el sentido neotestamentario de la expresión depende del pensamiento judaico, según el Antiguo Testamento (MUELLER, 1988: 70). Aunque Bultmann reconoce que el uso del verbo ginosko (traducción del hebreo yada’) en el Antiguo Testamento, siendo un acto de la voluntad divina, “significa transformar algo en objeto de cuidado y contiene en sí el matiz de elegir (Génesis 18.19, Éxodo 33.12)” (KITTEL, FRIEDRICH, 2013a, p. 132), permanece, sin embargo, que en el comentario sobre el verbo análogo proginosko, Bultmann no relaciona su uso neotestamentario al uso del verbo conocer en el Antiguo Testamento].

W. E. Vine, llama la atención hacia la diferencia entre el significado de los verbos ‘predeterminar’ y ‘conocer de antemano’: “Este verbo [proorizo] debe ser diferenciado de proginosko, ‘saber de antemano, prever, anticipar’, este tiene una referencia especial a las personas previstas por Dios; el verbo proorizo tiene referencia especial a lo que los sujetos de su presciencia son ‘predestinados’”. Esta distinción es vista en Romanos 8:29 “Porque a los que antes conoció [proginosko], también los predestinó [proorizo] para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”. Una objeción común hecha por los intérpretes calvinistas es que el texto no se refiere a algo que Dios previó en las personas -como por ejemplo la fe, la santidad y la perseverancia-, sino a las propias personas: ‘a los que’ y no ‘lo que’. Si Dios conoció personas, tal conocimiento debe ser de un tipo distinto, pues el conocimiento mental de Dios no se restringe a un grupo, por el contrario, se extiende a todos sin excepción. John Stott lo pone de la siguiente manera: “[…] Dios conoce todo el mundo y todas las cosas de antemano, mientras que Pablo se está refiriendo a un grupo específico” [STOTT, John. I, II y III de Juan: introducción y comentario.1982,p. 300].

Es innegable que Pablo se refiere a los miembros de un grupo, distinguiéndolos de las demás personas. Jack Cottrel, erudito arminiano, aclara el pasaje:

El versículo 29 comienza (después de la conjunción) con el pronombre relativo ‘quien’ (traducido ‘a los’ en la NVI). Como regla general esperaríamos un antecedente para este pronombre, y aquí lo encontramos en el v 28, a saber, ‘a los que aman a Dios’. Dios pre-conoció a aquellos que lo amarían, es decir, él pre-conoció que en algún momento de sus vidas ellos lo amarían, y continuarían amándolo hasta el fin. Ver el paralelo en 1ª Corintios 8.3: ‘Pero si alguno ama a Dios, es conocido por él’.    [Commentary on Romans 1-8, College Press, 1996]

El acto cognitivo por el cual Dios conoció de entre los hijos de Adán a aquellos que lo amarían en respuesta a su gracia, -cumpliendo las condiciones necesarias para la salvación-, está íntimamente relacionado con la elección de individuos para el cuerpo elegido de Cristo y su predestinación a la gloria. Dios, de hecho, conoció a personas que ‘aman a Dios’ (v.28). No hay, por lo tanto, ningún motivo para buscar un significado diferente del natural para el verbo proginosko en Romanos 8.29.

Así, las doctrinas de la elección y de la predestinación están íntimamente relacionadas entre sí, aunque sean distintas. Robert Shank percibió esta distinción:

Las dos, a pesar de estar íntimamente relacionadas y mutuamente involucradas, no son la misma cosa. Tanto la elección como la predestinación son obras determinantes, pero la elección es la elección de los hombres por Dios per se, mientras que la predestinación mira más allá del hecho de la elección, propiamente dicha, hacia los propósitos y objetivos abarcados en la elección. [SHANK, Robert. Eleitos no Filho: um estudo sobre a doutrina da eleição. São Paulo: Reflexão, 2015. p. 162].

Para fundamentar su punto de vista, Shank apela al texto griego:

Es digno de notar que el verbo eklego aparece en el Nuevo Testamento sólo en la voz mediana (eklégomai, escoger para sí mismo). El uso de la voz mediana, representando a Dios como actuando con referencia a sí mismo en la elección de los hombres, está en contraste marcado con el verbo neo-testamentario proorizo (pre-determinar, decidir de antemano), el cual nunca aparece en la voz mediana. El contraste es significativo.

Shank concluye:

De este modo, la elección es el acto por el cual Dios elige hombres para sí mismo, mientras que la predestinación es el acto determinante de Dios en cuanto al destino del elegido que él escogió. La predestinación es la predeterminación de Dios de la eterna circunstancia de la elección: filiación y herencia como coherederos con Cristo (Efesios 1.5, 11), y glorificación junto con Cristo en plena conformidad a su imagen (Romanos 8.28-30). En Efesios 1.3-14, la elección está en vista en el versículo 4 (Porque Dios nos escogió en Él antes de la fundación del mundo) y la predestinación no es para elección sino para la circunstancia de la elección: adopción como hijos de Dios (v.5) y participación en la herencia eterna (v.11). En Romanos 8.28-30, la elección es simultánea con la presciencia de Dios, y la predestinación no es para con la elección y la salvación, sino para conformidad a la imagen de su Hijo (v.29), una predestinación a ser realizada mediante el llamado, la justificación y, finalmente, la glorificación (v. 30).

En suma, la elección es el acto de escoger por gracia, hecho por Dios, de aquellos que están en Cristo para formar su pueblo (Efesios 1:4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él). La predestinación es el propósito determinado por Dios desde la eternidad para ese pueblo (Efesios 1.5 “en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad”, Romanos 8.29-30 “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”).

Aunque el sentido bíblico de la doctrina de la elección ha sido presentado en su aspecto soteriológico, la culminación del propósito de Dios para su pueblo pasa necesariamente por algunas etapas. En primer lugar, la elección de Jesucristo como el libertador de la humanidad caída. En segundo lugar, la elección de Israel como la nación por la que el Salvador vendría al mundo. En tercer lugar, la elección de la Iglesia como cuerpo elegido de creyentes en Cristo. Por último, en cuarto lugar, la elección de individuos que aceptarán la oferta del evangelio para formar parte del cuerpo elegido de Cristo.

Como este material no se encuentra en español, ha sido traducido por Gabriel Edgardo LLugdar para consulta bibliográfica.

¿En qué creían los primeros Pentecostales?

Asuza - Avivamiento Pentecostal

El movimiento Pentecostal explosiona hacia el mundo desde un viejo galpón ubicado en la Calle Azusa, nº 312, en la ciudad de los Ángeles. Su primer pastor (el primer pastor pentecostal de la historia de este Movimiento) fue un afro-americano, hijo de esclavos, llamado William Seymour. Hemos traducido la pequeña Confesión de Fe, escrita de su mano, con la que se rigieron los primeros pentecostales. Notarán en ella las influencias de los Metodistas y del Movimiento de la Santidad, de donde eran originarios la mayoría de los primeros miembros de la congregación de Azusa 312, que pasó a llamarse Misión de la Fe Apostólica. Posteriormente con la influencia de hermanos bautistas (como William Durham) algunos puntos se modificaron dando lugar a las Asambleas de Dios. Pero esta es la doctrina original del Movimiento Pentecostal:

William Seymour - Primer pastor Pentecostal
William Seymour – Primer pastor Pentecostal

 La Fe Apostólica: Una Visión General de su Doctrina

Por William Seymour

La fe apostólica defiende la restauración de la fe que una vez fue entregada a los santos, la religión de los viejos tiempos, de las reuniones de campaña, avivamientos, misiones, trabajo misionero de calle y unidad cristiana en todas partes. De acuerdo con la Palabra de Dios (Juan 17: 20,21).

Enseñando sobre el arrepentimiento (Marcos 1: 14,15).

Dolor piadoso por los pecados (Ejemplos: Mateo 9:13 “Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento”; 2ª Corintios 7: 9,11 “Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto”; Hechos 3:19 “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio”; Hechos 17:30 “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan”).

La confesión del pecado (Lucas 15:21 “Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo”; Lucas 18:13 “Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador”).

Restitución y fe en Jesucristo (Ezequiel 33:15 “si el impío restituyere la prenda, devolviere lo que hubiere robado, y caminare en los estatutos de la vida, no haciendo iniquidad, vivirá ciertamente y no morirá”; Lucas 19:8 “Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado”).

Jesús murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación (Romanos 4:25 “el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación”).

La primera obra de la gracia. La justificación es aquel acto de la libre gracia de Dios por el cual recibimos la remisión de pecados (Romanos 3:25 “a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”, Hechos 10:42,43 “Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre”. Romanos 5: 1,10 “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo […] Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida”; Juan 3: 3,14 “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios […]”, 2º Corintios 5:17 “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”) .

La segunda obra de gracia. El Espíritu Santo llama a la segunda obra de “segundo beneficio”. El margen dice “segunda gracia”. Y en el siríaco se lee que usted puede recibir la gracia «doblemente» (2ª Corintios 1:15: Con esta confianza quise ir antes a ustedes para que reciban gracia doblemente [Peshitta]).
La santificación es la segunda obra de gracia y es aquel acto de la gracia de Dios por la que Él nos hace santos en la doctrina y la vida (Juan 17:15,17 “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal […] Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”; Hebreos 13:12 “Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta”; Hebreos 2:11 “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos”; Hebreos 12:14 “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”). Jesús abrió las Escrituras a sus discípulos antes de volver al cielo (Lucas 24:24-50 “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían”). Él enseñó su doctrina a ellos antes de ir al cielo, entonces cuando fuésemos santificados Jesús nos enseñará las Escrituras también, bendito el Señor.
Santificación es limpieza para hacer santo. Los discípulos fueron santificados antes del día de Pentecostés. Por un estudio cuidadoso de las Escrituras, usted descubrirá que es así ahora. y Jesús sopló sobre ellos el Espíritu Santo (Juan 15:3 “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado”, Juan 13:10 “Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos”, Juan 20:21,22 “Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”). Usted sabe que ellos no podrían recibir el Espíritu si no estuviesen todos limpios. Jesús limpió y quitó toda la duda de su iglesia antes de volver a la gloria. Los discípulos tenían la gracia del Espíritu antes del día de Pentecostés. Los discípulos tuvieron una llenura del Espíritu antes del día de Pentecostés. Porque Jesús había purificado el santuario y ellos tenían el testimonio en sus corazones de que Él era el Señor y Salvador resucitado y ellos estaban continuamente en el templo alabando y bendiciendo a Dios (Lucas 24:51,53 “Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo. Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén”).

El bautismo en el Espíritu Santo y fuego significa ser inundado con el amor de Dios y poder para el servicio, y el amor por la verdad tal como es en la Palabra de Dios. Entonces, cuando recibimos, tenemos los mismos signos que los discípulos recibieron el día de Pentecostés. Porque el Espíritu Santo nos da una mente sana, fe, amor y poder (2ª Timoteo 1:7 “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”). Este es el patrón que Jesús dio a la iglesia.
La mayor evidencia del Espíritu Santo habitando en el creyente es lo que Jesús prometió que Él haría. Jesús prometió que Él nos enseñaría todas las cosas y traería todas las cosas a la memoria, de lo que Él haya dicho. Él quiere decir lo que Él dice. (Juan 14:17-26 “el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros […] Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”; Juan 16:7-15 “[…] Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. […] El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber”). Entonces, cuando Él viene, Él hace eso el creyente, porque Él hace eso por mí.

Buscando la sanidad. Nosotros debemos creer, con gran alegría, que Dios es capaz de curar. “porque yo soy Jehová tu sanador” (Éxodo 15:26, Santiago 5:14, Salmos 103:3, 2ª Reyes 20:5, Mateo 8:16, 17, Marcos 16: 16-18). “He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí? (Jeremías 32:27).

Dios, Espíritu y Palabra caminan juntos. Ellos son los dos testigos hablados en Zacarías. 4:3-14 y Apocalipsis 11: 3. Cuando estos dos testigos no son reconocidos, todos los tipos de confusión serán manifestados en la iglesia. Muchos confundieron la gracia de la santificación con el revestimiento del poder o el bautismo con el Espíritu Santo. Otros tomaron “la unción” que recibimos después de ser santificados por el bautismo y fallaron en alcanzar la gloria y el poder de un verdadero Pentecostés (Juan 20:21-24, Hechos 2:3,4).
Leemos en el segundo capítulo de Colosenses: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo”. Este capítulo nos habla de Cristo borrando la caligrafía de las ordenanzas que eran contra nosotros y contrarias a nosotros, y yo estoy feliz de que él tomó esas ordenanzas en la cruz con Él. Él las quitó del camino, clavándolas en la cruz. ¡Qué bendición del Señor! Estas eran las viejas ordenanzas judías de las inmersiones de lavado, los días del sábado, las nuevas lunas, la circuncisión, la comida de la Pascua, y así sucesivamente. Pero Jesús tiene ordenanzas en su iglesia. Alabado sea su nombre.

Tres ordenanzas que Cristo mismo instituyó en su Iglesia. En primer lugar, Él ordena a sus ministros que bauticen en agua en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y eso fue practicado por los apóstoles (Mt 28:19, Hechos 8:38, Hechos 22:16, Hechos 8:12,17). El eunuco fue bautizado (Hechos 8:38). El apóstol Pablo fue bautizado. Tantos casos podemos encontrar en Hechos, donde [el bautismo] fue practicado después de que Juan el Bautista murió.

Creemos en el bautismo en las aguas. Nuestro modo es sólo y únicamente por inmersión, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Mt 28:19,20 “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”; y tanta luz como el Espíritu Santo nos revelara por Su Palabra.

Segundo, el lavamiento de los pies es una ordenanza que el mismo Jesús instituyó en Su iglesia y nosotros, sus seguidores, debemos observarla. Porque nos mandó observar todas las cosas que nos ordenó que enseñáramos. Entonces descubrimos que tenemos que reconocer estas tres ordenanzas.
Nosotros creemos en el lavado de los pies; creemos que es una ordenanza. Jesús dijo en Juan 13:13-17: “Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis”.

Tercero. Creemos en la ordenanza de la cena del Señor, como está establecido en 1ª Corintios. 11: 2, 23-34 y Mateo 26:26-29. Creemos en tomar vino no fermentado y pan sin levadura.

Nosotros, los ministros, debemos ser marido de una sola mujer (1ª Timoteo 3:2, Tito 1:6-9). No creemos en el matrimonio anti-bíblico (Romanos 7:2-4, 1ª Corintios 7:39).
En Mateo 19:3-9, Mateo. 5:32 y Marcos 10:5-11, Jesús restauró el matrimonio de nuevo al patrón edénico. Muchos se confunden sobre el significado de estos pasajes. Si el marido o la esposa se desafiaron en los pecados mencionados, Jesús no da reconocimiento como matrimonio legalmente casado, si el primer marido o esposa todavía está vivo. Ellos deben arrepentirse a Dios y reconciliarse unos con otros “pues, como Cristo perdona, debemos perdonar” (1ª Corintios 7:11). Si un hombre o una mujer se casa, y uno tiene un esposo o esposa vivo, continúan viviendo juntos cometiendo adulterio o fornicación, y el otro que tiene un esposo o esposa vivo debe ser apartado por el otro, dejando al hombre o la mujer que no tiene compañero de vida libre para casarse nuevamente con alguien que también sea libre (1ª Corintios 7:2, Mateo 19: 9 “Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera” ).

No creemos estar haciendo un hobby de esta doctrina del divorcio, pero creemos en la verdad al comparar Escritura con Escritura; que nadie en esta obra puede casarse con el segundo marido o la segunda esposa, mientras que el primero está vivo (Romanos 7:2-4, 1ª Corintios 7:10-11, 1ª Corintios 7:39, Mateo 5:32, Lucas 16:18).

El Obispo Hurst dice, en su Historia de la Iglesia, que el don de lenguas apareció en comunidades bajo un fuerte estímulo religioso, como entre los Cornisards, los primeros Cuáqueros, Lasare en Suecia en 1841-43, en el avivamiento irlandés en 1859, y en la Iglesia Católica Apostólica (Irvinguita) (Vol. 1, página 90).
Yo puedo decir, a través del poder del Espíritu, que dondequiera que Dios pueda obtener un pueblo que se juntará en un acuerdo y una mente en la Palabra de Dios, el bautismo del Espíritu Santo caerá sobre ellos, como en la casa de Cornelio (Hechos 10:45,46). Significa estar de acuerdo, como la Palabra dice en Hechos 2:42-47.

La sangre de Jesús nunca borrará ningún pecado entre hombre y hombre que ellos puedan enmendar; pero si podemos corregir los errores, la sangre cubre graciosamente (Mateo 5:23-24 “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”; Mateo 6:15 “mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”; Mateo 18:35; 1ª Juan 1:7-9 “pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado […]).

Estimados seres queridos, las promesas de Dios son verdaderas. Leemos en Éxodo 12:3, que Dios ordenó a Moisés que tomara un cordero para una casa, y una casa para un cordero; cuando Él estaba a punto de sacar a los hijos fuera de Egipto. ¡Bendito sea su santo nombre, amén! Debían matar al cordero y llevar su sangre y rociarla sobre la puerta y dinteles para ser salvados del destructor. Pero en la misma casa se les ordenó que comieran el cuerpo. La sangre los salvó del destructor, pero el cuerpo del cordero los salvó de la dolencia y la enfermedad. ¡Gloria a su nombre! Obedezcamos la palabra y la voz de Dios, y seremos salvos por medio de Jesús de los pecados, y nos deleitaremos en Su cuerpo perfecto. Jesús es el fundador de su iglesia, la iglesia cristiana, por su propia sangre preciosa. ¡Aleluya! Entonces, Jesús es la Pascua Cristiana. Cuando los judíos comen la Pascua, recuerdan a Dios sacándolos de Egipto y señalando su venida. Así, nosotros comemos la Pascua Cristiana y recordamos el Calvario, cómo murió Jesús y nos salvó, y esperamos su regreso nuevamente.
El cordero de Moisés era un tipo de Cristo, el verdadero Cordero entonces, Cristo, es nuestro Cordero; trayendo salud a nuestro cuerpo imperfecto. Moisés fue el fundador de la iglesia judía, por Dios, a través del cordero pascual por la sangre y el cuerpo del cordero. Pero Jesús es el Cordero de Dios, el fundador de la iglesia cristiana.

Artículos enmendados de las doctrinas

La Misión de la Fe Apostólica, 312 Azusa Street, representa las siguientes doctrinas escriturales, ordenanzas y verdades, a saber:

En primer lugar, según lo enmendado: Justificación por la fe, que interpretamos como siendo el perdón de pecados, que es el “nuevo nacimiento” mencionado en Juan 3:1-13 (también Hechos 10: 42-43; Romanos 3:25). La doctrina de la justificación no debe modificarse.

En segundo lugar, según lo emendado: Santificación por la fe como una segunda obra definida de la gracia sobre el corazón, que representa la purificación completa, hecho santo en el corazón (Juan 17:15-17, 1ª Tesalonicenses 4: 3-5, Hebreos 2:11-13, Hebreos 10:10, Hebreos 13:12) La doctrina de la santificación no puede ser cambiada.

En tercer lugar, según lo enmendado. El bautismo con el Espíritu Santo como don de poder sobre la vida santificada y unción para servicio y trabajo, (Hechos 2:1-4; Hechos 10:45-46; Hechos 19:6; 1ª Corintios 14:21).

En cuarto lugar, según lo enmendado: El hablar en lenguas es uno de los signos que siguen a los creyentes bautizados, y otras evidencias de la Biblia, expulsando demonios, curando a los enfermos, y con los frutos del Espíritu que acompañan las señales. (1ª Corintios 13; Marcos 16: 16-18; Hechos 2: 2-3; Hechos 10: 44-46; Hechos 19:6).

En quinto lugar, según lo enmendado: Creemos y enseñamos que Dios planeó, y Jesús enseñó, que no podría haber unión santa entre hombre y mujer después del divorcio por cualquier causa, mientras que ambas partes de la primera alianza vivan. (Malaquías 2:14-17; Mateo 5:32; Mateo 19:3-9; Marcos 10:11-12; Lucas 16:18 “y les dijo: Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio”; Romanos 7:1-4; 1ª Corintios 7:39).

En sexto lugar, según lo enmendado: Creemos en la ordenanza del bautismo en agua, y enseñamos que la inmersión es el único modo, en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, solo una inmersión, en nombre de la Trinidad.

Nosotros no creemos en bautizar a bebés o a niños, antes de que lleguen a la edad de la responsabilidad. Un niño pequeño no puede creer.

En séptimo lugar, según lo enmendado: Creemos en la ordenanza de la cena del Señor, instituida por Jesús y seguida por los apóstoles, y enseñamos que ella debe ser observada con frecuencia en santa reverencia.

En octavo lugar, conforme lo enmendado: Creemos en el lavamiento de pies como ordenanza, como fue establecido por nuestro Maestro antes de la cena del Señor, de acuerdo con Juan 13: 4-17, y creemos que fue practicado por los Apóstoles y discípulos a través del Primero siglo, (1ª Timoteo 5:10).

Para pertenecer a esta fe deben obedecer sus enseñanzas.

– ¤ –

Traducida al Español por Gabriel Edgardo LLugdar – Fuente: sermonindex.net (EEUU) y Esquina da Teologia Pentecostal (Brasil) – Diarios de Avivamientos 2018

Miembros de la iglesia de la calle Azusa 312
Miembros de la iglesia de la calle Azusa 312